sábado, 26 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 27 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

 

COMUNITAS  MATUTINA 27 DE SEPTIEMBRE

DOMINGO XXVI  DEL  TIEMPO  ORDINARIO

“Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que ustedes al reino de Dios”

(Mateo 21: 31)

Lecturas:

1.   Ezequiel 18: 25-28

2.   Salmo 24: 4-9

3.   Filipenses 2: 1-11

4.   Mateo 21: 28-32

 

Dice el teólogo José Antonio Pagola, refiriéndose a la actitud de Jesús ante la institución religiosa judía de su tiempo y a su  estrecha mentalidad de corte legalista: “Probablemente sorprendió mucho su libertad ante el conjunto de normas y prescripciones en torno a la pureza ritual. La mayor parte de las “impurezas” que podía contraer una persona no la convertían en un “pecador”, moralmente culpable ante Dios, pero, según el código de pureza, la apartaban del Dios santo y le impedían entrar en el templo y tomar parte en el culto. Al parecer, en tiempos de Jesús se vivía con bastante rigor la observancia de la pureza ritual… Jesús, por el contrario, se relaciona con total libertad con gente considerada impura, sin importarle la crítica de los sectores más observantes. Come con pecadores y publicanos, toca a los leprosos y se mueve entre gente indeseable. La verdadera identidad no consiste en excluír a paganos, pecadores e impuros. Para ser el “pueblo de Dios” lo decisivo no es vivir “separados”, como hacen en buena parte los sectores fariseos, ni aislarse en el desierto como los esenios de Qumrán. En el reino de Dios, la verdadera identidad consiste en no excluír a nadie, en acoger a todos y, de manera preferente, a los marginados”.  [1]

En el ministerio de Jesús,  su cuestionamiento a la minuciosidad religiosa judía es uno de los aspectos más destacados de su misión. La obsesión que tenían los creyentes del judaísmo de ese tiempo    por seguir literalmente todas las normativas rituales y legales sin preocuparse de la conversión del corazón  y de la solidaridad con el prójimo  era para él motivo primero de desacuerdo e insatisfacción:   es el planteamiento central de la Palabra de este domingo.

 Junto con esto, conocemos bien su predilección por todos los humillados, condenados morales, prostitutas, cobradores de impuestos,  señalados como indeseables, portadores de enfermedades “malditas” como la lepra, rechazados de la sociedad. Esta conducta de Jesús es la más clara señal del reino de Dios que él instaura en la historia de la humanidad:  la revelación que él hace de Dios   es la de  un Padre  que  es garantía de sentido y dignidad para los  últimos del mundo, ejercicio pleno de la compasión y la misericordia. [2]

Jesús desnuda los ropajes de la vanidad religiosa y  de las apariencias de santidad y de moralidad, para llegar a la pregunta de fondo que confronta rigurosamente tales actitudes. Para el judaísmo contemporáneo de Jesús la santidad consistía en el acatamiento y práctica de un extenso conjunto de prescripciones relacionadas con sus rituales. Son frecuentes las discusiones suyas con los hombres religiosos que le ponían a prueba para verificar si era él un judío piadoso y observante, con el fin de tener argumentos para acusarlo[3] como blasfemo y contrario a las tradiciones religiosas de Israel.[4]

Es clásico el capítulo 23 del evangelio de Mateo, en el que Jesús lanza siete maldiciones contra los escribas y fariseos, con palabras muy fuertes, que aún hoy suenan con extrema severidad: “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que purifican por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia” .[5]Una advertencia  así no se queda solamente para aquellos sacerdotes y maestros de la ley, también se extiende a las prácticas religiosas de todos los tiempos de la historia,  cuando ellas no están respaldadas por una vida convertida sinceramente al amor de Dios y a la solidaridad con el prójimo.

 La relación entre el culto y la vida es indispensable, la rectitud de esta es la que garantiza la autenticidad de aquel; lo que se significa en el rito debe llevarse a la cotidianidad, a los diversos ámbitos de la vida, la relación de pareja, la familia, la formación de los hijos, el ejercicio de la sexualidad, la atención solidaria a los pobres y marginados, el reconocimiento respetuoso de las diferencias, el cuidado del hábitat, el compromiso permanente con la dignidad humana, la protección de la vida en todas sus formas, el manejo del dinero y de los recursos materiales, el acceso al conocimiento, la seriedad en los estudios, el trabajo entendido como servicio, la participación en la construcción del bien común. Una vida íntegra referida a Dios evidencia su plenitud en la relación con los demás, este es el culto agradable que le debemos, todo lo que allí se celebra y expresa debe tener decisivas implicaciones en una nueva manera de ser y de vivir, modelada según el proyecto original de Jesús.

 La parábola que propone hoy el evangelio de Mateo alude a aquellas personas profundamente religiosas pero negadas al amor de Dios y a sus implicaciones éticas, en contraste con aquellos que son tenidos por no creyentes y ajenos a la Iglesia pero sinceros en sus convicciones, y abiertos al don de Dios.  Para ello señala dos actitudes: “Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. El respondió No quiero, pero luego se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. El respondió: voy, señor, pero no fue. Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre? El primero, le dicen” .[6]

Su referencia crítica es evidente, destacando con sutileza  la actitud negligente ante la conversión de quienes se dicen los más cumplidores de la religión, los que presumen de ser ejemplo de vida recta, y modelo para los demás, despreciando a quienes no viven en esta perspectiva del ritualismo externo. Es indiscutible que una de las causas del ateísmo y de la lejanía de muchos hombres y mujeres de la práctica religiosa es el estilo de algunos – bastantes , es preciso reconocerlo! -  que se dicen observantes, estrictos cumplidores de sus rituales, pero con un corazón endurecido en el que predomina la ley sobre el ser humano, presumidos de ser superiores a los demás en su moralidad, siempre en plan de juzgar y condenar al prójimo, presentando como base de este comportamiento la imagen de un Dios justiciero, vengativo, implacable, sometiendo sus súbditos al servilismo y a la más amarga religiosidad. En coherencia con la originalidad del proyecto de Jesús  es imperativo negar a este tipo de Dios para acceder al verdadero, al Padre de la libertad y de la misericordia que él nos manifiesta. [7]

Jesús  transforma radicalmente la relación entre los seres humanos y Dios dejando atrás el esquema de la mediación ritual para proponer el culto al Padre en espíritu y en verdad. La vida asumida como culto agradable a El: “Pero llega la hora, ha llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” .[8]

Muchos de los que son despreciados  por ateos y agnósticos resultan de ejemplar honestidad y rectitud en sus vidas. Las palabras de Jesús a este propósito son durísimas: “Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Y ustedes, aún después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído”.[9]

Con frecuencia los cristianos somos sometidos al examen crítico de nuestra honestidad, se nos cuestiona por exceso de formalidad religiosa y por dureza de corazón, por manipular a Dios poniéndolo como legitimador de posturas estrechas con respecto a la conciencia de las personas, por hacer interpretaciones sesgadas del evangelio, por no ejercer la misericordia, por dar prioridad a las leyes sobre la vida, por juzgar y condenar implacablemente a los “pecadores”, por la soberbia moral.

El Evangelio siempre nos trae posibilidades de crecimiento y   conversión. Este tema de hoy es antiguo y reiterado, pero su trasfondo es inagotable y susceptible de un proceso constante y creciente de configuración con Jesús, con el proyecto del Padre, realidad que se manifiesta cuando damos el salto del cristianismo de formas externas y de minucias rituales a la pasión por la verdad que se manifiesta en el reverso de la historia, en las muchas cruces de la humanidad, en la indignación de Dios con las injusticias de los “buenos”: [10] “Les aseguro que los publicanos[11] y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios[12], radicales palabras de Jesús para estos fariseos “observantes” , expresan el desacuerdo radical con esa moralidad y religiosidad de formas exteriores.

