domingo, 30 de septiembre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO



1.     Números 11: 25-29
2.     Salmo 18: 8-14
3.     Santiago 5: 1-6
4.     Marcos 9: 38-43.45.47-48

Con relativa frecuencia escuchamos – en el lenguaje de las homilías y de otras reflexiones cristianas – la mención de la palabra “profético”, que tiene varios significados, los principales son los que se refieren a la misión de aquellos hombres del Antiguo Testamento como Isaìas, Jeremìas, Ezequiel, Oseas, Amòs y otros, que hablaban al pueblo de Israel en nombre de Dios, confrontando frecuentemente sus infidelidades e idolatrìas, también anunciando el “tiempo de Yahvè” como era de paz, de armonía, de misericordia.
Tambièn se asigna el sentido de profeta a personas o comunidades que con su estilo de vida “relatan” a Dios, justamente por la fidelidad y coherencia de sus vidas, por la condición testimonial-teologal de todo lo que dicen y hacen. Asì, por ejemplo, decimos que Monseñor Romero, el mártir obispo salvadoreño, fue un profeta porque en las dramáticas circunstancias de los años setenta en aquel país centroamericano, portò la cercanìa de Dios para el pueblo maltratado por la injusticia del régimen de ese tiempo, porque denunciò el desorden establecido, porque fue portavoz de los oprimidos, porque todo su ministerio lo orientò a la defensa de sus gentes hasta dar la vida martirialmente por ellos.
Pues bien, el relato de hoy del libro de los Nùmeros refiere un hecho relativo a lo profético. A las palabras de Josuè, escandalizado porque otros profetizaban, tal vez porque le parecía que no eran dignos, Moisès le responde: “Tienes celos por mì? Ojalà que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu” (Nùmeros 11: 29).
Todo creyente, toda comunidad, están llamados a una existencia de talante profético. Esto se da cuando la vida es pulcra, honesta, digna, solidaria, justa, cuando Dios es principio y fundamento de todo lo que se es y asì su manera de vivir es lenguaje que comunica eficazmente el amor de Dios, su justicia, su voluntad salvadora y liberadora. Esto nos remite a una pregunta de fondo: còmo ser profetas en medio de la sociedad excluyente, inequitativa? Còmo hablar de Dios a una cultura facilista, cómoda, despreocupada del sufrimiento de tantos seres humanos? Còmo profetizar en el mundo del consumo y de los estilos de vida ligeros e irresponsables?
A este propósito el texto de la carta de Santiago contiene advertencias de la mayor severidad cuando confronta la insensibilidad de los ricos y su desinterés por la suerte de los prójimos. Màs de uno las considerarà desfasadas y agresivas. “Miren, el jornal que ustedes han retenido a los trabajadores que cosecharon sus campos està clamando, y los gritos de los cosechadores llegan a oìdos del Señor todopoderoso……. Han condenado, han asesinado al inocente….” (Santiago 5: 4.6).
Del ministerio de los profetas y del Señor Jesùs proviene una predilección por los màs afectados por la pobreza y por la injusticia, no por causa de una conmiseración denigrante sino por un compromiso con su dignidad de seres humanos. A los ojos de Dios el maltrato a la humanidad, su explotación y manipulación, el enriquecerse a su costa, y el dar la espalda a estos hermanos, es un pecado de máxima gravedad porque desordena la originalidad de la creación que es la vida misma y, dentro de ella, la dignidad de cada ser humano.
Por eso las palabras de Santiago no son suaves, suenan brutales, intransigentes, fortísimas. No se trata de una agresividad fundamentalista sino de un exigentìsimo llamado de atención a quienes sòlo piensan en su propio bienestar, en su ganancia, olvidando el imperativo ètico de la projimidad. Què pensar y sentir ante esto en el mundo del capitalismo neoliberal, de la  desaforada economía de mercado, del desmedido enriquecimiento de los grupos financieros?
El texto de Marcos vuelve a conectarnos con las implicaciones de una vida “profética” cuando Jesùs dice a sus discípulos, y a nosotros, sobre el peligro de ser causa de escándalo: “Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mì , màs le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo echaran al mar” (Marcos 9: 42).
Es Jesùs un asustador de mentes incautas poseído por la intransigencia religiosa y moral? O màs bien es la expresión definitiva de Dios que provoca en nosotros la autocrìtica para remitirnos a una vida leal, sincera, limpia, inspirada en el Padre, apasionada con su Evangelio, decidida a toda costa a construir en esta historia un mundo digno, humano, que anticipe la plenitud definitiva?
Por eso a la inquietud que le manifiesta Juan en el relato de hoy, el maestro le responde: “No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mì. Pues el que no està contra nosotros està a favor nuestro” (Marcos 9: 39-40). Esta es otra insistente invitación a la profecía.
Que esto nos haga preguntarnos si nuestra vida es una cómoda repetición de actos habituales, un anodino “marcar tarjeta”, si nuestra religiosidad es una anquilosada pràctica de ritos sin pasión, si nos sentimos – como los fariseos – gentes de “buena conciencia” sin la urgencia moral del prójimo que nos demanda justicia y solidaridad.
Antonio Josè Sarmiento Nova,SJ
Alejandro Romero Sarmiento

