El sumo sacerdote Caifás envía espías para conocer al profeta Juan y
éste les anuncia el Mesías que está por llegar y la liberación próxima.
En el trajín de la gran ciudad: transmilenio, medios de comunicación que nos saturan, preocupaciones personales, la dura realidad que a menuda nos abruma, cabe esta pregunta: ¿hundo la cabeza en la arena como el avestruz para evadir? ¿qué hago?
jueves, 30 de noviembre de 2017
miércoles, 29 de noviembre de 2017
Un tal Jesús. Capítulo 5: LAS CAÑAS ROTAS.
Jesús conversa con sus nuevos amigos galileos y les comparte un sueño que ha tenido. Dios enderezará las cañas dobladas.
martes, 28 de noviembre de 2017
Un tal Jesús. Capítulo 4: LA JUSTICIA DE DIOS
Juan predica la justicia en una orilla del río Jordán. Multitudes vienen
a escucharlo y a hacerse bautizar por él. También Jesús.
lunes, 27 de noviembre de 2017
Un tal Jesús. Capítulo 3: UNA VOZ EN EL DESIERTO
Santiago y Juan, Pedro y Andrés, pescadores y simpatizantes del
movimiento zelote, viajan desde Cafarnaum, para conocer a Juan, el
Bautizador.
domingo, 26 de noviembre de 2017
COMUNITAS MATUTINA 26 DE NOVIEMBRE SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
“Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado. El es el primer fruto de la cosecha: ha sido el primero en resucitar”
(1 Corintios 15: 20)
Lecturas:
1. Ezequiel 34: 11-12 y 15-17
2. Salmo 22
3. 1 Corintios 15: 20-28
4. Mateo 25: 31-46
Vale la pena proponer el contexto histórico y social en el que fue establecida esta fiesta de Cristo Rey, en 1925 por el Papa Pío XI, nos ayuda a profundizar en el sentido evangélico de la realeza del Señor Jesucristo y a superar posibles malentendidos de corte más mundano y triunfalista.
En lo que se llama el régimen de cristiandad se aspiraba, por parte de las autoridades de la Iglesia, a que el cristianismo fuera religión oficial en aquellos estados donde la mayoría de su población profesaba esta fe, bien fuera católica u ortodoxa o protestante. La pretensión era con miras al reconocimiento oficial y social del cristianismo, a facilitar su acción evangelizadora, a dar garantías formales para su interacción con el estado y con las otras instituciones de la sociedad, y a reconocerle un privilegio por encima de otras tradiciones religiosas.
Durante mucho tiempo el título de Cristo Rey y la referencia al reinado social del Corazón de Jesús, incluyeron esos aspectos en los que especialmente la Iglesia Católica se autoencumbró, olvidando que la práctica de Jesús fue radicalmente distinta, incluso contraria a esta mentalidad.
En el caso colombiano, el respaldo católico al partido conservador, el establecimiento del concordato en 1886 entre la Santa Sede y el estado de Colombia, fue la concreción de este ideal de cristiandad, propio de una sociedad y cultura excesivamente homogéneas, y ajenas a la libertad religiosa y al ecumenismo, invocando también para la Iglesia poder y supremacía .
Esto de reyes y monarquías es bastante extraño ahora, en nuestros tiempos vivimos sociedades más plurales y democráticas, con gran aprecio de la autonomía, también del diálogo, de la inclusión, del pluralismo civilizado y del libre ejercicio de la fe religiosa sin recurso al respaldo a formalidades institucionales. También el estilo monárquico y principesco es totalmente extraño al proyecto de Jesús, él es rey de otra manera.
Cuando en el lenguaje evangélico se habla del “Reino de Dios y su justicia”, categoría que se aplica al mensaje y a la práctica de Jesús, se alude a un orden de vida comunitario, fraternal, igualitario, servicial, austero, solidario, significando que ante Dios – tal como se manifiesta en Jesús – todos los seres humanos somos iguales y poseemos una común dignidad.
Jesús lo concreta en las Bienaventuranzas, contenido que expresa los valores prioritarios de su misión, de la comunicación que El hace del Padre Dios, de la acogida equitativa a todas las personas, principalmente a los más pobres y abandonados por la sociedad.
El nunca se proclamó rey, lo que hizo fue ponerse al servicio total del Reino, la causa por la que dio su vida. Todo esto es lo que las primeras comunidades cristianas consignaron en los cuatro relatos evangélicos y en todos los escritos del Nuevo Testamento.
Jesús se hace presente en la historia de la humanidad para anunciar una Buena Noticia de vida y de salvación, noticia que procede de Dios mismo, por eso Jesús choca con la injusticia sociopolítica y religiosa de su tiempo, y reivindica proféticamente la dignidad del ser humano, preferentemente de los humillados y ofendidos – como reiteradamente lo afirmamos aquí -, viendo en esa humanidad recuperada el genuino reflejo de la gloria de Dios, el mismo creador interviene ahora como salvador, redentor y liberador.
Esta salvación apunta a la consumación y plenitud del ser humano cuando pase la frontera de la muerte, pero tiene su significación anticipada en la historia cuando nos esforzamos por ser fieles a Jesús haciendo del talante del reino el modo habitual de nuestros proyectos de vida.
