domingo, 27 de mayo de 2012

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo de Pentecostés ABC, 27 mayo 2012

“Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 19-23)

Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy cuenta la primera aparición de Jesús resucitado a los Apóstoles. ¿Les echará un regaño por haberlo abandonado en la Pasión? ¿O les traerá algún regalo? Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)

NARRADOR/A – Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
JESÚS – Paz a ustedes.
NARRADOR/A – Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
JESÚS – Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.
NARRADOR/A – Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
JESÚS – Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.


Pregunta 1 – Hoy es la fiesta de Pentecostés ¿Qué significa ‘Pentecostés’?
‘Pentecostés’ era la fiesta judía de la cosecha (Levítico 23, 15-21; Deuteronomio 16, 9-12). Era una palabra griega, que significa 50.
Desde el domingo de Resurrección han pasado siete semanas, que son 49 días (7 x 7 = 49). Pentecostés es el día 50º después del domingo de resurrección.
La fiesta de Pentecostés clausura el Tiempo Pascual. Es casi como el “broche de oro” de los 50 días que hemos vivido “con alegría desbordante” por la resurrección de Jesús.
Los cristianos eligieron esta fiesta para celebrar la venida del Espíritu Santo (el don del Resucitado), pues coincide con los 50 días después de Pascua.

Pregunta 2 – ¿Y cómo fue esa venida del Espíritu Santo?
Primero fue anunciada por el mismo Jesús muchas veces.
La primera vez que Jesús les promete a los discípulos el Espíritu Santo fue en la Última Cena. El evangelio de hoy nos lo recuerda, al contar lo que pasó el día de la Resurrección.
El Espíritu Santo llegó en Pentecostés, como se narra en los Hechos de los Apóstoles. (1ª Lectura de hoy)
Estaban los Apóstoles con María, la Madre de Jesús, reunidos en oración, pero con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y el Espíritu Santo irrumpe con fuerza en aquella sala, llenando de vigor aquellos discípulos amedrentados: hay un gran ruido, hay un viento fuerte, hay lenguas de fuego sobre las cabezas de los Apóstoles. Y Pedro, lleno del Espíritu Santo, subió al balcón de la casa, donde estaban todos reunidos. Habló al gentío, que había venido de diversas partes del mundo a celebrar la Pascua, y todos les entienden, aunque son de lenguas diversas.
Y 5.000 hombres se convirtieron al cristianismo.

Pregunta 3 – ¿Por qué elige Dios los símbolos del viento y el fuego?
El viento es un símbolo muy usado en la Biblia, y está muy bien elegido. El viento remueve todo, es muy activo, se hace sentir. Pero no se le ve. No vemos el aire.
En eso se parece a Dios: sabemos que Dios está ahí, pero no lo vemos.
Pentecostés es viento huracanado que se lleva lo viejo y nos visita con lo nuevo, la vida y la gracia de Dios.
El Espíritu Santo es también como un fuego, que enciende otros fuegos. Da entusiasmo y alegría. El fuego aparece en la Biblia como un símbolo de Dios. Por ejemplo, en la zarza ardiente Dios nos da a conocer su nombre: "Yo soy el que soy" (Éxodo 3,2.6.14).
Pentecostés es fuego que quema lo viejo y nos hace nacer a lo nuevo.

Pregunta 4 – ¿Y cómo está presente el Espíritu Santo?
<Una vez en una clase de catecismo, la catequista preguntó:
- ¿Cómo puede Dios estar presente, si nunca se le ve? Una niña respondió:
- Mi mamá me dice que Dios es como el azúcar, que se echa a la leche o al café. Se disuelve y desaparece aparentemente, pero está ahí.>

Ya lo dijo S. Juan: “A Dios nadie lo ha visto”, pero está ahí de una forma invisible, como el viento.

Pregunta 5 – ¿Cómo llama Jesús al Espíritu Santo?
‘Paráclito’, que en griego puede significar un abogado que lucha a tu favor, o un testigo que testifica por tu bien, o un defensor, un consejero, un consolador e intercesor en un momento de peligro, de duda, de angustia, o sin saber qué hacer.

Pregunta 6 – Y si en la tierra el Espíritu Santo es el encargado de ayudarnos, ¿ya Jesús no nos ayuda desde el cielo?
Jesús continúa actuando como nuestro Paráclito en el cielo. Dice S. Juan: Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo (1 Juan 2:1).
Con el Espíritu Santo, todo se hace más fácil. Como dicen: Es más fácil que pelar mandarina.

Pregunta 7 – ¿Cuándo nació la Iglesia?
Además, Pentecostés es el día del nacimiento de la Iglesia junto con María, Madre de la Iglesia. La Iglesia es esa comunidad de los que creemos en Cristo, y nos sabemos impulsados a llevar el mensaje de amor a todos los pueblos.

Pregunta 8 – ¿Qué nos trae el Espíritu Santo?
Los siete dones del Espíritu Santo son: entendimiento, sabiduría, consejo, ciencia, fortaleza para cumplir el deber, piedad y el santo temor de Dios.
El Espíritu capacita a “caminar en una vida nueva”, la vida propia de resucitados.
Al Espíritu Santo a veces se le llama “el Dios desconocido”. Se le nota por los efectos que produce.
Los frutos del Espíritu Santo son amor para con todos especialmente a los más pobres, entusiasmo, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, solidaridad, amabilidad, dominio de sí, fe, longanimidad, benignidad, gozo, prudencia, paciencia, generosidad, fidelidad, mansedumbre, humildad... (Gálatas 5, 22-23).

El Espíritu es el protagonista silencioso pero eficaz de toda la historia de la salvación. Desde la primera página de la Biblia hasta la última el Espíritu Santo lo llena todo, lo penetra todo, lo invade todo. El Espíritu es el maestro interior, el maestro del corazón.
Especialmente hoy podemos decirle esta oración de bienvenida:
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
(Ver Invocación de Pagola)

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí Jesús nos envía el Espíritu Santo, el Espíritu del amor y de la solidaridad.


FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 15, 26-27; 16, 12-15) – 27 de mayo de 2012

“Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad”

Hace muchos años leí un texto que me impresionó mucho; se trata de un testimonio de una joven no creyente que relata una experiencia que me parece que puede iluminar la fiesta que celebra hoy la Iglesia; el texto se llama: “Diatriba contra los cristianos”.