 

 



[1] José Antonio Pagola. Jesús: aproximación histórica. PPC. Madrid, 2008; páginas 250-251

[2] Carlos Gil Arbiol. La misericordia desde las víctimas: la mirada de Jesús. Publicado en revista Lumen, Provincia Capuchina de España, volumen 65 número 3 (2016), páginas 263 a 284. Del mismo autor El Dios de Jesús y las fronteras culturales y religiosas. Publicado en revista Cuestiones Teológicas Universidad Pontificia Bolivariana Medellín volumen 44 número 102 julio-diciembre 2017, páginas 453 a 467.  Jon Sobrino. La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas. Trotta. Madrid, 1999. Andrés Torres Queiruga. Creo en Dios Padre: El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre. Sal Terrae. Santander, 1986.

[3] Gerhard Theissen

[4] Xavier Alegre. Los responsables de la muerte de Jesús en https://core.ak.uk/download/pdf/47263907.pdf

[5] Mateo 23: 25

[6] Mateo 18: 28-31

[7] Juan Arias. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 2003. José María Mardones. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2005. Manuel Díaz Mateos. Imágenes de Dios y dignidad humana. CEP. Lima, 2003. Ver la excelente presentación power point de Jesús Rojano Martínez SDB titulada Cuidar a Dios : imágenes falsas de Dios en https://catequesis.archimadrid.es/wp-content/uploads/2017/01(Cuidar-a-Dios.pdf  Milan Machovec. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1976.

[8] Juan 4: 23-24

[9] Mateo 18: 31-32

[10] Federico Nietzsche. La genealogía de la moral. Alianza Editorial. Madrid, 2011. José María Castillo. La ética de Cristo. Desclée de Brower. Bilbao, 2005.

[11] Eran los cobradores de impuestos en Palestina, en tiempos de Jesús, grupo social muy odiado por todos, estaban al servicio del Imperio Romano y del Templo de Jerusalén, las cargas impositivas que estas entidades eran recaudadas por estos con bastante arbitrariedad.

[12] Mateo 21:31,

domingo, 20 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 20 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

 

COMUNITAS  MATUTINA  20  DE  SEPTIEMBRE

DOMINGO XXV  DEL  TIEMPO  ORDINARIO

“De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”

(Mateo 20:16)

Lecturas:

1.   Isaías 55: 1-11

2.   Salmo 144: 2-9 y 17-18

3.   Filipenses 1: 20-24 y 27

4.   Mateo 20: 1-16

Es dramáticamente expresivo el cuadro  “El grito” del pintor noruego Edward Munch [1], reflejo de la angustia existencial de la humanidad moderna, de esta modernidad ambivalente – la obra  data de 1893 – en la que coexisten la pasión por el progreso y la libertad, afirmando sin rodeos la autonomía de la razón y la búsqueda radical de la emancipación de toda tutela, con las más aberrantes injusticias, depredaciones del ser humano y de la naturaleza, totalitarismos, guerras mundiales y regionales , todas ellas de perversa fuerza destructiva, sociedad de consumo enloquecida, países opulentos, países en miseria total. Este grito sigue vigente, es una protesta absoluta contra un mundo desequilibrado, en el que unos seres humanos, los que deciden y manejan el poder, se empeñan   en contra de las mayorías, agrediendo su dignidad, convirtiéndolos en objetos del más aberrante utilitarismo, promoviendo modelos económicos y sociales desalmados e inhumanos .[2] Esta seudocultura que valora a la humanidad por sus resultados, reduciéndola a entidad productiva, clasificando de mayores a menores, despreciando a los que considera inútiles, como una gran máquina de utilidades, definiendo el precio de todos , premiando a los privilegiados, desechando sin piedad  a multitudes. [3] Hoy tomamos en préstamo “El grito” de Munch para unirlo al de los profetas bíblicos y al de todos los hombres y mujeres que pugnan por una cultura de la justicia y de la digna gratuidad querida por Dios para sus creaturas.

