lunes, 31 de octubre de 2011

MARTES 1 DE NOVIEMBRE


Hoy es la Solemnidad de Todos los Santos. Hasta hace unos 25 años esta era una fiesta de guarda en la Iglesia Católica, ese día era festivo, como ocurría con la mayoría de celebraciones de carácter religioso católico, cuya obligatoriedad de guarda la misma Iglesia suprimió, conservando su importancia litúrgica y su significado.  Luego de eso, en Colombia, el senador Raimundo Emiliani Román, postuló un proyecto de ley para que el festivo de la fiesta  que correspondiese se trasladara al lunes siguiente, como es en la actualidad. Lo paradójico del asunto es que muchísima gente va muy feliz a su festivo sin tener idea de la razón del mismo, como suele suceder en culturas masificadas y con bajo nivel de sentido crítico. Es un buen elemento de reflexión.
Lecturas
1.      Apocalipsis 7: 2-4 y 9-14
2.      Salmo 23: 1-6
3.      1 Juan 3: 1-3
4.      Mateo 5: 1-12
En el libro “El valor divino de lo humano” dice su autor, Jesús Urteaga Loidi: “No será tan inasequible la santidad cuando a todos nos la impone el mismo Dios. No a todos pedirá una santidad con formas extraordinarias de profecías y milagros, pero sí la santidad de hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias y corrientes de cada día. Con una fórmula breve te diré: hacer lo que se debe y estar en lo que se hace, y con amor, por amor” (URTEAGA,Jesús. El valor divino de lo humano.Ediciones Rialp.Madrid,2008; página 47. Es la cuadragésima edición de esta obra, que vió la luz en 1948).
Les sugiero que consideremos el significado de estas palabras en el contexto de esta festividad de TODOS LOS SANTOS, en la que la Iglesia reconoce y celebra el llamamiento que Dios nos hace a llevar una vida digna, honesta, pulcra, generosa, servicial, trascendente, en definitiva santa, y por ello configurada con Jesús.
El esfuerzo del librito referido, que lo leí en mis lejanísimos años de bachillerato en el seminario menor de San Gil, es destacar que este asunto de la santidad no es algo extraño a la cotidianidad de cada ser humano, sino precisamente implicado en ella, en el modo de vida propio de cada persona, en su familia, en sus estudios, en su trabajo, en lo común y corriente del día a día.
Esta claridad hagámosla en oración y discernimiento, porque se ha difundido la mentalidad de que el santo es alguien fuera de lo común, sobrehumano, que a menudo niega su humanidad para hacer las cosas de Dios,  diseñado con una perfección que no existe en ningún lugar de este mundo.
 Vamos entonces a lo propio de la vida diaria, al esfuerzo de la armonía familiar, del afecto y la ternura que le son propios a esta realidad, a la rectitud y generosidad en el trabajo, al manejo honesto de todas las responsabilidades que se nos confían, al gusto por servir a los demás, a la fidelidad a Dios y a la propia conciencia, a la búsqueda atenta de lo que El nos propone como alternativa de realización, a la sincera y discreta vida espiritual, al sentido y práctica de la justicia. Por aquí están las pistas de una santidad aterrizada, muy humana y muy divina al mismo tiempo, como Jesús.
El texto del evangelio de hoy es el de las bienaventuranzas, según el relato de Mateo, en el que el Maestro nos propone su proyecto de vida y el perfil ideal del ser humano que se ajusta a esto, señalando como valores propios causantes de felicidad la vida austera,  la humildad, la pasión por la justicia, la búsqueda constante de la voluntad de Dios, el ejercicio de la misericordia, la rectitud de intención, la pureza del corazón, el trabajo por la paz, el testimonio coherente en situaciones de contradicción y conflicto: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que construyen la paz, porque Dios los llamará sus hijos. Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5: 8-10).
