martes, 10 de mayo de 2011

Martes 10 de mayo


Lecturas de hoy
1.       Hechos 7: 51 a 8:1
2.       Salmo 30
3.       Juan 6: 30-35
En la oración de hoy damos gracias a Dios por la vida de:
-          Sra. Ana Gilma Arias, llamada por el Padre Dios ayer, después de una larga y muy penosa enfermedad. Ella es hermana de Lucía Arias, esposa del diácono Carlos Ruiz, ambos personas muy vinculadas con la parroquia de Santa Amelia, en Bogotá. Les manifestamos a Carlos y Lucía nuestra solidaridad y nuestra cercanía espiritual.
-          Dra. Carmenza Neira Fernández, antigua profesora de la Facultad de Filosofía de la Universidad Javeriana, fallecida el pasado fin de semana. Hermana del Padre jesuita Germán Neira, y del Dr. Enrique Neira.
Les propongo para hoy mirar el capítulo 6 del Evangelio de Juan, en el que destacan:

-          El milagro de la multiplicación de los panes y los peces
-          Jesús camina sobre las aguas
-          El discurso eucarístico: Jesús, alimento que no perece
-          Jesús, pan de vida
-          La carne y la sangre de Jesús, alimento y bebida de salvación
Como vemos es un capítulo muy “alimenticio” y nos lleva a la constatación creyente de que Jesús, El mismo, se nos da como alimento y bebida para comunicarnos la vitalidad de Dios, de modo sacramental; Jesús entra en nosotros para hacer parte nuestra a través del sacramento. El mismo se parte y se comparte , siguiendo toda la lógica de su vida de donarse hasta la muerte y muerte de cruz. Ahora permanece entre nosotros en la sacramentalidad eucarística con esta intención claro de posibilitar nuestra participación en este don “alimenticio”.

