domingo, 24 de febrero de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 24 DE FEBRERO II DE CUARESMA



Lecturas
1.      Génesis 15: 5-12 y 17-18
2.      Salmo 26: 1.7-9 y 13-14
3.      Filipenses 3: 17 a 4:1
4.      Lucas 9:28-36
La palabra ALIANZA está plena de significado en la Biblia. Expresa la particular relación de Dios con su pueblo, resultado de la opción que El hace por los israelitas y por todos los seres humanos, y esto en términos de donación total de sí mismo, de vitalidad y de sentido, de plenitud y de liberación.
El relato del texto  de Génesis, primera lectura de este domingo, hace referencia a esta realidad fundamental, nos recuerda que las alianzas de Dios con Abrahán y, posteriormente, con Moisés, ayudaron a los hebreos a configurarse como pueblo, le dieron identidad y cohesión, y permitió que asumieran a Yavé como principio y fundamento de su existencia individual y colectiva. Este es el eje estructurante de la historia de Israel.
La Alianza también implica bendición, favor de Dios, abundancia de sus dones:”Después lo llevó afuera y le dijo: levanta la mirada al cielo y cuenta, si puedes las estrellas. Y añadió: así será tu descendencia” (Génesis 15: 5) y “Aquel día hizo el Señor una alianza con Abrahán en estos términos: A tu descendencia daré esta tierra,desde el torrente de Egipto hasta el gran río, el Eufrates” (Génesis 5:18). Bien se ve que el compromiso de Yavé es bendecir a todas las generaciones que se desprenden de este primer patriarca bíblico; es decir, el amor fiel de Dios se explicita en dar vida y plenitud a todos los descendientes de Abrahán.
Naturalmente, Yavé, espera ser correspondido por una vida en fidelidad, recta, generosa, solidaria, siempre atenta a su proyecto con la humanidad. Qué nos dice este texto? Entendemos nuestra relación con Dios como una alianza? Todas nuestras intenciones, decisiones y actuaciones están ordenadas en esta perspectiva?  O esto nos trae sin cuidado?
Es también muy conocido que, en la mentalidad bíblica, el ser humano justo es el favorecido por el amor de Dios, con expresiones como esta: “Señor, quién se hospedará en tu tienda? Quién habitará en tu monte santo? El que procede con rectitud, se comporta honradamente, y es sincero en su interior” (Salmo 15: 1-2). La buena humanidad, la dignidad en la conducta, la vida pulcra, la generosidad y el espíritu de servicio, el sentido de justicia, son expresiones de esta bendición de Dios a quienes desean que su vida esté totalmente inspirada por El.
Denso mensaje este para tiempos en los que la liviandad en materia de compromisos, la corrupción y otros manejos oscuros, están a la orden del día y se infiltran con sorprendente facilidad en muchos ámbitos de la vida. En nuestro trabajo espiritual sintamos como imperativo el ser fieles a Dios, amorosamente, libremente, sin reservas, y asumamos nuestro proyecto de vida como alianza con El, en el mejor estilo y disposición de Abrahán.
La bendición por excelencia es el mismo Señor Jesús, implicación total y radical del Padre en la historia de la humanidad, en quien nos dice en qué consiste ser auténticamente humano, y en quien se nos manifiesta próximo, encarnado, totalmente para nosotros: “El transformará nuestro frágil cuerpo en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter todas las cosas” (Filipenses 3: 21).
Esta realidad adquiere una elocuencia definitiva en el relato de la TRANSFIGURACION que nos trae hoy el evangelio de Lucas.  Este texto es fruto de la experiencia pascual de la comunidad que da origen a este evangelio, ellos han vivido claramente la novedad de vida en Jesucristo y han experimentado todas las consecuencias de la resurrección, son ahora hombres y mujeres libres, con vidas cargadas de sentido y esperanza de trascendencia, conscientes de que Dios ha sido todo para ellos en la revelación de Jesús.
Los seres humanos somos frágiles y deleznables, por nosotros mismos, aún a pesar de loables esfuerzos y realizaciones, estamos abocados a la disolución. Esta no es una constatación pesimista sino realista. Y hace parte de nuestra permanente  pregunta por el sentido de la vida. Justamente Dios se nos revela como el configurador de la existencia con significado, trascendente, en la que se disipa el peligro del final sin futuro, del vacío y del absurdo.