Miremos cómo esto se da en nuestras vidas y en la vida de personas que conocemos y apreciamos, fallecidas o todavía entre nosotros: santos y santas de carne y hueso, concretos, perfectamente identificables, sin nada prodigioso, hermosamente humanos, y entrañables para nuestros afectos. Esa bella gente que nos habla de Dios con la coherencia de su vida. Estos son los santos de verdad. Eso sí, reconociendo que los-as canonizados-as también fueron cotidianos, discretos, austeros, comunes y corrientes, y lo extraordinario de sus vidas fue su capacidad para dejarse asumir por el Padre y por Jesús, totalmente animados por el Espíritu: “Después de esto miré y ví una multitud enorme que nadie podía contar. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua; estaban de pie ante el trono y ante el Cordero. Vestían de blanco, llevaban palmas en las manos y clamaban con fuerte voz, diciendo: A nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero,se debe la salvación “ (Apocalipsis 7: 9-10).
Recordemos a estos papás y mamás que se la jugaron , y se la juegan toda por nosotros;a los hermanos que tantos nos aman y toleran nuestras debilidades; a los maestros sabios que nos inculcaron lo digno y trascendente; a los amigos incondicionales que nos saben exigir cuando estamos a punto de torpezas; a quienes se dedican a servir a la humanidad en circunstancias críticas; a quienes están presentes en todos los momentos de la vida,de modo especial en el dolor; a los que trabajan siempre con gusto y talante servicial; a los que están pensando que el bien común es lo primero, y así lo viven; a los coherentes que no presumen de serlo; a los que no venden su conciencia al facilismo y a la oportunidad efímera; a los que dan la vida, a los que aman sin medida,a los que hacen que Dios pase por nuestras vidas.
Y oremos desde estas palabras de la segunda lectura: “Hermanos queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque lo veremos tal cual es” (1 Juan 3: 2).
El alcance de estas palabras de Juan es sencillamente que estamos llamados a insertarnos en la intimidad de Dios, gracias a la mediación salvadora y redentora del Hijo, dotados de la vida del Espíritu. Mis amigos, estas no son palabras piadosas, ocasionales, bonitas, es la contundente realidad de Dios sucediendo en nosotros.
Como dice Gustavo Baena: Dios es un especialista en hacer seres humanos de primera, y el método que El tiene para eso es Jesucristo, El es el configurador del nuevo ser humano que surge de esta densidad teologal.
Los intercesores de COMUNITAS MATUTINA, Monseñor Romero y el Padre Arrupe, fueron profundamente humanos, incluyendo la inevitable dimensión de fragilidad. El Padre Arrupe se conmovió en lo más íntimo de su ser con la tragedia causada por la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, cuando él era el maestro de novicios de los jesuitas en Japón, y esto marcó su vida para siempre. Monseñor Romero, ante el cadáver del su amigo el Padre Rutilio Grande, y de sus dos acompañantes, el 12 de marzo de 1977, decidió que ya no sería el hombre temeroso y excesivamente prudente, y, en nombre de Dios, se decidió a todo para proteger la dignidad de los pobres de El Salvador, hasta la donación de su vida en la vespertina de aquel dramático 24 de marzo de 1980. En esto descubrieron el Dios siempre mayor que los llevó hacia  a través del Señor Jesús.
El valor divino de lo humano es eso que tú haces llevando dignamente tu relación de pareja, siendo un estupendo padre, madre, esposo-a, hijo, hermano, amigo; trabajando con empeño y responsabilidad para mejorar el mundo, indignándote ante la injusticia, comprometiéndote en la construcción de un mejor ser humano y de una sociedad respetuosa de la dignidad de todas, elevando tu mente y tu corazón a Dios para dejarnos desbordar por su amor, siguiendo los mismos pasos de Jesús, apasionándote por la vida y por la libertad.
Esto es lo que significa la santidad en el camino cristiano.

