domingo, 31 de mayo de 2015

Comunitas Matutina 31 de mayo Domingo de la Santisima Trinidad “Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos,bautícenlos consagrándolos al Padre, al Hijo y al Espiritu Santo, y ensenenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estare con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28: 19 – 20)



Lecturas:
1. Deuteronomio 4: 32 – 34 y 39 – 40
2. Salmo 32: 4 – 20
3. Romanos 8: 14 – 17
4. Mateo 28: 16 – 20

Una manera de enfocar la historia de la humanidad es claramente la que se puede  hacer desde la manera como se formula y se vive la realidad de Dios en las personas y en las colectividades. Esto resulta bien interesante porque, en la medida en que el ser humano se plantea la cuestión de Dios, también lo esta haciendo sobre si mismo. Dios se implica en el ser humano, y este en Dios.
Repasar la filosofía de la religión, las visiones de las diversas tradiciones creyentes, sus rituales y doctrinas, sus incidencias en el comportamiento de la gente, sus usos y costumbres, nos permite apreciar la diversidad de ópticas y de practicas con las que el ser humano se aproxima a la divinidad.
Que sean estas dos consideraciones el aperitivo para degustar con buenas ganas esta realidad del Dios que es Padre, Hijo y Espiritu Santo, tal como  nos lo propone la Iglesia en este domingo.
Contrastemos todas nuestras imágenes y expresiones sobre Dios, sin complicarnos mucho la vida hagamos un discernimiento sobre ellas, siempre con la intención de entrar fascinados en el mundo del Misterio y de la Presencia que nos asumen, nos dan sentido y esperanza, nos trascienden y nos hacen libres y dignos, igualmente con el pretexto de purificar críticamente las visiones incompletas, los elementos supersticiosos, y las consecuencias humanas de estas insuficientes o deficientes explicaciones.
Los seres humanos fabricamos “dioses toda talla”, a nuestra medida, ahí es donde se presenta el problema grave, porque distorsiona la realidad original y las convierte en proyecciones alienantes. Esto fue lo que llevo a los “maestros de la sospecha” – Marx, Feuerbach, Freud, Nietzsche – a negar enfáticamente la posibilidad de la existencia de Dios, justamente porque esas visiones negaban la autonomía y la dignidad de los seres humanos. De todas ellas es clásica la de Marx , “la religión es el opio del pueblo”.
Decir que Dios es una realidad integrada por tres personas distintas y un solo Dios verdadero no es una maroma conceptual para enredar la vida de los creyentes, ni es el fruto de una sofisticada operación de pensadores abstractos desconectados de la realidad y de las urgencias cotidianas que nos son comunes a todos. Siempre el asunto  clave del lenguaje viene a ponerse sobre el tapete, y en este caso de Dios es decisivo para que sea significativo, es decir, salvador y liberador.
Quien es Dios? : “Reconoce hoy,  y aprende en tu corazón, que el Senor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro” (Deuteronomio 32: 39), esta invitación que se nos propone en el texto hace parte de esa tradición del Antiguo Testamento, llamada deuteronomista, que afirma la esencialidad y la fundamentalidad de Dios como garantía de la libertad humana para preservarnos de la perdida de la dignidad ante los cultos idolátricos.
El que Dios sea único, enfatizado esto con radical vigor por los profetas bíblicos, y el que no admita otros dioses, no es de ninguna manera por ser un intolerante ser supremo que no admite competencia. El monoteísmo bíblico tiene su raíz en esta fundamental dimensión liberadora, salvadora, redentora, de un Dios apasionado por el ser humano, favorecedor siempre de su soberanía y de su dignidad.
Este es un elemento sustancial de la concepción bíblica y cristiana del ser divino. Recuerdan ustedes el expresivo libro de Carlos VallesDejar a Dios ser Dios”? Justamente trata de esto, con la pretensión de purificar de elementos contaminantes este ser y actuar de Dios para propiciar la liberación de los humanos.
