domingo, 27 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 27 DE DICIEMBRE 2020 FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARETH CICLO B

 

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”

(Lucas 2: 40)



Lecturas:

  1. Eclesiástico 3: 2-6 y 12-14

  2. Salmo 127

  3. Colosenses 3: 12-21

  4. Lucas 2: 22-52

Es esencial en la comprensión y vivencia de la fe cristiana el carácter sacramental de la humanidad, así lo planteábamos en la reflexión correspondiente al día de Navidad, en la perspectiva de la encarnación de Dios en el ser humano. Quiere decir que la gran experticia de Dios es construír seres humanos excelentes, cuyo método especializado para esta tarea es Jesús de Nazareth, modelo y referente del nuevo ser humano. Esta afirmación es leit motiv de la buena teología y de la interpretación bíblica que la respalda.

José María Castillo, teólogo español, tiene un estupendo libro llamado “La humanización de Dios”, cuyo hilo conductor es lo que proponemos en el párrafo anterior. Tomamos una referencia suya, que apoya estas convicciones: “Si estamos efectivamente convencidos de que Dios se nos da a conocer en Jesús y de que, por tanto, Jesús es el Revelador de Dios, una misión que no sólo desempeñó en su vida mortal, sino que, según la teología del cuarto evangelio, sigue realizando en este momento, la conclusión lógica que de eso se desprende es que , en la humanidad de Jesús, conocemos la humanidad de Dios” .1

Las interpretaciones sobre la persona de Jesús, que conocemos con el nombre genérico de cristología, durante muchos siglos partieron de un modelo vertical descendente, su énfasis residía desmedidamente en la divinidad de Jesús y en su condición sobrenatural, con detrimento de su humanidad. Un asunto así no es vana erudición de teólogos especialistas, saberlo nos ayuda a entender consecuencias que esto trajo para las iglesias, para el cristianismo en general; la más potente de ellas fue el espiritualismo desencarnado, 2la desconexión de las realidades históricas y existenciales, el lenguaje y estilo pastoral demasiado abstracto, la incapacidad de dialogar con la cultura, con los desarrollos del pensamiento, con la ciencia, con el dinamismo de la historia, con las acuciantes problemáticas del ser humano en su vida cotidiana En determinado momento de su proceso la Iglesia era una institución demasiado divina, muy temerosa y distante de lo humano.

Con el avance de las ciencias humanas y sociales en los siglos XIX y XX adviene una valoración muy positiva del ser humano, de su razón, de su pensamiento, de su autonomía ; esto se vió reflejado en los movimientos revolucionarios, en las reivindicaciones sociales, en los diversos enfoques del pensamiento crítico orientados a la emancipación de esclavitudes ideológicas, políticas, económicas, religiosas.3

Tal sensibilidad influyó en la teología, en el estudio e interpretación de los textos bíblicos, de sus contextos y de sus pretextos, y en movimientos muy significativos que surgieron en diversos ámbitos eclesiales, animados por esta recuperación de lo humano y de lo histórico-existencial como lugares del acontecer de Dios y de su acción salvadora. Así se preparó el Concilio Vaticano II, así surgieron las nuevas teologías como la de las realidades terrenas, la del desarrollo, la de la liberación, la del pluralismo religioso, el ecumenismo, el diálogo fe-razón, fe-ciencia, fe-cultura. Es el principio encarnatorio de Dios haciéndose vigente en la Iglesia y en cada comunidad de creyentes.4

Uno de los aspectos destacados de esta “humanización de Dios” es su realidad familiar, que la liturgia de la Iglesia destaca este domingo como una prolongación del sentido de la Navidad, invitándonos a considerar la familia de Nazareth. 5 La buena condición humana surge en un medio familiar armónico, amoroso, solidario, pleno de afecto y de espiritualidad: “Porque el Señor quiere que el padre sea respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. El que honra a su padre expía sus pecados, y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro” . 6

Dos asambleas del Sínodo de los Obispos7, convocadas por el Papa Francisco, se han dedicado a estudiar las realidades del matrimonio y de la familia, sus problemáticas actuales, sus fortalezas y también sus debilidades, de allí surgió ese documento , ahora de total actualidad, que se llama “Amoris Laetitia” (sobre el amor en la familia y en el matrimonio), que hace un diagnóstico completo de las circunstancias contemporáneas de la institución familiar, luego fija su mirada en Jesús y actualiza la vocación evangélica y humana de esta comunidad , explicita la centralidad del amor en el matrimonio, se proyecta con orientaciones pastorales fundamentadas en la misericordia8 , señala pautas claras para la educación de los hijos, y plantea líneas para una espiritualidad conyugal y familiar. Denso y estimulante texto, de clarísima raigambre evangélica, que da esperanza a las familias y se fija constructivamente en los caminos de superación de los conflictos que las aquejan.

Citemos algún párrafo especialmente elocuente: “Los esposos cristianos son mutuamente para sí, para sus hijos y para los restantes familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Dios los llama a engendrar y a cuidar. Por eso mismo, la familia ha sido siempre el hospital más cercano…..La vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios y cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu” .9

La función de la familia es ser una comunidad de amor en donde quienes la integran puedan abrirse a los demás con total sinceridad y confianza.

El evangelio de Lucas, que hace parte de los relatos de la infancia de Jesús, nos cuenta el rito de la presentación del niño en el templo, tradición judía propia de sus hondas convicciones teologales, que ofrecía los hijos a Dios, asumidos como gracia y bendición.

La narración nos indica el gozo del anciano Simeón y de la profetisa Ana, al encontrarse en el niño Jesús con la humanidad de Dios y con la concreción de su promesa de salvación: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” .10 Siguiendo la comprensión de los géneros literarios de la Biblia estamos ante un relato que desborda la puntualidad de lo biográfico para dar paso a la interpretación teológica, en ese niño se revela Dios en plenitud! Su humanidad es sacramento del encuentro con Dios.

Parte sustancial de la lógica de la encarnación es tener padre y madre, vivir en familia, madurar, apropiar la formación que allí se recibe, ver en José y en María a dos creyentes ejemplares, amantes de Dios, laboriosos, persuadidos de que el hogar es su medio divino.

La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario, una evolución. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos: “Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel, será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón” .11 Luego , las cosas se harán paulatinamente más claras. El evangelista hace notar que: “El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón” .12 La meditación de María le permite profundizar el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso que la lleva a la captación de los designios de Dios. Ella es la primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.

