Lecturas
1.
1
Reyes 19: 19-21
2.
Salmo
15: 2-11
3.
Gálatas
5: 1 y 13-18
4.
Lucas
9: 51-62
El asunto del seguimiento es una constante en el proyecto de
Jesús, vislumbrado también en la vocación de los profetas de Israel. Es lo que
proponen hoy los textos de 1 Reyes y de Lucas. El seguimiento supone rupturas y
un gran ejercicio de libertad para acoger todas las exigencias del camino por el que se opta.
La cristología y la espiritualidad posteriores al Concilio
Vaticano II recuperaron esta categoría central : seguir a Jesús es
identificarse con El, asumir como propio su proyecto, afrontar la cruz y todas
las contradicciones que se derivan de este “escándalo evangélico”, renunciar a
privilegios y comodidades, tener claro que no se trata de una carrera para
ascender en un escalafón jerárquico, optar por el espíritu de las
bienaventuranzas, salir de la zona de confort, tener efectiva y afectivamente un afecto por la austeridad, ponerse del lado
de los humildes, hacerse libre de las seducciones del poder, hacer que la
solidaridad y el servicio sean determinantes en el modo de vida de quien lo
sigue.
En definitiva, vivir según el estilo de Jesús ,o – en el
lenguaje de San Ignacio de Loyola – es “tener conocimiento interno de Jesús”.En
sus ejercicios espirituales, cuando se entra de lleno en la segunda etapa de
los mismos, una vez allanados los afectos desordenados y en plan de disponer al ejercitante para
configurarse con Jesús, San Ignacio señala esta petición constante antes de
cada secuencia de oración: “El tercero,demandar lo que quiero; será
aquí demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre,
para que más le ame y le siga” (Ejercicios Espirituales # 104).
De aquí en adelante, esta petición aparecerá siempre en los
preámbulos de las propuestas ignacianas para la oración, justamente porque el
gran propósito de los ejercicios es apasionarse por Jesús, comprometerse con su
causa, dejar que El se constituya en la norma definitiva de nuestra existencia.
Esto es lo que hizo Ignacio, también Francisco Javier, Pedro Claver, y muchos-as más que han vivido inspirados por
esta escuela de espiritualidad.
Seguir a Jesús demanda una nueva manera ser, siendo el
Evangelio la sustancia que define este cambio: nuevas motivaciones, nuevas
prioridades, renuncias amorosas, libertad para decidir, capacidad de riesgo,
donación de la vida sin reservas, disposición para la cruz y la contradicción,
vida según el Espíritu. No se trata de ser un “cristiano tranquilo y adaptado
al sistema” sino – con el Señor –
decidirse a trabajar por el reino de Dios y su justicia, con la idea de crear
un nuevo orden de vida y sentido, fundamentado en el Padre.
La escena que refiere 1 Reyes es elocuente cuando al joven Eliseo
se le plantea seguir el camino de su maestro, el profeta Elías. Eliseo vacila
entre ir a despedirse de sus padres o acatar la invitación de su maestro, al
final entiende que debe dejar su vida
anterior y finalmente da el paso, emprende el modo propio del profeta: “siguió
a Elías y se puso a su servicio” (1 Reyes 19: 21).
Sabemos bien que en el Antiguo Testamento el ministerio de
los profetas está fuera del sistema religioso oficial, es un compromiso directo
con Dios y con la comunidad, dedicado a anunciar que quien siga los designios
divinos se encontrará en el camino de la verdadera justicia , y a denunciar con
severidad lo que es contrario a esta intención. Por esto último los profetas
siempre resultaron incómodos para la dirigencia religiosa y por lo mismo fueron
perseguidos y a menudo excluídos de la
comunidad . Un requerimiento como este exige una libertad de espíritu por
encima de lo común, y una actitud como la que designamos cuando decimos “jugarse
el todo por el todo”. Así también es la invitación de Jesús.
En el relato de Lucas 9:51-62, Jesús interpela la mentalidad
y estilo de sus discípulos, cuando ellos intentan venganza contra quienes no
los recibieron: “Así que envió mensajeros por delante, que fueron y entraron en un
pueblo de samaritanos para prepararle posada ……. (recordamos la radical
rivalidad entre judíos y samaritanos)…..Pero no lo recibieron, porque tenía
intención de ir a Jerusalén. Ante la negativa, sus discípulos Santiago y Juan
dijeron : Señor, quieres que mandemos bajar fuego del cielo y los consuma? Pero
Jesús se volvió y les reprendió; y se fueron a otro pueblo” (Lucas 9:
52-56).
