domingo, 28 de septiembre de 2014

COMUNITAS MATUTINA 28 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Ezequiel 18: 25 – 28
2.      Salmo  24: 4 – 9
3.      Filipenses 2: 1 – 11
4.      Mateo 21: 28 – 32

Dice el teólogo español – vasco José Antonio Pagola, refiriéndose a la actitud de Jesús ante la institución religiosa judía y su rigurosa normativa ritual y legal:
Probablemente sorprendió mucho su libertad ante el conjunto de normas y prescripciones en torno a la pureza ritual. La mayor parte de las “impurezas” que podía contraer una persona no la convertían en un “pecador”, moralmente culpable ante Dios, pero, según el código de pureza, la apartaban del Dios santo y le impedían entrar en el templo y tomar parte en el culto. Al parecer, en tiempos de Jesús se vivía con bastante rigor la observancia de la pureza ritual…….Jesús, por el contrario, se relaciona con total libertad con gente considerada impura, sin importarle las críticas de los sectores  más observantes. Come con pecadores y publicanos, toca a los leprosos y se mueve entre gente indeseable. La verdadera identidad no consiste en excluír a paganos, pecadores e impuros. Para ser el “pueblo de Dios”, lo decisivo no es vivir “separados”, como hacen en buena parte los sectores fariseos, ni aislarse en el desierto, como los esenios de Qumrán. En el reino de Dios, la verdadera identidad consiste en no excluír a nadie, en acoger a todos y, de manera preferente, a los marginados” (PAGOLA,José Antonio. Jesús: aproximación histórica. Páginas 250 – 251).
Con esta extensa cita queremos explicitar uno de los núcleos centrales del ministerio de Jesús: su cuestionamiento a la religión judía por su énfasis en el cumplimiento riguroso de la ley mosaica – la Torah – y por  su observancia obsesiva de todo el conjunto de normativas de purificación ritual, sin hacer la misma insistencia en la conversión del corazón. Acerca de esto,  la Palabra nos viene hablando hace varios domingos, una insistencia que indica el carácter esencial de esta preocupación y desafío del Señor.
El desnuda todo lo nuestro de ropajes vanos y de apariencias, de formalidades externas, y llega a la profundidad del ser para preguntarnos sin rodeos por la sinceridad de nuestras intenciones, por la verdad de lo que somos y hacemos, por las prioridades que orientan nuestra conducta, esto con una pedagogía exigente  - muy exigente! - que aspira a provocar en nosotros el mayor nivel posible de rectitud, de veracidad, de transparencia.
Para el judaísmo contemporáneo de Jesús, la santidad consistía en el acatamiento y práctica de todo este conjunto de determinaciones, asunto más bien de realizaciones exteriores, exactamente como asistir a misas, a estar en celebraciones de sacramentos, a cumplir con devociones individuales, sin respaldar eso con el contenido de una vida que se esfuerza por vivir honestamente las implicaciones del Evangelio.
En el mundo genuinamente cristiano la relación culto – vida es indispensable. Si celebramos nuestra fe en las diversas manifestaciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía, asumimos el compromiso de llevar una existencia coherente con ese carácter celebrativo.
 Lo que se significa en el rito se debe llevar a la vida cotidiana : en la relación de pareja, en la familia, en la formación de los hijos, en el trabajo y en la vida profesional, en la participación ciudadana, en el impecable comportamiento individual y colectivo, en el ejercicio y configuración de nuestra sexualidad, en la atención solidaria a los pobres y marginados, en el reconocimiento respetuoso de las diferencias, en el cuidado del hábitat, en la defensa y promoción constantes de la dignidad humana, en los criterios con los que manejamos el dinero y los recursos materiales, en la manera como orientamos los estudios, en nuestra postura ante el poder , en el estilo  que tengamos para asumir los medios de comunicación y la tecnología, y tantos otros influjos de la sociedad.
