domingo, 29 de abril de 2012

Lectura del Evangelio Viernes 04 de mayo de 2012 Juan 14, 6-14 "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida"


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino." Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
 
REFLEXIÓN

Algo sobre Juan. Su Evangelio lo escribió alrededor del año 90. Juan ya era mayor, por ello sus relatos tienen algo especial: por una parte, la sabiduría que es el resultado de mirar con distancia los hechos,  junto a una memoria detallada de los mismos. Es el privilegio de quien ha vivido más tiempo: recordar con detalles el pasado y rodear de sabiduría su relato.

Juan es el discípulo “que Jesús amaba”, él lo reconoce. Juan en arameo significa  “Dios es Misericordioso” Pareciera que su nombre diseñó su Misión y la mirada acerca de Jesús de Nazaret.  En todo su Evangelio y en las tres Epístolas, el  Amor es el tema.  Él fue quien recogió la frase…” Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo aquel que cree en EL, no perezca  sino que tenga Vida Eterna.” Tiene gran protagonismo en el grupo de los Apóstoles ”Pedro, Santiago y Juan” pertenecen al círculo más cercano. Está presente cuando Jesús se Transfigura y en los más relevantes milagros. En la Ultima Cena se recuesta al lado de Jesús y sigue de cerca el proceso de la Pasión, hasta permanecer al pie de la Cruz con María. Es el primero en asomarse al sepulcro vacío. “Vio  y creyó”.  Difícil olvidar todo ello. Su estilo es Espiritual, en el sentido de profundidad, de contemplación. Es además, Simbólico, porque a través de lo que ocurre, advierte que hay algo más. En los  hechos, descubre un significado mayor.

El texto de hoy, se enmarca y es parte de la extensa conversación de Jesús con sus discípulos en la Ultima Cena, incluida la sobremesa. Aparece en los capítulos 13 al 17.  Recomiendo leerlos. Ternura y Belleza. Fuerza y Confianza. Testamento y Misión son temas que van y vienen. Vale la pena repetir la frase…Yo soy el Camino, y soy la Verdad y también soy la Vida” Dos breves comentarios. Camino, fue el nombre inicial que tuvo la primera Comunidad seguidora de Jesús de Nazaret. Pablo lo dice al explicar su conversión al Tribuno” yo perseguía este Camino hasta la muerte…”  Solo en Antioquía, más tarde, empezaron a llamarles  “cristianos”. Por otra parte, destaco las palabras que se inician con el Yo soy  (Yo soy la Vid, Yo soy el Buen Pastor, Yo soy la Resurrección y la Vida) los entendidos en los Evangelios afirman que son las mismas palabras que en su tiempo Jesús utilizó, sin ninguna acomodación ni interpretación. 

¿Qué nos dicen hoy? Yo Soy el Camino, no un camino, ó uno de los caminos, menos un sendero, un atajo ó una huella…el Camino. El único que lleva a la Salvación, a la Gloria, a la Plenitud del ser humano, del Mundo y de la Creación. Un Salmo expresa una oración, bellamente…”Muéstrame  Señor Tu Camino y  Guíame por tus Sendas…” S.24.

Yo Soy la Verdad, que nos hace libres, que rompe ataduras y nos hace más humanos, la respuesta a la escéptica pregunta de Pilatos ¿qué es la verdad? Dar testimonio de la Verdad…una tarea pendiente de la Iglesia en medio del mundo. La ausencia de verdad es lo que más ha dolido y dañado, en el último y tiempo, al Pueblo creyente. No hubo Verdad. En los problemas de sus Pastores no hubo verdad, al menos a tiempo. “Desechando la mentira, que cada uno hable con verdad a su prójimo” es la recomendación de Pablo a la Iglesia de Éfeso. (4)

Yo Soy la Vida, la Vida en abundancia. “Para que creyendo en El, tengan Vida en su Nombre” J. 20. En El y en su Seguimiento está la Vida, que toda persona siente y anhela. Vamos a El, El es fuente de Vida Plena…Vamos a El… cantamos y anhelamos en la Eucaristía Dominical.
   Juan Zerón Domínguez (Chile)  jzeron@ugm.cl

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DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 4ABC Pascua: Buen Pastor, 29 abril 2012

Especialmente para Radio
“Yo soy el Buen Pastor” (Juan 10, 11-18)
( martodaj@gmail.com)


Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy presenta a Jesús acusando de ladrones y asalariados a los líderes judíos, que quieren eliminarlo, porque les estorba y no les deja cometer sus fechorías contra el pueblo. Jesús sólo quiere ser un Buen Pastor, interesado en cuidar a todos los hombres y mujeres, especialmente a los más débiles.

