“Entonces se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, pero èl desapareció de su vista”
(Lucas
24: 31)
Lecturas:
1.
Hechos 2: 14 y 22-33
2.
Salmo 15
3.
1 Pedro 1: 17-21
4.
Lucas 24: 13-35
Los seres humanos nos
movemos entre la felicidad y el sufrimiento, entre los ideales que se logran y
las frustraciones, entre el amor y el desamor, entre la vida y la muerte. Los
filósofos existencialistas, que florecieron en Europa entre las dos guerras mundiales
del siglo XX, se fijaron en esta contingencia radical de la humanidad, su
reflexión partió de los desencantos causados por unos a otros, una cultura – la
europea – generadora de civilización también fue capaz de arrasar a sus congéneres, de respaldar totalitarismos
como los representados por Hitler y por Stalin, millones de muertos en la
cruenta conflagración,[1]
países desarmados, campos de concentración como siniestras evidencias del poder
del mal, la raza judía a punto de total extinción, numerosos grupos de
refugiados y desarraigados de su vida cotidiana. Una verdadera incivilización!
La filosofía
existencial se fija directamente en el acontecer humano, el “ser-ahí” dice
Martin Heidegger[2],
la realidad de lo que acontece y afecta, destacando el aspecto dramático, la
pregunta por el sentido de la vida, el misterio del mal, la rebelión contra
Dios, su silencio, el padecimiento de los inocentes, el vacío, la soledad, la
muerte.[3] Es
el desencanto en su más alta posibilidad. Así, podemos recorrer el amplio mundo
de las existencias desoladas, entristecidas, irredentas, donde se pierde el
gozo de vivir. Todos podemos estar ahí.
Dos caminantes abatidos
van hacia una aldea llamada Emaús, en la cercanía de Jerusalén, la causa de su
pesadumbre: “Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y en
palabras delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo los jefes de los
sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte
y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que había
de libertar a la nación de Israel…..”[4]
En esos desencantados
nos podemos reflejar nosotros cuando la angustia existencial nos domina y
sentimos que toda posibilidad de vivir con sentido está agotada. Es el gran
asunto que ocupa el texto bíblico de Job, el que también ocupa a diario a
millones de hombres y mujeres, como ahora, con las implicaciones del corona virus y sus
estadísticas de muerte y de contagio, de parálisis económica, de perplejidad.
Quieren decir estas
realidades que el horizonte de la felicidad se esfuma? Que el destino nuestro
es vivir en permanente crisis? Entre los referidos existencialistas los hubo
pesimistas sin perspectiva de solución, también
otros con esperanza y realismo. De los primeros evocamos a Jean Paul
Sartre[5],
Simone de Beauvoir[6],
Jean Genet[7],
Albert Camus. [8]
De los segundos a Gabriel Marcel[9],
Karl Jaspers, [10]
Nikolai Berdiayev. [11]
De aquellos se desprende un sentimiento trágico de la vida y una pérdida de la
esperanza; de estos se deriva un gran realismo frente a la precariedad humana,
asumida siempre en clave de sentido y de
resignificación pascual.
