domingo, 26 de abril de 2020

COMUNITAS MATUTINA 26 DE ABRIL 2020 DOMINGO III DE PASCUA CICLO A


“Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero èl desapareció de su vista”
(Lucas 24: 31)

Lecturas:
1.   Hechos 2: 14 y 22-33
2.   Salmo 15
3.   1 Pedro 1: 17-21
4.   Lucas 24: 13-35

Los seres humanos nos movemos entre la felicidad y el sufrimiento, entre los ideales que se logran y las frustraciones, entre el amor y el desamor, entre la vida y la muerte. Los filósofos existencialistas, que florecieron en Europa entre las dos guerras mundiales del siglo XX, se fijaron en esta contingencia radical de la humanidad, su reflexión partió de los desencantos causados por unos a otros, una cultura – la europea – generadora  de  civilización también fue capaz de arrasar  a sus congéneres, de respaldar totalitarismos como los representados por Hitler y por Stalin, millones de muertos en la cruenta conflagración,[1] países desarmados, campos de concentración como siniestras evidencias del poder del mal, la raza judía a punto de total extinción, numerosos grupos de refugiados y desarraigados de su vida cotidiana. Una verdadera incivilización!
La filosofía existencial se fija directamente en el acontecer humano, el “ser-ahí” dice Martin Heidegger[2], la realidad de lo que acontece y afecta, destacando el aspecto dramático, la pregunta por el sentido de la vida, el misterio del mal, la rebelión contra Dios, su silencio, el padecimiento de los inocentes, el vacío, la soledad, la muerte.[3] Es el desencanto en su más alta posibilidad. Así, podemos recorrer el amplio mundo de las existencias desoladas, entristecidas, irredentas, donde se pierde el gozo de vivir. Todos podemos estar ahí.
Dos caminantes abatidos van hacia una aldea llamada Emaús, en la cercanía de Jerusalén, la causa de su pesadumbre: “Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel…..”[4]
En esos desencantados nos podemos reflejar nosotros cuando la angustia existencial nos domina y sentimos que toda posibilidad de vivir con sentido está agotada. Es el gran asunto que ocupa el texto bíblico de Job, el que también ocupa a diario a millones de hombres y mujeres, como ahora, con  las implicaciones del corona virus y sus estadísticas de muerte y de contagio, de parálisis económica, de perplejidad.
Quieren decir estas realidades que el horizonte de la felicidad se esfuma? Que el destino nuestro es vivir en permanente crisis? Entre los referidos existencialistas los hubo pesimistas sin perspectiva de solución, también  otros con esperanza y realismo. De los primeros evocamos a Jean Paul Sartre[5], Simone de Beauvoir[6], Jean Genet[7], Albert Camus. [8] De los segundos  a Gabriel Marcel[9], Karl Jaspers, [10] Nikolai Berdiayev. [11] De aquellos se desprende un sentimiento trágico de la vida y una pérdida de la esperanza; de estos se deriva un gran realismo frente a la precariedad humana, asumida siempre  en clave de sentido y de resignificación pascual.
Veamos  a los dos caminantes de Emaús como referentes del realismo entristecido que, sin embargo, estaba condicionado , en el mejor sentido del término, por un desbordante amor a Jesús y a su causa. Su ausencia física era el motivo de su tristeza: “Jesús les preguntó: De qué van hablando ustedes por el camino? Se detuvieron tristes, y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, contestó: Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y que no sabe lo que ha pasado allí en estos días?[12]
Los relatos de las apariciones del Resucitado – once en total en los cuatro evangelios – aluden a la experiencia de los testigos originales de la fe, a quienes debemos la transmisión de aquello que empezó hace màs de veinte siglos , que se ha propagado dando sentido y razón de vida a muchísimos seres humanos,  la conciencia pascual  se suscitò en aquellos hombres y mujeres que inicialmente se intimidaron ante el poderío religioso-político de los dirigentes del templo de Jerusalèn y   de las autoridades romanas. La suya es una historia de re-encantamiento, de una nueva vida que surge de las cenizas   a partir de su encuentro con Jesús. A eso llamamos la experiencia pascual. [13]
Viven ellos un proceso de maduración creyente que  conocemos como experiencia pascual , pasan del desencanto al entusiasmo, dan el salto de sus temores y pesimismos a una existencia ciento por ciento resignificada en la persona de Jesùs , el Viviente, dejan atrás sus falsos imaginarios religiosos y se encuentran felices con una realidad – comprendida y asumida desde la fe – que hace de ellos personas  totalmente nuevas.[14] Esos testigos originales de nuestra fe nos reflejan también a nosotros en el proceso que va del desencanto a la esperanza, de la muerte a la vida, su testimonio nos implica , se convierte en fundamento del sentido absoluto de la vida, según las comunidades cristianas que dieron origen al Nuevo Testamento.[15]