“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para mí a la cual asistí movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy atea, pero he leído mucho y sigo leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa del sentido de la vida. Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro, emoción y rabia. Y me dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos tan pronto llegue a casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes, cristianos, despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en el Evangelio de Cristo, especialmente.

Ustedes son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más remedio que afirmar que la religión es el opio del pueblo y que, si lo que ustedes viven es la religión, no se puede vacilar en desterrarla del corazón de los hombres. ¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y a favor de quiénes se pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No. Definitivamente, no los reconozco como discípulos de Cristo. ¿Cómo se pueden comparar con aquellos primeros cristianos, que compartían sus bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad y servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho más severos.

¿No son cristianos esos jefes de empresas que explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos políticos de ‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando González, y que se sienten capaces de todo dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los que bañaron en sangre a Colombia en nombre de los partidos tradicionales? Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el Evangelio la acérrima defensa de su propiedad privada? De la suya, porque parece que la propiedad privada del pobre no les merece tanto respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio. Deben ser testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el mundo y trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así? (...).

Sin embargo, los envidio. Anoche tuve la sensación de que en medio de todo, cuentan con algo inexpresable, misterioso y sutil que llena de alegría los corazones de los jóvenes y crea una nueva atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”, gritaban a una y yo experimenté, sin saber por qué, un nudo en la garganta. Ciertamente, no puedo gritar lo mismo respecto de Carlos Marx; y de Lenin apenas si tenemos un cadáver embalsamado y yerto allá en Moscú. Pero, ¿de qué me sirve todo esto si son incapaces de vivirlo con la intensidad de la mística que exige un verdadero testimonio? Da rabia contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a su fe una centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje sería arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo. Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!”

Siempre que leo este documento, me cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros, según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús?

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., Domingo de Pentecostés, Ciclo B - Mayo 27 de 2012


Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos, preguntaban: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en la propia lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y todos los oímos hablar de las maravillas de Dios, cada uno en la propia lengua”. (Hechos de los Apóstoles 2, 1-11)
El término Pentecostés (que en griego se refiere al número cincuenta) proviene de una fiesta anual que marcaba el fin de la cosecha del trigo y la cebada en la región de Canaán, en la que se habían establecido los israelitas desde el siglo XII a. C. Era la fiesta de las Siete Semanas, 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los israelitas le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después de la Pascua que evocaba su liberación de la esclavitud en Egipto. Para la Iglesia Católica, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que, 50 días después de la Pascua, los apóstoles reunidos en oración junto con María, su madre, recibieron el Espíritu Santo para realizar la misión de proclamar, ya no sólo para un pueblo sino para toda la humanidad, la Buena Noticia de una nueva Ley: la ley del amor universal enseñada por Jesús nuestro Señor.

1. El Espíritu Santo es el aliento vivificante de Dios
Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (la Ruah, es decir el Soplo, el Viento o el Aliento) de Dios se movía (o ‘aleteaba’) sobre las aguas” (Gn 1, 2) y que Dios “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Gn 2, 7). En hebreo la palabra Ruah es de género femenino, lo cual es muy significativo al expresar la acción creadora de Dios. Los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) hablan de un viento fuerte; el Salmo responsorial [104 (103)] se refiere al aliento de Dios dador de vida, y el Evangelio (Juan 20, 19-23) al soplo de Jesús sobre sus discípulos.

Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para referirse al Espíritu Santo:
El fuego, que simboliza la energía divina que transforma y da energía, luz y calor.
El agua, que es signo de la vida nueva recibida en el sacramento del Bautismo.
El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza y se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos.
La paloma, que llega con una rama de olivo al concluir el diluvio (Gn 8, 11), y que se posa sobre Jesús bautizado, (Jn 1, 32), con quien comienza una nueva creación.
La imposición de las manos, que expresa la comunicación del Espíritu Santo.

2. El Espíritu Santo hace posibles el nacimiento y el desarrollo de la Iglesia
Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas que recibimos los bautizados, según la vocación de cada cual,  para realizar nuestra misión en la vida. Con base en ese texto bíblico, la Iglesia reconoce estos 7 dones del Espíritu Santo:

1. Sabiduría, para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas.
2. Entendimiento, para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios
3. Ciencia, para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla.
4. Consejo, para orientar a otros cuando nos lo solicitan o necesitan de nuestra ayuda.
5. Fortaleza, para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6. Piedad, para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero en un sentido diferente del
miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.

3. El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor
Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención humana es de dominación opresora, se produce como consecuencia una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Gn 11, 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12).
En medio de la pluralidad y diversidad de lenguas y pueblos, hay un idioma que hace posible que todos los seres humanos podamos entendernos cuando lo ponemos en práctica: el lenguaje del amor. Este fue el lenguaje que expresaron los primeros seguidores de Jesús, gracias al Espíritu Santo que los llenó de la energía interior que necesitaban para proclamar el Evangelio, la Buena Noticia de la acción amorosamente salvadora de Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo.
Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, pidámosle al Señor que renueve en cada uno nosotros la venida del Espíritu Santo, repitiendo en nuestro interior la invocación que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de este domingo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.-

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., PASCUA – DOMINGO DE PENTECOSTÉS B (27-mayo-2012)

1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
b. I Carta de san Pablo a los Corintios 12, 3-7. 12-13
c. Juan 20, 19-23

2. Hoy celebra la liturgia la fiesta de Pentecostés, que es como la “partida de nacimiento” de la actividad evangelizadora de la Iglesia:
a. Cristo Resucitado nos deja el Espíritu Santo, que acompañará a la comunidad de los seguidores del Señor en su caminar por la Historia.
b. La presencia del Espíritu Santo transformó a estos discípulos, que dejaron atrás sus temores e inseguridades para asumir, hasta las últimas consecuencias, la misión que les ha confiado el Maestro. Gracias a la sabiduría espiritual que les comunica el Espíritu Santo, los sencillos pescadores que fueron reclutados en las orillas del mar de Galilea se volvieron formidables comunicadores de la experiencia vivida junto a Jesús.
c. Se inicia, pues, una nueva etapa de la historia de la salvación, marcada por la universalidad de los destinatarios; la Buena Noticia desborda los estrechos límites de la cultura judía para expandirse por todo el Imperio Romano, que en esa época era sinónimo de globalización. El latín como lengua universal, la red de vías, la unidad en el sistema jurídico y político fueron herramientas providenciales para la difusión del Evangelio.

