REFLEXIONES EN TORNO A LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL

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Se  quiere proponer una reflexión sobre algunos aspectos de la oración cristiana, en cuanto experiencia explícita de encuentro con Dios y, por supuesto, de crecimiento en la vida según el Espíritu. En la concepción cristiana original se asume que este crecimiento en el Espíritu involucra el desarrollo pleno de la humanidad del sujeto orante, esta es la vinculación eficaz entre lo antropo - lógico y lo teo - logal.

De entrada, hay que dejar en claro que el mejor lenguaje para hablar del vìnculo con la trascendencia es el de la afectividad. Un sujeto sano emocionalmente, apto para los amores equilibrados, es igualmente sujeto capaz del encuentro con Dios y de lsu correspondiente evolución espiritual. No se trata de llevar a un sentimentalismo religioso, tema preocupante en algunas experiencias de marcado carácter emocional, muy en boga hoy, sino de integrar la fascinación por el trascendente a partir de una estupenda salud afectiva.

En la literatura sobre psicología y espiritualidad se da hoy un gran avance que es digno de ser tenido en cuenta. Es un esfuerzo significativo, hecho principalmente desde la psicología humanista, para trabajar con profundidad las principales connotaciones del equilibrio afectivo, de la identificación masculino -femenina, del control de las emociones, del auto dominio, en orden a verificar un "sujeto" saludable, integrado, como condición de posibilidad para la vida teo-logal.[1]

Esta afirmación aquí incluida se hace con la justa preocupación que se deriva del fanatismo y del fundamentalismo religiosos, muy propio de algunos movimientos que tienen bastante desarrollo en la actualidad, que apuntan a capturar a las personas desintegradas y desarraigadas en lo afectivo para hacerles la "propuesta" religiosa. El liderazgo de estos grupos se caracteriza por una fuerte influencia emotiva de parte de los lideres-predicadores, sus expresiones externas son muy intensas en el sentido ya señalado, se exalta con notoria fuerza la emotividad. Es evidente aquí que el peligro de manipulación de los sujetos débiles es clarísimo. Los mensajes reiterados sobre "apariciones celestiales", la religiosidad popular de marcada tendencia fetichista, la búsqueda obsesiva de milagros y favores de parte de la divinidad, y el culto a la personalidad del lìder son, entre otros, algunos de los problemas que plantean este tipo de tendencias.

Por esta razón se impone una advertencia critica sobre estos fenómenos y, al mismo tiempo, un trabajo reposado de integración de lo humano en la vivencia espiritual.[2] La gracia de Dios actúa por libre iniciativa y asume la naturaleza humana sin violentarla. Más bien, un indicativo notable de que Dios acontece en una persona y la transforma, es todo aquello que tenga que ver con seres humanos coherentes en su psicología, sensatos, sabios, ponderados, ecuánimes.

Plantear lo afectivo como caldo de cultivo de la espiritualidad no es una llamada al sentimentalismo, a los excesos emocionales. Es una invitación de corte humanista, en la que la serenidad de los afectos, y la articulación equitativa de las inteligencias racional y emocional vienen a constituirse en la síntesis perfecta de lo humano que se convierte en el espacio privilegiado del acontecer de lo divino.

Todo lo anterior nos prepara para conocer a Jesús, plenitud de divinidad, plenitud de humanidad, en quien podemos encontrar el más puro paradigma de espiritualidad. En El se resume la experiencia de una humanidad decisivamente inscrita en la divinidad. Porque El es la comunicación definitiva de Dios inserta en la historia - El Verbo hecho carne -: " y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos  contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo ùnico, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)

Se sugiere a los estudiantes un seguimiento de los textos evangélicos en los que se refiere el estilo orante de Jesús. Verificar el pre-texto teo-logal de Jesús explicitado en su contexto encarnatorio nos permite entender el texto y su vinculación con nuestra búsqueda de Dios. Véanse, por ejemplo:

-          Lucas 6: 12
-          Lucas 11 : 24 (El Padre Nuestro)
-          Mateo 6: 7- 15 (La oración prototipo de Jesús) Mateo 7: 7- 11 (Eficacia de la oración) Mateo 18: 19 (La oración en común).

