domingo, 25 de agosto de 2019

COMUNITAS MATUTINA 25 DE AGOSTO 2019 DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


“Pues hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”
(Lucas 13: 30)
Lecturas:
1.   Isaìas 66: 18 – 21
2.   Salmo 116: 1 – 2
3.   Hebreos 12: 5 – 7 y 11 – 13
4.   Lucas 13: 22 – 30
Las lecturas de hoy nos ponen frente a la realidad de eso que en lenguaje religioso tradicional llamamos la salvación eterna. Quiènes se salvaràn? Còmo nos salvaremos? Què debemos hacer para salvarnos? Estas inquietudes son las que están contenidas en el relato evangélico correspondiente a este domingo, a las que Jesùs responde con lenguaje enigmático y sorprendente: “Esfuércense  por entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos pretenderán entrar y no podrán”. [1]
Ya sabemos muy bien que la lógica de Dios hace trizas nuestros esquemas humanos, esto se ha hecho evidente en el ser y en el quehacer de Jesùs cuando somete a crìtica profunda y rigurosa el establecimiento religioso judío, y  también a las mentalidades similares de todos los tiempos de la historia humana. Desde la experiencia que tiene Jesús de la paternidad de Dios y desde la libertad que esto le genera se pueden someter a “control de calidad” las prácticas religiosas de todos los tiempos de la historia.
La forma tradicional de hallar plenitud de sentido en lo que se llama  “salvación” corresponde a un paradigma religioso bastante individualista y también egocéntrico. Se ha concebido esto como un negocio entre Dios y el creyente: El me salva si yo le cumplo con ciertos requisitos, entonces lo que pasa es que esto se torna en unas “consignaciones” permanentes en mi cuenta “bancaria” religiosa, abonos de obras, méritos, autojustificaciones, cumplimientos, para que, al final de la vida se me haga el correspondiente balance contable – pura meritocracia! - , de acuerdo con esto se me otorgará la anhelada salvación (cielo), tendré que purificarme si el balance no me da (purgatorio), o definitivamente el saldo es rojo y no paso la prueba (infierno). El éxito de esa contabilidad automeritoria será el que me dé o no me dé el pase a la eternidad.[2]Tal concepción es muy pobre y estrecha y no corresponde a la genuina revelación bíblica.[3]
A Jesús no le preocupan ni la cantidad de merecimientos, ni la pertenencia a tal o cual comunidad de elegidos, ni los niveles de alta observancia religiosa de los “aspirantes” a esa salvación, ni tampoco las fechas. El desarma por completo estas pretensiones y, como suele hacerlo, nos hace un planteamiento profundamente radical pero profundamente liberador. [4]
Tal intención del Señor  se hace clarísima con las conocidas palabras: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrarà en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que està en los cielos”[5] , expresión de Jesùs incluìda en el contexto amplio del espíritu de las bienaventuranzas, cuando èl propone su programa de sentido y  de acatamiento a  Dios y al hermano,  trascendiendo en el amor y en el servicio màs allà de las simples pràcticas religiosas y cultuales.
Volviendo  a Lucas, vemos que este pone a Jesùs “caminando hacia Jerusalèn”, tèrmino frecuente en los evangelistas que alude al encuentro de Jesùs con su destino definitivo, con las consecuencias de su misión, con la definitividad de su tarea de manifestar a los humanos el amor universal del Padre, su misericordia, la inclusión de los últimos del mundo, y la radical pròjimidad como dato ètico esencial en su predicación. Ir hacia Jerusalén es ir hacia su cruz, hacia la evidencia plena que legitima su opción por el reino de Dios y su justicia, hacia la consecuencia dramática – la muerte – de todo su actuar que quiebra el referido modelo de salvación – escandaliza a los jefes religiosos del pueblo judío - , sacrificio que se convierte en mediación definitiva de liberación.
Jesùs anuncia constantemente que Dios es un padre bueno que acoge a todos, siempre tendiendo la mano amorosa y dando mil oportunidades a todos para vivir una humanidad plena, servicial, solidaria. Esto es motivo de gozo para muchos, especialmente para aquellos que ordinariamente no son tenidos en cuenta porque se les considera religiosa y moralmente inferiores, mensaje sorprendente que incluye a prostitutas, cobradores de impuestos, pecadores públicos. Ante esto algunos de sus contemporáneos se preguntaron: no està abriendo el camino hacia una relajación de las costumbres, inaceptable planteamiento para los conocidos y rìgidos guardianes de la moral y  de la religión?
El conocido estilo del Papa Francisco, su amplitud de miras, genuinamente evangélica, le ha valido la oposición intransigente de varios cardenales y obispos. Le acusan, como a Jesús, de apartarse de la verdadera doctrina y de la enseñanza moral tradicional. Esto siempre sucede cuando se quiere recuperar el Evangelio, los integristas – nuevos fariseos – no soportan la libertad del profeta y la pérdida de sus seguridades doctrinales.
Las respuestas de Jesùs enfocan el asunto en otra dirección que no tiene que ver con el cumplimiento de ritos, normas, disciplinas, minuciosidades jurídicas, obligaciones. Para èl la clave està en una actitud lùcida que acoge a ese Dios misericordioso como gracia, como don que justifica no por la acumulación de mèritos sino por la gratuidad de ese amor que aspira a que todos entren por esa “senda estrecha”.[6]
Por supuesto que debemos  decir que el seguimiento del proyecto del Padre demanda una existencia responsable y comprometida, no se trata de un facilismo  permisivo a ultranza,  tal propuesta va por el lado de una vida que se vive con gran intensidad humana saliendo del individualismo religioso-moral y haciéndose plena en la atención amorosa a los prójimos, configurando con ellos un mundo de comunión y de participación, de fraternidad, de humanidad que se encuentra con el Padre en el encuentro con los hermanos.[7]
 Aquì està la jugada maestra de lo que llamamos salvación. Para salvarse no basta el hecho de pertenecer a la Iglesia, de seguir con detalle todas sus prescripciones, Jesús está proponiendo un “plus” radical, que es la referencia central de los textos de este domingo. Hay un ego muy moldeado por la vanidad religioso-moral de los fariseos, y de todos los que quieren mantener la vigencia de este modelo hasta el día de hoy.
Esta  no es una frontera que hay que cruzar como cumpliendo el requisito final, es un proceso de descentración del yo que hay que llevar lo màs lejos posible. En este orden de cosas, Jesùs cuestiona a aquellos que se sienten “merecedores” del don de Dios y lo proclaman a diestra y a siniestra. Contra esta autojustificaciòn èl dice: “Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, los que estèn fuera se pondrán a llamar diciendo: Señor, abrènos! Pero les responderà: no se de dònde son ustedes. Entonces empezaràn a decir: Señor, hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. Pero les volverá a decir: No sè de dònde son. Apàrtense todos de mì, malhechores!” .[8]
Ese perfeccionismo religioso y moral , esa conciencia de ser los buenos y justificados, esa presunción que desprecia a quienes no son asì, definitivamente farisaica, reviste a menudo la forma del fundamentalismo intransigente que condena a quienes ellos juzgan como excluìdos del favor de Dios. Las homofobias, el supremacismo, las vanidades religioso morales, las iglesias integristas,  resultan repugnantes para Jesùs y no constituyen el proyecto de plenitud que èl nos transmite desde el Padre Dios.[9]
En coherencia con todo lo anterior  entramos ahora  en conexión directa con la universalidad del don de Dios anunciado por Jesús, y prefigurado en los profetas del Antiguo Testamento.
La primera lectura nos da una nueva sorpresa cuando anticipa  una salvación universal, incluyente, reconocedora de todos en el mundo: “Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria. Les pondrè una señal y enviarè de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mèsec, Ros, Tùbal, Yavàn; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria” .[10]
Este texto pertenece a lo que los estudiosos de la Biblia llaman el tercer Isaìas (capítulos 50 a 66 de este libro del Antiguo Testamento), que delinea los nuevos tiempos mesiánicos de Israel, en los que la promesa de Yavè se cumple con creces, abarcando a todos los seres humanos, como uno de los rasgos que caracterizan esa nueva época, marcada por la determinación universal de salvación: “Y traerán a todos sus hermanos de todas las naciones como oblación a Yahvè” . [11]
Dios no se fija en la perfección absoluta que eventualmente algunos humanos pretendan lograr sino en la condición creatural que nos distingue, necesitados de gracia y de sentido, de libertad y de salvación, manteniéndonos frágiles y – desde ahì – entregados al proyecto de servir, de amar, de dignificar al prójimo, de dar la vida por la humanidad, de acoger, de bendecir. No estamos en el mundo para salvar nuestro yo sino para desprendernos de èl hasta que no quede ni rastro de lo que creìamos ser.
