domingo, 26 de julio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 26 DE JULIO DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO



“Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron”
(Juan 6: 11)

Lecturas:
1.   2 Reyes 4: 42 – 44
2.   Salmo 144: 10 – 18
3.   Efesios 4: 1 – 6
4.   Juan 6: 1 – 15

Cómo es la lógica de cierto mundo predominante en todos los tiempos de la historia? Cómo es la que Jesús propone en su anuncio del reino de Dios y su justicia? Dónde se marca el contraste radical y cualitativo entre las dos perspectivas? Qué es lo que determina que el asunto cristiano, el original de Jesús, sea mucho más que una religión?
Proponemos estas preguntas a nuestros lectores con la intención de que las lecturas de este domingo, y las reflexiones con las que las acompañamos, sean un sincero esfuerzo de respuesta a las mismas, sabedores de que siempre – humildemente – estamos tratando de atinar con el talante original de la Buena Noticia.
Siempre el pecado individual y el social excluyen a las personas, les niegan los derechos fundamentales propios de su dignidad, las maltratan, crean clasificaciones abiertamente injustas, promueven la escasez – en abierta contradicción con la abundancia de la creación - ,  hacen de la desigualdad la ley imperante, justifican con ideología este desorden, favorecen todo tipo de indignidades.
Por feliz contrapartida, lo de Jesús es abundancia, comunión, inclusión, mesa servida para todos, reconocimiento y participación, como subyace en el espíritu del pasaje del capítulo 6 de Juan, evangelio de hoy: “Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron “ (Juan 6: 11).
Este relato se inscribe en el famoso episodio de la multiplicación de los panes, que siempre ha gozado de gran popularidad entre los seguidores de Jesús, porque con seguridad les conmueve que este hombre de Dios, preocupado de alimentar con la mayor generosidad a una muchedumbre, se ha quedado sin lo necesario para él, significando con esto la mesa del banquete del reino, la abundancia de los dones del Padre, la comunión como signo privilegiado del nuevo orden de vida que viene con El,  la actitud de entregarse totalmente hasta el don de su misma vida: todo esto  es lo que podemos apreciar en el texto siguiente.
Levantando la vista, y viendo el gentío que acudía a Él, Jesús dice a Felipe: dónde compraremos pan para darles de comer? Lo decía para ponerlo a prueba porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le contestó: doscientas monedas no bastarían para que a  cada uno le tocase un pedazo. Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero, qué es eso para tantos? Jesús dijo: hagan que la gente se siente. Había hierba abundante en el lugar.  Se sentaron. Los hombres eran cinco mil” (Juan 6: 5 – 10).
Jesús piensa con compromiso y responsabilidad en las necesidades básicas del ser humano, en su integralidad. Felipe le hace ver que carecen de dinero, todos ellos son pobres de verdad. Nos viene a la mente recordar que la mayoría de los que poseen dinero jamás  aportarán de su ser y de su tener para resolver las carencias de la humanidad, se necesita algo que es mucho más que esto. El estar sumergidos en el mundo de la abundancia insensibiliza, hace perder la sintonía con estas precariedades de la pobreza.
A cambio, Jesús les ayuda a vislumbrar que hay un camino diferente y liberador. Es indispensable que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay tantos que pasan necesidades. Sus discípulos deben aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que posean, así sea poco; en la escasez florece una especial generosidad humana y evangélica.
La actitud de Jesús es la más elemental y elocuente. Quien nos va a enseñar a compartir si sólo sabemos gastar y consumir? Quien nos va a liberar de la indiferencia ante los pobres del mundo? Hay algo que nos pueda hacer definitivamente humanos? Cómo producir el milagro de la solidaridad?
Jesús piensa en Dios que es su Padre, y en esta multitud de prójimos que son sus hermanos, para ellos toma el pan, para calmar su necesidad, para crear comunión, para romper la maldición del egoísmo y de la acumulación pecaminosa de los bienes, para implantar una nueva señal desde la paternidad de Dios significada en una fraternidad real y  posible.
Los primeros cristianos, cuando compartían la eucaristía, se sentían genuinamente alimentados por el Resucitado, y esto los llevaba a compartir sus bienes con tantos hermanos que clamaban pan y dignidad. Verdaderamente eran los unos para los otros, consecuencia clara del  Espíritu de Jesús.
Cómo se da esto hoy en la Iglesia y en la sociedad? Marcados por la competencia individualista, el cruel estilo del “sálvese quien pueda”, todo sucumbe a las leyes del mercado, de las transacciones utilitarias, el tener por encima del ser, realidad severamente fustigada por los padres de la iglesia, por el pensamiento social cristiano, por muchos humanistas, por movimientos sociales.