Es fundamental que la persona que busca con sinceridad una vida orante se fije con atención en los SALMOS, ellos contienen la vitalidad de la oración en el pueblo de Israel. Se recomienda acceder a una buena traducción de la Biblia y examinar siempre las notas de pie de página, en ellas el lector encuentra explicaciones pertinentes, contextualizaciones, referencias, que hacen los mejores aportes para la dinámica de la oración. Se insinúan principalmente tres traducciones bíblicas muy completas en este sentido:

-          DIOS HABLA HOY (versión de Sociedades Bíblicas Unidas)
-          BIBLIA DE JERUSALÉN ( Edición pastoral con guía de lectura)
-          BIBLIA LATINOAMERICANA.

En cualquiera de estas tres versiones recomendadas encontrarán muy buenas introducciones y notas para orientar la meditación de la Palabra de Dios. Se reitera a los estudiantes un encuentro creativo -existencial con los SALMOS, ellos manifiestan la certeza creyente del pueblo hebreo, la conciencia que tenían ellos del único Dios, salvador y liberador, y la capacidad para descubrirlo en:

-          Sítuaciones de felicidad y de plenitud: "Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios, sino que pone su amor en la ley del Señor y en ella medita noche y día" (Salmo 1 : 1).

-          Angustia y desolación: "Estoy cansado de llorar, noche tras noche lloro tanto que inundo de lágrimas mi almohada, el dolor me nubla la vista; se me nubla por culpa de mis enemigos" (Salmo 6: 6).

-          Alabanza y acción de gracias: "Oh Señor, quiero alabarte con todo el corazón y contar tus muchas maravillas. Oh Altísimo, por ti quiero gritar lleno de alegría, quiero cantar himnos a tu nombre!" (Salmo 9 : 1-2)

-          Conciencia del ser de Dios: "Tú, Señor, eres mi fuerza, yo te amo! Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite" (Salmo 18 : 1- 2)


-          Confianza en Dios que escucha la oración: "Bendito sea el Señor que ha escuchado mis ruegos! El Señor es mi poderoso protector; en El confié plenamente y El me ayudó. Mi corazón está alegre: cantaré y daré gracias al Señor" (Salmo 28 : 6- 7)

-          El Señor está con nosotros: " Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso no tendremos miedo" (Salmo 46 : 1 -2).


-          Crítica profética al malvado : "Por qué presumes de tu maldad, oh, poderoso? El amor de Dios es constante! Sólo piensas en hacer lo malo, tu lengua es traicionera como un cuchillo afilado!" (Salmo 52 : 3- 4)

Podemos así reconocer nuestras situaciones existenciales desde la fe, explicitar nuestros ánimos y sentimientos, y -a partir de ahí -formular nuestra plegaria: gratitud, alabanza, perdón, confianza, temor, etc.


APORTES PARA EL PROCESO DE LA ORACION


Siguiendo la referencia inicial de este apartado, tomaremos de nuevo el aspecto afectivo para afirmar que Dios es como estar enamorado, esta es una definición existencial, experiencial, de la cual pueden dar el mejor crédito los grandes místicos de la historia cristiana como María, Madre de Jesús, San Pablo, la Iglesia Apostólica, San Agustín, Francisco de Asís, Meister Eckhart, Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Dietrích Bonhoeffer, Carlos de Foucauld, Teresa de Calcuta, para mencionar sólo algunos de los más notables en esta materia.

Veamos algunos de los pasos de este estar enamorado. Dios es el que toma la iniciativa y procede así:

- Acosa
- Pro-voca  y Se-duce
-          Enamora
-Trans-forma




-          Dios acosa porque nos envía mensajes de vitalidad a través de las personas, de la historia, de las experiencias "limite". Se hace reiterado y en nuestra interioridad notamos esa constante presencia "acosadora" (en el mejor sentido de la expresión).

-   El insiste, reitera, se hace presente a través de "mociones espirituales". Aquí se sugiere la posibilidad de afinar la capacidad de leer los "signos de la vida", "Ios signos de los tiempos", y en ellos descubrir los "susurros" de Dios que nos insinúan movimientos de cambio esenciales para nuestros proyectos de vida. Dios se revela discretamente como lo expresa este texto bíblico: " Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto vino un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que decía : Qué haces aquí Elías?" (1 Reyes 19: 11- 13).

-          Dios nos deja un gusto, nos "pro-voca" (literalmente significa llamar a favor de algo), nos va enganchando, nos sugiere pistas maravillosas de vida plena, integrada, transparente, feliz. Así, El genera en nosotros el apetito teo-logal. Así, recordamos aquella célebre expresión de San Agustín: "Mi espíritu estará eternamente inquieto hasta que descanse definitivamente en ti, Señor".