En este relato lucano se pone de presente la gloria de Jesús, que es también gloria de la humanidad que sigue su camino hacia el Padre: “Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestidura se volvió de un blanco resplandeciente” (Lucas 9: 29). Esta es una clara imagen de la nueva humanidad de la que Jesús es pleno portador y comunicador y ella , si bien se consuma cuando pasemos la frontera de la vida y de la muerte, se empieza a anticipar en esta historia en la que vivimos.
Cuando hay violencia, injusticia, pecado, egoísmo, podemos hablar de una humanidad desfigurada. Cuando hay  encuentro, perdón, solidaridad, amor, justicia, podemos hablar de una humanidad configurada y transfigurada. Y esto, en el ámbito cristiano, es posible gracias a la novedad radical que el Padre nos ofrece en Jesús. La expresión de complacencia: “Este es mi Hijo elegido, escúchenlo” (Lucas 9: 35) es la ratificación del proyecto del Padre para que nos fijemos en Jesús y lo asumamos como la alternativa que hace de nosotros hombres y mujeres plenamente humanos y plenamente divinos.
Dicho en otras palabras, Jesús es la estética de Dios, la belleza del Padre, la belleza del ser humano. La fealdad que se genera en el desacatamiento de Dios y del hermano se transfigura en la hermosura del nuevo ser humano que accede a configurarse con Jesús para salir de sí mismo hacia la plenitud teologal y fraternal.

Antonio José Sarmiento Nova,SJ
Alejandro Romero Sarmiento

domingo, 17 de febrero de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 17 DE FEBRERO I DE CUARESMA



Lecturas
1.      Deuteronomio 26: 4-10
2.      Salmo 90 : 1-2 y 10-15
3.      Romanos 10: 8-13
4.      Lucas 4: 1-13
Puede servirnos de marco para la oración de este domingo considerar el significado de la renuncia del Papa Benedicto XVI a su ministerio petrino, la valentía contenida en esta decisión y también una reflexión profunda, en perspectiva de conversión y purificación, sobre el pecado de la Iglesia, que es el nuestro propio. Con esto último, pasamos del papel de críticos francotiradores al de seguidores de Jesús, hondamente implicados en la comunidad eclesial y solidarios con ella en todo lo suyo, en su santidad e ímpetu apostólico, también en su pecaminosidad y en las realidades que la alejan del proyecto original de Jesús.
Con el texto de Deuteronomio podemos entrar en acción de gracias, recordando los beneficios recibidos por los israelitas y los que, a lo largo de nuestra vida, hemos experimentado como bendición de Dios: “Nosotros clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz. Vió nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido……..Nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que mane leche y miel  (Deuteronomio 26: 7-9)
Es altamente saludable entender que el tiempo de cuaresma no es una etapa sombría, la conciencia del pecado empieza por sabernos amados y bendecidos por Aquel que llena de sentido nuestra vida, como los israelitas. Por eso, la sugerencia es orar haciéndonos conscientes de todas esas bendiciones y dádivas en nuestra vida personal, en la relación de pareja, en el hogar, en la iglesia, en los padres y en los hijos, en los hermanos y en los amigos, en los estudios y en el trabajo, en la dinámica de la sociedad. Y, a partir de allí, desarrollar la más exquisita gratitud.
En esta iglesia nuestra también, plena de hombres y mujeres de raigambre evangélica, de tantas iniciativas de servicio y de innegables esfuerzos de fidelidad al Señor, pero también iglesia que tiene manifestaciones de incoherencia por silencios cómplices, por abusos sexuales, por alianzas indebidas con el poder, por pugnas internas. Y…… antes de eso, reviso mi vida personal, y dejo que el Señor me haga las más serias preguntas en clave de “control de calidad”, para constatar cuáles son aquellos núcleos míos en los que estoy desordenado con respecto al amor de Dios.
Así nos disponemos a entrar en este tiempo cuaresmal, de oración y discernimiento, de austeridad y de compartir, para disponernos de la mejor manera al encuentro con el Señor Jesucristo, y para generar en nosotros y en nuestra iglesia el estilo evangélico que nos compromete, el de la vida auténtica, el de la oración sincera, el del servicio y la solidaridad, el de la renuncia al poder y a la comodidad.
Pablo recuerda a los romanos y a nosotros cuál es la garantía de esperanza: “Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado” (Romanos 10: 9), oferta que es universal y abarcante para todos los seres humanos: “O sea, que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan” (Romanos 10: 12).