Lectura del santo evangelio según San Juan (Jn 10, 11-18)
(Texto del Ciclo B)

NARRADOR/AEn aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

JESÚSYo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.



Pregunta 1 – Jesús tuvo un gran éxito con las masas. Pero los escribas y fariseos lo odiaban a muerte. ¿Por qué esa diferencia?
Efectivamente. Las masas venían de lejos a escucharle: de Siria, de Jerusalén… Y decían admiradas: “Nunca nadie ha hablado como Él.”
El evangelio de Juan narra el ascenso en popularidad de Jesús con muchos milagros realizados desde las Bodas de Caná (Juan 2) hasta la Multiplicación de los Panes (Juan 6).
Pero, después de tanto prestigio popular, se produce un claro enfrentamiento entre Jesús y los líderes judíos. ¿Envidia? ¿Miedo a perder poder?
¿Miedo de que los fuera a reemplazar?
En este contexto Jesús les presenta la bella Parábola del Buen Pastor (Juan 10, 1-18).

Pregunta 2 – ¿Qué dice esta Parábola?
Hay que recordar que en tiempo de Jesús, los pastores, que tenían sus propios rebaños, los llevaban a pasar la noche a un gran redil, que era custodiado por uno o varios guardas. Por la mañana, cada pastor llamaba en el redil a sus ovejas, salían alegres con él, porque las conducía a los mejores pastos.
En este contexto Jesús explica la Parábola:
«Las ovejas escuchan la voz del Buen Pastor, y él las llama una por una y las saca fuera a pastorear. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño y ladrón, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños… El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir…
Yo en cambio he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.» (Juan 10, 1-18).

Pregunta 3 – ¿Por qué eligió la figura del Buen Pastor?
Este es un título bíblico. En la Biblia se dice que Dios es como el Pastor de su pueblo (Ez 34; 36; Jr 23 y el famoso salmo 23).
Este título se aplicó primero a los jefes de Israel, como David, que debían actuar como un Pastor puesto por Dios. Pero, como muchos reyes de Israel no se preocuparon realmente de las ovejas, sino que se aprovecharon de ellas, Dios prometió que Él mismo vendría como Mesías a cuidar a su pueblo, a proveer a sus necesidades y a administrarle verdadera justicia (cf Ez 34,11-31).
Desde el profeta Miqueas (Miqueas 2, 12-13) comienza a abrirse paso en la mentalidad israelita la idea de un mesianismo de los pobres, en el que un «resto» del pueblo de Israel, cautivo en Babilonia, es el portador de las promesas mesiánicas del Reino (Sofonías 3, 11-13).
Y Jesús se reconoció en ese mesianismo pobre y no en el mesianismo triunfalista que esperaban otros sectores de la sociedad de su tiempo, como los líderes judíos y muchos otros.
De esta forma Jesús, al llamarse ‘el Buen Pastor’, reivindica para sí el lugar del Mesías y de Dios. Él es el pastor enviado por Dios para visitar y buscar sus ovejas perdidas. Es Dios revestido de amor que viene a recibir a todos los hijos pródigos. Y por extensión es el nuevo pastor del nuevo pueblo de Dios, de su Iglesia, de todos, aun de los que viven fuera, de los perdidos, de los que no tienen pastor. A todos los quiere salvar y cuidar.

Pregunta 4 – ¿Por qué los líderes judíos son como los ladrones y asalariados? Es una acusación muy grave.
Los ladrones y bandidos no pueden soportar a un buen pastor, porque un buen pastor no les deja cometer sus fechorías. La predicación y el ejemplo de Jesús amenaza su poder.
Los líderes judíos vienen a Jesús no para buscar la verdad, sino para entramparlo, desprestigiarlo y condenarlo. Buscan su destrucción. No les interesa el bien de Jesús ni el de sus seguidores. Lo que pretenden es que los seguidores de Jesús lo abandonen.