Podemos decir que los ateísmos humanistas, como los ya referidos de los “maestros de la sospecha”, son severísimos llamados de atención a la conciencia religiosa, muy duros, radicales, en los que muy probablemente ha intervenido el Espiritu Santo para rectificar en individuos y en comunidades de fe las visiones teístas, los reduccionismos, los dioses castigadores, supervisores, policías, dictadores, jueces, que tanto interfieren la felicidad y el gozo de vivir, lo mismo que las posibilidades de crecimiento saludable y de madurez.
COMUNITAS MATUTINA propone lanzarse a la aventura del verdadero Dios, el que es Padre – Madre, principio y fundamento de la vida, plenitud de lo humano, totalmente otro, implicado en la historia, encarnado, solidario, amorosamente incondicional y prioritariamente interesado en que no se malogre nada de la humanidad: el que es Hijo, relato privilegiado de ese amor fundante, dotado de historia y trascendencia, decidido a darse todo por amor para que haya vida en abundancia , crucificado por negarse a reconocer la intransigencia religiosa de los sacerdotes y maestros de la ley; el que es Espiritu Santo, nueva y luminosa conciencia de la humanidad, inspiración del amor total e ilimitado, captación del reino de Dios y su justicia, sabiduría de lo esencial.
Y es este un Dios con claras consecuencias antropológicas: “Todos los que se dejan llevar por el Espiritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos permite llamar a Dios Abba,Padre” (Romanos 8: 14  - 15).
La intención de este reconocimiento del Dios trinitario es provocar rupturas de fondo con las imágenes alienantes que tenemos de El, reconociéndonos en el Hijo en quien el Padre se dice plenamente, el relato constitutivo de Jesus de Nazareth, gracias a la acción del Espiritu que genera este dinamismo de amor, suscitando una nueva lógica de vida, de bienaventuranza, que podemos llamar sabiduría esencial y trascendental.
En este mundo plagado de nuevas idolatrías como los fundamentalismos religiosos, el modelo económico de mercado y consumismo tan injusto y excluyente, la exacerbación de la violencia y el desprecio por la dignidad humana, el feroz individualismo competitivo, la búsqueda ansiosa de sucedáneos en los paraísos artificiales, la evasión de la historia y de la realidad, la convicción de este Dios uno y trino se traduce coherentemente en la afirmación del ser humano relacional, creatural , solidario, digno, autónomo, participativo, generoso, capaz de comunión y de solidaridad.
Tal es el proyecto de Jesus de Nazareth: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espiritu Santo” (Mateo 28: 18 – 19.Esto, traducido a un lenguaje mas cotidiano y simple, es configurar al ser humano en esta apasionante y definitiva dimensión de la trinidad, en la misión de Jesus y en el bautismo,  asi, la trinidad se inserta en la persona, y esta en la trinidad, carta de ciudadanía de la nueva humanidad.
Cuando un hombre como Monsenor Romero, de piedad tradicional y sacerdocio conservador, temeroso de la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II y por la teología de la liberación, se encuentra de frente con Dios en el drama de la humanidad doliente, de las victimas de la brutal guerra que azoto a su país en aquellos dramáticos anos, y se deja llevar por El, sin reservas, dando todo de si hasta la ofrenda suprema en el martirio, es porque ese Dios siempre mayor, es el garante de una vida, de una razón de vivir, que no pueden dar ni los poderosos del mundo ni el capital ni ninguna otro argumento que cierre a hombres y mujeres la posibilidad de trascender.
Que dios intento acudir a sacarse para si un pueblo de en medio de otro con pruebas, signos y prodigios, en son de guerra, con mano fuerte y brazo extendido, con terribles portentos, como hizo el Senor, su Dios, con ustedes contra los egipcios, delante de tus mismos ojos? (Deuteronomio 4: 34), es una pregunta provocadora de conciencia en los israelitas para que adviertan la fuerza liberadora de este único y verdadero Dios.
Ante el Dios de Jesus, el que cautivo a Romero y lo llevo a darse todo, quedémonos contemplando en adoracion este misterio de bienaventuranza y de definitiva libertad, y miremos al mismo tiempo este mundo deseoso de sentido y sometido a tantos y tan malos ídolos, y dejémonos llevar por esta pasión teologal, trinitaria, que es pasión de humanidad.

domingo, 24 de mayo de 2015

Domingo 24 de mayo.

