lunes, 9 de mayo de 2011

III Domingo de Pascua: 8 de mayo de 2011


Lecturas de hoy
1.      Hechos 2:14 y 22-33
2.      Salmo 15: 1-11
3.      1 Pedro 1: 17-21
4.      Lucas 24: 13-35
Siguiendo en su lógica de entusiasmo pascual, el libro de los Hechos nos propone hoy el discurso de Pedro el día de Pentecostés, valiente , decidido, y con una clara convicción de la plena identidad entre el hombre histórico Jesús de Nazareth y el Cristo Resucitado. Llegar a esta afirmación es el resultado de una honda experiencia de fe, la propia de la comunidad primitiva, de Pedro y los primeros discípulos. Aquí reside el núcleo de la fe pascual, en la que se fundamentan todo el Nuevo Testamento y la fe de la Iglesia a través de todos estos siglos de historia cristiana.
Al escuchar hoy este discurso de Pedro, les propongo varias cosas, esenciales para alguien que tome en serio al Señor Jesucristo:

-          Que hagamos el ejercicio de proclamar nuestra certeza creyente en Jesús de Nazareth-Jesucristo Resucitado.
-          Que nos remontemos a los fundamentos apostólicos de nuestras convicciones creyentes, que disfrutemos orando sobre esta gozosa realidad que comenzó hace un poco más de veinte siglos con la experiencia de Pedro y los primeros discípulos.
-          Que nos preguntemos si nuestra fe es resultado de una inercia sociocultural (vivir en un país de mayorías católicas y cristianas) o es un proceso libre y felizmente asumido que se cultiva en el día a día con una sólida dinámica de vida en el Espíritu.
-          Que también nos interroguemos si nuestra vida es un “discurso sobre el Resucitado”, si nuestro modo de ser y de proceder relata la presencia vital de Jesús Resucitado, como animó la vida de Pedro y los apóstoles.
Este texto de los Hechos es un condensado de la fe, es un credo, una proclamación resumida de lo central de la fe cristiana, en boca de Pedro, el discípulo a quien Jesús confió el ministerio de ser la roca, el cimiento, el apóstol que con su vida y servicio vincula la fe de todos sus hermanos en el ministerio de la unidad. Esta es tarea central de la Iglesia: proclamar y vivir la fe pascual, todo el ser cristiano debe estar enraizado en esta PRESENCIA y todo el quehacer cristiano se orienta a este anuncio de esperanza para los cristianos y para toda la humanidad.
Por esta razón sustancial, Pedro, en la segunda lectura de hoy dice que “por medio de El, Ustedes creen en Dios, que lo resucitó de la muerte y lo glorificó; de ese modo su fe y esperanza se dirigen a Dios” (1 Pedro 1: 21).
Con esto, el Apóstol Pedro enfatiza a la comunidad a la que dirige su carta, y a nosotros, que en Jesucristo está la razón central de esperanza decisiva de vida, que Dios Padre es el aval de Jesucristo, y que, en consecuencia, nuestra vida tiene una orientación definitivamente trascendente, definitivamente enraizada en Dios.
Esto qué implicaciones tiene? Es un providencialismo que demerita por completo la iniciativa del ser humano? Es una invitación a confiar en una realidad que está más allá de la historia desconfiando de lo que nos pueda suceder en esta vida en términos de una posible plenitud?  Para responder a estas preguntas simplemente los invito a mirar cómo vivían estos primeros cristianos, de explícita raigambre pascual:
-          De temerosos y apocados pasaron a ser valientes y entusiastas
-          De cobardes pasaron a afrontar todas las contradicciones y persecuciones en nombre del Resucitado, muchos de ellos murieron mártires con Pedro y Pablo a la cabeza
-          De su mediocridad humana pasaron a una nueva manera de vida en comunión, fraternidad, solidaridad, servicio
-          De una fe vergonzante pasaron a la misión, lúcida, clara, resuelta
-          De la angustia y confusión ante la muerte de Jesús pasaron a la vida totalmente entregada al anuncio de la realidad pascual y de la Buena Noticia
Por esto, mis queridos hermanos, esta comunidad primitiva es modelo y referencia de identidad para toda comunidad de cristianos en cualquier época y contexto de la historia de la fe. El cristianismo no tiene su base y solidez en una fuerza sociocultural, en un prestigio institucional, en una tradición de poder e influencia, en un poder jurídico, el cristianismo tiene su razón de ser en Jesucristo Resucitado, esto hay que decirlo con talante “frentero”, sin ambigüedades, y en El podemos dar razón de nuestra esperanza.
Esta certeza nos lleva al hermoso y clásico relato de los discípulos de Emaús, que nos propone hoy el evangelio de Lucas. Dos caminantes entristecidos, con franco aire de derrota, que podemos ser nosotros mismos, identifiquémonos con ellos, se encuentran en su ruta un nuevo compañero de camino, y, sin saber quien es, empiezan un diálogo sobre lo que acaba de suceder en Jerusalem, razón del abatimiento de ellos, y con preguntas y reflexiones que arrancan de toda la tradición creyente de Israel, el peregrino anónimo los va poniendo en trance de Pascua y esperanza.
Al querer separarse, ellos le invitan a permanecer y compartir con ellos: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída” (Lucas 24:29). Y en ese momento el clima cambia, de pesadumbre se torna en gozo y en certeza: “No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?” (Lucas 24: 31).
Cuántas veces en nuestra vida hemos estado afligidos, desconcertados, alicaídos, pensando y sintiendo que la vida se nos acabó, que el sentido desapareció de nosotros, olvidando que El está, que su presencia nunca se aparta de nosotros, que El sentido es El mismo, que El nos habilita para afrontar todo dolor, toda enfermedad, todo vacío, toda depresión. Los dos caminantes de Emaús son una perfecta y muy sugestiva imagen de nosotros mismos: sus preguntas, su desencanto, pero también su apertura para dejarse interrogar por el misterioso y nuevo compañero de camino.
En este tiempo de Pascua – y siempre – les propongo orar pidiendo al Espíritu que nos haga conscientes de la Presencia que camina con nosotros:

-          Alentando
-          Inspirando
-          Estimulando
-          Motivando
-          Habilitando para la contradicción
-          Entusiasmando
-          Pasándonos del sinsabor a la esperanza
Somos realistas, como lo hemos afirmado tantas veces, y no podemos evadir esta fragilidad inherente a nuestra condición humana, pero inscribimos esta fragilidad, en una sólida experiencia de fe, en la Pascua de Jesucristo para que El redimensione todo este ser precario en una perspectiva definitiva de vida que trasciende hacia Dios y hacia los hermanos. Como en la apasionante aventura de Pedro y los primeros discípulos.
Qué hermoso y seductor es saber que esta historia de la fe no empezó en un grupo de poderosos, ni siquiera en un ambiente de grandes personajes religiosos. Se inició con un grupo de pescadores y de mujeres marginales!!! “La cosa empezó en Galilea”, como se titula un bello libro de Louis Evely, en una Galilea de pobres y excluídos, en ellos se fijó Dios para dar el arranque de la historia del cristianismo. Esto no lo podemos olvidar jamás, porque si lo hacemos estamos ante el peligro del triunfalismo y del prestigio sociocultural pero no en la raigambre del Crucificado – Resucitado.

Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús
Pontificia Universidad Javeriana
8 de mayo de 2001

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog