Lecturas
1. Hechos 2: 42 – 47
2. Salmo 117: 2-4, 13-15 y
22-24
3. 1 Pedro 1: 3-9
4. Juan 20: 19 – 31
Partamos en la
reflexión de hoy por la constatación de las señales de la Pascua en nuestra
vida : Somos mejores personas? Nuestras decisiones parten de opciones de amor,
solidaridad, transparencia? El ser prójimos eficaces define nuestros proyectos
de vida? Estamos resueltos a ser portadores del sentido de la vida para muchos? Gracias a nuestra cercanía
muchos-as pueden re-significar sus biografías de tristeza y desilusión? Nuestra
condición de cristianos es mucho más que costumbres rituales y adscripción
socio cultural a una religión? El evangelio de Jesús es verdaderamente el
configurador de nuestro ser y de nuestro quehacer? Un cierto tufo fundamentalista y fanático
quedó atrás para siempre? Hay frescura y
novedad pascuales en todo lo que hacemos?
Para ayudar un
poco a responder estas cuestiones, leamos algo de lo que escribe el autor
español Pedro Miguel Lamet en su versión novelada de la vida de
Jesús “El retrato: imago hominis”
, en este momento es un relato en boca de María de Magdala: “ Pero
la que más me impresionó fue la tercera historia, la del padre y los dos hijos.
Es aquella en la que el más joven le pide su herencia y la dilapida como un
libertino. Cuántos jóvenes que como él han malgastado su fortuna he tenido yo
en mi lecho por dinero! Nunca había conocido a un padre así, que saliera a
diario a esperar que viniera de lejos y corriera a abrazar a un hijo, el
infiel, el ingrato, cuando regresa maltratado por la vida. Se me abrió ,
mientras le escuchaba, todo un horizonte, y, cuando terminó de explicar esa
imagen, ese cuadro de un Padre que perdona siempre, que abraza siempre, me
sentí conmovida hasta las entrañas. Corrí hacia él y me tiré a sus pies. Desde
entonces no lo he abandonado nunca ni nunca lo abandonaré” (Obra
citada, páginas 338-339. Editorial La Esfera de los Libros.Madrid, 2007).
Cada repaso de
los relatos evangélicos nos trae a la mente y al afecto el resultado gozoso, vital,
transformador, de los encuentros con Jesús: Pedro, el ciego de nacimiento, el
paralítico, Lázaro, Martha y María, María Magdalena, el incrédulo Tomás, la
mujer que padecía desde siempre un flujo, los diez leprosos, la suegra de
Pedro, la hija de Jairo, los pecadores que comían con él escandalizando a los
fariseos, Zaqueo, el endemoniado de Gerasa, el ciego de Betsaida, la
muchedumbre que come pan y peces hasta saciarse, Bartimeo, la mujer que lavó
sus pies con costoso perfume, todos ellos y ellas son seres humanos frágiles,
afectados por males físicos y morales y por el desprecio de quienes se creían santos y
observantes, como los fariseos y maestros de la ley.
En estas buenas
y afectadas gentes sucede la novedad pascual, luego de encontrarse con Jesús,
de recibir de El el anuncio bienaventurado del reino de Dios y su justicia, de
ser destinatarios del milagro de la nueva humanidad, se tornan en personas que
portan en sí las señales de la VIDA que no tiene fin . Así los
destacan los cuatro textos evangélicos para testimoniar que por el ministerio
de Jesús proceden una nueva manera de ser, una dignificación de la humanidad,
una transformación de su ser y de su existencia.
Qué hay en nosotros de estas fragilidades y de
estas resurrecciones?
Por ejemplo,
hagamos un ejercicio de identificación con Tomás, el incrédulo, cuyo relato
viene en el evangelio de este domingo: “Si no veo las señales dejadas en sus manos
por los clavos y no meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida
abierta en su costado, no lo creeré” (Juan 20: 25). Esta constatación
nos da para un escueto interrogante: cuáles son las resistencias que nos
impiden resucitar, ser nuevos, acceder al sentido de la vida?
Con notable
frecuencia, los miedos, las desconfianzas, el dejarnos presionar en exceso por
los demás, la parálisis existencial, frenan en nosotros los procesos de
crecimiento, la conversión, las rupturas liberadoras, los imaginarios
pesimistas, el escepticismo, derivando de todo esto una condición entristecida,
que se niega a la acción gratuita del amor y a los efectos de la libertad.
Estas son explicitaciones de la incredulidad, porque el no creer o adoptar una postura escéptica ante la fe no
se queda en negaciones teóricas sino en estas actitudes de menoscabo de lo
humano y de lo divino.
Justamente la
vida según el Espíritu es la gran posibilidad que nos da el Padre – Madre Dios
a través de Jesús , para salir de ese mundo de temores y frustraciones, con la
intención de abrirnos a lo nuevo que es
re-creador, redentor, salvador, liberador, gracias a este Viviente, el
Señor de Nazareth, ahora legitimado en su pascua, para beneficio de la
humanidad de todos los tiempos.