Es el espíritu competitivo una garantía de convivencia digna para los humanos? Es una alternativa de bienestar, de calidad de vida, de dignidad? Tenemos a la vista dos textos rigurosos que hacen camino en el mundo contemporáneo: “El capital en el siglo XXI” del francés Thomas Piketty, y “El malestar en la globalización” del norteamericano Joseph Stitglitz, ponen el dedo en la llaga acerca de las graves inconsistencias morales y sociales del modelo neoliberal, con la objetividad propia del análisis económico evidencian la grave falla del sistema dominante en el mundo justamente en materia de inclusión y de posibilidades para todos.
Desde la perspectiva de Jesús, y en la clave de este capítulo  6 del evangelio cómo nos situamos antes estas realidades? Descubrimos allí uno de los rasgos que deciden la novedad de vida que irrumpe con Él? Estamos dispuestos a dejar que el esquema habitual vigente en la sociedad y en muchos ámbitos de iglesia siga vigente, manteniendo el aislamiento y el individualismo? La compasión de Jesús por las necesidades de la gente y el gesto de multiplicar los panes y los peces nos hacen vislumbrar un nuevo estilo de vida, el de compartir, el da dar vida en abundancia?
Jesús no solo distribuye la comida, sino que preside una comunidad de mesa. Es descrito como el Señor del banquete y los beneficiarios como convidados – una muchedumbre en expectativa - , con una imagen que prefigura la eucaristía, don sobreabundante y permanente, que significa, con la eficacia propia del sacramento, que Jesús está presente, dándose El mismo como alimento para la nueva vida, que es histórica y trascendente al mismo tiempo, fraternidad y comunión reales, justicia y solidaridad, pan compartido para la vida de todos,  pero también trascendencia plena y eterna al recibir el don de Dios , cuando pasemos esta frontera de la historia hacia Dios, para quedar insertos en el alimento interminable de su amor.
El capítulo 4 del libro 2 de los Reyes – relación de los milagros del profeta Eliseo – fortalece esta propuesta: “Uno de Baal – Salisà vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: dáselos a la gente que coman. El criado replicó: qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: comerán y sobrará. Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor” (2 Reyes 4: 42 – 44).
Este relato es una manera de ilustrar acerca del Dios vivo comprometido con la vida, el alimento inagotable para todos cuando se pone en común lo poco que se tiene. Respuesta profética a una necesidad extrema, ante la que una sociedad compuesta de acaparadores y codiciosos no puede responder. La orden de Eliseo es evidencia de la soberanía de un Dios que, a toda costa y en contravía del egoísmo vigente en muchos medios, quiere apostarlo todo por las personas en necesidad, valiéndose del signo concreto del pan, como sacramento compartido, generador de comunión y de hambre saciada.
No es un rollo ideológico ocasional el constituido por la insistencia cristiana en la unidad, en la mesa común, en la apertura fraterna a todos, en la convivencia saludable en medio del natural pluralismo social, también religioso y cultural.  En este sentido, hoy tenemos una invitación concreta en el texto de la carta a los Efesios, que viene como segunda lectura de este domingo: “Yo, el prisionero del Señor, los exhorto a vivir de acuerdo con la vocación que han recibido. Sean humildes y amables, tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor, esfuércense por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz” (Efesios 4: 1 – 3).
La capacidad de Jesús de captar amorosamente las necesidades humanas, del cuerpo y  del espíritu, traducida en el gesto de multiplicar los panes, como señal que indica donación de vida, y pan servido para calmar a una multitud, es un gesto que se convierte en imperativo para todo el que quiera comprometerse juiciosamente en este camino del evangelio. En este contexto, entendemos también la invitación de Pablo a los Efesios. Un cristiano no puede ser factor de escándalo y división.
De lo que se trata es de marcar una huella provocadora de sentido, de esperanza, de fraternidad, de tal fuerza que marque un contraste con esa tendencia egoísta a desconocer al hermano y a ignorar sus carencias,  fracturando la comunidad. El gesto de Jesús, la orden de Eliseo al criado, la invitación paulina, están enlazadas  por este común denominador.
La soberanía unificante de Dios, en las palabras  de Pablo, es determinante para este proyecto del nuevo ser humano que surge entre nosotros, gracias al Padre de Jesús: “Uno es el cuerpo, uno el Espíritu, como una es la esperanza a que han sido llamados, un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo, uno es Dios, Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos” (Efesios 4: 4 – 6).