LUNES 31 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Romanos 11: 29-36
2.      Salmo 68:30-37
3.      Lucas 14:12-14
En el calendario litúrgico de la Compañía de Jesús es la memoria de san Alonso Rodríguez.
Dentro de los valores que Jesús nos inculca como propios del Reino está el de la gratuidad. El mismo es el obsequio, totalmente incondicional, gratuito, de Dios a la humanidad.
Mas bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte! Recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten” (Lucas 14: 13-14), es el mensaje que Jesús nos deja en este día. Nos lleva a pensar en ese hábito social de hacer favores y recibir por ello pago y recompensas. Lo gratuito es bastante desconocido en esta cultura.
Se atiende a quien es importante y tiene la posibilidad de retribuír, se hacen homenajes a los poderosos, a los prestigiosos, siempre pensando que eso producirá dividendos. Hay una lógica del interés funcionando en todo esto, pero casi nunca se piensa en el pobre porque este no paga, pero sí agradece.
Que nuestra oración de este día vaya por esta pista de la gracia, del don, de lo que se da sin condiciones, del darse sin esperar premios, del gusto de dar y compartir, esto es algo demasiado sencillo, de una simpleza extrema, y por ello mismo de una profundidad humana y evangélica incalculable. Consideremos en nuestra oración la incondicionalidad total del amor del Padre hacia nosotros expresada en Jesús y en la entrega de todo su ser a la humanidad. Eso es una palabra vacía, grabada en el “disco duro” de la historia, o una conmovedora y definitiva realidad de salvación en la que nos va el sentido pleno de la vida? Como la vivimos? Cambia eso nuestra vida y la sitúa en una perspectiva de esperanza o ya lo volvimos rutina y no lo procesamos en la novedad de cada día?
En el estilo evangélico esto de la gratuidad es constitutivo, es la manera de ser propia del proyecto de Jesús, y, junto con ello, lo de tener en cuenta dignamente a “pobres, lisiados, cojos y ciegos” también hace parte de las cosas esenciales de El y, en consecuencia, normativas para quien desee seguir su camino.
El santo a quien conmemoramos hoy, Alonso Rodríguez, fue un hombre que vivió en esta perspectiva, primero fue casado y tuvo hijos, pero al morir su esposa y sus herederos, optó por ingresar a la Compañía de Jesús, en la que fue un discreto y humilde hermano, que se desempeñó como portero en el colegio de los jesuitas de Palma de Mallorca; fue también el primer y más importante influjo espiritual que tuvo San Pedro Claver, que también fue un modelo de gratuidad en la dedicación de su vida al servicio de los esclavos negros traídos de Africa en condiciones humillantes a Cartagena de Indias.
El trabajo espiritual aquí consiste en despojarnos de los criterios mundanos de pago de favores y búsqueda de premios y de aplausos para evolucionar hacia un modo de vida totalmente marcado por el deseo de servir, de cultivar la solidaridad, de dignificar a la humanidad vilipendiada, y de experimentar el gozo interior de ser y proceder así, sin aspirar a nada más. Esto es exigente porque demanda una confrontación de la mentalidad utilitaria, interesada, superando esos mapas mentales de “amigo cuanto tienes, cuanto vales” para acceder al talante gratuito del reino de Dios y su justicia.
Tengamos la seguridad de que por aquí nos orientamos a la felicidad que no se termina , a la que trasciende en Dios, la que humaniza y abre oportunidades de ver la vida con la óptica de la mesa servida para todos en igualdad de condiciones, con el Padre por anfitrión, con Jesús como servidor, y con nosotros apasionados por no ser gente de clubes sociales, de eventos de etiqueta, sino de comidas en las que se anuncia la lógica de la nueva humanidad agraciada por el don de Dios.

