“Porque todo el que se
ensalce será humillado, y todo el que se humille será ensalzado”
(Lucas
18: 14)
Lecturas:
1.
Eclesiàstico 35: 15 – 17 y 20 – 22
2.
Salmo 33: 2 – 3; 17 – 19 y 23
3.
2 Timoteo 4: 6 – 9 y 16 – 18
4.
Lucas 18: 9 – 14
Este domingo la Palabra nos pone a pensar seriamente
en la humildad como la actitud esencial
de quien està dispuesto a ser un seguidor de Jesùs responsable y comprometido.
A eso nos guìan la primera lectura y el clásico texto de Lucas, la parábola del
fariseo y el publicano,[1]
recordando la etimología del tèrmino que viene del latìn “humus”, [2]lo
que està màs abajo, lo último, lo que pisamos.
En este mundo y cultura
que reconocen solamente a los poderosos, a los de fama, a los que tienen
riqueza material y alta posición social, el texto bíblico marca la diferencia
profética destacando la preferencia de Dios por los humildes y la denuncia
severa a quien los maltrata: “Las lágrimas que corren por las mejillas
de la viuda son su clamor contra quien las provocó. Quien sirve de buena gana,
es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde
atraviesa las nubes; hasta que no llega a su término, él no se consuela”.
[3]
El libro del
Eclesiàstico, llamado también de Ben Sirà, es escrito por un judío culto, del
siglo II antes de Cristo, dato que hace màs llamativa su vigorosa alusión a
la preferencia de Dios por los que están
màs abajo en la escala social. Dios, lo sabemos bien, se pone de parte de los
màs débiles de la sociedad, siempre a contracorriente de la mentalidad
dominante de privilegios y culto a la personalidad de los que están arriba.
Desde esta óptica
bíblica hay que afirmar siempre con el mejor estilo profético que para Dios no cuentan ni el abolengo ni los
pergaminos ni el dinero, en El descubrimos el valor decisivo de la dignidad
humana que tiene elocuente carta de presentación en los humillados y ofendidos,
y también en quienes no cifran su ser en la arrogancia sino en la discreción,
en la capacidad de ser todo para todos en el amor y en el servicio, y en el
rechazo de toda preeminencia abusiva sobre los demás.
Asì, nos encontramos de
nuevo con ese texto tan conocido del fariseo y el publicano, con el contexto
que indica el evangelista: “Dijo la siguiente parábola a algunos que se
tenìan por justos y despreciaban a los demás” [4]donde
Jesùs manifiesta su coherente actitud, siempre muy severa, con la vanagloria
religioso – moral de los hombres prominentes
del judaísmo de esa época.[5]
El fariseo està
carcomido por el desprecio a los demás, a quienes considera pecadores e
indignos. Sòlo èl se siente bueno y
considera que Dios està de su parte, modelo
religioso que sigue penosamente vigente en muchos de nuestros medios de
iglesia, con su correspondiente juicio moralista sobre la vida de las personas,
con su mente y corazón cerrados para el
ejercicio de la misericordia: “El fariseo, de pie, oraba en su interior de
esta manera: oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres:
rapaces, injustos y adúlteros, ni tampoco como este publicano”[6] .
Diametralmente opuesta
es la actitud del publicano o recaudador de impuestos. Se experimenta
necesitado del amor de Dios, no presume de logros ni de observancias, y
reconoce humildemente su precariedad: “En cambio, el publicano, manteniéndose a
distancia, no se atrevìa ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho y decía: Oh, Dios! Ten compasión de mì, que soy pecador” [7].
Recordamos con esta
imagen a algunos de los pensadores existencialistas creyentes del siglo XX que
hacían hincapié en la radical indigencia del ser humano, como refiriéndose a
que ningún hombre o mujer por sì mismo se da el sentido de la vida, es en esa conciencia donde està
estructuralmente abierto al don de Dios, que es pura gratuidad.[8]
Vale la pena anotar,
como elemento importante de contexto, que los primeros cristianos fueron muy
críticos con los fariseos y demás personajes de la oficialidad religiosa judía,
sobre todo después de la destrucción del templo cuando, al desaparecer la
institución sacerdotal, se alzaron con todas las propiedades del santuario y
con los donativos económicos de la gente, emprendiendo al mismo tiempo la màs
dura persecución contra los discípulos de Jesùs.
Esta animadversión se
evidencia en la frecuentes referencias a la hipocresía religiosa de esta gente,
cuestionamiento que sigue siendo plenamente vigente en nuestros días con los
conocidos casos de fundamentalismo religioso, de manipulación de mentes y
conciencias, y de creación de “fantasmas” - como la tan manida ideología de género
esgrimida por grupos religiosos ultraconservadores - para asustar a la gente
con menor formación.
Es una profunda lección
de vida la que nos transmite este relato, contenido que se repite a menudo en
los evangelios. Recordemos esa expresión que Mateo pone en boca de Jesùs, muy
fuerte por cierto, en la parábola de los dos hijos, también referida a la
soberbia religiosa de aquellos personajes:” Les aseguro que los publicanos y
las prostitutas llegaràn antes que ustedes al Reino de Dios” [9],
nuevo recuerdo del rechazo enfático de
Jesùs a la vanidad que surge de la autojustificaciòn moral y religiosa y a la
actitud despectiva de estos hacia quienes no son asì.