jueves, 23 de julio de 2015

Algo para pensar y orar en esta semana.

Aunque es fácil pensar que el Examen (Ejercicios Espirituales de San Ignacio, EE 43) está orientado al pasado, esta oración nos ayuda a prestar atención en donde encontrar a Dios: ¿en el pasado, en el presente o en el futuro? La oración comienza con Dios en el presente: Dios está conmigo, aquí y ahora, mientras rezo. Dios está en el pasado, a lo largo del día que he estado revisando. Y puedo confiar que Dios estará también en mi futuro, y orar desde esa confianza. De esta forma, el Examen siempre termina en esperanza.
¿Por qué deberíamos tener esperanza, incluso en medio de dificultades y crisis personales? ¿Por qué no rendirnos cuando no encontramos nuestra salida del dolor y el sufrimiento?
Una gran razón para mantener la esperanza, es recordar cómo Dios ha estado con nosotros en el pasado. No podemos ver el futuro y saber exactamente cómo Dios nos traerá el bien desde nuestra dificultad. Sin embargo, podemos recordar cuando y donde Dios nos trajo el bien desde los sufrimientos pasados. Éste es el centro de los Evangelios y el corazón de la historia del cristianismo: la transformación del sufrimiento y la muerte de Jesús, en la Resurrección y la nueva vida. Es también la forma cómo Dios continúa actuando en nuestras vidas.
Marina McCoy.
http://www.espaciosagrado.com/

domingo, 19 de julio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 19 DE JULIO DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO “Al desembarcar, viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor” (Marcos 6: 34)



Lecturas:
1.   Jeremìas 23: 1 – 6
2.   Salmo 22: 1 – 6
3.   Efesios 2: 13 – 18
4.   Marcos 6: 30 – 34

