domingo, 30 de marzo de 2014

COMUNITAS MATUTINA 30 DE MARZO DOMINGO IV DE CUARESMA



Lecturas
1.      1 Samuel  16: 1.6-7 y 10-13
2.      Salmo 22: 1-6
3.      Efesios 5: 8-14
4.      Juan 9: 1-41
La propuesta de la Palabra de este domingo contiene un avance cualitativo en nuestra dinámica de conversión a Dios y a la humanidad, siempre con la referencia central de Jesús como la “cualidad esencial” de Dios y del ser humano. Quien acepta la oferta de la fe-confianza en Dios asume entrar  en la novedad de la iluminación de su ser y de su quehacer. Esto es lo que nos plantea el hermoso relato del ciego de nacimiento, contenido del evangelio de hoy.
Jesús y sus discípulos se encuentran con este hombre, ellos le preguntan: “Maestro, por qué está ciego? , por pecado de él o de sus padres” (Juan 9: 2) y El les responde: “Nos es ni por pecado de él ni de sus padres. Es para que ustedes conozcan a Dios por lo que va a hacer con este hombre. Mientras sea de día, tengo que hacer el trabajo que el Padre me ha encomendado. Ya se acerca la noche, cuando no se puede trabajar. Pero mientras yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo” (Juan 9: 3-5).
La pregunta de los discípulos revela la habitual mentalidad religiosa de castigo merecido y de Dios castigador, la respuesta de Jesús es fiel lenguaje de su misión, gratuidad de Dios hacia el ser humano, luminosidad, novedad de vida y de ser. Esto es esencial en el ministerio de Jesús. Y el ciego acepta esta presencia iluminante.
Desde ya, vale la pena que nos insertemos en el relato y que sintamos como propias las palabras y actitudes que allí se evidencian. En qué somos como los discípulos que no aciertan a captar la iniciativa gratuita del Padre? Cuáles son nuestras oscuridades y cegueras?  Como este hombre, estamos dispuestos a dejar que la luz entre definitivamente en nosotros? Nos sentimos – como Jesús – hombres y mujeres de la luz?
Esta narración es una clarísima y contundente alusión bautismal, teniendo  presente que el bautismo es la configuración esencial del creyente con el Señor Jesús, con su muerte, con su vida total, con su pascua.
 Ser bautizado es adquirir en nosotros el ser de Jesucristo, la impronta teologal, y asumir la luminosidad que nos proviene de aquí. Así, este ciego de nacimiento es una figura de la humanidad que se abre a este don: “Al decir esto, hizo un poco de lodo con tierra y saliva. Untó con él los ojos del ciego y le dijo: Anda a lavarte en la piscina de Siloé (que quiere decir El Enviado). El ciego fue, se lavó y cuando volvió, veía claramente” (Juan 9: 6-7) .  Conviene recordar que,  en los primeros siglos de la historia cristiana ,  el bautismo era llamado “iluminación”.
También podemos hablar aquí de la dialéctica luz – tinieblas como una estrategia propia del evangelio de Juan, que también nos ofrece los contrastes muerte – vida, hambre – alimento, sed – bebida, para destacar pedagógicamente la luminosidad y la vitalidad de las que es portador Jesús.
Vivir en tinieblas es tener oscurecidos el sentido de la vida, la conciencia del propio ser, la posibilidad de trascendencia, es afirmar con arrogancia el ego, desconocer al Otro y a los otros, sumergirse en la autorreferencialidad, para usar palabras de Francisco, Obispo de Roma, absolutizar los medios convirtiéndolos en fines, como dice Pablos a los Efesios: “Les digo, pues, y con insistencia los invito en el Señor, a que no vivan como lo hacen los paganos. Estos, porque no tienen luz en su mente, se dejan guiar por juicios falsos. El endurecimiento interior les impide recibir la verdad y compartir la vida de Dios” (Efesios 4: 17-18).
