martes, 26 de junio de 2012

Cumpleaños de Magdalena Lamus‏




En este 26 de junio, día del cumpleaños de Magda, un recuerdo lleno de

afecto y agradecimiento hacia ella, ahora gozando plenamente de la
fiesta de la vida . Quiero recordar - especialmente conmovido - que el
día del funeral de Magda, cuando estábamos entregando su cuerpo para
la cremación, mi hermana Clarita se acercó al féretro, y leyó la bella
oración "Silencio y paz" de Ignacio Larrañaga, que después se imprimió
junto con su fotografía, como recordatorio. Ahora ambas gozan de la
plenitud de Dios y disfrutan de su feliz eternidad.
Vienen muchos recuerdos, todos gratos, de los momentos de compartir en
su casa, siempre bien recibidos, del trabajo conjunto aquí en la
universidad, las lecturas, el cine, la buena música, y en todo ello un
reflejo elocuente de su exquisita humanidad.
La felicidad de sus viajes a Ecuador y Argentina, el disfrute de sus
nietos, ahora Sofía cuidada por ella desde la bienaventuranza. Dentro
de unos minutos , en este amanecer bogotano, iré a celebrar la
Eucaristía, como lo hago cada mañana, y una vez más bendeciré al buen Dios
por la bella vida de Magdalena Lamus.
Gracias a todas las habitantes de la Mansión Lamus por el don de la
amistad y por haberme hecho parte del tejido de sus afectos, con Magda
a la cabeza.
Feliz cumpleaños interminable!!!!!
Un abrazo grande,





Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

domingo, 24 de junio de 2012

Biblia y Ecología, por Alejandro Londoño, S.J., Ciclo B, XII domingo de tiempo ordinario 24 de junio del 2012.

“MÁS QUE POESÍA”
(Los Salmos)
Los Salmos se suelen dividir en tres categorías. La primera, los himnos. Son ante todo, alabanzas a Dios empleadas en las liturgias comunitarias, aunque también se compusieron para festejar la coronación de los reyes, para exaltar a Jerusalén y su gran templo, para animar peregrinaciones.
La segunda categoría incluye los salmos de súplica. Y unos muy parecidos a los anteriores, los de confianza; bellas oraciones de alegría y paz. A estos podríamos añadir los himnos de acción de gracias.
La tercera categoría incluye los salmos didácticos o de instrucción. Estos a su vez pueden ser proféticos, litúrgicos, históricos o sapienciales, según el lugar y objetivo con que fueron compuestos.
En los Encuentros y Retiros, una práctica que se ha vuelto común, es ofrecer a los participantes momentos para contemplar la naturaleza. Se les invita a ver, a mirar y a admirar. Pocos grupos son capaces de llegar hasta el tercer nivel, de la contemplación. Otros se quedan en detallar la belleza de los paisajes, de los árboles o de las flores. Al final del ejercicio, quien coordina la experiencia, propone rezar despacio un salmo o componer uno entre todos.
Con frecuencia se elige el que se encuentra en el libro de Daniel (cap. 3,46-90), llamado Cántico de los tres jóvenes, donde se invita a bendecir y alabar el Creador por sus acciones. Se enumeran allí 26 obras, tanto del firmamento como de los mares y la tierra. A ellas habría que añadir las personas a las que propone unirse en las alabanzas, como serían los sacerdotes, los santos y por supuesto a Ananías, Azarías y Misael.
De los salmos vamos a seleccionar algunos, por si alguien desea consultarlos. Que admirable es tu nombre en toda la tierra (salmo 8), en donde se destaca el poder que Dios le ha dado al hombre sobre los rebaños y ganados, las bestias salvajes, los pájaros del cielo y los peces del mar.
Otro muy onomatopéyico, es La voz del Señor (salmo 29). Una voz que resuena en las tempestades que azotan los bosques, los desiertos, las aguas. Habría que escuchar a Fidel Oñoro, un biblista que goza en sus cursos entonándolo con la sonoridad del hebreo.
Otro salmo muy bello es el 66: Oh Dios, que admirable son tus obras. Se invita a cantar al Señor por la manera en que gobierna la creación. Como todos los salmos, tiene mucho de anticapitalista. No son un negocio con Dios, sino una acción de gracias, sin intereses económicos.
Un salmo, todo él muy ecológico es el 104, Señor, todo lo hiciste con sabiduría. Según parece se inspira en un himno de tiempos del faraón Adenaton, siglo XIV a.C. El autor hebreo, al describir la Creación, parece solazarse en pintar ecosistemas.
He aquí uno: “De los manantiales sacas los ríos, que corren entre las montañas, en ellos beben todos los animales del campo, y los asnos salvajes apagan su sed. En las riberas anidan las aves del cielo que dejan oír su canto entre las ramas. Desde tu morada riegas las montañas; con tu acción fecundas la tierra. Haces que brote la hierba para el ganado, y que crezcan las plantas que el hombre siembra, así produces el pan de la tierra, el vino que alegra a los hombres, el aceite que hace brillar su rostro y el alimento que le da fuerza”.
Compitiendo con el anterior, para circunstancias parecidas de Retiros Espirituales, se emplea el salmo 139: Oh Dios, qué profundos son tus proyectos. Habla de una presencia íntima de Dios (v.1-6), de una presencia universal (v. 7-12), una presencia amorosa (8-18) para terminar con una reacción contra los ateos y malvados de su tiempo (v.19-24). Y por si faltaran más, tenemos los salmo 148: Alaben el nombre del Señor y el 150: Todo viviente alabe al Señor.
Para no hablar más de Retiros, pensemos en cuántas reuniones de peritos en Medio Ambiente, terminan sin una pequeña oración de gratitud. Alguien las comparaba como aquel que se metiera a la ducha y la abriera, pero cubierto con un paraguas para no dejarse empapar. Se olvidan que Ecología y Espiritualidad son parientes cercanos.

Sugerencias:
Realizar en el campo abierto el ejercicio del Ver, Mirar y Admirar, dándole dos minutos a cada instancia. Después complementar con los comentarios.
Repetir algunos de estos salmos y luego entre todos crear uno propio con el aporte de todos los miembros.

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 12B TO Nacimiento de Juan el Bautista, 24 de junio de 2012

“¿Qué va a ser este niño?” (Lc 1, 57-66. 80)
Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy presenta el nacimiento de Juan el Bautista. Un acontecimiento admirable, tanto que la gente decía: ¿Qué será este niño? Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Lucas (Lucas 1, 57-66. 80)

NARRADOR/A A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:
ANA "No. Se va a llamar Juan".
NARRADOR/A Le replicaron:
VECINOS "Ninguno de tus parientes se llama así".
NARRADOR/A Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:
ZACARÍAS "Juan es su nombre".
NARRADOR/A Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
VECINOS "¿Qué va a ser este niño?"
NARRADOR/A Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Pregunta 1 – ¿Quién es el más grande en el Reino de Dios?
Nosotros tenemos estadísticas para medir a todos: el hombre más alto, el más rico, la mujer mejor vestida… Pero ¿cómo medir a los servidores de Dios?
Jesús dijo de Juan el Bautista: "Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él".
De él hacemos fiesta no sólo en el aniversario de su muerte, como con todos los santos, sino hasta en el de su nacimiento. Algo que sólo hacemos con Jesús y la Virgen.
El nacimiento de Juan el Bautista fue fruto de la compasión de Dios. Sus padres Zacarías e Isabel no tenían hijos, y pedían a Dios poderlos tener.
Zacarías era sacerdote y le tocó entrar en el Sancta Sanctorum del Templo con el incienso. Y allí dentro se le apareció un ángel, que le dijo:
- “Tu oración ha sido escuchada. Tu mujer Isabel tendrá un hijo a quien llamarás Juan”.
- ¿Qué garantía me das?, le preguntó Zacarías.
- Por no creerme, quedarás mudo, le replicó el ángel.
Efectivamente, cuando salía de lo más santo del templo, no podía hablar.
Pero Isabel quedó pronto embarazada. La misma Virgen vino a felicitarla y ayudarla en las faenas de casa.
Y cuando nació el niño, todos le querían poner el nombre de su preferencia.