-          Definitivamente Dios se lanza a la tarea de la se-ducción (literalmente significa guiar hacia sí), ya el corazón está encantado, atraído, fascinado, vamos hacia el Amor, no hay nada que hacer, este amor es irresistible. Así el profeta Jeremías: "Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir, me has agarrado y me has podido" (Jeremías 20 : 7).

-          Dios enamora (literalmente significa meterse dentro del amor), ya estamos captados para la experiencia maravillosa del encuentro con la divinidad, experimentamos una novedad radical en nuestra existencia, todas las dimensiones de la persona son captadas en esta plenitud afectiva. Dios es el tú constitutivo, con El establecemos la relación fundante de la vida, El re-significa totalmente nuestra existencia, El nos fascina, El permite que vivamos la experiencia liberadora del amor. Por ejemplo, veamos a María, cuando acepta incondicionalmente la invitación amorosa de Dios: " He aquí la servidora del Señor; hágase en mi según tu palabra" (Lucas 1 : 38), o también: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su servidora " (Lucas 1 : 47 -48).

-          Dios trans-forma (literalmente significa pasar a un nuevo modo de vida). El amor provoca en nosotros una conversión, el giro teologal de nuestra vida, somos HOMBRES y MUJERES NUEVOS, se ha producido la “metanoia". Ahora, hay que adoptar un estilo de vida de enamorados, de convertidos. Por el amor nos despojamos de la vejez espiritual y somos asumidos por el Espíritu que realiza en nosotros la novedad de Jesucristo: "Despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, ya revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4 : 22- 24).

-          La oración es escuela del afecto, así nos lo transmiten los grandes místicos de la historia cristiana. El paradigma es la oración de Jesús, para Ella referencia al Padre es el vínculo “fundacional" de la espiritualidad. Especialmente el Evangelio de Juan es riquísimo en manifestar la intimidad de Jesús con el Padre. En cristiano, esta es la esencia del dinamismo orante de los creyentes. Vayamos al Capítulo 17 del Evangelio de Juan para constatar el mejor ejemplo de intimidad con el Padre. Esta oración de Jesús es colocada por el evangelista joaneo en el contexto de la Ultima Cena, contiene elementos tan fundamentales como:

-          La glorificación de Jesús es la gloria del Padre (versículo 1)
-          Conocer al único Dios vivo es la vida eterna (versículo 3)
-          Jesús manifiesta el Padre a la humanidad (versículo 6). 
-          Jesús hace creíble al Padre (versículo 8).
-          Jesús asume salvíficamente a la humanidad y pide que todos sean uno (versículos 9 a 11)
-          Jesús vela salvíficamente por todos los hombres (versículo 12)
-          Jesús pide para preservar a todos del mal (versículo 15)
-          Jesús es uno con el Padre (versículo 21)
-          Jesús comunica el amor del Padre (versículo 26)

Seguir el itinerario orante de Jesús en este capítulo es una magnífica guía del proceso de la oración cristiana. Orar es intimar con Dios y, desde esa intimidad, llegar a constituirse en una persona transformada en Jesucristo.[3]

Igualmente, es muy pedagógico examinar caminos concretos de experiencia de Dios, allí podemos encontrar una fuente abundante de oración y experiencias paradigmáticas que contienen óptimas sugerencias en orden a la configuración de nuestra vitalidad orante y espiritual. En párrafo anterior presentamos algunos de los grandes nombres de la mística cristiana, maestros legítimos de la vida en el Espíritu. y valga para ello referir esta cita paulina: " y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros " (Romanos 8: 11).

Vivir según el Espíritu es estar integrado en la novedad de Dios, y esta novedad se evidencia en un ser humano libre, adulto, re-significado en el amor, con el talante de las Bienaventuranzas (Mateo 5: 1 -11). Es decir, la identidad antropológica se integra en la identidad teo-logal: esto es Jesús de Nazareth, este es el nuevo ser humano que resulta de este proceso.


SOBRE LA MEDITACIÓN Y LA CONTEMPLACIÓN


Proponemos al estudiante fijarse en sus facultades intelectual-racional y afectiva, y de ahí derivar a dos modos concretos de oración: La Meditación y la Contemplación.