En  el texto de la primera lectura está Pedro pronunciando su primera predicación , que dirige tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalèn: ”Ustedes lo mataron clavándole en la cruz por mano de unos impíos. Pero Dios lo resucitò librándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado” . [16]
En este  sermón se destacan tres elementos claves de esta “testimonialidad pascual” asumida por Pedro y los primeros discípulos:
-      El Jesùs histórico acreditado por el Padre con milagros y señales de vida.
-       Su muerte injusta a manos de los jefes religiosos de Jerusalèn.
-      Su resurrección obrada por Dios como iniciativa de salvación y plenitud para toda la humanidad.
El significado original de la palabra testigo lo podemos encontrar en su etimología griega: es mártir, que se refiere a aquella persona  capaz de dar su vida por la realidad de la cual es testigo , avala con todo su ser aquello con lo que està totalmente comprometido porque en ello encuentra su plenitud de significado. No en vano las grandes narrativas de los primeros siglos de historia cristiana son de mártires, que la Iglesia considera como la máxima identificación de un creyente con la persona de Jesùs.[17]
Pedro termina su discurso con un sello de autenticidad: “Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos”.[18] Los acontecimientos siguientes, como la formación de las primitivas comunidades de creyentes, el ánimo apostólico con el que divulgaron la Buena Noticia, el espíritu fraterno y solidario, el coraje con el que hicieron frente a las persecuciones e incomprensiones, hablan con elocuencia del nuevo modo que asumieron desde su vivencia pascual.
Cómo reencantar nuestra vida en tiempos de crisis? Cómo, sin desconocer la fragilidad que nos surge de continuo, vivir siempre en perspectiva de esperanza? El anuncio pascual no está contenido en un hecho ingenuo, en un entusiasmo de emociones pasajeras, no se puede reducir a manifestaciones clamorosas de grupos cristianos que desconocen las fracturas inevitables a las que estamos sometidos. Esos hombres y mujeres que siguieron a Jesús – caracterizados por los  límites que los relatos evangélicos refieren -   recuperaron su horizonte de vida, no de modo ocasional.[19] Desde Pascua su vida se replanteó de raíz.
De modo particular, Pedro llama a mantener la fidelidad a Dios aún en las situaciones contradictorias de la vida, porque El nos libera de todo lo injusto e inhumano, y nos recuerda que el costo de esta liberación no es producto de los “precios” que compran el poder, sino del amor desmedido que se ha ofrecido como don para que la vida de todos los humanos tenga sentido, y sea libre y salvada del odio, de las esclavitudes, de la cultura de la muerte, de los designios egoístas de unos : “Y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, que fue ofrecido en sacrificio como un cordero sin defecto ni mancha” .[20]
Los discípulos de Emaús, cuya desilusión tipifica todos los desencantos humanos,  constituyen mucho más que una relación cronológica de algo puntual sucedido después de la muerte del Señor. El relato   cuestiona esa expectativa que tenían los judíos y, con ellos, los discípulos, sobre un Mesías triunfante y espectacular: “Qué faltos de comprensión son ustedes y qué lentos para creer todo lo que dijeron los profetas. Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?” ,[21] les dice Jesús, a quien aún no han reconocido como el Viviente.
Serán las Escrituras las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos dos caminantes confundidos, para que puedan ver y entender que no es con el triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yahvé, como se conquista el Reino de Dios. Sufrimiento – debemos saberlo – que no es exaltación de un Dios que victimiza, sino amorosa donación de la vida para que todos la tengamos en abundancia. Un amor como este redime al ser humano de sus tragedias. Estamos ante una composición elaborada simbólicamente para dar el mensaje de la vida de Dios en Jesús, a partir del dramatismo de la cruz.
El verdadero sentido de las apariciones del Resucitado  es participar de la  experiencia pascual que tuvieron los primeros cristianos a quienes a lo largo de los siglos descubrimos allí nuestra máxima razón de sentido: “Y se dijeron uno al otro: no es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?” .[22]
Como los discípulos de Emaús, también nosotros padecemos  limitaciones a la hora de captar lo más genuino de la fe, nos dejamos llevar por la conocida y empobrecedora rutina religiosa, por reducir la condición creyente a cumplimientos sin fuerza transformadora, por no vislumbrar el influjo totalizante y liberador del relato de Jesús, de su vida, de su pasión, de su muerte, en el que Dios nos llama a descubrir la profundidad de nuestro ser y a superar los límites que nos imponen los “establecimientos” de todo tipo. Por eso, la invitación de hoy es a escribir nuestras biografías con el principio pascual, cómo vivir con esperanza en tiempos de corona virus. [23]
El “ser ahí” de Jesús inscribe salvíficamente el nuestro, es un “ser acá” que trasciende y se hace “más allá”. Historia y trascendencia en tono pascual![24]