Pregunta 2 – ¿Fue fácil ponerle por nombre Juan?
No fue fácil. "Al octavo día fueron al templo para cumplir con el niño el rito de la circuncisión y ponerle un nombre".
El nombre en la Biblia indica una vocación, una misión, un ministerio, una elección de Dios, un propósito; el nombre es ya en sí una buena noticia.
A Simn Jesús le puso ‘Roca, Piedra o Pedro’. A los hijos de Zebedeo Jesús los llamo ‘Hijos del Trueno’.
El nombre del padre de Juan, “Zacarías”, significa "Dios se acuerda". Muchos querían ponerle ese nombre, pues “Dios se acordó” de la oración de su padre.
Pero la madre intervino diciendo:
"No. Se va a llamar Juan". Le replicaron:
"Ninguno de tus parientes se llama así".
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:
"Juan es su nombre".
Todos se quedaron extrañados. Pero era el nombre que le había mandado el ángel poner al niño.
E inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Y corrió la noticia por todas las montañas de Judea. Y todos los que la oían, decían:
"¿Qué va a ser este niño?"
Y el niño fue creciendo, y su carácter se afianzaba. Y Dios lo fue guiando tanto en el propósito fundamental de su misión como en los detalles de su vida: dónde viviría (en el
desierto), de qué se alimentaría (de miel y langostas), cómo vestiría (de piel de camello).

Pregunta 3 – ¿Qué necesitamos para discernir aquello para lo que Dios nos llama?
Nosotros también necesitamos de algún tipo de desierto en nuestra vida, donde podamos escuchar la voz de Dios. Necesitamos repetir en nuestra oracin la frase de Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3;10).
Y para ser fieles a la llamada de Dios, necesitamos el coraje y la disciplina para mantenernos alejados de cualquier estilo de vida, que no nos ayude a lo que Dios quiere para nosotros. Juan el Bautista es grande, no porque Dios lo llamó a una misión especial, sino porque caminó en la senda que lo llevaba a lo que Dios quería de él.

Pregunta 4 – ¿Qué significa ‘Juan’?
Y le pusieron por nombre ‘Juan’, que significa “El favor de Dios”, "Dios favorece", “Dios regala”, “Dios nos llena de bendiciones”.
Juan es el favor que Dios le hizo a aquella familia. Es también el favor de Dios para un pueblo que siempre espera al Mesías, a Jesús ("El que salva").
Juan es el favor, la gracia, el puente que une el Antiguo y el Nuevo Testamento. De Juan se valdrá Dios para señalar al Cordero de Dios, para preparar su camino.
El nacimiento de Juan coincide con el comienzo de una nueva era en la relación de Dios con la humanidad, una era que se caracteriza por la gracia y no por la ley (el Nuevo
Testamento). Las palabras de Isaías en la Primera Lectura de hoy se aplican igualmente a Juan el Bautista: “El Seor me llam antes de que naciera, me llamó cuando aún estaba en el
vientre de mi madre,… me form en el vientre de su sierva” (Is 49:1,5).
Juan Bautista, es decir, “el favor de Dios”, quiso vivir en plenitud lo que su nombre significaba: Un nombre nuevo para un tiempo nuevo, para una vocación nueva.
Dios siempre tiene algo que ver en el nacimiento de sus servidores y de todos nosotros.
Somos como Juan Bautista: debemos preparar el camino a Jesús.
Juan Pablo II decía a los jovenes de Venezuela: “Jovenes, abran las puertas a Jesús” (al corazón de Cristo).
Íigo de Loyola tom el nombre de ‘Ignacio’ de Loyola, no se sabe con certeza por qué razón. Quizá porque ‘Ignacio’ viene del latín “Nacido del fuego” (fervoroso). También puede ser porque le llamaba la atención S. Ignacio de Antioquía, que, condenado a ser devorado por las fieras del Coliseo de Roma, quería ser triturado entre sus dientes como el pan eucarístico.

Pregunta 5 – Si pudiera cambiar de nombre, ¿cuál elegiría que representara
mi nueva identidad recibida de Dios?
Para conocer dicha misión, debo hacer oración. Nuestra grandeza como hijo de Dios, como la de Juan el Bautista, consiste en descubrir para qué nos ha creado Dios y vivir de acuerdo a ello. Para ellos son los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio.
Nuestra grandeza como hijos de Dios, como la de Juan el Bautista, consiste en descubrir para qué nos ha creado Dios, y en vivir los requisitos de esa llamada sin componendas. Nuestra tarea es despertar y hacer realidad lo que Dios quiere para nosotros. Esta es nuestra vocación cristiana, nuestra llamada: ser camino que lleva a Jesús, ser voz que anuncia a Jesús, ser luz que ayuda a encontrar a Jesús. Juan decía después: "Él debe crecer, yo debo disminuir".

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Juan el Bautista nos grita: “Preparen los caminos del Seor”. Jesús nos espera  para iniciar, o reanudar, nuestro camino con Él. Caminemos con Él.


FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo XII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 4, 35-41) 24 de junio de 2012

“¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?”
Recibí hace unos meses el siguiente texto: “Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta. ¿Dios creó todo lo que existe? Un estudiante contestó valiente: Sí, lo hizo. ¿Dios creó todo?, preguntó nuevamente el profesor. Sí señor, respondió el joven. El profesor contestó, "Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo". El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito”.
Otro estudiante levantó su mano y dijo: ¿Puedo hacer una pregunta, profesor? Por supuesto, respondió el profesor. El joven se puso de pie y preguntó: ¿Profesor, existe el frío? ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío? El muchacho respondió: De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío, en realidad es la ausencia de calor. "Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor".
Y, ¿existe la oscuridad? Continuó el estudiante. El profesor respondió: Por supuesto. El estudiante contestó: Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.
Finalmente, el joven preguntó al profesor: Señor, ¿existe el mal? El profesor respondió: Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, gracias a el vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal. A lo que el estudiante respondió: El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado. El joven se llamaba Albert Einstein”.
La pregunta por el mal está y estará presente frente a nuestra fe vacilante. Los discípulos, ante la tormenta que los amenaza, se acercan a Jesús que duerme en la parte de atrás de la barca, apoyado sobre una almohada y lo despiertan con esta pregunta: “¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?” La respuesta de Jesús fue dar una orden al viento para que se calmara. Inmediatamente, confronta a sus discípulos y les pregunta: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Todavía no tienen fe?”. Eso mismo sentimos que nos pregunta el Señor cuando nos sentimos atenazados por el mal. Pero éste no es más que ausencia de Dios y la mejor forma de atacarlo es dejándonos llenar por esa luz que no conoce ocaso y que nos calienta el corazón.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo, por Gabriel Jaime Pérez, S.J., XI Domingo del Tiempo Ordinario -B-, Junio 24 de 2012


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A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor había tenido con ella una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: “¡No! Se va a llamar Juan”. Le replicaron: “¡Ninguno de tus parientes se llama así”. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente Zacarías recuperó el habla, y empezó a bendecir a Dios.
Los vecinos quedaron impresionados, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: “¿Qué va a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; y vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel (Lucas 1, 57-66.80).
Los únicos nacimientos que la Iglesia católica celebra en su liturgia son el de Jesús, el de María santísima y el de san Juan Bautista. De esta forma la Iglesia ha querido expresar la importancia de este personaje que, en palabras de San Agustín (siglo IV d.C.) “viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo” (Oficio de Lectura, 24 de junio, Sermón 293, 1-3). Y es tan importante, que la fiesta de su nacimiento se celebra con las oraciones y lecturas propias, aunque la fecha caiga en domingo. Meditemos sobre lo que significa para nosotros esta conmemoración, a la luz de las lecturas de hoy: Isaías 49, 1-6; Salmo 139 (138); Hechos 13, 22-26; Lucas 1, 57-66.80.


1. Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre»
En una homilía sobre san Juan Bautista, el papa Juan Pablo II dijo: “Dios nos conoció y nos amó antes aún de que nuestros ojos pudieran contemplar las maravillas de la creación. Todo  hombre al nacer recibe un nombre humano. Pero antes aún, posee un nombre divino: el nombre con el que Dios Padre lo conoce y lo ama desde siempre y para siempre. Eso vale para todos, sin excluir a nadie. Ninguna persona es anónima para Dios (…). A sus parientes sorprendidos, Zacarías les confirma el nombre de su hijo escribiéndolo en una tablilla. Dios mismo, a través de su ángel, había indicado este nombre, que en hebreo significa Dios es favorable. Dios nos es favorable a todos los seres humanos: quiere nuestra vida, nuestra salvación” (Misa en el Aeropuerto de Chayka -Kiev- , 24 de junio de 2001).
Los nombres bíblicos suelen tener significados específicos para indicar la forma en la que Dios se relaciona con quienes los llevan. Por ejemplo, el mensajero que le anuncia a Zacarías que su esposa Isabel va a tener un hijo, es el arcángel Gabriel, nombre hebreo que significa Fuerza de Dios. El nombre Isabel, a su vez, significa Aquella a quien Dios ha ayudado. Zacarías quiere decir en hebreo Dios se acuerda. Y con el nombre Juan (que también significa Dios ha compadecido) se resalta la misericordia de Dios no sólo con sus padres sino con toda la humanidad, al propiciar el nacimiento de aquel niño que sería el precursor de nuestro Señor Jesucristo.
A cada uno de nosotros nos ha llamado también el Señor para realizar una misión que podemos conocer mediante un discernimiento que nos lleve a descubrir cuál debe ser nuestro proyecto de vida en coherencia con su plan creador y liberador. Por eso, al celebrar el nacimiento de san Juan Bautista, preguntémonos cómo estamos realizando nuestra misión, y qué debemos hacer para realizarla cada día mejor.

2. Zacarías recuperó el habla y empezó a bendecir a Dios

San Agustín escribió lo siguiente acerca del Evangelio de hoy: “Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquél a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo (del templo) al morir Cristo en la cruz. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y él respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio” (Sermón 293, 1-3).
Todos los creyentes estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe. Zacarías, que era sacerdote del templo de Jerusalén,  había quedado mudo por su falta de fe en la promesa de Dios, quien le había anunciado que Isabel, ya mayor, iba a dar a luz, y recuperó el habla cuando reconoció como su hijo concedido por la misericordia de Dios a quien sería la voz que clama en el desierto. Asimismo nosotros: podemos comunicar adecuadamente lo que Dios significa para nuestra vida cuando reconocemos con fe el poder infinito de su amor.
3. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: “¿Qué va a ser este niño?”

Este interrogante de los vecinos de la familia de Juan volverá a resonar cuando sus discípulos y quienes lo escuchen hablar a orillas del río Jordán le pregunten si él es el Mesías prometido. Juan les responderá: Yo no soy lo que ustedes piensan, sino que después de mi vendrá otro al cual no soy digno de desatarle las sandalias (segunda lectura). Qué diferente esta respuesta de la prepotencia de quienes se creen superiores a los demás y presumen de sus posiciones de poder. “Tú no sabe con quién estás hablando”, suelen decirles a quienes pretenden hacer sentir inferiores. Todo lo contrario al reconocimiento humilde de Juan, que aparece también en los Evangelios.
Juan reconoce y afirma su misión de precursor o preparador del camino de Jesús para que éste pueda ser conocido y seguido por quienes van a ser sus primeros discípulos. También nosotros estamos llamados a preparar el camino para que el Señor pueda llegar a la vida de otras personas: los padres con respecto a sus hijos, los maestros con respecto a sus alumnos, los sacerdotes y demás agentes pastorales con respecto a los integrantes de las comunidades para las cuales trabajan. ¿Cómo estamos cumpliendo nuestra misión? Para realizarla como es debido, tenemos que actuar con humildad, sin prepotencias ni ambiciones de protagonismo. Que el Señor nos ayude a hacerlo así, siguiendo el ejemplo de san Juan Bautista.-

 

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XII B - Nacimiento de Juan Bautista (24-junio-2012)

1. Lecturas:
a. Isaías 49, 1-6
b. Hechos de los Apóstoles 13, 22-26
c. Lucas 1, 57-66. 80

2. La liturgia de este día celebra el nacimiento de Juan Bautista, que es el profeta que sirve de puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, pues anuncia que la salvación, anunciada durante siglos, ya está presente.

3. Los textos nos describen a Juan Bautista como un personaje muy especial, que rompió los moldes convencionales: especial por las condiciones de su nacimiento; especial por su estilo de vida en el desierto; especial por la misión única que le fue confiada. Veamos, de manera esquemática, qué elementos nos ofrecen las lecturas escogidas por la liturgia para esta fiesta:
a. El texto del profeta Isaías pone de manifiesto la vocación personal para cumplir una misión especialísima dentro de la historia de la salvación: “El Señor me llamó desde el vientre de mi madre, cuando aún estaba yo en el seno materno (…..) Te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. Podemos afirmar que este texto de Isaías presenta el gran escenario en el cual se desarrolla el plan de Dios y, más adelante, entrará en escena Juan Bautista, uno de los actores más destacados.
b. El texto de los Hechos de los Apóstoles registra unas palabras de san Pablo, dirigidas a los judíos, en las cuales se refiere a la misión cumplida por Juan.
c. El relato de Lucas nos permite conocer las condiciones excepcionales que acompañaron el nacimiento de Juan, las cuales permiten avizorar que Dios lo tenía reservado para una misión muy especial.

4. Después de esta sencilla visión de conjunto sobre los textos litúrgicos, los invito a preguntarnos ¿qué nos dice la persona de Juan Bautista a nosotros, que participamos en esta eucaristía dominical?
a. Juan es el fruto del amor de Zacarías e Isabel, una pareja piadosa que no había tenido hijos y era de avanzada edad; se ve, entonces, que desde el comienzo de su historia hay una particular intervención de Dios y un llamado personal. Si revisamos nuestra historia de vida, encontraremos innumerables expresiones de la providencia de Dios. Cada uno ha experimentado su presencia amorosa. Por eso para Él no somos seres anónimos, perdidos en la inmensidad de las generaciones que han poblado este mundo… No. Cada uno de nosotros ha sido mirado de manera personal por Dios-amor; esto lo expresa hermosamente el Salmo que hemos recitado: “Tú me conoces, Señor, profundamente: tú conoces cuando me siento y cuando me levanto, desde lejos sabes mis pensamientos, tú observas mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares”.
b. Dios, que nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos, nos invita a colaborar en su obra creadora y salvadora, mediante las actividades diarias que desempeñamos.
c. Juan Bautista asume con pasión su tarea de preparar los caminos del Señor. Asumamos también nosotros con entusiasmo este anuncio de la Buena Noticia de Jesús a una sociedad que está hambrienta de espiritualidad.
d. Uno de los rasgos más atractivos de la personalidad de Juan Bautista es la claridad con que hablaba. Su honestidad lo llevó a denunciar el comportamiento escandaloso del rey Herodes. Su firmeza lo condujo a la muerte. La coherencia de Juan, que tenía total claridad acerca de la línea divisoria que separa el bien del mal, nos debe hacer reflexionar sobre nuestras ambigüedades. Con frecuencia, los padres de familia callan ante el comportamiento equivocado de sus hijos para evitar conflictos; muchas veces los amigos encubren conductas deshonestas y aun ilegales, y lo hacen en nombre de una mala entendida fidelidad a la amistad.
e. Juan Bautista es maestro de objetividad, pues dice lo que tiene que decir sin hacer cálculos de conveniencia política. No exagera, pero tampoco le resta importancia a los hechos. Su afectividad no lo traicionó sino que siempre rindió tributo a la verdad.