A menudo, Dios sorprende y derriba nuestros esquemas de lógica humana. En este caso es patente, no es fácil entender sus planes, su voluntad, el modo de vida que El nos propone en Jesús para que seamos estupendos seres humanos, para que no nos dejemos guiar por las ambiciones de poder y de riquezas, para que acojamos el don de la solidaridad, para que nuestra vida esté determinada por el servicio al prójimo y por la liberación de las cadenas que quitan dignidad a nuestra humanidad.

Hay unas exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios, en las que José y María son referencia ejemplar:

  • Buscarlo: “Como no lo encontraron volvieron a Jerusalén en busca de él” ;13

  • Radical confianza en El; considerar en oración y discernimiento estas realidades y asumirlas con esperanza:” Su madre conservaba estas cosas en su corazón” (Lucas 2: 51),14

  • Dejar que Dios acontezca madurando en la interioridad: “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lucas 2: 52).15

Pablo, en la segunda lectura de hoy, de la carta a las Colosenses, exhorta a llevar una vida que sea consecuencia del haberse revestido de Jesús, el hombre nuevo: “Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones, esa paz a la que han sido llamados porque formamos un solo cuerpo. Y vivan en la acción de gracias” .16

La severa crisis de humanismo que se vive en muchos ámbitos del mundo, la posibilidad de ser manipulados por los consumos de los medios de comunicación, la dificultad para adquirir compromisos de largo alcance y de creciente felicidad, el espíritu facilista y poco dado a la abnegación, la cultura “light”, el talante individualista y egocéntrico de muchos, el vacío de trascendencia, son hechos que afectan negativamente a las personas y a su dinámica familiar. Si es de nuestra fe propender siempre por lo humano el llamamiento es a trabajar con pasión por la familia completa, integrada, feliz, en comunión, de allí surgen los hombres y las mujeres integrados, emprendedores de mejores sociedades, con raíces espirituales y humanistas profundas.



1 José María Castillo. La humanización de Dios. Trotta. Madrid, 2010, página 198.

2 Bernard Sesboué. Imágenes deformadas de Jesús. Mensajero. Bilbao, 1980.

3 Es inevitable hacer referencia a los llamados maestros de la sospecha: Karl Marx, Ludwig Feuerbach, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, entre los más destacados. Ellos, desde diversas disciplinas humanas y filosóficas, señalan críticamente aspectos claves de las realidades que esclavizan y alienan la humanidad, proponiendo alternativas de emancipación y de afirmación crítica de la autonomía de la humanidad. Francesc Torralba. Los maestros de la sospecha. Fragmenta. Barcelona, 2013.

4 Florence Gaboriau. El giro antropológico de la teología de hoy. Herder. Barcelona, 1970. Rossino Gibellini. Panorama de la teología del siglo XX. Sal Terrae. Santander, 1998.

5 Centro Bíblico Verbo Divino. La familia en la Biblia. Quito, 2004.

6 Eclesiástico 3: 2-4

7 Las de 2014 y 2015

8 Como la admisión a los sacramentos de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar.

9 Papa Francisco. Exhortación Apostólica post sinodal AMORIS LAETITIA , sobre la alegría del amor en la familia y en el matrimonio. Tipografía Vaticana. Roma, 2015; número 321.

10 Lucas 2: 29-32

11 Lucas 2: 34-35

12 Lucas 2: 51

13 Lucas 2: 45

14 Lucas 2: 51

15 Lucas 2: 52

16 Colosenses 3: 14-15

viernes, 25 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 25 DE DICIEMBRE 2020 SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DEL SEÑOR CICLO B

 

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”

(Juan 1: 14)



Lecturas:

  1. Isaías 52: 7-10

  2. Salmo 97

  3. Hebreos 1: 1-6

  4. Juan 1: 1-18

La lectura de Isaías contiene un canto de alabanza ante la inminente liberación de Jerusalén. Dos imágenes enmarcan esta lectura: la de los mensajeros que corren anunciando esta noticia de libertad, y la de los centinelas que expresan su júbilo porque ven el retorno de Yahvé a Sión. Una vez más, como en los domingos anteriores, el libro de Isaías registra la gozosa expectativa por el retorno de los israelitas, luego del penoso cautiverio en Babilonia. Miremos en este exilio forzoso, con su fuerte carga de dramatismo y sufrimiento, un prototipo de todas las penurias que padece la humanidad en muchos lugares del mundo, muchas veces cargadas de escepticismo con respecto a las posibilidades de liberación, otras tantas saturadas de esperanza y de pasión por la libertad. 1

El texto de este profeta es un feliz anticipo de lo que celebramos en Navidad: la concreción definitiva de las promesas de Dios a su pueblo y a toda la humanidad, que busca infatigablemente un sentido pleno de la vida. Dios trasciende hacia la humanidad, se hace carne e historia, toma como propio todo lo que nos afecta, lo que nos hace felices y humanos, también lo que nos frustra y esclaviza, para protestar indignado contra esto último y para replantear todos los sometimientos humanos en clave de liberación.2 Es un Dios que en la pequeñez del niño de Belén entra en la historia para redimirla de sus ambigüedades y para situarla en la dinámica de la salvación y de la liberación. La opción preferencial de Dios es el ser humano, para El es prioritario todo lo que tenga que ver con nuestra plena realización y felicidad, su presencia encarnada en la historia es el gesto más decisivo de esa intención salvadora y liberadora. El Nnño de Belén es el germen de la nueva humanidad, en él se significa que Dios se puede insertar en cada hombre y en cada mujer.3

Las palabras de Isaías son precursoras de estos acontecimientos, buena noticia de vida y de salvación: “Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: tu Dios reina!” 4.