Veamos a los dos caminantes de Emaús como referentes
del realismo entristecido que, sin embargo, estaba condicionado , en el mejor
sentido del término, por un desbordante amor a Jesús y a su causa. Su ausencia
física era el motivo de su tristeza: “Jesús les preguntó: De qué van hablando
ustedes por el camino? Se detuvieron tristes, y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, contestó: Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalén y que no
sabe lo que ha pasado allí en estos días?”[12]
Los relatos de las
apariciones del Resucitado – once en total en los cuatro evangelios – aluden a
la experiencia de los testigos originales de la fe, a quienes debemos la
transmisión de aquello que empezó hace màs de veinte siglos , que se ha
propagado dando sentido y razón de vida a muchísimos seres humanos, la conciencia pascual se suscitò en aquellos hombres y mujeres que
inicialmente se intimidaron ante el poderío religioso-político de los
dirigentes del templo de Jerusalèn y de las autoridades romanas. La suya es una
historia de re-encantamiento, de una nueva vida que surge de las cenizas a
partir de su encuentro con Jesús. A eso llamamos la experiencia pascual. [13]
Viven ellos un proceso
de maduración creyente que conocemos como
experiencia pascual , pasan del desencanto al entusiasmo, dan el salto de sus
temores y pesimismos a una existencia ciento por ciento resignificada en la
persona de Jesùs , el Viviente, dejan atrás sus falsos imaginarios religiosos y
se encuentran felices con una realidad – comprendida y asumida desde la fe –
que hace de ellos personas totalmente
nuevas.[14]
Esos testigos originales de nuestra fe nos reflejan también a nosotros en el
proceso que va del desencanto a la esperanza, de la muerte a la vida, su
testimonio nos implica , se convierte en fundamento del sentido absoluto de la
vida, según las comunidades cristianas que dieron origen al Nuevo Testamento.[15]
En el texto de la primera lectura está Pedro
pronunciando su primera predicación , que dirige tanto a los judíos presentes
como a todos los habitantes de Jerusalèn: ”Ustedes lo mataron clavándole en la cruz
por mano de unos impíos. Pero Dios lo resucitò librándolo de los dolores de la
muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado” . [16]
En este sermón se destacan tres elementos claves de
esta “testimonialidad pascual” asumida por Pedro y los primeros discípulos:
-
El Jesùs histórico acreditado por el
Padre con milagros y señales de vida.
-
Su
muerte injusta a manos de los jefes religiosos de Jerusalèn.
-
Su resurrección obrada por Dios como
iniciativa de salvación y plenitud para toda la humanidad.
El significado original
de la palabra testigo lo podemos encontrar en su etimología griega: es mártir,
que se refiere a aquella persona capaz
de dar su vida por la realidad de la cual es testigo , avala con todo su ser
aquello con lo que està totalmente comprometido porque en ello encuentra su
plenitud de significado. No en vano las grandes narrativas de los primeros
siglos de historia cristiana son de mártires, que la Iglesia considera como la
máxima identificación de un creyente con la persona de Jesùs.[17]
Pedro termina su
discurso con un sello de autenticidad: “Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo
Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos”.[18]
Los acontecimientos siguientes, como la formación de las primitivas comunidades
de creyentes, el ánimo apostólico con el que divulgaron la Buena Noticia, el
espíritu fraterno y solidario, el coraje con el que hicieron frente a las
persecuciones e incomprensiones, hablan con elocuencia del nuevo modo que
asumieron desde su vivencia pascual.
Cómo reencantar nuestra
vida en tiempos de crisis? Cómo, sin desconocer la fragilidad que nos surge de
continuo, vivir siempre en perspectiva de esperanza? El anuncio pascual no está
contenido en un hecho ingenuo, en un entusiasmo de emociones pasajeras, no se
puede reducir a manifestaciones clamorosas de grupos cristianos que desconocen
las fracturas inevitables a las que estamos sometidos. Esos hombres y mujeres
que siguieron a Jesús – caracterizados por los límites que los relatos evangélicos refieren
- recuperaron su horizonte de vida, no de modo
ocasional.[19]
Desde Pascua su vida se replanteó de raíz.
De modo particular,
Pedro llama a mantener la fidelidad a Dios aún en las situaciones
contradictorias de la vida, porque El nos libera de todo lo injusto e inhumano,
y nos recuerda que el costo de esta liberación no es producto de los “precios”
que compran el poder, sino del amor desmedido que se ha ofrecido como don para
que la vida de todos los humanos tenga sentido, y sea libre y salvada del odio,
de las esclavitudes, de la cultura de la muerte, de los designios egoístas de
unos : “Y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con
cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de
Cristo, que fue ofrecido en sacrificio como un cordero sin defecto ni mancha” .[20]
Los discípulos de
Emaús, cuya desilusión tipifica todos los desencantos humanos, constituyen mucho más que una relación
cronológica de algo puntual sucedido después de la muerte del Señor. El
relato cuestiona esa expectativa que
tenían los judíos y, con ellos, los discípulos, sobre un Mesías triunfante y
espectacular: “Qué faltos de comprensión son ustedes y qué lentos para creer todo lo
que dijeron los profetas. Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes
de ser glorificado?” ,[21]
les dice Jesús, a quien aún no han reconocido como el Viviente.