Esta feliz realidad es la razón de nuestra esperanza y es la que debe fundamentar todo el ser y quehacer de la iglesia y de cada comunidad de cristianos. Nuestro aval no reside en el prestigio social ni en la fuerza de nuestras instituciones, ni en la aceptación por parte de los poderosos. Lo decisivo de nuestra condición creyente reside en el Señor Jesús! Leamos el breve texto de renuncia del Papa y podremos encontrar allí una muy sincera aceptación de esto, lo único esencial para el cristiano.
Esto también implica un examen de conciencia para verificar en nuestra vida y en la iglesia si hemos puesto la seguridad en argumentos contrarios al evangelio, y si nos hemos dejado encantar por el “vano honor del mundo”, como llamaba san Ignacio de Loyola a los criterios alejados de Dios.  Exceso de apego a nosotros mismos? Vida sin opciones de servicio y solidaridad? Afecto desmedido por el dinero y los bienes materiales? Enfriamiento en los compromisos que hemos adquirido? Ausencia de espíritu?
El texto de Lucas, bien conocido porque es el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto, es la mejor ambientación para adentrarnos sin reserva en la lógica cuaresmal. La seducción de lo espectacular, de las pruebas  fabulosas para hacerse creíble, la fascinación por el poder, la entrega de la propia dignidad adorando al espíritu diabólico, todo esto asedia a Jesús, y hace parte de su contexto social, político y religioso. Son asuntos que están siempre en la historia de la humanidad, fuerzas malignas que privan al ser humano de su libertad y lo “subdesarrollan” con respecto a su evolución hacia Dios y hacia el nuevo ser que El quiere fraguar en nosotros.
Esto nos pasa, le pasa también a la Iglesia. Por eso, se impone un “desierto”, árido, severo, confrontador, sin comodidades, un espacio de desnudez total ante Dios, para que de El, a través de la vida, de la realidad, de la oración, nos vengan los grandes interrogantes, los que pueden provocar una nueva manera de ser, suscitando lo mejor de nosotros mismos, y lo más evangélico en cada bautizado y en la iglesia toda, en el papa y en los obispos, en los ministros ordenados, en los matrimonios, en las congregaciones religiosas, en la institucionalidad, en los movimientos apostólicos.
Dejándonos llevar por el Espíritu digamos con Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a El darás culto” (Lucas 4: 8), y empeñémonos en una cuaresma evangélica, densa, en clave de esperanza y de nueva vida en El, y sintamos como propio este dolor de la iglesia, este dolor de Benedicto, y trabajemos en comunión y participación para que todo el ser eclesial sea genuinamente el rostro del Señor, la comunidad que vive cabalmente al estilo de Jesús!
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento

sábado, 9 de febrero de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 10 DE FEBRERO V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.
Isaías 6: 1-8
2.
Salmo  137: 1-8
3.
1 Corintios 15: 1-11
4.
Lucas 5: 1-11
El libro de Isaías es unos de los textos por antonomasia de la Biblia, del Antiguo Testamento. En él se hacen las mayores confrontaciones al pueblo de Israel, también se anuncian las definitivas esperanzas mesiánicas y, en clave del Nuevo Testamento, se anticipan las realidades plenas que Dios cumple en la persona de Jesús.
El pasaje que nos refiere la primera lectura de hoy relata un encuentro íntimo de Yahvé con el profeta, quien se experimenta indigno y frágil ante la misión que se le quiere confiar, sentimiento muy humano como el que nos puede ocurrir cuando nos sentimos desbordados por algún reto particular de la vida, con especiales características de exigencia y de cambios profundos en nuestra mentalidad y en los consiguientes procedimientos: “Ay de mí, estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros y vivo entre gente de labios impuros..” (Isaías 6: 5).
Como veíamos en el relato del domingo anterior, en Jeremías, aquí también se constata que Dios se apodera totalmente de la persona a quien quiere captar para su misión. Los serafines-ángeles, expresión del mismísimo Dios, se llaman también “ardientes”, encienden a Isaías con la pasión por El: “Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado una de sobre el altar, y tocó mi boca diciendo: Como esto ha tocado tus labios, se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado. Y percibí la voz del Señor que decía: A quién enviaré? Quien irá de nuestra parte?Dije: Yo mismo, envíame”. (Isaías 6: 6-8).