3. El Espíritu Santo, comunicado a los Apóstoles reunidos en oración junto a María, actuará en los individuos y en las comunidades. Utilizando imágenes provenientes de nuestra experiencia, diríamos que el Espíritu Santo actúa a la manera de un sabio pedagogo que aconseja a su discípulo, lo inspira, le señala horizontes de superación, le ayuda a descubrir los valores y a desenmascarar los antivalores…

4. Así la presencia del Espíritu Santo va acompañando a los individuos y a las comunidades en su proceso de maduración en la fe. A todos nos concede sus DONES, que son gracias especiales para poner en práctica la vida nueva que se nos ha comunicado a través de las aguas del bautismo, que nos hace partícipes de la Pascua del Señor.

5. En la tradición de la Iglesia se afirma que los DONES del Espíritu Santo son siete: Sabiduría, inteligencia o entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Algunas de estas palabras suenan extrañas pues no pertenecen a nuestro lenguaje cotidiano. Ahora los invito a reflexionar sobre le significado de algunos de ellos, y veremos su conexión con nuestra vida diaria.

6. Empecemos por el DON DE SABIDURÍA:
a. Los seres humanos somos muy curiosos; desde los primeros meses de nacidos empezamos a explorar, con nuestros sentidos, el mundo que nos rodea: con el tacto, con la mirada, con el olfato, con el oído. Y cuando empezamos avanzar en el uso del lenguaje, aparecen las preguntas…
b. Esta curiosidad nos acompañará a lo largo de toda la vida, pues deseamos saber el por qué y el para qué del mundo que nos rodea. Las ciencias (naturales, humanas y sociales) son resultado de esta dinámica escrita en el corazón humano.
c. El DON DE SABIDURÍA es una gracia para ver el mundo con otra mirada, descubriendo la presencia amorosa de Dios en la creación. Para los que han recibido esta gracia, la creación es un formidable concierto que proclama la gloria y la alabanza de Dios a través de la infinita variedad de formas y colores del microcosmos y del macrocosmos; que descubre la presencia de Dios en la fascinante complejidad de la Biología Molecular y también en los “Huecos negros” del espacio en permanente expansión.

7. El DON DE INTELIGENCIA o ENTENDIMEINTO, concedido por el Espíritu Santo a los individuos y a las comunidades, proporciona una mirada penetrante y limpia sobre la realidad, que permite leer, más allá de las apariencias, el sentido de los acontecimientos dentro del plan de Dios:
a. Acontecimientos que, para una mirada simplemente humana, son fruto del azar, a la luz de la fe son manifestaciones de la Providencia. El DON DE ENTENDIMIENTO permite escuchar la voz de Dios donde otros sólo perciben ruidos ininteligibles.
b. Esta gracia del Espíritu Santo nos permite descubrir vetas inexploradas cada vez que leemos la Palabra de Dios. Pensemos, por ejemplo, en la parábola del sembrador; siempre que la meditamos, descubrimos nuevos significados de la semilla depositada en nuestros corazones, que no siempre acogemos con la misma disponibilidad porque somos terriblemente cambiantes. Pensemos, por ejemplo, en la parábola del hijo pródigo, que nos descubre la ternura de Dios, quien siempre tiene abiertos los brazos para darnos la bienvenida, a pesar de nuestras continuas infidelidades.

8. El DON DE CONSEJO es una gracia particular del Espíritu para tomar las decisiones adecuadas:
a. La libertad es el tesoro que defendemos con mayor celo. Los seres humanos llegamos al sacrificio de la vida con tal de salvaguardarla.
b. Ahora bien, en nombre de la libertad se realizan las acciones más sublimes, pero también puede ponerse al servicio de causas perversas. Ser libre es poder tomar decisiones, y ello implica una gran responsabilidad porque acertar no es fácil, ya que se entremezclan los aspectos positivos y negativos, las luces y sombras.
c. A través del DON DE CONSEJO, el Espíritu Santo afina nuestra conciencia para valorar, desde la perspectiva del plan de Dios, las diversas alternativas que se nos ofrecen y así optar por lo que sea “a mayor gloria de Dios”. Nos da la fuerza para escoger los valores superiores, sabiendo que muchas veces esto implicará pagar un alto precio.

9. Que en esta fiesta de Pentecostés, el Señor Resucitado nos conceda la presencia del Espíritu Santo, quien transformará nuestras vidas con sus gracias y dones. En el silencio de nuestros hogares recitemos pausadamente la hermosa Secuencia de la misa: “Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres pausa en el trabajo; brisa, en un clima de fuego; consuelo, en medio del llanto”.

lunes, 21 de mayo de 2012

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 7B Pascua: Ascensión, 20 mayo 2012

Especialmente para Radio
“Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15-20)


Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy nos presenta la misión que encarga Jesús a sus discípulos y a los cristianos de todos los tiempos, antes de subir al cielo por la Ascensión. La misión es llevar a todas partes la Buena Noticia del Amor que nos tiene Dios y cómo debemos amarnos unos a otros. Esa es la misión de la Iglesia. Escuchemos el Evangelio.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 16, 15-20)

NARRADOR/A – En aquel tiempo se apareció Jesús a los once, y les dijo:

JESÚS – Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.

NARRADOR/A – El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban.

Pregunta 1 – ¿Cuándo fue la Ascensión?
El evangelio y los Hechos de los Apóstoles dicen que la Ascensión fue 40 días después de la Resurrección. Ese día Jesús asciende y sube al cielo por su propio poder.
Pero antes Jesús dejó a sus discípulos un mensaje importante:
- Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará (Marcos 16, 15-18).
La Buena Noticia es que Dios nos ama, y que nos debemos amar unos a otros.
Por eso el documento de los Obispos en Aparecida (Brasil 2007) habla de ‘discípulos y misioneros”. Primero somos discípulos. E inmediatamente somos misioneros, pues Jesús nos envía. Pero conviene traducir la misión al momento actual.