Amigos y Amigas de Comunitas Matutina:

Este Pentecostés 2015 nos llega con la gratificante experiencia de estar en San Salvador en la beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez (1917 - 1980), Mártir de Amèrica, ayer participamos con el noble y sencillo pueblo de este país hermano en la conmovedora ceremonia, en la que participaron los primeros de Monseñor: los humildes de la tierra, los que fueron víctimas en la guerra de los años setenta y ochenta, agredidos y lesionados gravísimamente por las autoridades gubernamentales y militares en aquellos años de dictadura y brutal represión.

Por ellos y para ellos vivió el Beato Oscar Romero, fueron su preferencia, la razón de su vida de obispo y pastor, por ellos diò su vida el 24 de marzo de 1980, cuando un sicario, ordenado y pagado por un conocido dirigente de ultraderecha - Roberto D`Aubuisson - le asesinò, hecho sucedido significativamente cuando iniciaba el ofertorio de una eucaristía que presidìa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador.

El, como el Señor Jesús, fue incomprendido y vilipendiado, se le tildò de comunista y subversivo, muchos de sus hermanos en el ministerio le repudiaron, los dirigentes del país afirmaron que los había traicionado, y los últimos del mundo, los humillados y ofendidos, encontraron en èl al padre, al pastor, al defensor de su dignidad, al hombre que fue todo para ellos , coherente con su firme decisión de seguir el camino de Jesús.

Los siniestros señores de la muerte: què dicen ante este santo hombre de Dios y de  la humanidad a quien ellos odiaron con tanta vehemencia? Ayer, en la ceremonia - en el colmo del cinismo - estaban presentes algunos de los representantes de quienes gobernaban El Salvador en esos años dolorosos. Què decir ? Què sentir?

La decisión firme y contundente del Papa Francisco de beatificar a Monseñor Romero es un lenguaje clarísimo al mundo de hoy, a la Iglesia toda: reconocer la pasión por la justicia y por la dignidad de los pobres que animò la vida de este varòn evangélico, reconocer igualmente a este sufrido pueblo de estupendos cristianos y ejemplares maravillosos de humanidad  que son estos hermanos salvadoreños, estimular un modo de ser Iglesia que se  preocupa por ellos, e invitarnos a todos a dejar de ser autorreferenciales, a renunciar  definitivamente a las adherencias mundanas que oscurecen la Buena Noticia del Padre Dios a través de Jesús.

Esta biografia del Beato Romero no es el relato de un hombre de ideologías ni de posturas para favorecer a unos en contra de otros, es la de un profeta apasionado por el reino de Dios y su justicia, para quien la fe profunda en El le demandò esta opción sacrificial, profética, confrontadora de los poderosos , de los injustos y de los violentos: pasión de Dios, pasión de humanidad!

Què hermoso fue ayer estar en medio de la felicidad de este pueblo, sus cantos y clamores, sus consignas, su hondísimo humanismo cristiano, su evangélica sencillez!

Cuando el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregaciòn para las Causas de los Santos, leìa el documento de Francisco proclamando la beatificación de Monseñor, en el cielo salvadoreño se dibujò con total nitidez un arcoíris circular que enmarcò la gigante fotografía del nuevo beato: gesto simbólico que impresionò profundamente a todos los presentes: feliz casualidad!

Este es Pentecostés 2015, el Espíritu llega a la Iglesia toda, a las comunidades de creyentes, para inspirar siempre la vida según el Evangelio, para enviarnos a ser testigos de la Buena y definitiva Noticia, la del Padre Dios que en el Señor Jesucristo se hace carne y realidad humanas, asumiendo los gozos y las esperanzas , las alegrìas y las tristezas de los humanos, indicando con elocuencia que el camino de la vida no es el del poder y la prepotencia, ni el de la pompa y las vanidades del mundo, sino el del servicio y la abnegación, el de la existencia fraterna y solidaria: creer en el Padre de Jesús es creer en la dignidad de sus hijos, en perspectiva de filiación y fraternidad, tal como se hace evidente en Jesucristo. Esto inspira el genuino cristianismo y confiere sabiduría y luminosidad - la que suscita en nosotros el Espíritu Santo - !