Conviene tener en cuenta que la expresión paulina de “paganos” no alude a los no creyentes en Jesucristo sino a las personas de vida injusta, desordenada, violenta, egoísta.
Cuáles son nuestras oscuridades y cegueras? Creemos tener claridad sobre las cosas de la vida y hacemos vanidosa gala de este autoconvencimiento? Imponemos a los demás estas “visiones” egoístas, excluyentes, injustas? Cómo se dan en nuestro entorno social estos oscurecimientos? Cuáles son las cegueras dominantes en Colombia? Nuestra experiencia espiritual y religiosa nos ilumina o – al contrario – contribuye más a profundizar las tinieblas?
Pablo invita a los Efesios y a nosotros a vivir en la novedad de Jesús: “Pórtense como hijos de la luz: los frutos que produce la luz son la bondad, la justicia y la verdad bajo todas sus formas” (Efesios 5: 9).  Así es la nueva manera de ser que ha adquirido el ciego, gracias al ministerio de Jesús él es un testigo de la luz, a pesar del recelo, envidia, intransigencia moralista, con la que es recibido por los fariseos, cuando se dan cuenta de que este pecador  - para ellos – e invidente , ha adquirido la visión y se experimenta ahora como un hombre libre y renovado.
El relato quiere ser enfático en el contraste que se explicita en el ministerio sanador – iluminador del Maestro, en la indigencia gratamente sorprendida del ahora vidente, y del legalismo y egoísmo profundo de los fariseos, incapaces de comprender los prodigios de la gratuidad de Dios: “Los fariseos volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: Proclama la verdad. Nosotros sabemos que este hombre que te sanó es un pecador” (Juan 9: 24) .
La conversación se torna extremadamente tensa, entre el hombre que da cuenta del prodigio obrado en él, aún perplejo y confundido, pero testigo en su propio de esa maravilla, signo de salvación, de restauración de la dignidad perdida, de luminosidad, y la rabia farisaica que no soporta a Jesús, que obra con la libertad de Dios, por eso ellos rematan diciendo al hombre: “Desde tu nacimiento estás en pecado y vienes a darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron” (Juan 9: 34).  
Este es un comportamiento habitual en quienes se sienten dueños y administradores de la verdad, de la religión, de la moralidad, es una actitud que penosamente ha florecido en ambientes religiosos, observantes, pero simultáneamente oscuros, enceguecidos, porque su confianza no está en el Dios vivo revelado por Jesús sino en un establecimiento de rituales, normas, prescripciones milimétricas. Ni ellos ni estas minucias están convertidos al Señor, por eso son ciegos requeridos de redención y de luz.
Esto ya lo sabemos, pero bien vale la pena reiterarlo: se trata de dos lógicas diferentes y opuestas. Una es la de la luminosidad liberadora de Jesús plasmada en el ciego – vidente y otra la de la soberbia que se siente autojustificada por el cumplimiento estricto de la ley. En qué postura estamos nosotros? En la vanidad religiosa de los fariseos? O en la humildad agradecida de aquel hombre  beneficiado por Jesús?
Este último llega a una nueva manera de ser humano porque – partir de esta experiencia de curación, adquiere conciencia de quien es Dios como Padre amoroso, desbordado de gracia, incondicional, de quien es Jesús como portador sacramental de este don, y de quien es él mismo, como hombre nuevo según el modelo que el Espíritu nos ofrece en la Buena Noticia. Esta es la auténtica luminosidad del ser.
Cabe aquí pensar en la gran crisis del mundo occidental, su cultura instrumental y eminentemente productiva, su ciencia y tecnología sin humanismo que castiga la convivencia humana y destruye los recursos naturales haciendo del hábitat un infierno, sus muchas guerras y luchas desaforadas de poder, su sacrificar la originalidad de las personas en aras de la eficiencia, su inmensa soledad.
