“El
Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo.
Cuando un hombre lo encuentra, vuelve a esconderlo y, de tanta
alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo
aquel”
(Mateo
13: 44)
Lecturas:
- 1 Reyes 3: 5-12
- Salmo 118
- Romanos 8: 28-30
- Mateo 13: 44-46
Cuál
es aquella realidad que determina y estructura todo nuestro proyecto
de vida? Qué es aquello que nos mueve en grado máximo y hace que
todo lo que somos y hacemos se oriente a ese ideal? Cuál es la
realidad que estructura todo lo nuestro en términos de pasión y
felicidad?
A
responder estos interrogantes se orientan las sencillísimas
parábolas del tesoro y de la perla, que nos propone el evangelio de
este domingo. Recordemos nuevamente el contexto que vivía la
comunidad de Mateo, todos convertidos del judaísmo a la nueva fe en
Jesús, viviendo entre contradicciones e incomprensiones se
preguntaban si valía la pena seguir este camino, si el asunto de
Jesús tenía la suficiente fuerza para totalizar sus vidas y para
llenarlas de sentido.
El
esfuerzo de este relato evangélico es demostrar que sí se dan las
mejores y más contundentes razones para la esperanza apostándolo
todo por este seguimiento y por la configuración radical de la
existencia en la clave del Evangelio, a sabiendas de que no se trata
de un camino de éxitos en el sentido en el que el mundo entiende
esto, ni tampoco de ascensos en la escala del poder ni de adquisición
de dinero y comodidades.
Con
Jesús, el Padre Dios nos ofrece ese proyecto llamado Reino, el nuevo
orden de cosas en el que la felicidad no está dada por las
posesiones materiales ni por la carrera del poder sino por una
bienaventuranza que parte de dejarse encontrar por Dios –
gratuitamente, bien lo sabemos – y que asume ver la vida desde una
óptica de solidaridad, de servicio, de fraternidad, de lucha por la
justicia, de mesa compartida, como lo hemos afirmado a menudo en
estas reflexiones dominicales.
Ese
es el tesoro, esa es la perla , que sugiere este relato evangélico.
Dice
el teólogo español José Antonio Pagola a propósito de esto: “
El reino de Dios es la clave para captar el sentido que Jesús da a
su vida y para entender el proyecto que quiere ver realizado en
Galilea, en el pueblo de Israel y, en definitiva, en todos los
pueblos. Jesús no enseña en Galilea una doctrina religiosa para que
sus oyentes la aprendan bien. Anuncia un acontecimiento para que
aquellas gentes lo acojan con gozo y con fe. Nadie ve en él a un
maestro dedicado a explicar las tradiciones religiosas de Israel. Se
encuentran con un profeta apasionado por una vida más digna para
todos, que busca con todas sus fuerzas que Dios sea acogido y que su
reinado de justicia y misericordia se vaya extendiendo con alegría.
Su objetivo no es perfeccionar la religión judía sino contribuír a
que se implante cuanto antes el tan añorado reino de Dios y, con él,
la vida, la justicia, y la paz”
(PAGOLA, José Antonio. Jesús: aproximación histórica. Editorial
PPC. Madrid, 2007; página 88)
Estas
palabras son alusión directa y muy explícita a esa realidad que
Jesús nos presenta como el valor último y decisivo para llenar de
sentido cualquier vida humana que desee optar por esta alternativa,
asumiendo que hay que hacer rupturas con aquellas cosas que nos
impiden vivir con libertad tal propuesta: afectos desordenados,
ambiciones egoístas, deseo de brillar socialmente, búsqueda de
privilegios, cambiando todo esto por una vida en la que el genuino
culto a Dios se da en la construcción de la projimidad y en la
realización efectiva de la dignidad y de la justicia para todos.
Hoy
la situación es bien diferente de la que vivía aquella perpleja
comunidad de Mateo que se planteaba la pregunta radical de sentido en
la persona de Jesús.
Vivimos
un mundo complejo, en el que coexisten los grandes avances de ciencia
y tecnología, el prodigio de la cultura digital y de las
comunicaciones, los logros de las ciencias humanas y sociales
afirmando todo lo que tiene que ver con la libertad, con grandes
injusticias, violencias y escandalosos desconocimientos de la
dignidad de las personas.
Junto
a ellos viene el resurgimiento de tendencias fundamentalistas,
religiosas y políticas, que afirman con soberbia sus verdades
desconociendo las búsquedas legítimas de los demás, que desconocen
con agresividad a quienes invocan la compasión, la misericordia, la
superación del fanatismo religioso y la promoción de un mundo
pluralista y respetuoso de la diferencia.
Cómo
ser aquí seguidores de Jesús? Cómo ser como el hombre de la
parábola que se encuentra gozoso con el tesoro y hace todo lo mejor
para quedarse con él? Cómo aportar a la humanidad el espíritu
original del Evangelio dejando de lado esa religiosidad cositera,
neurótica y promotora de miedos y de sentimientos de culpa? Cómo
anunciar que Dios está siempre enamorado de la humanidad y que su
deseo es la felicidad del ser humano? Cómo rescatar a Jesús para
que el ser humano de hoy vuelva por los fueros de su dignidad?
