domingo, 29 de marzo de 2015

COMUNITAS MATUTINA 29 DE MARZO DOMINGO DE RAMOS ESTO ES MI SANGRE DERRAMADA, SANGRE DE LA ALIANZA, SANGRE QUE SERA DERRAMADA POR MUCHOS (Marcos 14: 24)



Lecturas
1.      Isaías 50: 4 – 7
2.      Salmo 21: 8 – 24
3.      Filipenses 2: 6 – 11
4.      Marcos 14: 1 a 15: 47

Llegó semana santa 2015, ¿será una más entre las muchas que hemos vivido, una nueva colección de ceremonias y aglomeraciones religiosas, con ningún o escaso impacto en nuestras vidas?  ¿Una temporada de alta intensidad ritual y ceremonial sin consecuencias existenciales?  Será un tiempo religioso – cultural, propio de nuestra sociedad  latino católica que no se traduce en transformaciones humanas, evangélicas, ¿pascuales? ¿Después de estos días la corrupción y la injusticia seguirán con su vergonzosa vigencia?
Con estas preguntas los estamos invitando a la confrontación, al examen riguroso de la conciencia y también de este tipo de prácticas religiosas, lo mismo que a la correlación religión-sociedad, e individuo – religión,  mirando a Jesús en su tiempo, mirando a Jesús en el nuestro contemporáneo, para verificar si estamos dando el paso cualitativo del rito intenso a la existencia convertida y resucitada, en el plano individual y en el plano social.
De acuerdo con esto, contrastemos el “paquete” de lecturas que la Iglesia nos propone en este domingo de Ramos:
-           Un fragmento de Isaías que nos propone lo que los estudiosos de la Biblia llaman el tercer canto del servidor de Yahvé.
-          Un salmo,  el 22 (21), que podemos equiparar a la oración de Cristo en la cruz.
-          Un texto de Filipenses que nos presenta el anonadamiento – vaciamiento de Jesús (en griego kenosis).
-           El relato de la pasión según Marcos, el más escueto de los cuatro  evangelios, clásico en los contenidos fundamentales de la crisis del Señor, de su juicio y condenación, el entorno que lo rodeó desde las autoridades políticas y religiosas, desde el pueblo que una vez lo siguió y después lo condenó, desde su madre y sus discípulos, ella, en incondicional fidelidad al pie de la cruz y ellos, confundidos y temerosos, y el abandono supremo que expresó en su clamor: “Llegado el mediodía, se oscureció todo el país hasta las tres de la tarde y a esa hora gritó Jesús con voz fuerte: Eloí, Eloí, lamá Sabactani? , que quiere decir: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?” (Marcos 15: 33 – 34).
Empecemos recordando y reconociendo que Jesús  contó con la posibilidad de un final violento, como también nuestro Monseñor Romero en medio de la profecía que él vivía en el cruento conflicto salvadoreño. No era un ingenuo, sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios y su justicia.
 Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los pobres, una inclusión para todos los marginados, la misericordia para los pecadores, un cuestionamiento tan frontal al establecimiento religioso y político, sin provocar la violenta reacción de aquellos que no estaban interesados en que las cosas cambiaran.
Es también clave explicitar que Jesús no fue un demente masoquista o suicida que se buscó unos problemas de tal densidad, ni fue ni es su proyecto exaltar el sufrimiento por sí mismo. Justamente toda su vida se dedicó a erradicar las causas de tal desorden, evidentes en la pobreza, en la enfermedad, en el pecado, en la manipulación religiosa, en el desencanto.
 El no persigue la muerte pero tampoco se echa atrás cuando ella se presenta inminente y dramática: “El, que era de condición divina no se aferró celoso a su igualdad con Dios, sino que se aniquiló a sí mismo tomando la condición de esclavo, y llegó a ser semejante a los hombres. Habiéndose comportado como hombre, se humilló obedeciendo hasta la muerte, y muerte en cruz” (Filipenses 2: 6 – 8).
Qué significado vital, existencial, tiene esto para los hombres y mujeres de 2015? Para las víctimas y familiares del Airbus 320 caído esta semana en territorio francés? Para los familiares de los asesinados por Estado Islámico? Para la población de Haití, constituida por pobres en un 95 %? Para el 64 % de colombianos que viven en pobreza? Para los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y en Europa Occidental? Para la inmensa cantidad de mujeres que cada noche salen a vender su cuerpo por física hambre? Para nosotros, que podemos estar anestesiados por un cristianismo ritualista, sin conversión a Dios y al prójimo? Para los desfalcadores de Interbolsa, para los multimillonarios indiferentes ante el sufrimiento de la mayoría de la humanidad, para los vacíos personajes del jet – set?