Pregunta 5 – Jesús dice también que hay otras voces distintas a la suya. ¿Cuáles son estas voces?
La voz del dinero, de la corrupción, del sexo extramatrimonial, de la mentira, de los falsos amigos, de los miedos y apetitos, la voz de la rabia y la rebeldía, de la injusticia y de la muerte, la voz de los santeros…
Éstas son voces tentadoras, que desvían a la gente, y no hay que hacerles caso.
<Cuentan que Ulises, cuando regresaba a su patria Ítaca, preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música. (Odisea (XII, 39)>

Pregunta 6 – ¿Cuál es la verdadera voz?
La de Jesús, que nos ama y nos llama.
Él es la Palabra. Este Hijo de Dios se hizo hombre (1,14) para dar a conocer a Dios-Padre (1,18) y darnos vida en plenitud (10,10), la vida eterna.
Él se preocupa de los más débiles, de los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas.
Nosotros obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (15,1-17).
De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (1,12-13). Él nos habla.
El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en la escucha de una palabra, de un saludo, de una invitación.
La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí está Jesús, el Buen Pastor, que nos lleva por el camino de la rectitud, que dio su vida por nosotros, y se nos da bajo las especies de pan y de vino.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo IV de Pascua – Ciclo B (Juan 10, 11-18) – 29 de abril de 2012

“Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad”


“Noche de luna llena en el desierto Samburu. Las Ilakir de Enkai (en lengua samburu, las estrellas que son los ojos de Dios) se han escondido. ¡Bienvenida la Hermana muerte! La fiebre me sube intensamente. No hay posibilidad de ir hasta el hospital de Wamba... Como de costumbre nuestro Toyota está dañado. Siento una intensidad grande, alegre ante la muerte. He vivido apasionada-mente el amor por la humanidad y por el proyecto de Jesús... Muero plenamente feliz... Cometí errores, hice sufrir personas... ¡Espero su perdón! Qué bueno morir como los más pobres y marginados... sin posibilidad de llegar al hospital... Qué bueno que nadie siga muriendo así. ¡Ojalá ustedes se comprometan a esto! ¡Un abrazo intenso de amor para todos y para todas!”

Estas fueron las últimas palabras que escribió, de su puño y letra, el P. Carlos Alberto Calderón, sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín, que se fue de misionero a Kenya a fines de 1994. Alcanzó a estar entre los Samburus, cerca de Barsaloi, algo más de un año. Después de unos meses de aprendizaje de la lengua, el kisamburu, y de acercamiento a esta nueva cultura que lo esperaba a sus 46 años de edad, cayó enfermo el 28 de febrero de 1996; esa noche escribió la carta de despedida que está más arriba. La fiebre le llegó a 39 grados. Dos días después fue trasladado a Wamba para ser atendido de una malaria cerebral. Ese mismo día la fiebre le subió a 42.2 grados y entró en coma. Al día siguiente, lo llevaron en una avioneta hasta Nairobi para tratarlo en una unidad de cuidados intensivos, pero el daño ya estaba hecho... Le detectaron una lesión cerebral muy severa. El lunes 25 de marzo, después de un común acuerdo para respetar el derecho a morir dignamente que Carlos Alberto había firmado y siempre había defendido, la familia le exige al médico que le desconecte todos los aparatos y no le prolongue artificialmente la vida. Así duró varios días más, debatiéndose entre la vida y la muerte. Por fin, el 5 de abril, Viernes Santo aquel año, nació definitivamente para la vida eterna, dejando entre sus familiares, amigos y conocidos, un testimonio transparente de entrega a Dios y a su pueblo.