Pregunta 2 – ¿Cuál es mi misión hoy y ahora en América Latina?
Se puede resumir en tres opciones:
1ª. Opción – El servicio de la fe y la promoción de la justicia. Dice el Papa Benedicto XVI:
“Como he tenido ocasión de reiterar a los obispos latinoamericanos reunidos en el santuario de Aparecida, «la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (2 Corintios 8, 9)». De ahí que resulte natural que quien quiera ser verdadero compañero de Jesús comparta realmente el amor a los pobres. Nuestra opción por los pobres no es ideológica, sino que nace del Evangelio.” (Audiencia de Benedicto XVI a los miembros jesuitas de la Congregación General 35 el 21 de febrero de 2008).
2ª. Opción - Diálogo con la cultura. Estamos en un cambio de época con grandes cambios culturales: en niños, jóvenes y adultos, en todas las instituciones (familia, escuela, política, arte…), en todos los grupos sociales (mujeres, indígenas, minorías...)
Es necesario mantener un diálogo con ellos en sus diversidades subculturales para hacer presente el evangelio en todos ellos.
3ª. Opción - Diálogo interreligioso: con los evangélicos y los de otras religiones.

Pregunta 3 – ¿Qué se requiere para cumplir la misión?
Comprometerse realmente con todas las consecuencias.
Así aparece en esta historia de “El barro”:
<Un ministro de agricultura recibió un día a uno de sus subordinados y su informe.
El ministro le miró y le dijo: "No voy a leer este informe hasta que no vea barro".
- “¿Qué barro?”, le preguntó el manager.
- "El barro en sus botas de recorrer todos esos campos", le contestó el ministro. "No quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan esas gentes cuando salen el domingo de la iglesia".
- “Pero este informe está basado en una investigación muy seria”, replicó el analista.
- “Barro, quiero ver barro en sus botas. A propósito, ¿Usted tiene un par de botas?”
- “No”, dijo tímidamente el manager.
- “Salga de mi oficina, y no vuelva hasta que no haga lo que le he dicho”.> (Félix Jiménez, escolapio).

Pregunta 4 – ¿Aplicó Jesús en sí mismo esta leyenda del barro?
Completamente. Jesús nació entre el barro de la cueva y pesebre de Belén. Sus padres fueron inmigrantes que huyeron a Egipto. Después en la vida pública, Jesús no se quedó en la cima del monte Tabor, disfrutando de la Transfiguración, sino que bajó, se manchó con nuestro barro, y murió en la cruz, rompiendo la frontera que separaba el cielo de la tierra.
Hoy día Jesús vive entre nosotros, es nuestro constante compañero de camino, pero tal vez no lo reconocemos, porque lleva demasiado barro en sus botas.

Pregunta 5 – Si Jesús “subió al cielo” y está “sentado a la derecha de Dios”, ¿nos ha dejado solos?
Él sigue acompañándonos en la misión que nos ha dejado: PREDICAR LA BUENA NOTICIA A TODO EL MUNDO.
Está en la Eucaristía, en la comunidad, en cada persona necesitada.
La Ascensión marca el final de las apariciones del Señor resucitado a los discípulos. Pero en realidad el Señor no cesa de “estar con ellos”. Al final del evangelio dice: “El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban”. Por lo tanto, a pesar de “estar lejos” en el cielo, Jesús está cerca, estuvo con los discípulos y sigue estando con nosotros, con los que creemos en Él. Y nos deja el Espíritu Santo, que nos ayuda a cumplir la misión de hacer crecer el Reino de Dios: Reino de paz, de justicia y de amor.

Pregunta 6 – ¿Pero cómo puede uno solo influir en la conversión de tantos del mundo?
Por supuesto, cada uno pone su granito de arena, –con oración honda y perseverante, y con acción humilde, lúcida y comprometida. He aquí lo que me contó una ardilla:
“Una vez estaba yo descansando en la rama de un árbol, contando cada copo de nieve que caía sobre aquella rama. Y llegué a contar hasta casi dos millones. Estaba yo contando otro copo de nieve más, cuando de pronto la rama con el peso de los copos de nieve, se quebró, y ardilla y copos de nieve todos caímos al suelo. Seguramente aquel último copo de nieve fue el que causó la fractura de la rama.>
El esfuerzo de cada uno de nosotros puede ser de tan poco peso, como el de un copo de nieve. Pero juntando los esfuerzos de todos, y sobre todo con la ayuda del Espíritu Santo, seremos capaces de romper la gruesa rama del pecado, del mal y de la injusticia, que crecen en nuestro mundo de hoy.
<Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas»… Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús…
Pero nos quedan muchas preguntas: ¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?... ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para hacer presente… la acción de Dios en el interior de la cultura moderna?... ¿Cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo?> (Pagola).
Seguro que será distinta. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo, y nos toca a nosotros crearlo y proclamarlo.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor, para escuchar el último encargo de Jesús antes de la Ascensión: “Vayan por todo el mundo, llevando la Buena Noticia de que Dios es Amor, de que Él quiere que nos amemos unos a otros”. Esa es nuestra misión.


FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Solemnidad de la Ascensión – Ciclo B (Marcos 16, 15-20) – 20 de mayo de 2012

“Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación”



El testamento es un documento en el que una persona determina la forma como quiere que se repartan sus pertenencias entres sus herederos. Generalmente, se trata de bienes muebles e inmuebles. Pero no siempre es así. A veces los testamentos incluyen otra clase de herencias que la persona quiere legar a sus sucesores.

Hace algún tiempo hubo una propaganda de televisión de alguna compañía de seguros que presentaba a un anciano juez que leía el testamento de un hombre muy rico que había fallecido. En medio de la formalidad del acto, estaban presentes los hijos e hijas del difunto; y junto a ellos, los nietos, nietas, sobrinos, sobrinas y otros familiares cercanos. Todos expectantes y esperanzados en que pudieran tener algún grado de participación en la inmensa torta que estaba a punto de ser distribuida.