Preguntas, preguntas y más preguntas, siempre severas y de altísima exigencia, formuladas por el mismo Señor a través de estas realidades de cruz sin esperanza, de agudos sufrimientos, de indignantes miserias. Qué quiere decir, en 2015: “Pero, Jesús, dando un fuerte grito, expiró”? (Marcos 15: 37).
Seguirá acogiendo a pecadores y excluídos aunque su actividad irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y blasfemo, hereje y contrario a las tradiciones religioso  - morales de Israel, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total y absoluta en un Dios que no excluye a nadie de su perdón, que no discrimina, que no condena ni hunde, que siempre tiende la mano y es causa de la mayor esperanza para quien se acoge a El.
Hay intuiciones proféticas en el Antiguo Testamento que delinean un “perfil ideal” del esperado Mesías: “El Señor Yahvé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar como es debido al que está aburrido, Cada mañana, El me despierta y lo escucho como lo hacen los discípulos. El Señor Yahvé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté mi rostro ante las injurias y los escupos” (Isaías 50: 4 – 6).
A la luz de este texto cabe destacar que no se trata de un Mesías espectacular, poderoso, portador de fama y de éxito mundano, sino de uno que habla como discípulo, que vive en plenitud la sabiduría de Dios,  contraria a la lógica del personaje famoso, expuesto siempre  a afrentas y humillaciones.
 A este perfil corresponde Jesús de Nazareth, proclamado por la primera comunidad cristiana y por nosotros, como el Cristo de Dios, el ungido, el que fue hasta las últimas consecuencias en la cruz, el que no se echó atrás ante su tragedia: “Por eso, Dios lo engrandeció y le concedió un nombre que está sobre todo otro nombre. Para que ante el nombre de Jesús todos se arrodillen en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y que toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2: 9 – 11).
El extremo y redentor sufrimiento de Jesús se identifica plenamente con las expresiones del salmo 22, como esta: “Yo soy como el arroyo que se escurre, todos mis huesos se han descoyuntado. Mi corazón se ha vuelto como cera, dentro de mis entrañas se derrite….La jauría de perros me rodea, un grupo de malvados me acomete. Han traspasado mis manos y mis pies” (Salmo 22:  14 y 16).
Quien escribe y siente un texto así está viviendo un dolor supremo, consciente de lo que vive, haciendo frente al desafío de hacer de este dolor una ofrenda de amor, una dolorosa donación de sí mismo, extrema, para que la vida de muchos se cargue de dignidad, de sentido, de esperanza. Cómo vamos nosotros en esta perspectiva?
Aquí caben con total carta de ciudadanía evangélica esos relatos mayores de hombres y mujeres que con frecuencia hemos referido aquí en Comunitas Matutina, como seguidores de Jesús, legítimos, generosos, capaces de ir como El hasta las últimas consecuencias, para redimir a sus hermanos del dominio del pecado y de la muerte:
-          Oscar Arnulfo Romero y Galdámez (1917 – 1980), Arzobispo de San Salvador, mártir de la justicia, asesinado por odio a la fe y a esa justicia derivada de ella, profeta de los pobres de su país, será beatificado en la ciudad sede de su episcopado, el sábado 23 de mayo.
-          Jesús Emilio Jaramillo (1916 – 1989), Obispo de Arauca en Colombia, asesinado por guerrilleros del ELN en octubre 1989 por no pemitir que el fanatismo de ese grupo infiltrara la educación de los pobres de su diócesis.
-          Laura Montoya Upegui (1874 – 1949) religiosa, educadora, promotora de la dignidad de indígenas y afromericanos en Colombia, se dio toda para reivindicar a los integrantes de estas comunidades excluídas.
-          Pedro Arrupe Gondra (1907 – 1991), jesuita, misionero en Japón en tiempos de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, superior general de la Compañía de Jesús (1965 – 1983), hombre que en la Iglesia de la segunda mitad del siglo XX fue voz que articuló una existencia religiosa consagrada al servicio de la fe y a la promoción de la justicia; en su dolorosa enfermedad de 8 años vivió la incomprensión de algunos importantes de su propia Iglesia.
Y así tantos relatos de hombres y mujeres identificados hasta el máximo con su Señor, en quien descubrieron el genuino rostro de Dios, el genuino rostro del hermano, viviendo en grado de heroísmo superlativo la donación redentora, salvadora, re – creadora, liberadora, como Jesús el Cristo.
Estamos dispuestos en serio a este seguimiento, a esta pasión, a esta cruz? Tenemos la firme convicción de que esta es redención, sentido definitivo de la vida, viviendo con creces aquello de que “sólo el amor es digno de fe”?

domingo, 22 de marzo de 2015

COMUNITAS MATUTINA 22 DE MARZO V DOMINGO DE CUARESMA JESUS CAMBIA NUESTRA LOGICA HABITUAL Y AFIRMA CON SU VIDA QUE HAY QUE MORIR PARA VIVIR