Con esto queda claro que el “triunfo” del proyecto de Jesús
no tiene nada que ver con la mentalidad humana de retaliación, casi instintiva,
ni con demostrar a los contradictores el poder, ni la afirmación violenta sobre
ellos, así no estén en disposición de acoger el mensaje.
La lógica de Jesús es
radicalmente diferente, es humilde, desarmada : esto debe ser asumido por quien
se empeñe en asumir esta manera de ser y de vivir. Por eso no tienen cabida
aquí el estilo triunfalista, la afirmación de privilegios para la iglesia y
para los cristianos, la expectativa de recibir aplausos y homenajes o
reconocimiento social. Ser despojados, humildes y serviciales son condiciones esenciales para la autonomía
profética de quien sigue estos senderos de Dios. Esto es lo que da plena
credibilidad a la Buena Noticia y a quienes son sus mensajeros.
En lo que sigue del relato, ante la intención de dar marcha
atrás de algunos de los suyos, Jesús les dice tajantemente: “Nadie
que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lucas
9: 62). Con este se refiere a todo lo
que nos ancla en un pasado egoísta, los apegos que impiden la libertad, los
motivos que no permiten entrar al Señor en nuestra vida, el mundo de ídolos que
frenan la generosidad y disponibilidad exigidas para este camino.
Una advertencia importante: las renuncias tal como se
entienden aquí no son expresiones de desamor a los seres queridos, a la
familia, ni desprecio por realidades que son bellas y legítimas, ni son para
generar en el seguidor de Jesús una angustia permanente por todo lo que quedó
atrás.
Todo esto se da en el clima del mayor amor, del Dios cuya
voluntad es que haya más y más humanismo, dignidad, respeto, libertad, constantes exigencias del Evangelio!. De modo
que estas invitaciones participan del mismo talante del amor ilimitado, como el de
Jesús, que se ofrenda totalmente al Padre y a los hermanos, asumiendo que aquí
es donde reside la genuina felicidad, que en nosotros se entiende como la
bienaventuranza, bella palabra que expresa todo el contenido de la vida misma
de Jesús y de lo que El nos propone como auténtica realización de todo lo
humano.
La carta a los Gálatas, en el pasaje leído este domingo, nos
ofrece la lógica del seguimiento: “Para ser libres nos ha liberado Cristo”
(Gálatas 5: 1) y “Ustedes, hermanos, han sido
llamados a la libertad. Pero no tomen de esa libertad pretexto para la carne;
antes, al contrario, sírvanse unos a otros por amor. Pues toda la ley alcanza
su plenitud en este solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Gálatas 5: 13-14) .
El ser humano que resulta del seguimiento de Jesús es libre
en el amor y para el amor. Esta libertad es don del Espíritu : la vida nueva de
los creyentes alcanza su plenitud en el amor, que es una ley cualitativamente
nueva y produce los frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí. No hay ley que condene tales cosas.
Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias” (Gálatas 5: 22-24). Esta es la verdadera libertad, la que
vive Jesús, la que nos ofrece como alternativa de realización. El hombre-mujer
nuevo que surge de aquí es profundamente
libre de todo el universo de afectos desordenados.
Para ayudar a una mejor comprensión de estas afirmaciones se
impone tener alerta crítica con algunos modelos que pretenden ser el ideal de
cristianismo, y que distorsionan la originalidad del proyecto:
-
Los
que se quedan en el fanático cumplimiento de reglas y normativas, con una actitud
más neurótica que amorosa.
-
Aquellos
que defienden doctrinas con talante fundamentalista.
-
Los
desencarnados que desconocen los gozos legítimos del bello mundo creado por el
Padre.
-
Los
virtuosos que, a fuerza de serlo tanto, se deshumanizan y pierden el encanto
propio de la buena condición humana.
-
Los
envanecidos por la propia superioridad moral y religiosa (¿???) que desprecian
a los demás por considerarlos pecadores y equivocados.
El seguimiento de Jesús está comprometido con un ser humano
normal, muy normal, profundamente humano, consciente de sus límites y
fragilidades, respetuoso con toda la realidad, implicado encarnatoriamente en
ella, humilde, sereno, sobrio, apto para generar felicidad en su medio,
comprensivo con las debilidades de sus prójimos, siempre dispuesto al ejercicio
de la misericordia, a la cercanía amorosa con todos.
Antonio José Sarmiento Nova S.J. – Alejandro Romero Sarmiento