domingo, 15 de mayo de 2011

IV DOMINGO DE PASCUA: 15 de mayo de 2011

Buenos dìas:
 
En este IV Domingo de Pascua demos gracias a Dios por la vida del joven sacerdote (35 años) Gustavo Garcìa, de la congregaciòn de los eudistas, asesinado el pasado jueves 12 de mayo, en circunstancias de extrema violencia. Nos unimos a su familia y a su congregaciòn religiosa, para orar y para recibir del Espìritu de Dios fortaleza y esperanza. Este muchacho era un sacerdote feliz, ilusionado con su ministerio, entregado a su gente, no llevaba vida escandalosa, era limpio! Su memoria nos merece respeto, ante su tumba, oramos en clave de Pascua.
 
Confiemos tambien, con la intercesiòn de los buenos pastores, Monseñor Romero y el Padre Arrupe, la salud y bienestar de todos nuestros hermanos de LA LISTA, a cada uno de ellos queremos, a cada uno de ellos reconocemos, y en esta mañana de Domingo los presentamos al Padre. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amèn.
 
Lecturas de hoy
1.     Hechos 2:14 y 36-41
2.     Salmo 22:1-6
3.     1 Pedro 2: 20-25
4.     Juan 10: 1-10

A propósito de esta condición esencial de la realidad de PASCUA siempre conviene que en nuestra oración y experiencia de cristianos y miembros de la Iglesia estemos actualizando justamente esa esencialidad. Y podemos partir de la pregunta, ya formulada antes: Cuàl es la calidad e intensidad de aquello que vivieron Pedro y los primeros discípulos, y todos los que se fueron juntando con ellos, que marcò tan decisivamente sus vidas, que los transformò en apóstoles, en testigos de la resurrección y que diò origen al hecho cristiano, a la Iglesia?
Esta pregunta la hacemos para que no se nos olvide sobre què y sobre QUIEN estamos fundamentados, y para que no hagamos de nuestra existencia cristiana una mediocre inercia sociocultural, como suele suceder, que nos acostumbramos a la fe, y no nos sorprendemos ante Jesùs y ante su Pascua, nos dejamos llevar por la rutina y le debilidad, y reducimos la vida de Iglesia a unos ritos, a piedades individuales, al prestigio social, pero no a la altísima pasión apostólica que animò la vida del cristianismo primitivo, que fue heroico, testimonial, martirial.
Una vez màs, en el relato que nos presenta hoy Hechos de los Apòstoles, se presenta una exhortación de Pedro, advirtiendo a los presentes que: “Por tanto, que toda la casa de Israel reconozca que a este Jesùs a quienes Ustedes han crucificado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesìas” (Hechos 2: 36), enfatizando con esto la centralidad del acontecimiento y la invitación a una nueva manera de ser y de vivir inspiradas en El.
Nuestra vida està configurada con la de Jesùs? En nuestra vida de pareja y de hogar reflejamos el talante pascual? Somos unos esposos y padres resucitados con nuestros hijos? El afecto y armonía con nuestros padres y hermanos evidencia esto? En el trabajo, los estudios, ejercicio profesional, procedemos pascualmente? Hacemos que esto sea servicio, pasión, solidaridad,rectitud, cambio de la sociedad? La experiencia del Resucitado influye nuestras intenciones, motivaciones, actuaciones? Estas son preguntas fundamentales, exigentes, para que verifiquemos en oración y discernimiento si esto de Jesucristo Resucitado es un mito cultural o, como tiene que ser, una PRESENCIA que resignifica nuestra vida y nos proyecta a una manera de ser y de vivir totalmente enraizada en El, como lo pretendía Pedro con aquellos a quienes dirigió su discurso apostólico.
Pensemos en todo lo que impulsa la vida de la humanidad:
-         El deseo, tan legìtimo, de felicidad y de realización
-         El amor de pareja, los hijos, la familia
-         Los ideales sociales, èticos, políticos
-         La creatividad a través de la cultura, el arte
-         La búsqueda de nuevo conocimiento, a través de la ciencia
-         La organización de la sociedad para una vida fundamentada en el bien común
-         La justicia y la equidad, el reconocimiento del bien común
-         El humanismo, el significado de la dignidad humana
-         La afirmación de la libertad y de la autonomía para decidir y construir responsablemente la historia
-         La intención de trascender, de que la propia vida tenga un sentido, de que no sea estéril
-         La construcción de arraigos y seguridades
Todo esto, y mucho màs, es apasionante, porque se trata de las faenas cotidianas en las que afirmamos nuestra búsqueda de un significado para la vida. Hoy, a propósito de esto, quiero evocar a uno de mis maestros de filosofía, en el trienio 1969-1971, Jairo Hernando Garcìa Ribero (1944-2007), quien en aquellos años memorables de estudios filosóficos nos introdujo en estas preguntas sustanciales de la vida a través de la “Fenomenologìa existencial” de W. Luypen, y de otros autores como Bernard Delfgaaw, J.F. Donceel, Ignace Lepp, con quienes aquellos jovencitos, guiados por Jairo, entràbamos en la juiciosa reflexión filosófica sobre el quehacer del ser humano orientado al sentido trascendente del mismo.
Pienso que, en clave creyente, todo esto, maravilloso, encantador, fascinante, es asumido por la fe cristiana en un proyecto integral de plenitud y de trascendencia. Por eso, el mismo Señor nos reta siempre a hacer una mejor humanidad, una mejor sociedad, un mejor mundo, en términos de una cultura que sea trasunto de lo mejor del ser humano, de una sociedad incluyente que promueva el bien y la dignidad de todos, de unas instituciones que sean garantía de respeto y comunidad, de un trabajo científico que propenda por la calidad de vida y el beneficio de una ciencia arraigada en el humanismo, de una justicia que tenga en cuenta los derechos y deberes de todos, sin excepción, de un reconocimiento respetuoso de la diversidad humana: étnica, sociocultural, religiosa, sexual, política.