 En definitiva, en todos los ámbitos de nuestro desempeño humano y cristiano.  Tales  son los lugares concretos en donde debe suceder la coherencia vital, la que nos califica como hombres y mujeres asumidos por el dinamismo liberador de Dios.
 Vale decir que lo que se expresa en el culto debe tener decisivas implicaciones en una nueva manera de ser y de vivir, modelada según el proyecto original de Jesús.
Los judíos radicales, fundamentalistas, despreciaban a quienes no vivían en esta perspectiva del ritualismo externo , considerándolos – como lo señala Pagola – impuros y pecadores.
 Este  es el punto central que desata la muy severa crítica por parte de Jesús, elemento esencial de su predicación y de su capacidad para transformar de raíz el paradigma de la relación entre los seres humanos y Dios, dejando atrás el esquema de la mediación ritual para dar paso al adorar al Padre en espíritu y en verdad, es decir, al hacer de la vida el culto verdaderamente agradable a El, el nuevo talante humano que es inherente a la lógica del Reino : “Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4: 23 – 24).
Con esto nos conecta el texto de Mateo, cuando se refiere a las actitudes de los dos hijos, ante la invitación que les hace su padre a trabajar: “Un hombre tenía dos hijos.  Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. El hijo le respondió: no quiero; pero luego se arrepintió y fue. Acercándose al segundo, le dijo lo mismo. Este respondió: ya voy, pero no fue” (Mateo 21: 28 – 30).
Es claro que Jesús se está refiriendo a los judíos, por su dureza de mente y de corazón para acoger la propuesta del reino. Son los religiosos observantes , estrictos participantes en ceremonias y ritos, aceptan formalmente la invitación de Dios, pero su vida, sus hechos, sus prioridades, están totalmente distantes de El.  En qué aspectos concretos nos toca esta exigente alusión del Señor? Suscitan estas palabras en nosotros un denso examen de conciencia?
Y, en abierto y profético contraste, son los alejados de la religión los que sí se disponen para  la Buena Noticia y se dejan moldear por ella: “Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, aún después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído  (Mateo 21: 31 – 32).
Pensemos en la honestidad de algunos agnósticos y ateos:  su manera de ser y de  vivir cuestiona tantas religiosidades y moralidades, rituales desconectados de la historia real de la humanidad, posturas verticales y autoritarias de ministros religiosos, manipulaciones de la realidad de Dios, interpretaciones sesgadas del Evangelio, actuaciones incompatibles con la misericordia anunciada por Jesús ,  interrogantes de fondo al exceso de soberbia en no pocos creyentes, que en sus actuaciones externas parecieran aceptar el mensaje, llevando en realidad una   vida distante del amor misericordioso del Padre.
También  corramos  el riesgo de dar una mirada cercana, comprensiva, abierta, a ese universo de personas que la sociedad – tal vez nosotros, también? – considera indeseables: los condenados morales, las chicas que se ven obligadas a comerciar con su cuerpo para no morir de hambre – humilladas y ofendidas por hombres “respetables” (?????) - , tantos jóvenes carentes de oportunidades que se venden al mejor postor en la guerrilla, en el sicariato, en la intensa y dramática experiencia de vivir en la calle, sin la protección del hogar ni  la calidez de la vida familiar,  sin la referencia de una identidad paterna y materna que estructure en ellos una humanidad saludable.
Encontramos en estas personas  una manifestación de Dios, una necesidad de El, un clamor de dignidad, un deseo urgente de ser reconocidos como humanos, merecedores de afecto y de respeto?  Su condición nos interpela y nos pone en trance de autenticidad, de examen profundo de nuestra conciencia? Se nos mueve la sensibilidad para entenderlos y asumirlos con los mismos sentimientos con los que el Señor Jesús se aproximó y se sigue aproximando a ellos?