Es curioso que en su última carta común, enviada a sus familiares y amigos en diciembre de 1995, decía: “De Nairobi, la capital de Kenya, estamos a 550 kms. (...) por carretera destapada en pésimo estado (...). A 85 kms. está Wamba, un pequeño casería Samburu en donde un grupo italiano de solidaridad, en unión con la diócesis de Marsabit, construyó hace más de 20 años un gran hospital (...). Este hospital es un verdadero milagro de la solidaridad, aquella a la que algún escritor latinoamericano llamara ‘La ternura de los pueblos’. Si no fuera por este hospital, muchísima gente habría muerto y la población Samburu estaría diezmada, pues esta es una zona con alto riesgo de enfermedades como la Malaria, el polio, la tuberculosis, el paludismo cerebral, etc., y la asistencia en salud por parte del gobierno es pésima (...). Es precisamente en este hospital de Wamba a donde nosotros trasladamos los enfermos graves en el carro de la misión, casi el único vehículo que circula por estos lados. Allí también tenemos asistencia gratuita todos los sacerdotes, religiosas y laicos que trabajamos en la diócesis de Marsabit; les contamos esto para que se tranquilicen, pues ante algún eventual problema de salud podemos acudir a este hospital”.

Pienso en Carlos Alberto cuando leo este texto evangélico sobre el Buen Pastor: “El buen pastor da su vida por sus ovejas (...). Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. (...). El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad”. Carlos Alberto Calderón entregó su vida generosa y totalmente en la misión entre los Samburu en Kenya. Seguir al Buen Pastor es entregar la vida allí donde nos ha tocado vivir o donde Él nos envíe en misión... Porque, en último término, como dice un cantautor latinoamericano: “La vida no vale nada, si no es para perecer, porque otros puedan tener, lo que uno disfruta y ama...”.
Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., IV Domingo de Pascua, Ciclo B - Abril 29 de 2012





En aquel tiempo dijo Jesús: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja solamente por la paga, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor y porque las ovejas no son suyas. Y el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es la paga, y no las ovejas. Yo soy el buen pastor. Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; y también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán y formarán un solo rebaño con un solo pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me la quita, yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es lo que me ordenó mi Padre." (Juan 10, 11-18).
La Iglesia dedica este domingo a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales a la luz de la imagen del Buen Pastor, con la que Jesús indica cómo deben actuar siguiendo su ejemplo, sus elegidos para realizar la misión de ser pastores. Meditemos en lo que nos dice el Evangelio, teniendo en cuenta también las otras lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Salmo 118 (117); 1ª Carta de Juan 3, 1-2].

1. “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”
La imagen del pastor es constante en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el libro del Génesis describe los orígenes de Israel hacia el siglo 18 a.C. a partir de Abraham, Isaac y Jacob, pastores que recorrieron los territorios desérticos del cercano oriente en busca de agua y pasto para sus ganados de ovejas y cabras. Seis siglos después -hacia el 12 a.C.- Moisés, tal como nos lo presenta el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor junto al monte Sinaí y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos más tarde -hacia el 10 a.C.-, según se cuenta en el primer libro de Samuel (16, 1-13), es designado rey de Israel un joven pastor que cuidaba el rebaño de su padre Jesé; este joven fue David, quien precisamente compuso los salmos que representan a Dios como el Pastor que conduce, alimenta y protege a su pueblo. Por último, los profetas Jeremías (23, 1-6) y Ezequiel (34, 1-31) -siglos 7 y 6 a.C.-, critican a los jefes políticos y religiosos de su tiempo como malos pastores  que han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor a un Mesías descendiente de David.
A estas profecías se refieren en el Nuevo Testamento primero los Evangelios de san Mateo y san Lucas, quienes presentan en boca de Jesús la parábola del pastor que encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros, para ilustrar lo que Él mismo hacia al acoger con misericordia a los pecadores y pecadoras, perdonándolos, reincorporándolos a la comunidad y ofreciéndoles la posibilidad de una vida nueva (Mateo 18,12-14; Lc 15,3-7. El Evangelio de Juan, por su parte, destaca una característica esencial del Buen Pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los asalariados. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace referencia tres veces en el Evangelio de hoy, es libre y voluntaria, y además conlleva el anuncio de su Resurrección.

2. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”
El capítulo 10 del Evangelio según san Juan se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C. En el transcurso de esta fiesta tiene lugar entre Jesús y los jefes religiosos, precisamente en los atrios o alrededores de la entrada del Templo, una discusión en la cual les dice que Él es el buen pastor, lo que implica una crítica a sus adversarios como malos pastores. Jesús se aplica la imagen del pastor a quien sí le importa cada una de sus ovejas, y a quien éstas identifican como el que se preocupa por cada cual y va delante de ellas (Juan 10, 4), abriéndoles y mostrándoles el camino.
Sin embargo, existe el peligro de malentender la imagen del pastor cuando se concibe a la Iglesia como una organización autoritaria en la que los jefes imponen su poder a unos borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus integrantes seamos reconocidos como “pueblo de Dios”, tal como lo indicó el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por eso, en la labor “pastoral” de la Iglesia todos debemos reconocernos mutuamente como hermanos, con distintos dones o carismas y variados oficios, pero todos iguales en dignidad como “hijos de Dios”, como lo recalca la segunda lectura, tomada de la primera carta de Juan.

3. “También tengo otras ovejas que no son de este redil”
Esta frase y las que siguen se refieren a quienes en aquel tiempo no formaban parte del pueblo judío. Para ellos es también la obra redentora de Jesús, más allá de los límites estrechos de un pueblo y de una religión específica con sus ritos tradicionales simbolizados en el Templo de Jerusalén. El mensaje de salvación del Buen Pastor es universal. Y para que sea efectivo, Jesús quiere formar una Iglesia cuya unidad sea un testimonio creíble. Ya desde fines del siglo primero, cuando con base en la predicación del apóstol Juan fue escrito el cuarto Evangelio, se habían comenzado a producir divisiones entre los cristianos y surgían grupos que se enfrentaban a los apóstoles y a sus sucesores. Hoy persiste esta situación, y a pesar de lo que se viene haciendo desde el Concilio Vaticano II -que fue llamado “Ecuménico” por su intención de buscar la unidad respetando la pluralidad-, todavía falta mucho para lograr el ideal de ser “un solo rebaño con un solo Pastor”.
Por eso, sea éste un motivo para renovar la petición de Jesús evocada por el mismo evangelista Juan en su relato de la última cena antes de su pasión: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos (…), para que el mundo crea que tu me enviaste” (Juan 17, 20-21).
Finalmente, al estar ya próximo a comenzar el mes de mayo, que la Iglesia dedica muy especialmente a la veneración de María Santísima, por la intercesión de ella pidámosle al Señor que suscite muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo sincero de entregar sus vidas al servicio de la comunidad en el sacerdocio ministerial, y de manera especial oremos hoy por las personas consagradas como diáconos, presbíteros y obispos, para que cada cual cumpla su misión pastoral a imagen y semejanza de Jesús, el Buen Pastor.-

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., PASCUA – DOMINGO IV B (29-abril-2012)

1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
b. I Carta de san Juan 3, 1-2
c. Juan 10, 11-18

2. En la primera lectura, el apóstol Pedro pronuncia un emotivo discurso, en el cual denuncia la persecución de los líderes religiosos de Israel. En un estilo directo, les echa en cara su responsabilidad en la crucifixión y el descomunal error que cometieron al negarse a reconocer en Él al Mesías anunciado por los profetas: “Este mismo Jesús es la piedra que ustedes los constructores han desechado y que ahora es la piedra angular”.

3. Sobre este telón de fondo cargado de negatividad, se proyecta la imagen luminosa de Jesús como Buen Pastor. Los invito a que focalicemos nuestra meditación dominical en este inspirador texto del evangelio de Juan.

4. En este caso, el Señor no acude a parábolas, las cuales son precedidas de expresiones como “el Reino de Dios es como…”, “el Reino de Dios se parece a…” En el texto evangélico que meditamos, Jesús utiliza un lenguaje directo: “Yo soy el Buen Pastor”; no estamos, pues, frente a una figura literaria, sino que se trata de la afirmación contundente de una identidad y de una misión.

5. ¿De dónde saca Jesús este lenguaje? Ya en el Antiguo Testamento, particularmente en los Salmos y en los profetas Ezequiel e Isaías, se encuentran expresiones como “el Señor es mi pastor”, “como un pastor vela por su rebaño, así velaré yo por mis ovejas”, “buscaré a la oveja perdida”, siempre en referencia a Iahvé.

