“Pues
hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”
(Lucas 13: 30)
Lecturas:
1.
Isaìas 66: 18 – 21
2.
Salmo 116: 1 – 2
3.
Hebreos 12: 5 – 7 y 11
– 13
4.
Lucas 13: 22 – 30
Las
lecturas de hoy nos ponen frente a la realidad de eso que en lenguaje religioso
tradicional llamamos la salvación eterna. Quiènes se salvaràn? Còmo nos
salvaremos? Què debemos hacer para salvarnos? Estas inquietudes son las que
están contenidas en el relato evangélico correspondiente a este domingo, a las
que Jesùs responde con lenguaje enigmático y sorprendente: “Esfuércense
por entrar por la puerta estrecha,
porque les digo que muchos pretenderán entrar y no podrán”. [1]
Ya
sabemos muy bien que la lógica de Dios hace trizas nuestros esquemas humanos,
esto se ha hecho evidente en el ser y en el quehacer de Jesùs cuando somete a
crìtica profunda y rigurosa el establecimiento religioso judío, y también a las mentalidades similares de todos
los tiempos de la historia humana. Desde la experiencia que tiene Jesús de la
paternidad de Dios y desde la libertad que esto le genera se pueden someter a
“control de calidad” las prácticas religiosas de todos los tiempos de la
historia.
La
forma tradicional de hallar plenitud de sentido en lo que se llama “salvación” corresponde a un paradigma
religioso bastante individualista y también egocéntrico. Se ha concebido esto
como un negocio entre Dios y el creyente: El me salva si yo le cumplo con
ciertos requisitos, entonces lo que pasa es que esto se torna en unas
“consignaciones” permanentes en mi cuenta “bancaria” religiosa, abonos de
obras, méritos, autojustificaciones, cumplimientos, para que, al final de la
vida se me haga el correspondiente balance contable – pura meritocracia! - , de
acuerdo con esto se me otorgará la anhelada salvación (cielo), tendré que
purificarme si el balance no me da (purgatorio), o definitivamente el saldo es
rojo y no paso la prueba (infierno). El éxito de esa contabilidad automeritoria
será el que me dé o no me dé el pase a la eternidad.[2]Tal
concepción es muy pobre y estrecha y no corresponde a la genuina revelación
bíblica.[3]
A
Jesús no le preocupan ni la cantidad de merecimientos, ni la pertenencia a tal
o cual comunidad de elegidos, ni los niveles de alta observancia religiosa de
los “aspirantes” a esa salvación, ni tampoco las fechas. El desarma por
completo estas pretensiones y, como suele hacerlo, nos hace un planteamiento
profundamente radical pero profundamente liberador. [4]
Tal
intención del Señor se hace clarísima
con las conocidas palabras: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrarà
en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que està en
los cielos”[5]
, expresión de Jesùs incluìda en el contexto amplio del espíritu de las
bienaventuranzas, cuando èl propone su programa de sentido y de acatamiento a Dios y al hermano, trascendiendo en el amor y en el servicio màs
allà de las simples pràcticas religiosas y cultuales.
Volviendo a Lucas, vemos que este pone a Jesùs “caminando
hacia Jerusalèn”, tèrmino frecuente en los evangelistas que alude al
encuentro de Jesùs con su destino definitivo, con las consecuencias de su
misión, con la definitividad de su tarea de manifestar a los humanos el amor
universal del Padre, su misericordia, la inclusión de los últimos del mundo, y
la radical pròjimidad como dato ètico esencial en su predicación. Ir hacia
Jerusalén es ir hacia su cruz, hacia la evidencia plena que legitima su opción
por el reino de Dios y su justicia, hacia la consecuencia dramática – la muerte
– de todo su actuar que quiebra el referido modelo de salvación – escandaliza a
los jefes religiosos del pueblo judío - , sacrificio que se convierte en
mediación definitiva de liberación.
Jesùs
anuncia constantemente que Dios es un padre bueno que acoge a todos, siempre
tendiendo la mano amorosa y dando mil oportunidades a todos para vivir una
humanidad plena, servicial, solidaria. Esto es motivo de gozo para muchos,
especialmente para aquellos que ordinariamente no son tenidos en cuenta porque
se les considera religiosa y moralmente inferiores, mensaje sorprendente que
incluye a prostitutas, cobradores de impuestos, pecadores públicos. Ante esto
algunos de sus contemporáneos se preguntaron: no està abriendo el camino hacia
una relajación de las costumbres, inaceptable planteamiento para los conocidos
y rìgidos guardianes de la moral y de la
religión?