Los profetas bíblicos fueron los agentes del grito de Dios contra las injusticias de su tiempo, lo hicieron con gran severidad, convirtiéndose en testigos de una vida novedosa y libre, a pesar de las muchas contradicciones e incomprensiones vividas como consecuencia de su insobornable libertad. Su clamor – fuerte, recio, de estremecedora sonoridad – se dió contra una religiosidad exterior, formal, excesivamente solemne, que no se compaginaba con la ética de la vida cotidiana, anunciaron la esperanza en un Dios liberador, comprometido sin reservas con la felicidad de su pueblo, garante de sentido definitivo de la existencia y, con la misma energía, arremetieron contra la inconsistencia de esa religiosidad que  no se traducía en conductas de justicia y de compromiso con la dignidad de los débiles y humillados.[4]

 El tema de la justicia y del reconocimiento del valor de los seres humanos es una de las líneas  de coherencia en el ministerio de los profetas: hombres y mujeres son relato de Dios, tienen valor en sí mismos, no pueden ser sometidos a explotación ni ser materia de transacciones y comercio, son ellos testigos privilegiados de esa lógica teologal que contraviene los designios injustos de los opresores. De modo especial queremos subrayar hoy al profeta que propende por una novedosa concepción y práctica de lo humano, fundamentada en la gratuidad de Dios: “Atención sedientos, acudan por agua, también los que no tienen dinero, vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche de balde. Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? Y el salario en lo que no da hartura? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos. Presten oído, vengan a mí, escúchenme y vivirán, sellaré con ustedes alianza perpetua”. [5]

Con frecuencia escuchamos decir que la lógica de Dios  es distinta  de los esquemas  humanos, a menudo opuesta,  porque   provoca una radical ruptura de nuestros habituales esquemas de ver las realidades de la vida y trastoca las  apreciaciones con las que solemos ponderar todas las cosas.

Predomina en la mayoría de ambientes sociales y religiosos la mentalidad milimétrica de   acumulación de méritos para presumir que somos mejores que los demás, la clasificación de las personas siguiendo sus hojas de vida con mayores o menores realizaciones y títulos, su capacidad económica, también su conducta y  moralidad. Esto, en el ámbito de lo religioso, se ha convertido en escalafones de santidad, en la presunción de ser rigurosos con las observancias rituales y legales, caracterizadas por su estrechez y falta de libertad. Hay un “capitalismo religioso y social” que asigna al ser humano obligaciones relacionadas con la producción de méritos morales, rituales, determinando así su mayor o menor cercanía a Dios, copia literal de lo que sucede en la gran sociedad en la que predominan el tener y el producir sobre el ser.

Los modos de vida se tornan así en sombríos cumplimientos de normativas sin espíritu, en liturgias que adolecen de afecto y de vitalidad, en fijaciones jurídicas que no liberan al ser humano, en concebir la relación con Dios como una meritocracia, sin conversión del corazón a El y al prójimo.

Tal  estilo era dominante en el mundo judío contemporáneo de Jesús. Son bien conocidas las controversias que sostenía con los sacerdotes del templo y con los letrados, y el modo tan severo con el que cuestionaba tales actitudes: “Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de inmoralidad y robos” .[6]

 La  propuesta de Jesús es una saludable crítica que provoca revisión a fondo de nuestra religiosidad y espiritualidad, de la manera como concebimos la relación con Dios, con la intención de dar el salto cualitativo al orden de la gratuidad explícita que él  comunica en nombre de su Padre para construír un modo  donde la gracia se distribuye  en igualdad de condiciones y con desmedida generosidad, suscitando la fraternidad, el dinamismo de la comunión, la existencia asumida como aventura liberadora. Así lo  plantea la parábola de los trabajadores de la viña, como lo  refiere el texto de Mateo que se proclama  este domingo.