6. Antes de seguir profundizando en el sentido teológico de esta afirmación – “Yo soy el Buen Pastor” -, los invito a asomarnos al arte cristiano de los primeros siglos:
a. Recordemos que la religión judía prohibía absolutamente que la divinidad fuera representada en imágenes. Esta prohibición no estaba motivada por un rechazo a las expresiones artísticas, sino por la peligrosa inclinación que el pueblo de Israel siempre sintió hacia la idolatría; a lo largo de su historia, con frecuencia sucumbió a la tentación de adorar las imágenes que representaban a los dioses de los pueblos vecinos, con los que sostenían intercambios comerciales. La comunidad cristiana de los orígenes poco a poco se fue distanciando de la normativa judía, y así, en el siglo II, encontramos las primeras representaciones del Señor como Buen Pastor.
b. Esta figura del pastor se representaba de dos maneras: unas veces, el pastor cuida atentamente a su rebaño, estando de pie o sentado; otras veces, el pastor aparece con el cordero extraviado en sus brazos o sobre los hombros.
c. Encontramos bellísimas representaciones del pastor con sus ovejas en los mosaicos que decoran las basílicas de los primeros siglos.
d. En el siglo VI empieza a desaparecer esta iconografía del Buen Pastor, y el Señor es representado en la escultura y en la pintura con un rostro mucho más definido en sus rasgos.

7. Esta apropiación que hace Jesús de la imagen del pastor nos permite comprender mejor su misión:
a. En sus correrías apostólicas siempre estuvo preocupado por la suerte de los que salían a escucharlo: los consolaba en sus tristezas, les curaba sus enfermedades y, sobre todo, les anunciaba la salvación.
b. Manifestó una particular sensibilidad hacia los más vulnerables de la comunidad, es decir, hacia los más débiles del rebaño, a quienes prodigó cuidados especiales.
c. Se opuso a los líderes religiosos que habían traicionado su misión – los asalariados de los cuales habla en el texto evangélico que meditamos -, y protegió a sus ovejas de las agresiones externas.
d. Fue especialmente delicado con aquellas personas que se habían apartado del camino del bien – las ovejas descarriadas – y les tendió la mano.

8. Los líderes espirituales de hoy deberían leer, una y mil veces, este texto del evangelista Juan, pues encontrarán allí los rasgos inspiradores de una vida dedicada al servicio, así como una cruda denuncia de los comportamientos escandalosos de los que son infieles a su vocación.

9. Salgámonos del ámbito de lo explícitamente religioso para explorar otros escenarios de la vida en sociedad, donde el texto del Buen Pastor tendría mucho que decir… En este texto se podrán inspirar todas aquellas personas que ejercen una función de liderazgo dentro de una organización, pues el relato evangélico pone de manifiesto valores como el compromiso personal que va más allá del vínculo puramente formal y laboral, la importancia de establecer relaciones cercanas con los miembros del colectivo, la preocupación por el bienestar y la seguridad de todos, la creación de un ambiente amable.

10. Que la meditación de este hermoso texto en el que Jesús se describe como el “Buen Pastor” nos ayude a comprender mejor la misión del Señor, y también nos ayude a ver, en una perspectiva diferente, las relaciones sociales, que no pueden ser simplemente funcionales o, peor aún, de dominación y explotación, sino que deben estar marcadas por el sentido del servicio.

domingo, 22 de abril de 2012

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 3B Tiempo Pascual: 1ª Aparición, 22 abril 2012

“Miren mis manos y mis pies; soy yo en persona” (Lc 24, 35-48)


Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy hace referencia a dos Apariciones importantes de Jesús, precisamente en el primer día de su Resurrección, el domingo de Resurrección: la primera es la Aparición a los dos discípulos decepcionados, que iban de Jerusalén a su pueblo Emaús, pensando que ya todo había terminado. La segunda Aparición es a los discípulos en el Cenáculo, donde se sentó a comer con ellos para demostrarles que no era un fantasma. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Lucas (Lc 24, 35-48)

NARRADOR/A – Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo se había dado a conocer a ellos al partir el pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo:
JESÚS – Paz a Ustedes.
NARRADOR/A – Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo:
JESÚS –-¿Por qué se alarman? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tóquenme y dénse cuenta que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo.
NARRADOR/A – Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
JESÚS – ¿Tienen algo que comer?
NARRADOR/A – Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
JESÚS –Esto es lo que les decía mientras estaba con Ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
NARRADOR/A – Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.