[1] Keith Lowe. Europa después de la segunda guerra mundial. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2012. John Boyne. El niño con el pijama de rayas. Salamandra. Barcelona, 2006. Lawrence Rees. El oscuro carisma de Hitler. Planeta. Barcelona, 2013. Yolanda Guío Cerezo. Ideologías excluyentes: pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro. Catarata. Madrid, 2012.
[2] 1889-1976.
[3] Jean Paul Sartre. El ser y la nada. Losada. Buenos Aires, 1973; La náusea . Alianza Editorial . Madrid, 1977. Albert Camus. El hombre rebelde. Losada. Buenos Aires, 2000. La peste. Edhasa. Barcelona, 1991; La caída. Alianza Editorial. Madrid, 1987.
[4] Lucas 24: 19-21
[5] 1905-1980
[6] 1908-1986
[7] 1910-1986
[8] 1913.1960
[9] 1889-1973
[10] 1883-1969
[11] 1874-1948
[12] Lucas 24: 17-18
[13] Gustavo Baena. Fenomenología de la revelación: teología de la Biblia y hermenéutica. Verbo Divino. Estella (Navarra España), 2011. El autor de esta obra monumental, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, dedica una parte muy importante al estudio del hecho pascual, es el capítulo III “La revelación de Dios en el Nuevo Testamento” con dos subtítulos: “La experiencia pascual  e “Historia de la tradición de la experiencia pascual”, páginas 525 a 886.
[14] F.X. Durwell. La resurrección de Jesús misterio de salvación. Herder. Barcelona, 1976. Xavier Leon-Dufour. Resurrección de Jesús y mensaje pascual. Sígueme. Salamanca, 1980.
[15] Gerd Theissen. El movimiento de Jesús: historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005.
[16] Hechos 2: 23-24
[17] José María Tojeira. Teología del martirio.  UCA Editores. San Salvador, 2012.
[18] Hechos 2: 32
[19] Antonio Piñero (editor). Orígenes del cristianismo: antecedentes y primeros pasos. El Almendro. Madrid, 1991.
[20] 1 Pedro 1: 18-19
[21] Lucas 24: 25-26
[22] Lucas 24: 32
[23] Fernando Prado Ayuso. Tejer historias: comunicar esperanza en tiempos de pandemia. Publicaciones Claretianas. Madrid, 2020.
[24] William Luypen. Fenomenología existencial. Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1969.

