domingo, 26 de febrero de 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

En los días de los escuadrones de la muerte en El Salvador y en la Argentina, miles de catequistas y otros, desaparecieron. Los cristianos de esos países desarrollaron en sus liturgias una forma dramática de celebrar su fe, esperanza y resistencia. Proclamaron su confianza en que sus comunidades eran fuertes y que no serían eliminadas por la muerte. Durante la liturgia, la lista de los "desaparecidos" era leída en voz alta, y una/o u otra/o se pondría de pié luego de cada nombre y diría "Presente". Los "desaparecidos" estaban presentes en su nombre y su dignidad, y cada uno aún tenía su voz en las bocas de sus amadas y amados hermanas y hermanos.
La congregación recogió de ellos el coraje y la fortaleza para continuar construyendo el reino de Dios, a pesar del riesgo de la tortura y de una muerte brutal. Los primeros cristianos buscaron una palabra que expresara su unidad con Dios y con los demás. Eligieron la palabra "koinonia", la que significa hermandad o comunidad, y se caracteriza por el respeto, la igualdad, la inclusión y la unidad. Esta comunidad está fundada en las Tres Personas Divinas, e incluye a cada uno de nosotros y nuestros vecinos. Porque está fundada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, esta comunidad durará para siempre. Porque está abierta a toda la humanidad, ofrece una visión de reconciliación universal.
Esta comunidad tomó forma visible hace dos mil años, como la Iglesia Cristiana. Ha tenido una historia extraordinaria, a veces gloriosa, a veces chocante y desgraciada. Por muy imperfecta que sea, ella es la solución divina, actualmente presente en nuestro mundo, frente a la desconfianza que ha llevado a la fragmentación de la comunidad humana cuando se la deja sola. La comunidad del Espacio Sagrado es un ejemplo de koikonia! Somos una hermandad, una comunidad que incluye al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a tí y a todos los demás visitantes a nuestro sitio. Podemos depender de koikonia, tal como lo hicieron los cristianos de El Salvador y de la Argentina.
http://www.espaciosagrado.com/prayer-advice

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 1ABC Cuaresma: Tentaciones, 26 febrero 2012

Especialmente para radio

“Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Marcos 1, 12-15)
martodaj@gmail.com


Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy presenta un debate entre Jesús y el diablo. Son las famosas Tentaciones de Jesús. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 1, 12-15)

NARRADOR/AEn aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios. Decía:

JESÚS - "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Conviértanse y crean en el Evangelio".

Pregunta 1 –  Este evangelio asusta: Jesús y el diablo frente a frente. ¿Qué pasó en realidad?
El relato evangélico de las tentaciones en el desierto no debe ser leído como una narración histórica, sino como un esquema teológico y un resumen, en tres momentos, de las principales pruebas que Jesús tuvo que superar a lo largo de toda su vida.
Según el evangelista Marcos, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». La vida de Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas, crisis, inseguridad y amenazas. Jesús necesita hablar con el Padre.
Y el «desierto» es el mejor lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios.
Hoy día el cristianismo está viviendo momentos difíciles... Tenemos crisis, secularización, abandono de prácticas religiosas. <¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos?... Sólo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones> (Pagola)
Estamos rodeados de tentaciones desde Adán y Eva (Ver 1ª Lectura de hoy).

Pregunta 2 – ¿Cuál fue la primera tentación?
El tentador ve a Jesús hambriento, y le dice: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.” Es la tentación del cuerpo, del hambre, del poder.
Le dice ‘Hijo de Dios’, aludiendo a aquella voz de Dios Padre en su Bautismo: “Éste es mi Hijo”. El diablo le quiere hacer dudar, y le reta a que demuestre su divinidad.

Pregunta 3 – Entonces, ¿qué significa realmente para un Jesús hambriento ser Hijo de Dios?
Para Jesús, ser Hijo no tiene nada que ver con aprovecharse de su poder para hacerse milagros, saciar su hambre y vivir cómodamente a cuenta de ellos: como ‘el hijo de papá’, que usa el carro de su padre para cualquier cosa.
Más bien, ser Hijo es fiarse de Dios y de su Palabra incondicionalmente. En el evangelio de Juan (4,34), Jesús les dice a sus discípulos: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y realizar su obra”. Es decir, no le alimenta alardear ni hacer valer sus derechos. No “le engorda” ser poderoso.
Por eso Jesús responde al diablo: Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Como diciendo: “El alimento es importante, pero es más importante obedecer la palabra de Dios.”

Pregunta 4 ¿Por qué es más importante la Palabra de Dios?
Porque esa Palabra de Dios no habla de egoísmo, sino de amor, de servicio al prójimo, de fidelidad, de valores que no se marchitan, de preocuparse por otros y menos por sí mismo. Por ejemplo, Jesús multiplicó los panes, pero fue para alimentar a los hambrientos.
Por cierto, las tentaciones que tientan más no son las grandes, sino las que vienen envueltas en un lenguaje que suena obvio: convertir la piedra en pan, simplemente porque tengo hambre y lo puedo hacer.

Pregunta 5 –  ‘Cuál es la segunda tentación?
La tentación de la soberbia: El diablo lleva a Jesús a las almenas del templo de Jerusalén.
Abajo está la multitud. El diablo le susurra a Jesús: “¡Qué momento tan bueno para presentarte ante todo el pueblo como Mesías! Así apareces ante todos a lo grande, a lo espectacular, como caído del cielo. Échate. Y descenderás sobre ellos suavemente. Vienes a salvar el mundo. Así rápidamente podrás conseguir muchos seguidores”.

Pregunta 6 - ¿Y cómo reacciona Jesús?
La estrategia de Jesús para llevar adelante su misión es distinta: humildad, vivir con la gente, hablar con ella, decirle que Dios es su Padre, que Dios es amor. Él repetirá: “Ámense los unos a los otros. Sean humildes, no jactanciosos, porque la soberbia lleva a todos los males. El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo”. No usa recursos psicológicos impulsivos, que disminuyen la libertad y el raciocinio. Jesús deja a la gente en libertad. ‘El fin no justifica los medios’. Y Jesús le respondió al diablo:
No tentarás al Señor, tu Dios” (Deuteronomio 6,16).

Pregunta 7 – ¿Y cuál es la última tentación?
La tentación de la riqueza: el diablo lo sube a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, sus ejércitos, su poder, sus riquezas, sus monumentos.
Y le dice: “Todo esto te daré, si me adoras”.
Pero Jesús se presenta soberanamente libre, íntegro e insobornable. Jesús responde: “Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y á él solo servirás”.
Y he aquí que los ángeles llegaron y le servían.

Pregunta 8 – Entonces, ¿son dos caminos distintos: el de Jesús y el del mundo?
S. Ignacio de Loyola pinta muy claramente estos dos caminos contrapuestos en sus “Ejercicios Espirituales” en la meditación de “Las dos Banderas”: la de Jesús y la del diablo (EE., 136-147).
El camino del mundo tiene tres pasos que nos enredan y nos deshumanizan: codicia de riqueza, búsqueda de honores y “crecida soberbia”, de la cual pueden venir todos los males. “La raíz de todos los males es el afán del dinero” (1 Timoteo 6,10).
El camino de Cristo, en cambio, es precisamente todo lo contrario:
Primero, la pobreza (o austeridad). Segundo, ser despreciados. Y, por fin, la humildad, que es la mejor disposición para todos los bienes, como el servicio y el amor.