5. La acción profética de Juan Bautista no se redujo al ámbito estrictamente personal, es decir, no exhortó de manera exclusiva a la conversión del corazón. Su palabra profética se proyectó hacia lo público, denunciando las acciones escandalosas del gobernante.

6. Ciertamente, sus denuncias debieron causar escozor en el rey Herodes y en su círculo de amigos y colaboradores, quienes hubieran preferido que el profeta hubiera guardado silencio sobre estos asuntos y se hubiera circunscrito al ámbito puramente religioso e íntimo.

7. Juan Bautista interviene en asuntos públicos y lo hace con la autoridad moral que le confería su testimonio de vida, ajena a los juegos del poder. Sus señalamientos se inspiran en la salvaguarda del bien común y el buen ejemplo que deben dar quienes están revestidos de autoridad. Los gobernantes no pueden argumentar que determinadas actuaciones pertenecen exclusivamente a la esfera privada. Los líderes sociales están sometidos al escrutinio público. Esto es más evidente en el mundo actual, en el que los controles sociales son más estrictos en nombre de la democracia, y los medios de comunicación no reconocen territorios vedados a sus averiguaciones.

8. Que Juan Bautista inspire nuestras vidas y que aprendamos de su entrega total a la causa del Reino y de su firmeza en cuanto a los principios éticos que no son negociables.

domingo, 17 de junio de 2012

Biblia y Ecología, por Alejandro Londoño, S.J., Ciclo B, XI domingo de tiempo ordinario 17 de junio del 2012.

Si preguntamos cuándo se celebra el día mundial del Medio Ambiente, un buen estudiante nos responde: el 5 de junio. Si inquirimos el por qué de esa fecha, un perito nos explica que el 15 de diciembre de 1972 la resolución 2994 de la ONU, lo designó como tal. Ese día fue la apertura de la Conferencia de Estocolmo. Si preguntamos por Río + 20, ambos ubicarán fácil esta reunión en este mes junio de 2012.
En la Biblia, aparece antes Mateo que Marcos. Aquel evangelio es más estructurado y más eclesial, por la manera como presenta los temas. Pero Marcos se escribió primero. La fecha de composición se sitúa entre los años 60 y 70, al paso que a la redacción final de Mateo le señalan el año 85.
Marcos no tenía pretensiones de escribir una historia de Jesús. Su afán era pastoral y evangelizador. Buscaba iluminar a una pequeña comunidad de Roma, cuando corrían tiempos difíciles en tiempos de Nerón. Deseaba confirmarlos en la fe. Por eso su estilo ágil, breve, vigoroso, aprovechando los datos y los manuscritos que con que ya contaba.
Sin darse cuenta, estaba inaugurando un nuevo estilo literario: dar a conocer la Buena Nueva, el Evangelio de Jesús. Ya vendrían Mateo y Lucas para explayar más los temas. Y Juan para invitar a meditarlos. Los cuatro nos narran cómo las primeras comunidades vivieron la vida que nos trajo Jesús. No son, por tanto, biografías de Jesús ni manuales de teología.
Si nosotros leemos a Marcos con cuidado, de seguro nos impactan muchas de las acciones de Jesús, muchos milagros y curaciones. Pero sin duda, también nos causará admiración un género muy propio de Jesús: las parábolas.
No se puede afirmar que Jesús inventó esta forma de expresión. Ya existía. Los mismos israelitas la empleaban. Pero Jesús les dio un énfasis especial. Aquellos las empleaban para explicar la Ley. Jesús para invitarnos a entrar en el Reino de Dios. Su finalidad, al usar este recurso pedagógico, es aclararnos qué y cómo es el Reinado de Dios.
Vale la pena resaltar cómo en las parábolas encontramos la capacidad tan grande de Jesús de observar la vida de las personas y de la naturaleza. Ambas cualidades aparecen  en la parábola central de Marcos: El Sembrador. La intención primera de Jesús no era ecológica, en el sentido actual. Era catequética. Con esta parábola (Mc 4,3-20) quería significar más que la gratuidad de parte de Dios, la necesidad de nuestra respuesta para recibir el Reino de Dios.
La parábola de este domingo, el Grano que crece sólo, nos presenta la fe como un regalo gratuito de Dios (Mc 4,26-29). Y lo hace, por así decirlo, con una ecología descriptiva: la tierra da el grano…que crece por sí sólo; este germina así el sembrador esté dormido o despierto…la tierra lo produce y da fruto por sí mismo…primero aparece un tallo, luego la espiga y después el trigo abundante.
Con esta descripción Jesús contrasta la primera parábola para que lleguemos a la verdad. Nos está mostrando cómo la fe es un don que nos da Dios gratuitamente, aunque depende de nosotros aceptarlo y ponerlo a fructificar.
La siguiente parábola, El Grano de Mostaza, apunta al crecimiento del Reino de Dios, así sea con unos comienzos muy pequeños como sucedía con las primeras comunidades. El grano de mostaza se siembra y es la más pequeña de las semillas. Una vez sembrada, crece y se hace la mayor de todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra (Mc 4,30-32).
Jesús es un observador y admirador de la naturaleza. Hoy en niños, jóvenes e incluso muchas personas mayores, sentimos la falta de capacidad de observación, admiración y de contemplación. Es urgente desarrollar estas cualidades, si queremos contar no sólo con peritos en las ciencias del medio ambiente, sino con maestros y sabios.
Los peritos se alimentan de libros y de internet; se sostienen con costosos proyectos de ONGs internacionales. Los sabios, en cambio, gozan de la vida palpitante de los bosques, las cascadas, las praderas, los cultivos. Y desde estas realidades, analizan las consecuencias en la pobreza y tristeza de las personas que no cuentan con el pan de cada día.
Los sabios descubren más fácil el pecado de quienes se empeñan en destruir la naturaleza para obtener ganancias económicas enormes, pero olvidan que “Yo, el Señor derribo el árbol empinado y hago crecer la planta humilde”, como Ezequiel, dice en la primera lectura de hoy.

DIÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 14B del tiempo ordinario 17 de junio del 2012.

Nadie es profeta en su tierra (Mc 6, 1-6)
Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy pinta el fracaso de Jesús en su pueblo. Pero Jesús siguió adelante en la proclamación de la Buena Noticia. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 6, 1-6)

NARRADOR/A – En aquel tiempo fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga: la multitud que lo oía, se preguntaba asombrada:
PUEBLO - ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él. Jesús les decía:
JESÚS - No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
NARRADOR/A – No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.

Pregunta 1 – ¿Cómo es posible que Jesús fracasara en Nazaret, su pueblo?
El fracaso es parte de la cruz de Cristo. Y Jesús fracasó varias veces.
Ya aparece al comienzo mismo del Evangelio de S. Juan: “Y los suyos no le recibieron”.
Después, un discípulo elegido por Él, Judas Iscariote, lo vendió por 30 monedas. Pedro negó que lo conociera. Los discípulos lo abandonaron en la Pasión, excepto Juan, que se queda para cuidar y acompañar a María, la Virgen.

Pregunta 2 – ¿Qué fue lo que le pasó esta vez en Nazaret?
Jesús residía en Cafarnaún, y de allí salía a recorrer las poblaciones vecinas, predicando la Buena Nueva del Reino de Dios, Reino de amor, de paz y justicia. De vez en cuando curaba a algún enfermo. En una de esas correrías llegó a Nazaret, al pueblo donde había pasado la mayor parte de su vida, aunque Él había nacido en Belén.
Durante una visita anterior, su familia “vino para calmarlo: porque decían: “Está fuera de sí”. (Marcos 3, 21).
En esta segunda visita lo tratan un poco mejor. Al menos lo invitan a hablar en la sinagoga. No les queda más remedio: Jesús tiene a sus discípulos con él, y esto le marca como Rabí.
La sinagoga es un centro religioso y social de la comunidad, y la enseñanza es una parte importante del trabajo de la sinagoga. En una época en la que muchos no pueden leer, oír las escrituras leídas y explicadas en la sinagoga era la mejor manera de aprender sobre su herencia religiosa.