Las grandes señales del ministerio de Jesús: curación de los enfermos, perdón de los pecados, ejercicio de la misericordia y de la compasión, confrontación severísima del formalismo religioso de los judíos, indican que con El se instaura una nueva lógica en la relación de Dios con la humanidad, que no es la del sometimiento servil ni la del cumplimiento obsesivo de normas y rituales: “Jesús no llega para imponer su dominio religioso. De hecho, Jesús no pide a los campesinos que cumplan mejor su obligación de pagar los diezmos y primicias, no se dirige a los sacerdotes para que observen con más pureza los sacrificios de expiación en el templo, no anima a los escribas a que hagan cumplir la ley del sábado y demás prescripciones con más fidelidad. El reino de Dios es otra cosa. Lo que le preocupa a Dios es liberar a las gentes de cuanto las deshumaniza y las hace sufrir” (PAGOLA,José Antonio. Jesús: aproximación histórica. Madrid, 2007, página 96).
En este contexto entendemos bien el evangelio que se proclama este domingo, que hace parte del capítulo 25 de Mateo, orientado a revisar las grandes intencionalidades de Dios, también las grandes intencionalidades de los humanos, para verificar si estas últimas se inscriben en esa lógica de su reino y de su justicia.
El criterio que propone Mateo para evaluar si la vida de alguien se realizó a cabalidad, si se salvó, es el de la solidaridad con los últimos del mundo, y lo hace con una imagen fuerte y contundente: “Señor, cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos? El Rey les contestará: les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron. Esos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25: 44-46).
Esta dramática constatación nos remite a un elemento central en la misión de los profetas del Antiguo Testamento, su confrontación radical de la religión de Israel por la incoherencia entre la solemnidad del culto, la multitud de sacrificios rituales, y la escandalosa injusticia que se cometía con pobres, huérfanos, viudas, extranjeros. El anuncio del reino por parte de Jesús se inserta en esa misma tradición, dejando claro que la verdadera religión tiene su punto central de definición en una vida que es agradable a Dios y, por lo mismo, justa con el prójimo, promotora de su dignidad.
Del espíritu del Reino debemos destacar la preocupación de Jesús por la gente, el exquisito cuidado que les prodigaba, la delicadeza en el trato, la escucha paciente de sus cuitas y necesidades, su compromiso con todos. No en vano el evangelio de Juan ha acudido a la figura del Buen Pastor para caracterizar esta manera de proceder del Señor: “Yo soy el buen pastor. Así como mi padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas” (Juan 10: 14-16). Reconocemos en este texto el origen de la expresión de Francisco, el Papa, “pastores con olor a oveja”?
La primera lectura de este domingo – del profeta Ezequiel – es un bello antecedente de este contenido: “Yo, el Señor, digo: voy a encargarme del cuidado de mi rebaño. Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron en un día oscuro y de tormenta….Las llevaré a comer los mejores pastos , en los pastizales de las altas montañas de Israel” (Ezequiel 34: 11-12 y 14).
En el oriente antiguo, la imagen habitual para hablar del rey era la del pastor. Simbolizaba la preocupación y el sacrificio por su pueblo, como lo menciona la lectura anterior. En la práctica no siempre fue así, el capítulo 34 de Ezequiel, tomado en su totalidad, habla de los reyes judíos como malos pastores que han abusado de su pueblo, abandonándolo cuando se produjo la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia.
El evangelio de Mateo no está centrado en el triunfo de Jesucristo , que lo supone y asume, sino en la conducta que debemos tener para participar en su Reino, el compromiso con los más débiles, participar de la misma misión restauradora de Jesús, afirmar el valor indiscutible del ser humano en perspectiva teologal.
Jesucristo, como lo afirmamos en nuestra fe, es la nueva humanidad y es la plenitud de la historia, en El se realiza el modo de ser humano sustancialmente filial , con respecto al Padre, y sustancialmente fraternal, con respecto al prójimo.
El ha vencido el poder del pecado, de la injusticia, de la muerte y se constituye en el primogénito de la nueva creación, ese dinamismo de salvación ya se ha empezado a construír en la historia y apunta al mundo definitivo, garantía de nuestra esperanza: “Y cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios, que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios será todo en todo” (1 Corintios 15: 28).
Cuando las regímenes totalitarios, la economía de mercado, el descuido de la casa común, la manipulación del ser humano por sus semejantes, la injusticia y la exclusión, predominan y siembran desencanto y muerte en el mundo, la afirmación cristiana de la plenitud de Jesucristo, Señor de la Historia, debe verterse en un trabajo apasionado por el ser humano, por la dignidad de la vida, por la justicia, por las mejores y más decisivas razones para vivir en la esperanza: “Después ví un cielo nuevo, y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar. Ví la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida para su prometido” (Apocalipsis 21: 1-2).
viernes, 24 de noviembre de 2017
UN TAL JESÚS. Capítulo 2- CAMINO AL JORDÁN
Felipe y Natanael, como tantos otros galileos, peregrinan al sur para conocer a Juan, el profeta. Jesús va con ellos.
jueves, 23 de noviembre de 2017
Un Tal Jesús: La Buena Noticia contada al pueblo de América Latina.
