viernes, 13 de mayo de 2011

Viernes 13 de mayo de 2011


Lecturas de hoy:
1.      Hechos 9: 1-20
2.      Salmo  116:1-2
3.      Juan 6: 52-59

El relato de los Hechos de los Apóstoles de hoy nos relata la conversión del joven e intransigente fariseo, adversario de Jesús y perseguidor encarnizado de sus discípulos, Saulo.
A lo largo de los relatos evangélicos hemos podido conocer el estilo religioso de los judíos contemporáneos de Jesús, con quienes El sostuvo frecuentes disputas acerca de la primacía de la ley o la primacía de la voluntad de Dios, y cómo ellos no tuvieron mente y corazón abiertos para entender que la novedad decisiva y cualitativa de Dios estaba presente en Jesús, cómo le acusaron de blasfemo y contrario a la Ley y a los Profetas, cómo se escandalizaban con su anuncio de la paternidad de Dios, del nuevo orden de vida en el Reino, de la acogida misericordiosa y sanadora a pobres, pecadores reconocidos y marginales.
A este grupo de fariseos pertenecía Saulo. Como ellos, riguroso observante de la ley mosaica, milimétrico en su cumplimiento, presente en la muerte del primer mártir de la historia cristiana,Esteban: “Saulo estaba allí y aprobó la muerte de Esteban”  (Hechos 8:1).
Este tipo de religiosidad integrista (no espiritualidad) fundamenta la relación con Dios a partir de la observancia estricta de normas, de prescripciones rituales y cultuales, de cumplimientos externos, sin importar la conversión del corazón, es decir, sin tener en cuenta la disposición generosa y abierta para vivir en los caminos de Dios. La ley y el culto se absolutizan sin tener en cuenta la profundidad espiritual de la persona ni lo que sucede en su interioridad.
Esta era la condición de Saulo: un fariseo fanático, sin capacidad de diálogo. Pero en el camino de Damasco sucede algo que transforma para siempre su vida y hace de él el  más señalado apóstol de Jesús y de su Evangelio: “Iba de camino, ya cerca de Damasco, cuando de repente lo deslumbró una luz que venía del cielo. Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, por qué me persigues? Contestó: Quién eres? Le dijo: Yo soy Jesús, a quien tu persigues. Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer” (Hechos 9: 3-6)
La expresión “camino de Damasco” se ha convertido ya en una expresión habitual para designar un cambio profundo y radical en la vida de una persona. Este encuentro intempestivo en el que Saulo experimenta el encuentro con Aquel a quien perseguía con saña es un acontecimiento determinante en la vida del cristianismo primitivo.
Saulo queda abatido, sus seguridades legales y doctrinales pierden sustento, su religiosidad fundamentalista se desintegra, su vanidad de fariseo desaparece, su arrogancia moralista y ritual se hace añicos: es el mismísimo Jesús quien lo pone en tela de juicio. El Saulo que llega a Damasco es un hombre nuevo, cualitativamente distinto, allí le esperaban con temor porque sabían de su ensañamiento como perseguidor de los discípulos del Nazareno, y se encuentran con la novedad de vida que el Espíritu realiza en él. Es significativa la evolución: Saulo, el fariseo, se convierte en Pablo, el más apasionado y apasionante apóstol de Jesucristo.
Ananías, en nombre de Jesús,  le impone las manos a quien estaba temporalmente ciego, y lo acoge en la comunidad de los seguidores y discípulos, y Pablo “muy pronto se puso a proclamar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios” (Hechos 9: 20).
Es el cambio de un paradigma religioso enraizado en el cumplimiento exterior de rituales y de observancias jurídicas – sin experiencia espiritual – a la novedad de un encuentro con Dios – mediado en Jesucristo – que abre a la libertad profunda, al cambio total de la persona, al entusiasmo apostólico, a la HUMANIDAD NUEVA que es el mismo Jesús.
Pablo ahora es un nuevo ser humano configurado con Jesucristo: “Pablo, apóstol,no enviado por hombres ni nombrado por un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo resucitó de la muerte, y de los hermanos que están conmigo, a las Iglesias de Galacia: gracia y paz de parte de Dios Nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Gálatas 1: 1-3).
El Apóstol Pablo es una figura más apasionantes del cristianismo, y es para nosotros óptimo modelo de identidad en lo que se refiere al seguimiento de Jesús. De su intransigencia y fanatismo religioso pasa a ser asumido por Dios, TUMBADO DEL CABALLO DE SU ORGULLO MORALISTA, y en el camino que lo llevaba a Damasco para perseguir cristianos, se encuentra ahora con su nuevo itinerario vital, el camino que nunca más abandonó: Jesús, el Cristo.
Preguntas para la oración:
1.      Mi religiosidad es legalista, de cumplimiento exterior y prácticas rituales? Practico sin convertirme a Dios en Jesucristo?
2.      Juzgo a los demás porque no cumplen al pie de la letra normas y rituales?
3.      Me escandalizo y condeno cuando alguien procede con la libertad de Jesús? Hago parte de estas conductas religiosas judiciales?
4.      Estoy abierto, en mi propio camino de Damasco, a un encuentro salvador y liberador, aún a costa de perder mis propios esquemas religiosos y morales de seguridad para acceder a la novedad del Reino de Dios y su justicia?
5.      Me dejo cuestionar por Jesús y por la vida, por los hechos de la historia, por las personas, o sigo aferrado a exterioridades que me impiden crecer?

Seguir las cartas paulinas: Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Tesalonicenses, Timoteo,Tito,Filemón, es encontrarse con el mejor y más cualificado modelo del seguimiento de Jesús. Pablo ahora es testigo apasionado, comprometido, convertido, persuadido de la plenitud de la revelación que Dios ha realizado para beneficio nuestro en Jesús, el Cristo, lo hace a tiempo y a destiempo, viaja por Israel, Asia Menor, Grecia, Siria,Líbano, anunciando el Evangelio y fundando comunidades de creyentes, hasta llegar a Roma, el centro del Imperio, para implantar la Buena Noticia, sin triunfalismo, sólo con la fuerza del Espíritu y la libertad de su generosa entrega al ministerio.
Les propongo orar en esta mañana encontrándonos con este cimiento del Evangelio y de la Iglesia, y dejando que su conversión interrogue nuestra propia vida: si somos cristianos de inercia sociocultural y radicalismo legalistas o si estamos abiertos a la novedad de vida en Jesús, dejando atrás fanatismo legales y ritualistas.
Y una vez más, en esta mañana del 13 de mayo, presentemos con confianza a todos nuestros hermanos enfermos y requeridos de respaldo y oración, para que el Padre Dios los bendiga con el don de la salud, de la felicidad, de la paz interior, con la ayuda intercesora de nuestros muy queridos Padre Arrupe y Monseñor Romero. Por Jesucristo,Nuestro Señor. Amén.

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