“Si alguno me ama,
guardará mi palabra , y mi Padre le amará ; y vendremos a él y haremos morada
en él”
(Juan
14: 23)
Lecturas
1.
Hechos 15: 1-29
2.
Salmo 66: 2-8
3.
Apocalipsis 21: 10-14 y 22-23
4.
Juan 14:23-29
La experiencia pascual
tiene consecuencias muy concretas de transformación cualitativa en las personas
y comunidades que la experimentan. Ese resultado consiste en que Dios nos asume
a través de la mediación de Jesús y nos constituye como humanidad nueva, lo
vemos claro en los primeros discípulos que, como ya lo señalamos, pasaron del
temor, la inseguridad, y la insuficiente
comprensión que tenían de la persona de Jesús, al coraje apostólico, a la disposición de
máxima generosidad para ofrecer sus vidas a la causa de la Buena Noticia:
“Despójense del hombre viejo , que se corrompe dejándose seducir por deseos
rastreros, renueven su mente espiritual, y revístanse del Hombre Nuevo, creado
según Dios, que se manifiesta en una vida justa y en la verdad santa”[1].
Un aspecto particular
de la capacidad renovadora de la Pascua está en el cambio cualitativo que se fue dando en materia de comprensión y
vivencia de la rigurosa normativa religiosa y moral del judaísmo de ese tiempo.
Es lo que propone la primera lectura de este domingo – de Hechos de los
Apóstoles – en la que se da una controversia sobre la práctica de la
circuncisión y la obligatoriedad con la que un grupo de tendencia judaizante
pretendía imponerla a los recién convertidos al camino de Jesús.
No terminaban de entender que lo sucedido con
él no se limitaba a ser una simple reforma de la religión tradicional. Es un
orden de vida sustancialmente nuevo, densamente teologal y humano, en el que se
propone un proyecto arraigado en la libertad y en el amor, en la doble
referencia fundante de Jesús: el Padre Dios y el prójimo-hermano[2].
El incidente que narra el texto de Hechos es esclarecedor al respecto.
Se plantea una situación
específica que da pie a una discrepancia
en la primitiva comunidad cristiana pero también a un discernimiento que tiene
todo el sentido para quienes deseamos
vivir en el proyecto de Jesús.
Es el asunto
de la obligatoriedad del cumplimiento de la ley judía para los
convertidos cristianos procedentes del paganismo, insistencia que provenía de
un grupo de judíos neo cristianos que aún no entendían la novedad radical de la salvación realizada
en Jesucristo, superando la antigua lógica de la relación con Dios fundamentada
en el cumplimiento minucioso de la complicada maraña normativa del judaísmo: “Bajaron
algunos de Judea que adoctrinaban así a los hermanos: si ustedes no se
circuncidan conforme a la costumbre
mosaica, no podrán salvarse. Esto fue ocasión de una acalorada discusión de
Pablo y Bernabé contra ellos”[3]
Esto, que podría verse
como una anécdota curiosa, da pie para un debate, diálogo y posterior discernimiento,
que hace referencia directa a qué es lo
que verdaderamente salva y libera en la novedosa lógica de plenitud que el
Padre nos ofrece en Jesucristo. En la tradición cristiana se le conoce como el
Concilio de Jerusalén, el primero en la historia de los veinte concilios
ecuménicos[4]
Conocemos bien las
severas confrontaciones que Jesús hace a
los sacerdotes y maestros de la ley por su fundamentalismo legalista y por su
cerrazón e intransigencia ante la iniciativa de la misericordia de Dios que
quiebra esa mentalidad, como se aprecia en tantas escenas de los relatos
evangélicos: “El les respondió: Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según
está escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí. En vano me rinden culto, pues enseñan doctrinas que son preceptos de
hombres. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres”[5]
Pablo - primero fariseo radical y perseguidor de los discípulos de Jesús - es ahora un testigo convencido de que lo
sucedido en Jesús es un hecho salvífico que introduce algo
cualitativamente novedoso para la relación de los humanos con Dios y para su
esperanza de vida y salvación: es el mismo Jesús que anula la justicia de la
ley y se ofrece él mismo como mediación definitiva para este encuentro en el
que el ser humano accede a su
verdadera y definitiva realización .
Por eso llevan el tema
a un discernimiento comunitario: “Así que decidieron que Pablo y Bernabé y
algunos más de ellos subieran a Jerusalén, adonde los apóstoles y presbíteros
,para tratar esta cuestión”, proceso que concluye felizmente con estas
palabras: “Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponerles más
cargas que estas indispensables…… [6](aquí
la mención de las mismas)
Es un caso típico de
contraste entre la absolutización de leyes humanas y la auténtica voluntad de
Dios. Esta última es siempre liberadora y causa de crecimiento en humanidad y
sentido de trascendencia. Las
prescripciones y determinaciones legales son medios relativos a un fin, la ley
debe estar al servicio del ser humano y
de su libertad, nunca al revés: “El
sábado ha sido instituído para el hombre y no el hombre para el sábado”[7] .