Pregunta 9 – Comenzamos la Cuaresma el pasado Miércoles de Ceniza. ¿Qué es la Cuaresma?
Tres pasos: 1. Arrepentimiento; 2. Cambio; 3. Seguir a Jesús.
La Cuaresma es un período de 40 días para examinarnos si somos víctimas de las Tentaciones, que Jesús superó.
Es un tiempo de conversión a los valores auténticamente humanos y cristianos.
La Cuaresma es el tiempo de cambiarme a mí, para cambiar este mundo de maldad.
La Cuaresma es como una vacuna. El niño tiene miedo a la aguja, porque no sabe que ese pinchazo le va a evitar muchas enfermedades. Nosotros estamos rodeados de antivalores y virus: a través de los MCS, de los egoísmos de la economía y de la política, etc.
Un periódico hizo esta pregunta a sus lectores: "¿Cuál es la causa de que haya tanto mal en el mundo?" Hubo miles de respuestas. G. K. Chesterton contestó: "Soy yo".

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Venimos a la Misa, para cambiarnos, para cambiar las cosas, para ser diferentes. Las Lecturas hablan de la lucha entre el Bien y el Mal, entre Jesús y el Diablo, entre nosotros y el Diablo. La fuerza para vencer nos viene de la Eucaristía, de Cristo, que es nuestro alimento.

FIN

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., I Domingo de Cuaresma, Ciclo B – Febrero 26 de 2012

En aquel tiempo el Espíritu impulsó a Jesús hacia el desierto. Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo tentado por Satanás, y los ángeles le servían. Y después de haber sido Juan el Bautista llevado a la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: “Ya se cumplió el plazo señalado, y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1, 12-15).
Desde el “miércoles de ceniza”, con la señal de la santa cruz marcada sobre nuestra frente y con la frase “conviértete y cree en el Evangelio”, hemos sido exhortados a reorientarnos hacia Dios y renovar nuestra fe en su buena noticia de salvación. El Evangelio de hoy termina con la misma exhortación, y las tres lecturas bíblicas nos plantean tres temas de reflexión  relacionados entre sí y con la necesidad de convertirnos a Dios:

- Dios, nuestro creador, quiere establecer una alianza con la humanidad (Génesis 9, 8-15).
- Jesús, el Hijo de Dios, nos enseña cómo enfrentar las tentaciones (Marcos 1, 12-13).
- El Espíritu Santo renueva en nosotros la gracia recibida en el bautismo (1 Pedro 3, 18-22).

1.- Dios quiere establecer una alianza con la humanidad
Los relatos de los primeros nueve capítulos del libro del Génesis, desde la creación del universo y del ser humano, pasando por el “pecado original” y sus consecuencias inmediatas, hasta el diluvio del cual fueron salvados Noé con su familia y un resto de las demás criaturas, son narraciones que nos muestran a un Dios compasivo que no quiere la destrucción del ser humano y de la creación, sino su renovación.
Para ello establece con Noé y sus descendientes -es decir, con toda la humanidad- un pacto cuyo signo es el arco iris, como nos lo cuenta el relato de la primera lectura de este domingo. Más adelante en el mismo libro del Génesis, Dios mismo insistiría en su voluntad inquebrantable de alianza con el ser humano al revelarse a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob; y en los libros del Éxodo y del Deuteronomio, esta misma voluntad la manifestaría al pueblo de Israel por medio de Moisés con la promulgación de los diez mandamientos.
Posteriormente, a través de los profetas, el Señor recordaría el sentido de esa alianza que Él quiere mantener, buscando siempre caminos para el logro de una plena reconciliación de sus criaturas con Él y entre ellas. Así deberíamos también actuar nosotros: nunca darnos por vencidos en la búsqueda de una sociedad reconciliada, en la que se respete la vida y sepamos todos convivir como hermanos, hijos de un mismo Creador.

2.- Jesús es sometido a la tentación para enseñarnos a vencer las fuerzas del mal
Después de ser proclamado como el “Hijo amado” de Dios en el bautismo recibido de Juan, y luego del encarcelamiento de éste por orden del rey Herodes, encontramos a Jesús en el desierto de Judea, dedicado a un retiro espiritual de 40 días. Este número 40, de donde se deriva el nombre de la “cuaresma”, que es el tiempo litúrgico iniciado el miércoles de ceniza, evoca los 40 años de la duración del diluvio según el libro del Génesis (7, 17), como también los 40 días que estuvo Moisés en el monte Sinaí comunicándose con Dios (Éxodo 24, 18), los 40 años que duró la peregrinación del pueblo hebreo por el desierto hacia la tierra prometida (Éxodo y Deuteronomio), y los 40 días de camino del profeta Elías por el mismo desierto hacia el monte Horeb -otro nombre del Sinaí- para encontrarse con Dios (1 Reyes 19, 8-14).
Los tres evangelistas que narran tanto el bautismo de Jesús como su retiro al desierto, (Marcos, Mateo y Lucas) indican que Jesús fue al desierto impulsado por el Espíritu. Lucas agrega el adjetivo “Santo”. Fue un retiro motivado por el aliento vital de Dios, al que luego reconocería la Iglesia como la tercera persona de la Santísima Trinidad. Y es precisamente con el poder del mismo Espíritu Santo como Jesús vence la tentación que proviene de “Satanás”, palabra que significa “adversario” y con la que es denominado en los Evangelios el poder del mal que se opone al Reino de Dios y pretende destruirlo.
El relato de Marcos es el más breve. No precisa cómo fue tentado Jesús -como sí lo hacen Mateo y Lucas narrando tres tipos de tentación-, pero incluye un detalle significativo: estuvo “viviendo entre las fieras”. Así presenta a Jesús como un nuevo Adán, capaz de triunfar sobre la tentación original: la del egoísmo que lleva al ser humano a dejar de reconocerse como criatura para pretender “ser como Dios”.
También nosotros, especialmente en este tiempo de la Cuaresma, somos invitados a dejarnos mover por el Espíritu Santo hacia espacios de desierto, es decir, de silencio interior y desapego de todo cuanto nos impide comunicarnos con Dios, con el fin de hacer una revisión a fondo de nuestras vidas y recibir la fuerza divina requerida para resistir y vencer las tentaciones, y orientar nuestra vida hacia Él.

3.- Dispongámonos a ser renovados por el Espíritu Santo recibido en el bautismo
Jesús proclamó la cercanía del Reino de Dios, es decir, del poder del Amor, disponible para nosotros si nos dejamos impulsar por el Espíritu Santo. Es Cristo mismo, quien “murió por nuestros pecados una vez para siempre (…) para conducirnos a Dios” -como dice la primera carta de Pedro en la segunda lectura-, el que con la misma paciencia que Dios siempre ha tenido “desde los tiempos de Noé” para ofrecer a toda la humanidad su misericordia infinita, nos invita a reconocer nuestra necesidad de salvación.
Expresemos, pues, nuestra sincera voluntad de conversión dándole un sentido auténtico a la  Cuaresma: revisando en qué tenemos que cambiar para reorientar nuestra existencia al cumplimiento de la voluntad de Dios (hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo), implorando su misericordia con la intención de ser también nosotros compasivos con los demás (perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…) y pidiendo la fuerza de su Espíritu para vencer todo cuanto se oponga al plan de Dios en nuestra vida (no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal).-

gperezsj@gmail.com

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., CUARESMA – DOMINGO I B (26-febrero-2012)

1. Lecturas:
a. Génesis 9, 8-15
b. I Carta de san Pedro 3, 18-22
c. Marcos 1, 12-15

2. El Miércoles de Ceniza muchos católicos se acercaron a las iglesias para participar en un rito muy sencillo y significativo, la imposición de la ceniza, que nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de los proyectos humanos y es un llamado a revisar el curso de nuestra vida.