domingo, 23 de septiembre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE XXV DEL TIEMPO ORDINARIO



1.      Sabiduría 2: 12. 17-20
2.      Salmo 53:3-8
3.      Santiago 3: 16 a 4:3
4.      Marcos 9:29-36

La lectura del texto de la Sabiduría nos lleva directamente a la figura y entrañable realidad de Monseñor Romero, asediado y perseguido por los hombres malignos que no soportaron la rectitud de su vida en Dios y el vigor de su profecía que ponía en evidencia la perversidad de las condiciones de aquellos años en El Salvador: “Persigamos al justo que nos molesta y que se opone a nuestra forma de actuar, pues nos echa en cara las faltas contra la Ley…..” (Sabiduría 2: 12).
Este es un asunto central para las personas que deseen tomar en serio la fe en Dios y el seguimiento de Jesús: la vida insobornable, pulcra, límpida, que se convierte en pregunta exigente para los hacedores del mal. Así, los profetas bíblicos; así, el Señor Jesús; así, los testigos del cristianismo primitivo; así, los perseguidos por causa de la fe y de la justicia. Son los relatos del Dios verdadero que satura plenamente la vida de tantos hombres y mujeres seducidos por su amor, por su ideal y, por ello mismo, comprometidos hasta las últimas consecuencias con la dignidad de los seres humanos.
En la serie televisiva “Escobar: el patrón del mal” , a ratos repugnante y siempre dolorosamente sorprendente, se recuerda un tiempo reciente de la historia colombiana, en el que jueces, policías, magistrados, periodistas, candidatos presidenciales, todos con el sueño de un país digno, respetable, de juiciosas instituciones, cayeron fulminados por la insania de esos “patrones del mal” con este siniestro personaje a la cabeza. Denunciaron,confrontaron, no silenciaron sus voces ante este poder corruptor, fueron valientes, y apostaron su vida por este ideal.
-          Qué dice esta palabra a nuestra conciencia?
-          Se trata de simples recuerdos truculentos expuestos por la llamada narcoestética?
-          O, más bien, surge en nosotros la sincera indignación y la pasión por la justicia?
El justo auténtico sabe que la garantía total de su vida está en Dios y por eso se dispone a entregar todo de sí mismo como manifestación de su plena coherencia. La violencia de los malvados elimina la vida física pero no sofoca la rectitud ni la fuerza justiciera de la honestidad: “porque se han alzado en mi contra los soberbios, y los violentos buscan mi muerte: hombres para los cuales no cuenta Dios. Pero a mí, Dios me ayuda, el Señor es apoyo de mi vida” (Salmo 53: 3-4).
Buena reflexión para conmover nuestras vidas acomodadas a menudo en estilos mediocres, en religiosidades inertes, en conciencias dormidas. Jesús interroga nuestros letargos para llevarnos a una existencia inquieta, profética, creativa, generosa, exigente, y nos pone en el camino los relatos de profetas y mártires, de santos y héroes, de justos e inocentes.
En la carta de Santiago se nos invita a desentrañar las malas ambiciones, los afectos desordenados, la codicia, y a cambiar todo esto por “la sabiduría que viene de arriba es pura, pacífica, indulgente, bondadosa, llena de compasión y produce buenas obras” (Santiago 3:17).