Cómo devolver la ilusión de vivir en tierra propia a migrantes, desplazados, refugiados? Cómo rescatar el encanto existencial para aquellas comunidades tradicionalmente vulneradas por la pecaminosa injusticia de los depredadores de sus derechos y de su hábitat? Cómo anunciar que Dios está totalmente de parte de los últimos del mundo y quiere hacer de nosotros instrumentos de este anuncio gozoso? Cómo entrar en una permanente tarea de desmontar la estructura social clasista y excluyente? Cómo hacer que nuestras iglesias salgan de su solemnidad formal para convertirse en comunidades que acogen y proclaman la Buena Noticia de la humanidad de Dios? Cómo entender y asumir que la vida nuestra sigue teniendo total sentido a pesar de las fuertes contradicciones vividas en este año de pandemia?5

Ya estamos en Navidad, que no es el pobre festival capitalista de derroche y de consumo desenfrenado, sino el tiempo de la dignidad, referencia y horizonte de siempre en nuestra historia, impulso para hacer de la salvación y de la liberación los ejes que articulan todo nuestro ser de seguidores del camino de Jesús.6

El salmo corresponde a un himno de alabanza dirigido a Yahvé porque ha obrado maravillas y porque ha revelado su justicia a las naciones: “Canten al Señor un canto nuevo, porque hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones; se acordó de su amor y de su fidelidad a favor del pueblo de Israel” 7.

En esa lógica entendemos la feliz noticia de Navidad, la de Dios que se implica encarnatoriamente en el ser humano, en sus gozos y esperanzas, en sus sufrimientos y en sus dramas, para resignificar lo nuestro en clave de liberación y de vida inagotable. Dios se significa con eficacia en lo humano, en su historia, en las experiencias concretas de la vida. Dicho con palabras de mayor calado teológico: la humanidad es la sacramentalidad de Dios. Por eso, el divino Jesús es al mismo tiempo el humano Jesús, elemento esencial de nuestra fe que también nos permite dar un nuevo significado a nuestra condición humana. Gracias a El tenemos vocación de divinidad y de eternidad.8

Cuando - siguiendo la definición cristológica del concilio de Calcedonia en el año 451 – profesamos que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, estamos afirmando que el Padre Dios decidió que su Palabra-Verbo se hiciese historia y humanidad para que estas trascendieran hacia El y hacia el prójimo, haciéndose plenas y definitivas. Lo divino se significa con eficacia en lo humano, y esto se diviniza, es el gran giro teologal y antropológico que se consuma en Jesús, el Cristo. 9

Así entendemos la densidad teológica de lo que dice la carta a los Hebreos: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo” 10.

Al asumir la condición humana y al nacer en la pobreza de un establo, como hombre marginal, Dios se ha manifestado como solidario con todos los hombres y mujeres y, - bien lo sabemos - con todos los condenados de la tierra para redimirlos del sufrimiento y de todas las ofensas que causan el sistema injusto que pecaminosamente los somete a la exclusión, junto con todo aquello que es propio e inevitable de la fragilidad humana, el pecado y la posibilidad de distorsionar el ejercicio de la libertad.

El Dios cristiano no transita por abstracciones, es humano, demasiado humano, se encarna, se implica, asume, se compromete, se hace todo con todos, sana, perdona, libera, reconfigura, rescata lo perdido por la muerte y el pecado, sintoniza con todos los que esperan, responde a sus demandas, no es indiferente a soledades y abandonos, es un Dios estimulante, contagioso de vida y de dignidad. Este es a quien celebramos en Navidad, este es aquel en quien descubrimos la plenitud de nuestra condición humana. 11

Dios con nosotros, para nosotros, por nosotros, desde nosotros. La divinidad sucede plenamente en la humanidad: “Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” 12

Este himno del capítulo 1 de Juan posee una dinámica descendente. Esa palabra preexistente, junto a Dios y antes de todos los tiempos, puso su morada entre nosotros, se hace carne e historia, demostrando que lo prioritario en sus intenciones es hacer nuevo al ser humano, redimirlo de todo límite y precariedad, depositando en cada uno la señal de su divinidad. Dios se hace hombre, asume nuestra limitación y temporalidad, para hacer infinito e ilimitado al hombre.

Esto tiene claras consecuencias para nuestra manera de vivir. Estamos llamados a encarnarnos en las realidades en las que vivimos, mirar hacia abajo, estar con los que son vistos por la “sociedad” como poca cosa, reconocer que en ellos la revelación acontece con primerísima elocuencia. La novedad de la encarnación es abandonar la seguridad del Padre para tomar como propia la inseguridad de la condición humana pobre.13

Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado. Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano”, 14se dice con ingenua belleza en la tradicional novena navideña”, sencilla expresión de esperanza y de certeza que hace patente la plenitud que Dios nos comunica en su palabra hecha historia y condición humana.

Navidad es fiesta de humanización plena, celebra lo más propio de nuestra condición: el amor, la búsqueda afanosa del sentido de la vida, las felicidades y las plenitudes, los seres humanos concretos con quienes construímos nuestros territorios de afectos y comunión, la pasión por la justicia y por la dignidad, la gran faena de ser libres, la denuncia profética de las esclavitudes, la erradicación del pecado que frustra nuestra realización. Esta narrativa liberadora sucede definitivamente en la adorable persona de Jesús, Palabra plena de Dios: “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. 15





1 Xabier Pikaza. Cautividades de ayer y esclavitudes de hoy: caminos de liberación. Publicado en Revista de Espiritualidad número 51, páginas 473-502. Salamanca, 1992; Anunciar la libertad a los cautivos: Palabra de Dios y catequesis. Sígueme. Salamanca, 1985.

2 Rosana Navarro. De lo humano vulnerado a lo humano resignificado, desde la experiencia espiritual de Etty Hillesum. Publicado en Revista Cuestiones Teológicas volumen 42 número 97, páginas 2005-228. Facultad de Teología Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2015.

3 Leonardo Boff. Encarnación: la humanidad y la jovialidad de nuestro Dios. Sal Terrae. Santander, 1995.

4 Isaías 52: 7

5 Papa Francisco. Soñemos juntos: conversaciones con Austen Ivereigh. Plaza & Janés. Barcelona, 2020. Este libro contiene los pensamientos, inquietudes y propuestas del papa sobre la crisis del covid-19 y el mundo que emergerá de ella.

6 José María Castillo. La humanización de Dios: ensayo de cristología. Trotta. Madrid, 2010. Simon Pedro Arnold. El misterio de la Encarnación de Dios, revelación del Dios trinitario como Dios vulnerable. En https://www.lcwr.org/sites/default/files/calendar/attachments/simon_pedro_arnold_osb-spanish.pdf

7 Salmo 98 (97): 1-2

8 Olegario González de Cardedal. Cristología. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2001. Jon Sobrino. Jesucristo liberador: Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth. Trotta. Madrid, 1993. Günther Bornkamm. Jesús de Nazareth. Sígueme. Salamanca, 1988. Jon Sobrino. Cristología desde América Latina. CRT. México D.F., 1978. Juan Pablo II. Carta Encíclica Redemptor Hominis El redentor del hombre (es la primera encíclica de su ministerio pontificio). Tipografía Vaticana. Roma, 1979.