El juez, mirando a los herederos por encima las gafas, comenzó la lectura del testamento: “En uso de mis facultades mentales y cumpliendo con los requisitos que pide la ley, procedo a determinar mi voluntad sobre el destino de mis posesiones. En primer lugar, quiero que las tierras de la Hacienda La Ponderosa, incluyendo la casa, el ganado y todos los bienes que hay en ella, se destinen a la comunidad de hermanas del ancianato de Las Misericordias, de mi pueblo natal”. Inmediatamente, hubo un cuchicheo nervioso entre los presentes... Pero todavía había más, de modo que el juez continuó su lectura: “En segundo lugar, quiero que las casas que poseo y los apartamentos que tengo, sean destinados al Hogar para niños huérfanos que funciona bajo la dirección de la parroquia de mi pueblo”. El alboroto esta vez fue más sonoro y la cara de sorpresa de los asistentes fue mayor... Y continuó la lectura del testamento: “En tercer lugar, quiero que todo el dinero que tengo en mis cuentas corrientes y de ahorros, junto con las acciones y certificados de depósito a término que están a mi nombre en distintos bancos y corporaciones, sea entregado a la Clínica del niño quemado, que dirigen las Hermanitas de los desamparados”. Esta vez la reacción de los familiares del difunto fue impresionante... Sin embargo, el silencio se apoderó de todos cuando el juez continuó su lectura pausada y firme: “Por último, a mis hijos e hijas, a mis nietos y nietas, a mis sobrinos y sobrinas, y a todos mis herederos directos o indirectos, les dejo una recomendación que estoy seguro, los ayudará a salir de su precaria situación económica. Sólo les recomiendo una cosa: ¡Que trabajen!” Y así terminó el solemne acto.

Jesús, al despedirse de sus discípulos antes de ser levantado al cielo para sentarse a la derecha de Dios, nos dejó su testamento, que no estaba constituido por bienes muebles e inmuebles, sino por una misión: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación”. La respuesta de sus seguidores fue inmediata: “Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas”. Hoy, el mismo Señor nos sigue enviando cada día a cumplir esta misión, y nos sigue acompañando en ella. Esa es su herencia más querida y ese es todavía hoy su testamento. Sólo así cumpliremos su última voluntad y nos podremos considerar, efectivamente, herederos de su reino.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., VII Domingo de Pascua - La Ascensión del Señor, Ciclo B – Mayo 20 de 2012


En aquel tiempo se apareció Jesús resucitado a los once y les dijo: "Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la Buena Noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán”. Después de hablarles, el Señor Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas (Marcos 16, 15-20).

1. La Ascensión del Señor
En esta fiesta de la Ascensión del Señor, las lecturas bíblicas [Hechos 1, 1-11; Salmo 47 (46); Efesios 1, 17-23; Marcos 16, 15-20] nos invitan a reflexionar sobre lo que decimos en la fórmula más antigua del Credo: que Jesucristo resucitado “subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre”. No se trata de la subida física a las alturas de un superhéroe como los de las historietas o las películas, sino de un misterio de orden espiritual que consiste en la exaltación o glorificación de Jesucristo en una dimensión distinta de la material. Y la imagen simbólica de estar “sentado a la derecha de Dios Padre” corresponde a  la costumbre que en aquella época tenían los reyes de hacer subir y situar a ese lado de su trono a quienes se habían distinguido por el cumplimiento cabal de una misión que se les había encomendado.
Por otra parte, vale destacar la frase que oyen los discípulos al final del relato de la Ascensión del Señor en la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles: “¿Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo?”. Se trata de una invitación a ponerse en marcha con los pies en la tierra, dispuestos a colaborar activamente en la misión que Cristo resucitado les ha encomendado: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la Buena Noticia”. Esta buena noticia es la misma que Jesús había proclamado desde el comienzo de su predicación: que el reino de Dios, es decir, el poder del Amor, se manifiesta personalmente en Él mismo como Dios hecho hombre, para liberarnos a todos de la esclavitud del pecado, del egoísmo y de la injusticia, y darnos una vida nueva por la acción de su Espíritu Santo. Pero ahora, el contenido de esta buena noticia cobra su más completo sentido con  su resurrección gloriosa y su vida nueva después de su muerte en la cruz.
El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado”, dice Jesús resucitado. La mejor manera de interpretar estas palabras es la siguiente, dentro del respeto a las distintas opciones religiosas: creer el en el contenido de la “Buena Noticia” implica realizar lo que en la conciencia de todo ser humano ha impreso el Creador como una ley universal: tratar a los demás como quisiéramos que ellos nos traten a nosotros. Es la llamada “regla de oro” que se traduce en el amor al prójimo como a uno mismo, es más, como Dios mismo nos ha mostrado en Jesús que nos ama.
Al celebrar, pues, el misterio de la Ascensión del Señor, animados por la fe en Jesucristo resucitado cuya naturaleza humana participa ya de la gloria de Dios Padre en la eternidad, renovemos nuestra esperanza en que, si procuramos seguir el ejemplo de vida y las enseñanzas de Jesús, también nosotros gozaremos del mismo estado de vida nueva y felicidad sin fin que expresamos cuando nos referimos al “cielo”.

2. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Hoy celebra también la Iglesia Católica la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Hace 46 años, por disposición del Concilio Vaticano II, comenzó a celebrarse cada año esta Jornada con un Mensaje del Papa para promover el recto uso de los medios de comunicación de acuerdo con los valores que proclama la Buena Noticia de nuestro Señor Jesucristo. Y en el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada de este año 2012, que lleva por título “Silencio y Palabra: camino de evangelización, encontramos esta reflexión:
“El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona”.
Por eso, para comunicar la Buena Noticia, es preciso conjugar el silencio de la escucha con la palabra de la proclamación. Es más, esta misma proclamación del Evangelio -la Buena Noticia- debe y puede hacerse no sólo con palabras, sino también con el silencio elocuente del testimonio de la vida a imagen y semejanza de Jesús.

