domingo, 28 de junio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 28 DE JUNIO DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO “Sujetando a la niña de la mano le dijo: Talitha qum, que significa: chiquilla, te lo digo a tì, levántate” (Marcos 5: 41)



Lecturas:
1.   Sabidurìa 1: 13 – 15 y 2: 23 – 24
2.   Salmo 29: 2 – 13
3.   2 Corintios 8: 7 – 15
4.   Marcos 5: 21 – 43
El Señor Jesucristo es portador pleno y definitivo de la vida del Padre Dios para todos los humanos, principalmente para quienes, en ejercicio del mayor acto de fe, depositan la garantía de su vida en El.
Y esta vida que El trae es totalizante, asume todas las dimensiones del ser humano, lo dignifica, lo redime de la fragilidad y del egoísmo, del pecado y de la injusticia, del sometimiento a poderes esclavizantes, de religiones sin amor y sin libertad, de leyes sin perspectiva humanizante, de instituciones que no se orientan al bien individual y colectivo, de miedos y torturas, de angustias y vejámenes.
Este es el mensaje central que nos proponen los versículos 21 a 43 del capìtulo 5 de Marcos, con el relato de la resurrección de la hija de Jairo, y con la curación de la mujer que, furtivamente, tocò el manto de Jesùs, porque no se atrevìa a hacerlo en público puesto que, ella, una mujer impura e indigna ante su religión, no podía entrar en contacto con otras personas: esto era visto como un gesto contaminante, grave infracción merecedora de castigo repudio para esta mentalidad.
Esta última es una mujer insignificante, perdida entre la multitud que rodea a Jesùs, no se atreve a hablar directamente con èl, como sì lo hace Jairo, el padre de la niña, quien es jefe de la sinagoga y tiene voz y representación, ella no, y està convencida de su pequeñez y de su no valer nada.
Entre los presentes todos ignoran que es una mujer que està marcada por una enfermedad secreta y vergonzosa. Dònde podrá encontrar la salud que le devuelva su dignidad y haga de ella una mujer ìntegra, vinculada con una comunidad, reconocida como un ser de valor?
Este caso del evangelio nos remite a tantas personas, millones en el mundo, que viven constantes humillaciones, rechazos, desconocimientos, pobrezas, sintiendo que no tienen derecho a la reivindicación y a la dignidad, asì lo inculca el sistema, asì son los imaginarios, cosa que a muchísimos les parece perfectamente normal y aceptable.
Junto con la exclusión socio económica están también la moral, la étnica, la religiosa: perseguidos porque son homosexuales, porque no se han casado formalmente en la iglesia, porque vienen de comunidades raciales consideradas inferiores, porque se los mira como herejes y blasfemos con respecto a lo que se considera “verdadera” religión y doctrina.
Esta humilde mujer simboliza el atrevimiento liberador de los condenados de la tierra: “Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, que había sufrido en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto, al escuchar hablar de Jesùs, se mezclò en el gentìo , y por detrás le tocò el manto. Porque pensaba: con sòlo tocar su manto, quedarè sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana” (Marcos 5: 25 – 29).
La persona de Jesùs irradia fuerza curadora, esta condición en El es integral, porque:
-      Con la virtud sanadora y salvadora que sale de su ser pone en evidencia la incapacidad para lo mismo de la institución religiosa judía, anegada en su lógica de prescripciones milimétricas, de normas y rituales rigurosos, de pràcticas conducentes al sentimiento de superioridad moral y religiosa, de vanidad y suficiencia en los sacerdotes y maestros de la ley, y – lo màs grave de todo – de desprecio por  quienes no practicaban este conjunto de minucias,  juzgàndolos inferiores.
-      Reconoce la dignidad de la mujer, y valora en ella su profunda fe: “Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia” (Marcos 5: 34), restaura en ella la conciencia de su valer como persona, la redime en totalidad.