9 Walter Kasper. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1979. Edward Schylleebeckx. Jesús, la historia de un viviente. Trotta. Madrid, 2010.

10 Hebreos 1: 1-2

11 José Ignacio González Faus. La humanidad nueva: ensayo de cristología. Sal Terrae. Santander (España), 1991.

12 Juan 1: 14.

13 Jon Sobrino. Fuera de los pobres no hay salvación. UCA editores. San Salvador, 2009. José Ignacio González Faus. Vicarios de Cristo: los pobres. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2018.

14 Novena tradicional de Navidad.

15 Juan 1: 14.

domingo, 20 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 20 DE DICIEMBRE 2020 DOMINGO IV DE ADVIENTO CICLO B

 

No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”

(Lucas 1: 30-32)

Lecturas:

  1. 2 Samuel 7: 1-16

  2. Salmo 88

  3. Romanos 16:25-27

  4. Lucas 1: 26-38

Desde los comienzos de nuestra formación en la fe cristiana escuchamos hablar de conceptos como historia de salvación, proyecto y voluntad de Dios. Las lecturas de este cuarto domingo de Adviento se sitúan en esa línea y nos ayudan a comprender y apropiar esas realidades, ahí estamos implicados todos. Tenemos suficientemente claro que Dios se inserta en la historia real de la humanidad, en la vida cotidiana de todos, esa salvación trabaja en lo normal de cada día, no es un espacio lejano, distante de nuestras inquietudes existenciales, Dios siempre actúa entre nosotros, con nosotros, para nosotros; es un Dios que habla a través de lo humano, se significa eficazmente en lo humano, este es un principio esencial de la encarnación.1 Es decir, nuestro Dios coincide salvíficamente con nuestra historia, y su voluntad se orienta a hacernos plenamente felices, realizados, liberados y salvados del pecado, de la muerte y de la injusticia. Este es el proyecto divino.

Tal historia sucede a través de personas concretas, es lo que queremos decir cuando afirmamos que los seres humanos somos relato de Dios o llamados a serlo.2 La Palabra de este domingo se fija en dos personajes centrales de la historia bíblica: el rey David y María, madre de Jesús. Ellos son relato de Dios, históricos, reales. El primero, convertido después de un gravísimo pecado que le fue enrostrado por el profeta Natán, es el rey de Israel por excelencia, reconocido como cabeza de la descendencia del Mesías; la segunda, impecable, inmaculada, plenamente dispuesta para dejar que Dios aconteciera en ella, mujer teologal en la totalidad de su ser y de su quehacer.

El relato que nos presenta hoy 2 Samuel es una elaboración teológica en torno a la figura de David, que fue para los israelitas el rey más grande de toda su historia, sólo comparable a Moisés y a Elías. David viene a ser un nuevo patriarca, padre de la gran dinastía de Israel, como Abrahán en los momentos iniciales fue el padre de todo el pueblo elegido. Con esta promesa divina, David se carga de futuro, su nombre se convierte en referente que atraviesa toda la historia de los israelitas, se le constituye en principio de una descendencia que será bendita y favorecida por Dios. De sus entrañas saldrá el Mesías de la nueva humanidad.3

No estamos ante narraciones históricas en sentido estricto, sino ante interpretaciones que dan un significado teológico a esa historia, es Dios interviniendo en los hechos que dan significado trascendente a la vida de estos creyentes, configurando su identidad, constituyéndose en principio y fundamento de todo su devenir. En el horizonte permanece la promesa del Mesías, como garantía de que Yahvé se empeña siempre en manifestarse dando salvación y liberación. Esto es esencial para comprender la teología de la historia que se propone en el Antiguo Testamento,4 en evolución hacia la plenitud de los tiempos en la persona de Jesús.

En ese contexto, los primeros seguidores de Jesús, asumieron ese concepto para encauzar su comprensión de Jesús – siempre en el salto cualitativo de lo histórico a la experiencia de la fe - . El sería el Hijo de David, el Mesías enviado, en el que se cumple la promesa. Ahora, esta primera comunidad de cristianos, lo asume como aquel cuyo reino no tendrá fin, según profesamos en el credo. El mismísimo Dios es el aval de la historia de Israel, en el que se tipifica la humanidad entera, él es la razón de nuestra esperanza: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen”. 5 Es esencial que nos sintamos insertos en esa historia, no de modo anónimo ni ocasional, sino con plena identidad ante El, porque cada ser humano es opción preferencial de Dios, esta historia discurre para que nuestra vida llegue a su plenitud de sentido, es decir, a la salvación.6

En el diario discurrir de nuestra vida nos inmediatizamos, llenos de actividades y de compromisos, con vaivenes de diferente signo, unos constructivos y saludables, y otros dolorosos y dramáticos, sumergidos en ese maremágnum de cosas no captamos el horizonte de plenitud en el que Dios se nos manifiesta articulando coherentemente todo nuestro proceso. Sean estos días de Adviento estupenda oportunidad para considerar todo lo que somos y hacemos en esta perspectiva teologal, salgamos adelante a la loca navidad del consumismo y de las compras desenfrenadas para contemplar el misterio apasionante de este Dios que se “toma” la humanidad para hacerla libre, digna y trascendente, .7

La referencia a David en los términos en que lo formula el texto de 2 Samuel es claramente una elaboración desde la fe. El pueblo de Israel vió en él al rey y líder perfecto, aún a sabiendas del gravísimo pecado que cometió, según se narra en 2 Samuel 11 y 12. Luego de ese incidente, confrontado con extrema dureza por el profeta Natán, el relato refiere que el rey emprendió una vida ciento por ciento identificada con Yahvé y con el futuro del pueblo a él confiado. Al autor de este escrito le interesa principalmente llamar la atención sobre el significado de una vida asumida en clave teologal y cómo ella se perpetúa para siempre, convirtiéndose en la estirpe de la que surgirá el Mesías definitivo.