Por la facultad racional discurrimos, analizamos, distinguimos. Esta aplicación es particular para la forma meditativa, en la que, siguiendo unos puntos previamente ordenados, el sujeto orante va procesando cada punto, abierto al Espíritu, abierto a las mociones que allí se susciten. Esta forma de oración es sistemática, procesual, lógica, discursiva.

Por la facultad afectiva amamos, nos dejamos seducir. El amado contempla a la amada y queda en éxtasis (salida de sí mismo es su sentido literal). La contemplación está tomada de la capacidad de asombro. La divinidad nos encanta, nos fascina, nos invita a contemplarla y, al hacerlo, quedamos inmersos en ella. Porque estas dos formas de oración son participativas, es decir, implican al orante en el misterio de Dios. En la contemplación hacemos "aplicación de los sentidos". Vale decir, que hay que componer imaginativamente cuadros bíblicos, cuadros de la vida, y dócilmente seguir las pistas del Espíritu que allí nos indica nuestra referencia al Absoluto, y así, nos trans-forma, nos con-vierte.

El orante "entiende" a Dios (meditación) y se fascina admirando lo entendido (contemplación). La categoría de "inteligencia emocional", acuñada en la psicología moderna, es una magnífica herramienta para entender los aspectos meditativo y contemplativo de la oración.[4]

Vivir a Dios no es posible desde la limitación racional, discursiva. Aquí hay un "imperativo del afecto". De ahí que se impone repetir: Dios es como estar enamorado, y la oración es el cauce concreto de la pasión por la divinidad hasta llegar a los niveles del enamoramiento absoluto.

Entre muchos maestros cristianos de oración cabe citar a San Ignacio de Loyola (1491- 1556),[5] quien destaca con particular nitidez el carácter de la oración meditativa y de la oración contemplativa.[6] Ignacio experimentó a Dios desde una situación-Iímite que lo puso al borde de la muerte en mayo de 1521 .Esta situación fue para él una ruptura con su vida egoísta y autosuficiente, excesivamente afectada por el apetito desordenado de poder y por la ambición de honores y reconocimiento mundano, afanado por las riquezas materiales. En una crisis profunda que le pone al borde de la muerte, Ignacio reconoció a Dios y empezó a vivir un apasionante proceso de oración -conversión, que luego plasmó en sus célebres "Ejercicios Espirituales".

Citar a San Ignacio de Loyola no significa excluir a los otros grandes ya mencionados. Es por referir un caso notable de oración, en el que los lectores seguramente hallarán un riquísimo y abundante manantial de responsabilidad y  compromiso con el dinamismo de la espiritualidad cristiana. Por eso, en la misma medida, se impone ir a fuentes como "La imitación de Cristo" de Tomás de Kempis, "El diario de un alma" del Papa Juan XXIII, "Resistencia y sumisión" de Dietrich Bonhoeffer, hermoso texto de este cristiano evangélico luterano que él escribe desde un campo de concentración en la Alemania nazi de la segunda guerra mundial. Es decir, el mensaje que se quiere dar es este: es imperativo ir a los clásicos de la espiritualidad. Ellos indican pistas para construír un bello proceso de oración.



SUGERENCIAS PRACTICAS PARA LA ORACIÓN


Vamos aquí a indicar un modelo sencillo para que quien así lo desee advierta las pistas fundamentales de la experiencia orante.

1.     Hay que crear las condiciones propicias para la experiencia de Dios:

-          silencio interno y externo, equilibrio emocional, dominar las turbulencias afectivas, integrar las preocupaciones, construír un ambiente favorable para la interioridad.

-          Establecer el contexto de la oración: hecho de vida, experiencia, situación.
-          Un texto bíblico para hacer el vinculo Palabra -Vida.
-          Despojarse de la soberbia, disminuir el ego, descalzarse en la presencia de Dios, como lo indica bellamente este texto: "El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zanas. Moisés se fijó: la zana ardía sin consumirse. Moisés dijo: Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es que no se quema la zana. Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zana: Moisés, Moisés. Respondió el: aquí estoy. Dijo Dios: No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado. y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob" (Exodo 3 : 2- 6).

2.    Ponerse en la presencia de Dios. Recogerse en la intimidad y hacerse consciente del Tu divino. Saludarlo, alabarlo, y hacer conciencia de ese encuentro. Experimentar en la mente y en el corazón que El está presente y se comunica para dar vida, para transformar, para liberar, para dar sentido.

