lunes, 16 de mayo de 2011

LUNES 16 DE MAYO : COMUNITAS MATUTINA


Lecturas de hoy:
1.      Hechos 11: 1-18
2.      Salmo 41:2-3 y 42: 3-4
3.      Juan 10:11-18
El evangelio de este lunes sigue con el tema del BUEN PASTOR, que ya habíamos abierto ayer: “Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10: 11). En esta sencillísima formulación Jesús expresa el sentido de su ministerio: su vida totalmente ofrecida por el rebaño, sin reservas.
Siguiendo uno de los elementos propuestos ayer, lo primero que debemos tener en cuenta es que esto de la ministerialidad afecta, en el mejor sentido del término, a toda la Iglesia, su ser es ministerial, quiere decir servicial. Este elemento es indispensable para hacer énfasis en la desclericalización de la comunidad de los creyentes, porque durante mucho tiempo ha predominado un modelo en el que el Papa, obispos, sacerdotes, son los que se expresan, deciden, hacen,celebran, enseñan, y los laicos reciben, escuchan, obedecen.
Si la Iglesia es PUEBLO DE DIOS, si es una realidad de COMUNION Y PARTICIPACION, no tiene cabida una estructuración a partir de “clases”, la ministerialidad nos lleva a una comunidad en la que todos somos iguales, por la común dignidad de ser hijos de Dios en el bautismo, y configurados con Jesús, y diversos en cuanto a los dones, carismas, y ministerios que se nos han confiado. Esto es magisterio del Concilio Vaticano II (Constitución “Lumen Gentium”) y de la III Asamblea General de Obispos de América Latina, reunida en Puebla (México), en enero de 1979.
De manera que esto del buen pastoreo nos compromete a todos: inspirados en Jesús, Buen Pastor que da la vida, toda la Iglesia se compromete a un modo de vida en el que todos damos nuestra vida, no de manera retórica, sino existencial, como de hecho tantas veces ha sucedido en la historia cristiana. La configuración con Jesús significa que nos hacemos como El en la donación de la vida para que todos tengan la abundancia de la vitalidad de Dios.
En esta lógica todos debemos ayudar a hacer que la Iglesia esté siempre determinada por el servicio humilde y no por la arrogancia del poder, por la vanidad farisaica de la superioridad religiosa, y esto se da por la docilidad a la voluntad del Padre, por una vida espiritualmente profunda, y por una encarnación en las realidades humanas cotidianas, muchas de ellas maltratadas por autoritarismos, por poderes mal ejercidos, por abusos y prepotencias. Somos creíbles si seguimos al pie de la letra el estilo de Jesús, que da la vida por sus ovejas. Recuerdo que durante el Concilio Vaticano II un grupo de obispos suscribió un documento en el que se comprometían a llevar un estilo de vida austero, pobre, y renunciaban a toda manifestación de pompa, como ropajes especiales, riquezas, liturgias desconectadas de la realidad.
De ese tipo de obispos proféticos y muy coherentes en su manera de vivir recordamos a Dom Helder Cámara, obispo durante muchos años de la diócesis de Olinda-Recife, en el Nordeste brasilero  (Pernambuco); a Mons. Leonidas Proaño Villalba, Obispo de Riobamba (Ecuador); al Cardenal Silva Henríquez, salesiano, Arzobispo de Santiago de Chile; a Mons. Gerardo Valencia Cano, misionero javeriano de Yarumal, Obispo de Buenaventura en el Valle del Cauca, y a muchos otros santos y buenos pastores que se despojaron de sus solemnidades jerárquicas para hacerse servidores humildes de sus comunidades, siempre en el estilo de Jesús.