-          Qué nos motiva en la vida: la afirmación de nuestro ego? La arrogancia? La búsqueda de poder y de comodidad material?
-          Cuáles son los núcleos de mi ser que están desordenados en este sentido?
-          Experimento la insatisfacción que esto produce y me siento movido a la “sabiduría que viene de arriba”?
En respuesta a esto, el modelo de vida que Jesús nos propone es el de la donación amorosa de todo lo que se es y se tiene y el del servicio, entendido como apertura solidaria a todos los seres humanos: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9: 35). Pone en tela de juicio la búsqueda desordenada de autoafirmaciones, la prepotencia, el pensar que se es alguien por estar en posiciones destacadas, el querer dominar a los demás, el desconocer los valores y las verdades de los otros, el atropellar vidas y dignidades.
En el relato constitutivo de nuestra fe, el del Señor Jesús, queda clarísimo que se trata de un estilo “desde abajo”, “con los de abajo”, con una negativa explícita a toda forma de vanidad y supremacía, dando paso a la lógica liberadora del amor. En el comienzo del texto evangélico de este domingo Jesús sorprende a los discípulos diciéndoles que “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Lo van a matar; y a los tres días de muerto resucitará” (Marcos 9: 31), y como a nosotros, a ellos también les costaba entender esta extraña y desempoderada manera de proyectarse: “Pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle” (Marcos 9: 32).
Entender a Jesús es costoso porque su oferta de sentido suele ir en contravía de intereses humanos considerados “normales”, es escandaloso lo que El propone porque deshace cierto tipo de lógica muy determinada por el hacer carrera, buscar aplauso y fama, sentirse importantes, descollar, aparecer, brillar. La cruz de Jesús deslustra estas ambiciones y nos propone el talante de la pequeñez, de lo mínimo, de lo anodadado, de lo vaciado del ego desordenado, para acatar la soberanía de Dios en la propia vida y adoptar la projimidad como sustancia de nuestras opciones y actuaciones.
-          Considero que esta es una retórica piadosa? Circunstancial?
-          Dejo que Jesús me haga preguntas fuertes , tales que desacomoden mi tranquilidad y mi egoísmo?
-          Entiendo que es esto del servicio? Cómo lo vivo?
-          Soy libre frente al vano honor del mundo y tengo capacidad de relativizarlo?
Quedémonos con estos elementos para nuestra oración de esta semana, para dejar que el Espíritu entre impetuosamente en nuestro interior y nos sacuda de la modorra que impide en nosotros la pasión profética y la vida en el amor.
Recordemos que este mensaje es un aporte al crecimiento de nuestra vida en el Espíritu y se publica semanalmente en:
Y recordemos estos sitios de espiritualidad:
Comunitas Matutina en Facebook
Hacemos memoria amorosa de Clarita Sarmiento Nova, de Elvira Pachón de Gómez, de Gerardo Arango Puerta,SJ, de Magdalena Lamus Cuesto, de Pedro Ortiz Valdivieso,SJ, de tantas personas de nuestros afectos que ya gozan de la plenitud de Dios.