Hay muchos creyentes que son modélicos en este sentido. Su vida está determinada por su disposición de darse sin reservas, siendo instrumento para que muchos reciban la vitalidad de Dios en esta perspectiva de inclusión y universalidad. Por ejemplo, Dorothy Day[12], notable seguidora de Jesús en el siglo XX, profeta que denunció las inconsistencias de la sociedad norteamericana.[13] Su vida fue netamente contracultural, su estilo evangélico escandalizó porque no correspondía con el modelo habitual de católicos beatos, santurrones, la suya fue una existencia libre gracias a la libertad de Jesús en ella.
Una vida como esta, y como muchas que conocemos, nos dice que no estamos en el mundo para una salvación individualista, egocéntrica, sino para perdernos en beneficio de todos, al estilo de Jesùs. No son los “primeros” los que se salvan por su obsesivo cumplimiento religioso, sino los “últimos”, los que se dedican en totalidad a reconocer el amor del Padre en el amor desmedido al prójimo, hasta las últimas consecuencias.
Asì, Jesùs modifica de raíz el esquema de salvación y nos manda a vivir en gratuidad, como es el Dios que nos llama a este estilo de vida, dejando de lado la “contabilidad” de acciones buenas y la acumulación de merecimientos, asunto verdaderamente revolucionario, para dar paso al proyecto de vida que reconoce al prójimo y el debido servicio a èl , en el que se juega el sentido de la existencia de los seres auténticos y deseosos de cumplir la voluntad de Dios.
El penoso espectáculo de católicos y evangélicos llevados por una rabiosa homofobia, el talante condenatorio de muchas de estas conductas, no es ciertamente el del Señor Jesùs, esa pretendida defensa de la ortodoxia religioso – moral nace de un afán de poder, afecto desordenado que no es admisible para pasar la línea de la “puerta estrecha”.
 El yo màs peligroso para alcanzar una verdadera salvación es el yo religioso, envanecido de falsa santidad. Como los fariseos y los maestros de la ley, han cumplido todas las normas de la religión, pero no han sido capaces de descubrir que en ese mismo instante deben considerarse “siervos inútiles”.
Tomemos las palabras de la carta a los Hebreos como dirigidas a nosotros cuando nos dejamos llevar por esta arrogancia tan contraria al espíritu del Evangelio: “Ustedes han echado en olvido la exhortación que se les dirige como a hijos: Hijo mìo, no menosprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Pues el Señor corrige a quien ama, y azota a todos los hijos que reconoce” [14]
El humilde reconocimiento de nuestra inevitable precariedad ha de llevarnos a asumir esta lógica novedosa y liberadora de gracia, de dones recibidos y compartidos, de gozosas fraternidades construìdas con amor, y de enfático alejamiento de esa salvación egoísta que no es la que el Padre nos ofrece en Jesùs.



[1] Lucas 13: 24
[2] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la resurrección. Trotta. Madrid, 2008.
[3] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la revelación. Trotta. Madrid, 2010.
[4] SEBASTIAN AGUILAR, Fernando . La fe que nos salva: aproximación pastoral a una teología fundamental. Sígueme. Salamanca, 2012.
[5] Mateo 7: 21
[6] NOLAN, Albert. Jesús antes del cristianismo: quién es este hombre? Sal Terrae. Santander (España), 2001.
[7] VIDAL, Marciano. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 1998.
[8] Lucas 13: 25-27
[9] GIL ARBIOL, Carlos. El Dios de Jesús y las fronteras culturales y religiosas. Publicado en Revista Cuestiones Teológicas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín. Volumen 44 No. 102. Julio-Diciembre 2017. Pags. 453 a 467.