Lecturas
1.      Jeremías 31: 31 – 34
2.      Salmo 50: 3 – 15
3.      Hebreos 5: 7 – 9
4.      Juan 12: 20 – 33
Al comenzar la reflexión de hoy llamamos la atención sobre un asunto esencial que es común denominador al espíritu de cuaresma, presente especialmente en las lecturas que la Iglesia nos propone durante este tiempo litúrgico: este período del año eclesial no se caracteriza por las penitencias y al ambiente lúgubre y culpabilizante que suele rodear muchas de las interpretaciones y prácticas de cierto tipo de catolicismo,  pero  sí es una etapa fundamental en el proceso de madurez del creyente y de la comunidad cuya nota distintiva es la nueva vida en Dios mediada en la persona de Jesús, configuración de una nueva humanidad. Vistas las cosas así el planteamiento es radicalmente distinto y muy esperanzador y saludable.
La primera lectura, de tono profundamente optimista, anuncia una nueva alianza entre Dios y su pueblo: “ Así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro – oráculo del Señor - ; meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón , yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jeremías 31: 33), no leamos aquí una violenta y abusiva imposición de Dios sobre Israel, sino una apasionada declaración de amor, como las que viven con tanta densidad los enamorados: así como entre los humanos nos decimos – porque lo sentimos - : “yo soy todo para ti, tu eres todo para mí”, en la misma perspectiva  y con mayor alcance y definitividad, Dios opta absolutamente por Israel, por toda la humanidad, por nosotros.
Qué puede ser más esperanzador que esto? La mejor definición de Dios, en consecuencia con esto, es que “Dios es como estar enamorado” (José Luis Cortés, caricaturista español y sacerdote, en “Un Señor como Dios manda”).
Cuando alguien se dedica a nosotros, y lo hace con generosidad, amor y transparencia, ese alguien nos llena de vitalidad y de sentido, así nuestros padres, hermanos, parejas, hermanos, amigos; cuando hacemos lo propio con otros es igual, somos portadores para esas personas de las mejores razones para vivir. Así, en grado máximo e ilimitado, es Dios con nosotros!: “Miren que llegan días – oráculo del Señor – en que haré una alianza nueva con Israel y con Judá” (Jeremías 31: 31).
A la luz de estas palabras de Jeremías, cómo experimentamos hoy, en las condiciones concretas de nuestra existencia, esta esperanzadora noticia del amor de Dios? A qué nos compromete en la perspectiva de conversión propia de la cuaresma? Al ir concluyendo esta,  vislumbramos algunos aspectos concretos de crecimiento humano – cristiano en los que vamos viendo los resultados de la iniciativa gratuita del Espíritu y la respuesta de nuestra libertad?  Siento mi vida como una alianza de Dios conmigo, como una alianza mía con El? Es El  el gran cómplice de nuestra felicidad? Sentimos que las cosas nos cambian para bien cuando vamos tomados de su mano? Somos mejores personas gracias a El?
Observamos que en nuestro tiempo hay personas que nos desencantan: el presidente de una corte constitucional que pide una gran suma de dinero para cambiar una decisión judicial, unos poderosos y riquísimos hombres del sector financiero que se enriquecen ilícita e inmoralmente a costa de sus ahorradores, la directora de un organismo estatal de inteligencia que investiga ilegalmente – chuzadas – la vida de los opositores de su jefe, unos jóvenes y exitosos empresarios de obras civiles que desfalcan los recursos asignados por una entidad del estado para este cometido, una cultura del facilismo y de la comodidad que se olvida de la trascendencia y de la solidaridad.
De qué manera esta gratuita elección de Dios hacia Israel, hacia nosotros, reencanta nuestra vida, la de todos los humanos, y nos retorna a la felicidad original?  Cómo contradecir evangélicamente las desalmadas prácticas referidas en el párrafo previo? Qué nos dicen, al respecto, los lideres religiosos de este tiempo, Francisco, el Dalai Lama, y otros como ellos? 
Se impone el surgimiento de un nuevo ser humano, este sí encantador, empático, simpático, solidario, dialogante, ciudadano del mundo nuevo, en el que los creyentes en Jesús estamos llamados a compartir con todos y con todas, en un estilo abiertamente ecuménico y plural, la novedad liberadora de este incansable Dios, que sólo piensa en nuestra plenitud, que sólo decide a favor de nosotros.
Hay que decir, con ilusión, que esta oferta teologal, tal como la formula Jeremías, es más que suficiente para rehacer la coexistencia humana, en términos de respeto al bien común, de mayor humanismo y espiritualidad, de paz y diálogo en medio del pluralismo y de la diversidad, una auténtica teoría de la acción comunicativa en clave bíblica y evangélica!