3. En los días anteriores al Miércoles de Ceniza, en muchas ciudades del mundo se celebraron los Carnavales, que se caracterizan por los desfiles de comparsas y las fiestas en las calles. Es un periodo de permisividad y descontrol. En los Carnavales de nuestra época se entremezclan elementos muy antiguos del mundo greco-romano (las fiestas de invierno o Saturnales, y las Bacanales o fiestas en honor de Baco dios del vino), tradiciones andinas prehispánicas e influencias de la cultura afro.

4. En este tiempo litúrgico de Cuaresma nos preparamos para la celebración de la Pascua de Jesús, es decir, su pasión, muerte y resurrección. La Pascua del Señor es el clímax de la historia de la salvación y el contenido central de nuestra fe; la mejor preparación será acoger la invitación a la conversión que nos hacen las lecturas bíblicas que escucharemos durante los próximos Domingos de Cuaresma; este mensaje central aparece con claridad en el evangelio de hoy: “Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse y crean en el evangelio”:
a. La conversión no es una tarea que podemos hacer dedicándole unas cuantas horas de trabajo a la semana, sino que es un proceso que requiere toda la vida.
b. Este proceso debe partir de una pregunta básica: ¿qué quiere Dios de mí? Si no tengo esta claridad inicial, mi vida será una continua improvisación, desgastándome en actividades que no responden a un proyecto global sobre el sentido de mi vida.
c. Lo primero es, pues, preguntarnos por el “principio y fundamento” de nuestra existencia. En la honda experiencia de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, este es el primer paso que hay que dar.
d. Si tenemos claridad sobre el punto de partida, podremos avanzar explorando si las actitudes y acciones singulares son coherentes con el plan que Dios nos propone realizar. Si hacemos con sinceridad este examen, descubriremos que hay muchas negatividades que nos impiden avanzar por el camino de la voluntad de Dios. La conversión nos pide reconocer las incoherencias entre el plan de Dios y las opciones de nuestra libertad, para luego ajustar el rumbo de la vida.

5. La conversión es, pues, ese proceso interior de reconocimiento, purificación y ajuste existencial. Este proceso nunca terminado de la conversión se nutre de la experiencia fundante de la vida cristiana, que es el sacramento del bautismo; al recibirlo dejamos atrás el pecado y los antivalores para renacer a la vida nueva que nos ofrece Jesús resucitado. Por el bautismo los creyentes participamos del misterio pascual de Jesús.

6. Por eso la liturgia de este I Domingo de Cuaresma, cuyo mensaje central es el llamado a la conversión, tiene como telón de fondo el sacramento del bautismo, que es el que transforma el ser del cristiano y le da la gracia para actuar en coherencia con esa transformación radical.

7. Encontramos referencias bautismales en el texto de la I Carta de san Pedro y también, de manera simbólica, en el libro del Génesis:
a. Dice el apóstol Pedro en su I Carta, refiriéndose al relato del Diluvio en el libro del Génesis: “Aquella agua – la del Diluvio - era la figura del bautismo, que ahora los salva a ustedes y que no consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios, por la resurrección de Cristo, Jesús, Señor nuestro”.
b. Para comprender esta referencia de san Pedro al Diluvio, es conveniente recordar que los escritos del Nuevo Testamento interpretan los textos del Antiguo Testamento a la luz de la resurrección de Jesús; en otras palabras, los acontecimientos que van tejiendo la historia de la salvación en su primera etapa, que es el anuncio o preparación, son releídos en la perspectiva de Jesús, como realización de la promesa y plenitud de la revelación. Su muerte y resurrección sellan la alianza definitiva entre Dios y la humanidad.
c. El libro del Génesis nos habla del Diluvio, del cual Noé y su familia fueron los únicos seres humanos sobrevivientes. Según el relato bíblico, los pecados de la humanidad fueron borrados por el Diluvio. Después de esta purificación radical, la luz del arco iris anunció una renovada alianza de amor; dice el relato del Génesis: “Pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra”. El agua del diluvio y la luz del arco iris son símbolos de purificación y de vida nueva, y preanuncian el agua de la fuente bautismal y la luz de Cristo que la Iglesia confía a los padres y padrinos. El apóstol Pedro nos ayuda a comprender la relación entre el relato del Génesis y la vida sacramental de la Iglesia.

8. Es hora de terminar nuestra meditación en este I Domingo de Cuaresma. Dispongamos nuestro espíritu para vivir la experiencia renovadora de la Pascua de Jesús; y para ello recorramos el camino de la conversión y tomemos conciencia del significado del bautismo para nuestra vida de fe.

jpelaez@javerianacali.edu.co

sábado, 25 de febrero de 2012

Un recuerdo pleno de amor y gratitud‏

Hoy - 24 de febrero - recordamos con inmenso amor y gratitud a nuestro
padre JOSE ANTONIO SARMIENTO SANTANA (Cabrera,Santander, 19 de abril
de 1924 - Maracaibo,Venezuela, 24 de febrero de 1958), 54 años después
de su Pascua.
 
Gracias a Dios por su bella vida, goza de la plenitud con Nonita 
y con Clarita!
 
Abrazos y bendiciones para todos,
 
 
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
 

domingo, 19 de febrero de 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

Las imágenes de la vida deben ser presentadas en forma cuidadosa. Imágenes de tiempos antiguos: muerte, purgatorio, infierno y limbo, mostraban a Dios como un juez inmisericorde, que ordenaba el pago total de nuestras malas acciones. ¿Cómo podemos retratar más fielmente la verdad sobre el amor ilimitado de Dios por nosotros? El Bendito Cardenal John Henry Newman, nos recuerda que la mente humana solo es capaz de trabajar con sombras e imágenes, hasta que pueda emerger a la plena luz de la verdad. “Vemos las cosas como en un espejo, confusamente” (1 Corintios 13:12). Así es que debemos aceptar lo inadecuado del pensamiento y del lenguaje humano, para expresar la mente de Dios. Santo Tomás Aquinas, quien escribió un millón de palabras sobre temas divinos, dijo que solo balbuceamos al hablar de Dios, y que todo lo que él escribió era paja picada. Todas las imágenes de Dios se quedan cortas; pero es todo lo que tenemos, por lo que debemos emplearlas bien.
No debemos desesperar de tratar de decir algo sobre Dios y sobre el mundo futuro. Inspirémonos en la imagen que el Concilio Vaticano II escogió sobre la Iglesia Peregrina. Los peregrinos recorren sendas difíciles, y emplean toda la ayuda disponible para poder llegar a su destino. Al llegar a los cruces de caminos, discuten sobre la ruta más conveniente, y se devuelven si la escogieron mal. Un teólogo francés usa la imagen de un nadador: con cada brazada, empujamos una cantidad de agua hacia atrás, a medida que nos movemos hacia nuestra meta. La dejamos atrás; pero sin ella no podríamos llegar donde vamos. Las buenas imágenes nos insinúan lo verdadero: nos orientan en la dirección correcta. Hay un dicho Zen, sobre un campesino que señalaba la luna con una zanahoria: era lo mejor que podía hacer para que los demás vieran esa maravillosa realidad!
A medida que nos acercamos al mundo del Misterio Divino, vemos una luz ámbar: ella no nos prohíbe entrar; pero nos advierte: “Avanza con mucho cuidado!”