Un tal Jesús fue primero una radionovela en doce docenas de capítulos.
Poner humor, lenguaje cotidiano y un punto de sal latinoamericana a los
esquemáticos relatos del Evangelio fue el desafío. El resultado es una
reconstrucción fiel del escenario histórico y cultural de aquel tiempo y
el rescate de Jesús de Nazaret como el hombre real que fue, un hombre
apasionado por la justicia, inspirador de un movimiento de mujeres y
hombres libres, comprometidos con la construcción del Reino de Dios.
Desde el primer momento, las autoridades religiosas condenaron a Un tal
Jesús y lo prohibieron con amenazas y hasta excomuniones. Sólo le
hicieron propaganda gratis porque cada vez los programas se escuchaban
en más emisoras y el libro con los guiones, que nació poco después,
pasaba de mano en mano. Son ya varias generaciones de mujeres, hombres,
jóvenes, y hasta niñas y niños que han encontrado en el Moreno de
Nazaret sentido, alegría, libertad y esperanza.
Capítulo 1. La cosa comenzó en Galilea.
Jesús se ha enterado de un profeta que está predicando en el desierto y quiere ir a verlo. Pero María, su mamá, se opone.
Capítulo 1. La cosa comenzó en Galilea.
Jesús se ha enterado de un profeta que está predicando en el desierto y quiere ir a verlo. Pero María, su mamá, se opone.
domingo, 19 de noviembre de 2017
COMUNITAS MATUTINA 19 DE NOVIEMBRE DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
“Todos
ustedes son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la
oscuridad; por eso no debemos dormir como los otros, sino mantenernos
despiertos y en nuestro sano juicio”
(1
Tesalonicenses 5: 5-6)
Lecturas:
- Proverbios 31: 10-31
- Salmo 127
- 1Tesalonicenses 5: 1-6
- Mateo 25: 14-30
El
centro del mensaje de este domingo se condensa en la muy conocida
parábola de los talentos (forma de llamar a unas monedas de oro en
aquel contexto de Jesús). Para entender todo el contenido hay que
mirar el capítulo 25 de Mateo en su totalidad: el domingo anterior
vimos la parábola de las jóvenes necias y prudentes a propósito de
sus previsiones para la llegada del novio a la fiesta de bodas, la
que sigue después de los talentos es la parábola del juicio final.
Es un texto muy conocido y divulgado. Mateo habla de las
disposiciones para el encuentro definitivo con el Señor, la actitud
de vigilancia y el compromiso de solidaridad con los pobres y
abandonados, como condiciones para que ese encuentro sea pleno y
bienaventurado.
No
está de más recordar que no se trata de lo que sucederá en el
“último momento”, su alusión es a todo el proyecto de vida de
una persona que asume todo su ser y su quehacer con un compromiso
serio, responsable, poniendo en juego todas sus cualidades para
desarrollarse integralmente sirviendo al prójimo, ejerciendo la
justicia, siendo creativa y proactiva, cimentando todo lo suyo en la
honestidad, dando pleno rendimiento a todo lo recibido en clave de
fraternidad y de solidaridad.
Es
decir, una vida aprovechada al máximo en la perspectiva de Dios y
del hermano. Son los requerimientos para la valoración decisiva de
la existencia, para saber si esta se desperdició o si fue terreno
fecundo para el amor.
Hay
que tener cuidado con la ideología neoliberal que nos habla de
hombres y mujeres exitosos, que nos señala de modo sofisticado unos
indicadores del buen ser, entre los que se cuentan la belleza física,
el roce social, las ganancias económicas, el talante competitivo, la
obtención de títulos, la carrera de ascensos, los aplausos de la
sociedad, la pertenencia a círculos de poder, la capacidad
adquisitiva. Cierto tipo de teología neoconservadora identificada
con una prosperidad material que sería manifestación del favor de
Dios para quienes lo agrada, es muy común en algunos medios
religiosos de tipo fundamentalista. El evangelio nos suministra los
mejores elementos críticos para desvelar este tipo de engaños.
Resulta
bien claro que esta no es la propuesta de Jesús, en el espíritu de
las bienaventuranzas su oferta de sentido transita por los caminos de
la pasión por la dignidad humana, de la justa reivindicación de los
más pobres, de la negativa a todo tipo de carrerismo, de un tenor de
vida austero, del servicio como constante en toda actuación, de la
denuncia profética de esa seudoideología de felicidad superficial,
del adoptar una postura definitivamente libre – con la misma
libertad de Jesús – ante todas estas seducciones que van en pos de
un ser humano deficiente en trascendencia, en espiritualidad, en
humanismo, en ética y en moralidad.
El
mundo capitalista predica como valores la eficacia, los altos
rendimientos financieros, el aumento de la productividad, la
competencia individualista, el tener por encima del ser, en lo suyo
no hay una afirmación radical de la dignidad humana y de la justicia
y del reconocimiento que a ellas se deben como esencia del modelo
económico.