Así las cosas, es imperativo buscar la luz esencial. Esa visión nueva de todo, esa experiencia liberadora que nos hace pasar de las tinieblas a la luz, ese despojo consciente de tanta oscuridad, para vivir en la nueva óptica del Espíritu.
 El “orden” luminoso  no se restaura con más determinaciones impuestas, con indicadores de rendimiento, con más consumo y bienestar material a toda costa, inequitativo y contaminante.
 La “calidad de vida” se rescata  con el asumir responsablemente la sabiduría de vivir, la libertad de espíritu, el aprecio comprometido por todos los seres humanos, el cuidado de todas las formas de vida, la convivencia respetuosa y tolerante, la ausencia de fundamentalismos, la vivencia creativa del humanismo y de la espiritualidad.
Dejemos que Jesús provoque en nosotros la misma crisis que suscitó en los fariseos y en el ciego de nacimiento. A ellos porque les puso en tela de juicio su suficiencia moral y religiosa, su falta de perspectiva para captar la lógica sanadora de Dios, y a este , porque gratuitamente lo bendijo con la luz de sus ojos y del ser, dándole la conciencia de esa realidad feliz, ilimitada, del amor del Padre que en su Hijo nos regala toda la gracia requerida para “ver”, para vivir siempre con dignidad.
Es este un Dios que no se fija en apariencias, sino que penetra en la verdad de cada persona, por eso ante El no es posible aparentar, ir vestidos con los trajes de gala, disfrazados de lo que no somos, tal como lo refiere el texto de 1  Samuel 16, cuando están en el trance de escoger un sucesor para el fallido rey Saúl: “Yavé dijo a Samuel: no mires su apariencia ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón” (1  Samuel 16: 7). Están fijándose en los candidatos, Samuel mira apariencias, Yavé el ser mismo.
Finalmente, eligen al menor de los aspirantes, al más joven e inexperto. Qué lección nos transmite esta historia? Es para nosotros una simple anécdota o un relato revelador de la luz teologal que no nos escoge por ser ricos, famosos, poderosos, llamativos, de rancio abolengo, importantes, muy religiosos y cumplidores, sino que entra en el santuario de nuestra intimidad y allí nos descubre con límites, fragilidades, ideales, grandezas, en el ser desnudo, sin adornos.
Y aquí es donde sucede esa luminosidad que nos lleva a la nueva visión!

Alejandro Romero Sarmiento  -  Antonio José Sarmiento Nova,SJ

domingo, 23 de marzo de 2014

COMUNITAS MATUTINA 23 DE MARZO III DOMINGO DE CUARESMA



Lecturas
1.      Exodo 17: 3-7
2.      Salmo 94: 1-9
3.      Romanos 5: 1-8
4.      Juan 4: 5-42
La clave de comprensión de la Palabra de este domingo nos la ofrece el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, según el relato de Juan: “Llegó a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José  - allí se encuentra el pozo de Jacob - . Jesús, cansado del camino se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía. Una mujer de Samaría llegó a sacar agua. Jesús le dice: dame de beber – los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida -. Le responde la samaritana: Cómo! Tú, que eres judío, me pide de beber a mí, que soy samaritana? – los judíos no se tratan con los samaritanos” (Juan 4: 5-9).
Estamos ante unos de los relatos de mayor fuerza expresiva con respecto al ministerio de Jesús. Veamos por qué:
-          En la Biblia, una mujer es símbolo y encarnación de su pueblo y de su cultura. Ella es la representación de la comunidad samaritana ante Jesús, comunidad que era segregada de la comunión con el centro de la fe de Israel, Judea y su capital Jerusalem.
