“El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”
(Lucas 2: 40)
Lecturas:
1. Eclesiástico 3: 3-17
2. Salmo 127
3. Colosenses 3: 12-21
4. Lucas 2: 22-40
Es esencial en la
comprensión y vivencia de la fe cristiana
el carácter sacramental de la humanidad, así lo planteábamos en la
reflexión correspondiente al día de Navidad,
en la perspectiva de la encarnación de Dios en el ser humano. Cuando
hablamos de sacramental en sentido teológico amplio nos referimos a una
mediación que comunica y significa con eficacia la gracia de Dios. Quiere decir que la gran experticia del
Padre es configurar seres humanos
excelentes, cuyo método especializado para esta tarea es Jesús
de Nazareth, modelo y referente del
nuevo ser humano.[1] Vale decir que Dios, para
hacerse comprensible, se revela en lo humano, en lo histórico y real.[2]
Esta es la maravilla del misterio de le encarnación. Esta afirmación es un motivo esencial de la
buena teología y de la interpretación bíblica que la respalda.
José María Castillo, teólogo
español recientemente fallecido , tiene un estupendo libro llamado “La
humanización de Dios”, cuyo hilo conductor es lo que proponemos en el
párrafo anterior. Tomamos una referencia suya, que apoya estas convicciones: “Si
estamos efectivamente convencidos de que Dios se nos da a conocer en Jesús y de
que, por tanto, Jesús es el Revelador de Dios, una misión que no sólo desempeñó
en su vida mortal, sino que, según la teología del cuarto evangelio, sigue
realizando en este momento, la conclusión lógica que de eso se desprende es que
, en la humanidad de Jesús, conocemos la humanidad de Dios” .[3]
Las interpretaciones sobre
la persona de Jesús, que conocemos con el nombre genérico de cristología,
durante muchos siglos partieron de un modelo vertical descendente, su énfasis residía desmedidamente en la
divinidad de Jesús y en su condición sobrenatural, con detrimento de su
humanidad. Un asunto así no es vana erudición de teólogos especialistas,
saberlo nos ayuda a entender consecuencias que esto trajo para las iglesias, para el cristianismo en
general; la más potente de ellas fue el espiritualismo desencarnado, [4]l a
desconexión de las realidades históricas y existenciales, el lenguaje y estilo
pastoral demasiado abstracto, la dificultad para dialogar con la cultura, con los desarrollos
del pensamiento, con la ciencia, con el dinamismo de la historia, con las
acuciantes problemáticas del ser humano en su vida cotidiana En determinado
momento de su proceso la Iglesia era una institución demasiado divina, muy temerosa y distante de lo humano.
Con el avance de las
ciencias humanas y sociales en los siglos recientes surge una valoración muy positiva del ser humano, de su razón, de su autonomía ; esto se vió reflejado en los
movimientos revolucionarios, en las reivindicaciones sociales, en los diversos
enfoques del pensamiento crítico orientados a la emancipación de esclavitudes
ideológicas, políticas, económicas, religiosas. Tal sensibilidad influyó en la teología, en el estudio e
interpretación de los textos bíblicos,
de sus contextos y de sus pretextos, y en movimientos
muy significativos que surgieron en
diversos ámbitos eclesiales, animados por esta recuperación de lo humano y de
lo histórico-existencial como lugares del acontecer de Dios y de su acción
salvadora. Así se preparó el Concilio Vaticano II, así surgieron las nuevas
teologías como la de las realidades terrenas, la del desarrollo, la de la
liberación, la del pluralismo religioso, el ecumenismo, el diálogo fe-razón,
fe-ciencia, fe-cultura. Es el principio encarnatorio de Dios haciéndose vigente
en la Iglesia y en cada comunidad de creyentes, en su reflexión teológica y en
su estilo pastoral. [5]
Uno de los aspectos
destacados de esta “humanización de Dios” es su realidad familiar, que la
liturgia de la Iglesia destaca este domingo como una prolongación del sentido
de la Navidad, invitándonos a considerar la familia de Nazareth. La buena
condición humana surge en un medio familiar armónico, amoroso, solidario, pleno
de afecto y de espiritualidad: “Porque el Señor quiere que el padre sea
respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. El que
honra a su padre expía sus pecados, y el que respeta a su madre es como quien
acumula un tesoro” . [6]
Dos asambleas del Sínodo
de los Obispos[7], convocadas por el Papa
Francisco, se han dedicado a estudiar las realidades del matrimonio y de la
familia, sus problemáticas actuales, sus fortalezas y también sus debilidades.
De allí surgió ese documento , ahora de total actualidad, que se llama “Amoris
Laetitia” (sobre el amor en la familia y en el matrimonio), que hace un diagnóstico completo de las
circunstancias contemporáneas de la institución familiar, luego fija su mirada
en Jesús y actualiza la vocación evangélica y humana de esta comunidad ,
explicita la centralidad del amor en el matrimonio, se proyecta con
orientaciones pastorales fundamentadas en la misericordia[8] ,
señala pautas claras para la educación de los hijos, y plantea líneas para una
espiritualidad conyugal y familiar. Denso y estimulante texto que da esperanza a las familias y se fija
constructivamente en los caminos de superación de los conflictos que las
aquejan: “Los esposos cristianos son
mutuamente para sí, para sus hijos y para los restantes familiares,
cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Dios los llama a engendrar y a
cuidar. Por eso mismo, la familia ha sido siempre el hospital más cercano.La
vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios y cada uno es
para el otro una permanente provocación del Espíritu” .[9] La
función de la familia es ser una comunidad de amor en donde quienes la integran
puedan abrirse a los demás con total sinceridad y confianza.