El proyecto original de Dios se caracteriza por la participación  equitativa de todos en los bienes de la creación y de la vida, ofrecimiento que El nos hace para moldearnos como humanidad llamada a  vivir en la clave de la gratuito. Es deliberada la intención de Jesús con su parábola de los obreros de la viña, cuando un hacendado, en diversos momentos del mismo día, va contratando jornaleros para las faenas del campo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo debido. [7]Al final de la jornada, cuando llega la hora del pago, la sorpresa es general: “Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más, pero también ellos recibieron la misma paga. Al recibirla, se quejaron contra el hacendado: estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día” .[8]

Es injusto Jesús al proponer este mensaje? Desconocedor de derechos y méritos adquiridos? La parábola es sutil para introducir una nueva lógica en la  relación con el Padre, con los seres humanos entre sí, lo que prima no es el merecimiento nuestro sino la voluntad divina que desborda los límites de la justicia de los hombres, este Dios  quiere agraciarnos a todos, llenarnos de oportunidades.  Jesús modifica de raíz el esquema mérito-retribución-pago y manifiesta que el proyecto de Dios es crear para todos las mismas posibilidades de gracia.  Lo  que cuenta no es la observancia sino el querer gratuito e ilimitado del Padre,  no se da a quien lo merece sino a quien lo necesita.

Con esta parábola Jesús está señalando un elemento prioritario en su proyecto del reino de Dios: supera los mínimos de una justicia legal para proponer un estilo de vida basado en la gratuidad, en la igual acogida de Dios hacia todos,  con el conocido énfasis de favorecer a aquellos a quienes “el mundo” desconoce, maltrata y excluye, lo mismo que a quienes son juzgados implacablemente por la moral de los buenos, los amigos de la vanidad religiosa, los que ostentan su pretendida superioridad rasgándose las vestiduras . Este es el grito de Jesús, que vinculamos hoy con la protesta de Munch en su dramático cuadro; rechazo total a medir al ser humano por apellidos, posesiones, resultados, también por sus cumplimientos, devociones, prácticas religiosas: “Al final del camino me dirán: has vivido? has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”. [9]

Jesús se va por los márgenes de la historia , se encuentra con las prostitutas y con los cobradores de impuestos, se rodea de mendigos, también de condenados morales, los quiere sentar en la mesa del Padre, sirviéndoles la posibilidad de rehacerse en su humanidad, de reivindicar su dignidad, de operar en ellos el milagro sanador del amor, de restaurarlos en la integridad de su ser.

La amplitud espiritual de Jesús suscita escándalo, así sucedió en su tiempo y así sucede en nuestros días cuando se quiere ser coherente con ella. Quiere esto decir que los esfuerzos de las personas en relación con sus obligaciones y deberes, el acatamiento correcto de las leyes, la vida honesta, son inútiles, y no se hacen acreedoras al favor de Dios?

Quede claro, con nitidez evangélica, que no se  minimiza el deseo humano de llevar una vida correcta, sólidamente constituída sobre los fundamentos de una moral humanista, liberadora, y formadora de seres humanos responsables.  Quede también claro que este esfuerzo no es para presumir de  ser mejores o superiores a  los demás. No es la determinación objetiva de lo establecido normativamente lo que obliga  sino el libre compromiso que se asume con convicción. [10]

El amor verdadero, el de Dios que llena de significado nuestros amores, es la genuina ley que libera y realiza a quienes así lo viven: “Una cosa importa, que su conducta sea digna de la buena noticia de Cristo” .[11]

 

 

 



[1] 1863-1944, pionero del expresionismo en pintura.

[2] Marcelo y Eva Miranda C., Matías Molina. Edward Munch: enfermedad y genialidad en el gran artista noruego. En Revista Facultad de Medicina Universidad de Chile, número 141 (2013), páginas 774-779, https://scielo.conycit.cl/pdf/rmc//v141n6/art12.pdf . Ulrich Bischoff. Munch: cuadros sobre la vida y la muerte. Taschen. Madrid, 2000.

