“El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”
(Lucas 2: 40)
Lecturas:
1.
Eclesiástico 3: 2-6 y 12-14
2.
Salmo 127
3.
Colosenses 3: 12-21
4.
Lucas 2: 22-52
Es esencial en la comprensión y vivencia de la fe
cristiana el carácter sacramental de la
humanidad, así lo planteábamos en la reflexión correspondiente al día de
Navidad, en la perspectiva de la
encarnación de Dios en el ser humano y en su historia. Dios se inserta en la
condición humana para hacer de nosotros seres humanos excelentes. El método
especializado para esta tarea es Jesús de Nazareth, él es el modelo y referente
de esta nueva humanidad. La propuesta está contenida en el Evangelio. [1]
El trabajo salvador y liberador de Dios se refleja con
excelencia en seres humanos buenos, generosos, transparentes, realidades que se
expresan en la rectitud de sus vidas, en su disposición para la solidaridad y
para el servicio, en su capacidad para darse con el fin de que muchos tengan vida y
dignidad, en su estilo constante de construcción de vínculos comunitarios, en
su apasionada lucha por la justicia, en la humanización constante del prójimo,
en su cuidado responsable de la naturaleza, todo como lenguaje definitivo de
Dios. [2]
Un ser humano así es la obra de arte de Dios, en la que confluyen su iniciativa
gratuita y la respuesta de nuestra libertad.
José María Castillo, teólogo español, en su estupendo
libro “La humanización de Dios” dice: “Si
estamos efectivamente convencidos de que Dios se nos da a conocer en Jesús y de
que, por tanto, Jesús es el Revelador de Dios, una misión que no sólo desempeñó
en su vida mortal, sino que, según la teología del cuarto evangelio, sigue
realizando en este momento, la conclusión lógica que de eso se desprende es que
, en la humanidad de Jesús, conocemos la humanidad de Dios” [3].
Y la humanidad de Jesús se refleja en el ser humano – valga la redundancia –
plenamente humanizado, la más genuina narrativa del quehacer teologal.
Uno de los aspectos destacados de esta “humanización
de Dios” es su realidad familiar, que la liturgia de la Iglesia destaca este
domingo como complemento lógico del sentido de la Navidad, ofreciendo a nuestra
consideración y celebración la discreta familia de José, María y Jesús, su
espiritualidad, su armonía, y la extraordinaria sencillez de su vida.
La buena
condición humana surge en un medio familiar armónico, amoroso, solidario, pleno
de afecto y de espiritualidad: “Porque el Señor quiere que el padre sea
respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. El que
honra a su padre expía sus pecados, y el que respeta a su madre es como quien acumula
un tesoro” [4].
Dos asambleas del Sínodo de los Obispos, convocadas
por el Papa Francisco (2014 y 2015), se han dedicado a estudiar las realidades
del matrimonio y de la familia, sus problemáticas actuales, sus fortalezas y
también sus debilidades, de allí surgió ese documento , ahora de total
actualidad, que se llama “Amoris Laetitia” (sobre el amor en la familia), que hace un diagnóstico completo de las
circunstancias contemporáneas de la institución familiar, para luego valorarlas
y discernirlas a la luz de la Buena Noticia de Jesús.[5]
.
En el texto el Papa Francisco explicita la centralidad del amor en el
matrimonio, se proyecta con orientaciones pastorales fundamentadas en la
misericordia, señala pautas claras para la educación de los hijos, y plantea
líneas para una espiritualidad conyugal y familiar. Denso y estimulante texto,
de clarísima raigambre evangélica, que da esperanza a las familias y se fija
constructivamente en los caminos de superación de los conflictos que las
aquejan: “Los esposos cristianos son
mutuamente para sí, para sus hijos y para los restantes familiares,
cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Dios los llama a engendrar y a
cuidar. Por eso mismo, la familia ha sido siempre el hospital más cercano…..La
vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios y cada uno es
para el otro una permanente provocación del Espíritu” [6].
Es muy importante
notar que en la preocupación pastoral contenida en este documento hay un
interés especial por aquellos seres humanos que un día contrajeron matrimonio
en la Iglesia, pero que después descubrieron que por factores de diversa
naturaleza no era posible continuar con su vida conyugal, quedando con el
vínculo sacramental vigente sin vida en común y – siguiendo las determinaciones
tradicionales de la Iglesia Católica – excluídos del beneficio de los
sacramentos, en caso de que emprendieran una nueva relación de pareja sin la
bendición eclesial. El Papa invita a hacer un examen serio de cada
circunstancia, un auténtico discernimiento, para detectar las intenciones de
los implicados, valorándolas y abriendo la posibilidad de que puedan disfrutar
del don de la eucaristía y de todos los sacramentos de la Iglesia. Esta
apertura le ha valido no pocos contradictores procedentes de la más rígida
ortodoxia católica.[7]
Lo que está en
la raíz del pensamiento papal es el ejercicio de la más pura misericordia, al
estilo de Jesús! Con esta misma mentalidad, el Papa Francisco ha pedido que se revisen los
requisitos para proceder a la nulidad de aquellos matrimonios en los cuales se
dan vicios de consentimiento y otros elementos que afectan en su esencia la
seriedad y solidez del vínculo conyugal. No se está feriando la consistencia
del sacramento matrimonial, simplemente se está teniendo en cuenta un aspecto
propio de la fragilidad humana. La Iglesia, madre y maestra de misericordia,
debe encarnarse en estas realidades y ofrecer alternativas que abran caminos de
felicidad a todos los seres humanos.
Sólidos estudios de sociología y de antropología nos
ayudan a tener visión de las realidades familiares en estos tiempos actuales,
muchas de ellas revisten características muy preocupantes. Familias
incompletas, inmadurez emocional de los esposos, precariedad económica, influjo
de los medios de comunicación que no ofrecen modelos integrados, sociedad de
consumo, violencia intrafamiliar, desplazamiento forzado, banalización de los
sentimientos, caricaturas del ser
humano, debilidad en el diálogo, son demasiados factores que no hacen de la
familia el ámbito original de felicidad y de humanismo. [8]
Para la Iglesia la familia es ámbito principal de
humanismo y de formación en la fe, el magisterio de papas y obispos, el trabajo
de los teólogos, los movimientos apostólicos de espiritualidad conyugal y familiar,
así lo reconocen y por eso , dentro de las prioridades pastorales, la familia
es núcleo esencial para el surgimiento del nuevo ser humano modelado por la
Buena Noticia de Jesús. [9]
Seguir el relato de Lucas es un texto propicio para
considerar nuestra vida de familia. Este texto, que hace parte de los relatos
de la infancia de Jesús, nos cuenta el rito de la presentación del niño en el
templo, tradición judía propia de sus hondas convicciones teologales, que
ofrecía los hijos a Dios, asumidos como gracia y bendición.
La narración
nos indica el gozo del anciano Simeón y de la profetisa Ana, al encontrarse
en el niño Jesús con la humanidad de
Dios y con la concreción de su promesa de salvación: “Ahora, Señor, puedes dejar que
tu servidor muera en paz, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste
delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel” [10].
Siguiendo la comprensión de los géneros literarios de la Biblia estamos ante un
relato que desborda la puntualidad de lo biográfico para dar paso a la
interpretación teológica: en la frágil humanidad de este niño se revela Dios en plenitud! Su humanidad
es sacramento del encuentro con Dios, es el concierto de lo divino y de lo
humano cuya plena definición se hace sacramento en el Señor Jesús. [11]
Parte sustancial de la lógica de la encarnación es
tener padre y madre, vivir en familia, madurar, apropiar la formación que allí
se recibe, ver en José y en María a dos creyentes ejemplares, amantes de Dios,
laboriosos, persuadidos de que el hogar es su medio divino.
La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario,
una evolución. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de
perplejidades, angustias y gozos: “Simeón, después de bendecirlos, dijo a
María, la madre: este niño será causa de caída y de elevación para muchos en
Israel, será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el
corazón” [12].
Luego , las cosas se harán
paulatinamente más claras. El evangelista hace notar que: “El regresó con sus padres a
Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón”
[13]
. La meditación de María le permite profundizar el sentido de la misión de
Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso que la lleva a la
captación de los designios de Dios. Ella es la primera discípula, evangelizada
por su propio hijo.
A menudo, Dios sorprende y derriba nuestros esquemas
de lógica humana. En este caso es patente, no es fácil entender sus planes, su
voluntad, el modo de vida que El nos propone en Jesús va en contravía de muchas
mentalidades dominantes en los diversos medios sociales y tiempos de la
historia. Es un estilo profético, de
vida libre desde Dios y desde el prójimo, no se matricula en las categorías del
poder y del éxito, la vida austera, en pobreza, es un rasgado muy marcado en
este proyecto; su opción por la justicia debida a los pobres es contundente, va
siempre despojado de compromisos con los modos habituales de la sociedad. María
y José captan y asumen esta lógica teologal, que es también la suya.[14]
Hay unas exigencias fundamentales para entrar en
comunión con Dios, en las que José y María son referencia ejemplar:
-
Buscarlo: “Como no lo encontraron volvieron a
Jerusalén en busca de él” [15]-
-
Radical confianza en Dios; considerar en oración y
discernimiento estas realidades y asumirlas con esperanza:” Su
madre conservaba estas cosas en su corazón” [16] -
-
Dejar que Dios
acontezca madurando en la interioridad: “Jesús iba creciendo en sabiduría, en
estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” [17].
Pablo, en la segunda lectura de hoy, de la carta a las
Colosenses, exhorta a llevar una vida que sea consecuencia del haberse
revestido de Jesús, el hombre nuevo: “Sobre todo, revístanse del amor, que es el
vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones, esa paz
a la que han sido llamados porque formamos un solo cuerpo. Y vivan en la acción
de gracias” [18].
Una familia amorosa, promotora de la dignidad y de la felicidad de sus
integrantes, abierta a la trascendencia de Dios, formadora de espiritualidad,
es un trasunto perfecto de este revestirse de la nueva humanidad.
La severa crisis de humanismo que se vive en muchos
ámbitos del mundo, la posibilidad de ser manipulados por la seudocultura
“light”, la dificultad para adquirir compromisos de largo alcance y de
creciente felicidad, el espíritu facilista y poco dado a la abnegación, el
talante individualista y egocéntrico de muchos, el vacío de trascendencia, son
hechos que afectan negativamente a las personas y a su dinámica familiar. Si es
de nuestra fe propender siempre por lo humano, el llamamiento es a trabajar con pasión por la familia completa,
integrada, feliz, en comunión. De allí
surgen los hombres y las mujeres integrados, emprendedores de mejores
sociedades, con raíces espirituales profundas.
[2] SCHYLLEEBECKX,
Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1999. BOFF, Leonardo.
Gracia y liberación del hombre. Trotta. Madrid, 2012.
[5] PAPA FRANCISCO. Exhortación Apostólica Post Sinodal Amoris Laetitia,
sobre la ALEGRIA DEL AMOR EN LA FAMILIA. Ediciones Tipografía Vaticana. Roma,
2015.
[7] IVEREIGH, Austen. Wonded
shepherd: Pope Francis and his struggle to convert the Catholic Church. Henry Holt. New York, 2019. La traducción
castellana está próxima a publicarse: Pastor herido: el Papa Francisco y su
esfuerzo por convertir la Iglesia Católica.
[8] JELIN,
Elizabeth. Pan y afectos: la transformación de las familias. Buenos Aires.
Fondo de Cultura Económica, 1998. WAINERMAN, Catalina. La vida cotidiana en las
nuevas familias: una revolución estancada? Lumiére. Buenos Aires, 1999.
GUTIERREZ DE PINEDA, Virginia. Familia y cultura en Colombia. Ediciones Universidad
de Antioquia. Medellín, 1975.
[9] PAPA
JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio sobre la misión de
la familia en el mundo actual. Tipografía Vaticana. Roma, 1981. También
remitimos a los lectores a conocer movimientos de espiritualidad conyugal y
familiar como Equipos de Nuestra Señoras, Encuentros Matrimoniales, Movimiento
Familiar Cristiano.
[11] SCHYLLEEBECKX,
Edward. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Ediciones Dinor. San
Sebastián, 1965. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. La humanidad nueva: ensayo de
Cristología. Sal Terrae. Santander (España), 2000. Del mismo autor: Proyecto de
hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander (España), 1987.
[14] BOFF,
Leonardo. San José, padre de Jesús en una sociedad sin padre. Sal Terrae.
Santander (España), 2010.