3. Semana de oración por la unidad de los cristianos
Hoy comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos que culminará el domingo de Pentecostés -la gran fiesta de la comunicación lograda por el Espíritu de Dios que hace posible el entendimiento entre las distintas lenguas y culturas gracias al lenguaje del amor. Al iniciar esta semana, oremos por la unión entre todas las iglesias que profesan la fe en Jesucristo, teniendo en cuenta la invitación que hizo el Papa Juan XXIII cuando convocó en 1962 a todos los obispos de la Iglesia Católica para iniciar con ellos el Concilio Vaticano II: buscar los caminos de la unidad de las Iglesias cristianas, centrándonos más en lo que nos une que en lo que nos separa.-

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., PASCUA – FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (20-mayo-2012)

1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
b. Carta de san Pablo a los Efesios 4, 1-3
c. Marcos 16, 15-20

2. Hoy celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor. En los textos litúrgicos que hemos escuchado, se nos proporcionan dos versiones: la del evangelista Marcos, bastante sobria en cuanto a la descripción de los acontecimientos (“el Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios”), y la versión de los Hechos de los Apóstoles, que ofrece más elementos sobre la experiencia vivida por los Apóstoles.

3. Es fácil caer en la tentación de interpretar la Ascensión del Señor como una despedida. Nos equivocaríamos si interpretáramos los sentimientos de sus seguidores en términos de nostalgia por el ser querido que se marcha. Por el contrario, los sentimientos que estremecen a la comunidad tienen que ver con el futuro, es decir, con la misión que se les confía de ser “testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.

4. Los Apóstoles no están tristes pues no se sienten abandonados como si su Maestro hubiera partido hacia un lugar distante. No. El Señor no se marcha sino que inaugura un nuevo modo de presencia en medio de la comunidad. En este sentido, la limitación de nuestras palabras – que están atrapadas por las coordenadas espacio-temporales – pretenden comunicar verdades que son desbordadas por su contenido teológico. En nuestro limitado lenguaje humano, interpretamos la Ascensión del Señor como una despedida, como un alejarse. Pero desde la fe comprendemos que no hay tal despedida ni tal alejamiento. Iluminados interiormente por la experiencia pascual, los Apóstoles acogen gozosamente la misión que les asigna el Resucitado.

5. Es necesario explorar atentamente las palabras que aparecen en el relato, las cuales tienen una clara intencionalidad teológica:
a. La referencia a la nube tiene profundas resonancias bíblicas; recordemos la nube que se posaba sobre la tienda que albergaba el Arca de la Alianza; recordemos las palabras del Ángel en la escena de la Anunciación, cuando le dice a María que el poder del Altísimo la “cubrirá con su sombra”; recordemos la nube que oculta la cima del monte en la Transfiguración del Señor. Estas referencias al significado trascendente de la nube nos recuerdan que no se trata de un simple fenómeno meteorológico ni de un recurso literario usado pro el autor sagrado; la nube nos describe una particular manifestación de Dios.
b. La expresión “sentado a la derecha de Dios Padre” no hace referencia a un lugar específico sino que significa participar de la soberanía propia de Dios; el Resucitado es constituido Señor del universo.
c. Ciertamente es muy difícil para nosotros prescindir de estos referentes espacio–temporales y superar esta lectura de la Ascensión como una despedida, con la carga afectiva que ésta implica.

6. En el contexto de este solemne encuentro del Señor resucitado con sus Apóstoles, desentona la pregunta que le hacen: “¿Ahora si vas a restablecer la soberanía de Israel?” Parecería que las dolorosas experiencias vividas no han sido suficientes para purificar sus expectativas sobre el significado del Reino de Dios. Habrá que esperar a la transformación interior en Pentecostés para que ellos capten la verdad sobre el Reino, dejando a un lado sus expectativas de poder.

7. Hasta este momento nos hemos acercado a la Ascensión en la perspectiva de los Apóstoles. Avancemos en nuestra reflexión y preguntémonos ¿qué nos dice a nosotros?
a. En primer lugar, la Ascensión del Señor afina la mirada del creyente que debe dirigirse, con igual atención, a las realidades temporales y a los asuntos espirituales, evitando parcialidades y sesgos. Pierden el rumbo los que se dedican totalmente a las preocupaciones temporales, así como los que abrazan una espiritualidad desconectada de las tareas cotidianas. Por eso son tan ilustrativas las palabras de los dos personajes vestidos de blanco, que aparecen en el relato de los Hechos de los Apóstoles: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo?”. La fe en el Resucitado pide compromisos concretos, en la vida social, económica y política.
b. En segundo lugar, la Ascensión del Señor alimenta nuestra esperanza, pues Él es el camino, la verdad y la vida. Su triunfo sobre la muerte es nuestra mejor garantía.

8. La Ascensión el Señor y la presencia del Espíritu Santo en medio de la comunidad abren un nuevo capítulo en la historia de la salvación. En esta nueva etapa., el Señor nos confía la misión de proclamar la Buena Noticia. Que estas celebraciones pascuales nos confirmen en la fe bautismal y fortalezcan nuestro compromiso de anunciar a Jesús en un mundo hambriento y sediento de sentido.

domingo, 13 de mayo de 2012

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 6B Pascua: “Ámense”, 13 mayo 2012

Especialmente para Radio
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 9-17)


Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy se puede llamar “El Evangelio del Amor”. La palabra ‘amor’ y sus derivados aparecen 12 veces. Escuchémoslo.


Lectura del santo evangelio según San Juan (Juan 15, 9-17)

NARRADOR/A – En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

JESÚS – Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor.
Si guardan mis mandamientos, permanezcan en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: ámense unos a otros como yo les he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
Ya no les llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes les llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre, se lo he dado a conocer.
No son ustedes los que me han elegido; soy yo quien les he elegido; y les he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure.
De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre, se lo dé.
Esto les mando: ámense unos a otros.