[3] Bernie Sanders. Contra el capitalismo salvaje. Ediciones Clave Intelectual. Madrid, 2019. César Rendueles. Capitalismo canalla. Austral. Madrid, 2018. Thomas Piketty. El capital en el siglo XXI. Paidós. Barcelona, 2017.

[4] José Luis Sicre. Introducción al profetismo bíblico. Estella, 2011; Profetismo en Israel. Verbo Divino. Estella, 1998. Gerhard von Rad. Teología del Antiguo Testamento volumen II: Las tradiciones proféticas de Israel. Sígueme. Salamanca, 1981. José Loza Vera. Introducción al profetismo: Isaías. Verbo Divino. Estella,2009.  Joseph Blenkinsopp. El libro de Isaías (capítulos 39 a 55; segundo Isaías) Sígueme. Salamanca, 2010.

[5] Isaías 55: 1-3

[6] Mateo 23: 25

[7] Mateo 20: 4

[8] Mateo 20: 9-12

[9] Atribuída al obispo Pedro Casaldáliga  (1928-2020), fallecido el pasado mes de agosto. Hombre que vivió sin reticencias el proyecto de Jesús, sirvió con amor superior a campesinos e indígenas en su diócesis de Sao Felix de Araguaia , en el Matto Grosso de Brasil, su estilo de vida fue austero y gratuito, su voz de profeta fue grito y profecía contra las graves injusticias en contra de sus buenas gentes. Francesc Escribano. Descalzo sobre la tierra roja: vida del obispo Pedro. Casaldáliga. Península. Barcelona, 2002.

[10] Pontificia Comisión Bíblica. Biblia y moral: raíces bíblicas del comportamiento cristiano. Promulgado el 11 de mayo de 2008. En www.vatican.va/roman_curia/congregations/faith/pcb_documents/rc_con_faith_doc_20080511_bibbia-e-morale-sp.html  Marciano Vidal. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino. Estella, 2006; Moral de actitudes, 3 volúmenes. Editorial Perpetuo Socorro. Madrid, 1978. Julio Luis Martínez & José Manuel Caamaño. Moral fundamental :bases teológicas del discernimiento ético. Sal Terrae. Santander, 2014.

[11] Filipenses 1: 27

domingo, 13 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 13 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Señor, cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? Hasta siete veces? Le respondió Jesús: no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”

(Mateo 18: 21-22)

 

Lecturas:

1.   Eclesiástico  28:1-9

2.   Salmo 102: 1-12

3.   Romanos 14:7-9

4.   Mateo 18: 21-35

En la cultura religioso-moral del Antiguo Testamento la ley del talión[1] determinaba la manera como las personas reaccionaban cuando eran ofendidas, vengándose con la precisión matemática contenida en la expresión “ojo por ojo, diente por diente”, tal norma imponía un castigo que se identificaba exactamente con la ofensa infligida. La legislación civil y religiosa autorizaba al agredido a responder con la misma medida con la que había sido vilipendiado: “Pero cuando haya lesiones , las pagarás: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” .[2] Era una venganza  legitimada por el ordenamiento jurídico-religioso. Así se ejercía la justicia hasta los tiempos de Jesús.

Cuando él aparece en la escena del mundo judío se empieza a romper esa mentalidad, sus palabras son el mejor argumento para comprender su invitación al perdón y a la reconciliación: “Ustedes han oído que se dijo ojo, por ojo, diente por diente. Pues yo les digo que no opongan resistencia al que les hace mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en tu mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, déjale también el manto….” . [3]

Cómo interpretar y vivir este mensaje en nuestro país, tan herido por guerras, injusticias, crímenes, violencias desmesuradas, protagonizadas por grupos de derecha y de izquierda, por el mismo estado , por muchos de sus militares, por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, delincuencia común? Cómo construir una cultura del perdón cuando hay tantas heridas abiertas? Qué decir a los familiares de las víctimas inocentes de esta semana, 13 personas fallecidas, que  pasaban desprevenidamente por el lugar de los disturbios, cuando balas perdidas truncaron sus ilusiones y dejaron a sus seres queridos agobiados por el dolor? Qué decir a los dos agentes de policía que se ensañaron con el ciudadano Javier Ordóñez hasta dejarlo sin vida? Qué pensar y sentir ante los desafueros de los vándalos que se desbordan en conductas agresivas, sin representar ellos a la mayoría de la población, la que si reclama verdad y justicia de modo legítimo, sin propiciar la destrucción y la barbarie?[4]