El
conocido estilo del Papa Francisco, su amplitud de miras, genuinamente evangélica,
le ha valido la oposición intransigente de varios cardenales y obispos. Le
acusan, como a Jesús, de apartarse de la verdadera doctrina y de la enseñanza
moral tradicional. Esto siempre sucede cuando se quiere recuperar el Evangelio,
los integristas – nuevos fariseos – no soportan la libertad del profeta y la
pérdida de sus seguridades doctrinales.
Las
respuestas de Jesùs enfocan el asunto en otra dirección que no tiene que ver
con el cumplimiento de ritos, normas, disciplinas, minuciosidades jurídicas, obligaciones.
Para èl la clave està en una actitud lùcida que acoge a ese Dios misericordioso
como gracia, como don que justifica no por la acumulación de mèritos sino por
la gratuidad de ese amor que aspira a que todos entren por esa “senda
estrecha”.[6]
Por
supuesto que debemos decir que el
seguimiento del proyecto del Padre demanda una existencia responsable y
comprometida, no se trata de un facilismo permisivo a ultranza, tal propuesta va por el lado de una vida que
se vive con gran intensidad humana saliendo del individualismo religioso-moral
y haciéndose plena en la atención amorosa a los prójimos, configurando con
ellos un mundo de comunión y de participación, de fraternidad, de humanidad que
se encuentra con el Padre en el encuentro con los hermanos.[7]
Aquì està la jugada maestra de lo que llamamos
salvación. Para salvarse no basta el hecho de pertenecer a la Iglesia, de
seguir con detalle todas sus prescripciones, Jesús está proponiendo un “plus”
radical, que es la referencia central de los textos de este domingo. Hay un ego
muy moldeado por la vanidad religioso-moral de los fariseos, y de todos los que
quieren mantener la vigencia de este modelo hasta el día de hoy.
Esta
no es una frontera que hay que cruzar
como cumpliendo el requisito final, es un proceso de descentración del yo que
hay que llevar lo màs lejos posible. En este orden de cosas, Jesùs cuestiona a
aquellos que se sienten “merecedores” del don de Dios y lo proclaman a diestra
y a siniestra. Contra esta autojustificaciòn èl dice: “Cuando el dueño de la casa se
levante y cierre la puerta, los que estèn fuera se pondrán a llamar diciendo:
Señor, abrènos! Pero les responderà: no se de dònde son ustedes. Entonces
empezaràn a decir: Señor, hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras
plazas. Pero les volverá a decir: No sè de dònde son. Apàrtense todos de mì,
malhechores!” .[8]
Ese
perfeccionismo religioso y moral , esa conciencia de ser los buenos y
justificados, esa presunción que desprecia a quienes no son asì,
definitivamente farisaica, reviste a menudo la forma del fundamentalismo
intransigente que condena a quienes ellos juzgan como excluìdos del favor de
Dios. Las homofobias, el supremacismo, las vanidades religioso morales, las
iglesias integristas, resultan
repugnantes para Jesùs y no constituyen el proyecto de plenitud que èl nos
transmite desde el Padre Dios.[9]
En
coherencia con todo lo anterior entramos
ahora en conexión directa con la
universalidad del don de Dios anunciado por Jesús, y prefigurado en los
profetas del Antiguo Testamento.
La
primera lectura nos da una nueva sorpresa cuando anticipa una salvación universal, incluyente,
reconocedora de todos en el mundo: “Yo vengo a reunir a todas las naciones y
lenguas; vendrán y verán mi gloria. Les pondrè una señal y enviarè de ellos
algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mèsec, Ros, Tùbal,
Yavàn; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria” .[10]
Este
texto pertenece a lo que los estudiosos de la Biblia llaman el tercer Isaìas
(capítulos 50 a 66 de este libro del Antiguo Testamento), que delinea los
nuevos tiempos mesiánicos de Israel, en los que la promesa de Yavè se cumple
con creces, abarcando a todos los seres humanos, como uno de los rasgos que
caracterizan esa nueva época, marcada por la determinación universal de
salvación: “Y traerán a todos sus hermanos de todas las naciones como oblación a
Yahvè” . [11]
Dios
no se fija en la perfección absoluta que eventualmente algunos humanos
pretendan lograr sino en la condición creatural que nos distingue, necesitados
de gracia y de sentido, de libertad y de salvación, manteniéndonos frágiles y –
desde ahì – entregados al proyecto de servir, de amar, de dignificar al
prójimo, de dar la vida por la humanidad, de acoger, de bendecir. No estamos en
el mundo para salvar nuestro yo sino para desprendernos de èl hasta que no
quede ni rastro de lo que creìamos ser.