-      Para dar prioridad al Padre Dios y al ser humano transgrede abiertamente la ley judía que prohibía el contacto físico con los enfermos y contaminados, es la ley al servicio del ser humano un elemento clarísimo en la mente y en la conducta de Jesùs.
-      Es la fe – confianza de esta mujer la que desencadena los felices acontecimientos. Ella se arriesga a tocar a Jesùs, no contempla prohibiciones, tiene la certeza de que de El proviene para ella la salvación y la liberación, la posibilidad de una existencia con significado y con dignidad.
En el mismo relato encontramos a Jairo, el jefe de la sinagoga, para implorar por su hija gravemente enferma: “Mi hijita està agonizando. Ven e impon las manos sobre ella para que sane y conserve la vida” (Marcos 5: 23), este hombre no encuentra salida en su religión y busca la respuesta en Jesùs, ya rechazado por los jefes religiosos del judaísmo; viola formalmente la ley acudiendo a un proscrito, pero su actitud también està llena de fe y de esperanza.
Jairo reconoce que su institución religiosa ha perdido el horizonte de la vida, siendo un líder dentro de ella, un hombre con posibilidad de prestigio y de poder, ve claramente que la misma es estrecha de miras y carente de sensibilidad y de espiritualidad,  establecimiento de formalidades sin conversión al amor y a la misericordia de Dios, por eso acude a Jesùs, en quien reconoce la abundante vitalidad del Padre, con igual y decidida fe como la mujer impura.
Muere la niña, y las personas cercanas le vienen a avisar, pidiéndole que no siga importunando al Maestro, como indicándole que toda esperanza se ha perdido. Y Jesùs: “A què viene este alboroto y esos llantos? La muchacha no està muerta, sino dormida. Se reìan de èl. Pero èl, echando afuera a todos, tomò al padre, a la madre y a sus compañeros y entrò a donde estaba la muchacha. Sujetando a la niña de la mano, le dijo: Talitha kum, que significa: Chiquilla, te lo digo a tì, levántate!. Al instante la muchacha se levantò y se puso a caminar” (Marcos 5: 39 – 42)
En contra de la expresa prohibición de la ley, que impide tocar a un muerto, por las mismas razones de impureza, Jesùs hace lo contrario y, en vez de quedar saturado de muerte, comunica la vida al cadáver.
La importancia de estos relatos no reside en el prodigio en sì mismo de la curación o de la resurrección, su fuerza està en el profundo y esperanzador simbolismo que encierran. El objetivo de la misión de Jesùs no se queda en la solución de los problemas puntuales de la gente, estos se seguirán dando como expresión de la inevitable fragilidad humana.
 Pero queda algo clarísimo, contundente y decisivo: que la salvación de Jesùs es para todos los seres humanos y para la integralidad de sus dimensiones, esta no se queda en una realidad después de la muerte, en esta historia en que vivimos ya se inicia con vigor el proceso de sentido pleno y de configuración de cada persona en la perspectiva de esa esperanza que sì se ha de consumar cuando pasemos la frontera de nuestra precariedad.
Tal es el mensaje fe la primera lectura: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creò para que  existiera; las creaturas del mundo son saludables , no hay en ellas veneno de muerte ni el abismo impera en la tierra, porque la justicia es inmortal” (Sabidurìa 1: 13 – 15)
Este libro de la Sabidurìa, cronològicamente el último del Antiguo Testamento y muy cercano al tiempo de Jesùs, se mueve en el horizonte del destino inmortal del ser humano, como clara respuesta a las hondas preguntas por el sufrimiento, por el mal, por la muerte, propuestas especialmente en Job y en Eclesiastès.
 Es un texto que supone el mayor nivel de madurez del pueblo bíblico que , después de las interminables vicisitudes y derrotas, cautividad en Babilonia, también idolatrìas e infidelidades, descubre que la plenitud no se consigue definitivamente en lo que llamamos “esta vida”, que hay una trascendencia a la que nos llama el mismo Dios y que ella es posible como remate de significado total del ser humano: “Dios creò al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser” (Sabidurìa 2: 23).