Pregunta 1 – ¿Qué hacen los discípulos de Emaús después de ver a Jesús resucitado?
La alegría les desborda, y no piensan sino en comunicar la Gran Noticia a los demás discípulos de Jerusalén: “Hemos visto a Jesús resucitado”. Y se volvieron ya de noche a Jerusalén por el mismo camino, pero esta vez a toda prisa, corriendo para contársela.
<Un catequista preguntó un día a un grupo de jóvenes que se preparaban para la Confirmación: “¿Cuál es la parte más importante de la misa?”
La mayoría respondió:
- ”La consagración”. Pero uno contestó:
- “La parte más importante es el rito de despedida”.
El catequista sorprendido le preguntó:
- “¿Por qué dices eso?” Y éste le respondió:
-“La misa sirve para alimentarnos con la palabra, el cuerpo y la sangre del Señor. Pero la Misa comienza cuando termina. Salimos a la calle para hacer y decir lo que dijeron los discípulos de EMAUS: “Hemos reconocido al Señor al partir el pan, y está vivo, y vive para siempre y para nosotros”.> (Félix Jiménez, escolapio).

Pregunta 2 – ¿Cuándo dijeron los de Emaús esa frase?
Había mucho alboroto entre los discípulos de Jesús reunidos en Jerusalén. Pedro les está contando cómo se le ha aparecido Jesús. En ese momento llegan los dos de Emaús, y cuentan cómo lo han reconocido al cenar con él. La mayoría no ha tenido todavía ningún contacto con Jesús. No sabe qué pensar.
Entonces Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: “Paz a Ustedes”.
Come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre».

Pregunta 3 – ¿Les convence Jesús de que Él resucitó?
La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma».
Es verdad que algunos hombres y mujeres vieron el sepulcro vacío, hablaron con los ángeles y decían que habían hablado con el mismo Jesús resucitado. Inclusive los mismos soldados, que custodiaban el sepulcro, informaron a sus autoridades que el sepulcro estaba vacío. Pero los discípulos siguen dudando.

Pregunta 4 – ¿Es fácil creer en Jesús resucitado?
No es fácil… Es algo que sólo puede ser captado y comprendido desde la fe, que el mismo Jesús despierta en nosotros.
La resurrección es un hecho sobrenatural basado en nuestra fe.
La fe en Cristo se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?
<Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas… Si no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección…
Lo primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.> (Pagola)
La resurrección es creíble también a causa de las vidas cambiadas de estos discípulos, convertidos en testigos. Antes de su aparición, estaban vencidos y temerosos. Después de su aparición, y especialmente después de Pentecostés, encontraron valor para predicar en público en cualquier esquina de Jerusalén durante Pentecostés, y 5.000 se convirtieron en el primer sermón de Pedro (Hechos 2). Y los Apóstoles siguieron adelante hasta dar su vida para cambiar el mundo, conscientes de la presencia de Jesús resucitado, que está junto a nosotros.

Pregunta 5 – ¿Cuál es la Buena Noticia de esta 1ª Aparición de Jesús?
1.Que Jesús resucitó y se ha aparecido a varios discípulos y colectivamente al grupo.
2.Que Jesús trae paz, fe, seguridad, y no les reclama a los discípulos por su falta de fe. Jesús consuela, se preocupa de ellos, se adapta a ellos para convencerles.
3.Que Jesús busca la oveja perdida, representada en aquellos discípulos descreídos.
4. Que Jesús les razona por qué Él murió y resucitó:
“Esto es lo que les decía mientras estaba con Ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse... Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día”
5. Que Jesús les recuerda su misión: “En su nombre (de Jesús) se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.