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 7B TO: Paralítico, 19 febrero 2012

Especialmente para radio
“Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Marcos 2, 1-12)

Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy se basa en el compañerismo, en la solidaridad. Gracias a ella Jesús pudo curar a un paralítico. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 2, 1-12)

NARRADOR/ACuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la Palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

JESÚS"Hijo, tus pecados quedan perdonados".

NARRADOR/AUnos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

ESCRIBAS"¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?"

NARRADOR/AJesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:
JESÚS¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que vean que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados..."
NARRADOR/AEntonces le dijo al paralítico:
JESÚS"Contigo hablo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa".
NARRADOR/ASe levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
VECINO"Nunca hemos visto una cosa igual".



Pregunta 1 – Están abriendo un boquete en el techo. ¿Qué ocurre?
La casa está llena de gente, agolpada para escuchar y ver a Jesús. No hay forma de poner ante Jesús a aquel paralítico, que han traído en una camilla. Por eso esos cuatro hombres que lo traen, optan por abrir el techo y por ahí bajaron al enfermo en su camilla.

Pregunta 2 - ¿Cómo reaccionó Jesús?
A Jesús le llamó mucho la atención la fe de los camilleros, su espíritu de compañerismo y solidaridad.
El paralítico no podía hacer nada solo. No puede moverse por sí mismo. Vive atado a su camilla. No habla ni dice nada. Se deja llevar por los demás.
Pero sus cuatro amigos estaban dispuestos a superar todos los obstáculos, con tal de ayudarlo. Saben que Jesús puede ser el comienzo de una vida nueva para su amigo. Y Jesús, “viendo la fe que tenían”, sin que nadie le haya pedido nada, se dispone a hablarle al paralítico. Nosotros (y sin duda el paralítico) esperamos que Jesús diga, “Levántate, toma tu lecho y anda”.  En vez de eso, Jesús dice con ternura materno-paternal:
Hijo, tus pecados quedan perdonados». Dios te comprende, te quiere y te perdona.
Para Jesús es más importante el perdón que se experimenta "dentro", en lo profundo del ser, que el mal físico de la enfermedad.
Pero los escribas no lo ven así. Están «sentados». Se sienten maestros y jueces. No piensan en la alegría del paralítico, ni aprecian los esfuerzos de quienes lo han traído hasta Jesús. Y sentencian: “Está blasfemando, pues, ¿quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?".
Y Jesús les reta: “¿Por qué piensan estas cosas en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu lecho y anda?” (Marcos 1,8-10).
Nadie responde. Pero Jesús desconcierta más a los fariseos, cuando dice: “Pues, para que vean que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...", le dijo al paralítico: "Contigo hablo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa".
Y el paralítico se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
La palabra de Jesús es efectiva – tiene potestad – cumple lo que dice.
Él hace "lo invisible" (perdonar los pecados) a través de un signo visible (curación del paralítico).

Pregunta 3 - Al paralítico lo llevaron a Jesús cuatro amigos. ¿En nuestro caso quién nos llevará hasta Jesús?
La iglesia, la comunidad de los creyentes.
Cuando yo estoy débil, cuando no tengo ganas de orar, cuando estoy en pecado, cuando tengo hambre de Dios, cuando no encuentro mi camino hacia Jesús, tengo hermanos a quien preguntar.
Dios sana a los paralíticos con la ayuda de los hermanos. Todos necesitamos a los hermanos y a su iglesia para encontrarnos con Jesús cara a cara.

Pregunta 4 – ¿Cuál es el mensaje de este evangelio?
1.Se ve la importancia de la fe del grupo de camilleros, aunque nada sabemos de la fe del paralítico.
2.Jesús se llama a sí mismo “el Hijo del hombre”, con poder para perdonar pecados.
En este Evangelio de Marcos, Jesús se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre catorce veces, especialmente al presentar su Pasión y Muerte a los discípulos.
Este título viene de Daniel 7:13, donde se dice que Dios “delegó su potestad de absolución a un ‘Hijo del Hombre’”.
Este título tiene la ventaja de no llevar ninguna connotación militar asociada con el título de Mesías.  La gente espera que el Mesías levante un ejército, expulse a los romanos y al idumeo Herodes, y que vuelva a establecer el gran reino davídico. Pero el título “Hijo del Hombre” no genera ninguna expectativa militar.

3.Esta curación del paralítico es una diminuta versión del Evangelio entero. Es un resumen de todo el evangelio con tres pasos:
-          Primero, Jesús enseña y sana.
-          Segundo, Jesús es acusado de blasfemia.
-          Tercero, Jesús es revindicado y triunfa.
La curación del paralítico representa la nueva vida que tendrá Jesús en la resurrección, y que compartirá con todos nosotros.
4.Queremos ir a Jesús para ser liberados del pecado y para que nos haga hijos de Dios. El pecado nos impide nacer a la nueva creación.

Pregunta 5 - Hoy se celebra el Carnaval en muchas partes. ¿Qué significa el Carnaval?
Tiene un origen religioso. El próximo miércoles es Miércoles de Ceniza y el comienzo de Cuaresma. Durante ella se supone que uno va a hacer penitencia comiendo menos carne, haciendo menos fiestas, etc.
Para compensar esa futura abstinencia, se comenzó a hacer fiesta antes desde el domingo. Carnaval viene de las palabras latinas  “Carnem levare” (quitar la carne).
La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza. Ese día los cristianos vamos a la iglesia a que nos impongan la ceniza, como símbolo de que esta vida es pasajera, como símbolo también de nuestra fe sincera en el Evangelio. Por ello debemos enfatizar lo importante y lo esencial: amar y servir a todos, especialmente a los más débiles, pues allí está Dios.
“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma”. (Ignacio de Loyola).

Pregunta 6 - ¿De dónde viene la ceniza?
Viene de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos de la Semana Santa pasada.
El sacerdote guardará algunos ramos para quemarlos y sacar ceniza para la ceremonia del Miércoles de Ceniza.
Ese día el sacerdote coloca en la frente de cada uno un poco de ceniza en forma de cruz, diciendo: “Acuérdate de que eres polvo, y en polvo te convertirás”. O diciendo, también: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio.”
Es un recordatorio para priorizar ante todo el hacer el bien, el servir a los demás y el vencer el mal, como Jesús.

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Jesús nos perdona nuestras faltas, nos cura de nuestras debilidades, y nos da nueva vida. La curación del paralítico muestra cómo se preocupa Jesús de los más necesitados. Así debemos ser nosotros.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo VII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 2, 1-12) – 19 de febrero de 2012

“Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”


Cuentan que una vez iban dos frailes caminando por un campo. Al llegar a una quebrada, encontraron a una señorita muy bonita que quería pasar al otro lado sin mojarse; pero no había puente ni posibilidad alguna de cruzar el obstáculo sin meterse al agua; de modo que la hermosa jovencita le pidió a los frailes que le hicieran el favor de pasarla cargada. Uno de ellos no tuvo ningún problema en prestarle este servicio; se la echó al hombro y la pasó con mucho cuidado. Ella quedó muy agradecida y siguió su camino por un rumbo distinto.