domingo, 30 de octubre de 2011

DOMINGO 30 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Malaquìas 1:14b a 2:2b-10
2.      Salmo 130:1-3
3.      1 Tesalonicenses 2:7b y 9-13
4.      Mateo 23:1-12
En los textos bíblicos las confrontaciones màs fuertes y exigentes que encontramos están dirigidas a  aquellos que , habiendo sido constituìdos como dirigentes religiosos u orientadores de la comunidad, no respaldan con su conducta la coherencia de la misión que se les ha confiado.
En este sentido , la primera lectura de hoy, tomada del profeta Malaquìas, y el texto evangélico de Mateo, contienen unas diatribas de altísima exigencia. Dice el profeta: “Labios sacerdotales han de guardar el saber y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor. Pero ustedes se apartaron del camino, hicieron tropezar a muchos con su instrucción, invalidaron la alianza con Levì, dice el Señor” (Malaquìas 2: 7-8).
El núcleo central de la Palabra de este domingo es de la coherencia de la vida, especialmente cuando tenemos una responsabilidad de guiar, formar, orientar, educar a otros en los caminos de la dignidad, de la rectitud, del configurar la existencia con los proyectos de Dios.
Tengamos muy presente en nuestra oración todo lo que ha sido tan explìcito en los últimos años con los escándalos protagonizados por sacerdotes con sus conductas de pederastia, de doble vida, aparentando ser santos varones de una parte y de otra dando rienda suelta a perversiones con niños y jóvenes. Sobre esto han abundado mucho los medios de comunicación y los procesos judiciales en diversos países del mundo. Es un escándalo gravísimo que ofende la dignidad de seres humanos que se han confiado al formador y han sido defraudados por este, ofende la condición del ministerio sacerdotal llamado a ser luz y ejemplo, y ofende y avergüenza a toda la Iglesia, a todos nos pone en la picota pública.
Todos, sin excepción, en la Iglesia debemos dejarnos sensibilizar por el inmenso dolor que esto ha causado, trascendiendo el amarillismo y el aspecto truculento del asunto, para entrar en una etapa de reconciliación, de purificación, propiciando que las víctimas sean tenidas en cuenta, que se haga justicia, y trabajando infatigablemente para que quienes sean llamados al servicio del sacerdocio sean personas de recta intención, honestas, dedicadas con pasión a su ministerio. Esta es una responsabilidad de toda la Iglesia, porque esta convocatoria a ser coherentes nos cobija a todos.
Tambièn una vez màs, con su habitual vehemencia, Jesùs fustiga la arrogancia de fariseos y maestros de la ley, su exhibicionismo y su deseo de ser aplaudidos y reverenciados: ”Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas, que los salude la gente por la calle y los llamen maestros” (Mateo 23: 6-7). Como contrapartida el Maestro propone un estilo de vida diametralmente opuesto al que El està señalando: “Ustedes no se hagan llamar maestros pues uno sòlo es su maestro, mientras que todos Ustedes son hermanos” (Mateo 23: 8), y lo subraya con la dimensión del servicio, que es constitutiva del proyecto evangélico: “El mayor de Ustedes debe ser servidor de los demás. Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado” (Mateo 23: 11).
Humildad, bajo perfil, discreción, vida fraterna, servicio incondicional, son unos valores que identifican a quien se toma en serio lo propuesto por Jesùs. Oremos aquí a partir de la vida de aquellos pastores que han dado y dan la vida, que no escatiman nada de sì para ser fieles a su vocación, que siempre están a punto para darse a sus comunidades, que no buscan privilegios ni tienen a intención de hacer carrera de ascensos, que se desvelan por el anuncio del Evangelio, por la formación de los creyentes, por la armonía comunitaria, por los últimos y humillados, por todos sin excepción.
A esto se refieren las palabras de Pablo en la segunda lectura: “Ustedes son testigos y también Dios, del trato que tuvimos con Ustedes, los creyentes: santo, justo e irreprochable; saben que tratamos a cada uno de Ustedes como un padre a su hijo; exhortándolos, animàndolos, urgiéndolos a proceder de modo digno de Dios, que los llamò a su reino y gloria.” (1 Tesalonicenses 2: 10-12).
Oremos por nosotros y por la coherencia que estamos llamados a expresar en todo lo que somos y hacemos: en nuestro estado de vida, matrimonial, soltero, sacerdotal, consagrado en un instituto religioso. Dejemos que el Señor nos haga preguntas en esta materia y verifiquemos aquellas zonas de nuestro ser en las que todavía mantenemos inconsistencias. Hagamos un plan especial de trabajo espiritual para superar con ahinco todo lo que en nosotros no refleje el espíritu de Jesùs, que sea detallado, consciente, sometiendo a la gracia del Señor y a nuestra libertad la traducción en actuaciones fieles, generosas, rectas.
Definitivamente, el buen ejemplo, la vida asumida y vivida como una narrativa de rectitud, es lo que màs persuade a otros a seguir un determinado camino, y es generador de confianza. Sintamos que aquí se nos hace un llamamiento particular, en tiempos en los que muchas personas desconfían de sus líderes, por razones que todos bien conocemos.
La iglesia toda, y cada cristiano en particular, tiene la responsabilidad de evidenciar con el modo de proceder que Jesùs sì es el Señor de nuestras vidas, y que su referencia radical al Padre y a los hermanos, modelan en nosotros un nuevo ser humano, digno de crédito. Esto no es para presumir sino para dejarnos llevar felizmente por la transparencia de Dios.
En este domingo 30 de octubre, en Colombia vamos a votar para elegir alcaldes, gobernadores, concejales, diputados. Conocemos con creces los interminables escándalos y corruptelas, las traiciones y deslealtades de muchos de los que han sido elegidos, su malversación de los dineros públicos, su alianza con grupos delincuenciales, su incompetencia para tomar decisiones, la crisis moral de la contratación de las obras de infraestructura, los deficientes servicios en materia de salud, educación, vivienda. Las cifras de los gobernantes implicados en estos procedimientos son muy preocupantes. Esto es un claro caso de incoherencia y abierta contradicción con el sentido de las responsabilidades para las que fueron elegidos.
Aquì tenemos hoy, como seguidores de Jesùs y ciudadanos de Colombia, una situación que nos compromete a ser profundamente èticos en el voto, fijándonos en que aquellos-as por quienes sufraguemos sean idóneos por la clarísima rectitud de sus vidas y por la competencia para desempeñar los cargos a los que aspiran. No debemos olvidar que muchos ciudadanos ingenuos o alienados son los que se encargan de elegir a los ineptos.
Tenemos en este domingo materia profunda para nuestra oración. Lo que el Señor quiere en cada uno que lo siga es un ser humano estupendo, bienaventurado, humilde, generoso, honestísimo, sobrio, austero, que nuestra vida sea lenguaje de Dios, y que todo lo que hagamos sea con un estilo grato a El y a la humanidad, amable, solidario, afectuoso, no le apostemos a la imagen ni al “personaje”, no nos envanezcamos de nada, seamos guìas pero siempre atentos a respaldar con nuestro hacer lo que pretendemos inculcar, siempre con el sabio proceder de quien sabe inscrito en lo esencial.