Así, vislumbramos todos los esfuerzos de emancipación, la ruptura de las cadenas, la denuncia contra los poderes que esclavizan, la fuerza profética que contraarresta los efectos nocivos de las injusticias, el sentido crítico que hace posible que detectemos las evidencias del pecado que quita dignidad al ser humano.8

Estamos en el umbral de Navidad, no nos podemos reducir a una celebración de algo puntual, a unos días de fiesta y de regalos, a algo que se cumple como una parte de la gran lista de quehaceres, para volver luego a la existencia gris, saturada de monotonía. Es tiempo de plantearnos a fondo el sentido total de nuestra fe, de nuestro proyecto de vida, de los valores y prioridades que la orientan, de las opciones que hacemos sobre esas bases, de las consecuencias de lo que decidimos. Es el Dios manifestado en la fragilidad del Niño de Belén el elemento constitutivo de nuestras vidas? Nos sentimos herederos de la promesa hecha a David? Nos identificamos con el sí de la joven María?

Cualquier día en la pequeñez de aquella aldea llamada Belén una jovencita humilde, sincera mujer de fe,9 dispuesta con generosidad para estas aventuras del buen Dios, experimenta el llamado que se nos relata en el evangelio de Lucas, también recordando que se trata de un texto teológico que trasciende la puntualidad de lo simplemente biográfico para ingresar en el horizonte de sentido definitivo de la vida: “El Angel entró en su casa y la saludó diciendo: Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podría significar aquel saludo. Pero el Angel le dijo: No temas María, porque Dios te ha favorecido: Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” .10

Dios sucede en el reverso de la historia, en lo discreto y silencioso, su modo de proceder es sorprendente . Esto de los pobres y de la fragilidad no es un capricho, algo aleatorio. El modo de proceder de Dios se expresa así, en palabras de María: “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”. 11 El estilo de Dios es de pequeñez y abajamiento, también su denuncia del vano honor de los poderosos, de todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano. Se fija en los desposeídos y escoge así a esta mujer para que sea ella el medio humano en el que acontece el misterio de la encarnación. María, una mujer sin arrogancia, con hondo sentido de las cosas de Dios, discreta y sabia, es la cuna humana del adorable misterio de la encarnación, en el que El toma definitivamente el camino de lo humano para hacerse relevante en nuestra historia, asumiéndola para salvarla del pecado y de la muerte.

La sorprendida María pregunta al mensajero, y se lanza a la aventura de Dios, su disposición contiene el sí más salvífico de la historia humana: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” .12

David, consciente de su pecado y abierto al don de Dios, es referente para nuestros relatos de vida cuando, en similares circunstancias , descubrimos que no es la afirmación vanidosa de nuestro ego la que nos llena de sentido sino la apertura radical al don de Dios, que nos hace libres y nos dignifica.

María, la madre de la feliz esperanza, identifica todas nuestras expectativas de felicidad y de salvación, y las resume en su Hijo, definitiva presencia liberadora de Dios en nuestra historia. 13



1 Olvani Sénchez Hernández. Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la elaboración teológica. Editorial Bonaventuriana. Bogotá, 2007. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Historia de salvación: guía de la primera unidad, segunda etapa de la misión continental. CELAM. Santo Domingo, 2001. Ignacio Ellacuría. Historia de la salvación. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1188/1/RLT-1993-028-A.pdf

2 Edward Schylleebeckx. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1999. Juan Alfaro. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 2001. Battista Mondin. La expresión del misterio revelado en el lenguaje humano. Publicado en Scripta Theologica número 24, páginas 813-837. Facultad de Teología Universidad de Navarra. Pamplona, 1992.

3 John Bright. Historia de Israel. Desclée de Brower. Bilbao, 2003. Samuel Pagán. El rey David: una biografía no autorizada. Clie. Barcelona, 2013.

4 Andrés Ferrada Moreira. Teología e historia en el Antiguo Testamento. En revista Teología y Vida, volumen 52 páginas 369-389. Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile, 2011. Gustavo Baena Bustamante. Fenomenología de la revelación: teología de la biblia y hermenéutica. Verbo Divino. Estella, 2011.

5 1 Pedro 3: 15

6 Andrés Torres Queiruga. Recuperar la salvación: para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana. Sal Terrae. Santander, 1995. Oscar Cullmann. Una teología de la historia de la salvación. Estela. Barcelona, 1966.

7 Harold Segura C. Adviento: esperanza que transforma. Lupa Protestante. San José de Costa Rica, 2014. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Ser cristiano. Desclée de Brower. Bilbao, 2007. En este libro del Papa Ratzinger recomendamos la lectura atenta del capítulo 1 Estamos salvados? Y dentro del mismo el parágrafo titulado “El cristianismo como adviento”, páginas 15-33.

8 Gustavo Gutiérrez Merino. Teología de la liberación, perspectivas. CEP. Lima, 1971.

9 Bruno Forte. María, la mujer ícono del misterio. Sígueme. Salamanca, 2001. Pedro Miguel Lamet. Las palabras calladas: diario de María de Nazareth. Belaqua. Barcelona, 2004. Ivone Gebara y María Clara Bingemer. María mujer profética. Paulinas. Madrid, 1999. Max Thurian. María, madre del Señor, figura de la Iglesia. Hechos y Dichos. Zaragoza, 1966.

10 Lucas 1: 28-32

11 Lucas 1: 51-53

12 Lucas 1: 38

13 Antonio González Dorado. De María conquistadora a María liberadora: mariología popular latinoamericana. Sal Terrae. Santander, 1988. Leonardo Boff. El rostro materno de Dios: ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas. Paulinas. Madrid, 1984.

domingo, 13 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 13 DE DICIEMBRE 2020 DOMINGO III DE ADVIENTO CICLO B

 

Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay uno a quien no conocen, que viene detrás de mí, a quien no soy digno de desatarle la correa de su sandalia”

(Juan 1: 26-27)



Lecturas:

  1. Isaías 61: 1-11

  2. Interleccional Lucas 1: 46-54

  3. 1 Tesalonicenses 5: 16-24

  4. Juan 1: 6-8 y 19-28

En la memoria del pueblo judío tradicional estaban grabadas las imágenes del Ungido, de Elías y del Profeta, inscritas en la esperanza mesiánica de los israelitas y en la correspondiente certeza de la visita de Dios a su pueblo para liberarlo de toda opresión e infortunio. La figura de Elías es la del gran restaurador de la unidad de Israel; es, por tanto, un recuerdo que genera profundo sentido para los creyentes, como cuando entre nosotros surgen figuras como el Papa Francisco, San Romero de América, la Madre Laura o San Francisco de Asís. Las lecturas de este domingo nos ponen en saludable alerta ante estos liderazgos que encarnan las mejores expectativas de la humanidad, que nos remiten a la libertad y a la vida digna, al sentido pleno de la existencia. 1

