domingo, 29 de mayo de 2011

VI DOMINGO DE PASCUA 29 DE MAYO


Lecturas de hoy
1.      Hechos 8: 5-8 y 14-17
2.      Salmo 65: 1-7 y 16-20
3.      1 Pedro 3: 15-18
4.      Juan 14:15-21
A finales del año 2010 el Papa Benedicto XVI creò el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelizaciòn, un nuevo organismo del gobierno central de la Iglesia, al que le confía de modo especial un trabajo para proponer por con renovado vigor el anuncio del Evangelio en Europa, continente que fue el baluarte de la fe cristiana, ahora dominado por una tendencia laicista notable, por el relativismo moral, y por muchos otros indicios que han debilitado mucho la presencia cristiana.
Digamos que se ha perdido el entusiasmo ante lo cristiano, ante Jesùs, ante la Iglesia. Es posible que esto también suceda en otros lugares del mundo. En Amèrica Latina esto no ocurre, el cristianismo sigue pesando en la vida de muchísimos individuos y comunidades. Sin embargo, esta constatación nos debe llevar a pensar con seriedad cuàles son esos factores que inciden en esta baja, y asumirlo en una oración y discernimiento de tal densidad que esto provoque una humilde autocrìtica y la búsqueda de correctivos de fondo para que la fe cristiana sea propuesta con toda nitidez y autenticidad.
Para corroborar esto el Papa ha convocado la XIII Asamblea General Ordinaria del Sìnodo de los Obispos para octubre 2011 con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. El sínodo es una institución creada por el Papa Pablo VI para prolongar el espíritu del Concilio Vaticano II y para dar lineamientos generales a toda la Iglesia Catòlica sobre los grandes asuntos que conciernen a la evangelización.
Les propongo que en este domingo oremos sobre por què es necesaria una nueva evangelización teniendo como fuentes de inspiración las lecturas de este domingo:
-          En Hechos de los Apòstoles se habla del entusiasmo en Samarìa ante la predicación de Felipe y ante las señales milagrosas que este realizaba; y la correspondiente solidaridad de la comunidad de Jerusalem que envía a Pedro y a Juan para imponer las manos a lo samaritanos y comunicarles el don del Espìritu Santo.
-          El salmo 65 es una invitación para aclamar al Señor reconociendo todas sus acciones maravillosas a favor de la humanidad.
-          La 1 carta de Pedro nos invita a DAR RAZON DE NUESTRA ESPERANZA, conscientes de que es posible ser signos de contradicción y perseguidos por causa del seguimiento de Jesùs, en El està inscrito el sentido de nuestra vida y por El estamos llamados a este padecimiento con “significado pascual”.
-          En el Evangelio de Juan Jesùs promete el envìo del DEFENSOR, el Espìritu, que nos mantendrá unidos a Jesùs siempre y animarà en nosotros la vitalidad del Evangelio, con esto anticipamos la solemnidad de Pentecostès, el siguiente domingo.
Como dijimos antes, si al Papa le preocupa que hay señales de debilidad en la Iglesia y en el mundo, y por esto propone un organismo y unas acciones de fondo tendientes a una nueva evangelización, es porque hemos perdido el sentido de novedad de la Buena Noticia de Jesùs. Estas lecturas de hoy expresan el gozo original en el cristianismo primitivo ante la  predicación de los apóstoles, totalmente apasionados por Jesùs, y totalmente volcados a comunicarlos a sus contemporáneos.
En estas comunidades primitivas la conciencia y la experiencia de tener a Jesùs Resucitado en medio de ellos eran decisivas, no tenìan poder social ni prestigio cultural, eran perseguidos por la religión oficial judía, el imperio romano también los veìa con ojos de sospecha y los perseguía: desde esta òptica humana lo tenìan todo en contra para no entusiasmarse , para no vivir en el espíritu de Jesùs, y, sin embargo, sucedìa todo lo contrario: Pedro y Pablo y todos los discípulos vivìan en permanente estado de misión, predicando, bautizando, creando comunidades de creyentes, anunciando el Evangelio a tiempo y a destiempo, y su mensaje se recibìa con vitalidad, con ànimo. En todo ellos seguían la exhortación de Pedro: “Si alguien les pide explicaciones de su esperanza, estèn dispuestos a defenderla “ (1 Pedro 3:15).
El único y genuino sentido de la Iglesia es vivir en Jesucristo, de acuerdo con El, estructurar todo su ser y su quehacer a partir de El, experimentar su presencia viva, y generar una misión que lo comunique como Buena Noticia de sentido y de salvación para todo aquel que libremente desee optar por este camino. En esta iglesia primitiva que se expresa en el Nuevo Testamento se vivìa de modo contagioso la presencia resucitada del Señor Jesùs y esta era, y debe serlo siempre, la razón de esa esperanza y de esa pasión apostólica.