Pregunta 3 – ¿Cómo reacciona la gente?
La gente está sorprendida por la sabiduría de Jesús y las maravillas que hace. Ven que sabe leer y explicar las Escrituras. Parece que el pueblo responde de manera favorable y está orgulloso de este muchacho del pueblo, que ha llegado a ser tan importante.
Pero algunos comienzan a dudar y comentan entre ellos:
- “¿No es éste el carpintero, hijo de María? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace?”.
Estaban sorprendidos y admirados sí, pero no creyeron en Él. Los suyos, los de su casa, los de su pueblo, los líderes, no lo recibieron.
Curiosamente en vez de sentir respeto y cariño con quien les habla, sus palabras les ofenden.

Pregunta 4 – ¿Por qué rechazan a Jesús?
Hay tres posibles explicaciones:
- Primero: la gente se admira de su sabiduría, pero no lo acepta por su origen popular. Piensan que se trata de un muchacho local, que se hace el importante. No pueden creer que Dios se manifieste en lo humilde y lo cotidiano.
- Segundo: saben que Jesús no ha pasado por el entrenamiento formal por el que deben pasar los rabinos.
- Tercero: los escribas que habían venido de Jerusalén, cuando su primera visita, habían esparcido rumores maliciosos sobre Jesús, diciendo “que tenía á Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios” (3:22). Y aquellas acusaciones no se habían olvidado.
Los vecinos de Jesús, por lo tanto, sólo están dispuestos a aceptar que él es simplemente un carpintero nada más.
Nunca ha sido fácil predicar en la misma tierra que nos ha visto crecer.
Con razón, a pesar de estar entre los suyos, Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de poner las manos sobre unos pocos enfermos y sanarlos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.
El fracaso es también parte de nuestra vida desde pequeños, y hace falta mucha madurez y sangre fría para ir superando los sinsabores, que van viniendo, e ir avanzando en la vida.
El fracaso es algo común en la vida: en unos más, en otros menos. En deporte se dice: “Hay que saber perder”.
“Es más difícil destruir un prejuicio, que destruir un átomo” (Alberto Eisntein).

Pregunta 5 – ¿Cómo reaccionar ante los fracasos?
El ejemplo de Beethoven.
<El gran músico compositor Beethoven (1770-1827) nos da un ejemplo de cómo superar las dificultades. Estaba muy triste y deprimido por la muerte de un príncipe alemán, benefactor suyo, que era, a la vez, como un segundo padre para él. Pero además los síntomas de sordera empezaron a afectarlo, convirtiéndolo en una persona nerviosa e irritable. Siempre llevaba consigo un cuaderno, en donde la gente podía escribirle, y pensó en suicidarse.
Una noche, una joven ciega, que vivía en el mismo edificio que él, le dijo, gritando a sus oídos:
- “Daría cualquier cosa por ver la luz de la luna”. Esto lo llevó a componer una de las más hermosas piezas de música de todos los tiempos: “Sonata Claro de Luna”
Beethoven sordo retrató, a través de una hermosa melodía, la belleza de la luz de la luna, para que la “viera” una muchacha ciega.
Años después de superar su angustia, su tristeza y su dolor, vino la incomparable
“Oda de la Alegría” de la Novena Sinfonía, su obra magna. Él dirigió personalmente el estreno de la Novena Sinfonía, en 1824, estando ya completamente sordo...
Pero pudo escuchar el aplauso ruidoso de un público emocionado.
Se dice que “La Oda de la Alegría” expresa la gratitud de Beethoven a la vida y a Dios, por no haberse suicidado.>

Pregunta 6 – ¿Aquí en el evangelio se habla de ‘hermanos’ de Jesús. ¿Qué significa eso?
La palabra ‘hermano’ en aquel ambiente podía significar también parientes, primos, etc. En la lengua semita la palabra ‘hermanos’ tiene un sentido más amplio que en nuestra lengua, y puede referirse a la familia extensa e inclusive a todo el pueblo o zona residencial.

Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí tomamos fuerza para superar nuestros fracasos alimentándonos con el mensaje de Jesús, la Comunión de su Cuerpo y su Sangre, y el contacto cariñoso con nuestros hermanos de comunidad.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Domingo XI del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 4, 26-34) 17 de junio de 2012

“(...) lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo”

El Evangelio de hoy nos recuerda algo fundamental para el proceso de construcción de una comunidad de fe: El crecimiento en la vida de comunión, como en todo lo que implica la vida espiritual de las personas, es un regalo de Dios, una gracia. El crecimiento comunitario es un don que es necesario pedir con humildad. Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán, sostiene que "Comunidad cristiana significa comunión en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá ser más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las formas de comunidad que puedan formar los creyentes, desde la que nace de un breve encuentro hasta la que resulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser hermanos es únicamente por Jesucristo y en Jesucristo"(Dietrich Bonhoeffer, Vida en Comunidad).
Hablando del Reino de Dios, que es lo que queremos hacer realidad cuando nos reunimos para construir la comunión fraterna, Jesús nos recuerda que se trata de algo que acontece aún durante nuestros momentos de descanso. El Reino de Dios crece, aunque los que han sembrado la semilla estén despiertos o dormidos: “Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, la recoge, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”.
En este mismo sentido se expresa Pablo, para quien el constructor principal de la comunidad no es el dueño de ésta, ni el crecimiento puede ser atribuido a alguien en particular. Eso le da una característica muy propia a la comunidad cristiana, porque es de Dios y todos los miembros de una comunidad son sólo servidores unos de otros y del proyecto de comunión: “A fin de cuentas, ¿quién es Apolo?, ¿quién es Pablo? Simplemente servidores, por medio de los cuales ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor le señaló; yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado. De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. Los que siembran y los que riegan son iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo. Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenece a Dios” (1 Corintios 3, 5-9).
Hay algunos superiores o responsables de las comunidades que sienten la obligación de responder por el crecimiento de la comunidad y de cada uno de los miembros. Esto los lleva a tomarse demasiado a pecho la santificación de sus súbditos, como si de ellos dependiera este crecimiento espiritual. Dicen que Dios le dijo una vez a un superior y a un ecónomo de una comunidad: “Ustedes encárguense de hacerlos felices; de hacerlos santos, me encargo yo...”.
Pidamos al Señor que en nuestras comunidades de fe, tengamos muy presente esta enseñanza que nos deja el evangelio de hoy. Que tengamos la humildad de reconocer que el que da el crecimiento es Él mismo y que nosotros sólo somos sus colaboradores.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”, puedes escribir a  herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo

El Mensaje del Domingo, por Gabriel Jaime Pérez, S.J., XI Domingo del Tiempo Ordinario -B-, Junio 17 de 2012





En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega”.
Decía también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra”. Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado (Marcos 4, 26-34).