Estas evocaciones no se hacen en plan de recordar simplemente historias de la antigüedad del pueblo israelita. El propósito de la Palabra que se anuncia en las comunidades de fe es el de establecer un vínculo significativo entre la experiencia de nuestros antecesores en este camino creyente y los contextos de realidad de nuestros tiempos. 2En unos y otros encontramos siempre hondas insatisfacciones, desencantos, búsquedas apasionadas de sentido, esfuerzos concretos de liberación y de configuración de la dignidad individual y colectiva, denuncia profética de todo aquello que es injusto, lesivo del ser humano, esclavitud. Vale decir, que estamos constantemente en actitud de esperanza y de construcción de un presente y de un futuro en el que nos experimentemos liberados y liberadores. 3

Esta expectativa tiene su punto de partida en una conversión personal y también comunitaria. Si no existe la primera no hay un compromiso responsable para replantear nuestra existencia. La llegada de las realidades que nos liberan ha de iniciarse en nosotros mismos, con un profundo examen de conciencia, ejercicio autocrítico consistente, revisión de nuestra jerarquía de valores, confrontación exigente que proviene del mismo Dios para configurar un creyente adulto, sólido y comprometido con su reino y con su justicia. Adviento es tiempo de conversión!4

Juan el Bautista5 es un magnífico referente para iluminar estas realidades: “Hubo un hombre , enviado por Dios, se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz” .6 Este profeta vivió un radical desacuerdo con el “desorden establecido” en su país, el mismo de Jesús: una religión formal y estereotipada sin conversión del corazón a Dios y al prójimo, una aristocracia religiosa totalmente desconectada del sentir popular, entregada a los intereses del imperio romano, este último dominando y sometiendo, sin compasión por el pueblo, pobreza, exclusión, olvido de Dios, olvido del hermano; por estas razones se siente movido a llamar la atención de todos , a retornar a lo esencial de su fe y de su sabiduría humanista y teologal, y va al desierto para invitar a la conversión, cambio de prioridades, novedad de vida en Dios.

Su pasión dominante es la justicia de Dios, su deseo de una conversión radical a El, su indignación ante la perversión de los sacerdotes del templo y de los maestros de la ley, dedicados a la religión exterior sin transformación de la vida y plegados al poder imperial de Roma. Ante estas oscuridades el relato nos habla así: “Yo soy la voz del que clama en el desierto, rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.7

Esto, en nuestro Adviento contemporáneo, nos conecta con la realidad en la que vivimos: como seres humanos con vocación de dignidad y de felicidad aspiramos a llevar una vida que haga honor a esta condición, estructuramos proyectos existenciales que hagan viables estos deseos, nos esforzamos por mantenernos en una esperanza activa, encontramos personas y comunidades que trabajan a tiempo y a destiempo por hacer esto posible, como nuestros muy conocidos líderes sociales de Colombia, tan maltratados y humillados por los enemigos de la paz; pero también estamos ante los tropiezos que provienen del egoísmo sistemático de muchos, convertidos en “situación de pecado” ,un pecado que se plasma en estructuras sociales y económicas marcadas por el egoísmo de una economía desalmada y de unas categorías sociales excluyentes y responsables de la desigualdad vigente. Esta pecaminosidad estructural nace de posturas individuales igualmente marcadas por esta cerrazón al amor de Dios y al amor del prójimo. Individuos y sociedad requeridos de conversión!8

En la primera lectura, el profeta Isaías invita a todo el pueblo que vuelve del exilio, y que se ve desencantado porque les parece que las promesas iniciales no eran tan ciertas: “El espíritu del Señor me acompaña, por cuanto me ha ungido Yahvé. Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahvé….” .9

El trabajo del profeta es promover la esperanza y rescatar el sentido de vida de estas comunidades en retorno a su tierra, su prioridad son los desheredados, a ellos dirige su misión de aliento; es consciente de que las condiciones del regreso no son las mejores, pero no se echa para atrás, en nombre de Dios hay posibilidades de reconstruír todo lo que se había perdido: “Igual que una tierra produce plantas y en un huerto germinan rebrotes, el Señor hace germinar la liberación y la alabanza ante todas las naciones” .10

El interleccional recoge el testimonio de alabanza de María en la clásica oración del Magnificat, los pobres y desvalidos son socorridos en detrimento de los poderosos e Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham. Ella canta la grandeza de Dios que se ha fijado en los humildes, invirtiendo así la habitual mentalidad de dominación y sometimiento: “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”. 11 Este himno expresa en preciosa síntesis la lógica del Evangelio de Jesús, un mundo en el que la justicia, el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano, la reivindicación de los humillados, tienen carácter prioritario. 12

Tiene esto algo que ver con la despilfarradora navidad de la sociedad de consumo? Esta sociedad se deja permear por la luz que desvelan el Bautista y los humildes del mundo? La sobriedad humana y evangélica de María nos dice algo de peso en estas navidades mundanas que no evocan a Jesús ni dan un giro hacia la solidaridad? Los más frágiles interpelan siempre la prepotencia de los poderosos!

Pablo, en la segunda lectura, invita a sus cristianos de Tesalónica a la fidelidad y a la esperanza. Esta comunidad procedía del paganismo, vivían algunas dificultades, les costaba desprenderse totalmente de sus ídolos y de sus tradiciones de su antigua vida para seguir con libertad al Dios verdadero. Por esto , les llama la atención, para que decidan definitivamente seguir el camino de Jesús, sin ambigüedades: “No extingan el Espíritu, no desprecien las profecías, examínenlo todo y quédense con lo bueno. Absténganse de todo género de mal” .13

Es reiterado en estas reflexiones construír conciencia en torno a la autenticidad del camino cristiano, lo hemos dicho repetidas veces, no se trata de una cómoda pertenencia a una entidad prestadora de servicios religiosos, ni una membresía institucional que nos protege de los males del mundo, lo que Jesús plantea – y así lo prepara Juan el Bautista – es una comunidad de personas apasionadas por Dios y por el prójimo, en la que la fraternidad y la comunión, la solidaridad y la justicia, sean el testimonio calificado de ser genuinos hijos de la luz.