El otro fraile se puso furioso y, una vez estuvieron solos, comenzó a reprochar al primero diciéndole que había faltado a sus votos y que estaba en pecado, que había hecho muy mal. El fraile que había cargado a la joven se calló y siguió caminando mientras soportaba los regaños e insultos que el otro profería contra él. Pasada una hora de camino, el fraile escandalizado seguía con la cantaleta y los reclamos. Pasada otra hora, durante la cual siguieron los reclamos y las exhortaciones, el primer fraile no aguantó más y le respondió al otro diciéndole: "Mira, hermano, ya hace dos horas que yo dejé a la mujer junto a la quebrada. El que la ha seguido cargando durante las últimas dos horas eres tú”.

Siempre me ha impresionado la manera como el P. Gustavo Baena explica el sacramento de la reconciliación. Normalmente, cuando pensamos en el perdón de los pecados, miramos hacia atrás, como si lo que hiciera Dios fuera borrar la estela de miserias que vamos dejando a nuestro paso por la vida. Sin embargo, esto no tendría ningún sentido si no nos enderezaran el camino y, sobre todo, el caminado hacia delante. Lo que le interesa a Dios no es tanto lo que pasó, sino o que va a pasar de ahora en adelante en nuestras vidas.

Todavía no he podido hacerme una idea de cómo fue que esos cuatro hombres que querían llevar al paralítico delante de Jesús, de los que habla el Evangelio de hoy, “quitaron parte del techo encima de donde él estaba, y por la abertura bajaron en una camilla al enfermo”. Ciertamente, se trató de una obra de ingeniería de las más sofisticadas que se relatan en el Evangelio. Hoy necesitaríamos poleas y una grúa para realizar una maniobra semejante.

Lo importante es que Jesús, al ver “la fe que tenían, le dijo al enfermo: –Hijo mío, tus pecados quedan perdonados. Algunos de los maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: ‘¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Sólo Dios puede personar pecados’ Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: –¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados quedan perdonados’ o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’?”

Hay personas que siguen cargando los pecados del pasado, cerrándose así a la acción misericordiosa de Dios que nos invita a caminar de una manera distinta. El perdón de los pecados no es sólo descargar nuestros hombros de lo que hemos hecho mal; es, sobre todo, enderezar nuestro camino y nuestro caminado hacia adelante.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B - Febrero 19 de 2012

En aquel tiempo entró Jesús otra vez a Cafarnaúm y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la Palabra. Entonces vinieron a él cuatro trayendo un paralítico. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Estaban allí sentados algunos escribas que cavilaban en sus corazones: “¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de este modo, les dijo: “¿Por qué cavilan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico ‘tus pecados te son perdonados’, o ‘levántate, toma tu camilla y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): “A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Entonces él se levantó enseguida, y tomando su camilla salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios diciendo: “¡Nunca hemos visto tal cosa!”. (Marcos 2, 1-12)
Una vez más el Evangelio nos presenta a Jesús predicando y sanando, y el contenido de su predicación lo resume en “la Palabra”. No se trata de un mensaje cualquiera, sino del anuncio del Reino de Dios, es decir del poder del Amor misericordioso que es Dios mismo, que se revela en Jesús, la Palabra de Dios en persona, y que se manifiesta en el perdón juntamente con la curación de un hombre postrado por la parálisis. Meditemos en el sentido de este relato del Evangelio, teniendo en cuenta también las demás lecturas bíblicas del presente domingo [Isaías 43, 18-19; 21-22; 24-25; Salmo 41 (40); 2 Corintios 1, 18-22].

1.- “Haciendo una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico”
Lo primero que resalta es la fe de quienes superan la dificultad de llegar hasta Jesús por causa del gentío que se agolpaba junto a la casa. Las casas de aquel tiempo en Cafarnaúm -la ciudad pesquera de Galilea donde Jesús tuvo su residencia durante su vida pública antes de su pasión y muerte, y en general en toda aquella región, tenían una pequeña azotea sobre la cual era posible construir un segundo piso y a la que se subía mediante unas gradas de mampostería construidas por fuera. De esta forma podemos imaginarnos lo que hicieron quienes llevaban al paralítico para bajarlo en su camilla y ponerlo junto a Jesús.
A la luz de este relato, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Qué he hecho, que estoy haciendo y qué debería hacer para encontrarme con el Señor y que Él me libere de mis parálisis espirituales, a pesar de lo difícil que se presenta a veces este encuentro por causa de los obstáculos que pueden estar impidiéndome experimentar su acción sanadora? ¿Cuáles son esos obstáculos y qué podría hacer para superarlos?

2.- “Hijo, tus pecados quedan perdonados”
Un detalle sobresale en lo que Jesús le dice al paralítico: lo llama “hijo”, con lo cual está expresando el amor misericordioso de Dios Padre. La enfermedad era concebida en aquellos tiempos como una consecuencia de los pecados cometidos o heredados. Jesús se acomoda a esta concepción cultural, pero no para afirmar que necesariamente la enfermedad de aquel paralítico fuera consecuencia de sus culpas, sino para mostrar que todo ser humano necesita ser sanado primero que todo espiritualmente.  También para mostrar que Él mismo -Jesús- tiene el poder de perdonar los pecados porque es la manifestación en persona del Dios misericordioso que había dicho por medio del profeta Isaías, tal como lo expresa la primera lectura: “Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43, 25).
Para los escribas o doctores de la Ley era inconcebible que un ser humano pudiera hacer lo que es privativo de Dios: perdonar los pecados. El Evangelio nos dice que estaban allí “sentados” varios de ellos. Podemos imaginarlos observando lo que ocurría desde su posición de superioridad despreciativa de los demás, con una actitud escéptica muy distinta de la fe que movía a las gentes sencillas y humildes a buscar a Jesús para ser enseñadas y sanadas por Él. Por eso, al oír lo que Jesús le dice al paralítico –“tus pecados quedan perdonados”-, aquellos doctores juzgan esto como una blasfemia -un insulto a Dios-. Pero Jesús les demuestra, a ellos y a todos, el poder de la misericordia divina que Él encarna.
Un poder que Él iba a transmitir a quienes, por una vocación y una misión específicas, les encomendaría el ministerio sacramental de la reconciliación. En este sacramento, a través de la absolución realizada por el sacerdote, es Dios mismo quien muestra eficazmente su misericordia en virtud de la mediación redentora de Jesucristo y con la acción purificadora y renovadora de su Espíritu, cuando reconocemos y expresamos sinceramente nuestra necesidad de ser sanados espiritualmente y le decimos: Ten misericordia de mí, sáname porque he pecado contra ti [Salmo 41 (40), 4].

3.- “Levántate y anda”
Al final del relato evangélico de hoy resaltan estas palabras que también podemos considerar dirigidas por nuestro Señor Jesucristo a nosotros, como una invitación a no dejarnos vencer por la parálisis espiritual. Esta situación de parálisis ocurre cuando las ataduras del egoísmo y de nuestros apegos nos impiden andar ágilmente por el camino que nos conduce a la verdadera felicidad.
Que resuene entonces para cada uno de nosotros esta palabra animadora y sanadora del Señor: “levántate y anda”. Y que también nosotros, con la fuerza del Espíritu Santo que Él mismo ha puesto en nuestros corazones -como escribe el apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy (1 Corintios 1, 22)- podamos transmitirles ese mismo ánimo renovador a las personas con las que convivimos o nos encontramos, mediante nuestra disposición a comprender y ayudar a quienes reconocen su necesidad de ser salvados y sanados.-

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VII B (19-febrero-2012)

1. Lecturas:
a. Profeta Isaías 43, 18-19. 21-22. 24-25
b. II Carta de san Pablo a los Corintios 1, 18-22
c. Marcos 2, 1-12

2. El evangelio de hoy nos ofrece una imagen sorprendente: un paralítico, llevado por sus familiares y amigos, se acerca a Jesús a través de un agujero en el techo, pues era la única manera de llegar a Él.