El evangelio de Lucas, que
hace parte de los relatos de la infancia de Jesús, nos cuenta el rito de la
presentación del niño en el templo, tradición judía propia de sus hondas
convicciones teologales, que ofrecía los hijos a Dios, asumidos como gracia y bendición.
La narración nos indica el gozo del
anciano Simeón y de la profetisa Ana, al encontrarse en el niño Jesús con la humanidad de Dios y con
la concreción de su promesa de salvación: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor
muera en paz, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de
todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo
Israel” .[10]
Siguiendo la comprensión de los géneros literarios de la Biblia estamos ante un
relato que desborda la puntualidad de lo biográfico para dar paso a la
interpretación teológica: en ese niño se
revela Dios en plenitud, su humanidad es el sacramento del encuentro con Dios. Parte
sustancial de la lógica de la encarnación es tener padre y madre, vivir en
familia, madurar, apropiar la formación que allí se recibe, ver en José y en
María a dos creyentes ejemplares, amantes de Dios, laboriosos, persuadidos de
que el hogar es su medio divino.[11]
La fe, la confianza,
suponen siempre un itinerario, una evolución. En cuanto creyentes, María y José
maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos: “Simeón, después de bendecirlos,
dijo a María, la madre: este niño será causa de caída y de elevación para
muchos en Israel, será signo de contradicción, y a ti misma una espada te
atravesará el corazón” .[12]
Luego , las cosas se harán paulatinamente más claras. El evangelista hace notar
que: “El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba estas cosas en su corazón” .[13]
La meditación de María le permite profundizar el sentido de la misión de Jesús.
Su particular cercanía a él no la exime del proceso que la lleva a la captación
de los designios de Dios. Ella es la primera discípula, la primera evangelizada
por Jesús.
A menudo, Dios sorprende y
derriba nuestros esquemas de lógica humana. En este caso es patente, no es
fácil entender sus planes, su voluntad, el modo de vida que El nos propone en
Jesús para que seamos estupendos seres humanos, para que no nos dejemos guiar
por las ambiciones de poder y de riquezas, para que acojamos el don de la
solidaridad, para que nuestra vida esté determinada por el servicio al prójimo
y por la liberación de las cadenas que quitan dignidad a nuestra humanidad.
Hay unas exigencias
fundamentales para entrar en comunión con Dios, en las que José y María son
referencia ejemplar:
-
Buscarlo: “Como no lo encontraron volvieron a
Jerusalén en busca de él” ;[14]
-
Radical
confianza en El; considerar en oración y discernimiento estas realidades y
asumirlas con esperanza:” Su madre conservaba estas cosas en su
corazón” (Lucas 2: 51),[15]
-
Dejar que
Dios acontezca madurando en la interioridad: “Jesús iba creciendo en
sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lucas
2: 52).[16]
Pablo, en la segunda
lectura de hoy, de la carta a las Colosenses, exhorta a llevar una vida que sea
consecuencia del haberse revestido de Jesús, el hombre nuevo: “Sobre
todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de
Cristo reine en sus corazones, esa paz a la que han sido llamados porque
formamos un solo cuerpo. Y vivan en la acción de gracias” .[17]
La crisis de humanismo que se vive en muchos
ámbitos , la posibilidad de ser manipulados por el asedio de los medios de
comunicación, la dificultad para adquirir compromisos de largo alcance , el
espíritu facilista y poco dado a la abnegación,
el talante egocéntrico de muchos,
el vacío de trascendencia, son hechos que afectan a la familia. Es de nuestra fe propender
siempre por lo humano, por eso el llamamiento es a trabajar con pasión por la familia completa,
feliz, en comunión; de allí surgen hombres y mujeres integrados, emprendedores
de mejores sociedades, con raíces espirituales y humanistas profundas. Jesús,
María y José son referente clave para este proyecto.
Antonio José Sarmiento Nova, S.J.
[1] GONZALEZ FAUS, José Ignacio. La humanidad nueva: ensayo de Cristología.
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humano de Dios. Sal Terrae. Santander, 2015. MOLTENI, Agostino & SOLÍS
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como norma del método teológico para una nueva evangelización. En Franciscanum, volumen 65 número 179, páginas
1-36. Universidad de San Buenaventura, 2023. SCHYLLEEBECKX, Edward. Cristo, sacramento del encuentro con Dios.
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[2] SCHOKEL, Luis Alonso & ARTOLA ABIZA,
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historia de los hombres. Universidad de Deusto. Bilbao, 1991. TORRES
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1980.
[3] CASTILLO, José María. La humanización de Dios. Trotta.
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[5] GABORIAU, Florence. El giro antropológico de la teología de hoy. Herder. Barcelona,
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[6] Eclesiástico 3: 2-4
[7] Las de 2014 y 2015
[8] Como la admisión a los sacramentos
de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar.
[9] PAPA FRANCISCO. Exhortación
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[10] Lucas 2: 29-32
[11] VICARÍA DE LA ESPERANZA JOVEN. Somos miembros de una familia.
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Angel. La familia en la historia de Jesús.
En Estudios Agustinianos número 46,
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[12] Lucas 2: 34-35
[13] Lucas 2: 51
[14] Lucas 2: 45
[15] Lucas 2: 51
[16] Lucas 2: 52
[17] Colosenses 3: 14-15