Còmo llegan estos textos a nuestro contexto? Descubrimos su pre-texto salvador, liberador, re-creador, redentor, dador de vida? La pequeña hija de Jairo, y la mujer impura, nos resultan referentes de identificación con su sufrimiento y desencanto, también con su confianza y nueva vida? Jairo y esta  mujer nos hablan de una fe a prueba de fuego, de una decisión radical de  no quedar ahogados por la oscuridad de la muerte y del vacío?
Nuestra manera de ser, de pensar, de actuar, es dadora de vida y de sentido? Estamos responsablemente comprometidos con el proyecto vital de Jesùs? Nuestras relaciones afectivas y vida de hogar, nuestro trabajo y profesión, nuestra realidad de ciudadanos integrantes de una sociedad, están determinados por esta vitalidad pascual que se concreta en el ministerio sanador de Jesùs?
La reciente y gozosa encíclica de Francisco, LAUDATO SI, se refiere con fuerza y denuncia  a toda esta realidad de muerte, el cambio climático y la destrucción creciente de los recursos naturales, el gravísimo maltrato al hábitat, son consecuencia de un modelo productivo y financiero desalmado, inhumano, siempre fijándose en la utilidad y el rendimiento material, creando pobreza y exclusión, abusando de una libertad que se siente absoluta sin referencia ni a Dios ni al prójimo ni a la creación.
Por eso el llamado del Obispo de Roma es a la vida, a cambiar de raíz el modelo social y económico que impera en el mundo, paradigma de muerte y destrucción, mientras que  el de la ecología contiene una invitación pascual,  llevar todo a la vida constante y creciente hasta su trascendencia, trocar el criterio de la ganancia por el de la felicidad y la convivencia de los humanos,  rechazar la polarización Norte  - Sur por una integración planetaria,  dejar atrás el estilo contaminante de la producción y el consumo desaforados para acceder a uno de sobriedad y comunión, por un respeto exquisito, ètico y espiritual, por toda la realidad creada y natural, por la vida!

domingo, 21 de junio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 21 DE JUNIO DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO “Por què tanto miedo, todavía no tienen fe?” (Marcos 4:40)



Lecturas:
1.   Job 38: 1 y 8 – 11
2.   Salmo 106: 23 – 31
3.   2 Corintios 5: 14 – 17
4.   Marcos 4: 35 – 41
Las turbulencias de la vida, las crisis individuales y sociales, aquellas situaciones en las que parece que se nos pierden los grandes referentes de sentido y esperanza, las rupturas y los abandonos, las historias de muerte y de violencia, los colapsos económicos, la terminación de relaciones afectivas, la depresión, y muchas otras manifestaciones de la precariedad que nos asiste, nos suelen poner en condición de miedo y angustia, de perplejidad e inseguridad, llegando a extremos de evidencias individuales y colectivas en las que se experimenta el haber perdido la solidez de los arraigos vitales.
Cuando se presentan tiempos prolongados de este tipo de hechos, valga el ejemplo de las dos guerras mundiales en el siglo XX, las epidemias que mataban millares de personas en la edad media, el síndrome brutal de la postguerra, el desencanto con respecto a las posibilidades constructivas de la humanidad, vienen las explicitaciones  dolorosas en el suicidio, el incremento de los desequilibrios emocionales, el bajo nivel de significación de las instituciones, la búsqueda afanosa de paraísos artificiales.
Recordamos a estudiosos atentos del individuo y de la sociedad, como Erich Fromm, que aplicò las categorías del psicoanálisis al estudio de la sociedad contemporànea, con títulos como “El miedo a la libertad”, “Psicoanàlisis de la sociedad contemporànea”,La revolución de la esperanza”, en los que formulò una rigurosa crìtica de la sociedad capitalista, industrial y tecnológica, por dar prioridad al desarrollo de la economía y de la ciencia aplicada sin tener en su raíz una concepción y pràctica liberadoras del ser humano y de su interacción social.