Serán las Escrituras
las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos dos
caminantes confundidos, para que puedan ver y entender que no es con el
triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yahvé, como se
conquista el Reino de Dios. Sufrimiento – debemos saberlo – que no es exaltación
de un Dios que victimiza, sino amorosa donación de la vida para que todos la
tengamos en abundancia. Un amor como este redime al ser humano de sus
tragedias. Estamos ante una composición elaborada simbólicamente para dar el
mensaje de la vida de Dios en Jesús, a partir del dramatismo de la cruz.
El verdadero sentido de
las apariciones del Resucitado es
participar de la experiencia pascual que
tuvieron los primeros cristianos a quienes a lo largo de los siglos descubrimos
allí nuestra máxima razón de sentido: “Y se dijeron uno al otro: no es verdad que
el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos
explicaba las Escrituras?” .[22]
Como los discípulos de
Emaús, también nosotros padecemos limitaciones a la hora de captar lo más
genuino de la fe, nos dejamos llevar por la conocida y empobrecedora rutina
religiosa, por reducir la condición creyente a cumplimientos sin fuerza
transformadora, por no vislumbrar el influjo totalizante y liberador del relato
de Jesús, de su vida, de su pasión, de su muerte, en el que Dios nos llama a
descubrir la profundidad de nuestro ser y a superar los límites que nos imponen
los “establecimientos” de todo tipo. Por eso, la invitación de hoy es a
escribir nuestras biografías con el principio pascual, cómo vivir con esperanza
en tiempos de corona virus. [23]
El “ser ahí” de Jesús
inscribe salvíficamente el nuestro, es un “ser acá” que trasciende y se hace
“más allá”. Historia y trascendencia en tono pascual![24]
[1]
Keith Lowe. Europa después de la segunda
guerra mundial. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2012. John Boyne. El niño con el pijama de rayas.
Salamandra. Barcelona, 2006. Lawrence Rees. El
oscuro carisma de Hitler. Planeta. Barcelona, 2013. Yolanda Guío Cerezo. Ideologías excluyentes: pasiones y razones
ocultas de la intolerancia al otro. Catarata. Madrid, 2012.
[2] 1889-1976.
[3]
Jean Paul Sartre. El ser y la nada.
Losada. Buenos Aires, 1973; La náusea
. Alianza Editorial . Madrid, 1977. Albert Camus. El hombre rebelde. Losada. Buenos Aires, 2000. La peste. Edhasa. Barcelona, 1991; La caída. Alianza Editorial. Madrid,
1987.
[4]
Lucas 24: 19-21
[5]
1905-1980
[6]
1908-1986
[7]
1910-1986
[8]
1913.1960
[9]
1889-1973
[10]
1883-1969
[11]
1874-1948
[12]
Lucas 24: 17-18
[13]
Gustavo Baena. Fenomenología de la
revelación: teología de la Biblia y hermenéutica. Verbo Divino. Estella
(Navarra España), 2011. El autor de esta obra monumental, profesor en la
Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, dedica una parte muy
importante al estudio del hecho pascual, es el capítulo III “La revelación de Dios en el Nuevo
Testamento” con dos subtítulos: “La
experiencia pascual” e “Historia de la tradición de la experiencia
pascual”, páginas 525 a 886.
[14]
F.X. Durwell. La resurrección de Jesús
misterio de salvación. Herder. Barcelona, 1976. Xavier Leon-Dufour. Resurrección de Jesús y mensaje pascual.
Sígueme. Salamanca, 1980.
[15]
Gerd Theissen. El movimiento de Jesús:
historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005.
[16]
Hechos 2: 23-24
[17]
José María Tojeira. Teología del martirio.
UCA Editores. San Salvador, 2012.
[18]
Hechos 2: 32
[19]
Antonio Piñero (editor). Orígenes del
cristianismo: antecedentes y primeros pasos. El Almendro. Madrid, 1991.
[20] 1
Pedro 1: 18-19
[21]
Lucas 24: 25-26
[22]
Lucas 24: 32
[23]
Fernando Prado Ayuso. Tejer historias:
comunicar esperanza en tiempos de pandemia. Publicaciones Claretianas.
Madrid, 2020.
[24]
William Luypen. Fenomenología existencial.
Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1969.