La exigencia del perdón es la más radical que hace Jesús a quienes se interesan en su persona y en su proyecto de vida.[5] Un juicioso antecedente de tal invitación lo encontramos en el texto del Eclesiástico, primera lectura de este domingo, escrito sapiencial que proporciona orientaciones éticas y morales para ayudar a la madurez de la persona y a la salud de la convivencia social, advirtiendo que la venganza, además de herir a otros, se vuelve también en contra del agresor. Es claro en afirmar que no se puede aspirar al perdón de los pecados propios si no hay disposición para  perdonar a los demás: “Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante y pide perdón de sus pecados?[6]

En el evangelio de este domingo , Pedro salta a la escena para consultar a Jesús sobre temas candentes que se presentaban a las nacientes comunidades cristianas que vivían en ambiente judío, intransigente este último en cuanto a la observancia de la ley. Pedro pregunta por el límite del perdón: “Señor, cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? Hasta siete veces? Le respondió Jesús: no te digo hasta  siete veces, sino hasta setenta veces siete” .[7] La alusión al número siete, considerado número de la perfección de Dios, en el lenguaje bíblico, significa perdón sin medida, perdón incondicional. Luego, Jesús acude a la parábola del siervo sin entrañas para explicar a sus oyentes los alcances de la misericordia contenida en el acto de perdonar.

La contestación de Jesús está vinculada con el texto evangélico del domingo anterior, en el que hay una evidente preocupación por el pecado del prójimo, en el sentido constructivo de eliminar todo obstáculo de la persona y de la comunidad, con la invitación al ejercicio de la corrección fraterna.

En el programa de Jesús no hay cabida para la venganza. El perdón es una gracia que procede del amor y de la misericordia del Padre. Pero exige abrir el corazón a una conversión profunda, es decir, a obrar con los demás según los criterios de Dios y   no con los de la mentalidad vigente. La incapacidad para el perdón es la causa determinante de la violencia en nuestro país, la que nos ha sumergido en esta larga historia de destrucción y de muerte: guerras civiles en el siglo XIX, violencia liberal-conservadora durante la primera mitad del siglo XX; guerrillas de izquierda, paramilitares de derecha, narcotráfico, bacrim, falsos positivos, delincuencia común, agresividad en la vida cotidiana, incapacidad para reconocer con respeto a lo que es diferente de nosotros, eliminación del adversario.[8]

En la catequesis católica tradicional se exigían cinco pasos,  para obtener el perdón de los pecados: examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de enmienda, confesión de boca y cumplimiento de la penitencia. Este proceso pone de presente que el perdón y la reconciliación, si bien son una gracia de Dios, también exigen un camino pedagógico y tangible que manifieste el deseo de cambio y el compromiso serio para reparar el mal hecho. El modelo clásico nos ayuda a establecer uno similar para remediar de raíz los gravísimos males causados en tantos años de violencia.[9]

La parábola que completa el texto evangélico de este domingo es una severa advertencia contra la incapacidad de perdonar, el perdonado que no fue capaz de perdonar a su deudor. El relato de este siervo inmisericorde deja claro que la vida en el reino de Dios y su justicia significa experimentar el generosísimo perdón de Dios y disponerse a transmitirlo a los demás, no en piadosas actuaciones ocasionales sino en conductas que se conviertan en permanentes proyectos de vida.