Jesús proclamó desde el inicio de su predicación la llegada del Reino de Dios, y también decía que éste podía estar dentro de cada persona que acoge su buena noticia con sencillez de corazón. Y para explicarnos cómo llega a nosotros su Reino, es decir, de qué modo actúa Dios con el poder de su amor en nuestra existencia personal y en la historia humana, nos presenta sus parábolas, muchas de las cuales, como las que contiene el Evangelio de hoy, empiezan con una frase sugestiva: “El Reino de Dios se parece a…”. Veamos cómo podemos aplicar a nuestra vida lo que nos enseña Jesús en las dos parábolas del Evangelio de hoy (Marcos 4, 26-34), y tengamos también en cuenta para nuestra reflexión las otras lecturas bíblicas de este domingo (Ezequiel 27, 22-24; 2 Corintios 5, 6-10).
1. Como un hombre que echa el grano en la tierra
En esta primera parábola, el Reino de Dios es Dios mismo que siembra y deja que la semilla se desarrolle. La primera lectura, tomada del libro del profeta Ezequiel, del Antiguo Testamento, nos presenta precisamente a Dios como un sembrador: “Así dice el Señor: Yo también tomaré un renuevo de lo más alto de la copa del cedro… y lo plantaré en un monte alto y eminente…; extenderá sus ramas y dará fruto, y llegará a ser un cedro majestuoso. Debajo de él anidarán toda clase de aves, a la sombra de sus ramas…
Seguramente Jesús estaba evocando esta profecía, referida originariamente a la acción de Dios en favor del pueblo de Israel, cuando les decía a sus discípulos que el Reino de Dios es como un hombre que siembra, y este mismo fue el sentido de otra de sus parábolas que aparecen en los Evangelios, la del sembrador que va esparciendo las semillas que caen unas en tierra mala y otras en tierra buena. Ahora nuestro Señor aplica el anuncio profético no sólo a aquél pueblo, sino a toda la humanidad, pues su Buena Noticia acerca de la llegada del Reino de Dios es un mensaje universal.
Lo que Jesús nos quiere mostrar ante todo es la paciencia infinita de Dios. Él ha sembrado en nosotros la semilla con su Palabra encarnada, que es Jesús mismo, nos comunica su Espíritu y nos invita a seguir sus enseñanzas para que nuestra vida se desarrolle espiritualmente y produzca frutos. Sin embargo, Él mismo sabe que este desarrollo tiene su tiempo, y por eso espera pacientemente hasta que llegue el momento de la cosecha.

2. Como la tierra que da su fruto por sí misma
Dios es el sembrador, pero no pretende hacerlo todo. Él deja que la tierra realice su labor dando fruto “por sí misma”. De esta forma lo que Jesús nos está enseñando es que la gracia de Dios no excluye la acción del ser humano, que es precisamente a lo que Jesús se refiere en la segunda parte de la primera parábola.
Él espera que nosotros correspondamos a sus cuidados esforzándonos por cumplir su voluntad, que es voluntad de amor, porque el Reino de Dios es el poder del Amor que es Él mismo. En consecuencia, el desarrollo del plan salvador de Dios para cada uno y cada una de nosotros implica la colaboración de nuestra parte. Dios realiza lo que le corresponde y está siempre dispuesto a ayudarnos, pero deja en nosotros respetuosamente la responsabilidad de esforzarnos por crecer espiritualmente y dar fruto.

3. Como la semilla más pequeña
La otra de las parábola que nos trae el Evangelio de hoy tiene en común con la anterior la invitación a la paciencia, y por lo mismo a la esperanza en un Dios que sabe esperar a que lo comenzado en una semilla tan pequeña como el grano de mostaza, termine en el árbol grande y frondoso en cuyas ramas y a cuya sombra puedan anidar las aves.
El Reino de Dios, en efecto, comienza por lo pequeño por lo sencillo, y va creciendo gracias a la acción continua y pacientemente transformadora de su Espíritu Santo. En este sentido, la parábola del grano de mostaza consiste en una invitación a no desanimarnos a pesar de la sensación de la lentitud con que parece obrar Dios mismo en medio de un mundo que le rinde culto a la eficiencia instantánea y mágica del éxito fácil y sin esfuerzo. Esta mentalidad nos impulsa a querer los resultados inmediatos. Pero, así como un árbol necesita tiempo para crecer y desarrollarse, así también el desarrollo de nuestra vida en el Espíritu no puede darse en plenitud de la noche a la mañana. Necesitamos tiempo para crecer en el amor, para que la acción del Espíritu Santo nos vaya transformando y vaya produciendo en nosotros los frutos esperados. Dios es paciente con nosotros. Por eso también nosotros debemos ser pacientes unos con otros y, con la ayuda de Dios, permitirles a los demás el tiempo necesario para crecer.
Concluyamos esta reflexión citando a una de las mujeres más importantes del santoral de la Iglesia: Teresa de Ávila, también conocida como Teresa de Jesús (1515-1582), uno de cuyos escritos poéticos más bellos nos invita a reconocer y vivir la virtud de la paciencia:
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta…
Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza.-

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI B (17-junio-2012)

1. Lecturas:
a. Profeta Ezequiel 17, 22-24
b. II Carta de san Pablo a los Corintios 5, 6-10
c. Marcos 4, 26-34

2. En la liturgia de este domingo, predominan las imágenes tomadas de la vida del campo. Tenemos que ubicar este lenguaje en el horizonte de una sociedad tradicional cuya actividad económica estaba centrada en la agricultura y la ganadería:
a. Por eso, el profeta Ezequiel manifiesta el mensaje de Dios en palabras campesinas: “Yo tomaré un renuevo de la copa de un cedro, de su rama más alta cortaré un retoño. Lo plantaré en la cima de un monte excelso y sublime. Lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Echará ramas, dará fruto y se convertirá en un cedro magnífico”.
b. El evangelista Marcos reproduce unas enseñanzas de Jesús que describen el desarrollo del Reino de Dios mediante la imagen de la “semilla”: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra una semilla en la tierra…”

3. Para las personas que están familiarizadas con las faenas del campo, estas imágenes son muy sugestivas, pues expresan, de manera sencilla y elocuente, la acción de Dios en nuestros corazones y en la vida de las comunidades. Así como la vida nueva que se desarrolla en un retoño o en una semilla requiere unas condiciones para que pueda convertirse en una planta adulta (temperatura, humedad, oxígeno, luz, nutrientes, etc.), así la gracia de Dios exige, de parte nuestra, acogerla favorablemente sin generar resistencias.
4. Estas inspiradoras imágenes del retoño y la semilla nos ayudan a comprender que la existencia humana debe ser entendida como un conjunto de procesos y que hay que estar atentos para que se den las condiciones favorables que permitan avanzar. Teniendo como telón de fondo estas imágenes, los invito a hacer unas sencillas reflexiones sobre lo que significa la educación en la fe y en los valores.

5. ¿Qué aportan estas imágenes del retoño y la semilla para una mejor comprensión de lo que significa la educación en la fe?
a. Cada uno de nosotros construye un modelo particular de relación con Dios, así como cada hijo tiene una manera propia de interactuar con sus padres. Ciertamente, en el plan de Dios esta relación debería basarse en la confianza total en Él, que nos colma de bendiciones.
b. Sin embargo, la experiencia nos dice que muchas personas alimentan su relación con la trascendencia de sentimientos como el temor o el interés o la sospecha… Todo, menos la confianza. ¿Por qué? El corazón humano es muy complejo y cada uno tiene sus propias historias íntimas… Es posible que estas maneras atormentadas de relacionarse con Dios sean el resultado de experiencias negativas en la educación religiosa o del mal ejemplo de los mayores o porque se sintieron agobiados por los escándalos de los que se decían anunciadores de Dios, etc.
c. Utilizando las imágenes que nos proporcionan las lecturas de hoy, podríamos decir que los retoños y semillas de fe y espiritualidad estaban enfermos desde sus orígenes, y además no contaron con las condiciones adecuadas para convertirse en plantas vigorosas.

6. ¿Qué aportan estas imágenes del retoño y la semilla para una mejor comprensión de la educación? La educación en los valores, que nos permite una adecuada inserción en la vida social, es un proceso que toma años, que cobra muy caro los errores y que está fuertemente condicionado por el ejemplo de los adultos:
a. Pensemos, por ejemplo, en el respeto como un valor esencial para la convivencia social. Se va interiorizando a través de la observación de los modelos de comportamiento que el niño tiene a su alrededor. Los adultos no somos conscientes del daño devastador que causamos en los niños y en los jóvenes a través de nuestros comentarios imprudentes y de las acciones negativas que llevamos a cabo en la vida familiar y social.
b. Los niños son muy frágiles; su proceso de desarrollo, en lo positivo y en lo negativo, se nutre de lo que producen muchos agentes externos (familia, compañeros de colegio, medios de comunicación, sociedad de consumo, etc.) Por eso las imágenes del retoño y la semilla son un llamado de atención sobre nuestros comportamientos como adultos: ¿qué mensajes de valores y antivalores estamos transmitiendo con el ejemplo que damos?