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 31A TO: Fariseos, 30 octubre 2011

Especialmente para radio
“El primero entre ustedes será su servidor” (Mt 23, 1-12)

Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy condena a los hipócritas y los desenmascara, invitándolos a ser transparentes y humildes servidores de los demás. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Mateo (Mt 23, 1-12)

NARRADOR/A – En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:

JESÚS – En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos; hagan y cumplan lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros; pero no están dispuestos a levantar un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por las calles y que la gente los llame "maestros".
Ustedes, en cambio, no se dejen llamar ‘maestro’, porque uno solo es su Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen ‘padre’ suyo a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. No se dejen llamar ‘jefes’, porque uno solo es su Señor, Cristo.
El primero entre ustedes será su servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.


Pregunta 1 – ¿Cómo actúan los hipócritas?
Escucha esta historia:
<Dos jóvenes se quieren casar. Pero el novio, a través de un amigo, contrató a un detective privado para investigar por completo la conducta de su novia: si salía con otros, si tenía hijos, deudas o algo oscuro. Al detective no se le dijo nada del novio.
Después de varios meses, entregó al amigo del novio el siguiente informe:
“La muchacha es una joven encantadora, honrada, y muy decente. Sólo hay una cosa que reprocharle. Últimamente sale con un joven -de muy buena posición social- que es de carácter dudoso y de una reputación más que sospechosa”.
El joven hipócrita quedó al descubierto”. > (Félix Jiménez, escolapio).

El ladrón cree que todos son de su condición.
El hipócrita quiere aparecer como el mejor de todos. Pero en realidad es el peor.
Éste es uno de los capítulos más fuertes del evangelio de Mateo.
Jesús critica la "duplicidad de vida e hipocresía" de los maestros de la ley y de los fariseos.
Y esto lo hace no por rabia ni venganza, sino profundamente dolorido, como lo demuestra en su "lamentación sobre Jerusalén". Él lloró por ella:
-"¡Si en este día comprendieras tú también los caminos de la paz! Pero tus ojos siguen cerrados" (Lc 19,41-42). "¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y no has querido! Pues bien, vuestra casa quedará desierta" (Mt 23, 37-38).