Somos precursores del reino de Dios y su justicia, captando los alcances de la misión de Jesús? Nuestro estilo de vida lo ratifica? Preparamos con audacia los caminos del Señor? Estamos dispuestos a ser sal de la tierra y luz del mundo, como Juan el Bautista y su movimiento?











1 Antonio Bentué. El espíritu mesiánico de Jesús. Publicado en Revista de Teología de Cataluña, volume XI número 2, páginas 253-282. Facultad de Teología de Cataluña. Barcelona, 1986. José María Abrego de Lacy. El mesianismo en la Biblia. Verbo Divino. Estella, 2006. Rafael Luciani. El mesianismo asuntivo del Hijo del Hombre: reflexión a la luz de la cristología contemporánea. Publicado en Theologica Xaveriana número 186-julio-diciembre 2018. Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Rafael Aguirre Monasterio. Jesús, el judío, qué modelo de mesianismo? Publicado en revista El Olivo, número 43. Centro de estudios judeo-cristianos. Madrid, 2019.

2 Daniel Marguerat & Yvan Bourquin. Cómo leer los relatos bíblicos: iniciación al análisis narrativo. Sal Terrae. Santander, 2001. Carlos Mesters. Dios, dónde estás? Una introducción práctica a la Biblia. Verbo Divino. Estella, 1996.

3 Juan Hernández Pico. Profetismo y resistencia: espiritualidad de un pueblo en liberación. Publicado en revista Diakonía 1985 repositorio.uca.edu.ni/3639/1/profetismo%20y%20resistencia%20espiritualidad%20de%20un%20pueblo%20en%%liberacion.pdf Universidad Centro Americana Managua, 1985

4 Juan Alberto Casas. La conversión como condición de posibilidad del seguimiento del Señor en el evangelio de Marcos. Publicado en revista Cuestiones Teológicas volumen 40 número 93 enero-junio 2013 páginas 127-146. Facultad de Teología Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2013.

5 Ariel Alvarez Valdés. Enigmas de la vida de Juan Bautista. San Pablo. Buenos Aires, 2012. Francisco Javier Sáez de Maturana. Juan el Bautista, una aproximación al profeta del desierto. PPC. Madrid, 2020.

6 Juan 1: 6-8

7 Juan 1: 23

8 Agenor Brighenti. Nueva evangelización y conversión pastoral: un abordaje desde la Iglesia en América Latina y el Caribe. Publicado en Theologica Xaveriana volumen 63 número 176, páginas 33-366. Facultad de Teología Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2013.

9 Isaías 61: 1-2

10 Isaías 61: 11

11 Lucas 1: 51-53

12 Ivone Gebara & María Clara Bingemer. María, mujer profética. Paulinas, Madrid, 1999. M.C. Tempolli. María mujer de Dios y de los pobres. San Pablo. Buenos Aires, 2008.

13 1 Tesalonicenses 5: 19-22

domingo, 6 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 6 DE DICIEMBRE 2020 DOMINGO II DE ADVIENTO CICLO B

 

De acuerdo con su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitará la justicia”

(1 Pedro 3: 13)

Lecturas:

  1. Isaías 40: 1-11

  2. Salmo 84

  3. 2 Pedro 3: 8-14

  4. Marcos 1: 1-8

Al comenzar este 2020 nos llegó la noticia de un virus que surgió en la lejana China, en la ciudad de Wuhan, con carácter arrasador, contagiando a numerosos pobladores de esa localidad, con el peligro de extenderse en el entorno más inmediato. Como suele ocurrirnos, esto nos pareció grave, sí, pero muy distante de nuestros contextos colombianos y latinoamericanos, en un comienzo pensábamos que esto no nos afectaría. Y ahora, transcurrido el año, lo padecemos en vivo y en directo: según la información que diariamente ofrece el ministerio de salud de Colombia, se han presentado 1.316.806 casos confirmados de contagio, 66.501 activos en el día de hoy, 36.766 fallecidos, 1.210.489 recuperados.1

Ahora, son interminables las narrativas de la enfermedad, de confinamiento forzado, de cambio radical de los hábitos cotidianos, domésticos, laborales, estudiantiles, sociales, religiosos. Esa minúscula entidad, potente y agresiva, nos puso a todos en jaque. Cuando escribimos estas reflexiones para la homilía del próximo domingo, los jesuitas de Colombia tenemos 9 compañeros fallecidos por covid 19 en el transcurso de 9 días,2 y otros más contagiados, algunos de ellos en unidad de cuidado intensivo.

Pasa que siempre sentimos que son “los demás” los que se enferman, los que sufren, los que mueren, y nosotros viendo las cosas a la distancia, como si esas situaciones límites de la vida no fueran con nosotros. Pero ahora la naturaleza nos está dando el mensaje contundente en nuestra propia entraña y carne, en nuestra gente, en nuestra sensibilidad afectiva, como lo han vivido y están viviendo millones de personas en el mundo y en Colombia. Constatamos, así mismo, la crisis del trabajo, la disminución de los ingresos económicos, la pérdida de empleos, el sufrimiento emocional, la constante preocupación ante la pandemia, la no presencialidad de los contactos humanos, el síndrome de la pantalla como recurso permanente de comunicación y de desempeño laboral, la ansiedad ante el futuro.

Y la esperanza se afecta junto con el gozo de vivir, nos afligimos bastante, y sentimos como que estamos perdiendo la batalla de la vida, un sentimiento colectivo de tristeza y pesadumbre nos circunda. Así las cosas, llega este Adviento de 2020, tiempo de esperanza, de sentido pleno de la vida en el Dios que siempre está llegando para desarmar la cultura de la muerte y para dar legitimidad y garantía definitivas a todo nuestro ser. Es esta una expectativa ingenua, desentendida de este dramatismo que ahora nos aqueja, o contiene ella la posibilidad de replantear de raíz esta precariedad para rescatar nuestra ilusión de vivir? En ella reside el aval completo a nuestra constante búsqueda de sentido, aún a pesar de tantas contradicciones y fragilidades a las que estamos expuestos?3 Cómo hablar significativamente de Dios en medio de las tragedias y contradicciones que afligen a la humanidad? Cómo hacer con la mayor honestidad posible la propuesta teologal en este año de la pandemia? 4