domingo, 16 de septiembre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 16 DE SEPTIEMBRE XXIV del Tiempo Ordinario



Lecturas
1.     Isaìas 50: 5-9
2.     Salmo 114: 1-9
3.     Santiago 2: 14-18
4.     Marcos 8:27-35
La pregunta que Jesùs hace a sus discípulos en el texto de Marcos que nos propone hoy la Iglesia es también dirigida a nosotros: “Quièn dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elìas; y otros, que uno de los profetas.El siguió preguntándoles: Y según ustedes, quièn soy yo?” (Marcos 8: 27-29).
Despuès de haber compartido con ellos parte significativa de su ministerio, de su anuncio del Reino, de haberlos introducido en la nueva lógica que proviene del Padre a través de El, Jesùs les hace un “examen” para constatar si han captado los alcances de su persona y de su misión.
Esto nos lleva a pensar en las múltiples interpretaciones que sobre Jesùs se han hecho a lo largo de la historia, unas incompletas y sesgadas, y otras, haciendo el esfuerzo de insertarse en los testimonios del cristianismo primitivo, en los textos del Nuevo Testamento, en el magisterio de la Iglesia, y en la experiencia actualizada de los cristianos.
Jesùs el hacedor de milagros y portentos , Jesùs “manso y humilde de corazón”, Jesùs subversivo político, Jesùs entronizado como un rey lejano de la historia del ser humano, Jesùs juez y justiciero, Jesùs profeta de una bondad intrascendente, Jesùs un hombre extraordinario, Dios con apariencia de hombre, hombre especial sin divinidad.
Es tarea de la Iglesia, de su teología, de su ministerio pastoral, de su experiencia comunitaria, responder a este interrogante captando y viviendo lo esencial de su ser y de su misión. Veamos lo que sigue en el texto de Marcos: “Pedro le respondió: Tù eres el Mesìas. Entonces Jesùs les ordenò que no hablaran de èl con nadie” (Marcos 8: 29-30).
Esta respuesta aparentemente simple es de un alcance trascendente, es lo que los estudiosos del Evangelio llaman el “secreto mesiánico”, decisivo para entender y vivir a Jesùs, para poder responder existencialmente su pregunta.
Se refiere a que la misión de Jesùs en la historia humana no es la de un poderoso personaje que triunfa al estilo del mundo, lo suyo pasa por la dimensión de la cruz , de la donación total y amorosa de la vida para que todos tengamos vida en abundancia. Digamos que esto del secreto mesiánico es el rechazo enfático del poder, es la aceptación del sufrimiento crucificado como la gran posibilidad redentora y salvadora, y asì mismo les va explicando en los siguientes versículos del texto: “Entonces Jesùs empezó a enseñarles que el Mesìas tenía que sufrir mucho….” (Marcos 8: 31.
La respuesta de Pedro es como la de tantos seres humanos que no asumen este aspecto doloroso de la existencia, la aceptación del mismo en una perspectiva liberadora, salvífica, y le vale una reprimenda de Jesùs: “Colòcate detrás de mì, Satanàs, porque no piensas como Dios sino como los hombres” (Marcos 8: 33).
Si miramos la primera lectura, tomada de Isaìas, de los llamados “cànticos del siervo sufriente de Yahvè”,  podremos establecer la coherencia que guarda con la enseñanza de Jesùs a propósito de su misión. El texto prefigura un Mesìas humillado y ofendido, perseguido, maltratado: “no ocultè la cara ante los insultos y salivazos” (Isaìas 50: 6), que pone en tela de juicio todos nuestros imaginarios sobre Dios y sobre las realidades que nos salvan y nos dan sentido.
No es el poder ni la vanidad, no la arrogancia ni la dominación, sino el amor vivido hasta el máximo, la fuerza que asume al ser humano desde Dios y le hace posible la redención.  Por eso Jesùs completa su enseñanza sobre las implicaciones de su mesianismo asì: “Si alguno quiere venir detrás de mì, que renuncie a sì mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Marcos 8: 34).
Creer en Jesucristo no es la tranquila pertenencia a una institución prestadora de servicios religiosos, ni la  participación en una religiosidad vivida por inercia sociocultural, ni el cómodo cumplimiento de unos rituales. De acuerdo con lo que El mismo propone se trata de configurar nuestra vida, si asì lo decidimos, con la de El, en una relación de amor apasionado que nos lleva a descubrir que siguiendo este camino crucificado es donde se realiza la jugada maestra de una vida con sentido.
No se trata del sufrimiento por sì mismo, ni de autocastigo, o  de dolor enfermizo, masoquismo se llama esto. Optar por el mismo sendero de Jesùs significa que asumimos un modo de vida determinado por la ofrenda amorosa de sì mismo, por la renuncia al vano honor del mundo, por la pràctica constante y creciente de la solidaridad, por la identificación existencial con los adoloridos y humillados para buscar su dignificación y su liberación.
Para “redondear” el mensaje de este domingo Santiago, en su conocido estilo pràctico, nos indica: “Asì también la fe, si no tiene obras, està completamente muerta” (Santiago 2: 17). A lo que se està refiriendo es a la coherencia de la fe profesada con una vida que traduce en pràcticas evangélicas y humanas eso en lo que se dice creer. Hoy, de modo muy especial, se nos hace énfasis en el aspecto “crucificado” de Jesùs y, desde ahì, nos remite a una confrontación de todo lo que somos y hacemos.
-         Tenemos miedo del sacrificio, de la abnegación, de la cruz?
-         Còmo ha sido mi actitud en los momentos de dolor?
-         Evado la responsabilidad del amor con una vida facilista y cómoda?
-         Capto el “secreto mesiánico” de Jesùs?
Antonio Josè Sarmiento Nova,SJ
Pontificia Universidad Javeriana