Cuando vienen estos miedos colectivos, estas circunstancias de pesimismo y pèrdida de la ilusión , surgen también por  montones  los falsos profetas: políticos oportunistas que se valen de la crisis para hacer promesas que sòlo tienen para ellos valor electoral, predicadores religiosos que hacen anuncios apocalípticos y contribuyen a atemorizar a la población, incitándolos con argumentos fundamentalistas a aislarse en sectas, a llevar modos de vida rigurosísimos que los habilitan eventualmente para ser merecedores de los favores divinos, adivinos, oráculos, videntes, que aprovechan el caos y la confusión para hacer  su agosto con las mentes ingenuas y asustadas.
En un contexto de sincero y responsable humanismo y cristianismo surge la cuestión esencial de còmo abordar con rigor y seriedad estos requerimientos de la realidad. Còmo vincular una conciencia crìtica, juiciosa, encarnada, comprometida, con la confianza en Dios y en la trascendencia esperanzadora y definitiva que El nos ofrece en Jesùs? Còmo anclarnos con creatividad y hondo sentido histórico en este mundo afectado por angustias y temores con la certeza de un Dios que se nos ofrece en totalidad e incondicionalidad?
La Palabra de este domingo en sus tres textos principales – Job , 2 Corintios y Marcos – nos propone pistas esclarecedoras, plena de sentido y aliento y  viables para responder juiciosamente a tantas crisis, temores, sentimientos trágicos de la vida.
La escena clásica que refiere Marcos puede asimilarse a muchas situaciones de nuestras biografías, también del gran relato de la humanidad: “De pronto se desatò una tormenta y el viento era tan fuerte , que las olas, cayendo sobre la barca, comenzaron a llenarla de agua. Pero Jesùs se había dormido en la parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron: Maestro, no te importa que nos estemos hundiendo? Jesùs se levantò , diò una orden al viento y dijo al mar: Silencio! Càllate! El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma. Despuès dijo Jesùs a sus discípulos: Por què tanto miedo? Todavìa no tienen fe?” (Marcos 4: 37 – 40).
A la luz de esto, hagamos un recorrido de memoria experiencial por lo que hemos vivido o estamos actualmente viviendo:
-      Situaciones lìmite en nosotros mismos, en nuestra familia, precariedades económicas, enfermedades, soledades, rupturas afectivas, fracasos, miedos, muerte.
-      Situaciones lìmite en la sociedad: violencia reiterada, dificultades sociales, desorientación colectiva, dirigencia despistada, carencia de oportunidades, desastres naturales, pobreza, indiferencia.
-      Còmo hemos respondido a estos retos: sucumbiendo en la angustia y abandonándonos al pesimismo y escepticismo totales? Dando la espalda a los hechos y fugándonos hacia ambientes “protegidos” para no encarar la dureza de la realidad? Construyendo paraísos de vida fácil, consumismo, sin compromisos de transformación? Aliènandonos en fundamentalismos y sectarismos religiosos, aislándonos de los demás, deponiendo toda responsabilidad y dejando a Dios – visto de modo 100 % providencialista – como el único garante de soluciones? Cultivando un miedo permanente a vivir y afrontar los desafíos que se nos plantean?
La historia misma de Jesùs, los conflictos que su ministerio  desencadenò con las autoridades  religiosas del judaísmo, con las políticas del imperio romano, la frágil comprensión que de su misión tuvieron sus discípulos, la dureza de mente y corazón de los judíos rigurosos, tal como lo presentan los relatos evangélicos, nos hablan del drama permanente que vivió, de su soledad, de su osadìa, del riesgo absoluto que corrìa, pero también de su indeclinable confianza en el Padre, de quien procedìa, y en cuyo nombre  anunciaba – y lo sigue haciendo – una lógica de vida no fundamentada en el poder de una institución religiosa sino en la gracia desbordante que lleva a dar la vida por amor.