Es propio de la fe en el Dios revelado en Jesucristo promover la libertad y la dignidad del ser humano, también insertarse en la realidad para asumir en perspectiva de salvación y de liberación todo lo que en ella hay de injusto y pecaminoso, como evidencia de su empeño en la formación y desarrollo de un nuevo ser humano configurado con el proyecto de Jesús.5 Esto mismo nos lleva a revisar críticamente aquellas ofertas religiosas que se desentienden de la realidad histórica, prescindiendo del dinamismo encarnatorio, porque es claro que desde esta lógica del Dios que se hace historia y humanidad la verdadera religión es la que hace al ser humano más humano y, en la misma medida, más divino.6

En los tiempos en que escribe el profeta Isaías – primera lectura de hoy – el pueblo de Israel está cautivo en Babilonia y empieza a vislumbrar la posibilidad de retornar a su tierra. Isaías alienta a su pueblo: “Una voz grita, en el desierto preparen un camino al Señor, allanen la estepa, una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se nivele; y se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor – “ . 7

El mensajero es portador de la buena noticia que traerá de nuevo alegría e ilusión a una comunidad que vivía con crudeza la marginación y la explotación. Cómo traducir este anuncio a la humanidad de hoy, especialmente a los afligidos por las injusticias de sus semejantes?

Pasamos varios siglos en la historia del antiguo Israel y venimos a los tiempos posteriores a Jesús. Hacia finales del siglo I D.C. muchos cristianos se sentían desconcertados, les habían insistido que el regreso del Señor era inminente, pero el tiempo pasaba y esto no acontecía. A esto alude el texto de la segunda lectura, tomado de la segunda carta de Pedro, una invitación a la paciencia histórica, a la esperanza,8 como nos suele suceder cuando aguardamos con ilusión algo que vendrá a responder a expectativas profundas, el nacimiento de un hijo, la liberación política, la superación de una enfermedad, la confirmación de un amor, la mejoría de las condiciones económicas, la paz espiritual: “ De acuerdo con su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habitará la justicia. Por tanto, queridos, esfuércense con esa esperanza por mostrarse en paz, sin mancha ni tacha” . 9

La verdadera esperanza es activa e innovadora, con el ánimo que Dios infunde nos sentimos llamados a transformar lo que es injusto, destructivo, inhumano, pecaminoso, para implantar en la historia las señales de la justicia divina, la fraternidad, la pasión de vivir, la seducción del amor, la apuesta por el servicio y por la solidaridad, la vida honesta y la disposición para ayudar a que la humanidad sea mejor y más digna.

Pedro anima a esta comunidad creyente a vivir en esperanza, a confiar en el futuro, y a cultivar una fe que capta la acción liberadora de Dios en los acontecimientos de su historia, no niega los problemas y las contradicciones, pero estimula a hacerles frente y a hacer de la fe el motor que impulsa la superación del desencanto. Qué hacemos los creyentes en Dios para influír constructivamente en la construcción de un mundo que vaya por senderos de libertad y de justicia? Somos conscientes de las dimensiones sociales y políticas de la fe? O preferimos encerrarnos en un intimismo religioso, con devociones individuales, desconocedoras del clamor de Dios en tales realidades?

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista, promotor en su tiempo de un movimiento de conversión y de protesta profética contra la anquilosada religión de los sacerdotes del templo y de los maestros de la ley. Su mensaje, muy fuerte y severo, proponía un cambio radical en la orientación de la vida: “Tal como está escrito en la profecía de Isaías: mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: preparen el camino al Señor, allanen sus senderos, apareció Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados” .10

El pueblo pobre era el principal público que escuchaba la predicación del del Bautista, las gentes con mayores esperanzas de redimirse de pobrezas e injusticias, su actividad no se da en la ciudad de Jerusalén sino en el desierto, lugar simbólico en la Biblia para el encuentro con Dios, su vestimenta y sus costumbres austeras son lenguaje de sus prioridades, la nueva vida que viene de Dios, el despojo del poder y de las riquezas, el corazón que se prepara para acoger a aquel que Dios envía para salvar y liberar.

Adviento 2020, el Espíritu del Señor nos hace conscientes del momento dramático que vive la humanidad entera, pero la certeza realista de la crisis no puede menoscabar el ímpetu pascual en el que se fundamenta nuestra fe.











2 Padres Marco Tulio González, 86 años; Roberto Triviño, 81; Gonzalo Amaya, 91; Jorge Uribe, 81; Fortunato Herrera, 86; Alvaro Jiménez, 94; Leonardo Ramírez, 90; Guillermo Hernández, 84; Hermano Gabriel Montañez, 89. Hombres buenos que consagraron generosamente sus vidas al reino de Dios y su justicia, en la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús. Fallecieron entre el domingo 22 de noviembre y el martes 1 de diciembre, de este año 2020.

3 Karl Josef Romer. Esperar contra toda esperanza. Publicado en Revista de Filosofía Open Insight, volumen 5, número 7, enero 2014; páginas 271-285. Centro de Investigación Social Avanzada. Querétaro, México. Elie Wiesel & Johann Baptist Metz. Esperar a pesar de todo. Trotta. Madrid, 1996. José María Díez Alegría. Yo creo en la esperanza: el credo que ha dado sentido a mi vida. Desclée de Brower. Bilbao, 1975.

4 Walter Kasper & George Augustin (Editores). Dios en la pandemia: ser cristianos en tiempos de prueba. Sal Terrae – Grupo de Comunicación Loyola. Santander, 2020.

5 Juan Alfaro. Esperanza cristiana y liberación del hombre. Herder. Barcelona, 1977; De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 2002. Javier Vitoria Cormenzana. Vivir la utopía y la esperanza de Jesús dentro de un mundo injusto. Publicado en Revista Diakonía número 147, octubre-diciembre 2013. Universidad Centro Americana. Managua, Nicaragua.

6 José María Castillo. La humanización de Dios. Trotta. Madrid, 2016; La humanidad de Dios. Trotta. Madrid, 2019; La humanidad de Jesús. Trotta. Madrid, 2017.

7 Isaías 40: 3-5

8 Eduardo Arens & Manuel Díaz. Apocalipsis, fuerza de la esperanza. CEP. Lima, 2000. J.P. Charlier. Comprender el Apocalipsis. Desclée de Brower. Bilbao, 1993.

9 2 Pedro 3: 13-14

10 Marcos 1: 2-4

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