domingo, 27 de abril de 2014

COMUNITAS MATUTINA 27 DE ABRIL II DOMINGO DE PASCUA



Lecturas
1.      Hechos 2: 42 – 47
2.      Salmo 117: 2-4, 13-15 y 22-24
3.      1 Pedro 1: 3-9
4.      Juan 20: 19 – 31
Partamos en la reflexión de hoy por la constatación de las señales de la Pascua en nuestra vida : Somos mejores personas? Nuestras decisiones parten de opciones de amor, solidaridad, transparencia? El ser prójimos eficaces define nuestros proyectos de vida? Estamos resueltos a ser portadores del sentido de la vida  para muchos? Gracias a nuestra cercanía muchos-as pueden re-significar sus biografías de tristeza y desilusión? Nuestra condición de cristianos es mucho más que costumbres rituales y adscripción socio cultural a una religión? El evangelio de Jesús es verdaderamente el configurador de nuestro ser y de nuestro quehacer?  Un cierto tufo fundamentalista y fanático quedó atrás para siempre? Hay frescura y  novedad pascuales en todo lo que hacemos?
Para ayudar un poco a responder estas cuestiones, leamos algo de lo que escribe el autor español Pedro Miguel Lamet en su versión novelada de la vida de Jesús  “El retrato: imago hominis” , en este momento es un relato en boca de María de Magdala: “ Pero la que más me impresionó fue la tercera historia, la del padre y los dos hijos. Es aquella en la que el más joven le pide su herencia y la dilapida como un libertino. Cuántos jóvenes que como él han malgastado su fortuna he tenido yo en mi lecho por dinero! Nunca había conocido a un padre así, que saliera a diario a esperar que viniera de lejos y corriera a abrazar a un hijo, el infiel, el ingrato, cuando regresa maltratado por la vida. Se me abrió , mientras le escuchaba, todo un horizonte, y, cuando terminó de explicar esa imagen, ese cuadro de un Padre que perdona siempre, que abraza siempre, me sentí conmovida hasta las entrañas. Corrí hacia él y me tiré a sus pies. Desde entonces no lo he abandonado nunca ni nunca lo abandonaré” (Obra citada, páginas 338-339. Editorial La Esfera de los Libros.Madrid, 2007).
Cada repaso de los relatos evangélicos nos trae a la mente y al  afecto el resultado gozoso, vital, transformador, de los encuentros con Jesús: Pedro, el ciego de nacimiento, el paralítico, Lázaro, Martha y María, María Magdalena, el incrédulo Tomás, la mujer que padecía desde siempre un flujo, los diez leprosos, la suegra de Pedro, la hija de Jairo, los pecadores que comían con él escandalizando a los fariseos, Zaqueo, el endemoniado de Gerasa, el ciego de Betsaida, la muchedumbre que come pan y peces hasta saciarse, Bartimeo, la mujer que lavó sus pies con costoso perfume, todos ellos y ellas son seres humanos frágiles, afectados por males físicos y morales y  por el desprecio de quienes se creían santos y observantes, como los fariseos y maestros de la ley.
En estas buenas y afectadas gentes sucede la novedad pascual, luego de encontrarse con Jesús, de recibir de El el anuncio bienaventurado del reino de Dios y su justicia, de ser destinatarios del milagro de la nueva humanidad, se tornan en personas que portan en sí las señales de la VIDA que no tiene fin . Así los destacan los cuatro textos evangélicos para testimoniar que por el ministerio de Jesús proceden una nueva manera de ser, una dignificación de la humanidad, una transformación de su ser y de su existencia.
 Qué hay en nosotros de estas fragilidades y de estas resurrecciones?
Por ejemplo, hagamos un ejercicio de identificación con Tomás, el incrédulo, cuyo relato viene en el evangelio de este domingo: “Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y no meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré” (Juan 20: 25). Esta constatación nos da para un escueto interrogante: cuáles son las resistencias que nos impiden resucitar, ser nuevos, acceder al sentido de la vida?
Con notable frecuencia, los miedos, las desconfianzas, el dejarnos presionar en exceso por los demás, la parálisis existencial, frenan en nosotros los procesos de crecimiento, la conversión, las rupturas liberadoras, los imaginarios pesimistas, el escepticismo, derivando de todo esto una condición entristecida, que se niega a la acción gratuita del amor y a los efectos de la libertad. Estas son explicitaciones de la incredulidad, porque el no creer  o adoptar una postura escéptica ante la fe no se queda en negaciones teóricas sino en estas actitudes de menoscabo de lo humano y de lo divino.
Justamente la vida según el Espíritu es la gran posibilidad que nos da el Padre – Madre Dios a través de Jesús , para salir de ese mundo de temores y frustraciones, con la intención de abrirnos a lo nuevo que es  re-creador, redentor, salvador, liberador, gracias a este Viviente, el Señor de Nazareth, ahora legitimado en su pascua, para beneficio de la humanidad de todos los tiempos.
Pedro, el apóstol, es un caso típico : rudo, inconsistente, radical, generoso, apasionado, niega a Jesús en el momento extremo de su vida, pero………….pasada la experiencia pascual, se hace capaz de decir y vivir cosas como estas , de las que está plenamente persuadido: “ Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, a través de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho renacer para una esperanza viva, para una herencia incorruptible e imperecedera” (1 Pedro 1: 3 – 4).
Resulta clarísimo que estas no son palabras salidas de una retórica formal u ocasional. Al contrario,  son en este hombre, una evidencia de que en él, también en sus amigos y compañeros, ha sucedido algo sustancialmente cualitativo,  re-creador , que ha provocado en sí una radical novedad en la conciencia que tiene de sí mismo, de su misión en la vida, y que le ha posibilitado descubrir que en ese Jesús de Nazareth, maestro y amigo, ha acontecido la intervención definitiva de Dios – no es otra cosa que la garantía pascual por excelencia! – para sentido y esperanza de toda la condición humana y de su historia.
A partir de todo esto podemos proponernos  algunas cuestiones  existenciales, llamémoslas gruesas:

-          Soy una persona atemorizada, dominada por el qué dirán, con mi autoestima disminuída, dependiente de lo que otros digan o hagan por mí?
-          Mis necedades, neurosis, intolerancias, maltratan gravemente la convivencia con mi familia o con otros?
-          Soy un consumista empedernido, derrochador de dinero, y en mi gasto no hay cabida para la solidaridad?
-          En mis relaciones afectivo-sexuales soy un coleccionista y seductor de hombres y mujeres, y me jacto de ser un Casanova, una Lolita, un Don Juan?
-          Soy un empresario o patrono, y en mis políticas y decisiones he creado un clima laboral malsano y no pago lo justo a quienes trabajan en mi organización?
-          Soy una persona de estilo superficial, ligero, “light”, que no me comprometo con nada que valga la pena en profundidad?
-          Estoy agobiado por una relación conyugal que se está echando a pique y me dejo ganar la partida por esta situación?
-          Soy un mal sacerdote, ambiguo, acomodado, que hago lo posible por escabullirme del ministerio, y mantengo un discurso de perfeccionismo farisaico, juzgando y condenando a los demás? Es mi celibato el de un solterón neurótico?
-          Ando envanecido por mis títulos académicos, por mi capacidad adquisitiva, por mis éxitos profesionales, y desprecio a quienes no poseen cosas como las mías?
-          Soy una mujer que se ha tragado el cuento de la belleza física, del 90-60-90, y pongo todo mi esfuerzo en mi cuerpo y en mis encantos?
-          Soy persona observante de ritos y cultos religiosos, me considero superior – moralmente hablando – a los demás, y los califico de indignos y pecadores?
-          Estoy desencantado de la vida, el pesimismo me invade, no veo perspectivas de sentido?
-          En mi trabajo, soy prepotente y autoritario, trato con desdén a los usuarios, soy difícil para el trabajo en equipo?
-          Soy un acumulador de dinero y de bienes materiales?
-          Mis posturas en lo político son intransigentes y verticales, soy intolerante con otros planteamientos, me cuestan la democracia y el pluralismo?
-          No afronto con entereza las dificultades de la vida?
-          Mi sexualidad es simplemente un pasatiempo de placer individual sin comunión ni trascendencia?
-          El narcisismo es habitual en mí, me siento superior a los demás y deseo siempre llamar la atención para que los otros se fijen en mis “perfecciones”?
-          Acaso he perdido el entusiasmo de vivir?
-          Algún problema familiar, grande o chico, me supera y caigo rendido sin hacer un trabajo de superación?
-          Triste? Deprimido? Vacío? Desilusionado?
-          Lo mío es “primero yo”, “segundo yo”, “tercero yo”, y lo restante para mí?
-          Tal vez ajeno al sufrimiento de los pobres y de los condenados de la tierra?