Muchos
son los críticos de este sistema, desde papas como Juan XXIII; Pablo
VI, Juan Pablo II, Francisco, que en sus encíclicas sociales han
señalado las graves fisuras morales de ese ordenamiento, pasando por
la intensidad profética de la Teología de la Liberación y por los
análisis de pensadores como Erich Fromm con su psicoanálisis de la
sociedad contemporánea, Joseph Stiglitz con su malestar en la
globalización y Zygmunt Bauman con sus planteamientos sobre la
sociedad y la cultura líquidas.
Cuál
es , entonces, el ser humano por el que se trabaja en el Evangelio?
Cuáles son los requerimientos de esa vigilancia, de esa vida
lograda, a cuya atención nos llama Jesús? Imaginémonos una
“eficiencia cristiana”, del Evangelio se deduce perfectamente un
modelo de vida contracultural, contestatario, liberador, que anuncia
otro orden de cosas, se trata de la eficiencia por el reino de Dios y
su justicia, la que está totalmente referida a la solidaridad y al
amor:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia porque
serán satisfechos. Bienaventurados los compasivos porque Dios tendrá
compasión de ellos. Bienaventurados los de corazón limpio porque
verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz porque
Dios los llamará hijos suyos. Bienaventurados los perseguidos por
hacer lo que es justo porque de ellos es el reino de los cielos”
(Mateo 5: 6-10).
Esta
es la clave de comprensión de la parábola de los talentos, para que
no nos llamemos a engaños. No se trata de fomentar la pobreza y la
carencia de iniciativa, ni de desestimular el espíritu laborioso,
justamente la intención es crear una cultura de igualdad de
condiciones, en la que la productividad económica tenga su referente
moral en los principios de equidad y de justicia, del aprovechamiento
de los bienes de la vida para que todos se beneficien de los mismos,
un dinamismo en el que deben ser simultáneos los movimientos de
reducción de la concentración de riqueza en unos pocos y de
concentración de pobreza en unas mayorías. Esto es pura doctrina
social de la Iglesia!
La
frustración de la vida, en el caso del tercer hombre:
“Pero el que recibió mil fue y escondió el dinero de su jefe en
un hoyo que hizo en tierra”
(Mateo 25:18), y en el momento de la rendición de cuentas fue
amonestado por el patrono: “Tú
eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que cosecho donde
no sembré y que recojo donde no esparcí, deberías haber llevado mi
dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los
intereses”
(Mateo 25: 26-27), alude claramente a la existencia que no se
interesó en el prójimo, al pesimismo paralizante, al no haber
tomado como punto de partida el referente de las bienaventuranzas. De
esto último es de lo que estamos llamados a dar cuenta ante Dios y
ante la humanidad.
En
el bello y clásico texto de la primera lectura, la mujer ideal que
propone como modelo el libro de Proverbios capitulo 31, encontramos
una síntesis de ese ideal de persona que aprovechó con inteligencia
y sabiduría todos sus talentos: “Se
reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar”
(v.17), “Siempre
tiende la mano a los pobres y a los necesitados”
(v.20), “Se
reviste de fuerza y dignidad y el día de mañana no le preocupa”
(v.25), “Está
atenta a la marcha de su casa y jamás come lo que no ha ganado”
(v. 27), “Sus
hijos y su esposo la alaban y le dicen: Mujeres buenas hay muchas
pero tú eres la mejor de todas”
(v.29), “Los
encantos son una mentira, la belleza no es más que ilusión, pero la
mujer que honra al Señor es digna de alabanza” (v.
30).
Pensemos
en tantas personas buenas y emprendedoras que, en medio de
circunstancias adversas de sus vidas y de su entorno, se hacen
líderes que promueven sus comunidades para organizarlas logrando
representatividad ante las instancias de gobierno, hacen frente a los
poderosos injustos y explotadores, no se amilanan ante el acoso de
los violentos, desarrollan proyectos de economía comunitaria,
afirman en todo la dignidad de sus gentes, dan aliento y estímulo
permanentes para no bajar la guardia ante las contradicciones de la
vida. Esto es cultura de solidaridad, eficiencia comunitaria,
rendimiento integral de la existencia, sentido de trascendencia hacia
Dios y hacia el prójimo. El proyecto de Jesús es el de una
humanidad nueva en constante crecimiento de justicia y de
fraternidad.
Cristianamente
no podemos aceptar un sistema que rinde culto idolátrico al
enriquecimiento sin justicia, que descarta a los que no producen, que
pone la eficiencia como criterio dominante, que no tiene en cuenta
las necesidades de todos, que genera despilfarro y destrucción de
los recursos naturales, que no cuida la casa común, que le rinde
culto al mercado y al consumismo. La eficiencia en clave de Jesús,
el logro de la vida, el aprovechamiento de los talentos, tiene su
fundamento en la dignidad del ser humano que es hijo de Dios y
hermano de todos.
Las
palabras de Pablo en la segunda lectura señalan con nitidez el
horizonte de trascendencia al que estamos llamados para lograr una
vida genuinamente aprovechada y desarrollada:
“Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad, para que el día
del regreso del Señor los sorprenda como un ladrón. Todos ustedes
son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad;
por eso no debemos dormir como los otros, sino mantenernos despiertos
y en nuestro sano juicio”
(1 Tesalonicenses 5: 4-6).
