Lecturas
1.
Gènesis
9: 8 – 15
2.
Salmo
24: 4 – 9
3.
1
Pedro 3: 18 – 22
4.
Marcos
1: 12 – 15
Experimentar tentaciones! Algo propio del ser humano.
Jesùs las vive en carne propia, tal como lo refiere el evangelio de este
domingo: “Inmediatamente el Espìritu lo llevò al desierto , donde pasò cuarenta
días y fue tentado por Satanàs” (Marcos 1: 12) , realidad también
referida por los relatos paralelos de Mateo y de Lucas. El hecho de ser hijo de
Dios no lo exime de esta prueba, muy dura, exigente, inherente a su
encarnaciòn, a su humanidad, “semejante a nosotros en todo , menos en el
pecado”, como se afirma en la tradición cristiana.
En esta experiencia del desierto, austera, dramática,
solitaria, El vive la presión de esas realidades que se pretenden ídolos de hombres y mujeres de todos los
tiempos de la historia y de los diversos contextos sociales y religiosos:
-
Absolutizar
las cosas, el tener, el poseer, y depositar en ellas el sentido de la vida y de
la felicidad. Hipotecar la libertad y la dignidad a estos fetiches.
-
Confundir
la fe con pruebas evidentes, racionales, empìricas, al estilo de Tomàs, el
apóstol incrédulo. Fruto esto de la mentalidad positivista, apostar a la fe en
Dios si El nos hace favores y beneficios, comprobables por los sentidos, el
consabido mercantilismo religioso.
-
Buscar
la espectacularidad, el prestigio, la fama, el poderío, siguiendo el modo de
los famosos del mundo, demostrar que se es alguien por la capacidad de
“resultados”, logros como se dice ahora en los ambientes empresariales y
educativos, y plegarse al talante competitivo de la cultura neoliberal,
utilitaria y pragmática.
-
Què
ser humano no ha vivido la tentación del poder y del dominio? Somos capaces de
negociar nuestro ser con el diablo, con las oscuras fuerzas del mal, de modo
maquiavélico afirmamos con nuestro proceder que el fin justifica los medios,
todo con tal de triunfar y ser aplaudidos. Es acontecimiento diario, no sòlo en
los espacios de la política, también en la iglesia, en el mundo cristiano, en las familias, en
colegios, escuelas y universidades, en los medios académicos, en la gran
sociedad.
Què nos plantea la conducta de Jesùs ante el tentador y ante
las tentaciones? : “Cuando arrestaron a Juan, Jesùs se dirigió a Galilea a proclamar la
Buena Noticia de Dios. Decìa: se ha cumplido el tiempo y està cerca el reino de
Dios. Arrepièntanse y crean en la Buena Noticia” (Marcos 1: 14 – 15).
El escueto relato de
Marcos no hace referencia a los detalles del combate espiritual de Jesùs con estas
propuestas mundanas y ajenas a su vivencia profunda del amor del Padre y de los
hermanos, sino que pasa a un hecho que
da por supuesto su victoria ante el asedio de estos ídolos y lo presenta ya en
el ministerio de anunciar la vida nueva de Dios, generando esperanza y
adhesión, e invitando a cambiar totalmente de vida y a unirse a este proyecto
apasionante de vitalidad y de libertad.
Seguir el camino de Jesùs es una iniciativa contundente,
seductora, estupenda en el mejor sentido en que algo puede serlo, en la
perspectiva de hacernos libres de estas propuestas tentadoras, disfrazadas de “angel
de luz”, como llamaba San Ignacio de Loyola a estas incitaciones del
mal espíritu. La jugada maestra es – como la de Jesùs – la soberanía ante los
poderes que pretenden desposeernos de nuestra autonomía y de nuestra dignidad.
Cuàl es el equipaje con el que contamos para este trabajo de
liberación? Es el mismo Espìritu de
Dios, su vitalidad personal y amorosa que se nos participa sin reservas y que
asume nuestra libre respuesta, el binomio maravilloso: El Padre dando gracia a
través de Jesùs y nosotros dejando que la misma asuma nuestro ser, nuestras
motivaciones y prioridades, nuestras actitudes y nuestras actuaciones: “Porque
Cristo murió una vez por nuestros pecados, el justo por los injustos para
llevarlos a ustedes a Dios: sufrió muerte en el cuerpo , resucitò por el
Espìritu y asì fue a proclamar también a las almas encarceladas….” (1
Pedro 3: 18 – 19).
Es providencialismo o ingenuidad religiosa en esta cultura
tan racionalista y tan amiga de los indicadores y de la productividad? Còmo
vivir con sentido esa realidad de gracia
en estos tiempos tan lejanos de Dios?
Còmo dejarnos seducir por esa confianza en la Providencia que nos hace
conscientes de las “provocativas”
esclavitudes para luego llevarnos al desierto, a la confrontación, al
cuestionamiento profundo, también a la autocrìtica siempre con la sana
intención de hacer de nosotros hombres y mujeres libres al estilo de Jesùs?
Entra en juego, como respuesta fundamental, el talante del
que se nos provee en el bautismo, la nueva personalidad teologal que se produce
en nosotros cuando recibimos el sacramento, la identificación ontológica y
existencial con el Señor Jesùs (conocimiento interno de
Jesùs en el lenguaje ignaciano), hecho sacramental que nos dota de un
nuevo ser y de la capacidad para emprender un nuevo quehacer, inspirado en el
modo de las bienaventuranzas.