Hoy damos gracias al buen Dios por la vida de:

- Sr. Alfonso Rodríguez Peña, padre de Martha Constanza Rodríguez Bernal, llamado a la vida plena de Dios en el mes de abril.
- Padre Oscar Mejìa Llano,SJ (1935 - 2015), quien vivió su Pascua este viernes 22 de mayo.

COMUNITAS MATUTINA invita a todos sus integrantes a mantenerse firme en la común oración y esperanza que anima nuestras vidas, como la del Beato Romero de Amèrica, a cuya intercesión acudimos para que nos haga justos, abnegados, solidarios, demasiado humanos, demasiado evangélicos.

En el vìnculo siguiente encuentran abundante información gràfica sobre Monseñor.

domingo, 17 de mayo de 2015

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 17 DE MAYO SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR

Lecturas
1.   Hechos 1: 1 – 11
2.   Salmo 46: 2 – 9
3.   Efesios 4: 1 – 13
4.   Marcos 16: 15 – 20
En la Ascensiòn reconocemos y asumimos el señorìo de Jesùs, el Kyrios, título esencial e inserto en lo màs sòlido y saludable de la tradición cristiana: “Hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez de la plenitud de Cristo” (Efesios 4: 13).
Superando la interpretación literal de los relatos evangélicos y el fijarnos en la simple anécdota, damos el salto cualitativo al contenido salvífico – liberador y a la nueva realidad de vida según el Espìritu que el Padre Dios nos comunica en Jesùs.
Este aspecto anterior es especialmente digno de atención:  el asunto del lenguaje sobre Dios, las formulaciones de la teología y de la transmisión de la fe en la catequesis y en las estrategias pastorales de la Iglesia. Si nos quedamos en la historia sagrada sin màs, sin el recurso a la interpretación bíblica consistente y responsable, estamos reduciendo el mensaje cristiano a una colección de historietas piadosas, y de paso subestimamos a las comunidades de creyentes porque no se las considera aptas para inducirlas a la fe y a la espiritualidad genuinas, dejando todo en esos contenidos que no impactan la integralidad humana de los destinatarios y su búsqueda del sentido de la vida.
Este acontecimiento de la Ascensiòn – decisivo por lo ya dicho: el señorìo de Jesùs – es uno de esos que se suelen quedar en el cuento piadoso sin participar a la comunidad los alcances definitivos aquí contenidos. De aquí se desprende el valor de una predicación y de una catequesis con fuerte raigambre bíblica y existencial.
Aquì lo que se verifica es que Jesucristo ha sido exaltado por Dios, El es el Señor y el Primogènito de todas las creaturas, el Primero de los seres humanos y la Cabeza de la Iglesia. El señorìo de Jesùs pone en crisis todos nuestros ídolos y los de la sociedad. Sòlo reconociéndole como Señor podemos alcanzar la salvación y la autèntica libertad, descartando los absolutos del poder, del dinero, de la vanidad egocéntrica, de las ideologías e instituciones, de todo tipo de esclavitud, de las mediaciones religiosas que se anuncian a sì mismas, olvidando su condición de ser caminos y no fines en sì mismas.
La misión de la Iglesia consiste en proclamar al mundo que Jesùs de Nazareth es el Señor, con la implicación imperativa de vivir en coherencia con este contenido, dedicando la totalidad del ser y del quehacer a la Buena Noticia, consecuentemente con el mandato misional que El diò a los primeros discípulos: “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad” (Marcos 16: 15).
Por lo dicho, nos resistimos a ver la Ascensiòn como el paso del mundo terrenal a otro màs “elevado” llamado cielo. Màs allà de esa simplista puntualidad lo que hay que ver, creer y vivir es :