El elenco puede ser más amplio e  interminable.  Que sean estos asuntos la oportunidad de ponernos delante del Resucitado, dejando que El y la vida nos cuestionen, nos sitúen en trance autocrítico, conscientes de que hay realidades de fondo que ameritan ser re-significadas, en esto que los creyentes llamamos el paso de la muerte a la vida, siguiendo el dinamismo pascual, el mismo del que nos participa el mérito salvador y liberador del Viviente, para empeñarnos en construír un ser humano vivo, bienaventurado, comprometido, seducido por el amor, cuidador de todas las formas de vida, consciente de su radical precariedad, pero siempre abierto al sentido y a la plenitud que Dios nos ofrece en Jesús.
Cómo cambiar la orientación de las preguntas? Cómo hacer que ellas reflejen este esperanzador proceso de resucitar? Cómo se dan en nosotros experiencias vitales similares a la de Pedro, que  de cobarde y negador  se ha convertido en pastor del cristianismo primitivo y corajudo fundamento de la fe? O la de María Magdalena, humillada y utilizada por el apetito masculino y ahora transformada como mujer dignificada y sana? O el escepticismo de Tomás, que ahora afirma: “Señor mío y Dios mío”? (Juan 20: 28)? O el ambicioso y avaro Zaqueo, quien , luego de su encuentro con Jesús, afirma: “Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más” (Lucas 19: 8)?
En la biografía de estos personajes transformados por Jesús también podemos encontrar rasgos de nuestro propio relato vital. Que la gracia del Espíritu del Señor Resucitado haga posible en nosotros, con la cooperación de nuestra libertad, una renovada realidad vital, como la que animó a los cristianos de las primeras comunidades, de quienes atestigua este texto: “Los que habían sido bautizados se dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones.  Todos estaban impresionados porque eran muchos los prodigios que y señales realizados por los apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común” (Hechos 2:  42 – 44).
Este texto , que desde luego  refleja un ideal eclesial, es para nosotros la utopía que impulsa nuestros proyectos personales de vida y nuestra condición de bautizados, hombres y mujeres de iglesia? Dejamos trabajar al Espíritu en nosotros para que nuestro modo de seguir el camino de Jesús se inspire en este deber ser? Nos esforzamos por hacer de la Iglesia el ámbito de comunión e inclusión en torno al Señor Jesús? Las personas que nos ven se entusiasman con este estilo de vida?
Juan XXIIIAngelo Giuseppe Roncalli 1881 – 1963 – que fue pastor de la iglesia universal entre 1958 y 1963, escribió durante toda su vida EL DIARIO DEL ALMA, bello texto en el que expresa todo el acontecer transformador, pascual, que el Señor hizo posible en este hombre santo, generoso, evangélico, sensible al mundo y a sus desafíos.
 Un verdadero relato de Dios, estimulante  para estos deseos que deposita  el Espíritu en nosotros  de ser buenos, limpios, solidarios, fraternos, evangélicos, renovados, vivos con la vitalidad del amor de Aquel siempre dispuesto a nuestra plenitud. En la mañana de este II domingo de pascua 2014, 27 de abril, este hombre será canonizado por Francisco, que sigue sus pasos.
Escribamos con nuestra vida nuestro propio Diario del Alma!

Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,SJ

domingo, 20 de abril de 2014

COMUNITAS MATUTINA 20 DE ABRIL PASCUA DE RESURRECCION



Lecturas
1.      Hechos 10: 34 – 43
2.      Salmo 117: 1-2 y 16-23
3.      Colosenses 3: 1-4
4.      Juan 20: 1-9

LA CRIADA  DE  EMAUS (Cuadro de Velásquez)
Ella escucha, escucha, contiene la respiración.
Aquella voz no es suya? Él que la había mirado una vez,
a través de la muchedumbre,
como nunca nadie había mirado.
La había visto? Había hablado como si fuera para ella?
Aquellas manos ciertamente eran suyas,
las manos que le cogieron el cesto de pan hace un minuto?
Las manos que había puesto en los enfermos para curarlos?
Y su cara, seguro que…….?
El hombre crucificado por sedición y blasfemia,
El hombre cuyo cuerpo desapareció de la tumba.
El hombre, se rumorea ahora que algunas mujeres habían visto esta mañana vivo?
Los que habían traído al extranjero a su mesa
aún no reconocen con quién están sentados.
Pero ella, en la cocina, al coger distraídamente la jarra de vino que va a llevar,
la joven criada negra que escucha atentamente,
se vuelve y ve LA LUZ ALREDEDOR DE EL
Y ESTA SEGURA.
Denise Levertov. Las arenas del pozo, 1995.