Cómo experimentamos que Dios nos toma para una misión en la vida? En nuestro discernimiento captamos sus señales invitándonos a ser más humanos, pulcros, solidarios, honestos, comprometidos con altos ideales? Tengamos en cuenta que recibir esta convocatoria no consiste en llevarnos al fundamentalismo, a la beatería, a desempeñar el papel del cristianos que se siente mejor que los demás y con derecho a juzgar su vida, sino a asumir toda nuestra humanidad en la perspectiva de la Buena Noticia que el Padre nos envía con Jesús.
Como en el tiempo de Isaías, también hoy hay fuertes requerimientos de profecía, de anuncio y denuncia. En este mundo egoísta, el de “sálvese quien pueda”, de loca competencia por el poder y por el dinero, de frecuente desconocimiento de la dignidad humana, se impone como lenguaje contundente el testimonio de hombres y mujeres que signifiquen con su ser y con su modo de proceder que hay realidades definitivas, trascendentes, que son las que verdaderamente dignifican al ser humano y dan sentido pleno a su historia.
Dejemos que Dios nos capte para El, 100 %, así seremos, con Jesús, los gestores de una nueva humanidad. Como Pablo, que en la segunda lectura de hoy nos brinda su propio testimonio apostólico: “Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mi caso. Antes bien, he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que me acompaña” (1 Corintios 15: 10).
Tomemos nuestra vida, la que tenemos hoy, como esposos, padres de familia, hijos, hermanos, profesionales, trabajadores, estudiantes, ciudadanos, bautizados, laicos, religiosos, sacerdotes, y veamos que es en esa historia concreta donde estamos llamados a desempeñar este papel de ser actores de la vida según el Evangelio, sin presunciones, humildemente, en el mejor estilo cristiano, y muy conscientes de que nuestra  tarea es dar lo mejor de nosotros para hacer que la humanidad y su historia sean más libres, justas, amorosas, responsables, siempre con la apuesta por la dignidad.
Pablo es profeta y explicita su misión, inserto en la tradición apostólica y en las primeras comunidades cristianas:“Hermanos, quiero traerles a la memoria el Evangelio que les prediqué y en el que permanecen firmes; y el que los salvará si lo guardan tal como se los prediqué” (1 Corintios 15: 1-2). La fe en Jesucristo se transmite por el ministerio apostólico y por la experiencia de las comunidades cristianas, esto confiere a cada comunidad de cristianos su sello de autenticidad y compromete a cada bautizado, siguiendo esta inspiración paulina, a ser un comunicador de la Buena Noticia, consciente de que esta es portadora de felicidad plena y de sentido.
Hay en la iglesia gracia y pecado. Gracia la que procede del mismo Señor Jesucristo de tantas hombres y mujeres que han vivido , y siguiendo viviendo fieles a El. Pecado el que se origina en nosotros mismos cuando nos dejamos llevar por el egoísmo, por la aplicación arbitraria de nuestras mentes injustas, por la interpretación distorsionada o equivocada del Evangelio.
Especialmente en los últimos tiempos son notorios los pecados relacionados con el abuso sexual de niños y adolescentes por parte de sacerdotes, también por el manejo de un poder clerical que desconoce las posibilidades de los laicos en la construcción de la comunidad de los creyentes, o por propiciar actitudes que no entran en diálogo con el mundo, con las nuevas sensibilidades de la cultura, con los retos sociales. Cómo nosotros, los de COMUNITAS MATUTINA, tomamos estos retos, asumimos estas responsabilidades e, insertos en la más saludable tradición apostólica y paulina, nos dedicamos a lo esencial del quehacer eclesial, que es transmitir a Jesucristo muerto y resucitado, para que esto mismo purifique al cristianismo de tantas inconsistencias?
El texto de Lucas nos brinda muy buenas pistas para esto. Vemos cómo la multitud busca a Jesús afanosamente, con intensidad, no quieren perder sus palabras, expresión de la esperanza que suscita en ellos: “Estando Jesús a la orilla del lago Genesaret, la gente se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios” (Lucas 5: 1). El es totalmente novedoso porque no está imponiendo nuevas disciplinas o rituales, ni condenando, sino hablándoles de la misericordia del Padre, haciéndoles sentir su proximidad amorosa, y anunciándoles el comienzo de un nuevo tiempo, en el que todos podrán sentarse a la mesa en igualdad de condiciones, una mesa en la que el servidor es Dios mismo. Es, ciertamente, un lenguaje distinto del de los maestros de la ley y sacerdotes del templo, es un lenguaje esperanzador, estimulante.