domingo, 9 de septiembre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 9 DE SEPTIEMBRE XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.     Isaìas 35: 4-7
2.     Salmo 94: 1-9
3.     Santiago  2: 1-5
4.     Marcos 7:31-37
Los textos de este domingo nos invitan a pensar en aquellos condicionamientos humanos que nos paralizan y nos impiden vivir con sentido, libres de ataduras. Las “sorderas” y “cegueras” son fruto de formaciones distorsionadas, de fundamentalismos, de influjos negativos , de imaginarios que detienen en nosotros el impulso de la vida.
-         Por què no somos libres?
-         Por què no escuchamos los mensajes de la libertad y del amor?
-         Por què no vemos a Dios en nuestras realidades?
-         Por què estamos dominados por el miedo o por la desconfianza?
Y viene Jesùs, como en el relato de hoy, y se encuentra con el sordomudo (hagamos un ejercicio de identificarnos con este último) y….. “lo apartò de la gente y , a solas con èl, le metió los dedos en los oìdos  y le tocò la lengua con saliva. Luego , levantando los ojos al cielo, suspirò y le dijo: Effatha (que significa ábrete). Y al momento se le abrieron sus oìdos, se le soltò la traba de la lengua y comenzó a hablar correctamente “(Marcos 7: 33-35).
Este sordomudo està aislado, encerrado en sì mismo, no se entera de la presencia de Jesùs. Sus amigos lo llevan a El. Contempla su limitación, y pronuncia la palabra sanadora. Tengamos presente que los relatos de milagros en los evangelios son signos de la nueva realidad de vida, de dignidad, de sentido, que irrumpe con Jesùs, El hace de este hombre ahora un ser comunicado, abierto, relacional, es el encuentro con el Maestro el que le posibilita esta novedad.
-         Cuàles son nuestras sorderas y enmudecimientos?
-         Què nos aisla de Dios, de los hermanos, de la realidad?
-         Estoy persuadido de que Jesùs también me puede decir “Effatha” para que yo sea una nueva persona, vinculada y vinculante, tocada por la fuerza sanadora de su amor?
El texto de Isaìas también tiene que ver con esto:”Se despegaràn los ojos de los ciegos, los oìdos de los sordos se abrirán “ (Isaìas 35: 5). La presencia de Dios en nuestra vida està directamente relacionada con la posibilidad de una nueva manera de ser en la que nuestra humanidad se libera de esas fuerzas que nos impiden la autenticidad, la libertad, el amor, la vida con significado y esperanza.
La experiencia de Dios en Jesùs hace de nosotros seres humanos plenos. Y una manifestación de esta novedad se expresa en la invitación que hace Santiago a no establecer preferencias entre los seres humanos, marcadas por discriminaciones odiosas: “Hermanos mìos, no es posible creer en Nuestro Señor Jesucristo glorificado y luego hacer distinción de personas” (Santiago 2: 1).
Muy pràctico y concreto este apóstol nos plantea un elemento esencial de coherencia cristiana, profesar a Jesucristo como Señor y Salvador demanda de nuestra  parte una disposición equitativa ante todos los seres humanos, rompiendo con los criterios de superioridad e inferioridad de unos con respecto a otros, de preferencias egoístas, de clasificaciones excluyentes. El ser humano es digno por sì mismo, vale porque es humano, independiente de todos esos criterios que nosotros mismos hemos introducido para segregar y establecer escalafones.
Es decir, que una manera clarísima de ser “sordos” y “mudos” es no abrirnos de modo comprometido al exigente reto de la dignidad humana.
-         Preguntèmonos por nuestra manera de relacionarnos con las personas.
-         Somos diligentes y amables con los ricos, los poderosos , los bien parecidos? Y despectivos con los pobres y los humildes?
-         Siento que el encuentro con Jesùs modifica en mì estos criterios y me hace sensible con todos los seres humanos , rompiendo mis imaginarios egoístas y selectivos?
Antonio Josè Sarmiento Nova,SJ
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotà,Colombia

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