El Evangelio siempre nos trae novedades y posibilidades de crecimiento y de conversión. Ya sabemos que  este  tema planteado hoy es antiguo, muy antiguo, pero su trasfondo siempre  susceptible de un proceso permanente de configuración con la persona de Jesús, con el proyecto del Padre, para que hagamos siempre “control de calidad”  a nuestra condición de cristianos : si lo somos sólo por conveniencia social, por inercia de la costumbre, por aparentar, o si en nuestro interior alientan la pasión por la verdad, por la existencia auténtica, por la rectitud en todo lo que somos y hacemos.
Para eso, estamos invitados a considerar estas palabras de Pablo, contenido central de la segunda lectura de este domingo: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí mismo y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Filipenses 2: 5 – 8).
Golpe certero a todas las presunciones humanas de vanidad, a las arrogancias que provienen del poder, a los talantes de soberbia y superioridad,  sugerencia liberadora para bajar el perfil, haciéndonos discretos, humildes, negándonos al vano honor del mundo, descubriendo que la legítima felicidad reside en dejarnos saturar de Dios en esta configuración con la credibilidad del amor que se expresa eficazmente en la persona de Jesús.
En este apasionante Señor, crucificado, vilipendiado, escarnecido por la soberbia humana, está patente, con intensidad salvadora y sacramental, la fuerza liberadora del amor del Padre. Es El quien  nos redime del culto a la personalidad, de los orgullos mal entendidos, de los egos desaforados, de las formalidades religiosas sin conversión del corazón. En El somos verdaderamente!

domingo, 21 de septiembre de 2014

COMUNITAS MATUTINA 21 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas
1.      Isaías  55: 1 – 11
2.      Salmo 144: 2 – 9 y 17 – 18
3.      Filipenses 1: 20 – 24 y 27
4.      Mateo 20: 1 – 16
Con frecuencia escuchamos decir que los caminos de Dios no son nuestros caminos, que su lógica y modo de proceder son totalmente distintos a los de los humanos,  contrarios a la manera como vemos y asumimos la vida, provocando una radical ruptura de nuestros  esquemas y mapas mentales con los que decidimos qué es lo bueno y lo malo, qué lo justo y lo injusto.
Si bien, este lenguaje tiene el sabor de un lugar común, vamos a hacer el esfuerzo de superar este estereotipo para que nos adentremos – maravillados! – en esta novedad radical, deseosa de provocar el más alto y definitivo nivel de esperanza y de sentido de la vida.
Predomina en muchos ambientes la mentalidad del cálculo interesado, de la milimetría matemática, de la acumulación de méritos, del alardear de ser mejores que los demás, de presumir de ser justos y buenos,  también de clasificar a las personas de acuerdo con sus hojas de vida, con sus títulos, con su capacidad económica, o con su moral y su conducta.
 Penosamente, esto ha llegado al campo religioso, vieja manía esta de presumir de santos, de observantes, de cumplidores de ritos y formalidades externas, de ajustar la vida a unas normas, la mayoría de ellas caracterizadas por su estrechez y falta de libertad.
En consecuencia, los modos de vida se convierten en cumplimiento de reglamentos, en “marcar tarjeta” porque “toca”, en liturgias carentes de afecto y de vitalidad, todo reducido a una permanente acumulación de requisitos, para que cuando venga el momento de la rendición de cuentas, podamos presentar un “balance contable” que diga que estamos al día, que todo lo cumplimos, sin tener en cuenta si esto se vivió con pasión, con entusiasmo, con la felicidad que produce el amor, con el corazón sinceramente dispuesto para Dios y para los hermanos.
Vivido esto en el ámbito de la relación con Dios fijémonos en esa mentalidad rigorista de los sacerdotes del templo en los tiempos de Jesús, de los fariseos, de los maestros de la ley, para quienes el acatamiento a los designios divinos se quedaba en  la pobreza de unos  cumplimientos rígidos, sin conversión del corazón, tan severamente fustigados y cuestionados por el mismo Jesús: “Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de inmoralidad y robos!” (Mateo 23: 25).