Jesùs vivió al máximo esta turbulencia – que lo llevò a la cruz – e igualmente vivió la certeza del Padre. Del “Dios mìo, Dios mìo, porquè me has abandonado” (Marcos 15: 34), pasa con entereza al “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23: 46). La genuina divinidad de Jesùs no minimiza los  efectos de su también genuina humanidad; asì, en El vislumbramos la conciencia del dramatismo y el temor extremos, pero igualmente la conciencia del Padre que legitima su vida y transforma de raíz su miedo volviéndolo vida definitiva y replanteamiento radical en términos de confianza para todo aquel que quiera plegarse libremente a esta oferta de significado trascendente.
Tenemos presente el esfuerzo del libro de Job por plantearse con toda claridad el problema del mal y del sufrimiento del justo y del inocente, gran elaboración de la sabiduría bíblica que recoge todas las preguntas existenciales y rebeldías que salen a flote cuando los males aquejan a las gentes de bien. El por  què de las calamidades y desgracias, del sufrimiento y de las tragedias, que parecen ensañarse en quienes han llevado vidas responsables y correctas, son los interrogantes que articulan este texto sapiencial.
En el que se nos propone hoy como primera lectura hay un expreso vìnculo con el ya referido de Marcos: “Entonces el Señor hablò a Job de en medio de la tempestad. Cuando el mar brotò del seno de la tierra, quien le puso compuertas para contenerlo? … Yo le puse un lìmite al mar y cerrè con llave sus compuertas. Y le dije: llegaràs hasta aquí , y de aquí no pasaràs; aquí se romperán tus olas arrogantes” (Job 38: 1, 8 y 10 – 11).
Job es una manifestación simbólica de la humanidad doliente y angustiada por el exceso de males, como lo son los discípulos en medio de la tempestad, pero también lo son del nuevo ser humano que surge de la experiencia de Dios, sereno, realista, histórica y existencialmente comprometido, consciente de que la precariedad no lo abandona, confiado y ofrecido a Dios en la inmensa y apasionante aventura de la fe que, sin providencialismos ingenuos ni religiosidades milagreras, da nuevo sentido a su historia y le disipa su angustia radical.
Còmo vivimos nosotros este proceso de transformación humana y creyente? Este Dios siempre mayor, el que animò a Ignacio de Loyola y a Teresa de Jesùs, a Agustìn y a Laura Montoya, a Oscar Romero y a los mártires del cristianismo primitivo, a Thomas Merton y al Padre Damiàn, es un Dios que en Jesùs se hace presente para dar significado a nuestra vida, para apaciguarla en la tormenta existencial, y para dotar nuestra humanidad de la capacidad de enfrentar con creatividad evangélica el reto – siempre presente – que emana del miedo y de todos los temores que nos puedan llegar, nunca eliminados por completo.
Este Dios es el que inspira estas palabras de Pablo, en la segunda lectura de hoy: “Por lo tanto, el que està unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron, han sido hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17).
En esta Colombia atemorizada por tantos y tan graves conflictos sociales, por una paz vislumbrada pero seriamente amenazada por la demencia de los violentos y por las inconsistencias  e inmoralidades del modelo socioeconómico vigente, què papel nos corresponde a los creyentes en Jesucristo para inspirar serenidad y confianza en el futuro, proactividad y resolución para aportar a la generación de un nuevo tipo de ser humano y de un nuevo modelo de sociedad?
En uno de sus màs bellos y densos escritos, Thomas Merton dice: “La esperanza cristiana de lo que “no se ve” es una comunión en la agonía de Cristo. Es la identificación de nuestra propia agonía con la agonía del Dios que se despojò de todo y fue obediente hasta la muerte. Es la aceptación de la vida en medio de la muerte, no porque tengamos valentía, luz o sabiduría para aceptarla sino porque, por algún milagro,el Dios de la Vida acepta vivir en nosotros en el mismo momento en que descendemos a la muerte” (MERTON,Thomas, El hombre nuevo. Editorial Lumen, pagina 11. Buenos Aires, 1998).
Palabras estimulantes, arraigadas en las de Jesùs, calmando la tempestad!

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