Esto sigue sucediendo
en nuestros medios sociales y religiosos, juzgamos por las apariencias y no
hacemos el esfuerzo de sondear la profundidad del corazón humano y de captar
sus intenciones y sus actitudes. Tenemos una imagen “standard” de los que
consideramos buenos y malos, y nos regimos por esos indicadores externos para
determinar la bondad o la maldad, la religiosidad o la irreligiosidad, en un tipo de conducta – la
de los que juzgan o juzgamos – que no està sintonizada con la misericordia del
Padre.[10]
El publicano reconoce
que la cercanìa de Dios es debida a su amor incondicional y a pesar de sus
fallos. Esto quiere decir que este hombre està màs próximo a Dios , consciente de sus pecados y
de la necesidad que tiene de ese amor , mientras que el fariseo se cree con
derecho al favor divino, envanecido por su pretendidos méritos, porque – eso
piensa – se lo ha ganado con la multitud de sus cumplimientos.
En la perspectiva del
Padre – Madre que se nos revela en
Jesùs, las cosas no son asì. La lógica de Dios
transita por el camino de la humildad y del abandono confiado en El ,
que no mira mèritos ni santidades porque lo suyo es la total gratuidad,
dinamismo que hace justicia a los
humildes: “Les digo que este regresò a su casa justificado, y àquel no. Porque
todo el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado”[11] .
La sabia actitud que se desprende de esta enseñanza es
la de reconocer que todo lo bueno que somos proviene de Dios como gracia pura,
sin merecimiento de nuestra parte. En consecuencia, lo que corresponde es la
dinámica de la constante gratitud, y el ejercicio de la humildad discreta, apta para reconocer esto en las demás
personas.
Dos modos de oración
plantea este relato: el uno es el del que se siente dueño de Dios, porque
cumple rigurosamente con todos los preceptos de su religión, lo que le lleva a
una conciencia de acumulación de mèritos; el otro es el que sabe que Dios llega
a El sin merecerlo.
Algo de esto se puede
entrever en las palabras casi finales de la segunda carta de Pablo a Timoteo: “Y
desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel dìa me entregarà el
Señor, el justo juez, y no solamente a mi , sino también a todos los que hayan
esperado con amor su manifestación” [12] ,
en boca de este hombre de Dios, antes fariseo radical y encarnizado perseguidor
de los cristianos, estas palabras tienen todo el sabor de la experiencia del
perdón y de la misericordia del Padre, que lo lleva a reconocer la fuerza salvadora
de Dios por la justicia de la fe.
Dios ya nos ha dado
todo y nos ha capacitado para desplegar nuestro ser: “Pero el señor me asistió y me
diò fuerzas para poder proclamar plenamente el mensaje….” [13].
El ser humano que surge de esta Buena Noticia està asumido por la gratuidad,
por el reconocimiento de ese Padre que se comunica en Jesùs, siempre dando
vida, y enviándonos al prójimo para replicar en todas nuestras relaciones esa
misma perspectiva del don inmerecido, acontecimiento que sòlo lo pueden
apreciar los humildes, como el publicano de la parábola.
El infatigable trabajo
del Papa Francisco es despojar a la Iglesia Católica de sus pretensiones de
poder y de sus vanaglorias mundanas para hacer de ella una Iglesia que
transparente al Señor Jesús, hospital de campaña para sanar a todos los
desvalidos por causa de la exclusión, de la humillación y de la injusticia, en
ejercicio constante de la misericordia con todos los condenados de la tierra: “Para
la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que
cultural, sociológica, política o filosófica. Esta preferencia divina tiene
consecuencias en la vida de todos los cristianos, llamados a tener “los mismos
sentimientos de Jesucristo”[14].[15]
[1]
Recaudador de impuestos para el imperio romano, en Palestina, que era colonia
de esa potencia política y militar, la más poderosa de aquellos tiempos. Estos
recaudadores eran personas muy odiadas por la mayoría, por el carácter de su
oficio que era implacable en materia del cobro del tributo obligatorio. El odio
era mayor al constatar que eso iba a las arcas de un poder extraño a ellos. Ser
cobrador o recaudador de impuestos no era un oficio que confiriera prestigio y
reconocimiento.
[2]
Palabra latina que significa tierra, lo que está debajo de todo.
[3]
Eclesiástico 35: 15-17
[4]
Lucas 18: 9
[5]
ACOSTA BONILLA, Manuel. Vivir en marginalidad: lectura socio-histórica del
evangelio de Lucas. UCA editores. San Salvador (El Salvador), 2013.
[6]
Lucas 18: 11
[7]
Lucas 18: 13
[8]
LUYPEN, William. Fenomenología existencial. Editorial Carlos Lohlé. Buenos
Aires, 1968.
[9]
Mateo 21: 31
[10]
SOBRINO; Jon. El principio misericordia: bajar de la cruz a los pueblos
crucificados. UCA editores. San Salvador (El Salvador), 2012. En este trabajo
el autor jesuita, conocido por sus aportes a la teología de la liberación, se
refiere – entre otros elementos – a la configuración de una iglesia samaritana,
iglesia que se inclina misericordiosa y compasiva ante el prójimo caído por el
pecado de la injusticia, para reivindicarlo en su dignidad. Este es el
principio misericordia.
[11]
Lucas 18: 14
[12] 2
Timoteo 4: 8
[13] 2
Timoteo 4: 17
[14]
Filipenses 2: 5
[15]
Papa FRANCISCO. Exhortación apostólica LA ALEGRIA DEL EVANGELIO, No. 198.
Ediciones Paulinas. Bogotá, 2013. Recordemos que este es el texto inicial del
Papa Francisco, publicado en noviembre de 2013, ocho meses después del comienzo
de su ministerio como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal. En este
documento el Santo Padre traza las líneas de una Iglesia en salida, con olor a
oveja, despojada de privilegios, inserta en las realidades del ser humano, solidaria
y servicial.