3. Este relato nos inspira dos tipos de consideraciones:
a. La primera de ellas es una lectura breve de las actitudes manifestadas por los protagonistas: el paralítico y sus acompañantes, Jesús y los escribas que presenciaban la escena.
b. La segunda consideración es alegórica pues nos motiva a reflexionar sobre las relaciones sociales, que es un tema que va más allá del relato de la curación.

4. Exploremos, pues, las actitudes de los protagonistas del relato:
a. Llama la atención la creatividad con que el paralítico y sus acompañantes superaron los obstáculos para acercarse a Jesús. El texto es explícito en cuanto a la conmoción que suscitó la presencia del Maestro. Muchas personas habían sido testigos de sus milagros y comunicaron a los vecinos lo que habían visto. Esta movilización popular no era el resultado de mensajes publicitarios, sino la respuesta espontánea del pueblo ante un hombre que tenía poder sobre las enfermedades y la muerte, y cuya palabra tocaba los corazones.
b. Este contexto nos permite comprender la acción emprendida por los que acompañaban al paralítico; el Maestro quedó admirado ante semejante iniciativa.

5. El texto de Marcos relata que Jesús respondió en dos momentos a la fe, expresada con hechos concretos, del paralítico y su séquito. Sorprendentemente, sus palabras iniciales nada tienen que ver con su enfermedad: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. La palabra de Jesús se dirige, ante todo, al interior de la persona; allí, en la intimidad, empieza la vida nueva que Jesús ofrece; la intervención milagrosa que viene a continuación está en función de este anuncio de salvación.

6. Estas palabras de Jesús fueron mal recibidas por los escribas que se encontraban presentes: “¿Por qué habla así? Esto es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”.

7. Jesús, entonces, tuvo su segunda intervención: “Para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, le dijo al paralítico: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”. Intervención contundente de Jesús, cuya palabra eficaz transforma la vida de este hombre.

8. Veamos el significado profundo de lo que acaba de suceder en la vida del paralítico: La palabra liberadora de Jesús le devolvió la libertad moral después de haber estado inmovilizado por causa del pecado (nos paralizan los malos hábitos, el egoísmo, las adicciones, el orgullo). Y esta palabra liberadora le permitió, igualmente, recuperar la autonomía de movimientos y la posibilidad de atender personalmente sus necesidades básicas sin tener que depender de otros.

9. Yendo más allá del texto, los invito a que hagamos una lectura alegórica. Los seres humanos podemos tener limitaciones, más o menos serias, en nuestra movilidad y autonomía, resultado de causas físicas; pensemos, por ejemplo, en las consecuencias de un accidente o de alguna dificultad en el momento del parto o de un derrame cerebral. Así como hay causas físicas que explican las limitaciones en el movimiento del cuerpo, así también hay comportamientos sociales que impiden que los demás actúen de manera autónoma, y generan dependencias malsanas.

10. Siguiendo en esta reflexión alegórica, podemos afirmar que hay relaciones afectivas patológicas, que afectan la capacidad de juicio y decisión de las personas que nos rodean. Pongamos algunos ejemplos.

11. Empecemos por las relaciones de pareja. Una relación madura reconoce la singularidad del otro, respeta sus ideas, estimula su realización en el plano personal y profesional. Infortunadamente, se dan relaciones de pareja enfermizas, que paralizan al otro, que le recortan su autonomía, que le impiden pensar, que sienten celos frente a las amistades y el éxito, que invaden el espacio íntimo.

12. Sigamos con las relaciones entre padres e hijos. Si el niño respira ternura, si se siente escuchado por sus padres, si ve en ellos valores de convivencia y respeto, tendrá las herramientas para construir su propio proyecto de vida en autonomía y cargado de sentido. Pero hay ciertas relaciones entre padres e hijos que son causa de parálisis: sea por abandono, sea por maltrato, sea por sobreprotección. Estos niños, que han estado inmersos en un ambiente malsano, tendrán serias dificultades para establecer unas relaciones adultas y libres. Su afectividad llevará la marca de la dominación – dependencia.

13. En la comunidad eclesial encontramos rasgos semejantes. Podemos hablar de una comunidad de fe saludable si sus miembros viven con alegría sus vocaciones particulares. Para lograr este objetivo, los sacerdotes debemos acompañar a nuestras comunidades en el desarrollo de una conciencia moral adulta, capaz de analizar los valores y antivalores que se entremezclan en la toma de decisiones. Tristemente, los sacerdotes podremos ser causantes de parálisis si favorecemos relaciones de dependencia, si pretendemos decidir por ustedes, si limitamos su participación en la vida de la Iglesia, si no los reconocemos como mayores de edad.

14. A la luz de este inspirador relato de la curación del paralítico, debemos preguntarnos si las relaciones que establecemos estimulan a los otros para que corran por la vida buscando realizarse y sean capaces de volar para alcanzar sus sueños. Reconozcamos honestamente si somos causa de parálisis al impedir el desarrollo autónomo de los que nos rodean. Siguiendo el ejemplo de Jesús, procuremos que nuestra palabra entusiasta sea una invitación y una ayuda eficaz para que se pueden levantar los que están postrados por la pobreza, por la exclusión o cansados por la lucha de la vida.

jpelaez@javerianacali.edu.co

domingo, 12 de febrero de 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

En tiempos difíciles, es importante recordar que Dios nos tiene guardada una primavera, para nosotros y para nuestro cansado mundo. Dios lo hará todo nuevo. Más allá de nuestros sueños y esperanzas fallidas, algo maravilloso y transformador nos hará olvidar las lágrimas y dolores de la vida. ¿Tenemos alguna idea de cómo será todo esto?
Hace algunos años, un momento mágico transformó un aburrido día de la Sala de Espera de la Estación de Trenes de Antwerp. Los viajeros la recorrían, sumergidos en sus pensamientos o preocupados por sus trabajos. Unos estaban felices, otros tristes; serios o relajados. Súbitamente, una canción de la película La Novicia Rebelde (The Sound of Music) llenó la Sala. Un grupo de actores, en tenidas de calle, comenzaron a danzar. Los demás no podían distinguir entre los actores y los espectadores; dejan de continuar con lo suyo y se incorporan a la danza. Primeros son los niños, y los siguen los adultos con alma de niños. Algunos son sacados de sí mismos por el solo placer de hacerlo; algunos se llevan las manos a la cara, sobrecogidos; otros lloran emocionados. Poco a poco, la Sala de Espera está llena de bailarines: hay espacio para todos, ya sea bailen coordinadamente, o no. Nadie critica como usted mueve su cadera artrítica, o baila con su muleta. El círculo exterior está lleno de bolsos y abrigos que se han dejado ahí para bailar mejor. Quizá se los van a robar; pero, ¿a quién le importa? Sólo unos pocos espectadores se quedan atrás; pero incluso ellos se quedan, intrigados, y otros los invitan a unirse al baile. Los flash de las cámaras graban este momento, para poder luego recordarlo y mostrarlo a los amigos. Las risas y las lágrimas de felicidad se unen en lamentar el fin de la música.
¿Será así la inesperada llegada de la primavera de Dios a nuestro mundo, y su felicidad durará para siempre?