Aquì es donde vivimos
la posibilidad de esa soberanía que nos permite tomar distancia de las
insinuaciones que nos vienen de la fama, de la egolatría, del culto al dinero y
al poder, de la espectacularidad, del apetito desordenado por ser aplaudidos y
reconocidos, realidades a las que Jesùs se negó enfáticamente en la soledad del
desierto: “Para ustedes todo esto es símbolo del bautismo que ahora los salva, que
no consiste en lavar la suciedad del cuerpo , sino en el compromiso con Dios de
una conciencia limpia; por la resurrección de Jesucristo, que subió al cielo y
està sentado a la derecha de Dios después de poner bajo su dominio a los
àngeles, a las potestades y a las dominaciones” (1 Pedro 3: 21 – 22).
El tiempo de cuaresma es una poderosa invitación para vivir
en plenitud este acontecimiento fundante del bautismo, del que sabemos que no
se reduce a un rito puntual, tenido por muchos como requisito jurídico o
expresión cultural, sino como la presencia en nosotros de la determinación
salvadora y liberadora del Padre para que vivamos al estilo de Jesùs, para que
seamos como El, para que actuemos como El, animados por el Espìritu, de donde
se deriva la nueva humanidad.
Cuàles son esas realidades màs evidentes a las que el talante
bautismal nos invita a rechazar? Es el tiempo – este cuaresmal – de hacer
balance y evaluación - examen de
conciencia decimos en lenguaje tradicional - para constatar cuàles son los puntos críticos
en los que bajamos la guardia y nos dejamos encantar por la apariencia
atractiva de esas seducciones:
-
Esta
sociedad del espectáculo que nos presiona a ser personajes, famosos,
triunfadores, competitivos, afanados por el rendimiento y las utilidades,
llenos de indicadores externos para el correspondiente reconocimiento social.
-
Esta
subcultura de la banalidad, de lo trivial, que le da tanta importancia a los
asuntos que no son esenciales y los maquilla para hacerlos aparecer como claves
para la vida humana: el reduccionismo del amor a una sexualidad vivida sin
sentido de trascendencia y comunión, con
el pretexto de la libertad; la creación de falsas necesidades por parte de la
sociedad de consumo, que minimiza la austeridad saludable y liberadora; las
tonterìas en las que se desenvuelven las vidas de las gentes de farándula,
obligándonos a ser espectadores envidiosos (?) de esos escenarios de
superficialidad.
-
El
desprecio por lo débil, por lo que no es exitoso, con el consiguiente desahucio
de los ancianos y de los enfermos, de los que no son productivos ni bonitos,
también el increíble abuso e irrespeto
que lleva a manipular el carácter sagrado de la vida y a considerar que hay
personas desechables, porque no cumplen con los requerimientos de aceptación
social que demanda esta sociedad utilitaria.
-
La
precariedad en materia de solidaridad, la escandalosa indiferencia ante los
grandes dramas que aquejan a miles de millones de seres humanos, en Haitì, en
Siria, en Somalìa, en Sudàn, en Ciudad Bolìvar, en las comunas de Medellìn, en
el lado doloroso de las grandes urbes del capitalismo.
-
La
tendencia a excluìr y a etiquetar a las personas porque son ateas, agnósticas,
de religión diferente a la nuestra, homosexuales, pobres, librepensadores,
alternativos, junto con tantos otros argumentos de exclusión que se suelen
inventar en los medios que se dicen observantes de la moral y de la religión,
de las buenas costumbres y de la tradición.
Solemos pensar que por ir a misa, rezar novenas y rosarios,
hacer parte de grupos piadosos, ya estamos justificados y que, por tanto, estas
pecaminosidades no nos afectan porque ya la gracia de Dios terminò su trabajo y
nos dejó listos para una feliz eternidad. Y a eso se añade la voraz tentación
de la arrogancia religioso – moral, propia del fariseísmo de todos los tiempos
de la historia. Si estamos persuadidos de esto último parece que “vamos
perdiendo el año”, como dicen nuestros jóvenes en su informal y elocuente
lenguaje.
Por tal razón, la primera lectura de hoy (Gènesis) nos
recuerda, para empezar con firmeza el período de cuaresma, que Dios ha tomado
una iniciativa graciosa y gratuita, que llamamos alianza, para involucrarse
definitiva y liberadoramente en
nosotros, en todos los seres humanos, con el empeño resuelto y principal de hacernos
libres, felices, bienaventurados, en la medida en que le “cojamos el guante” a ese
compromiso que nos propone – siempre ofrecido, no impuesto! - : “Dijo
Dios a Noè y a sus hijos: Yo hago una alianza con ustedes y con sus
descendientes, con todos los animales que los acompañaron, con todos los que
salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago alianza con ustedes: el
diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que destruya la
tierra” (Gènesis 9: 8 – 11).
El relato del diluvio universal, al que se refiere esta
lectura, es un símbolo de la destrucción que trae consigo el pecado, la ruptura
de la relación con Dios y con los hermanos, la negativa del ser humano a su
realización y plenitud. Y la incondicionalidad del Padre se hace patente en la
alianza y en la promesa de vida, de razones esenciales para la misma, de
horizontes de futuro, liberados del dominio del mal.
Es esto, amigos-as de
Comunitas Matutina, un imposible, una quijotada sin fundamento, o – al
contrario – la gran posibilidad de liberación, de autonomía, de felicidad, en
la que es el mismo Dios el que se nos ofrece en la persona de Jesùs?