[10] Isaías 66: 18-19
[11] Isaías 66: 20.
[12] 1897-1980. Fue una católica alternativa, nacida en Estados Unidos, su manera de vivir el seguimiento de Jesús, su entrega a la reivindicación de los obreros de su país, hicieron de ella una cristiana radical.
[13] DAY, Dorothy. La larga soledad. Sal Terrae. Santander (España) 2007.
[14] Hebreos 12: 5-6

domingo, 18 de agosto de 2019

COMUNITAS MATUTINA 18 DE AGOSTO 2019 DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, y cuànto desearìa que ya hubiera prendido!”
(Lucas 12: 49)
Lecturas:
  1. Jeremìas 38: 4 – 10
  2. Salmo 39: 2 – 4 y 18
  3. Hebreos 12: 1 – 4
  4. Lucas 12: 49 – 53

Con notable frecuencia en la historia de estos veinte siglos de cristianismo nos encontramos a la Iglesia, y a muchos de sus pastores e integrantes, convertidos en soportes del orden establecido – que mejor se puede llamar desorden - plagado de injusticias y atropellos contra la humanidad, contrariando asì, y de manera gravísima, el espíritu original de Jesùs y de su Buena Noticia. Muchas entidades religiosas son legitimadoras de “ordenamientos” económicos y políticos claramente injustos, transformadas ellas en sustento ideológico de realidades que van en contra del querer de Dios y del respeto debido a la dignidad humana y a la creación en general.1
La iglesia y las iglesias se validan en su autenticidad cuando se mantienen fieles al espíritu de Jesús, cuando son proféticas, cuando están en permanente plan de salida misional, cuando se dedican sin reservas al servicio de la humanidad, llevando la Buena Noticia de salvación, y trabajando para que esta configure seres humanos libres a partir de una experiencia profunda del amor de Dios.
Por esta razón es imperativo estar siempre en proceso de vuelta a los orígenes de la fe. Cuando en la vida de los cristianos se evidencia el talante de profecía y libertad, de enfático rechazo de la manipulación de Dios y de la mediación religiosa, de negativa crítica a la dominación del ser humano, atribuyendo esto a una pretendida voluntad de Dios, que en últimas no es otra cosa que la manifestación de la pecaminosidad de hombres concretos que se ensañan en contra de sus prójimos, se pone sobre el tapete la prioridad del conflicto, que no es irresponsable exposición sino capacidad de poner en tela de juicio el pecado del mundo, en nombre de Jesús.2
Si lo nuestro en materia de convicciones cristianas es la seriedad para seguir el camino de Jesùs, vamos a ver claramente que él se presenta como signo de contradicción, tal como lo plantea el texto de Lucas que consideramos en este domingo: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, y cuànto desearìa que ya hubiera prendido!” .3 Jesús vive un ministerio generador de conflicto y contradicción. La suya no es una misión de ingenua conciliación y de un pacifismo que más bien es evasión de la fuerza liberadora del Evangelio
Tal expresión , de claro contexto apocalíptico,4 se refiere a la misión de Jesùs que consiste en poner fin a los aspectos pecaminosos e injustos del mundo para que surja el reino de Dios, tarea que no es de buen recibo por parte de quienes son los “dueños” del poder. Ven en el profeta a un enemigo de sus intereses y, en consecuencia, a alguien indeseable a quien hay que someter y eliminar.
La mentalidad apocalíptica, propia del tiempo de Jesùs, tenía ante sí la imagen de una gran confrontación entre las fuerzas del bien y las del mal, tipificadas aquellas en Jesùs, y las últimas en el imperio romano y en la institución religiosa judía, que encarnaban la dominación de conciencias, cuerpos y bienes, utilizando recurrentemente a Dios como legitimador de ese sistema que iba en contravía del proyecto de Jesùs de perdonar, de incluir, de sanar, de liberar, de dar nuevas alternativas de vida y dignidad a los eternamente oprimidos.