En el relato Jesús desafía la lógica humana al pedir a Pedro que eche las redes, lo que da pie a su respuesta: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero basta que tú lo digas, echaré las redes” (Lucas 5: 5).  El resultado es prodigioso, una pesca sobreabundante:“ y pescaron tan gran cantidad de peces, que las redes amenazaban con romperse” (Lucas 5: 6).
Las deducciones para nuestra vida son bastante obvias. Veamos nuestras impotencias, nuestros fracasos, nuestras desconfianzas, nuestras parálisis; somos humanos y no estamos exentos de experimentar sentimientos como estos, pero también estamos llamados a la esperanza, a la nueva vida, a la existencia fecunda, a que todos nuestros esfuerzos valgan la pena. Jesús necesita de gente que “eche una mano con El” para lograr esta nueva manera de vivir, de amar, de ser, de trabajar, de esperar. Esta es la tarea mayor del reino de Dios y su justicia.
Trabajemos con El, aunque de entrada la realidad nos resulte contradictoria y dolorosa, interesémonos, con El y como El, por la suerte de todos los humanos y comprometámonos en explicitar las condiciones de abundancia y vitalidad, de sentido y razones para la esperanza, y aceptemos, como aquellos primeros discípulos, su llamada: “Llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, le siguieron” (Lucas 5: 11)
Hagamos memoria de todas las personas que fallecieron trágicamente en el club El Nogal el 7 de febrero de 2003, en al atentado que no podemos olvidar, hace diez años, y de lostres sacerdotes que han sido asesinados en el último mes enBuga (Valle del Cauca), Riosucio (Caldas) y Ocaña (Norte de Santander). Qué hacer para construír un nuevo corazón humano que deje atrás odios y violencias?
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento
Tengamos en cuenta



domingo, 3 de febrero de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 3 DE FEBRERO IV DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Jeremías 1:4-5 y 17-19
2.      Salmo 1-6 y 15-17
3.      1 Corintios 13: 4-13
4.      Lucas 4: 21-30
En la historia de Israel es fundamental la misión y ministerio de los profetas, a quienes es forzoso referirse constantemente si es nuestro deseo vivir con autenticidad todas las implicaciones de nuestra fe. Los profetas no hacían parte del establecimiento religioso oficial, surgían, conscientes del llamamiento que les hacía Yahvé, de en medio del pueblo creyente y su dedicación fundamental era recordar a los israelitas todas las exigencias de la alianza con Dios, invitando a una constante conversión hacia El y denunciando, a menudo con gran severidad, todas las inconsistencias en la práctica de la religión. Por esto eran mirados como personajes altamente incómodos.
Uno de estos es Jeremías, de cuyo texto se toma la primera lectura de este domingo, justamente referida a su vocación y al comienzo de su actividad profética, en consonancia con los textos del evangelio de los domingos reciente y de este de hoy, que aluden al comienzo del ministerio público de Jesús. Con ello, también se inscribe a Jesús en la tradición de los profetas bíblicos pero al mismo tiempo se destaca la diferencia cualitativa que lo distingue de ellos.
“Jeremías vivió durante los años turbulentos que vieron el hundimiento del imperio asirio, que pasó a ser sustituído por Babilonia. Activo durante el reinado de tres reyes judaítas (Josías, Joaquín y Sedecías) y un gobernador (Godolías), predicó reaccionando ante diversos cambios políticos, desde la relativa autonomía de Israel bajo Josías (640-609 A.C.) hasta el ascenso de Babilonia y la destrucción de Israel”  (FARMER,William R. Comentario Bíblico Internacional. Editorial Verbo Divino,2000.Estella (Navarra),página 914).
Los profetas son signos de contradicción, tienen su mirada fija en el querer genuino de Dios, que es el de la vida digna, honesta, justa, responsable, pulcra, y en el comportamiento de los creyentes y de la misma institución religiosa, invitando siempre a un vivir que sea en la mayor medida posible ajustado con las intenciones divinas.
Dios dota al profeta de particulares condiciones de fortaleza y credibilidad: “Por tu parte, cíñete bien los lomos, ponte firme y diles cuanto te ordene. No desmayes ante ellos, que yo no te haré desmayar. Por mi parte, te he convertido desde hoy en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra más no podrán contigo” (Jeremías 1: 17-19).