7. El profeta Ezequiel y el evangelista Marcos utilizan las imágenes del retoño y la semilla para referirse a la acción de Dios. Estas imágenes sencillas, tomadas de la vida del campo, nos invitan a leer la vida como un delicado proceso de crecimiento y maduración. Este proceso se ve continuamente amenazado por la acción de innumerables agentes, y en cualquier momento se puede frustrar. De ahí la importancia de asumir una actitud vigilante y crítica, y no sentirnos seguros como si estuviéramos definitivamente blindados frente a las crisis.

domingo, 10 de junio de 2012

Biblia y Ecología, por Alejandro Londoño, S.J., el Corpus Christi Junio 10 del 2012

Se suelen llamar temas bíblicos, a ciertos tópicos que se repiten a lo largo de toda la Biblia. Por ejemplo, la Hora. Es natural que recordemos la frase: Llegó la hora del poder de las tinieblas. Pero ya estaba presente en el Antiguo Testamento cuando se habla de la hora de Yahvé y en las muchas frases de Jesús para referirse al  acontecimiento cumbre de la historia, su muerte y resurrección.
El tema del Pan recorre toda la Biblia, incluyendo de algún modo, el mismo maná. Es frecuente en las homilías del Corpus hacer alusión a la multiplicación de los panes y en ocasiones a la misma Iglesia, como Cuerpo de Cristo.
Suele impresionar mucho la reflexión sobre cuántas personas se necesitan para que tengamos una hostia, un pan, sobre el altar. Habría que enumerar a los campesinos que preparan la tierra, la abonan, siembran la semilla en los surcos, después deshierban la maleza, recogen las espigas y las ponen a secar. Habría que añadir los trabajadores que han construido los secaderos, los choferes que conducen los carros, los obreros que fabrican la gasolina, las llantas, los metales de los carros, las carreteras, los puentes… hasta los vendedores.
La Viña es otro de esos temas, que recorre toda la Biblia. Lo encontramos, por ejemplo, en una parábola bien expresiva, la Canción de la Viña, donde Isaías narra la acción de Dios con el pueblo de Israel: “Mi amigo tenía una viña en una fértil colina. Cavó la tierra, quitó las piedras, plantó sepas selectas, construyó en medio una torre y excavó un lagar. Esperaba que diera buenas uvas, pero dio racimos amargos” (Is. 5,1-3).
Esta parábola está pletórica de palabras de tipo ecológico: sembrada en colina fértil, se cavó la tierra, se plantaron cepas selectas, se esperaban uvas selectas. Sólo dio agrazones, uvas amargas. Sigamos: la colina quedó convertida en un lugar desértico; que ya no podan ni limpian, sino que se llena de espinas y cardos, sobre el cual no llueve y por eso expresa la misma desolación y violencia.
Las frases finales, “Esperaba cumplimiento de la Ley y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (v.7), podría servirnos, mutantis mutandis, para quejarnos de nuestras actuales barbaridades antiecológicas:  la deforestación del Amazonas para negociar maderas finas o sembrar coca, la minería irresponsable, muchos otros de Latinoamérica. Todos estos fenómenos culpables del calentamiento global.
En uno de los salmos, encontramos una alusión al mismo tema: “Arrancaste una viña de Egipto y expulsaste naciones para plantarla; le preparaste el suelo, echó raíces y llenó esta tierra. Su sombra cubrió las montañas, sus ramas los cedros gigantescos, extendió el ramaje hasta el mar, sus retoños hasta el río Eufrates”. (Sal 80, 9-12). En este mismo salmo se implora el perdón de Dios por la infidelidad del pueblo: “Dios todopoderoso. Atiéndenos, mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,  la planta que sembraste…” (v. 15 y16).
La respuesta de Dios la conocemos: Nos envía a Jesús como Vid verdadera, que nos trae la vida. Más aún que se queda como vida en la Eucaristía! Pero el mismo Jesús, con la parábola de los labradores asesinos, no quiere que olvidemos la muerte de muchos profetas, incluso la suya, que como heredero murió fuera de la viña (Mt 21,33-43).
Pasemos a posibles aplicaciones a la vida; desde la reflexión sobre los excesos que se cometen con el vino, hasta las preciosas celebraciones de primeras comuniones, cumpleaños, grados, matrimonios, etc. con la presencia del Pan y del Vino. Lo mismo los abusos, como en el caso de la cocaína, destruyendo bosques y acabando con vidas humanas, pero también cómo muchas personas han encontrado en el mate de coca, la solución a un peligro grave, como es el mal de altura o soroche.
Y cuántos cristianos han hallado en la Eucaristía, la plenitud de vida espiritual. A eso estamos invitados hoy.

IÁLOGOS sobre el Evangelio del Domingo, por José Martínez de Toda, S.J., Domingo 10B Corpus Cristi, 10 junio 2012

“Tomen: esto es mi cuerpo, y ésta es mi sangre” (Mc 14.12-16.22-26)
Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy nos habla de algo inaudito: un hombre-Dios, Jesús, hace que podamos tenerlo entre nosotros, a pesar de los siglos que han pasado desde su Muerte; más aún, que podremos comer su carne y beber su sangre. Él anunció con valiente esperanza el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de paz y justicia, que se preocupa especialmente de los pobres; y, amándonos hasta el extremo, fue fiel en esa misión hasta la muerte. Escuchémoslo.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (Marcos 14. 12-16. 22-26)

NARRADOR/A – El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
DISCÍPULOS – "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"
NARRADOR/A – Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
JESÚS – "Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Él les enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparen allí la cena".
NARRADOR/A – Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
JESÚS – "Tomen, esto es mi cuerpo".
NARRADOR/A – Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:
JESÚS – "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. NARRADOR/A – Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Pregunta 1 – Hoy el Evangelio toca un punto central en la Iglesia Católica: la Eucaristía. ¿Cuándo ocurrió lo que cuenta el evangelio de hoy?
En la última Pascua judía, que celebró Jesús con sus discípulos. Y dentro de aquella Pascua, en la Última Cena.
Acercándose a Jerusalén envió a dos discípulos por delante para conseguir la casa de algún amigo y preparar la cena.

Pregunta 2 – ¿Qué tipo de fiesta era la Pascua judía?
La Pascua como tal fue, en sus orígenes, una fiesta de pastores, en la que se comía cordero; y se unió a la Fiesta de los Ázimos, una fiesta de agricultores, en la que se comía el pan de la nueva cosecha.
La noche de la liberación de los israelitas en Egipto fue en Pascua: debían comer cordero, con cuya sangre pintarían las puertas de sus casas, para que el Ángel que exterminó a los primogénitos de los egipcios no entrara en ellas.
Como era también la Fiesta de los Ázimos aquella noche los israelitas debían también comer pan ázimo, sin levadura, pues no tenían tiempo para que la levadura fermentara, ya que en la mañanita debían salir de Egipto, liberados por fin de aquella terrible esclavitud, camino de la Tierra Prometida.
<Esto fue lo que Israel conmemoró durante siglos hasta los tiempos de Jesús. La Pascua era la fiesta de la independencia nacional. Una celebración patriótica y religiosa.
El centro de la fiesta de Pascua era la cena. Y el plato principal era el cordero comido con pan ázimo.
Lo primero que tuvieron que hacer los discípulos, después de tener la casa, fue conseguir el cordero y el pan.