Vivir
en la alerta de Dios, lo que aquí llamamos vigilancia, no es estar
con el temor permanente ante la muerte, ni con el miedo culpable que
inculcan tantos predicadores que manipulan a su antojo el Evangelio,
la jugada maestra es una vida que se dedica por completo a Dios y al
prójimo en feliz simultaneidad, que sirve e impulsa las capacidades
de todos, que no se arredra ante los díficiles retos de la realidad,
que trabaja honestamente para servir y para ganar el sustento digno,
que se empeña en el crecimiento armónico de todos los que están en
su entorno, que hace de su humanidad un sacramento de la creatividad
originada en el mismísimo Dios. Eso es fructificar los talentos en
estilo humanista y cristiano.
Vale
decir, los pies bien puestos en la tierra y la mirada en el cielo!
domingo, 12 de noviembre de 2017
COMUNITAS MATUTINA 12 DE NOVIEMBRE DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
“Por
eso, estén vigilantes, porque no saben el día ni la hora”
(Mateo
25: 13)
Lecturas:
- Sabiduría 6: 12-16
- Salmo 62
- 1 Tesalonicenses 4: 13-17
- Mateo 25: 1-13
Estamos
entrando en la recta final del año litúrgico, a lo largo de este
tiempo la Iglesia nos ofrece una continuidad sistemática en los
textos bíblicos que se proponen, especialmente los domingos, día en
que la comunidad cristiana se reúne para celebrar la eucaristía y
acoger la Palabra. El propósito es presentar los diversos momentos
de la vida de Jesús, verificando la coherencia que tienen entre sí,
dando testimonio de los elementos esenciales de la fe cristiana y
ofreciendo a los creyentes un referente sustancial de identidad
teologal y humana para configurar su proyecto de vida.
En
este domingo y en el siguiente se nos plantea el asunto fundamental
de la esperanza, de la vida entendida y vivida en clave de Dios, de
la nueva humanidad que sucede en nosotros gracias a su intervención
decisiva en la persona de Jesús. Se trata de pensar en la finalidad
de la existencia, y también en su final-comienzo, advirtiendo que el
cristianismo original lo asume desde la perspectiva de la esperanza,
no con el sentimiento trágico que ha marcado de modo sombrío ese
final.
A
esto se refiere la parábola de las muchachas necias y prudentes,
unas y otras son paradigmas de cómo se lleva la vida, con
improvisaciones y urgencias desmedidas, sometimientos y esclavitudes,
arrogancias y vanidades , en el caso de las primeras; con sentido de
lo esencial, responsabilidad histórica, apertura a la trascendencia,
projimidad, rectitud existencial, en el caso de las segundas.
Hagamos
el esfuerzo de no incurrir en una interpretación moralista del
mensaje, infundiendo temores y angustias cuando se trata de valorar
la totalidad de la vida, imaginando infiernos y condenaciones , con
todas las angustias que acompañan estos imaginarios. Aquí el final
no se entiende como el agotamiento definitivo de la vida sino como la
realización plena de cada ser humano y de la humanidad entera,
consumación es la bella palabra que se utiliza para designar esta
llegada a la plenitud.
Que
sean las lecturas de estos domingos un acicate para revisar todo
nuestro ser y nuestro quehacer desde esa visión optimista de la
esperanza en un Dios que está empeñado en nuestra felicidad.
Aporte
esencial para este cometido nos proviene de la concepción bíblica
de sabiduría, como lo ofrece la primera lectura, tomada de ese
bello escrito bíblico del mismo nombre: “
La sabiduría resplandece con brillo que no se empaña; los que la
aman, la descubren fácilmente; y los que la buscan, la encuentran;
ella misma se da a conocer a los que la desean. ….Tener la mente
puesta en ella es prudencia consumada”
(Sabiduría 6: 12-13 y 15).
En
la experiencia bíblica el sabio no es el erudito sino el que se ha
dejado tomar por el sentido esencial de la vida que encuentra en Dios
su principio y fundamento, el que tiene la capacidad de ser libre
relativizando realidades como el bienestar material, el dinero, el
poder, el reconocimiento social, los privilegios, y accede a la vida
recta, solidaria, servicial, fraterna, viendo en todo ello la mejor
manera de construír un relato vital cargado de significado teologal,
de trascendencia y de projimidad.
El
tema de esta primera lectura conecta perfectamente con la sensatez de
las cinco muchachas llamadas prudentes por el evangelista, las que
guardaron la provisión suficiente de aceite para aguardar la llegada
del novio:
“En cambio, las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además
de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les dió sueño a
todas y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche se oyó gritar:
Ya viene el novio! Salgan a recibirlo! Todas las muchachas se
levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas”
(Mateo 25: 4-7).
Lo
que quiere contrastar Jesús con este ejemplo es el sentido de
previsión, de vida sensata y sabia en oposición a la improvisación,
a la existencia tomada a la ligera, la que no tiene bases sólidas,
espirituales, profundas: “Las
despreocupadas llevaron sus lámparas pero no llevaron aceite para
llenarlas de nuevo”
(Mateo 25: 3). No estamos hablando solamente de los momentos finales
de la vida de un ser humano, cuando las situaciones límite aprietan
y nos ponen en trance definitivo, como una enfermedad grave, una
ruptura emocional, un fracaso rotundo. Se trata de tomar en serio la
totalidad de nuestro relato vital!