-          Los samaritanos se habían separado, hacía varios siglos, de la comunión con el templo de Jerusalem, creando su propio lugar de culto en el monte Garizim. Esto les vale maldición y excomunión por  parte del judaísmo tradicional, de ahí el sentido de la expresión “los judíos no se tratan con los samaritanos” (Juan 4: 9)
-          Viene entonces la pugna que consiste en la afirmación de la primacía de Jerusalem, que se siente el lugar del verdadero y único culto, y la rebelión samaritana, que contradice a los anteriores, afirmando que el monte Garizim es su propio lugar y que a ellos no les importa el centralismo judío.
-          Por otra parte, Jesús en su coloquio se refiere a los cinco maridos de la samaritana, porque el pueblo samaritano se había formado con cinco tribus que repoblaron Samaría después de ser conquistada por Asiria. Cada tribu trajo sus propios dioses, aunque después dieron culto a Yahvé el Dios de Israel: “Tienes razón al decir que no tienes marido; porque has tenido cinco hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad” (Juan 4: 17-18)
-          Y el maravilloso e inagotable simbolismo del agua, su contenido de vitalidad, de salud, de limpieza, su carácter indispensable en la cotidianidad de los humanos: ”El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna” (Juan 4: 13-14).
Podemos apreciar en este diálogo el carácter universal y definitivamente incluyente del plan de Dios evidenciado decisivamente en Jesús, El se encuentra con esta samaritana, siendo él un judío, para afirmar que la intención del Padre es abarcar a toda la humanidad, superando toda exclusión, toda cerrazón a los beneficios de la salvación, asumiendo por completo en esa perspectiva al pueblo samaritano, como símbolo de la nueva humanidad de Dios.
A través de la capacidad sacramental contenida en el agua se pone de manifiesto la fuerza salvadora de Dios: “Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le pedirías a él y él te daría agua viva” (Juan 4: 10).
 A esto mismo se refiere el texto del libro del Exodo – primera lectura de hoy – cuando el pueblo peregrino por el desierto se rebela contra Moisés: “por qué nos has sacado de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado” (Exodo 17: 3), una verdadera crisis como las muchas que vivieron los israelitas en su larga y tortuosa trayectoria por el desierto, como las situaciones similares que se nos presentan a todos en la exigente travesía de la vida. Son las grandes preguntas de la existencia en las situaciones límite.
Al clamor de Moisés, transmitiendo a Yahvé el requerimiento de su pueblo, el Señor le responde: “Pasa delante del pueblo, acompañado de las autoridades de Israel, empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y camina; yo te espero allí, junto a la roca del Horeb. Golpea la roca y saldrá agua para que beba el pueblo” (Exodo 17: 5-6). De qué manera se nos manifiesta Dios en las grandes crisis de sentido de nuestra existencia? Superando el milagrerismo, las supersticiones y todas las desviaciones de lo religioso, cómo es Dios el agua viva que sacia nuestra sed de trascendencia y significado? “Está o no está contra nosotros el Señor?” (Exodo 17: 7)
La sacramentalidad del agua es el elemento pedagógico que remite a reconocer a Jesús como el Mesías de Dios, El mismo es el relato de salvación universal, la acogida incluyente a todos los seres humanos, El es la vida plena que procede del Padre, la novedad sustancial de un nuevo orden de salvación que no está ni en el templo de Jerusalem ni en el monte Garizim: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalem se dará culto al Padre. …. Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4:  21 y 23)
Estas palabras de Jesús nos llevan a una honda reflexión sobre el sentido de mediación que tienen las religiones. Sin pretender minimizar la identidad del cristianismo en este ámbito, sí se impone una mirada más plural, incluyente respetuosa, frente a los diversos caminos religiosos de la humanidad: el animismo africano, nuestras religiones indígenas en América, las grandes tradiciones orientales de sabiduría provenientes de India, China, Japón, el judaísmo – nuestros padres en la fe, hijos de Abraham -, el camino islámico, el cristianismo en sus variadas denominaciones doctrinales e históricas.
