“Por eso , también
ustedes estén preparados, porque cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del
hombre”
(Mateo
24: 44)
Lecturas:
1.
Isaías 2: 1 – 5
2.
Salmo 121: 1 – 9
3.
Romanos 13: 11 – 14
4.
Mateo 24: 37 – 44
Con este domingo
iniciamos el nuevo año litúrgico, en este el evangelio acompañante será el de
Mateo, así como el de Lucas lo fue en el que acabamos de concluír. Este es
escrito para una comunidad de cristianos provenientes del judaísmo, eso explica
las frecuentes alusiones a la mentalidad y a la ley judías, y justifica su
énfasis en mostrar que en la persona de Jesús se cumplen plenamente las
escrituras.
La esencia del tiempo
de adviento es la esperanza en Dios, en El como principio y fundamento del ser
humano y de la historia. Cabe advertir que no se trata de un Dios fuera de
nosotros, de nuestro tiempo, de nuestras condiciones concretas de existencia.
Una interpretación inadecuada de los textos bíblicos nos presenta el
advenimiento de los nuevos tiempos de salvación como algo fuera de la realidad, y nos pone a nosotros como
cruzados de brazos aguardando a que eso suceda.
Este es uno más de los equívocos en los que se incurre cuando el acceso a la Biblia no
está mediado por un conocimiento cabal de los textos en su contexto y en su
pretexto. Tal advertencia la hacemos acompañada de otra no menos esencial: un
llamado de atención ante la multitud de grupos religiosos católicos y
evangélicos-protestantes de tendencia “milenarista”, de claro corte fundamentalista, que asumen
literalmente los relatos y los dan como hechos inminentes, lenguaje que tiene
como intención causar angustia y sentimiento de culpa y promover una conversión
forzada por la cercanía “histórica” de la venida de Dios, sin implicaciones en
la construcción de una nueva historia de justicia y de fraternidad.
Es penoso constatar que
muchos grupos de creyentes viven a ojo cerrado un proceso de fe sin el más
mínimo asomo de espíritu crítico, fácilmente manipulados por predicadores de
escaso nivel en su formación bíblica, teológica y espiritual. Hechos recientes
en la historia de Colombia ilustran esta afirmación.
Entremos así con gozo e
ilusión en este tiempo de genuina esperanza, la que nos anima para el encuentro
con Dios en esta historia y realidad nuestra, y animados por la visión de ese
futuro de plenitud al que El nos llama, como el gran elemento de la vocación
creyente. Por eso, vale la pena que nos
interroguemos por el peso de la esperanza en nuestra vida. Somos personas con
un proyecto de vida estructurado y con una visión de futuro animada por el
deseo de llegar a esta prometida plenitud?
Dice el autor francés
Marcel Proust que “el verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos
paisajes sino en tener nuevos ojos”. Para nosotros, seguidores de
Jesús, esta novedosa visión proviene de la confianza en Dios y de la esperanza
que de ahí se deriva. Adviento es la época propicia para lograr esto.
En la primera lectura,
del profeta Isaías, se habla de la dimensión terrena de la esperanza, es la
expectativa de superación de la guerra: “Vengan, subamos al monte de Yahvé, a la
casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos
sus senderos”……”Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No
levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra” (Isaías
2: 3 – 4).
Por la historia
recordamos que Israel vivió habitualmente en grandes conflictos entre ellos
mismos y con los países vecinos, así entendemos el texto con su propuesta de una imagen ideal
que es mirar en Dios una convergencia
universal de paz y de reconciliación. Es uno de los aspectos esenciales de la
llamada esperanza mesiánica de Israel.
Cómo traemos esto al
tiempo presente? Una preocupante información estadística nos dice que en el
mundo existen en la actualidad cerca de 650 mil millones de armas de distinto
tipo y tamaño, lo que equivale a un armamento por cada diez personas en el
mundo. Desde el fin de la segunda guerra mundial (1945) alrededor de treinta
millones de seres humanos han perecido como consecuencia de los conflictos
armados, 26 millones de ellos por el impacto de armas ligeras (? ), el 90 % de
estas víctimas es población civil, no combatientes explícitos.
Cómo reaccionamos ante
estos escalofriantes datos? Qué nos dice nuestra esperanza cristiana al
respecto? Y si llevamos esto a Colombia, nuestra tierra saturada de violencia,
incluyendo el actual forcejeo de poderes en torno a los acuerdos de paz con las
FARC? Es claro que el asunto de la paz pertenece a la entraña misma de los
mejores humanismos y, por supuesto, del cristianismo puro, es el legítimo deseo
de una convivencia social respetuosa y dialogante, del reconocimiento del valor
profundo de cada ser humano, del derecho de todos a una existencia pacífica, de
la posibilidad de desarrollarnos en un ambiente de armonía, del recurso a la
razón como medio para dirimir las naturales diferencias que se presentan, del
cuidado de la vida en sus diversas manifestaciones y etapas.