La
sabiduría , ya lo dijimos, no es un conjunto de conocimientos
intelectuales, sino una persona a quien se ama, por quien estamos
dispuestos a dar lo mejor de nosotros. En el cristianismo primitivo
esta imagen de la sabiduría se aplicó a Jesús, El es la sabiduría
de Dios, la expresión definitiva en la que el Padre nos comunica su
proyecto de humanidad, de sentido pleno, y nos suministra la gracia
requerida para que, con la respuesta de nuestra libertad, se genere
el proceso de una vida sensata y sabia.
Muchos
creen que la vida se arregla a última hora, después de mucho
desorden y superficialidad, llamando al sacerdote o al pastor, para
que administre la unción de los enfermos, dé la bendición, como
algo mágico que resuelve de buenas a primeras los errores de una
existencia desperdiciada. Ese no es el planteamiento de Jesús,
cuando él dice: “Manténganse
ustedes despiertos, porque no saben ni el día ni la hora”
(Mateo 25: 13), está aludiendo a todo nuestro recorrido existencial
, llamado a ser progresivamente consistente, sabio, abierto a Dios y
al prójimo.
Con
esto la parábola adquiere un sentido nuevo. Cómo podemos estar
preparados? En qué consiste la vigilancia? Recordamos, en este
contexto, la bella película canadiense “Jesús de Montreal”
(1989), en la que un grupo de actores de teatro, contratados por un
sacerdote - lleno de problemas personales - para representar la
pasión de Cristo durante una semana santa, empiezan a vivir en su
realidad individual y grupal aquello que inicialmente sólo tenía un
propósito teatral, este se les volvió vida real y les transformó
toda su perspectiva, sus relatos adquirieron la realidad de la
sabiduría esencial.
El
encuentro con Jesús, las bienaventuranzas asumidas como clave del
proyecto existencial, la referencia al Padre Dios y al prójimo, el
desprendimiento de todo lo accidental, el gozo del servicio y de la
solidaridad, el disfrute de la honestidad, el placer de construír
humanidad digna y comunitaria, la pasión por la justicia, la
conciencia insobornable, el no negociar estos valores sustanciales,
son indispensables para modos de vida previsivos y prudentes, tal
como nos lo propone el Señor en esta parábola. Tal es la
vigilancia cristiana.
El
final de cada persona depende del camino que ella escoja, la muerte y
el tránsito a eso que solemos llamar “más allá” es
consecuencia de la vida – prudente o necia – que cada quien haya
llevado.
Estas
reflexiones son también invitación para revisar con sentido crítico
los modelos de humanidad que se plantean desde la cultura “light”,
llenos de felicidades epidérmicas, de desprecio por la abnegación y
la entrega al prójimo, de búsqueda ansiosa de experiencias llamadas
“fuertes” (paraísos artificiales, consumismo, hedonismo a
ultranza), como lo señala muy bien el psiquiatra Enrique Rojas: “Se
puede decir, llegados a este punto de nuestro recorrido, que el
hombre light es sumamente vulnerable. Al principio tiene un cierto
atractivo, es chispeante y divertido, pero después ofrece su
auténtica imagen; es decir, un ser vacío, hedonista, materialista,
sin ideales, evasivo y contradictorio”
(ROJAS,Enrique. El hombre light: una vida sin valores. Editorial
Temas de Hoy, Madrid 1998, página 86).
Será
muy saludable que nos preguntemos qué tipo de aceite alimenta
nuestras lámparas, cómo trabajamos en el día a día para avivar el
fuego de una vitalidad amorosa y servicial, cómo sabemos ejercer la
libertad para desvincularnos de asuntos egoístas, cómo discurrimos
por la vida con sabiduría y humildad apuntando a lo esencial, a lo
que vale la pena de acuerdo con la invitación que Jesús nos hace a
una existencia proactiva, vigilante, esperanzada.
Pablo,
preocupado por las inquietudes que tenían sus cristianos de
Tesalónica en torno a la suerte de los difuntos y la que creían
inminente venida del Señor, los alienta a la esperanza: “Hermanos,
no queremos que se queden sin saber lo que pasa con los muertos, para
que ustedes no se entristezcan como los otros, los que no tienen
esperanza. Así como creemos que Jesús murió y resucitó , así
también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que
murieron creyendo en él” (1
Tesalonicenses 4: 13-14).
Todos
a lo largo de la vida desarrollamos grandes ilusiones, nos esforzamos
por realizar proyectos que nos den plenitud, nos comprometemos en el
amor de pareja, en los hijos, en la familia, en procurar el bien de
todos, en una existencia cimentada en valores que consideramos
definitivos para el buen vivir, pero también – inevitable
precariedad – vivimos experiencias dolorosas, rupturas,
limitaciones, con la muerte siempre en el horizonte.
Es
esto último un argumento para el desencanto y para arrastrar una
pesadez fatal? De ninguna manera!