Cómo crear en nosotros una saludable actitud y actuación de ecumenismo y diálogo interreligioso? Cómo superar aquella violenta mentalidad católica de desconocimiento del valor de las otras mediaciones de la fe? Cómo ingresar a este amplio y maravilloso mundo de las religiones con la sabiduría simultánea de una vigorosa identidad cristiana con apertura y fascinación ante la pluralidad, indudable riqueza del Espíritu?
El diálogo de Jesús con la samaritana es altamente pro-vocador, porque desafía el exclusivismo religioso de los judíos y porque incluye con la vitalidad del Padre a la comunidad samaritana, sin reparar en su pasado, para aquellos hereje y heterodoxo.
El culto verdaderamente agradable a Dios es el que  se hace desde la propia vida, esto es  adorar al Padre en espíritu y en verdad, porque “Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad” (Juan 4: 24), sigue diciendo Jesús a esta mujer. El ritual religioso tiene sentido si está pleno de este contenido de autenticidad, la rectitud de la existencia, la limpieza del corazón, la transparencia del ser, la honestidad a prueba de fuego, vivido todo ello en humildad, sin pretender superioridades morales o religiosas.
En la última etapa de este bello coloquio se van al asunto clave de la voluntad del Padre. Esta no es una objetivación de caprichos humanos ni un designio divino de corte fatalista sobre nuestro destino, ni la imposición de un Dios autoritario que quiere someter a toda costa a la humanidad. Voluntad del Padre es un designio de plenitud , de bienaventuranza, de amor inagotable, de pasión incontenible por cada ser humano, y es Jesús quien en su relato vital formula definitivamente, sacramentalmente, este designio divino: “Mi alimento es hacer la voluntad del  que me envió y  concluír su obra” (Juan 4: 34).
Qué proceso de identificación genera en nosotros esta samaritana? En qué nos sentimos interrogados? Nuestro estilo espiritual y religioso está convencido de que somos los únicos poseedores de la verdad despreciando las búsquedas de otros? Como ella, tenemos “cinco maridos” que nos impiden el encuentro con el único y verdadero Dios, otras fidelidades que nos disipan de nuestra opción fundamental?
Hemos creído que voluntad de Dios tiene como correlato una resignación malsana, una sumisión indigna ante este ser superior, una rebaja de nuestra autoestima? Justificamos como voluntad del Padre las injusticias, el desorden social, los desastres, la violencia, todo esto entendido como castigo divino por las infidelidades humanas?
O, más bien, maravillados con este Señor Jesús, relato pleno del amor del Padre, dejamos atrás nuestro “judaísmo” y nuestra “samaritanidad” para ingresar a esa comunidad universal de hombres y mujeres que se sienten felizmente desbordados por esta intención ecuménica, por esta pasión de sentido, por esta paternidad ciento por ciento acogedora, gratuita, salvíficamente beneficiosa para todos?
Este es el testimonio de Pablo en el texto de romanos: “Pues bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 5: 1). El es la justicia universal del Padre, la iniciativa novedosa de llevar a la plenitud de sentido la existencia de todos los humanos, haciendo de esta historia un escenario de dignidad, de fraternidad, de reconocimiento de la projimidad, como un anticipo eficaz, concreto, de lo que viviremos sin límites una vez crucemos la frontera de la muerte hacia la vida inagotable.
Simplemente proponemos una reflexión. Paul Knitter, teólogo católico norteamericano, en todo su trabajo teológico, se pregunta por el valor salvador de las muchas expresiones religiosas de la humanidad, de los otros “nombres” salvíficos (Buda, Abraham, Confucio, Mahoma……).  Dejamos el asunto a la consideración y oración de todos nuestros lectores, con la intención de que se cree un espacio limpio, espiritual en el mejor significado de este término, a partir de esta cuestión del ecumenismo y de la pluralidad de búsquedas religiosas.
Somos cristianos refugiados en un grupo elitista de perfectos, tipo fariseo? O somos seguidores de Jesús, abiertos, dialogantes, plurales?

Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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