Oremos también sobre la realidad del milagro de convertir un puñado de peces y panes en alimento para una multitud. El milagro en el contexto de los relatos evangélicos y del Nuevo Testamento es una señal de Dios que legitima la misión y el ministerio de Jesús, son los signos que acreditan que Jesús es el enviado de Dios, el Mesías. Con el milagro se indica que en Jesús y con Jesús hemos entrado en un nuevo orden de vida al que llamamos el reino de Dios y su justicia. Y el objeto fundamental de este nuevo orden es restaurar íntegramente al ser humano perdonando sus pecados, transformándolo en un hombre-mujer en plenitud según la voluntad del Padre, recuperando su salud perdida: este nuevo ser humano es el mayor milagro que resulta del ministerio de Jesús.
En la abundancia de peces y panes hay alimento para todos, sin restricciones, y quedan sobras. En esta novedad de la que Jesús es portador se sirve la mesa en igualdad de condiciones para todos y con abundancia sin límites, de tal manera que se signifique el deseo del Padre, a través de Jesús, de que todo ser humano se alimente con la buena noticia y con el pan que es portador de vida, el mismo Jesús en persona.
Preguntémonos en oración acerca de las mesas excluyentes, de las abundancias limitadas, de tantos seres humanos que son marginados de los dones de la vida, excluídos del alimento cotidiano, del trabajo, de la salud, de la educación, de la vivienda, del reconocimiento de su dignidad y de la posibilidad de participar en la construcción de la sociedad. Durante el Congreso Eucarístico Internacional en agosto de 1968 (el número 39), en Bogotá, el Papa Pablo VI habló claramente de la mutua implicación entre la sacramentalidad eucarística y el desarrollo integral del ser humano y de las sociedades.
Cuando celebramos y vivimos la Eucaristía estamos adquiriendo un compromiso de ética evangélica esencial: construír comunidad, vivir eclesialmente en torno a Jesús, hacer de nuestra vida un ejercicio permanente de solidaridad y comunión, trabajar con denuedo para que todo ser humano participe en esta  mesa de la vida. La eucaristía no es un acto de autosatisfacción individual de necesidades religiosas, es un sacramento esencialmente comunitario y participativo. Y esto es definitivo en el modo de proceder de las personas que toman en serio a Jesús.
Por otra parte, este capítulo 6 nos lleva a hacernos conscientes de que el ánimo y la vitalidad en el Espíritu no proceden de nosotros: estas se nos ofrecen como don, como gracia. Jesús quiere que nosotros nos beneficiemos de esta realidad de salvación y la hace posible en la Eucaristía. Miremos siempre este aspecto de la gratuidad del don de Dios en Jesús, con esto ponemos en tela de juicio nuestra constante tentación de autosuficiencia, nuestra vanidad religiosa de sentirnos justificados y mejores que los demás, y nos abrimos a la gozosa y esperanzadora dimensión del don de Jesús que se nos ofrece en alimento y bebida para que permanezcamos en El, y al ser así, permanezcamos en el Padre, gracias a la dinámica vital del Espíritu.
Qué apasionante es constatar esto cuando tantas realidades que proceden de los seres humanos son indicios de muerte, de vacío, de abandono, de exclusión, de frustración. Cuánto destruye esto la felicidad y la dignidad de los seres humanos! Todos los días vemos el cuadro dramático del hambre, de la pobreza extrema, de las políticas económicas y laborales que hacen despidos masivos, quitan el pan de la mesa, estadísticas crecidas y escandalosas.
En la mejor y más saludable lógica evangélica Jesús dice: “Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el mana del desierto y murieron. Este es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne”. (Juan 6: 48-51).
Esta es una manifestación decisiva de la esperanza plena que el Padre Dios legitima para nosotros en Jesús. Aquí hay acogida gratuita de nuestra búsqueda de sentido y respuesta generosa a la misma, aquí el mismo Jesús es la vitalidad donada y compartida, la mesa servida para todos, la abundancia ilimitada del don, en contraste con la exclusión y el egoísmo de las mesas que se restringen. Esto escandaliza e interroga al mundo que limita, quita, priva de los dones de la vida a tantos hermanos y hermanas en el mundo. Las hambrunas en Africa son una fuerte pregunta a la conciencia de la humanidad opulenta que derrocha y desperdicia.
En la oración de hoy preguntémonos:
-          Mi implicación en la Eucaristía es eclesial, comunitaria, o se reduce a un simple gesto de devoción individual?
-          Creo  las condiciones de dignidad personal y comunitaria para ser alimentado-a por Jesús?
-          Soy consciente de que en la Eucaristía se construye la Iglesia? La comunidad?
-          Estoy dispuesto a vivir las inevitables consecuencias sociales, fraternales, solidarias , de la Eucaristía, en una prolongación existencial, experiencial, de la lógica eucarística?
-          Me dejo alimentar por Jesús? Me lleno de El o busco llenarme con el poder, con mi ego, con el consumismo, con los bienes materiales?
-          Dedico mi vida a la solidaridad y a hacer posible que otros se beneficien con el don de Jesús y con los dones de la vida?
-          Significo con mi manera de vivir que soy una persona alimentada por Jesús?
-          Participo en el milagro de la nueva humanidad y de la abundancia de los dones que trae Jesús?
-          Estoy comprometido en alguna iniciativa de solidaridad?
Los dejo hoy con estas pistas para orar y vivir. Demos gracias al Señor por la vida de Ana Gilma Arias y de Carmenza Neira Fernández, mujeres creyentes en Jesús, trabajadoras del reino y de su justicia, y con sus familiares dejémonos tocar por la gratuidad del Padre en su Hijo para vivir en la esperanza de la vida plena.
Y ofrezcamos también oraciones hoy por mi sobrina Ana María Jaramillo Sarmiento (residente en Medellín), quien será sometida a cirugía en esta mañana; por mi hermana Clarita que tiene hoy su décimoquinta quimioterapia; por todas las personas que de modo constante confían en nuestra oración y comunión fraternal. Con el Padre Arrupe y con Monseñor Romero, paradigmas de vida según el Evangelio, presentemóslas al Padre Dios para que las bendiga y las sane. Por Jesucristo,Nuestro Señor. Amén.

Un abrazo, feliz día.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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