domingo, 27 de marzo de 2011

“Si conocieras el don de Dios...”

Benedicto XVI: “Si conocieras el don de Dios...”

Meditación durante el Ángelus en el evangelio de la Samaritana

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 27 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo a mediodía a los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano para rezar la oración mariana del Ángelus.


Queridos hermanos y hermanas:

Este tercer domingo de Cuaresma se caracteriza por
el famoso diálogo de Jesús con la mujer samaritana,
narrado por el evangelista Juan. La mujer se dirigía
todos los días a sacar agua de un antiguo pozo,
que se remontaba a tiempos del patriarca Jacob,
y ese día se encontró con Jesús, sentado, "fatigado del camino"
(Juan 4, 6). San Agustín comenta: "Hay un motivo en
el cansancio de Jesús... La fuerza de Cristo
te ha creado, la debilidad de Cristo te ha regenerado...
Con la fuerza nos ha creado, con su debilidad vino
a buscarnos" (In Ioannis Evangelium, 15, 2).
El cansancio de Jesús, signo de su auténtica humanidad,
puede ser visto como un preludio de su pasión,
con la que Él llevó a cumplimiento la obra de nuestra
redención. En particular, en el encuentro con la
Samaritana, en el pozo, sale el tema de la "sed"
de Cristo, que culmina con el grito en la cruz:
"Tengo sed" (Juan 19, 28). Ciertamente esta sed,
como el cansancio, tiene un fundamento físico.
Pero Jesús, como sigue diciendo Agustín, 
"tenía sed de la fe de esa mujer"
(In Ioannis Evangelium, 15, 11), al igual que de
la fe de todos nosotros. Dios Padre le envió para
saciar nuestra sed de vida eterna, dándonos su amor,
pero para ofrecernos este don Jesús pide nuestra fe.
La omnipotencia del Amor respeta siempre la libertad
del hombre; toca a su corazón y espera con paciencia
su respuesta.

En el encuentro con la Samaritana, destaca en primer
lugar el símbolo del agua, que hace clara alusión al
sacramento del Bautismo, manantial de vida nueva para
la fe en la Gracia de Dios. Este Evangelio, de hecho,
como recordé en la catequesis del Miércoles de Ceniza,
forma parte del antiguo camino de preparación de los
catecúmenos a la iniciación cristiana, que tenía lugar
en la gran Vigilia de la noche de Pascua. "El que beba
del agua que yo le daré --dice Jesús--, nunca más
volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá
en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna"
(Juan 4,14). Este agua representa al Espíritu Santo,
el "don" por excelencia que Jesús vino a traer de parte
de Dios Padre. Quien renace en el agua y el Espíritu Santo,
es decir, en el Bautismo, entra en una relación
real con Dios, una relación filial, y puede adorarle
"en espíritu y verdad" (Juan 4,23.24), como sigue
revelando Jesús a la mujer samaritana. Gracias al
encuentro con Jesucristo y al don del Espíritu Santo,
la fe del hombre llega a su cumplimiento, como respuesta
a la plenitud de la revelación de Dios.

Cada uno de nosotros puede ponerse en el lugar de la
mujer samaritana: Jesús nos espera, especialmente en
este tiempo de Cuaresma, para hablarnos al corazón,
a mi corazón. Detengámonos un momento en silencio,
en nuestra habitación, o en una iglesia, o en otro
lugar retirado. Escuchemos su voz que nos dice:
"Si conocieras el don de Dios...". Que la Virgen María
nos ayude a no perder esta oportunidad, de la que
depende nuestra auténtica felicidad.

[Después de rezar el Ángelus, Benedicto XVI añadió
hablando en italiano:]

Ante las noticias, cada vez más dramáticas, que
llegan desde Libia, crece mi trepidación por la
incolumidad y la seguridad de la población civil y
mi inquietud por la evolución de la situación,
actualmente marcada por el uso de las armas.
En los momentos de mayor tensión se hace más urgente
la exigencia de recurrir a todos los medios a
disposición de la acción diplomática y apoyar toda
señal por más débil que sea de apertura y de voluntad de reconciliación entre todas las partes involucradas
en la búsqueda de soluciones pacíficas y duraderas

Desde esta perspectiva, mientras elevo al Señor mi
oración por la vuelta a la concordia en Libia y en
toda la región norteafricana, dirijo un apremiante
llamamiento a los organismos internacionales y a
cuantos tienen responsabilidades políticas y militares
a favor del inmediato inicio de un diálogo, que suspenda
el uso de las armas.

Por último, mi pensamiento se dirige a las autoridades
y a los ciudadanos de Oriente Medio, donde en días
pasados se han registrado casos de violencia,
para que también allí se privilegie el camino
del diálogo y de la reconciliación en la búsqueda
de una convivencia justa y fraterna.





[A continuación el papa saludó a los peregrinos en
varios idiomas. En español, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española
que participan en esta oración mariana, en particular
al grupo del Instituto Sofía Casanova, de Ferrol.
En este tercer domingo de Cuaresma, la liturgia nos
presenta el diálogo de Jesús con la samaritana.
El Señor ofrece agua de vida que apaga toda sed;
agua que es su mismo Espíritu y se nos comunica en
el Bautismo. Os animo para que en este tiempo,
renovando los compromisos de fe, os encontréis con
el Mesías que colma de gracia y verdad, y podáis
ofrecer el culto de alabanza que brota de
un discípulo fiel. 
Feliz domingo.





[Traducción del original italiano
realizada por Jesús Colina
 

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