domingo, 19 de abril de 2020

COMUNITAS MATUTINA 19 DE ABRIL 2020 II DOMINGO DE PASCUA CICLO A


“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él”
(Juan 20: 30-32)
Lecturas:
1.   Hechos 2: 42-47
2.   Salmo 117: 2-4;13-15 y 22-24
3.   1 Pedro 1: 3-9
4.   Juan 20: 19-31
En esta temporada de corona virus asistimos a testimonios de vida y muerte, los primeros nos hablan de gente que se entrega sin medida a servir al prójimo, a través de sus trabajos habituales o dando lo mejor de sí mismos en servicios de emergencia, sin contemplar el beneficio personal, a sabiendas de que esto de la solidaridad y del servicio es la apuesta mayor de la vida. Por esos caminos transita todo el personal sanitario, los que garantizan que nuestras condiciones de alimentación, bienestar, energía eléctrica, agua, provisiones básicas, comunicaciones, seguridad, vigilancia, estudios, teletrabajo, cuidadores, acompañantes, educadores, servicios espirituales y religiosos, estén a la orden del día. Bellas narrativas que acreditan con altura la humanidad: esto es Pascua![1]
Un bello modo de este espíritu pascual lo presenta hoy Hechos de los Apóstoles: “Todos los que creían estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de  cada uno. Todos los días se reunían en el templo , y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. [2]
Pero también – los segundos – hay relatos de mezquindad y de egoísmo sin límites. Los  violentos que no cesan en su cruzada criminal, los que estigmatizan a médicos, enfermeras, profesionales de la salud, con esa conducta maligna que lo ignora todo sobre la trascendencia del ser humano, grupos que sólo creen en su bienestar; los que desacatan las determinaciones preventivas, quienes no comunican que estuvieron de viaje cuando la pandemia había iniciado su carrera mortal, o algunos – bien católicos por cierto – que se burlaron de la primera joven que en Colombia estuvo infectada por el corona virus, por pertenecer a una iglesia evangélica, insinuando que su contagio era castigo de Dios por no ser  católica. También algunos gobiernos que determinan cosas que atentan directamente contra la vida y la dignidad de sus gobernados .Grave, muy grave:  muerte y ruptura de la armonía original del ser humano, [3] el mal siempre reviste nuevas formas de presencia. Esto es muerte!
Que sean estas referencias – propuestas en tiempo pascual – un estímulo para meditar con hondura sobre nuestra condición humana, misterio contradictorio y apasionante, bien y mal coexistentes, grandes humanistas y humanismos, actitudes de total generosidad, y malignidades sobreabundantes. Asumiendo y replanteando  está Dios para significar con eficacia el mundo nuevo que resucita con Jesús.[4]
La  consideración   que proponemos para este domingo es la de hacer un esfuerzo imaginativo para ponernos en el contexto de los primeros discípulos de Jesùs, los que en su vida histórica le siguen y empiezan a ser formados por èl, con los tropiezos y contradicciones bien conocidos según refieren los relatos evangélicos, cuando  imaginaban  que lo que estaba por venir era una triunfante revolución social y político- religiosa con las evidencias temporales de liderazgo y poderío, a lo que aspiraban, como dice Jesús   a propósito de la petición que le hiciera la madre de los hijos de Zebedeo: “Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. [5]
He  aquí que lo que resulta es una implacable persecución a Jesùs por parte de los dirigentes religiosos, la acusación de blasfemo y hereje, el juicio y la condena a muerte, la victoria de las fuerzas del mal y,  finalmente, lo que desde la perspectiva humana es un fracaso rotundo: muerto en cruz.
Cómo reaccionan sus seguidores?:Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”,[6]   crisis y desencanto total, sentimiento de derrota que  expresan los dos caminantes de Emaùs a su misterioso acompañante: “El les dijo: què ha ocurrido? Ellos le contestaron: lo de Jesùs el Nazareno, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo: còmo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser èl quien liberarìa a Israel; pero, con todas esas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasò”.[7]
 Còmo se da en estos abatidos discípulos la evolución hacia la experiencia pascual? Còmo resultan transformados por el Resucitado? Còmo viven ellos la conciencia de que El està vivo y les anima para siempre? A responder este interrogante concurren las lecturas de este y de los siguientes domingos del tiempo pascual. Por eso conviene que veamos  nuestras vivencias de fracaso y recuperación,  la forma como salimos de situaciones de abatimiento , cuando después de abandonos y frustraciones volvemos a vivir con sentido y felicidad. O cuando somos testigos de las inmensas bondades de los seres humanos.[8]
La resurrección de Jesùs no es un simple acontecer individual en el que el Padre favorece al Hijo sacándolo de la oscuridad de la muerte. Lo que aquí sucede es la re-creaciòn del ser humano y, la llegada de lo que en el Nuevo Testamento se llama nueva creación y/o nueva humanidad: “El es el principio, el Primogènito de entre los muertos, para que sea El el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en èl toda la plenitud y reconciliar por El y para El todas las cosas”. [9]
El que haya imperfecciones en la evolución hacia esta novedosa cualidad pascual no quiere decir que sea imposible de lograr,  la conciencia de esos discípulos transformados reconoce que Jesùs lo apostò todo a ese proyecto y el Padre lo legitimò con la resurrección. Vivir pascualmente es estar  100% en y para el proyecto de Jesùs, para una humanidad plena. Ellos lo lograron, muchos lo han logrado, nosotros andamos en eso, es nuestro proyecto clave de la vida.
Dice el texto de Juan que “los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos” ,[10] y presenta el caso de Tomás el incrédulo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y mi mano en su costado, no creeré” , [11] evidencias de inseguridades y temores de que les pudiese suceder lo mismo que a Jesús. O también del que apasionadamente quiere creer, pero necesita ser llenado por la presencia de su Señor, como en estas experiencias-límite, pandemia del corona virus y similares, en las que  clamamos a Dios para que abandone su silencio.[12]
Tomás, a quien tradicionalmente se ha estigmatizado por incrédulo, viene a ser ahora un símbolo de la humanidad perpleja, esa misma que somos nosotros, siempre llenos de búsquedas y preguntas, movidos por la más radical y adolorida honestidad. “Nos hiciste, Señor, para tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”,[13] tradicional frase de San Agustín, que hoy se nos antoja continuidad del sincero deseo de Tomás. Paradójico, pero es así: “Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer”. [14]
Es   preciso que en esta Pascua nos pronunciemos como el incrédulo Tomás,[15] porque tenemos pasión de Dios, de sentido, requerimos razones para la esperanza, ellas se sacian cuando vislumbramos su presencia en nuestra historia, cuando su silencio cesa,[16] cuando se relata en las historias de hombres y mujeres pascuales, como aquellos que – primero desencantados porque al final descubrieron que no se trataba de un mesianismo triunfal – tienen esa experiencia definitiva que los transforma para siempre, les comunica la certeza del Viviente: “Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo: cree!”[17]
Las apariciones están totalmente asociadas a la fe. Jesús sólo se manifiesta a los que tenían vínculos con él, a los que se habían interesado en su proyecto de vida. En cada comunidad cristiana particular todo tiene sentido cuando ellas   “se dejan vivir por Jesús” :“Ustedes aman a Jesucristo, aun sin haberle visto; creen en él, aunque de momento no le vean. Y lo hacen rebosantes de alegría indescriptible y gloriosa, alcanzando así la meta de la fe, que es la salvación” .[18]




