domingo, 25 de octubre de 2015

COMUNITAS MATUTINA 25 DE OCTUBRE DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

“Al instante recobrò la vista y lo seguía por el camino”
(Marcos 10: 52)


Lecturas: 
  1. Jeremìas 31: 7 – 9 
  1. Salmo 125: 1 – 6 
  1. Hebreos 5: 1 – 6 
  1. Marcos 10: 46  52 
La fe y la salvación se implican mutuamente. La fe es apertura a la salvación, confianza plena en que de Dios vienen la plenitud de la vida, la razón definitiva de la existencia.La certeza y experiencia directa de esa salvación incrementan la fe. Israel – tal como lo testimonia el texto de Jeremìas – vive animado por esa esperanza, como feliz anticipo de lo que vendrà: “Asì dice el Señor: Griten jubilosos por Jacob, regocíjense por el primero de los pueblos, háganse oìr, alaben y digan: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel” (Jeremìas 31: 7). 
Còmo llegan los israelitas a poder expresarse asì? Cuàl es la realidad esencial y feliz que los lleva a una exclamación tal?  Cuando nosotros experimentamos profunda felicidad y realización què es lo que nos lleva a sentirnos tan plenos? Son gozos momentáneos o existe la convicción de una bienaventuranza que permanece y trasciende? 
Sea  esta la oportunidad para hacernos conscientes de todo lo que afecta negativamente esa plenitud, la inevitable y siempre presente fragilidad humana, todas las manifestaciones de nuestra radical contingencia, realidades que “llevamos puestas” y que son ineludibles, como la posibilidad de fracasar, de sufrir, de perder, de enfermar, de padecer males, de morir, junto con esos grande dramas que lastiman tan gravemente a la humanidad: la pobreza, el ser víctimas de la brutalidad y torpeza de otros seres humanos, la injusticia, la guerra, la violencia, el desconocimiento sistemático de la dignidad, los desastres naturales, el misterio del mal. Es este un realismo crìtico, pero lo referimos para poder hablar con mejores razones de ese ideal de vida definitiva, ahora en la historia y cuando pasemos la frontera hacia la Vida.  
Còmo encontrar en condiciones semejantes la posibilidad de la esperanza y del sentido? Esta es la eterna tarea de los humanos, buscar apasionadamente las mejores razones para una existencia significativa y trascendente. E el mejor  enfoque para estudiar la historia de hombres y mujeres, y de interpretar còmo surgen las respuestas, las mediaciones religiosas, los humanismos, las propuestas filosófica, las apuestas cotidianas por esa felicidad, el amor, los logros de la libertad, los desarrollos de la ciencia y de las artes, en definitiva, todas las concreciones donde estamos esforzándonos por salir adelante a esta precariedad. 
La historia de Israel, vista asì, es una extraordinario relato de esperanza, de certeza de salvación ofrecida y realizada por ese único Dios, en quien descubren el principio y fundamento de toda su historia, y a quien orientan todo su proyecto vital, aunque a menudo rompan esa alianza y esa alternativa de vida y de libertad. 
Esta es la propuesta de la Palabra para este domingo, reflejada en la expectativa de Israel, en la pasión con la que el ciego Bartimeo busca que Jesùs le recupere la vista, en la felicidad que subyace en el salmo 125: “Cuando el Señor cambiò la suerte de Siòn, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares” (Salmo 125: 1 – 2).  
Còmo llegar a una situación semejante, siempre con el realismo responsable de que somos frágiles, precarios y contingentes? Còmo conciliar muerte y vida, fracaso y esperanza, còmo trabajar saludablemente por la construcción del sentido de la vida sin desconocer nuestros lìmites, còmo experimentar a fondo esa certeza de salvación y de liberación? 
Bartimeo se aproxima a Jesùs con radical y emocionada confianza. Este relato puede ser un maravilloso  referente para nuestro proceso de fe y de esperanza. Este ciego es símbolo de la marginación, està fuera del camino, tirado en una cuneta, sin poder moverse, viendo còmo los demás pasan y dependiendo de ellos, pero no se resigna a ser  excluìdo  condenado, y clama: “Jesùs, Hijo de David, compadécete de ” (Marcos 10: 47), reconociendo en El la gran posibilidad de una nueva vida, digna, humana, feliz. 
Tampoco hace caso de que los demás lo consideren inoportuno y lo manden a callar. Es la actitud de mucha gente religiosa y moral, “sabios y prudentes” (¿??????), que tiene el inaceptable prejuicio ante  gente como Bartimeo, porque han decidido que  no tienen derecho a la reivindicación y al rescate de la esperanza. Esos que seguían a Jesùs eran un obstáculo para que el ciego se acercara a El.  Somos nosotros de este tipo de creyentes que impiden el acceso al amor de Dios, al camino y a la vida de Jesùs? 
Jesùs se detuvo y dijo: llámenlo. Llamaron al ciego diciéndole: Animo, levántate, que te llama! El dejó el manto, se puso en pie y se acercò a Jesùs” (Marcos 10: 49 – 50). En menos de una línea se repite tres veces el verbo llamar. La llamada antecede siempre al seguimiento; Jesùs valora la situación de Bartimeo de modo muy distinto al de sus acompañantes. 