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 6B TO: “Jesús cura un leproso”, 12 febrero 2012

Especialmente para radio
“Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1, 40-45)

Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy nos pinta una escena dramática: un leproso, que debía estar lejos de la gente para no contagiarla, se atreve a acercarse a Jesús pidiéndole quedar limpio. Jesús, en vez de huir de él espantado o recriminarle, lo toca y lo cura, llenándolo de alegría. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 1, 40-45)

NARRADOR/AEn aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

LEPROSO"Si quieres, puedes limpiarme".

NARRADOR/ASintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:

JESÚS"Quiero: queda limpio".

NARRADOR/ALa lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:

JESÚS"No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés".

NARRADOR/APero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aún así acudían a él de todas partes.


Pregunta 1 – El Evangelio habla de los leprosos, que no podían acercarse a la gente para no contagiarla. ¿Qué era la lepra en tiempos de Jesús?
En tiempo de Jesús, la palabra ‘lepra’ era usada para una gran gama de enfermedades de la piel. Entonces no tenían cura conocida.
Hoy día la lepra es mucho más restringida y se la conoce como la “hanseniasis", la  enfermedad de Hansen, quien descubrió el bacilo de la enfermedad. (Los enfermos se llaman “hansenianos”, no leprosos).
Los «leprosos» eran considerados «impuros» que pueden contaminar. Así que se requería que los leprosos vivieran en lugares aislados lejos de su familia y de su pueblo. Cuando se acercaba gente a ellos, debían gritar: “¡Inmundo! ¡Inmundo!”. (Levítico 13:45-46), y debían mantener una distancia de cincuenta pasos lejos de otra persona. No podían casarse ni tener hijos, no podían participar en las fiestas y peregrinaciones.
Se interpretaba la lepra como un castigo por el pecado. Estos enfermos eran “malditos de Dios”.
Las consecuencias espirituales, sociales y económicas de la lepra –impureza, aislamiento y pobreza – eran más terribles que las consecuencias físicas de la enfermedad.
Por eso los leprosos piden a Jesús que los limpie. La limpieza era más importante que la misma curación.

Pregunta 2 – ¿Hay leprosos entre nosotros?
En Venezuela está la Isla de La Providencia, con un leprocomio ideado por Bolívar, que llegó a tener en los dos siglos pasados hasta moneda propia, para evitar el contagio.
En Cuba está el Leprosario de San Lázaro, en el pueblo de El Rincón, atendido por las Hijas de la Caridad desde hace más de 150 años. "Si no fuera por las Hermanas hubiéramos estado muertos", dice uno de los leprosos. "Ellas se desviven por uno, se entregan totalmente".
En Manaos (Brasil), las Hermanas Franciscanas fueron las que construyeron un leprocomio. Actualmente el Gobierno ha asumido todos los mecanismos de prevención, investigación y atención a los enfermos.

Pregunta 3: ¿Han oído alguna vez la palabra ‘Molokai’?
Les cuento la historia de “El P. Damián”.
<Molokai fue una isla maldita de Hawai durante muchos años. En ella vivían sólo leprosos. Allí vivían separados del resto de los hombres.
Un sacerdote, el P. Damián de Veuster, decidió ejercer su ministerio entre los leprosos de Molokai. Y se entregó a ellos con la misma compasión de Jesús.
Pero un día comenzó su predicación con estas palabras: "Mis hermanos leprosos". Y les explicó. Aquel día el P. Damián no sólo era el párroco de los leprosos; era también su igual, era un leproso más. Se había contagiado. Nunca volvió a su tierra. Como leproso que era, tenía prohibido salir de la isla maldita. Y murió de lepra. Su santidad ha sido reconocida públicamente. Ya ha sido canonizado y declarado santo y está en los altares. Una religiosa ocupa ahora su puesto en Molokai.>
El P. Damián siguió el ejemplo de Jesús. Dios Padre lo envió a derribar todas las barreras que nos separan de Él y de los hermanos. Para Dios nadie es intocable, nadie es impuro. Dios no quiere cuarentenas, separaciones, exclusiones, marginaciones….

Pregunta 4 – ¿Qué fue lo que le pasó a Jesús con aquel leproso?
De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, es un «impuro», no puede entrar en contacto con nadie. Ha de vivir aislado. Sabe que está obrando mal. No se arriesga a hablar cara a cara a Jesús. Por eso se pone de rodillas. Y desde el suelo suplica:
Si quieres, puedes limpiarme».
Acude a Jesús con una absoluta confianza en su poder.
Jesús miró con compasión al leproso. «Extiende la mano» sobre aquel hombre y «toca» su piel. Sabe que lo que hace está prohibido por la ley. Pero sólo le mueve la compasión. Y Él contesta: «Quiero: queda limpio».
Para Jesús atender al ser humano está sobre las leyes:
“No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre.”

Pregunta 5 – ¿Qué busca Jesús con este milagro?
Jesús busca limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión. Quien excluye no es Dios, sino nuestras leyes e instituciones. A nadie se puede excluir en nombre de Jesús.
El Espíritu de Jesús está sobre todo en quienes ofrecen apoyo y amistad gratuita a los excluidos de nuestra sociedad: ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben todos.
Jesús le dice al leproso que vaya a presentarse al sacerdote.
Eso lo mandaba la ley judía. Ningún leproso curado podía re-ingresar a la sociedad sin la aprobación del sacerdote, pues la lepra se consideraba castigo de Dios. El sacerdote era el indicado para dictaminar si había enfermedad o curación, cuando ésta se daba.

Pregunta 6 - Después de curarse, ¿qué hizo el leproso?
Se siente amado por Dios, y le viene una alegría incontenible, la alegría de la liberación. Y el leproso cuenta a todos no solo el mero milagro sucedido, sino el mensaje completo:
-“Dios no es como me lo han presentado los escribas y fariseos; Dios tiene un amor universal, no excluye ni discrimina a nadie, sino que  ofrece a todos su amor y llama a todos a su Reino”.
Ese hombre pregona el milagro tan efectivamente que la gente abruma a Jesús buscándolo y asediándolo por todas partes.
«Y Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad sino que se quedaba fuera, en despoblado...» (Marcos 1,45b).

Pregunta 7 - ¿A tu alrededor, quiénes son los “impuros”?
La lista es larga, por desgracia. Los excluidos son los del ‘otro’ partido, los indígenas, los que viven en barrios, los presos, prostitutas, enfermos de SIDA, homosexuales que no pueden vivir dignamente su condición…
Tratamos a algunas personas, como si fueran manzanas podridas, que conviene botar, para que no contaminen a las demás.
Debemos tender la mano al pobre, no sólo la mano de la limosna barata en el semáforo, sino la mano que da empleo productivo y seguridad; y debemos también alzar la mano contra el sistema que produzca discriminación e injusticia.
La característica del cristiano es vivir en continua esperanza y lanzarse al vacío a trabajar por el hombre, por el mundo nuevo y el Reino de Dios.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí aprendemos a curar y vencer el mal, y a no discriminar a nadie, pues todos somos hijos de Dios, y por lo tanto hermanos entre nosotros mismos.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo VI del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 40-45) – 12 de febrero de 2012

“Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad”

Alcohólicos Anónimos (A. A.) es una organización fundada en 1935 por un corredor de bolsa de Nueva York y un médico de Ohio (ambos ya fallecidos), que se consideraban borrachos desesperados. Su intención era ayudar a otros que sufrían de la enfermedad del alcoholismo. A. A. creció con la formación de grupos autónomos, primero en los Estados Unidos y luego por todo el mundo.