-      En Jesucristo se hace definitivamente realidad ese contacto del ser humano con la divinidad. El cielo – o como quiera que se llame a esa trascendencia definitiva – es una vida futura y plena que no podemos darnos a nosotros mismos, es puro don y gratuidad, y nos es concedida por el Padre, sin merecimiento de nuestra parte. En Jesùs, Dios nos configura con El y nos participa de su divinidad: “Cada uno de nosotros recibió su propio don , en la medida en que Cristo los ha distribuìdo. Por eso se dice: subiendo a lo alto llevaba cautivos y repartió dones a los hombres. Lo de subió, ¿què significa sino que antes había bajado a lo profundo de la tierra? El que bajò es el que subió por encima de los cielos para llenar el universo” (Efesios 4: 7 – 10).
-      Esta Buena Noticia no es para un disfrute ensimismado, como la golosina que se toma para sì, sin exigencias y compromisos. Debemos anunciarla a todos con presteza y entusiasmo: “Ellos salieron a predicar por todas partes , y el Señor los asistìa y confirmaba la Palabra con las señales que la acompañaban” (Marcos 16: 20). Es el imperativo apostólico de la Iglesia toda y de cada cristiano en particular!
Esto permite llevar a un discernimiento esencial que, a su vez, remite a las decisiones eclesiales: en la Iglesia tiene sentido  todo lo que se inscribe limpiamente en el Señorìo de Jesùs y en la misión por El confiada, lo que no estè ahì es prescindible. Encontramos aquí un criterio cristológico y evangélico para purificarnos de todo aditamento que impide o estorba la nitidez  del anuncio.
Asì las cosas, podemos revisar con autocrìtica liberadora todas esas realidades que se han ido adhiriendo con el paso del tiempo y que resultan absolutizadas por grupos y mentalidades fundamentalistas, no arraigadas en el Nuevo Testamento y en la historia: instituciones, normas, rituales, vestimentas, estilos de vida, mapas mentales, formulaciones doctrinales descontextualizadas de su origen y de la vida, asuntos disciplinares y jurídicos, modelos pastorales, cosas todas que en algún momento respondieron cabalmente pero que en determinado contexto se tornan irrelevantes porque pierden su fuerza significativa.
Justamente este es el gran significado del Concilio Vaticano II, de la nueva teología surgida de ahì, del antropocentrismo cristiano, de la renovación de las congregaciones religiosas, del replanteamiento del ministerio ordenado, del rescate de los múltiples carismas que suscita el Espìritu, de los lineamientos y decisiones pastorales anclados en la historia, de la sensibilidad existencial y encarnatoria, de las teologías llamadas “de….. las realidades terrenas, del progreso humano, de la historia, de lo político,  del mundo, de la liberación”, de la cercanìa a las grandes problemáticas de la sociedad y de la justicia, de la solidaridad con toda personas en sus gozos y en sus esperanzas, en sus dolores y en sus tristezas.
Si los integrantes de Comunitas Matutina quieren formarse màs en estos asuntos sustanciales de nuestra fe, claras consecuencias del Señorìo de Jesùs, de su exaltación a la diestra del Padre, y de la misión que a todo bautizado compromete, les sugerimos estudiar con atención tres textos clásicos de la teología post conciliar, en los que se explicita la fuerza encarnatoria de este señorìo:
-      “El giro antropológico de la teología de hoy” ,de Florence Gaboriau.
-      “Teologìa de la Liberaciòn: perspectivas”, de Gustavo Gutièrrez Merino,OP.
-      “Teologìa de la Esperanza”, de Jurgen Moltmann.
Claramente debemos afirmar que el “màs allà” empieza en el “màs acà”, esta historia en la  que vivimos ha de ser un anticipo sacramental del futuro trascendente al que estamos llamados cuando crucemos la frontera de la muerte hacia la Vida, como a menudo lo hemos propuesto en estos mensajes semanales. Esta afirmación merece una claridad: no se trata de un régimen de cristiandad en el viejo estilo del catolicismo nacionalista como el de la España de Franco o como el que se vivió en tantos países latinoamericanos, marcados por este espíritu avasallador.
El que Jesùs estè a la diestra del Padre como Señor y Salvador no es para dominar el mundo con política eclesiástica y con ideología religiosa y moralista, sino para ser “ sal de la tierra y luz del mundo” como dice bellamente Mateo 5: 13 – 16. No es el caso en estos tiempos como el mal favor que hizo el emperador Constantino cuando, después de su conversión en 313 d.c., promulgò el Edicto de Milàn, instituyendo el cristianismo como religión oficial del imperio romano.
En Jesùs El Cristo, Señor y Salvador, encontramos la definición para germinar constantemente una nueva humanidad, una conciencia y pràctica exquisitas de dignidad, de acogida fraterna de todo ser humano, de lucha por la justicia y por las posibilidades equitativas para todos, de rechazo profético de todo lo que pecaminosamente afecte las implicaciones del reino que El ha iniciado, sacudiéndonos todo privilegio, dejando de ser autorreferenciales como insistentemente nos advierte Francisco, Obispo de Roma, bajando de los pedestales del cristianismo de poder para asumir el genuino y original de Jesùs, descalzos por las calles de la historia y de la vida, bajando – como El – a las honduras de los dramas humanos y de la muerte, para “ascender” con la humanidad salvada y liberada a la plenitud del Padre.
Estando ya reunidos le preguntaban: Señor, es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? Y El les contestò: No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espìritu Santo  que vendrà sobre ustedes, y serán testigos mìos en Jerusalèn, Judea y Samarìa, y hasta el confín del mundo” (Hechos 1: 7 – 8). Texto clásico de señorìo y de misión, programático para todas las comunidades cristianas!