Vale decir que hoy también este mismo modelo se vive en muchos espacios de grupos religiosos, marcados por el fundamentalismo, las prédicas agobiantes de algunos sacerdotes y pastores, quienes, en lugar de asumir un ministerio estimulante y profético, provocador de ilusiones y deseos de vivir, someten a sus comunidades a duras cargas, incomprensibles y lejanas de la realidad, intransigentes, desconocedoras de las particularidades de las personas y de los contextos en los que se desenvuelven.
Dos de las lecturas de este domingo – la de Isaías y el texto de Mateo – nos introducen en la dimensión apasionante, liberadora, de la gratuidad del Dios que es todo para todos, ricos y pobres, santos y pecadores, ateos y creyentes, buenos y malos, un Dios que sorprende porque El mismo es don ilimitado, abundancia desmedida de amor y beneficios, perdón y misericordia, que  no evalúa méritos ni revisa curriculums, ni tiene en cuenta privilegios y categorías, ni listados de “indicadores” de resultados y productividad.
 Dios que desciende a lo más profundo del ser humano, inserto en sus dramas y vacíos, también en sus plenitudes y realizaciones, para darse sin límites, implicándose en la historia individual y colectiva de todos, en términos de gracia, de justificación, de salvación, de una manera de vida que no se queda en esa “teología del mérito acumulado” sino en el obsequio gratuito de sí mismo y en su pasión por cada ser humano: todos  somos  opción preferencial de Dios, incluyendo  a aquellos que, en ejercicio de respetable autonomía, deciden no creer en El o llevar una vida que no tiene en cuenta sus proyectos y valores. Dios cree en todos los humanos, aunque algunos no crean en El!
El  es mucho más que nosotros, afirmación  que no debemos leer en la clave del paradigma humano de autoridad y jerarquía, sino en la óptica del amor supremo que se inclina humilde, misericordioso,  ante cada hombre, cada mujer,   para llenarlo-a de dignidad y de las mejores y más completas razones para una existencia cargada de significado y totalmente abierta a la trascendencia. Su amor ilimitado llena nuestra existencia de sentido!
Esto  es lo que nos quiere decir hoy el profeta: “Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? Y el salario en lo que no deja satisfacción? Escúchenme atentos, y comerán bien, se deleitarán con platos sustanciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes alianza perpetua….. “Isaías 55: 2 – 3). Reforzado por: “Atención, sedientos!  Vengan por agua, también los que no tienen dinero, vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche gratis” (Isaías 55: 1).       
El tiempo de Dios – que es siempre !  - se caracteriza por la participación justa y equitativa en los bienes de la creación, en los dones que El nos ofrece para que seamos estupendos modelos de humanidad, siempre en la dinámica de lo gratuito. Esto determina un contraste provocador con estas sociedades en las que todo está clasificado, distribuído según “méritos” (??????), medido, estratificado, pagado,  organizado en rangos y escalas, olvidando completa – y pecaminosamente !! -  la común dignidad de los hijos del Padre común.
Es deliberada la intención de Jesús con su parábola de los jornaleros de la viña, presentada hoy en el evangelio de Mateo, cuando un hacendado, en diversos momentos del mismo día, va contratando obreros para las faenas del campo: “Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo debido” (Mateo 16:  4), al final de la jornada llega la hora del pago “debido”, y entonces surge la sorpresa: “Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más, pero también ellos recibieron la misma paga. Al recibirla, se quejaron contra el hacendado: estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día…..” (Mateo 16: 9 – 12).
Es inequitativo e injusto Jesús al proponer este mensaje? Desconocedor de derechos y méritos adquiridos?  Consideremos estos elementos que leemos entre líneas en  toda la parábola: la gracia  que el Padre nos regala es desbordar con amor los parámetros de la justicia humana, esta realidad es clarísima de parte del Señor y con ella pretende establecer el contraste con el legalismo propio de su época, en la que las relaciones con Dios se determinaban como un pago, una retribución en razón de los merecimientos que se tenían.