En esta perspectiva distinguimos los ministerios ordenados y los no ordenados. A los ordenados se confía la presidencia de la comunidad, el ministerio de la comunión, la gracia de conferir los sacramentos, el anuncio de la Palabra, la celebración de la Eucaristía. El obispo, que es presidente y pastor de una comunidad diocesana; el sacerdote, que es párroco, pastor de comunidades, también en otras misiones de servicio a la comunión eclesial; el diácono, que apoya el trabajo de las diócesis y parroquias, con la administración del bautismo, la predicación , el ser testigo calificado en la celebración del matrimonio, y en otros servicios pastorales para crecimiento de todos en los caminos del Evangelio y de la membresía eclesial. El ministerio ordenado se recibe por la imposición de manos del Obispo y por la oración consecratoria, pronunciada por el mismo obispo, dotado de una capacidad sacramental para transmitir con legitimidad y validez el don del sacerdocio ministerial y del episcopado, lo mismo que el diaconado.
A nosotros se nos pide ser buenos pastores, llevar un estilo de vida plenamente coherente con el de Jesús, servir a la comunidad siempre, anunciar el Evangelio a tiempo y a destiempo, mantener unidos a los creyentes, estar pendiente de cada uno de los que se les han confiado, relatar con nuestras vidas a Jesús. Somos hombres frágiles, limitados, llevamos el tesoro en vasijas de barro, esto implica de nuestra parte una total apertura al Espíritu, docilidad a la voluntad de Dios, conocimiento interno de Jesús, vida generosa, capacidad de desprendimiento, oración profunda, atención constante a la realidad de las comunidades,disposición incondicional para la donación de la vida.
Figuras como las de Monseñor Romero, el Padre Arrupe, el santo cura de Ars, San Juan María Vianney, el Padre Maximiliano Kolbe, San Ignacio de Loyola, el Padre Marianito, San Francisco Javier, San Damián de Veuster, San Carlos Borromeo, Sergio Restrepo, Ignacio Ellacuría y los mártires de la UCA, Mons. Isaías Duarte Cancino,Thomas Merton,San Agustín, Don Samuel Ruiz, el padre Almanza, este joven Gustavo García, asesinado aquí en Bogotá el jueves anterior, son emblemáticas porque encarnan la condición de ser buenos pastores, animadores de sus comunidades, y donantes plenos de sus vidas.
Nos podemos distorsionar e incurrimos así en tentaciones de poder, de vano honor del mundo, de amor desmedido por el dinero, de búsqueda de privilegios, de no estar disponibles para nuestra gente, de ejercer una sexualidad desintegrada y afectar a otros con esto, de no orar, de ser activistas: por esto requerimos de correcciones fraternas, de exigencias profundas y severas, de comunidades que nos ayuden a ser buenos pastores. Por favor, nos exalten tanto, no rindan culto a la personalidad, no nos pongan en categorías superiores: queremos ser hombres totalmente seguidores de Jesús y servidores de nuestras comunidades, evangélicamente consistentes, humanos, conscientes de nuestros límites, no somos “reverencias”, queremos ir por el mundo, descalzos, con Jesús, comunicando a todos-s la Buena Noticia suya, estimulante, esperanzadora, provocadora de sustanciales novedades de Dios en la vida de la humanidad.
Oremos hoy por toda la Iglesia para que esta sea evangélica, ministerial, portadora de esperanza para todos y todas, y oremos también por todos los pastores, el Papa Benedicto, nuestros obispos, sacerdotes, diáconos, para que nuestras vidas sean narración del amor servicial de Jesús, para gozo y plenitud de todos, para que nos despojemos de honores, y llevemos, como título de gloria, la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, y nada más.
Y sigamos muy comprometidos con todos nuestros hermanos y hermanas de LA LISTA, para que sean bendecidos por Dios con el don de su salud plena del espíritu y del cuerpo, con el trabajo eficiente de los médicos que los atienden, y presentémoslos al Padre, por la intercesión del Padre Arrupe y de Monseñor Romero. Por Jesucristo,Nuestro Señor.Amén.
Un cordial saludo para todos. 
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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