La Iglesia , sacramento universal de salvación, tal como es definida en el magisterio conciliar de la Constituciòn Dogmàtica Lumen Gentium, se acoge a este Señor definitivo, y orienta todo su ser y quehacer a proclamarlo como Buena Noticia y a llevar a toda la humanidad esperanza y sentido plenos en el Padre, iluminando con el espíritu del evangelio las realidades sociales y políticas, el conocimiento y los desarrollos de la tecnología, la institucionalidad y los modelos económicos, las artes y la educación, de tal manera que el humanismo autèntico y trascendente revierta tantas ignominias que se cometen contra los hijos de Dios. 

domingo, 10 de mayo de 2015

COMUNITAS MATUTINA 10 DE MAYO VI DOMINGO DE PASCUA “Nadie tiene amor màs grande que el que es capaz de dar la vida por las personas que ama” (Juan 15: 13)



Lecturas:
1.   Hechos 10: 25 – 26;34 – 35 y 44 – 48
2.   Salmo 97: 1 – 4
3.   1 Juan 4: 7 – 10
4.   Juan 15: 9 – 17
Es impresionante la capacidad que tienen muchas sociedades, instituciones, grupos, personas, de absorber las grandes revoluciones y movimientos que ponen en jaque a la humanidad y a sus pràcticas y estilos distorsionados. Los “normalizan”, los “domestican”, los integran al sistema y les reducen su capacidad de impacto y transformación. En esto la gran experticia la tiene el sistema capitalista neoliberal con su lógica de mercado, competitividad individualista, comunicación masiva , aparente democracia y libre desarrollo de la personalidad.
Por què empezamos asì la reflexión de hoy?
La Palabra nos remite – como lo viene haciendo en  los domingos de este tiempo de Pascua – a la primacía del amor, a la permanencia amorosa de Dios en nosotros y de nosotros en El, a Jesùs como la evidencia primera y decisiva de estas realidades, a las consecuencias èticas y sociales del mandamiento del  amor, al altísimo nivel de autenticidad que esto demanda.
 Todo esto contiene una propuesta de vida que en el momento en que fue planteada por primera vez significò una revolución que estremeció el mundo entonces conocido, lo mismo que cuando en otros momentos de la historia personas y grupos la han hecho valer y socavar nuevamente el adormecimiento social y eclesial, como lo hizo en su tiempo Francisco de Asìs.
Sin embargo, cuando esta estrategia social de “domesticar” tales contenidos revolucionarios impera,  torna las revoluciones – como la de Jesùs – en un lugar común, en retòrica sin contenido vital, y entra a hacer parte de los asuntos màs anodinos e irrelevantes.
Asì pasa con el amor, la sociedad lo exalta, los artistas lo plasman en su creación, la sociedad de consumo se vale de èl para vender en cantidades industriales y para crear necesidades (como los días de….. la madre…el padre….el amor y la amistad…..grandes pretextos comerciales!!!), los predicadores religiosos lo esgrimen sin darse cuenta de los alcances revolucionarios de lo que dicen y – finalmente – son pocos los que captan su genuina dimensión y lo hacen sustancia de sus proyectos de vida, conscientes de la radical novedad que empiezan a asumir.
Este es uno de los grandes núcleos de pensamiento, de espiritualidad, de ética, de existencia genuina, que caracterizan  los escritos del Nuevo Testamento atribuìdos al evangelista Juan (1 evangelio, tres cartas y el Apocalipsis): su planteamiento clave es que Dios es amor, lo que alguien con gran acierto y sentido común definió “Dios es como estar enamorado”!
Esto quiere decir – para ponerlo en términos muy cotidianos – que Dios se la juega toda por el ser humano, que su prioridad absoluta somos nosotros, sin limitar esa preferencia por ningún tipo de razón religiosa, étnica, sociocultural, económica, ideológica, política, abarcando íntegramente a todos los humanos.