Propongo estas realidades humanas para que veamos, a partir de nuestra experiencia de vida en el Espìritu, que todo este ser y quehacer tiene total sentido y que para  nosotros, los que humildemente hacemos el esfuerzo de seguir el camino de Jesùs, toda esta construcción cotidiana de humanidad tiene raíz pascual, porque es el constante paso del absurdo al sentido, de la inutilidad al significado, de la muerte a la vida, en El, cuya pascua, nos ha abierto de modo definitivo a la plenitud de Dios.
Este Jesùs, según lo propone el texto del capìtulo 10 del evangelio de Juan, es el Buen Pastor que dice: “Yo soy la puerta: quien entra por mì se salvarà; podrá entrar y salir y encontrar buenos pastos” (Juan 10: 9). Por eso a este IV domingo de Pascua se le llama tradicionalmente del Buen Pastor, porque nos advierte sobre Jesùs que se da sin reservas a todas las ovejas del rebaño, figura literaria propia de ese mundo rural en el que El vivió, y que expresa el cuidado total de la vida de quienes le han sido confiados, para cuidarnos, protegernos, y comunicarnos siempre el don de la vida que procede del Padre.
Nos pone alertas ante los “mercenarios”, los que no dan vida, los extraños, para que no seamos embaucados por quienes no portan el carácter genuino de su pastoreo.
De ahì viene la expresión pastoral, que es la palabra con la que se designa el ministerio de la Iglesia para anunciar la Palabra, dispensar los sacramentos, enseñar los fundamentos de la fe, formar las comunidades creyentes, servir a todos los miembros de las mismas, y proveer todo lo que se requiere para que la Iglesia universal y las iglesias particulares vivan animadas por el espíritu del Resucitado.
Esto del buen pastoreo, al estilo de Jesùs, es responsabilidad de toda la Iglesia, no sòlo de quienes hemos sido llamados al ministerio ordenado (obispos, sacerdotes, diáconos). La Iglesia debe ser toda ella pastoral, toda ella ministerial. Por eso el Espìritu suscita carismas, dones, que se convierten en ministerios diversos, todos orientados a la construcción de la comunidad de los creyentes, al buen pastoreo de la Iglesia, y de las Iglesias.
En este domingo les propongo que oremos sobre esta condición ministerial y pastoral de todos los bautizados, y que nos planteemos desafíos profundos en este sentido. Dejamos que sea una Iglesia en la que sòlo los ministros ordenados protagonizan, deciden,mandan? O siguiendo la inspiración del Concilio Vaticano II trabajamos para que sea una Iglesia Pueblo de Dios, en comunión y participación, en la que todos los bautizados, animados por el Espìritu, asumimos un don, un ministerio, y nos ponemos todos en perspectiva de servicio y de comunión, debidamente pastoreados por quienes tienen el ministerio de la unidad?
Este ministerio de la unidad es el BUEN PASTOREO, el de Jesùs, el que nos permite ingresar por “la puerta” de la vida, del trascender pascualmente hacia Dios, significando la nueva manera de ser que se nos posibilita en el gozoso misterio del Señor Resucitado.
Hoy, en Colombia, estamos tristes y golpeados porque el jueves pasado, al anochecer, fue asesinado un joven sacerdote de 35 años, por robar su celular, un hombre bueno, feliz con su vocación ministerial, servidor de muchos, y su vida se truncò por la violencia que diariamente entre nosotros destruye tantas existencias nobles. Gustavo Garcìa,de la congregación de los Eudistas, que tienen a su cargo la importante obra social del Minuto de Dios, que tanto bien ha hecho en Colombia.
En la joven vida de Gustavo, ahora eterno en la Pascua plena, veamos a tantos hombres y mujeres que dan su vida para que otros tengan vida en abundancia, muchos y muchas que siguen a Jesùs, que lo han seguido, y que han hecho de ellos, por la acción del Espìritu, relatos ministeriales, serviciales, totalmente entregados al reino de Dios y a su justicia. La inmensa mayoría de ellos y ellas discurren en el anonimato, sin buscar prestigio, anunciando la Palabra a tiempo y a destiempo, formando comunidades, viviendo evangélicamente, protegiendo a los màs débiles, dignificando a pobres y excluìdos, haciendo en todo presente al VIVIENTE, al que, resucitado de la muerte, es ahora presencia y esperanza definitiva para la vida de toda la humanidad.
Una oración especial por los pastores de la Iglesia: el Papa Benedicto, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, para que, debidamente animados por el Espìritu, sean los gestores, con todos los bautizados, de una Iglesia de Comuniòn y Participaciòn, totalmente calcados en el ministerio de Jesùs, y en la disposición real, de “dar la vida por las ovejas”, hasta la muerte y muerte de cruz, como en el caso del extraordinario pastor que fue Monseñor Romero, y de tantos que han dado la vida por sus comunidades.

Ante los escándalos de los que se señalan hoy: pederastia, poder, amor desordenado, por el dinero, en ministros ordenados, pongámonos en presencia del Señor y digamos que asumimos todos esto como pecados de la Iglesia, para que nuestras vidas, con su estilo bienaventurado, evangélico, apostólico, ministerial, limpien y purifiquen con creces lo que esto, inaceptablemente, ha mancillado. Recordemos que somos portadores de un tesoro y nosotros, vasijas de barro, debemos llevarlo y comunicarlo con la mayor dignidad posible.

Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
IV Domingo de Pascua: 15 de mayo de 2001

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