Para comprender los distintos aspectos del evangelio de hoy, y de las otras lecturas, tenemos que tener presente el contexto. Los apóstoles acaban de volver de la misión a la que Jesùs los ha enviado (recordemos el relato de Marcos del domingo pasado). Terminada la misión, se reúnen y comparten las peripecias de la tarea que ha concluido:”Los apóstoles se reunieron con Jesùs y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (Marcos 6: 30). Parece ser que les ha ido bien y vienen entusiasmados por los logros de su faena misional; la euforia de la gente que los busca ratifica esa visión.
Pero todo indica que el éxito los tiene embriagados y no les permite tomar la postura adecuada, la de Dios, la de Jesùs. Por esta razón, el maestro los invita a retirarse a un lugar descampado para “evaluar” la experiencia y tomar distancia crìtica de ella: “Vengan ustedes solos a un paraje despoblado, a descansar un rato” (Marcos 6: 31), no es una expresión de simple invitación al reposo, sino un reto para mirar a fondo el servicio que han prestado, haciendo discernimiento sobre el mismo, y decantando el posible triunfalismo al que se puede llegar por los buenos resultados del trabajo.
Este último elemento es esencial en la teología del evangelio de Marcos, que propone en Jesùs el llamado “silencio mesiánico”, es decir, su negativa al espectáculo prodigioso, a llamar la atención por el prestigio de su palabra y de sus realizaciones, por los reconocimientos de quienes le seguían. Es el mesianismo crucificado, la lógica de Dios que se anonada, que se abaja hasta el extremo despojo de la cruz. Esto es lo que demanda a sus discípulos al invitarlos al sitio desértico, lugar de plena significación en la Biblia como el espacio privilegiado del encuentro con Dios y del acceso a una nueva vida fundamentada en El.
Se trata de que entiendan bien el sentido de lo que està sucediendo y no se dejen seducir por espejismos, en este caso el del falso mesianismo. Para reforzar esta argumentación tengamos claro que Marcos pone a Jesùs en el desierto, inmediatamente después del bautismo (Marcos 1: 9 -13), para que allì aclare su genuina misión, superando la tentación del triunfalismo mesiánico.
Esto es definitivo para el ser cristiano, para el ser eclesial, en materia de envìo misionero y de acción apostólica. No nos estamos anunciando a nosotros mismos, ni a nuestras ideas, ni estamos magnificando los medios utilizados para el anuncio, ni tampoco implicándonos en esta cultura del eficientismo y de las mediciones que derivan siempre en un nocivo talante competitivo, de claro sabor antievangélico. Lo nuestro va por otro lado, por el de la donación amorosa de la vida, sin esperar premios ni aplausos.
Son elementos nítidos para una valoración crìtica de todo lo que hacemos en la vida de la Iglesia, distinguiendo con claridad lo que nos identifica sinceramente con la Buena Noticia de la vanidad y arrogancia que vienen con el éxito mal asumido.
Y ahì delante està el reto de la misión y del misionero: “Pero muchos los vieron marcharse y se dieron cuenta. De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allà y se les adelantaron. Al desembarcar, viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6: 33 – 34). Es la gente, la muchedumbre, con sus alegrìas y sufrimientos, con sus preguntas y búsquedas de sentido, la razón de ser del ministerio de Jesùs y de sus discípulos. Este es el argumento contundente, ante el que hay que asumir una disposición afirmativa y comprometida.
Como la mujer que sufrìa el flujo de sangre y temerosa pero confiada se acercò a El para ser curada, como el decidido Jairo que vino a implorar por la salud de su pequeña hija, asì  tanta gente que en todos los tiempos de la historia   va por la vida buscando las mejores razones para vivir, junto con el reconocimiento de su dignidad :  a todos ellos y ellas se debe el ministerio pastoral, sin reticencias ni reservas, configurado con Jesùs para darse todo hasta las últimas y màs radicales consecuencias.
Como ovejas sin pastor”, hace referencia a esa cultura hebrea en la que todos sabían a què se referìa cuando expresaba tal imagen. Siguiendo la lectura primera de hoy, de Jeremìas, Jesùs hace una fortísima crìtica a los dirigentes y sacerdotes que, en vez de dedicarse de lleno al cuidado de las ovejas, las utilizan en beneficio propio: “Ay de los pastores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño! – oráculo del Señor - . Por eso, asì dice el Señor, Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: ustedes dispersaron a mis ovejas, las expulsaron, no se ocuparon de ellas; yo , en cambio, me ocuparè de ustedes y castigarè sus malas acciones – oráculo del Señor – “ (Jeremìas 23: 1 – 2).