[1] Autores varios. Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo. Textos rebeldes. Cochabamba, 2011; Fernando Ayuso (Editor). Tejer esperanza en tiempos de pandemia. Publicaciones Claretianas. Madrid, 2020.
[2] Hechos 2: 44-46
[3] Hannah Arendt. Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal. Penguin Random House. Madrid, 2013; Enrique Romerales. El problema del mal. Ediciones Universidad Autónoma de México UAM. México D.F. 1995; Herbert Haag. El problema del mal. Herder. Barcelona, 1981; Félix Ovejero. Idiotas o ciudadanos? . Montesinos. Barcelona, 2014. Nietzsche Friedrich. Genealogía de la moral. Alianza editorial. Madrid, 1976.
[4] Andrés Torres Queiruga. Repensar la resurrección. Trotta. Madrid, 2003.
[5] Mateo 20: 24-28
[6] Mateo 26: 56
[7] Lucas 24: 19-21
[8] Cáritas América Latina y el Caribe. Cartas a Dios desde América Latina. PPC. Madrid, 2015; Papa Francisco. Un plan para resucitar. Publicado en revista Vida Nueva España del 17 de abril 2020.
[9] Colosenses 1: 18-20
[10] Juan 20: 19
[11] Juan 20: 25
[12] Fedor Dostoiewsky. Los hermanos Karamazov. Alianza editorial. Madrid, 1978.
[13] San Agustín. Confesiones I 1,1. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2018.
[14] Juan 20: 25
[15] Ricardo Palma. La sandalia de Santo Tomás en Tradiciones Peruanas . Porrúa. México DF, 2000.
[16] Juan Luis Ruiz de la Peña. Crisis y apología de la fe. Sal Terrae. Santander (España), 1995.
[17] Juan 20: 27
[18] 1 Pedro 1: 8-9

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