La
fe cristiana, arraigada en el misterio pascual de Jesús, sabiduría
del Padre, nos estimula para una constante tarea de resignificación
igualmente pascual, pasando de las muertes cotidianas y de la
inevitable “hermana Muerte” – como la llamaba San Francisco de
Asís – a una novedad creciente en la que Dios mismo se constituye
en el garante de que nuestra vigilancia no terminará en fracaso sino
en vitalidad inagotable.
domingo, 5 de noviembre de 2017
COMUNITAS MATUTINA 5 DE NOVIEMBRE DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO
“Pues
el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será
ensalzado”
(Mateo
23: 12)
Lecturas:
- Malaquías 1: 14 a 2: 10
- Salmo 130
- 1 Tesalonicenses 2: 7-13
- Mateo 23: 1-12
Hoy
la Palabra comienza con una fuerte diatriba del profeta Malaquías en
contra de los sacerdotes, sus palabras son particularmente duras y
estremecedoras. Este profeta ejerce su misión después del exilio de
los israelitas en Babilonia, cuando se esperaba que – superada esta
dura prueba- estarían más dóciles a Yahvé y más dispuestos a
practicar la solidaridad y la justicia. Sin embargo, sucedió lo
contrario: los retornados comenzaron a expropiar sus tierras a la
gente que habitaba Palestina, tratándola como extranjera y desatando
contra esta población una notable agresividad.
Esta
situación echó por tierra la esperanza de muchos profetas que
esperaban que Israel hubiera cambiado de conducta después del
exilio. Tales cosas se agravaron cuando fueron un grupo de levitas y
sacerdotes los que dirigieron estas injusticias. Este contexto nos
ayuda a entender la fuerza del profeta: “Reciban
ahora esta advertencia, sacerdotes: Si no hacen caso ni toman a pecho
dar gloria a Mi Nombre, dice Yahvé Sebaot, lanzaré contra ustedes
la maldición y maldeciré su bendición; la maldeciré porque
ninguno de ustedes toma nada a pecho”
(Malaquías 1: 1-2).
Para
el profeta el pecado grave consiste en que los que se presentan como
baluartes de la ley y de la religión no tengan el más mínimo
sentido de justicia. No respetar el derecho de los pobres es violar
la alianza con el Señor, esta es una ofensa mucho más grave que
cualquier infracción ritual o disciplinaria: “Pero
ustedes se han extraviado del camino, han hecho tropezar a muchos en
la ley, han corrompido la alianza de Leví, dice Yahvé Sebaot”
(Malaquías 1: 8).
Un
líder religioso, llámese pastor, sacerdote, monje, obispo, rabino,
está puesto delante de la comunidad como su referente y modelo que
recoge todos sus valores y expectativas. Defraudar este voto de
confianza es traición sumamente grave, a Dios, a la gente, a la
misión que se le ha confiado.
Es
lo que pasa penosamente con los conocidos y deplorables hechos de
pederastia, con el carrerismo eclesiástico, con la afección
desordenada por el poder y por el dinero, por el desinterés en el
servicio a las personas que esperan de sus ministros entrega y
dedicación. Las palabras de Malaquías son advertencia muy fuerte,
también compromiso de las comunidades para hacer control de calidad
a quienes las pastorean.
Recientemente
se ha publicado un interesante libro titulado “La responsabilidad
ética en el ministerio sacerdotal: el arte de servir”, del
religioso agustino y teólogo Roberto Noriega. En su escrito el autor
aborda estas problemáticas en la vida de la iglesia contemporánea,
con todo lo que ellas implican de desencanto de los fieles y pérdida
de credibilidad en algunos ámbitos de la iglesia institucional. Sea
esta referencia una invitación para que laicos y sacerdotes estudien
con atención este texto, profundo y serio en sus planteamientos.
Por
otra parte, el evangelio de hoy también toma posición de parte de
Jesús contra los consabidos hombres religiosos del judaísmo de su
tiempo. Su mentalidad es la de poner en jaque las pretensiones de
tantas personas que preocupándose de la ortodoxia de las doctrinas y
de la rigidez de las normas del culto descuidan los principios
elementales de la justicia. La auténtica ortodoxia debe ir de la
mano de una auténtica ortopraxis, coherencia entre la fe y la vida!
Hoy
Jesús toma la palabra y comienza con una afirmación llena de
ironía: “En
la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.
Hagan, pues, y observen todo lo que les digan, pero no imiten su
conducta, porque dicen y no hacen” (Mateo
23: 2-3). Estas palabras hay que matizarlas teniendo en cuenta el
resto del evangelio, allí se advierte que Jesús no está de acuerdo
con la enseñanza de estos maestros de la ley, pone a sus discípulos
en guardia para que no se dejen persuadir por su doctrina y por las
cargas pesadas que imponen a la gente: “Atan
cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni
con el dedo quieren moverlas”
(Mateo 23: 4).
Jesús
hace énfasis en la búsqueda de notoriedad de estos personajes, que
quieren ser aplaudidos, reverenciados, reconocidos con títulos,
honrados en sus pretendidas dignidades, ataviados con vestimentas
llamativas:
“Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres:
ensanchan las filacterias y alargan las orlas del manto; les gusta
ocupar el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente los
llame Rabbí”
(Mateo 23: 5-7).