Pregunta 1 – Aquí hay una frase fuerte: "No hay amor más grande que el de dar la vida por los amigos". ¿Conoce algún caso parecido?
Y tanto nos amó Dios que nos entregó a su único Hijo para que nos salvemos nosotros. Se parece a lo que vi en la película “El Puente”.
<Érase una vez un hombre, que tenía un hijo al que amaba entrañablemente. El hombre era encargado de un puente levadizo, por donde pasaba el ferrocarril. Cuando un barco pasaba por el río, debía poner la luz en rojo para que el ferrocarril se detuviera, y debía mover la palanca que levantara el puente levadizo.
A su hijo le encantaba ver los trenes, y mirar a las personas que viajaban en él, y que en cierta forma dependían de su padre: unas se sentían solas, otras estaban disgustadas, otras eran egoístas, otras sufrían, algunas se pinchaban con la droga.
Un día ocurrió un error trágico: el maquinista del tren no se dio cuenta de que el semáforo estaba en rojo, y siguió adelante, cuando ya el puente levadizo se iba levantando.
El niño gritó a su padre, quiso bajar la palanca para bajar el puente levadizo, pero resbaló y cayó a la vía del tren. El tren lo aplastaría.
El padre tuvo que decidir en segundos: o su hijo se salvaba pero morían todos, o todos se salvaban pero su hijo moría aplastado por el tren.
El padre tomó esta segunda decisión: su hijo murió, pero todos los pasajeros del tren se salvaron, y muchos ni se dieron cuenta del drama.
“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único”. (Juan 3, 16).
Es la película ‘Most’, palabra checa que significa “Puente”. Es una película nominada para el Oscar, que se puede ver en www.mostthemovie.com; También en www.jesucristotv.com/public/puente). (Eastwind Films).

Pregunta 2 – En el texto del evangelio hay varios que aman: el Padre, Jesús, la gente. ¿Quién amó primero?
Es como la muñeca rusa, que es esa colección de muñecas, en la que la más grande contiene dentro de sí muñecas cada vez más pequeñas.
Jesús dice: “Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor”.
Hay un círculo de amor: “El Padre ama a su Hijo Jesús (cf. 3:35; 17:23), y Jesús ama obedientemente al Padre (cf. 10:17; 14:31); Jesús ama a sus seguidores, y ellos han de amarle y obedecerle (cf. 13:34; 14:15, 23); si amamos y obedecemos a Jesús, seremos amados por el Padre (cf. 14:21, 23; 17:23); ser amado por el Hijo también implica amarse uno a otro (cf. 13:34; 15:12, 17); Dios no solo ama a los discípulos, ama a todos en el mundo y dio su único Hijo por su pueblo (cf. 3:16)”. (Borchert)
Por lo tanto, todos/as hemos nacido del amor materno-paterno de Dios. Y sólo podemos vivir y desarrollarnos bajo el calor de este amor.
Así lo entendió el jefe indio en la historia de “El hermano del jefe indio”.

Pregunta 3 – ¿Qué cuenta esa historia?
<Un joven misionero, predicando a los indios, les dijo que Dios era amor, era nuestro Padre. Cuando terminó de hablar, el jefe de la tribu le preguntó:
“¿Usted llamó ‘Padre’ al gran Espíritu?”
- Sí, dijo el misionero.
- “Nosotros nunca llamamos al gran Espíritu ‘Padre’, dijo el viejo jefe. Nosotros lo oímos en el trueno, en el relámpago, en la tormenta y sentimos mucho, mucho miedo. Cuando usted lo llama ‘nuestro Padre’ suena muy bien a nuestros oídos. Así que, misionero, ¿Dios es Padre de Usted y Padre de los indios?”
- Sí, le contestó el misionero.
- “Entonces, exclamó el viejo jefe, como quien despierta a una gran alegría, entonces usted y yo somos hermanos”.> (Félix Jiménez, escolapio)
Hasta aquí la historia del jefe indio.
Pero así llama Jesús a sus discípulos después de la Resurrección: ‘hermanos’.
Y, al despedirse de ellos, les dice: «Permanezcan en mi amor». No se trata sólo de pertenecer a una religión, sino de vivir en el amor con que nos ama Jesús, el amor que recibe del Padre. Ser cristiano no es en primer lugar un asunto doctrinal, sino una cuestión de amor.
Permanecer en el amor de Jesús consiste en cumplir el mandato del amor fraterno: «Éste es mi mandamiento; ámense unos a otros como yo les he amado». El cristiano encuentra en su religión muchos mandamientos y normas. Sólo del mandato del amor dice Jesús: «Este mandato es el mío».
Y amar para Jesús sólo significa una cosa: darse al otro.
Amar para Jesús es ser para otra persona, actuar para otra persona, aunque sea a cambio del sacrificio propio. La obra suprema de amar es dar la vida por otro (v. 13).
Un buen ejemplo es el amor de la madre. Ella se da al hijo, es para el hijo, aunque éste sea pequeño y esté enfermo, y sólo le cause problemas.
Por cierto, el amor responde a una profunda necesidad del corazón humano. Sólo el camino del amor puede conducirnos a la plenitud de la vida.

Pregunta 4 – Jesús termina diciendo: “No son ustedes los que me han elegido; soy yo quien les he elegido; y les he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure”. Esto es el colmo del cariño, ¿no? ¿Cómo elige Jesús a sus discípulos?
Los discípulos no son una maravilla. Son lentos – de cabeza dura – débiles de fe – a veces dudan. Pero el crecimiento de la Iglesia durante el siglo primero demuestra que Jesús escogió bien – o los capacitó bien, sobre todo con el Espíritu Santo en Pentecostés.

Pregunta 5 – Jesús dice: “Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud”. ¿Cómo es la alegría que viene de Dios?
Esta alegría no es superficial ni inestable. El mandato del amor será como una fuente continua de alegría. Con el amor de Jesús tendremos un cristianismo más abierto, entusiasta, cordial, alegre, sencillo y amable, donde podamos vivir como «amigos» de Jesús.
La alegría de Jesús es la alegría que surge de una obra cumplida. Es una alegría creativa, como la alegría que siente el artista al completar su obra.
Es la alegría de una vida disciplinada, como la alegría de un atleta después de ganar una carrera difícil. Ese atleta puede tener callos en los pies o músculos doloridos; pero, al experimentar la alegría de la victoria, todo eso importa poco.


Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor, que es también una escuela de amor. Ahí aprendemos que el amor es para el otro (como amó Jesús) y no para satisfacer mis necesidades. El amor de Jesús es generoso, no egoísta.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo VI de Pascua – Ciclo B (Juan 15, 9-17) – 13 de mayo de 2012

“El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos”


El 10 de octubre de 1982, en la gran plaza de san Pedro de Roma, el papa Juan Pablo II canonizó a un paisano suyo: Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, nacido el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola. Estuvo presente en este acto un testigo excepcional: Franciszek Gajowniczek, un polaco ya anciano que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en el campo de concentración de Auschwitz, gracias al heroico gesto del nuevo santo.