Con este mensaje Jesús deja muy nítida su intención de trastocar este modelo de retribución – mérito – pago, por el de lo gratis, el de la generosidad, que se vuelca preferentemente no a quien la merece sino a quien la necesita. Extraño y “escandaloso” este Dios que se va , relatado sacramentalmente en Jesús, por los márgenes de la vida y busca a prostitutas y disfuncionales, a excluídos y señalados por inmoralidad, para sentarlos en la mesa del Padre , en igualdad de condiciones, sirviéndoles la posibilidad de rehacerse, de rescatar su dignidad, de realizar en ellos el milagro sanador del amor, de la restauración plena de su ser, sin castigos ni  condenaciones!
Cómo interroga esto nuestra manera de vivir y entender las relaciones de justicia, el cumplimiento de deberes y obligaciones, las relaciones con los demás? Nuestras actitudes ante los que fallan, nuestra capacidad para entender las debilidades de las personas? Estamos en el grupo del juicio implacable o en el de la cercanía misericordiosa?
En este orden de cosas, recordemos el texto de Juan 8, el de la adúltera, cuando a Jesús “los letrados y fariseos le presentan una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, y le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. La ley de Moisés ordena que mujeres como esta sean apedreadas; tú,  que dices? Decían esto para ponerlo a prueba y tener de qué acusarlo. Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: El que no tenga pecado, arroje la primera piedra…….
 La historia restante la sabemos bien, es uno de los relatos más conocidos en la humanidad, dentro y fuera del mundo cristiano. Jesús invita a sus interlocutores de ese tiempo y de todos los tiempos a pasar de la ley que debe ser ejecutada sin contemplaciones a la que debe ser interiorizada desde la propia responsabilidad. No es la determinación objetiva de lo  establecido normativamente lo que obliga sino el libre compromiso que se asume con convicción, conscientes de que la vivencia responsable de lo establecido se hace en actitud sincera de amor, de valoración de la propia conciencia y de la de los demás.
 Para señalar un  ejemplo que cobija a muchísimas personas en el mundo, la fidelidad matrimonial no se vive porque “toca”, se vive porque hay amor profundo, respeto por la dignidad de la pareja, no es una carga sino el ejercicio de un dinamismo de libertad, arraigado en el valor mismo de las dos personas implicadas en el vínculo conyugal. El amor verdadero, el de Dios que llena de plenitud y de significado nuestros amores, es la genuina ley que libera y realiza a quienes así lo viven.
Todo esto viene a una cabal comprensión con las palabras de Pablo: “Una cosa importa, que su conducta sea digna de la Buena Noticia de Cristo…..” (Filipenses 1: 2 27). Bendito Dios  gratuito, desbordante Padre amoroso, empeñado en nuestra felicidad, revelado plenamente en el Señor Jesús, sacramento de su misericordia, superando los límites de una justicia matemática para dar paso a la gozosa lógica del reino y de su nueva justicia!!


Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,SJ

domingo, 14 de septiembre de 2014

COMUNITAS MATUTINA 14 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


Lecturas
1.      Eclesiástico 27: 30 a 28: 7
2.      Salmo 102: 1 -12
3.      Romanos 14: 7 – 9
4.      Mateo 18: 21 – 35
En la cultura religiosa y moral del Antiguo Testamento la ley del talión determinaba la manera como las personas debían reaccionar cuando eran ofendidas: vengándose con precisión aritmética,  la norma vigente imponía un castigo que se identificaba exactamente  con el crimen cometido.
Viene de la expresión latina talis o tale que significa idéntica o semejante, esto quiere decir que se trata de una pena igual  a la agresión infligida. La legislación civil y religiosa autorizaba al agredido a responder con la misma medida con la que había sido vilipendiado. La referencia más conocida  es “ojo por ojo, diente por diente” : “Pero  cuando haya lesiones , las pagarás: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Exodo 21: 23 – 24). Un estilo de rigor matemático para castigar a los ofensores, que  se cumplía  con precisión literal.