Cuando en la primera época de COMUNITAS MATUTINA hicimos tanta insistencia en Monseñor Romero y el Padre Arrupe, fue justamente por destacar en estos dos cristianos condiciones de profetismo, vigor en el anuncio del reino de Dios y en la denuncia de lo que ellos vieron que era incompatible con este proyecto, temple ante las incomprensiones, fidelidad en el seguimiento de Jesús,  capacidad para afrontar la persecución y , en el caso del santo obispo salvadoreño, la muerte martirial, como consecuencia de su vida de profeta.
Como siempre es nuestra intención, vayamos de modo orante a mirar nuestra vida desde esta clave, también la vida de nuestra Iglesia, y dejémonos confrontar por el profetismo de Jesús y de todos-as los que con El, se toman en serio esto del reino de Dios y su justicia.
Reflexionar sobre profetismo implica también la credibilidad total. El profeta debe ser una persona a prueba de fuego, íntegra, de convicciones hondamente arraigadas, de fundamentación incuestionable en Dios, de conducta impecable.
En una serena plegaria-examen de  conciencia consideremos lo que en nosotros es inauténtico, de exigente replanteamiento, y abrámonos al Espíritu del Señor para que se generen todos los movimientos necesarios de conversión, de rectitud, de nueva manera de vivir.
A nuestra Iglesia se la critica con frecuencia en estos tiempos por los escándalos de pederastia por parte de sacerdotes y religiosos, por el silencio de algunos obispos ante estas incuestionables realidades, también por el manejo poco evangélico del poder, y por otros procederes que definitivamente no van con el proyecto de Jesús. Esto es indudablemente doloroso en grado superlativo, pero al mismo tiempo debe provocar en todos los bautizados un dinamismo de conversión, como quiera que los pecados de unos, entre ellos los nuestros, oscurecen la limpieza de toda la comunidad cristiana.
En este mundo de competencias individualistas, de economía desaforada de mercado, de pérdida del valor de la vida, de consumismo y criterios facilistas ante la vida, de egoísmo y olvido de los clamores de los más pobres, se impone a cada cristiano y a la iglesia toda una recuperación profunda del profetismo y de la credibilidad, aún a costa de la comodidad, del buen nombre y del equilibrio institucional.
Qué nos dicen estas palabras de Jesús?: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su patria” (Lucas 4: 24), y cuando en los versículos 25-27 del capítulo 4 que proclamamos hoy se refiere a que fueron extranjeros los que acogieron el don de Dios, y no los judíos: “al oír esto, todos los de la sinagoga montaron en cólera y, levantándose, lo sacaron fuera del pueblo y lo llevaron a una altura escarpada del monte sobre el que se levantaba el pueblo, con ánimo de despeñarlo” (Lucas 4: 28-29.
Todo esto porque la intención de Jesús no es poner paños de agua tibia para calmar conciencias, ni hacer reformas superficiales a la religión judía, ni organizar una nueva institución con más rituales, dogmas y normas intransigentes, sino provocar una nueva manera de ser inspirada 100 % en la voluntad del Padre. Esto lo lleva a confrontar de raíz la lógica del establecimiento religioso de su tiempo, muy preocupado por la observancia exterior, por el culto formal, sin el imperativo de la conversión del corazón y de la vida pulcra. Jesús incomodó y desestabilizó, y por eso su profetismo fue mirado con sospecha y finalmente llevado a juicio y a pena de muerte.
Somos conscientes de los alcances de esta realidad para nuestra manera de entender y vivir lo humano y lo cristiano en todas las dimensiones de nuestra vida?
Esta solamente se vive una vez y no podemos malgastarla en banalidades, sumergidos en el individualismo y en la ausencia de sentido trascendente, tampoco en una religiosidad cultivadora del miedo y obsesionada por los cumplimientos que “tocan” y que se realizan sin convicción. Así las cosas, queremos participar en el destino profético de Jesús, empeñados en la máxima credibilidad de nuestras vidas y de nuestra Iglesia, aún a costa de la contradicción que con ello se pueda generar?
Pablo nos brinda un elemento que es jugada maestra para lograr este estilo de vida: “El amor es paciente y bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso ni orgulloso; es decoroso, no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo cree. Todo lo espera.Todo lo soporta” (1 Corintios 13: 4-7). Como Jesús, como Jeremías, como tantos hombres y mujeres que han dado en el clavo con una existencia creíble!
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento
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