Pregunta 3 – ¿Cómo conseguían los discípulos de Jesús el Cordero?
El cordero se compraba generalmente en los atrios del Templo de Jerusalén, y se sacrificaba allí mismo. Los sacerdotes, descalzos, con las vestiduras propias del culto, degollaban ante el altar, uno tras otro, los corderos que los israelitas varones llevaban hasta el atrio. Después de que la sangre hubiera corrido sobre el altar, como sacrificio agradable a Dios, devolvían las víctimas a sus dueños, que las llevaban a su casa o a hornos colectivos que había en las calles para asarlos.
El cordero era aderezado con hierbas amargas: achicoria, berros y cardos. La amargura era un recuerdo simbólico del dolor y lágrimas del pueblo cuando fue esclavo en Egipto.
Pregunta 4 – ¿Qué significa ‘Pascua’?
Pascua, en hebreo «pésaj», significa «paso». Aludía a que Yavé (con su Ángel Exterminador) pasó por Egipto en la noche de la liberación del pueblo. Pasó de largo por las casas de los hebreos señaladas con sangre, y castigó a los egipcios entrando y matando a sus primogénitos. Y el pueblo liberado pudo así pasar por las aguas del Mar Rojo hacia una nueva tierra.

Pregunta 5 – ¿Cómo se transmitía esta tradición y estas costumbres?
Al principio de la cena el más joven preguntaba al mayor el significado simbólico de las oraciones, del cordero, de los panes. Y éste lo explicaba.
Las palabras de Jesús en la cena, dando al pan y al vino el sentido de ser su cuerpo y su sangre, hay que encuadrarlas en esta costumbre de siglos.
Quien presidía la mesa, generalmente el padre de familia bendecía, partía el pan y daba un trozo a cada comensal. Lo mismo hacía con el vino. Se usaba una copa común, que pasaba de mano en mano durante la comida y de la que todos bebían.
Eso hizo Jesús aquella noche de la Eucaristía.
Y Jesús explicaba también que en aquella Pascua el Cordero inmolado sería Él mismo.

Pregunta 6 – ¿Cómo explicar ahora que Jesús es el cordero sin mancha (cf. 1Pe 1,19ss), inmolado por nosotros (cf. 1Co 5,7)?
Te contaré la historia de “El castigo paterno”
<Érase un muchacho que siempre llegaba tarde a casa cuando salía de la escuela. Los consejos y reprimendas no surtían ningún efecto. Finalmente, un día, su padre le llamó al orden y le dijo:
- "La próxima vez que llegues tarde, cenarás pan y agua. ¿Está claro?"
El hijo lo entendió perfectamente. Pero pocos días después el muchacho llegó a casa más tarde que nunca. Sus padres no le dijeron nada. Cuando se sentaron a cenar vio que los platos de sus padres estaban llenos y en el suyo había sólo un trocito de pan y un vaso de agua. Miró al pan y luego al agua. El padre esperó un rato para que el hijo interiorizara el castigo. Luego el padre cambió su plato por el del hijo, y se pusieron a cenar.
Años más tarde, ese mismo muchacho al recordar aquel episodio de su vida comentaba:
- "De mi padre aprendí aquella noche cómo es Dios ".> (Félix Jiménez, escolapio).

Jesús, como el padre de la historia, cada día nos quita el plato vacío y nos pone delante un plato rebosante de Él mismo, de amor y perdón, y nos dice: "Tomen y coman, esto es mi cuerpo."
Dios no es un padre severo, que castiga. Él se ofrece a sí mismo para que tengamos vida. Este cáliz (v. 25) significa la muerte de su Hijo (cf. Marcos 10, 38ss; 14,36). Pero el vino es también bebida de alegría, bebida de las bodas. Dios preparará un banquete de vinos generosos, refinados (cf. Isaías 25,6), cuando su casa esté llena de todos sus hijos.
Así debemos hacer también nosotros con los demás. Somos el plato lleno con el amor y el perdón de Dios, que Jesucristo quiere poner en frente de tantos hermanos nuestros que nunca verán otro plato.

Pregunta 7 – ¿Y qué nos pide Jesús a cambio?
Muchos cristianos corren el riesgo de encerrarse en sus devociones: su rosario, sus novenas, sus cofradías, su grupo…y no enterarse de que hay un alimento gratis y más importante que todas las devociones: el Cuerpo de Cristo.
"Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tienen vida eterna".
Otros se la pasan recluidos en sus casas y en sus negocios, y nunca vienen a este magnífico comedor y no se enteran de que Jesús nos dejó un alimento gratis para vivir unidos a Él y a los hermanos.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Es lo más inaudito que uno se puede imaginar: Dios no sólo se deja matar por nosotros, sino que se nos da en comida. Sabemos que para recorrer un camino importante y largo, no sólo hace falta ánimo, sino también comida para aguantar el esfuerzo y tener fuerza hasta el fin. Esa comida es Jesús con sabor a pan. Están todos invitados a ese banquete novedoso y celestial.

FIN

Encuentros con la Palabra, por Hermann Rodríguez Osorio, S.J., Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – Ciclo B (Marcos 14, 12-16.22-26) – 10 de junio de 2012

“Tomen, esto es mi cuerpo”

July nació con una deficiencia profunda. Para su papá y su mamá fue un golpe muy fuerte, sobre todo al comienzo... “Nadie se espera un regalo como este”, me decía alguna vez su papá, después de que fue acogiendo el misterio de la vida de July, limitada y con muchos problemas, pero plena ante los ojos de Dios. Poco a poco, los demás hermanos y hermanas fueron aprendiendo, como sus papás, a convivir con July. Pero no fue fácil... Había que hacérselo todo y cuando tenía las crisis, ponía a todos a correr. Siempre estaban recibiendo nuevas lecciones de July. Sin que se dieran cuenta, esta niña frágil, indefensa y llena de impedimentos, se fue convirtiendo en el centro de toda la familia.

Cuando tuvo la edad para recibir su primera comunión, sus papás fueron a ver al sacerdote de la parroquia, que la había bautizado y que le había dado la primera comunión a todos los hijos e hijas mayores... De modo que los padres de July le dijeron a su párroco: “Nos gustaría que July recibiera su primera comunión. Ya ha cumplido la edad y le hemos enseñado lo que hemos podido sobre el amor y la cercanía de Dios en su vida. Ella no puede hablar, ni sabe las oraciones, pero consideramos que debe participar, como todos los demás, de este regalo semanal de Dios a cada uno de nosotros”.

El sacerdote, un poco confundido por la propuesta, no supo bien qué decir. Nunca se le había presentado un caso así y la preparación para la primera comunión era muy exigente en esa parroquia. Los niños y las niñas participaban de la catequesis durante casi un año, aprendían las oraciones, las enseñanzas de Jesús y, sobre todo, el significado profundo de la eucaristía... No era conveniente hacer excepciones, sobre todo porque podría crearse un mal ambiente entre los feligreses más cercanos; de modo que, después de mucho pensarlo, el párroco dijo: “Lo siento, pero me temo que no podrá ser, puesto que July no va a entender lo que va a recibir”. Carmen, la mamá, se quedó mirando al padrecito a los ojos y le preguntó: “Padre, ¿y me va a decir que usted sí entiende lo que recibe cada día en la eucaristía?” El sacerdote bajó los ojos y pidió perdón por haber pretendido ser dueño de un regalo que Dios dejó para todos y que, aunque recibimos con cierta frecuencia, nunca podremos entender en toda su profundidad. El mismo papa Juan Pablo II reconoció esta realidad, cuando se pregunta en su encíclica sobre la Eucaristía: “Los apóstoles que participaron en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? Quizás no” (Ecclesia de Eucharistia, No. 2).

Algún tiempo después, July recibió su primera comunión con el grupo de niños y niñas de la parroquia. Ella, regalo de Dios para su familia y para el mundo, fue acogida por Dios en su mesa, para participar del gesto que realizó Jesús delante de sus discípulos, mientras comían: “tomó en sus manos el pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos diciendo: –Tomen, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron”. Así fue como July se acercó por primera vez a la mesa de la comunión. Ella, como tú y como yo, sin entender completamente este misterio, fue abrazada por el misterio del amor de Dios que se entrega hasta el extremo y nos invita cada día a hacer lo mismo en memoria suya.

Hermann Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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