3.    Desarrollar el tejido -texto de la oración. Concienciar el hecho de vida, relatarlo de forma orante, verificar sus detalles, personas, hechos, y permitir que el Espíritu vaya sugiriendo el significado teo-logal del acontecimiento. A esto le llamamos VER.
4.    Iluminar el hecho con la Palabra. Leer lentamente el texto bíblico, apropiarse afectivamente de sus palabras, escudriñar su sentido profundo, y conectarlo con el hecho anterior, y orar esa comunicación: Cómo ilumina esta Palabra la experiencia de vida que se quiere detectar en oración? A esto le llamamos VALORACION BIBLICA. Es el encuentro PALABRA -VIDA.

5.    Deducir en discernimiento la voluntad de Dios: Qué quiere el Señor que yo haga? Examinar las mociones del Espíritu y constatar a dónde y cómo me lleva el Señor. A esto le llamamos ACTUAR. Es esclarecer el proyecto de vida que resulta de la oración. Porque la oración cristiana es el encuentro eficaz con Dios que nos lleva a una novedad del ser y del hacer. Es el Espíritu que sucede en nosotros haciéndonos nuevos según el modo de Jesús.

6.    Examinar la oración: examen de los movimientos - o mociones espirituales -que la persona ha "sentido" en el transcurso de su coloquio con Dios. Esto es lo típico de la manera ignaciana de orar: detectar las pistas del Espíritu en la propia sensibilidad para saber hacia dónde se orienta la voluntad de Dios en la vida de quien ora. En este examen hay que tener en cuenta lo siguiente, que se deriva de la más elemental Psicología:

-          Hacer conciencia del estado de CONSOLACION, es decir, gozo y alegría.
-          Hacer conciencia del estado de DESOLACION, es decir, tristeza y aridez espiritual.
-          Saber que hay dos tendencias fundamentales: la del BUEN ESPIRITU que se origina en Dios y que nos lleva a una vida según el Evangelio, y la del MAL ESPIRITU, que procede del pecado, del egoísmo, del dar la espalda a Dios.
-          El BUEN ESPIRITU produce FRUTOS de vida, el MAL ESPIRITU se vale de TRETAS para persuadirnos de ese alejamiento de Dios y de esa vida en los afectos desordenados.
-          Por esto se impone el DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS para distinguir lo que viene de Dios de lo que nos aleja de El. El Buen Espíritu nos consuela con auténtico gozo espiritual pero también nos prueba en la desolación para hacernos "control de calidad". El mal espíritu nos incentiva el pesimismo, la desconfianza, el miedo, el egoísmo, o también nos crea paraísos ficticios, falsas alegrías, y a través de las tretas nos engaña con aparentes argumentos de bien para llevarnos por el camino del mal.[7]

Este es el esquema básico de la oración ignaciana. Es un método que el mismo San Ignacio descubrió en su experiencia, este es su gran valor y su gran aporte al proceso de la espiritualidad.

El examen de la oración -análisis de las mociones - es definitivo en este modelo, pues allí es donde el Espíritu nos hace la claridad de Dios para re -orientar nuestra existencia.




Antonio  José  Sarmiento  Nova,S.J.
antonio.sarmiento@javeriana.edu.co



[1]CABARRUS, Carlos Rafael. Crecer bebiendo del propio pozo. Desclée de Brower. Bilbao, 2000; Cuaderno de bitácora, para acompañar caminantes. Guía psico -histórico -espiritual. Desclée de Brower. Bilbao, 2000. 
[2] URREA VIEIRA, Juan Carlos. Las sectas: estudio histórico -doctrinal. Publicaciones CELAM. Bogotá, 1999.

[3] CASTILLO, José María. Oración y existencia cristiana. Sígueme. Salamanca, 1976.

[4] GOLEMAN, Daniel. La inteligencia emocional. GARRIDO, Javier. Adulto y cristiano: crisis de realismo y madurez cristiana. Sal Terrae. Santander, 1997.
[5] LOYOLA, Ignacio de. Obras Completas. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1997. En especial se recomienda la lectura atenta de la Autobiografía, en la que se puede captar con detalle el proceso de conversión de este santo y los matices de su experiencia de oración.
[6] BARRY, Wíllíam A. Dejar que el Creador se comunique con la criatura. Un enfoque de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Desclée de Brower. Bilbao, 1999.

[7]CASTILLO, José María. El discernimiento cristiano. Sígueme. Salamanca, 1992.

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