Con el paso del tiempo, la Iglesia ha vivido crisis y momentos dìficiles. Acciones de muchos creyentes, por lo menos nominales, que van en contra del Evangelio: la tentación del poder, de aliarse con el mundo de la política, la inquisición, la alianza entre la espada y la cruz, las conductas no santas de muchos católicos, el alejamiento de la vida austera y pobre, la prepotencia, el considerarse dueños exclusivos de la verdad, el adoptar modos de vida incompatibles con e estilo de Jesùs, estos escándalos penosos de ahora con la pedofilia de sacerdotes, el no encarnarse en muchos ámbitos de la humanidad, el dar prelación a lo jurídico sobre lo carismático, el hacer del Evangelio un mensaje de miedo y no de esperanza, el alejarse de las realidades humanas.
Tambièn influyen para este deterioro las mentalidades y estilos de la sociedad: el consumismo, los criterios de vida fácil que no propician compromisos serios y duraderos, el relativismo moral con su lógica permisiva del “todo se puede”, la conciencia postmoderna de que las grandes utopía, los grandes ideales ya no encantan al ser humano, la saña de algunos estados y legislaciones que dificulta, e incluso impiden, la libre expresión y vivencia de las convicciones religiosas, la pèrdida del sentido de lo sagrado, la vulgarización general de la vida de muchas personas que sòlo crédito a lo tangible, a lo material, a lo útil, a lo que produce rendimientos materiales, en muchos ámbitos un pesimismo radical que desconfía por completo de la trascendencia, del alcance  liberador y salvador de las propuestas de sentido.
Estas realidades y muchas otras son las que llevan al Papa a proponer este Consejo Pontificio para la Nueva Evangelizaciòn, invitando a la Iglesia toda a resignificarse en Jesucristo, y a purificar los contenidos del anuncio, los métodos pastorales, para hacer con vigor y entusiasmo un proceso apostólico que explicite el contenido central de nuestra fe:proponer a Jesucristo como Buena Noticia de salvación y de sentido pleno de la vida.
Què sentimos ante estas realidades? Què nos dicen las lecturas de hoy para revivir radicalmente la pasión evangélica en nosotros? Tiene sentido aquella pregunta que formulamos acerca de si somos cristianos por pura inercia de la sociedad y de la cultura o si hemos tenido el coraje de hacernos las preguntas de fondo para tomar una opción deliberada, explìcita, autónoma, de seguir el camino de Jesùs y de vivir con pasión todo lo que esto nos implica?
La comunidad que nos presenta Hechos de los Apòstoles tenía muy claro que Jesùs ,y sòlo El, era el cimiento de su ser y de su misión. Y esto lo vivieron de modo radical, aùn conscientes de sus muchas fragilidades humanas y de la adversidad bien conocida de su entorno. Por eso esta comunidad nos propone un modelo ideal de Iglesia, animada por Jesùs, con El en el centro, infatigablemente apostólica, audaz, comprometida, y profundamente espiritual y comunitaria.
La invitación es para que nosotros, en nuestras individualidades y también en nuestra participación comunitaria, ayudemos a la Iglesia a renovarse, a resignificarse en Jesùs, a apasionarse por proponer al mundo con todo el vigor y talante pascuales el anuncio de El como razón de ser de la nueva humanidad. Advirtiendo que esto debe hacerse sin fundamentalismo, sin espíritu de cruzada intransigente, con el talante propio del Señor que es el de las Bienaventuranzas, dialogando con este mundo, dejándonos interrogar por los signos de los tiempos, respetuosos de las diversidades religiosas y no religiosas, abiertos a encontrar la presencia del Espìritu en tantos ámbitos del mundo contemporáneo.
Justamente lo que animò a los Papas Juan XXIII y Pablo  VI  a convocar y desarrollar el Concilio Vaticano II  fue este deseo de encarnar a la Iglesia en la modernidad y de recuperar el ànimo original de la predicación evangélica como relevante y significativa para estos nuevos tiempos del ser humano y de la sociedad.
Ser portadores de Jesucristo, muerto y resucitado para salvación y esperanza de la humanidad, es un compromiso apasionante, altamente seductor, es “lo máximo” como dicen nuestros jóvenes. Entonces: què debemos hacer para trabajar con decisión, con creatividad, con Espìritu, en esta Nueva Evangelizaciòn? Lo primero es dejarnos asumir por el Resucitado, que El sea todo en nosotros, y que esto lo traduzcamos en unas comunidades eclesiales llenas de Su vitalidad, apostólicas, solidarias, misioneras, entusiastas.
Ayudemos a la Iglesia, empezando por nosotros mismos, a erradicar todo lo que afecte su credibilidad, nuestra credibilidad, todo lo que sea incompatible con el Señor Jesùs, volvamos por el modo evangélico de servicio y de comunión – diakonìa y koinonìa - , bajémonos de pedestales, adoptemos modelos de vida austeros y solidarios, hagamos de nuestras vidas narrativas de libertad  en Jesucristo.
Que las comunidades cristianas primitivas sean siempre motivo y fuente de inspiración para vivir la Iglesia hoy, en el siglo XXI.
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
29 de mayo de 2011

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