En virtud de que la ciencia médica dictaminó que el alcoholismo es una enfermedad, la persona deberá tomar en cuenta que nadie puede rehabilitarse si no se acepta la enfermedad. Entonces la persona, que con sinceridad quiere dejar de beber, debe aceptar su incapacidad por controlar la bebida; de lo contrario le podrá causar la locura o la muerte prematura. Por tanto, el criterio con el que se trabaja en A. A. es que los alcohólicos son personas enfermas que pueden recuperarse si siguen un sencillo programa que ha demostrado tener éxito para más de dos millones de hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo. La experiencia demuestra que el programa de A. A. funcionará para todos los alcohólicos que son sinceros en sus esfuerzos por dejar de beber y que, por lo general, no funcionará para aquellos que no tienen la certeza absoluta de que quieran hacerlo.

Los Doce Pasos de A. A. son los siguientes:
(1) Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
(2) Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
(3) Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
(4) Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
(5) Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
(6) Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter.
(7) Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
(8) Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
(9) Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros.
(10) Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
(11) Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
(12) Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.

El leproso que se acerca a Jesús, pidiendo ser curado de su enfermedad, necesitó reconocerla primero y, al mismo tiempo, confió en que este profeta tenía la fuerza para sanarlo. El Señor le pide que solamente cumpla con las ofrendas que manda la ley de Moisés por su curación, pero que no se lo diga a nadie más; sin embargo, el leproso “se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado”. Como los alcohólicos anónimos, no podía dejar de llevar a otros el mensaje de su propia experiencia de salvación.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B – Febrero 12 de 2012

En aquel tiempo un leproso se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo: “Quiero. ¡Queda limpio!” Al momento se le quitó la lepra al enfermo y quedó limpio. Jesús lo despidió enseguida y le recomendó mucho: “Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes”. Pero el hombre se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había gente; pero de todas partes acudían a verlo. (Marcos 1, 40-45).
Los Evangelios narran los milagros de Jesús para indicar que en Él se hace presente el Reino de Dios, es decir, el poder  del Amor infinito que sana y renueva a toda persona que cree y se deja transformar por su acción salvadora, encarnando a un Dios compasivo e invitándonos con su ejemplo a tener sus mismos sentimientos. Veamos lo que nos enseña hoy el relato de la curación de leproso, teniendo en cuenta también las otras lecturas. [Levítico 13, 1-2.44-46; Salmo 32 (31); 1 Corintios 10, 31 – 11,1].

1.- Jesús se opone al rechazo y a la marginación social de los seres humanos
La enfermedad, tanto en el Antiguo Testamento como en la época de la vida terrena de Jesús, era considerada como una consecuencia del pecado de quien la sufría, o de sus padres, o de sus antepasados. Pero había entre todas una enfermedad que se concebía como la peor en ese mismo sentido: la lepra. El Levítico, nombre derivado de Leví, uno de los doce hijos del patriarca Jacob y que dio origen a los “levitas”, dedicados al culto religioso y al servicio del templo, es uno de los cinco libros que componen la “Torá”, término hebreo que designa al conjunto de los textos sagrados referentes a la “Ley”. Este libro, atribuido a Moisés pero escrito en realidad unos siete siglos después de él, en el siglo V antes de Cristo,  y que pertenece a la tradición bíblica llamada “sacerdotal”, contiene en sus capítulos 13 y 14 unas prescripciones que expresan el rechazo que causaba la lepra en la antigüedad y la marginación a la que eran sometidos quienes la padecían, debido a una concepción cultural que, además del temor al contagio, asociaba esa enfermedad con el pecado.
Por eso, para entender ciertos pasajes bíblicos como el de la primera  lectura de hoy, es importante tener en cuenta que en la Biblia se refleja una evolución en la forma de entender las situaciones humanas, con respecto a las cuales Jesús muestra una actitud totalmente distinta de la tradicional hacia quienes, por una enfermedad como la lepra eran rechazados y excluidos de la sociedad.


2.- Jesús revela la cercanía y la acción compasiva de Dios en favor de los excluidos
Una de las características del comportamiento de Jesús es su disposición constante a acercarse y acoger a quienes eran rechazados por los que se creían “puros” y se apartaban de los enfermos para así permanecer supuestamente “incontaminados”. Jesús, al contrario de éstos, se acerca a todos los que sufren, cualquiera que sea su condición. En el relato que nos trae hoy el Evangelio podemos apreciar precisamente cómo Jesús deja que el leproso se le acerque. Esta forma de actuar era inconcebible para sus contemporáneos, sobre todo para quienes se preciaban de seguir a la letra las prescripciones rituales: los sacerdotes y demás ministros del antiguo culto religioso hebreo, como también los “doctores de la Ley”.
Pero no sólo deja que se le acerque y le diga “si quieres puedes limpiarme” –un acto humilde de fe en el poder sanador de Jesús–, sino, además, sintiendo compasión, extendió la mano y lo tocó diciendo: “quiero, queda limpio”, manifestando así que la cercanía sanadora de Dios es un hecho palpable y transformador para toda persona que reconoce su necesidad de ser liberada del mal. Es más: al tocar al leproso, Jesús estaba contraviniendo la norma que mandaba no tener contacto con quienes padecían la lepra, y con este gesto indica hasta dónde llega la misericordia divina: hasta pasar por encima de los ritos tradicionales para sanar al que sufre y reincorporarlo a la vida social.

3.- Jesús no quiere que se confunda su misión con la de un milagrero explotador
Marcos es el que más insiste en lo que los estudiosos de los textos evangélicos llaman “el secreto mesiánico”, consistente en la orden que Jesús les daba, a las personas que había curado, de no divulgar sus milagros (“No se lo digas a nadie”, le ordena a quien ha sido sanado de la lepra). Con esta prohibición, trataba de evitar que sus hechos fueran malinterpretados en el sentido de un falso mesianismo, totalmente opuesto a la forma en la que Él entendía su misión. Sin embargo, quienes eran sanados no se aguantaban las ganas de proclamar lo que Él había hecho en su favor, de tal modo que, como cuenta el Evangelio, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios. Lo que quiere mostrar el evangelista es que Jesús no quería ser confundido con un curandero mágico como tantos que explotan a la gente con fines de lucro personal.
El relato de la curación del leproso es una muestra de hasta dónde llega la compasión del Dios revelado en Jesús: hasta compartir Él mismo la suerte de los marginados, pues también a Él se le discrimina y se le rechaza por dejar que ellos se le acerquen, y se ve obligado a confinarse en sitios apartados. ¿Cuál es nuestra actitud con respecto a los que sufren? Hay situaciones que pueden ser resultado de comportamientos de los cuales son responsables quienes las padecen, pero también puede haber otras causas, y de cualquier forma todo ser humano que sufre y reconoce su necesidad de salvación tiene derecho a ser tratado con compasión. ¿Es nuestra actitud discriminadora y excluyente como la de quienes se consideran mejores y desprecian a los demás, o misericordiosa como la de Jesús, que se acerca compasivamente a los que sufren, a los rechazados y marginados?-

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