Pregunta 2 – ¿De qué acusa Jesús en concreto a aquellos hipócritas?
1. Dice que "no ponen en práctica lo que enseñan", aunque lo han sabido conservar – “sentados en la cátedra de Moisés” -. “Una cosa es predicar, y otra cosa trigo dar”.
Por esto, Jesús dice sin ambages a todos que escuchen lo que les enseñan los maestros de la ley y los fariseos, pero que no sigan su ejemplo,
2. “Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros; pero no están dispuestos a levantar un dedo para empujar.”
3. Todo lo hacen para que los vean. Todo es fachada, son como los sepulcros llenos de esqueletos. Hacen ostentación del cumplimiento de la ley. Se ponen ‘distintivos y borlas grandes en el manto’. Llevan frases de leyes en cajitas de cuero, que se ponen en la frente y en el brazo izquierdo, y se fijan con correas lujosas.
4. Buscan los primeros puestos en banquetes y sinagogas. Buscan honores y títulos.
5. Tienen gran influencia en los demás, porque son los que dictan las sentencias en los tribunales, y marcan y fijan el sentido de la Ley. Se consideran a sí mismos como los limpios, los puros, los separados de los demás para no quedar contaminados.
6.“Les gusta que la gente los llame "maestros", ‘padres’, ‘jefes’”, como si fueran superiores a los demás miembros de la comunidad, cuando, en realidad, la grandeza de la comunidad, según Cristo, se manifiesta en la capacidad de servicio de cada uno.
Él dice que hay que rechazar todo privilegio, ya que la comunidad cristiana debe entenderse como una fraternidad.
De esta forma Jesús denuncia una religión falsa, llena de ritos y costumbres superficiales, pero vacía de lo más importante: del amor a Dios y a los demás. Llevan la Biblia en la mano, pero no en el corazón.

Pregunta 3 – ¿Cuál es la religión verdadera?
Santiago respondió a eso: “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad, y en no dejarse contaminar por el mundo” (Santiago 1, 27).
Pero los hipócritas se quedan con lo que sirve menos: la ley, las apariencias, los saludos, las palabras, las citas de la Escritura...
Los hipócritas buscan seguidores para su causa, no para la de Dios.

Pregunta 4 – ¿Qué aconseja Jesús a sus discípulos?
Les señala las actitudes, que deben tener en su vida:
1."Ustedes, en cambio, no se dejen llamar 'Rabí'..., ni llamen a nadie 'Padre' en la tierra..., ni se dejen llamar ‘Consejeros’...".
Porque uno solo es nuestro Maestro, uno solo es nuestro Padre, uno solo es nuestro consejero.
El único Padre de todos es el que "tanto amó al mundo que envió a su Hijo para que todo el que cree en él sea salvado", el Padre rico en misericordia, todo bondad, misericordia, justicia y fidelidad. "Todos Ustedes son hermanos".
La guía es la comunidad en discernimiento, porque en ella está el Espíritu Santo.
Lo que Jesús quiere que aprendamos y vivamos hoy es que, en la comunidad de Jesús, todos somos discípulos, todos alumnos, todos aprendices.
Sólo hay un Maestro: Cristo. Sólo hay un Señor: Cristo. Sólo hay un Dios: el Padre de todos.
Hoy en la segunda lectura de este domingo, Pablo se dirige a los cristianos de Tesalónica con estas palabras cargadas de ternura casi maternal:
-"Les tratamos a Ustedes con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Les teníamos tanto cariño que deseábamos entregarles no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque se habían ganado nuestro amor".
Aquí vemos en Pablo al discípulo que aprendió del mismo Cristo el estilo propio de su misión apostólica. El Dios anunciado por Pablo es el Dios de la paz (5,23), y por eso el Apóstol lo puede anunciar "con el gozo que viene del Espíritu Santo".
2. “El primero entre ustedes será su servidor.” El más importante entre los miembros de la comunidad cristiana es el que más sirve a los demás. No es el que más habla, ni el que mejor predica, ni el que preside, ni el que aparenta, ni el que tiene mucho dinero o mucho poder.
Es una llamada urgente al ejercicio de la autoridad por medio del servicio humilde y desinteresado.
El centro de la comunidad es el pequeño, el pobre y sus necesidades.
“El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
“En todo amar y servir” (S. Ignacio de Loyola).
Así lo hizo en el Lavatorio de los pies en la Última Cena.
Este es el evangelio de las tres ‘eSes’: Sinceridad (contra hipocresía), Servicio y Sumisión (humildad).