En las peticiones del Padre Nuestro, la clásica plegaria del cristianismo, se expresa esta intencionalidad: “Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal” .[10] Estas palabras establecen una lógica de complementariedad y coherencia entre la demanda que hacemos a Dios de nuestras fragilidades y las que debemos a los prójimos, preferentemente a aquellos que nos han lastimado, y también a quienes hemos ofendido. Este puede ser el mayor indicador de la grandeza de un ser humano, máxime si se trata de un seguidor de Aquel que, humillado y sometido a ignominia siendo el justo por excelencia, expresó con dramática elocuencia: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” .[11]

Es imperativo revisar nuestras conciencias individuales y verificar cómo ellas se proyectan a la gran sociedad, detectar si albergamos sentimientos de venganza, si somos destructivos en nuestras apreciaciones de los demás, si – en nombre de unas pretendidas verdades y superioridades morales – estamos integrados a las violencias simbólicas, si somos incapaces de aceptar la rica pluralidad de la condición humana, si suscribimos posturas políticas de odios y rencores, si las víctimas están ausentes de nuestra sensibilidad.

Para descubrir por qué tenemos que seguir amando a quienes nos han hecho daño, tenemos que explicitar  los motivos del genuino amor a los demás. Si yo amo solamente a las personas que son amables, no salgo de la dinámica del egoísmo. El amor a quienes son amables no es  garantía de un amor auténtico. Si no perdonamos a todos y por  todo, si no nos dejamos seducir por la incondicionalidad del amor del Padre, nuestro amor es nulo, porque si perdonamos unas ofensas y otras no, lo nuestro carece de sentido teologal y de sentido humano.

Nuestras comunidades cristianas deben ser espacios propicios y activos a favor de una verdadera reconciliación basada en la justicia, la verdad y la misericordia, los tres elementos debidamente articulados entre sí. El Evangelio no tolera la impunidad. En cuanto Iglesia estamos llamados a respaldar los procesos de reconciliación, como este de Colombia que se constituye en la gran responsabilidad histórica para la Iglesia y para todos en esta sociedad, siempre con el vigor de la profecía que denuncia lo que es contrario al querer de Dios y a la dignidad humana.[12]

 

 

 

 



[1] Erich Fromm. Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI Editores. México D.F., 1997. Santiago Díaz. Talión. Planeta, 2018.

[2] Exodo 21: 23-24

[3] Mateo 5: 38-40

[4] Sandrine Lefranc. La venganza de las víctimas. En Revista de Estudios Sociales número 59. Bogotá, enero-marzo 2017. Hannah Arendt. Sobre la violencia. Alianza Editorial. Madrid, 2006.

[5] Gerard Fourez. Una buena noticia liberadora :evangelio para un mundo en crisis. Sal Terrae. Santander, 1987. O. Fuchs. Un Dios bondadoso: debilitamiento o endurecimiento  del juicio? En Selecciones de Teología ,volumen 53, número 211; julio-septiembre 2014; páginas 163 a 172. Walter Kasper. La misericordia: clave del evangelio y de la vida cristiana. Sal Terrae. Santander, 2012. Eduardo Sanz de Miguel. Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Monte Carmelo. Burgos. 2016.

[6] Eclesiástico 28:2-4

[7] Mateo 18: 21-22

[8] James D. Henderson. Cuando Colombia se desangró: Una historia de la violencia en metrópoli y en provincia. El Ancora Editores. Bogotá, 1984. Centro Nacional de Memoria Histórica. Informe “Basta ya!: memorias de guerra y dignidad. Bogotá, 2013. Laura Restrepo. Delirio. Norma. Bogotá, 2004. María Teresa Ronderos. Guerras recicladas: una historia periodística del paramilitarismo en Colombia. Aguilar. Bogotá, 2014. Darío Villamizar. Las guerrillas en Colombia. Debate. Bogotá, 2019.

[9] Instituto para la investigación educativa y el desarrollo pedagógico IDEP, Alcaldía Mayor de Bogotá. Pedagogía de las emociones para la paz. Bogotá, 2016.

[10] Mateo 6: 12

[11] Lucas 23: 34

[12] Francisco de Roux. La audacia de la paz imperfecta. Ariel. Bogotá, 2018.

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