En la práctica de Jesús
este es un asunto central, él deja muy claro que el querer de Dios no pasa por
agobiar a las personas con normas minuciosas, lo suyo es el ejercicio de la compasión y de
la misericordia, sin que esto equivalga a un relativismo permisivo que no
propone exigencias y responsabilidades mayores a quien se compromete con este
camino del Evangelio.[8]
Este es uno de los
núcleos, como bien sabemos, del pensamiento que San Pablo expone en sus cartas,
justamente para que en esos tiempos de primera evangelización quedara
suficientemente claro que el acontecimiento de Jesús no era, ni es, una simple
reforma del viejo judaísmo, sino una novedad radical de salvación, universal,
incluyente, de total misericordia, la justicia que Dios ofrece a toda la
humanidad que se quiera acoger a ella, expresada de modo decisivo en Jesús, en
la donación de su vida, en su muerte, en su Pascua.
Cuántas veces
absolutizamos normas humanas! Esto en el ámbito religioso ha sido
particularmente problemático: milimetrías , estrecheces mentales, que han
servido más bien para generar culpa y angustia, que esperanza y salvación. El hecho materia del relato nos revela que la Buena
Noticia de Jesús es por esencia liberadora, saturada de cercanía de Dios al ser
humano, provocadora de sentido, genuina liberación que sitúa las normativas en
su carácter de mediación referida a este proyecto fundamental[9]
Así las cosas, hagámonos preguntas como estas:
distinguimos las costumbres, normas y
prácticas religiosas de lo esencial cristiano? Estamos encadenados a esa vieja
mentalidad y nos empeñamos en imponerla a otros? O, más bien, nos dejamos
sorprender por el Espíritu y nos llenamos de la sabiduría esencial que hace de
todo ese conjunto determinaciones un medio pedagógico que no puede ni debe
oscurecer la justicia salvadora que se nos da en Jesús?
En la complejidad que
nos suscita el lenguaje del Apocalipsis descubrimos otro aspecto de esta
novedad: Jesús es el verdadero templo, en El se supera la localización puntual
en tiempos, lugares, rituales, prácticas, porque Dios asume la historia y
realidad del ser humano en su Hijo y a través de El, y hace de todo lo humano
el espacio de su acontecer salvador: “Pero no ví santuario alguno en ella, porque
su santuario es el Señor, el Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no
necesita sol ni luna que la alumbren , porque la ilumina la gloria de Dios, y
su lámpara es el Cordero”[10]
El templo de Dios es la
realidad, El sucede en nuestra historia, en nuestra humanidad, en lo cotidiano,
no separándose de ella sino integrándose para que todo el devenir nuestro se articule en una unidad de sentido. Esta es
la Jerusalén del futuro, ya iniciada, a
la que alude la segunda lectura. Es el futuro felicísimo , razón de nuestra
esperanza, que llegará a su consumación cuando vayamos a la bienaventuranza
definitiva, que encuentra en esta historia un espacio privilegiado de
anticipación en las realizaciones propias del reino de Dios y su justicia.
Con esto queda
derrumbada la mentalidad que distingue lo profano de lo sagrado, creando un
ámbito de superioridad, ciertamente ficticio y artificial. El Dios Padre que se
nos ha revelado en Jesús se despoja de esa sacralidad e ingresa en la historia de modo encarnatorio, camina con nosotros , confiriendo
significado salvador-liberador a los nobles aconteceres en los que construimos sentido y en los que buscamos su voluntad.
Lo ratifica Juan cuando
dice: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él y haremos morada en él”[11] .
El ser humano es el lugar donde Dios realiza
sus intenciones de vida y plenitud! Por
eso, el constante tema de la dignidad humana, que no es veleidad ideológica, sino el espacio de su
amorosa intervención!
La vida según el
Espíritu es el inmenso y desbordante espacio de un Dios profundamente
apasionado por el ser humano y por su historia, un Dios que no acepta
esclavitudes ni designios humanos sacralizados, un Dios empeñado en hacernos siempre libres, que
mira con predilección a los escarnecidos. El buen Dios Padre, mediado en Jesucristo
e integrado a nosotros gracias al Espíritu, es
el mayor vocero de esta dignidad
que el egoísmo de tantos pierde y prostituye: “Para ser libres nos ha liberado
Cristo. Manténganse, pues, firmes y no se dejen oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”[12].
[1]
Efesios 4: 22-24
[2]
GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre.
Sal Terrae. Santander (España),1987.
[3]
Hechos 15: 1-2
[4]
ALBERIGO, Giuseppe. Historia de los Concilios Ecuménicos. Ediciones Sígueme.
Salamanca, 1993.
[5]
Marcos 7: 6-8
[6]
Hechos 15: 2 y 28-29
[7]
Marcos 2: 27. Respuesta de Jesús a las quejas de unos fariseos que se
escandalizaron porque sus discípulos
realizaban actividades que estaban “prohibidas” por la ley judía.
[8]
VIDAL, Marciano. Para conocer la ética cristiana. Editorial Verbo Divino.
Estella (Navarra, España), 1998.
[9]
Un teólogo que se ha esforzado por estudiar juiciosamente la originalidad de
Jesús y de su Evangelio, y por confrontar críticamente el excesivo predominio
de lo ritual y jurídico sobre lo profético y carismático, es el conocido José
María Castillo Sánchez (n. 1929). Entre sus obras destacamos “La alternativa
cristiana”, “La humanización de Dios”, “Espiritualidad para insatisfechos”, “El
seguimiento de Jesús”, “El reino de Dios: por la vida y la dignidad de los
seres humanos”, “La iglesia que quiso el Concilio”, “Dios y nuestra felicidad”.
[10]
Apocalipsis 21: 22-23
[11]
Juan 14: 22
[12]
Gálatas 5: 1