Este hombre cuenta así su experiencia de aquel verano de 1941: “Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados”.

A la mañana siguiente, Franciszek Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de la SS para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: “Pobre esposa mía; pobres hijos míos”. El P. Maximiliano estaba cerca y oyó estas palabras. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos”. Su ofrecimiento fue aceptado por el oficial nazi y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue condenado, junto con otros nueve prisioneros, a morir de hambre. Tres semanas después, el único prisionero que seguía vivo era el P. Kolbe, de modo que le fue aplicada una inyección letal que terminó definitivamente con su vida. Maximiliano Kolbe había vivido su ministerio pastoral en Polonia y Japón, donde había pasado cinco años como misionero. Con este gesto sellaba una vida de entrega permanente.

Jesús nos invita a amarnos como Él nos ama: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes”. Y en seguida explica lo que esto significa: “El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos”. Es decir, que el amor que Jesús nos tiene es un amor capaz de entregar la propia vida para que los demás vivan. Esa es la tarea de todos los que queremos seguir a Jesús. Esta es la fuente de nuestra alegría: “Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa”. No siempre se tratará de situaciones tan extremas como las que vivió san Maximiliano Kolbe, pero siempre el amor pasa por la entrega de la propia vida.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., VI Domingo de Pascua, Ciclo B - Mayo 13 de 2012


En la última cena Jesús les dijo a sus discípulos: “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos.
Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros (Juan 15, 9-17)
El Evangelio nos trae hoy el mandamiento que Jesús les dio a sus primeros discípulos durante la cena en la cual instituyó la Eucaristía. Este mandamiento, que aparece tres veces indicado explícitamente en el Evangelio de Juan (13, 34; 15, 12; 15, 17) constituye el núcleo de las enseñanzas de Jesucristo. Ahondemos en su significado, teniendo también en cuenta los demás lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 10, 25-26.34-35.44-48; Salmo 98 (97), 26b-28.30-32; 1ª Juan 4, 7-10].

1. “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”
El significado del mandamiento del amor -Ámense los unos a los otros como yo los he amado- nos remite ante todo a la vivencia de Dios como un Padre que nos ama infinitamente, y que a través de su Hijo nos comunica lo que es Él mismo en su propia esencia: “Dios es amor”, dice el mismo apóstol y evangelista Juan en la segunda lectura, no dando una definición -porque el Infinito no puede ser definido-, sino intentando expresar así lo que en el lenguaje humano puede describir mejor el ser de Dios que se manifiesta en su acción salvadora.
Toda la vida terrena de Jesús fue una revelación de la acción salvadora de Dios como la de un Padre amoroso, misericordioso, compasivo, bondadoso, completamente distinto de la imagen lejana y regañona que suelen presentar quienes conciben la relación del Creador con sus criaturas como la de un amo que oprime a sus esclavos. Lo que Jesús les dice a sus discípulos al emplear la contraposición entre los siervos y los amigos, implica en este sentido una elección que es iniciativa suya y no nuestra: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes”. Es la misma idea expresada en la segunda lectura: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo…”.

2. “No los llamo siervos… Los llamo mis amigos”
En Jesús se manifiesta la cercanía de Dios como amigo, sin exclusiones ni discriminaciones, tal como nos lo muestra la primera lectura en el relato del bautismo del capitán romano Cornelio, quien siendo de una raza y nación distintas de la judía, fue recibido por el apóstol Pedro, en nombre del mismo Jesús y del Espíritu Santo, en la primera comunidad cristiana.
Por otra parte, la explicación que en el Evangelio les da Jesús a sus apóstoles acerca de la forma en que Él se relaciona con ellos nos remite a la comunicación que se da entre los amigos: “El siervo no sabe lo que hace su amo. Yo los llamo mis amigos porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho”. En otras palabras: entre los verdaderos amigos no hay secretos, trastiendas, recovecos ni tapujos, sino una transparencia total que le permite a cada cual conocer y reconocer al otro como es. Así se nos manifiesta Dios en Jesucristo, y así espera Él que nosotros le correspondamos.
San Ignacio de Loyola escribió en sus Ejercicios Espirituales que “el amor consiste en la comunicación de las dos partes”, es decir, en dar y comunicar el uno al otro todo lo que tiene, sin reservarse nada, superando completamente cualquier forma de egoísmo. Por eso cuando Jesús llama “amigos” a sus primeros discípulos -y a través de ellos también lo hace con cada uno de nosotros-, nos está invitando a corresponder de esa manera a lo que Él nos ha entregado: ¡nada menos que su propia vida!

3. Mi mandamiento es este: que se amen unos a otros como yo los he amado…”
Nuestra respuesta a Dios que es Amor y que se nos ha manifestado personalmente en Jesucristo, consiste en amarnos unos a otros. A primera vista esto no parece lógico. Uno supondría que la respuesta al amor de Dios es amarlo a Él sobre todas las cosas, y punto. Pero resulta que, aunque Él mismo se ha revelado en Jesucristo y está cerca y hasta dentro de nosotros por su Espíritu Santo, no lo vemos, y en cambio a nuestros prójimos los tenemos a la vista constantemente. Por otra parte, ¿qué mejor muestra de amor a un padre o a una madre que amar y respetar a sus hijos e hijas? Por eso es perfectamente lógico que amarnos unos a otros como Dios mismo en la persona de Jesús nos ha mostrado que nos ama, sea la única forma válida de nuestra correspondencia al amor de Dios.
Hoy, segundo domingo del mes dedicado especialmente en la Iglesia Católica a la veneración de la Virgen María -y que coincide con el 13 de mayo, fecha en la cual la Madre de Dios se manifestó a unos humildes pastores en Fátima- , celebramos el Día de la Madre. El lenguaje bíblico emplea la imagen de la madre para expresar el amor que Dios nos tiene a sus hijos. Así lo dijo Dios mismo a través del profeta Isaías  “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque alguna lo olvidara, yo nunca te olvidaré” (Isaías 49, 15). “Como a un hijo a quien consuela su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Isaías 66, 13). Encomendemos a todas las madres en su día, invocando por ellas la intercesión de María Santísima, modelo de las madres y madre espiritual de todos nosotros.-

Archivo del blog