Irrumpamos con gozo pascual en esta mañana de resurrección,  acompañados por  este hermoso poema de Denise Levertov (1923-1997 poetisa inglesa, nacionalizada estadounidense), para  hacer evidente nuestra certeza, como la de la joven criada negra, de que  El está ahí con nosotros, con la LUZ   que brilla a su rededor!!
Cómo conectamos esta sensibilidad creyente y teologal con aquello que dijera nuestro ahora inmortal Gabo, el 10 de diciembre de 1982, en Estocolmo, ante la Academia Sueca, recibiendo el Premio Nobel de Literatura?: “Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” (Gabriel García Márquez, publicado en la edición de El Tiempo , 11 de diciembre de 1982).
No es esta acaso, una expectativa de índole pascual, procedente del Espíritu, la misma que sacó a Pedro y a los primeros discípulos de su miedo y angustia, de su sentimiento de derrota, haciendo de ellos hombres-mujeres totalmente nuevos, con coraje inusitado, arrojados y apostólicos, ahora sí convertidos en pioneros de la Buena Noticia?
No es esto lo que alienta nuestras motivaciones y actuaciones, cuando salimos de los rincones de la cobardía, cuando dejamos atrás temores y desconfianzas, y nos hacemos destinatarios de esa maravillosa realidad que nos desborda y envuelve, la misma en la que ahora Gabo vive para siempre, la misma que transformó a Pedro y a María Magdalena?
Pasando la frontera de los siglos resuenan hoy en todas las comunidades cristianas del mundo las palabras de Pedro: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. A él, a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él  después que resucitó de entre los muertos. El nos mandó a predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo  ha constituído  juez de vivos y muertos” (Hechos 10: 39-42).
Pedro y los primeros compañeros eran hombres frágiles, exactamente como nosotros, los de hoy, con grandes limitaciones, también con ilusiones de vida hermosas, legítimas, pero condicionados por todas las inevitables manifestaciones de la precariedad, que nos son inherentes a todos los humanos. A eso se añade que no eran ellos personas de importancia social o religiosa, sino  pescadores, pastores, gentes del pueblo humilde, los que sufrían, como el pueblo de hoy, las consecuencias malignas del “sistema”.
Descubrimos aquí una reiteración de aquella intencionalidad de Dios, bien explicitada en los textos bíblicos, de no utilizar la pedagogía de lo poderoso y espectacular, sino de esconderse en lo débil y revelarse a los últimos del mundo, como lo hizo con María y los profetas, con el justísimo José, con los pastores que fueron a honrar al pequeño de Belén, y con tantos-as estupendos seres humanos, que en sí mismos llevan – sin alarde – las gozosas señales de la Pascua.
En qué estado nos recibe esta Pascua de 2014? Estamos afligidos, atemorizados, sufridos, acaso hemos perdido las razones para vivir con sentido y esperanza? O, tal vez distraídos en nuestros egos, en los afanes del trabajo que no dan tiempo para lo esencial, o adorando ídolos que no valen la pena? Cargando ladrillos a cosas efímeras? O, más bien, haciéndonos preguntas de fondo, dejándonos interrogar por Dios y por la vida, confrontando críticamente lo que somos y hacemos, abiertos a que Alguien provoque en nosotros realidades  maravillosas y liberadoras?
La respuesta a esta última pregunta es la puerta abierta para que entre por ella Jesús de Nazareth, ahora el Cristo de Dios, el Señor Resucitado, y nos aclare horizontes con la misma luminosidad  que invadió de plenitud a la joven criada de Emaús, con seguridad mujer empobrecida y humillada, ahora nueva y bienaventurada, poseída por el resplandor del extraño caminante que acompañó a los dos confundidos discípulos en su triste trasegar por aquellos senderos cercanos a Jerusalén.
Como tantas veces en la vida lo hemos hecho, volvamos a formularnos la gran  pregunta: qué pasó en Pedro y en sus temerosos amigos que de cobardes los hizo valerosos testigos de estos acontecimientos? Qué le ocurrió a la prostituída y utilizada María Magdalena para  que sea  ahora una mujer nueva, digna reivindicada? Qué al diplomático y prudente Monseñor Romero,  que pasó de ser un discreto eclesiástico a profeta de los pobres de El Salvador? Qué a nosotros cuando rompemos con el egoísmo y con las muertes, con la comodidad y el espíritu precavido, para enamorarnos, para emprender aventuras de libertad, para gastarnos dando sentido a la vida de otros, para hacer del servicio y la solidaridad un elemento sustancial de nuestros proyectos de vida?