Con la imagen del conflicto familiar quiere enfatizar el carácter dramático de su misión: “Porque desde ahora habrá cinco en una familia y estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres”5 , su proyecto no es el de una cómoda conformidad religiosa ni el de una silenciosa adaptación a eso que para El es claramente injusticia y negación de la voluntad de Dios, siempre compasiva, misericordiosa y reivindicadora.
La primera lectura , del profeta Jeremìas, es una alusión a esta animadversión que los perversos sienten por las gentes de conciencia limpia y de trabajo comprometido para denunciar todo lo que disuelve la dignidad de las creaturas: “Aquellos notables dijeron al rey: hay que condenar a muerte a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas”.6
Los estudiosos del texto bíblico llaman a este pasaje la pasión de Jeremías. El profeta tiene que pasar toda suerte de ignominias y persecuciones por causa de la palabra de Dios que debe anunciar. Nos conecta con los mártires de nuestro tiempo, con aquellos que, siguiendo a Jesús, se han enfrentado a los poderes del mundo para provocar el conflicto que provoca el surgimiento de una nueva humanidad.7
Vienen a la memoria los mártires de la justicia en nuestro país, cuando en los siniestros años ochenta y noventa se enfrentaron a la corrupción del narcotráfico, presente en los facinerosos que delinquieron y en la institucionalidad que se dejó pervertir; los más de seiscientos líderes asesinados desde que a finales de 2016 se firmaron los acuerdos de paz con las FARC, la multitud de campesinos, amas de casas, agentes de pastoral, sindicalistas, profesores universitarios, activistas de derechos humanos, estudiantes, sacerdotes, trabajadores, que han denunciado las fisuras de un sistema que impide sistemáticamente el ejercicio de la libertad y la crítica que propone alternativas de cambio.8
Asì también los profetas que, en nombre de la fe en Dios y de su correspondiente afirmación de la dignidad de sus hijos, señalaron con severidad y vigor las lacras de gobernantes, militares, terratenientes, manteniendo al pueblo en miseria, y silenciando con violencia la expresión de su inconformidad.
En el texto evangélico que nos ocupa este domingo parece que Jesús cambia el tono de su mensaje. La Buena Noticia en su origen nos parece promotora de paz, de conciliación, de una serenidad que es fruto de la experiencia profunda de Dios. Sin embargo, ahora se nos presenta en términos de confrontación y de contradicción: “Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división”.9
Este trabajo de denuncia y anuncio no resulta simpático para el “orden establecido” porque lo desajusta en todo su sistema, evidenciando su malignidad. Pone a unos y a otros en confrontación y en polarización, también en escándalo. Está claro que Jesús no es un predicador religioso que adormece conciencias y que distribuye píldoras espirituales para formar personas sumisas y adaptadas a un sistema petrificado, carente de vida, vertical, y abandonado a una inercia sociocultural. Es el cristianismo de conservación, el que gusta a los poderosos porque mantiene sujetos que no protestan.
El Evangelio no admite medianìas ni cumplimientos mediocres de puntualidades rituales, sino una manera de vivir alerta, profética, creativa, atizada por la misión de Jesùs; sus palabras fuertes nos pueden resultar sorprendentes y de difícil asimilación porque entran en contraste con la tradicional imagen del Señor “manso y humilde de corazón”.
El destacado relato vital de Monseñor Romero10 – ahora San Romero de América - tan querido por los pobres de El Salvador y del mundo y por las gentes deseosas de justicia, es una consecuencia de la misión de Jesùs, tal como la presenta el evangelio de este domingo, una sacudida de las conciencias, una crítica potente a la religiosidad que se evade de la historia, una denuncia del adormecimiento de tantos cristianos que permanecen en silencio ante los manejos de los injustos.
Las palabras de la carta a los Hebreos nos resultan esclarecedoras para lo que ocupa nuestra reflexión de hoy: “Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, con los ojos fijos en Jesùs, que inicia y lleva a la perfección de la fe” .11
La “nube de testigos” está constituída por todos aquellos seguidores de Jesús, hombres y mujeres, que siguen el mismo itinerario de denuncia, a sabiendas de que en este ejercicio les va la vida. Ellos son los pioneros de un nuevo orden de vida, el de Dios, y representan a los millones de excluídos por el pecado del mundo, se convierten en voz de los sin voz. Su profecía rompe con la tranquilidad, pone el dedo en la llaga, remite a un hondo examen de conciencia, plantea otra escala de valores.12
Dios clama en los millares de desplazados, migrantes, refugiados, que buscan con desespero salir de la miseria y de la violencia, en la niñez prostituìda y utilizada para la guerra, en los ancianos desconocidos porque ya no son ùtiles para la productividad, en los condenados morales que son rechazados por un sistema religioso y moral que oscurece el vigor del Evangelio, en los solitarios y fracasados que no se sienten acogidos con misericordia.