Como contrapartida,  aparece Jesús ejerciendo, en nombre del Padre – Madre Dios, una misericordia desbordante, desconocedora de estas medidas, a plena contracorriente de lo establecido, con una afirmación como esta: “Ustedes han oído que se dijo ojo por ojo, diente por diente. Pues yo les digo que no opongan resistencia al que les hace mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en tu mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto……” (Mateo 5 : 38 40)
Podemos decir que esta es la exigencia más radical que hace Jesús a quienes quieren configurarse con El, seguir su camino, encontrar la plenitud de su humanidad en este proyecto de vida que rompe los esquemas habituales de nuestra lógica, que de entrada tiende al desquite, a la respuesta violenta, al cultivo de rencores y resentimientos, generando aquello que el inolvidable y profético obispo brasilero Dom Helder Cámara (1909 – 1999) llamaba la espiral de violencia, término con el que se refería a la cadena interminable  de muerte y ofensa que se genera cuando a  un acto violento de agresión  sucede una respuesta vengativa, y así de forma constante y creciente, hasta el punto de establecer un conflicto de proporciones colosales.
Este es el mensaje central de la Palabra de este domingo, cuando Jesús responde de este modo a la pregunta de Pedro: “Entonces se acercó Pedro y le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, cuantas veces tengo que perdonarle? Hasta siete veces? Jesús le contestó: no te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18: 21  - 22).
 Esta contestación está vinculada con el texto evangélico proclamado el domingo anterior, en el que hay una evidente preocupación por el pecado del otro, en el sentido constructivo de eliminar todo obstáculo de la persona y de la comunidad,  con la invitación a corregirlo a solas, o en comunidad, si no acata el requerimiento de la corrección fraterna.
En el proyecto de Jesús no hay lugar para la venganza porque estamos convocados a vivir en el dinamismo misericordioso del Padre, que nos beneficia permanentemente cada vez que experimentamos su amor , cada vez que recibimos  el beneficio de la restauración total de todo nuestro ser, dejando atrás los efectos del egoísmo y  del pecado: borrón y cuenta nueva es lo que se pone en juego en esta perspectiva revolucionaria del reino de Dios y su justicia.
La oferta manifestada por Pedro de perdonar siete veces es limitada y se inscribe en esa perspectiva retributivo – milimétrica del Antiguo Testamento. La respuesta de Jesús es diametralmente opuesta :  lo que El  propone a este discípulo  es perdonar setenta veces siete. Así,  remite el asunto a un perdón que no tiene fin, definitivamente generoso y gratuito: en el lenguaje bíblico siete y sus múltiplos son símbolo de plenitud.
 La reconciliación ilimitada  es una de las notas características de la nueva lógica de vida que Dios instaura a través del ministerio del Señor Jesús.
Este mensaje tiene total pertinencia en el contexto actual de nuestra historia colombiana, marcada ancestralmente por guerras, violencias, retaliaciones, destrucciones, muertes provocadas por la perversidad de seres humanos concretos.
 Las contiendas civiles del siglo XIX, la violencia política que se desató durante buena parte del siglo XX en la penosa confrontación entre liberales y conservadores, las consecuencias dolorosísimas de la tragedia del 9 de abril de 1948, el surgimiento de las guerrillas en los años sesenta, el criminal antídoto del paramilitarismo, la fiebre brutal del narcotráfico, los falsos positivos, igualmente malignos y condenables, son hechos que han dejado una huella trágica en el  devenir de nuestro país, traducidos también  en esa espiral de violencia que parece cosa de nunca acabar.
El actual proceso de paz, es al mismo tiempo esperanza para millones de colombianos pero también provoca en muchos reacciones encontradas, siendo la principal ,   la pregunta por la justicia que se debe aplicar rigurosamente a los victimarios con  el correspondiente resarcimiento a las víctimas.