 Tal es el núcleo del ser y de la misión de Jesùs: “Dios ha demostrado el amor que nos tiene , enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a El. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amò y envió a su Hijo para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados” (1 Juan 4: 9 – 10).
Este lenguaje de “ofrecerse en sacrificio” hay que entenderlo en el contexto de las víctimas que ofrecían los sacerdotes para interceder ante Dios y obtener sus favores y beneficios para los oferentes y los representados, especialmente el de perdón por los pecados e inconsistencias de la comunidad, generalmente eran animales que debían cumplir con determinadas características de pureza y pulcritud.
Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en un cìrculo cerrado del que no podía escapar, estaba envuelta en el sin sentido de su drama moral, consecuencia de la injusticia y de lo que San Pablo llama el “misterio de iniquidad”.
Ante este dilema,  Dios responde de modo contundente: nos ofrece como máximo don a su propio Hijo, sin esperar a que la humanidad sea santa, convertida, inmaculada .De buenas a primeras y,  como la màs radical expresión de su iniciativa gratuita, Dios hace patente su amor  implicándose humanamente en nuestra historia y realidad, en nuestro vacío y absurdo, “semejante a nosotros en todo menos en el pecado” (Constituciòn Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, Gaudium et Spes, No. 22), con esto podemos captar el alcance plenamente salvador y liberador de Dios hacia la condición humana, no le importa que seamos santos o pecadores, es Dios y punto, y como tal se hace don ofreciendo lo màs ìntimo de El: su Hijo.
 Es esto retòrica simple, lugar común empobrecido por cierto tipo de mediocridad religiosa o, gracias a El mismo , la màs elocuente evidencia testimonial de que Dios sì nos toma muy en serio?  Esta seriedad se convierte en feliz narrativa, real , cercana, encarnada, en Jesùs, en quien estas palabras son seductora verdad de vida y de sentido: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor màs grande que el que es capaz de dar la vida por las personas que ama” (Juan 15: 12 – 13).
Sintàmonos llamados por Dios mismo y por la vida a superar la situación planteada al comienzo de estas líneas: la de “domesticar” la fuerza revolucionaria de este amor, la de sustraerle su radical novedad, integrándolo al sistema de inercia religiosa de tipo socio cultural, dando prelación a lo normativo – institucional sobre lo carismático, y convirtiendo la Buena Noticia de Jesùs en un conjunto de normas, prohibiciones y pre juicios contra las posibilidades de la libertad humana.
En la película “Masacre en Roma” , que relata hechos de la II Guerra Mundial,  cuando los nazis ocuparon esta ciudad, se presenta un sacerdote católico quien ofrece su vida a cambio de la de unos prisioneros que iban a ser ejecutados, lo hace de corazón, en un ejercicio de total sinceridad y abnegación, consciente de que estos hombres debían regresar con sus esposas e hijos, y el comandante alemán, en quien aùn subsistìa sensibilidad humanitaria, queda profundamente tocado por este gesto que lo lleva a considerar en este sacerdote un reflejo potentísimo de la credibilidad del amor de Dios.