Un
detalle para mejor comprensión: las filacterias eran pequeñas cajas
forradas de pergamino o de piel negra de vaca que contenían tiras en
las que estaban escritos textos bíblicos. A partir de los trece
años, el israelita varón se ponía una sobre la cabeza y otra en el
brazo izquierdo, con el fin de tener delante de sí la ley de Dios,
presentándose ante los demás como el que tiene siempre ante sí la
ley del Señor. Exagerado este comportamiento Jesús lo identifica
como arrogancia religioso-moral y, naturalmente, lo fustiga con
severidad.
Todo
esto va en clave de humildad, de “bajo perfil”, de modestia, de
discreción en el ser y en el obrar, de no invocar títulos ni
precedencias religiosas, de no presentarse como superior a los demás,
de no jactarse de cumplimientos, de dar prioridad a la justicia, a la
solidaridad, al servicio de todos los prójimos, empezando por los
más necesitados de reconocimiento y ayuda, de no hacer carrera, de
dejar de ser autorreferenciales, como tan gráficamente lo dice el
papa Francisco, cuando invita a obispos y sacerdotes a tener “olor
a oveja”, metiéndose directamente en la realidad, sintiendo como
propia la vida de la gente, comulgando con sus gozos y esperanzas,
con sus dolores y sus tristezas.
Mateo,
que no quiere limitarse a ironizar, sino que desea evitar los mismos
peligros en la comunidad cristiana, termina esta parte exhortando a e
evitar todo título honorífico, y los contenidos que los respaldan:
“Ustedes,
en cambio, no se dejen llamar Rabbí, porque uno solo es su maestro;
y ustedes son todos hermanos. Ni llamen a nadie Padre en la tierra,
porque uno sólo es su Padre, el del cielo” (Mateo
23: 8-9).
Usar
estos títulos equivale a introducir diferencias y desigualdades. La
plena manifestación de Dios como Padre que hace Jesús tiene como
correlativo indispensable la igualdad de todos los seres humanos,
asumidos y vividos como hermanos, con todas las connotaciones que
esto tiene de comunión y participación, de fraternidad y
solidaridad, de justicia y servicio, en el mejor espíritu
evangélico.
Ha
pasado en la vida de la Iglesia que en muchos momentos y situaciones
nos hemos olvidado de este esencial valor y hemos introducido
categorías, escalafones, títulos y preeminencias, creando en la
práctica ofensivas distinciones entre cristianos de primera y
cristianos de segunda, dando toda prelación a los clérigos y
subestimando el potencial y la iniciativa de los laicos.
Tal
asunto fue uno de los temas esenciales del Concilio Vaticano II, una
iglesia donde todos somos iguales por la dignidad que nos confiere el
bautismo, diversos en carismas y ministerios, pero todos orientados a
la única comunidad de seguidores de Jesús con el mismo valor
sustancial. Si bien, en muchos ámbitos eclesiales se ha evolucionado
con eficacia en este sentido, en otros hace falta un mayor énfasis
en la igualdad eclesial, en el favorecer la palabra y la iniciativa
de los laicos, en la presencia de la mujer en las responsabilidades
directivas de la Iglesia, en disminuír el protagonismo de la
jerarquía.
El
principio que debe regir en todo cristiano está perfectamente
delineado en las palabras de Jesús: “El
mayor entre ustedes será su servidor. Pues el que se ensalce, será
humillado; y el que se humille, será ensalzado”
(Mateo 23: 11-12).
Tal
mensaje cobra mayor relevancia en un mundo en el que los cristianos
debemos marcar la diferencia cualitativa con respecto al mundo de las
instituciones, de los estados, de los criterios sociales que oprimen
y dominan con exacerbada injusticia a mucha gente, de la cosificación
del ser humano, del maltrato sistemático, del acallar las voces de
las víctimas, del sometimiento servil.
Fundamental
en el mensaje cristiano, contenido en el Evangelio, es la práctica
comunitaria de la caridad expresada en una exigencia irrevocable de
justicia. La comunidad cristiana existe para dar a la humanidad la
Buena Noticia de Jesús, ella misma se hace Evangelio cuando
transforma las realidades de muerte en caminos hacia la vida en
abundancia y no cuando se anuncia a sí misma o cuando demanda
privilegios.
Las
palabras de San Pablo, en la segunda lectura, resuenan como contraste
profético ante el mal ejemplo de desinterés, autoritarismo,
vanidad, presunción: “Aunque
pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos
mostramos amables con ustedes, como una madre cuida con cariño de
sus hijos. Tanto los queríamos, que estábamos dispuestos a
entregarles no sólo el Evangelio de Dios, sino nuestras propias
vidas. Ustedes han llegado a sernos entrañables” (1
Tesalonicenses 2: 7-8).
Bajar
de los pedestales, caminar todos juntos por las calles de la vida,
ejerciendo afectiva y efectivamente la condición de hijos de Dios,
siguiendo a Jesús, el hermano mayor, haciendo de la Iglesia una
comunidad que signifique con eficacia el reino de Dios y su justicia,
dando al servicio fraterno la prioridad en nuestros proyectos de
vida. Apasionante programa para ser sal de la tierra y luz del mundo!
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