 A este planteamiento de salvación responden vidas como las de nuestro inminente beato Oscar Romero, Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi, Pedro Arrupe, la hermana Teresita Ramírez, asesinada en una zona campesina de Antioquia, en presencia de sus niños discípulos, por paramilitares que no soportaban su vida dedicada a los pobres y humillados, predilectos del Padre, de Jesús, de ella misma.
El texto de Hebreos y el relato de Juan ofrecen un matiz particular de esta gratuidad: “Y aunque era Hijo de Dios, aprendió sufriendo lo que es obedecer, así alcanzó la perfección y llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación eterna” (Hebreos 5: 8 – 9), afirmación que se explica mejor con esta del evangelista: “Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. Les aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Juan 12: 23 – 24).
Esto es de la misma naturaleza de lo que hemos expresado en otros escritos de Comunitas Matutina: sólo el amor es digno de fe! Por eso el impacto profundamente transformador de las vidas teologales que son fieles relatos del amor fundante y fundamental de Dios, los muchísimos hombres y mujeres que como el grano de trigo caen en tierra dando lo mejor de sí mismos, incluyendo su propia vida, para que la de otros se resignifique, se salve, se redima, se libere, se llene de la dignidad de los hijos de Dios, que somos todos los humanos, incluyendo amorosamente a los no creyentes y  también a a aquellos a quienes desde nuestros juicios humanos consideramos malos e indignos.
Vienen entonces nuevos desafíos e invitaciones del Padre para que – como Jesús – escribamos en nosotros mismos la biografía del amor, la de la donación de la vida en términos salvíficos y redentores, conscientes de que muchos ambientes de la cultura  facilista de hoy no prepara para estos proyectos de entrega y de amoroso sacrificio para que la dignidad de muchos sea restablecida.
Esta sociedad del espectáculo invita a la competitividad individualista, al éxito “flash”, al brillo externo sin contenido interior, a la felicidad del confort egoísta (felicidad?), a la falta de disposición para las opciones de largo alcance, a la incapacidad para el servicio, los modelos de identidad solidarios, espirituales, trascendentes, no entusiasman porque no se inscriben en esa lógica decadente del “hall de la fama”.
Esta penosa constatación nos pone a los creyentes cristianos, también  a los de otras respetables y sabias tradiciones religiosas, en la tarea de la profecía, del anuncio y la denuncia, del relato apasionado de la cruz, de ser granos de trigo que caemos a la tierra para morir y dar vida, de no quedarnos instalados en la comodidad del bienestar personal, sino en los relatos liberadores en los que Dios sucede diciéndose a sí mismo en las nobles historias de tantos humildes y silenciosos servidores de la Palabra y de la comunidad que van sembrando la semilla de la Buena Noticia.
Pensemos en esos sencillos delegados de la palabra, catequistas, animadores de comunidades, líderes que promueven la organización de los vecinos, maestras, padres y madres de familia, campesinos, integrantes de grupos juveniles, servidores de los enfermos, religiosas y mujeres consagradas, pastores y sacerdotes, obispos y ministros, que ajenos a las ambiciones del poder y del prestigio entregan lo mejor de sí mismos para dar a conocer a sus hermanos que Dios está con ellos, que ha optado preferente y absolutamente por la humanidad, que su ofrecimiento es infatigable, creciente y permanente, y esto , en muchos casos, hasta el máximo sacrificio, la identificación radical con la cruz de Jesús.
El contexto de este relato de Juan se inscribe en la entrada “triunfal” en Jerusalén, subido en un humildísimo asno, y aclamado con palmas por la pobrecía de esa ciudad, ingreso de un rey sin poder, sólo avalado por la credibilidad del amor del Padre, próximo de los prójimos más escarnecidos, y en la antesala de su “glorificación” : “Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, lo decía indicando de qué muerte iba a morir” (Juan 12: 33).
Esta glorificación de Jesús no le es dada por  las aclamaciones de Herodes, de Anás , de Caifás, de Poncio Pilato, ella le es brindada por los humillados, por los condenados morales, por las mujeres de la vida pública, por los leprosos, todos estos primeros en el reino de Dios y su justicia. Así rompe los esquemas del prestigio y del ascenso religioso y social para dar entender con evangélica y escandalosa nitidez que el camino es el de caer en tierra, morir, y germinar con la nueva vida de Dios que es dignidad, justa reivindicación de los pobres en esta historia y en este mundo, y trascendencia y bienaventuranza plenas cuando pasemos la frontera de la muerte hacia la Vida.
Este es el camino cuaresmal, que no es de penitencia ascética sino de amorosa configuración con el relato fundamental de Jesús el Cristo, mirándolo a El, “glorificado” en la cruz.

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