Cada vez que se ponen sobre el tapete los malos comportamientos de sacerdotes y pastores, de obispos, de gentes de Iglesia, por estilos autoritarios e intransigentes, por hacer predominar los requisitos sobre las personas sin explicar su significado y necesidad, por adoptar un modo vertical, demasiado jerárquico y ajeno a la cotidianidad de las personas, o por entregarse a conductas vergonzosas como la pederastia y el ocultamiento en que han incurrido algunos obispos, estamos recibiendo un severo llamado de atención de Dios y de la realidad, en esta materia en la que no puede haber concesiones ni tendencia a minimizar la demanda radical del buen pastoreo.
Las palabras de Jeremìas se orientan a los pastores y guìas de Israel por no estar a la altura de la misión, alusión que también ha sido materia de preocupación particular en el reciente magisterio del Papa Francisco.
En la Iglesia todos debemos tener claro que la gente nunca es un estorbo, estamos llamados a fijarnos en la multitud, y a dejar que el Espìritu suscite en nosotros la compasión no como el sentimiento ocasional de làstima sino como la disposición de sentir con ellos, como ellos, haciéndonos instrumentos de la divinidad que se implica liberadoramente en esta humanidad.
Pensemos en la desatención que viven millones de seres humanos en el mundo: desoídos por sus gobernantes, marginados de la dinámica social, excluìdos de los beneficios del alimento, de la vivienda, de la salud, del empleo, manipulados por políticos y poderosos, agobiados por abandonos y penurias, desestimados por las decisiones de los centros de poder político y económico, arrollados por una globalización inmisericorde: estamos abiertos para escuchar y acoger esos clamores?  Somos capaces de compasión como la sentida por Jesùs,  y pedida exigentemente  a sus discípulos?
Acabamos de ver a Francisco recorriendo Ecuador, Paraguay, Bolivia, encontrándose con dirigentes y pastores, con jóvenes y campesinos, con estudiantes y habitantes de las barriadas populares, escuchando sus reclamos y fuertes crìticas a los gobiernos de turno y al desafortunado modelo económico que impera hoy en el mundo, haciendo eco a sus mismas palabras  cuando habla tan fuerte de la cultura del descarte, cuando  pone banderillas al sistema financiero internacional, cuando confronta el despilfarro de los países y de los grupos sociales ricos y satisfechos, cuando clama proféticamente por la dignidad de la persona y de toda la realidad natural.
Què nos dice todo esto? Nos lleva a cambios cualitativos en nuestra vida? A una definitiva y radical conversión a Dios y al prójimo? A vivir sin rodeos la sensibilidad pastoral y humanista que se evidencia en el “sentir compasión” de Jesùs?
El es el único y genuino pastor, referente obligatorio de todo pastoreo y cuidado. Es el que no nos va a utilizar ni a engañar, el que es fiel trasunto de lo anunciado por Jeremìas: “Yo mismo reunirè el resto de mis ovejas en todos los países, adonde las expulsè, las volverè a traer a sus pastos, para que crezcan y se  multipliquen. Les darè pastores que las pastoreen” (Jeremìas 23: 3 – 4).
En los mil y mil despistes en que viven tantas personas, por pobreza, por exclusión social, por soledad, por permanente sentimiento trágico de la vida, por manipulación política o religiosa, por violación de sus derechos, por falta de esperanza y de oportunidades, se nos pone de  frente – como riguroso imperativo moral – volvernos con Jesùs hacia esta humanidad doliente  para ser testigos de un exquisito cuidado  - traducido en programas y acciones serios y eficaces – en los que resalte en cada uno el ser relatos de Dios y del ser humano, apasionados por el Padre y por el prójimo, como Jesùs.
De El dice hoy Pablo, en la carta a los Efesios: “Pero, gracias a Cristo Jesùs, los que en un tiempo estaban lejos, ahora están cerca, por la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz……” (Efesios 2: 13-14). Es esto cierto y determinante en nuestros estilos de vida, en nuestras opciones y prioridades, en nuestras conductas?
En el cristianismo actual y en las múltiples iglesias que se congregan en torno a Jesùs, católica, anglicana, reformada, protestante, evangélica, ortodoxa, pentecostal, debe alentar – como clave de autenticidad – el mismo sentimiento de Jesùs: “Viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor” (Marcos 6: 34).
De no ser asì, perderemos vigencia y fuerza significativa!

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