Hay
muchos creyentes que son modélicos en este sentido. Su vida está determinada
por su disposición de darse sin reservas, siendo instrumento para que muchos
reciban la vitalidad de Dios en esta perspectiva de inclusión y universalidad.
Por ejemplo, Dorothy Day[12],
notable seguidora de Jesús en el siglo XX, profeta que denunció las
inconsistencias de la sociedad norteamericana.[13]
Su vida fue netamente contracultural, su estilo evangélico escandalizó porque
no correspondía con el modelo habitual de católicos beatos, santurrones, la
suya fue una existencia libre gracias a la libertad de Jesús en ella.
Una
vida como esta, y como muchas que conocemos, nos dice que no estamos en el
mundo para una salvación individualista, egocéntrica, sino para perdernos en
beneficio de todos, al estilo de Jesùs. No son los “primeros” los que se salvan
por su obsesivo cumplimiento religioso, sino los “últimos”, los que se dedican
en totalidad a reconocer el amor del Padre en el amor desmedido al prójimo,
hasta las últimas consecuencias.
Asì,
Jesùs modifica de raíz el esquema de salvación y nos manda a vivir en
gratuidad, como es el Dios que nos llama a este estilo de vida, dejando de lado
la “contabilidad” de acciones buenas y la acumulación de merecimientos, asunto
verdaderamente revolucionario, para dar paso al proyecto de vida que reconoce
al prójimo y el debido servicio a èl , en el que se juega el sentido de la
existencia de los seres auténticos y deseosos de cumplir la voluntad de Dios.
El
penoso espectáculo de católicos y evangélicos llevados por una rabiosa
homofobia, el talante condenatorio de muchas de estas conductas, no es
ciertamente el del Señor Jesùs, esa pretendida defensa de la ortodoxia
religioso – moral nace de un afán de poder, afecto desordenado que no es
admisible para pasar la línea de la “puerta estrecha”.
El yo màs peligroso para alcanzar una
verdadera salvación es el yo religioso, envanecido de falsa santidad. Como los
fariseos y los maestros de la ley, han cumplido todas las normas de la
religión, pero no han sido capaces de descubrir que en ese mismo instante deben
considerarse “siervos inútiles”.
Tomemos
las palabras de la carta a los Hebreos como dirigidas a nosotros cuando nos
dejamos llevar por esta arrogancia tan contraria al espíritu del Evangelio: “Ustedes
han echado en olvido la exhortación que se les dirige como a hijos: Hijo mìo,
no menosprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda.
Pues el Señor corrige a quien ama, y azota a todos los hijos que reconoce”
[14]
El
humilde reconocimiento de nuestra inevitable precariedad ha de llevarnos a
asumir esta lógica novedosa y liberadora de gracia, de dones recibidos y
compartidos, de gozosas fraternidades construìdas con amor, y de enfático
alejamiento de esa salvación egoísta que no es la que el Padre nos ofrece en
Jesùs.
[3] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la revelación. Trotta. Madrid,
2010.
[4] SEBASTIAN
AGUILAR, Fernando . La fe que nos salva: aproximación pastoral a una teología
fundamental. Sígueme. Salamanca, 2012.
[6] NOLAN, Albert.
Jesús antes del cristianismo: quién es este hombre? Sal Terrae. Santander
(España), 2001.
[7] VIDAL, Marciano. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino.
Estella (Navarra, España), 1998.
[9] GIL ARBIOL, Carlos. El Dios de Jesús y las fronteras culturales y
religiosas. Publicado en Revista Cuestiones Teológicas. Universidad Pontificia
Bolivariana. Medellín. Volumen 44 No. 102. Julio-Diciembre 2017. Pags. 453 a
467.
[12] 1897-1980. Fue
una católica alternativa, nacida en Estados Unidos, su manera de vivir el
seguimiento de Jesús, su entrega a la reivindicación de los obreros de su país,
hicieron de ella una cristiana radical.