Madruguemos con la Magdalena: “El domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol, María Magdalena vino al sepulcro. Cuando vió que habían retirado la piedra que tapaba la entrada, regresó corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús tanto quería y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Juan 20: 1-2)
Los fracasos de la vida, los momentos de incertidumbre nos derrotan, la convicción de pérdida nos hace desistir de la pasión de vivir?  Nos sentimos abandonados de Dios? Entonces insistamos con Pedro y el otro discípulo: “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vió y creyó” (Juan 20: 8).
Pascua es el tiempo de la vida, de la confianza, del esperar contra toda esperanza, del compromiso radical por hacer de este mundo un anticipo de la gran plenitud que nos aguarda cuando crucemos la gran frontera, hacia el Padre-Madre Dios.
Pascua es la gran posibilidad de empeñarnos creciente y constantemente en la afirmación de la dignidad humana, en el cuidado de la vida, en la creatividad propia del Espíritu, dotada teologalmente, en la pasión por la justicia y por los condenados de la tierra, en la firme negativa a arrodillarnos ante los ídolos del capital, del consumo, del poder, del dinero, de la banalidad, de los siniestros señores de la muerte.
Nuestro único Dios es el Padre de Jesús, este sacramento pleno de la divinidad, sabedores de que El nos quiere libres, dignos, gestores de la nueva humanidad. Y sólo ante El nos inclinamos para adorar el gozoso misterio que da sentido a nuestra vida!
Pascua es hacer de la historia un escenario de vitalidad,  eso tan hermoso de Gabo “una arrasadora utopía de la vida”, una mesa servida en igualdad de condiciones para todos, un trabajo a brazo partido para que cada ser humano, cada ser vivo, tenga un digno lugar en la gran fiesta de Dios y de la humanidad, tomados de la mano de Jesús el Cristo, el Viviente, el relato fundamental de Dios “para que las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Los seres humanos somos históricos y metafísicos, ciudadanos del “más acá” y del “más allá”, mortales y eternos, por decisión de este excelentísimo Dios Nuestro, que no se conforma con que sus creaturas se puedan acabar, lo que lo hace no escatimar el más mínimo esfuerzo para que la vida – su vida, nuestra vida – siempre sea posible y se haga definitiva, inagotable, infinita, que inspira estas palabras de Pablo a los cristianos de Colosas y a nosotros: “ Han muerto, y su vida está escondida con Cristo, en Dios; cuando aparezca Cristo, que es vida para ustedes, entonces también aparecerán gloriosos con El” (Colosenses 3: 3-4).
Salir de nuestros escondites, volcarnos al mundo, caminar descalzos por las calles de la historia, juntarnos con los artesanos de la vida, crear siempre nuevos modos de convivencia e inclusión, ser para muchos portadores del Sentido, festejar, bailar con frenesí, hacer declaraciones de amor, tener hijos, cuidarlos y formarlos, proteger a los mayores, dar alternativas a los jóvenes, hacernos cargo de la realidad, como decía el también inmortal y mártir Ignacio Ellacuría, todo eso y mucho más es Pascua, en cuyo centro está este Señor Jesús, extraordinario, estupendo en el máximo sentido en que alguien puede serlo.
Porque
Basta morir  para tomar derecho
El puerto inalterable, deseado,
Y allí vivir de muerte y VIDA entera.

Emilio del Río (n. 1928, jesuita español).  Cántico para Alfa y Omega, 1971.
Mientras escribíamos este texto pascual, sonaba majestuosamente el Oratorio de El Mesías de George Friedrich Händel, interpretado por el Coro Monteverdi y la agrupación de Solistas Ingleses del Barroco, dirigidos por John Eliot Gardiner.
 Al llegar al culminante y triunfal “Hallelujah” , detuvimos la escritura y nos arrodillamos para adorar el Misterio de nuestra esperanza, sintiendo,  como la joven criada de Emaús, a quien llamaremos Naomi, que “se vuelve y ve la luz alrededor de El y está segura”.
Feliz Pascua de Resurrección!
Alejandro Romero Sarmiento  -  Antonio  José Sarmiento Nova,S.J.

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