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí la Buena noticia está destinada a hacerse realidad hoy. Es una llamada a la conversión, a la autenticidad, a una vida con talante filial y fraternal: Uno solo es nuestro Padre, uno solo nuestro Maestro y todos nosotros somos hermanos.


FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo XXXI Ordinario – Ciclo A (Mateo 23, 1-12) – 30 de octubre de 2011

“(...) ellos dicen una cosa y hacen otra”

Suena el timbre de la puerta y sale el niño a ver quién es. Pregunta un señor por su mamá. Viene ofreciendo repuestos para ollas a presión. Va el niño hasta la cocina, donde la mamá está atareada por las labores domésticas y le dice: “Mamá, te busca un señor en la puerta”. La mamá, un poco desesperada porque llega la hora del almuerzo y todavía no está todo listo, le dice: “Ve y dile que no estoy; que venga después”. El niño, en su inocencia, regresa a la puerta y le dice al señor: “Manda decir mi mamá que no está; que por favor vuelva más tarde”. El señor, evidentemente, como los personajes de Condorito, se cae para atrás... Esta escena, con variables muy diversas, se suele repetir en medio de nuestras familias con mucha frecuencia... Luego, cuando el niño le dice a la mamá que estaba haciendo tareas en la casa de un vecino, pero llega sudando y con los zapatos raspados de tanto jugar fútbol en el parque, recibe una fuerte reprimenda por mentiroso.

Hace unos días leía una frase de algún famoso pensador que decía: «El ejemplo no es la mejor manera de enseñar. Es la única». Lo que vemos hacer a las personas importantes en nuestra vida, es lo que aprendemos. Lo que nos dicen y enseñan, no acaba de consolidarse en nuestro interior si no está corroborado y respaldado por el testimonio de vida de aquellos que nos forman desde nuestra infancia.

Jesús le dice a la gente y a sus discípulos que obedezcan y hagan todo lo que los maestros de la ley y los fariseos les enseñan. Pero les advierte que no deben seguir su ejemplo, “porque ellos dicen una cosa y hacen otra”. Más coloquialmente, entre nosotros, esto se ha traducido con la famosa frase: “El cura predica, pero no aplica”, cosa que no sólo se acomoda a lo curas, evidentemente... Cada uno tiene que preguntarse, con mucha sinceridad, por su coherencia personal entre lo que enseña en su casa, en su trabajo, en las relaciones con los demás, y lo que hace.

El P. Arrupe, anterior Superior General de los jesuitas, fue un hombre que siempre respaldó su palabra con su vida; el P. Luis González cuenta una anécdota que me parece que confirma esto: Dice Luis González que Arrupe acostumbraba ir a orar largos ratos al piso bajo de la casa del Gesù, en Roma, donde hay varias capillas que guardan los recuerdos de los años romanos de san Ignacio de Loyola. Una vez, mientras estaba haciendo oración en una de esas pequeñas capillas, un jesuita norteamericano se presentó a decir misa. El P. Arrupe se ofreció a ayudarle en la misa. Él mismo comentaba, no sin malicia, que la dijo con ciertas licencias litúrgicas... Cuando terminó la celebración, ya en la sacristía, el Padre norteamericano le preguntó amablemente a su ayudante:

– Y ¿cómo se llama, hermano?
– “Arrupe”, le contestó el gentil sacristán...

El jesuita norteamericano por poco se cae del susto, como el señor que golpeó a la puerta de la casa que comenzaba esta página.

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