 Cómo conciliar esta necesidad urgente, sentidísima, de perdón, de superación definitiva de los conflictos, de sanación de tantas heridas, con la aplicación de medidas punitivas a quienes son los responsables de tanto dolor?  Qué nos corresponde a nosotros, seguidores de Jesús, en esta búsqueda colectiva de una vida digna, pacífica, incluyente, saludable, purificada, para todos los habitantes de este bello país? Cómo aportar con realismo humano y evangélico a esta expectativa de todos los colombianos? Cuáles son las implicaciones personales para cada uno de nosotros?
Detengámonos en otro de los extremos del Señor: “Ustedes han oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo les digo: amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justo e injustos. Si ustedes aman sólo a quienes los aman, qué premio merecen?” (Mateo 5: 43 – 46).
 Costosísima exigencia la que El nos propone cuando nuestro instinto primario nos lleva al desquite, al desconocimiento del enemigo, a poner a este último en escarnio público!
Justamente la parábola que completa el texto evangélico de este domingo es una alerta severa contra la incapacidad de misericordia: el perdonado que no fue capaz de perdonar a su deudor. El relato de este siervo inmisericorde deja patente que vivir en el reino significa experimentar el incomensurable perdón de Dios, y que quienes pertenecen a él han de reflejar esa naturaleza misericordiosa en sus relaciones con los demás. El mensaje de Jesús es contundente en este sentido y -  si su proyecto nos seduce y apasiona - es imperativo asumirlo y vivirlo hasta sus últimas consecuencias.
De la primera lectura también derivamos unos contenidos que corroboran todo lo anterior: “Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante y pide perdón de los pecados?” (Eclesiástico 28: 2 – 4).
Estas palabras establecen una lógica de continuidad y complementariedad entre la demanda que nosotros hacemos a Dios por el perdón de nuestras fragilidades y las que debemos a los prójimos, especialmente a aquellos que nos han lastimado y agredido, también a quienes nosotros hemos ofendido y denigrado.
En definitiva, este puede ser perfectamente el mayor indicador de la grandeza de un ser humano, por supuesto de quien se identifica con Aquel que, humillado y ofendido siendo el justo por excelencia, simplemente expresó con dramática elocuencia : “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23: 34). En esta escueta palabra se explicita el mayor amor del mundo, este sí revolucionario porque trastoca el orden de cierta lógica, siempre imperante, la que está en la base de tantos desencuentros y violencias.
En nuestra oración y discernimiento de hoy preguntémonos si esto que propone el Evangelio de Jesús es una ingenuidad, una falta de sentimiento crítico ante los ofensores, un imposible, una falta de vigor personal y comunitario,  o si,  -  mejor aún y esta es la gran esperanza !  - es una alternativa viable, el aporte específico del cristianismo con todo lo que se pretende de la superación de esta cultura de la muerte y de la agresión.
Es imperativo revisar nuestro tejido interior, esto para las conciencias individuales, también para la gran sociedad, yendo a la profundidad del yo donde se determinan prioridades y motivaciones, actitudes e intenciones, para dejarnos asumir por la fuerza liberadora de la gracia de Dios, descubriendo con esperanza que un corazón sano es el más saludable medicamento para construir estructuras sociales incluyentes y promotoras de la dignidad humana, en las que sea posible ejercer la misión terapéutica de erradicar las causas de estos males y  entrar con ilusión en un mundo nuevo, en el que sean más importantes el derecho a vivir, la existencia digna, las mesas compartidas, los encuentros creadores, la imaginación profética que proviene del amor, la apuesta decidida por la felicidad de cada ser humano!
Soy Ca-Paz de perdón, de superación del odio y del deseo de venganza? Somos Ca – Paces?
Alejandro Romero Sarmiento -  Antonio José Sarmiento Nova,SJ


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