 Este tipo de intenciones y conductas no nacen de retòricas y lugares comunes,  son narrativas teologales! Como la original de Jesùs, que se parte y se comparte para superar el sentimiento trágico de la vida, para responder cabalmente a la pregunta por la muerte y por el mal, para provocar en la humanidad la novedad del ser que se inserta felizmente en este mismo misterio de amor, para dejar de buscar los propios intereses y hacer de la solidaridad elemento clave del proyecto de vida, haciendo posible el extremo amoroso de la abnegación, de dejar establecido como paradigma de realización no el  éxito individual, ni la acumulación de riquezas, ni la competencia egoísta, sino la propia biografía transformada en un relato que se hace compatible con el de Jesùs.
No me eligieron ustedes a mì; yo los elegí a ustedes y los  destinè para que vayan  y den fruto, un fruto que permanezca; asì, lo que pidan al Padre en mi nombre èl se lo concederà. Esto es lo que les mando: ámense unos a otros” (Juan 15: 16 – 17), estas palabras del Señor tienen carácter programático para quienes – recibiendo el don de la fe y el llamamiento – decidimos aceptarlo e integrarlo juiciosamente en nuestras vidas, a pesar de las precariedades inherentes a nuestra humanidad.
Bellìsima historia de inclusión universal la que trae a cuento el relato de hoy de Hechos de los Apòstoles, la del centurión Cornelio, quien siendo pagano, totalmente lejano de la cultura y de la excluyente religiosidad judía de ese tiempo, va en busca de Pedro para reconocerlo como un enviado de Jesùs.
La narración se encuentra completa en Hechos 10, su mensaje fundamental es que en Jesucristo se han superado las barreras del elitismo religioso – moral y se ha instaurado una nueva época, 100 % ecuménica, de inclusión, de acogida, de cercanìa total de Dios a todos los humanos.
Por estas razones, Pedro dice a los presentes: “Ustedes saben que a cualquier judío le està prohibido juntarse o visitar a personas de otra raza. Pero Dios acaba de enseñarme que no se debe considerar profano o  impuro a ningún hombre. Por eso, cuando me llamaron, vine sin dudarlo. Ahora deseo saber para què me han llamado” (Hechos 10: 28 – 29).
La fuerza liberadora y creìble del amor se pierde cuando lo volvemos costumbre sin conversión del corazón, cuando implantamos como verdades interpretaciones nuestras, reduccionistas y estrechas muchas de ellas, cuando absolutizamos las determinaciones institucionales sobre la vitalidad del Espìritu, cuando formalizamos los proyectos de vida y los sometemos a esquemas de escasa libertad, cuando decidimos – en nombre de unos absolutos doctrinales – que Dios juzga, condena, restringe, prohíbe, olvidando la amorosa magnanimidad del Dios revelado en Jesùs ,  que no sabe de retòrica ni de lugares comunes!.
En este mundo de guerras tan abominables como las de Siria e Irak , donde mueren a diario tantos inocentes, en esta absurda competencia individualista que busca con demencia el lucro y el mal entendido concepto de éxito a costa de los demás, en este escandaloso contraste de los países industrializados frente a las extremas pobrezas africanas y latinoamericanas, Dios y el clamor ètico de estos dramáticos hechos convocan a la seriedad en el amor, a las vidas que se donan sin medida, a la reivindicación plena de la dignidad humana, como lo hizo el Obispo Oscar Romero, nuestro inminente beato el próximo 23 de mayo; como Teresa de Calcuta, que se ofreció a los màs pobres de los pobres; como aquel fraile Maximiliano Kolbe que en el campo de Auschwitz ofrendò su vida para salvar a un prisionero esposo y padre de familia; como la da tantos hombres y mujeres que son legitimados por el amor del Padre, según el talante de Jesùs.

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