El
seguimiento de Jesùs y la consiguiente acogida de su proyecto son la
mejor posibilidad de construir una humanidad con sentido trascendente
y comprometida con una visión que propicia una manera de vivir que
va màs allà de lo establecido convencionalmente, una vida que no se
contenta con seguir el proceso social habitual de estudiar, de
trabajar, de obtener seguridad económica, de “triunfar”, de ser
personas importantes.
El
reino de Dios y su justicia desborda esos lìmites y se constituye en
un universo desbordado de solidaridad, de compasión, de justicia, de
posibilidades para todos en igualdad de condiciones, no se agota en
tal o cual modelo político-econòmico, lo suyo propio es una
inspiración que reanima teologal y humanamente todas las
realizaciones para dotarlas de sentido definitivo.
Este
proyecto está estructurado en torno a la referencia radical y
simultànea al Padre de Jesùs y al prójimo, una relación de amor
total y apasionado, el descubrimiento de que la voluntad de Dios es
que el ser humano llegue a la felicidad, que todas sus
potencialidades se realicen, que no sea sometido a ninguna
esclavitud, que su existencia estè siempre animada por eso que
llamamos la Buena Noticia, el Evangelio, que su dignidad sea siempre
reconocida y promovida, que se den unas condiciones tales que hagan
viable siempre la inclusión y la mesa compartida , que todos asuman
que Dios es principio y fundamento de la humanidad y que esta certeza
nos lleva a tener la esperanza segura de que nuestra vida no es un
absurdo.
Es
penoso constatar la instrumentalización de la religión para someter
indignamente al ser humano, ver còmo se distorsionan los orígenes
de esta fe liberadora y se la transforma en una ideología que
persuade de obligaciones, onerosas, de un cùmulo de creencias
desconectadas de la vida, de pràcticas alienantes, de condenaciones
morales, de presentación de un Dios vengativo y justiciero, sòlo
dispuesto al castigo.
El
tesoro que Jesùs nos invita a adquirir no tiene nada que ver con
esas sombrìas perspectivas. Lo suyo se llama bienaventuranza,
proyecto de felicidad, que no minimiza las responsabilidades morales
ni exime a nadie de asumirlas y de vivirlas, pero sì se empeña a
garantizar que en Dios , el que se nos ha manifestado decisivamente
en Jesùs, se da una convergencia con la tarea humana de buscar
sentido a la vida.
Digamos
que Dios es como estar enamorado, para poner un ejemplo de inmensa
felicidad que nos ayuda a comprender ese misterio maravilloso y
seductor.
Cuando
los humanos nos sentimos asì, nos experimentamos mejores, sanos,
libres, surgen en nosotros todas las virtualidades a las que podemos
acceder, entendemos y aceptamos a los demás, nos comprometemos
juiciosamente en el seguimiento de los màs nobles ideales, el deseo
de solidaridad surge espontáneamente, nos tornamos transparentes, la
pasión por la justicia se hace esencial en nuestras decisiones y
conductas.
El
acontecer de Dios en el ser humano se da través de la configuración
con Jesùs, la gracia nos lleva a identificarnos con El, a que
nuestra humanidad sea asumida y transformada, como dice Pablo: “Por
lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien
de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su
designio. Pues Dios predestinò a reproducir la imagen de su Hijo a
los que conoció de antemano, para que asì fuera su Hijo el
primogénito entre muchos hermanos”
(Romanos 8: 28-29).
Esta
es la nueva humanidad, cimiento de esa feliz realidad que nos lleva
al descubrimiento gozoso de la novedad en la que nuestra existencia
resuelve sus incertidumbres y es acreditada por Dios como esperanza
segura de una historia en la que empezamos a anticipar la plenitud de
la eternidad construyendo un mundo en el que no sean el poder y la
injusta dominación los estructurantes de las relaciones sociales
sino el servicio, el sentido de solidaridad, la restauración de la
dignidad que muchos han perdido por causa de la injusticia.
Cuando
el Papa Francisco se pronuncia a favor de una economía con rostro
humano, cuando rechaza con vigor ese sistema social que crea personas
descartadas, que sòlo favorece a ricos y poderosos, està afirmando
uno de los pilares del tesoro de Jesùs, patrimonio de todos,
iniciando èl mismo esa salida para bajar a la Iglesia de los
pedestales, llevándola, con Jesùs y como Jesùs, a salir a las
calles de la vida, a encontrarse con todos los seres humanos y a ser
noticia de vida, de libertad, de rescate de la felicidad.
Esta
es la oferta, vamos a ser capaces de despojarnos de seguridades para
obtener tan seductor y apasionante tesoro?