Que sea este Adviento
de 2016 un tiempo para hacernos cargo de la generación de una genuina cultura
de paz en Colombia, y que sea , al mismo tiempo, el Evangelio de Jesús, una
inspiración fundante para este que debe ser proyecto de todos los colombianos, creyentes
y no creyentes.
En este domingo se nos
habla también de vivir en vigilancia ante la segunda venida de Cristo. Qué es
esto? Cómo hacerlo significativo y relevante para nosotros, hombres y mujeres
del siglo 21?
Veamos la invitación
que hace Pablo en la segunda lectura de hoy: “Tengan en cuenta el momento en
que viven y vayan pensando en espabilarse del sueño, pues la salvación está más
cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día se
acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las
armas de la luz” (Romanos 13: 11 – 12).
No se trata de una
conversión apurada por la inminencia de la muerte o por la presión que generan
las situaciones límite de la vida, ni de un temor al castigo, sino de la invitación
animada por la esperanza que se traduce en una existencia pulcra, activa y
comprometida, éticamente responsable, tan radical es esta propuesta que debemos ver
en ella un llamamiento a que los demás nos identifiquen con el Señor Jesucristo,
en su referencia radical a la voluntad del Padre y al servicio del prójimo,
incluyendo la disposición para donar la vida como ofrenda de sentido y de
redención.
“Revístanse más bien
del Señor Jesucristo, y no anden tratando de satisfacer las malas inclinaciones
de la naturaleza humana” (Romanos 13: 14), es
una exhortación paulina para que nuestra humanidad se configure con la de Jesús
y para que accedamos a la novedad de vida y de sentido salvador que él nos
comunica.
En esta sociedad llena
de estímulos para el poder y el tener, para el egocentrismo y la comodidad,
para la vida baja en dinamismo ético y espiritual, para la indiferencia ante
las escandalosas miserias y sufrimientos de tantos prójimos, el proyecto
cristiano propone vivir “a lo Jesús”, en servicio y solidaridad, en lo que ya
conocemos como projimidad, en rescate constante de la dignidad humana, en la
construcción de una historia condicionada por la justicia y por la inclusión,
como señales anticipadas del reino que se ha de consumar cuando crucemos la
frontera hacia la bienaventuranza definitiva.
Las palabras del relato
evangélico de hoy son estremecedoras, ellas nos recuerdan los tiempos críticos
que vivieron las primeras comunidades cristianas, perseguidas por judíos y
romanos, esto explica la invitación a la vigilancia: “Velen, pues, porque no saben qué
día vendrá el Señor” (Mateo 24: 42).
Qué es hoy vigilancia?
Cómo explicar esta y la esperanza que la acompaña ante las crisis que afligen a
tantos seres humanos? Cómo ser significativos , movilizadores hacia una
existencia más digna y humana? Porque sería una traición grave a Dios y a la
humanidad manejar respuestas desencarnadas, falsear la respuesta cristiana con
una nueva alienación religiosa, planteando una resignación ante las vicisitudes
del mundo y prometiendo como premio a esta una salvación en “otra vida”.
La esperanza cristiana
tiene en su misma raíz el compromiso con
todas las búsquedas humanas de significado y trascendencia, particularmente con
las de los desheredados por las miserias que causan las decisiones injustas y
perversas de otros seres humanos. En estos prójimos Dios nos invita con
singular exigencia a una historia de solidaridad y de modificación del
gravísimo pecado de las estructuras.
En el Jesús histórico
encontramos el punto de partida de nuestra fe y
su oferta de plenitud y salvación
para los seres humanos de todos los tiempos de la historia. Así, Adviento es
tomar conciencia de esta plenitud. El Señor, en su existencia histórica,
desplegó la totalidad de su ser , y lo hizo dándose incondicionalmente para
darnos a todos la vitalidad de Dios y, en consecuencia, nos propuso a todos esa
misma meta. Este es el contenido real de lo que llamamos segunda venida de
Cristo.
“Por eso, estén ustedes también
preparados, porque, cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Mateo
24: 44), se refiere a una vida que capta lo esencial del amor de Dios y lo
asume en totalidad, rechazando despilfarros, consumismos egoístas,
indiferencias, desenfreno individualista y aceptando que la genuina vigilancia
se da cuando vivimos todo nuestro ser en clave teologal y fraternal, como
Jesús.