El ciego apenas se siente llamado “dejó el manto, se puso en pie y se acercò a Jesùs” (Marcos 10: 50), empieza asì la ruta de la salvación, se siente acogido, identificado, reconocido, confía, aunque no ve. El manto representa lo que era su refugio, ahora un estorbo, por eso lo suelta, y deposita toda su esperanza en Jesùs, es la fe de Bartimeo, es el milagro de la nueva vida, que el mismo ciego realiza. 
En contraste con los dos hermanos del domingo anterior, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que quieren privilegios y puestos de importancia, este ciego marginal lo que desea es seguir el camino de Jesùs, haciendo de este su nuevo proyecto, su aventura existencial, el ciego quiere caminar con El, mientras que los Zebedeos persiguen la gloria y el poder. Diferencias sustanciales que nos empiezan a esclarecer donde reside la genuina salvación! 
Jesùs le preguntò: què quieres de ? Contestò el ciego: Maestro, que recobre la vista. Jesùs le dijo: Vete, tu fe te ha salvado” (Marcos 10: 51). En el contexto bíblico “ver” significa la plena comprensión de aquello que es fundamental para la vida en Dios, para la sabiduría, para lo esencial de la existencia, donde se juegan el sentido y la felicidad. Aquì no se trata de una asistencia ocasional para que el hombre vuelva a la visión sino para que, gracias a Jesùs, “vea” el camino que conduce al Reino, simbolizado en Jerusalèn 
El objetivo final no es la visión sino el seguimiento, y lo que se vislumbra con nitidez en el horizonte es la cruz, es el sendero de la donación de la vida, no el triunfo al estilo del mundo: “Al instante recobrò la vista, y lo seguía por el camino” (Marcos 10: 52).  
Una vez màs, es la fe-confianza la que salva. Marcos deja bien claro que el seguimiento de Jesùs no es una pertenencia institucional, una cómoda adaptación a un ordenamiento religioso que deja la conciencia “tranquila” sino una configuración amorosa y existencial con el proyecto de la cruz, opción que, lo sabemos bien,   es de minorías. Es evidente la miopía de los discípulos para captar estos alcances, sòlo después de la experiencia pascual “ven” a Jesùs y le siguen. Bartimeo se les anticipa! 
Un pobre ciego, tirado a la orilla del camino, totalmente marginal, es capaz de “ver” a Jesùs y de seguir su mismo camino. Es símbolo del resto fiel expresado por Jeremìas, Dios que incluye, que salva, que devuelve la esperanza que se ha perdido: “Yo los traerè del país del norte, los reunirè desde los rincones del mundo. Què gran multitud retorna: entre ellos hay ciegos y lisiados, mujeres embarazadas, y a punto de dar a luz; si marcharon llorando, los conducirè entre consuelos” (Jeremìas 31: 8 – 9).  
Dios salva un resto de su pueblo, no a los poderosos, ni a los sabios, ni a los perfectos, sino a los ciegos, a los cojos, a los débiles. La verdadera miseria no es la de estos sino la de los que, sintiéndose santos y buenos, desconocen y desprecian a los humildes, a esos que la sociedad abusivamente llama “desechables”. Tal  es la preferencia de Dios, la preferencia de Jesùs que no quepa la menor duda. 
El desarrollo, la evolución, los logros de la economía, las perfecciones sociales, políticas, económicas, en la mayoría de casos, se obtienen a costa de los últimos del mundo, del “resto”. Miremos no màs la multitud de migrantes en nuestro tiempo: Africa, Siria, Centro Amèrica, Colombia, Haiti, saliendo por millares, desesperados por la inhumanidad en la que viven, mendigando dignidad y exponiéndose – como de hecho sucede – al rechazo por parte de los países donde buscan refugio. 
Jesùs trastoca la escala de valores de ese “desarrollo”, para El el defecto no es ni la pobreza ni la marginalidad, y a esto es a lo que dirige su intencionalidad y praxis de salvación. Lo defectuoso radica en el egoísmo de los santos y perfectos, en la religiosidad sin conversión del corazón, en la apariencia de los “sepulcros blanqueados”, en la deplorable importancia de los de cuello blanco, muchos de ellos causantes del desorden establecido.  
La actitud y actuación de Jesùs fue escandalosa en su tiempo, y sigue siéndolo también en nuestros dìas. Jesùs no rechaza al pobre, al humillado y ofendido, al condenado moral, al pecador, este es el “resto” en el que descansa su salvación, esta es la comunidad que canta la esperanza real y legìtima. En ellos y para ellos ejerce Jesùs el “principio misericordia”, la fuerza amorosa de Dios que reconstruye en su integridad al ser humano. 
En este mundo de millones de excluìdos y maltratados, de solitarios y desconocidos, de consumismos irresponsables y de riquezas absurdas que contrastan pecaminosamente con tantas carencias, se impone el lenguaje de la acogida, traspasando fronteras sociales y religiosas, étnicas y políticas. Los seres humanos genuinos son los que acogen, sanan, reconocen, incluyen, dignifican, aman, sirven, y “viendo” siguen el camino de la cruz, el de la salvación, como el ciego Bartimeo, un verdadero testigo pascual!!

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