Pregunta 6 – ¿Cómo hacer presente hoy al Señor resucitado?
- A través del encuentro personal con Jesús. Él está “con nosotros” y “en nosotros” por medio del Espíritu.
- Desarrollar nuestros sentidos (ver, oír, tocar, etc.) para saborear la presencia del Señor crucificado y resucitado en nosotros mismos, en la gente buena que nos rodea y en cualquier signo de esperanza y amor que nos sale al camino.
-Presentar en la oración al Señor todos los problemas de nuestra vida, y preguntarle: “¿Qué piensas de esto? ¿Cómo actuarías tú aquí?”
-Salpicar nuestra conversación con frases como: ‘Gracias a Dios’, ‘Gracias a Dios y a la Virgen’, ‘Providencialmente’.
- Conservar la tradición de pedir la bendición, de decir al despedirse en la noche: “Hasta mañana”, respondiendo: “Si Dios quiere”. Y decir al encontrarse en la mañana: “Buenos días”, respondiendo: “Buenos días nos dé Dios”.
- Poner a los hijos nombres de santos/as, y contarles su vida.
- Antes de las comidas al menos hacer la señal de la cruz. Pero también hacer que el más pequeño de la casa rece algún verso fácil. Por ejemplo: “El Niño Jesús nació en Belén; bendiga la mesa y a nosotros también”. Familia que reza unida, se mantiene unida.
- Tener cuadros o símbolos religiosos en la casa, en la habitación, al cuello.
- Y, sobre todo, amarlo y servirlo cada día, con sencillez y esperanza, en nuestros hermanos más sencillos, más pobres, más necesitados. Sabiendo que en ellos es a Él a quien estamos amando y sirviendo. Tratar a todos con respeto y alegría.

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí estaremos con Jesús resucitado en el pan y el vino, convertidos en su cuerpo y su sangre. También está allí en la unión de los hermanos: “Siempre que haya dos o tres personas reunidas en mi nombre, allí estaré yo también”.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo III de Pascua – Ciclo B (Lucas 24, 35-48) – 22 de abril de 2012 PDF Imprimir E-mail “¿Por qué tienen esas dudas en su corazón?”

Don Miguel de Unamuno y Jugo, ese vasco universal y rector salmantino, escribió en 1930 una pequeña novela en la que se retrató a sí mismo de cuerpo entero. Don Miguel vivió crucificado entre las dudas que abrigaba su corazón y una fe que se resistía a creer. En la introducción de esta obra, que lleva por título el nombre y las dos cualidades más significativas de su protagonista, San Manuel Bueno, Mártir, dice el mismo Unamuno: «tengo la sensación de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida».

La novela se desarrolla en un pueblo legendario, Valverde de Lucerna, que vive hundido en el lago de Sanabria, junto a San Martín de Castañeda, en la provincia de Zamora, España. Allí vive y trabaja un cura que tiene fama de santo. Pero don Manuel, el santo cura, por sobrenombre Bueno, abriga en su corazón una tragedia de inmensas proporciones... No cree en la vida eterna. Cuando reza el credo en la misa dominical, se siente como Moisés, que muere poco antes de entrar en la tierra prometida, pues “al llegar a lo de «creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable» la voz de Don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba (...). Era como si una caravana en marcha por el desierto, desfallecido el caudillo al acercarse al término de su carrera, le tomaran en hombros los suyos para meter su cuerpo sin vida en la tierra de promisión”.

Junto a este creyente incrédulo, Unamuno presenta a dos hermanos, Ángela y Lázaro, que ofrecen un contraste a la tragedia del pobre cura; la primera, una firme creyente, que anima a su párroco en la esperanza de la resurrección; y el segundo, un ateo convencido, que se deja transformar por la fragilidad de la fe honesta y titubeante de su pastor. De alguna manera, Unamuno se retrató a sí mismo y retrató la verdad de todos nosotros, que caminamos a tientas por este mundo, con una fe vacilante... Nadie, que de verdad se haya arriesgado a creer, puede decir que alguna vez no lo han sorprendido las dudas frente a las verdades que confiesa y por las que vive y muere. El mismo Unamuno, muerto el 31 de diciembre de 1936, quiso que en su sepultura se grabara este epitafio: «Méteme Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar. Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo».

El texto evangélico que se nos propone este domingo está atravesado por estas mismas dudas que habitaron el corazón de don Manuel Bueno, Mártir y de su autor, Miguel de Unamuno: “Pero Jesús les dijo: –¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen estas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo. Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: «¿tienen aquí algo que comer?» Le dieron un pedazo de pan y pescado asado, y él lo aceptó y lo comió en su presencia”.

También los discípulos dudaron de la resurrección de su maestro. Muchos de nosotros, aún hoy, seguimos creyendo lo que no vimos y, a tientas, entre dudas y búsquedas permanentes, seguimos gritándole a Dios “¡Creo, ayuda a mi poca fe” (Mc. 9,24).

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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