Constatar estas indignidades es un llamamiento a “prender el fuego” de la justicia, del reino de Dios, a llamar con palabras claras – aunque sean de contradicción – el desorden establecido, a seguir a Jesùs en su misión de erradicar el mal y de afirmar, aùn con riesgo de la propia vida, que la voluntad del Padre no es la de entronizar una religiosidad “opio del pueblo”, sino un modo de vida profundamente teologal y humano, que nos haga conscientes de la indispensable projimidad que debe estar en la raíz de nuestras opciones y conductas.
El, en vista del gozo que se le proponía, soportò la cruz sin miedo a la ignominia y està sentado a la diestra del trono de Dios. Fìjense en quien soportò tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcan faltos de ànimo” 13), es el ejemplo original del Señor Jesùs, a quien debemos mirar para seguir sin temor la contradicción salvadora de su cruz, “el fuego que enciende otros fuegos”, expresión original de otro fiel seguidor suyo, San Alberto Hurtado, SJ.14
Definitivamente seguir el camino de Jesús no es asunto tranquilo, no es integrarse a una funcionalidad religiosa de piedad individual, adaptada sin sobresaltos a unos cumplimientos estipulados por la autoridad de sacerdotes y pastores. Con él se conmueven los cimientos de la tierra, es “piedra en el zapato” que socava ese adormecimiento, que plantea una escala de valores – la conocemos bien – contenida en las bienaventuranzas, es el despliegue de una nueva manera de humanidad que viene de Dios y se implica en lo más profundo de nuestra condición.




1 En los procesos políticos de los últimos años en varios países del mundo se destacan los partidos políticos de corte conservador, cuya base electoral más fuertes son los miembros de iglesias cristianas evangélicas, de matriz fundamentalista e integrista. Es el caso de la elección de Trump en USA, de Bolsonaro en Brasil, de Alvaro Uribe en Colombia, de recientes elecciones presidenciales en Centro América.
2 SANHUEZA, Krety. Jesucristo prototipo de justicia y de martirio a favor de los pobres y marginados. Publicado en revista CUESTIONES TEOLOGICAS. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Volumen 43, número 99. Páginas 175 a 197. 2016.
3 Lucas 12: 49
4 RICHARD, Pablo. Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza. www.nuestrabiblia.org Servicio Bíblico Verbo.
5 Lucas 12: 51
6 Jerem+ias 38: 4
7 RICCARDI, Andrea. Il secolo del martirio. Mondadori. Milán, 2000. Este libro es un completo recuento de las persecuciones sufridas por los cristianos en los contextos de las dos guerras mundiales, del régimen comunista de la Cortina de Hierro, en América Latina bajo las dictaduras inspiradas en la doctrina de la seguridad nacional, y en otros regímenes totalitarios.
8 GIRALDO MORENO, Javier. Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida. Editorial Desde los Márgenes. Bogotá, 1992.
9 Lucas 12: 51
10 BROCKMAN, James R. La palabra queda: vida de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. UCA editores. San Salvador, 2015.
11 Hebreos 12: 1-2
12 TOJEIRA, José María. El martirio ayer y hoy: testimonio radical de fe y justicia. UCA Editores. San Salvador, 2005. ROMERO, Oscar Arnulfo. La voz de los sin voz: la palabra viva de Monseñor Romero. Introducciones, comentarios y selección de textos de Jon Sobrino, Ignacio Martín-Baró, Rodolfo Cardenal. UCA Editores. San Salvador, 1980.
13 Hebreos 12: 3
14 HURTADO CRUCHAGA, Alberto. Un fuego que enciende otros fuegos: páginas escogidas. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2005.

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