Pedro, el apóstol, es un caso típico : rudo, inconsistente, radical,
generoso, apasionado, niega a Jesús en el momento extremo de su vida,
pero………….pasada la experiencia pascual, se hace capaz de decir y vivir cosas
como estas , de las que está plenamente persuadido: “ Bendito sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, a través de la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho renacer para una
esperanza viva, para una herencia incorruptible e imperecedera” (1
Pedro 1: 3 – 4).
Resulta
clarísimo que estas no son palabras salidas de una retórica formal u ocasional.
Al contrario, son en este hombre, una
evidencia de que en él, también en sus amigos y compañeros, ha sucedido algo
sustancialmente cualitativo, re-creador
, que ha provocado en sí una radical novedad en la conciencia que tiene de sí
mismo, de su misión en la vida, y que le ha posibilitado descubrir que en ese
Jesús de Nazareth, maestro y amigo, ha acontecido la intervención definitiva de
Dios – no es otra cosa que la garantía pascual por excelencia! – para sentido y
esperanza de toda la condición humana y de su historia.
A partir de todo
esto podemos proponernos algunas
cuestiones existenciales, llamémoslas
gruesas:
-
Soy una persona atemorizada,
dominada por el qué dirán, con mi autoestima disminuída, dependiente de lo que
otros digan o hagan por mí?
-
Mis necedades, neurosis,
intolerancias, maltratan gravemente la convivencia con mi familia o con otros?
-
Soy un consumista empedernido,
derrochador de dinero, y en mi gasto no hay cabida para la solidaridad?
-
En mis relaciones
afectivo-sexuales soy un coleccionista y seductor de hombres y mujeres, y me
jacto de ser un Casanova, una Lolita, un Don Juan?
-
Soy un empresario o patrono, y
en mis políticas y decisiones he creado un clima laboral malsano y no pago lo justo
a quienes trabajan en mi organización?
-
Soy una persona de estilo
superficial, ligero, “light”, que no me comprometo con nada que valga la pena
en profundidad?
-
Estoy agobiado por una relación
conyugal que se está echando a pique y me dejo ganar la partida por esta
situación?
-
Soy un mal sacerdote, ambiguo,
acomodado, que hago lo posible por escabullirme del ministerio, y mantengo un
discurso de perfeccionismo farisaico, juzgando y condenando a los demás? Es mi
celibato el de un solterón neurótico?
-
Ando envanecido por mis títulos
académicos, por mi capacidad adquisitiva, por mis éxitos profesionales, y
desprecio a quienes no poseen cosas como las mías?
-
Soy una mujer que se ha tragado
el cuento de la belleza física, del 90-60-90, y pongo todo mi esfuerzo en mi
cuerpo y en mis encantos?
-
Soy persona observante de ritos
y cultos religiosos, me considero superior – moralmente hablando – a los demás,
y los califico de indignos y pecadores?
-
Estoy desencantado de la vida,
el pesimismo me invade, no veo perspectivas de sentido?
-
En mi trabajo, soy prepotente y
autoritario, trato con desdén a los usuarios, soy difícil para el trabajo en
equipo?
-
Soy un acumulador de dinero y
de bienes materiales?
-
Mis posturas en lo político son
intransigentes y verticales, soy intolerante con otros planteamientos, me
cuestan la democracia y el pluralismo?
-
No afronto con entereza las
dificultades de la vida?
-
Mi sexualidad es simplemente un
pasatiempo de placer individual sin comunión ni trascendencia?
-
El narcisismo es habitual en
mí, me siento superior a los demás y deseo siempre llamar la atención para que
los otros se fijen en mis “perfecciones”?
-
Acaso he perdido el entusiasmo
de vivir?
-
Algún problema familiar, grande
o chico, me supera y caigo rendido sin hacer un trabajo de superación?
-
Triste? Deprimido? Vacío?
Desilusionado?
-
Lo mío es “primero yo”,
“segundo yo”, “tercero yo”, y lo restante para mí?
-
Tal vez ajeno al sufrimiento de
los pobres y de los condenados de la tierra?
El elenco puede
ser más amplio e interminable. Que sean estos asuntos la oportunidad de
ponernos delante del Resucitado, dejando que El y la vida nos cuestionen, nos
sitúen en trance autocrítico, conscientes de que hay realidades de fondo que
ameritan ser re-significadas, en esto que los creyentes llamamos el paso de la
muerte a la vida, siguiendo el dinamismo pascual, el mismo del que nos
participa el mérito salvador y liberador del Viviente, para empeñarnos en
construír un ser humano vivo, bienaventurado, comprometido, seducido por el
amor, cuidador de todas las formas de vida, consciente de su radical
precariedad, pero siempre abierto al sentido y a la plenitud que Dios nos
ofrece en Jesús.
Cómo cambiar la
orientación de las preguntas? Cómo hacer que ellas reflejen este esperanzador
proceso de resucitar? Cómo se dan en nosotros experiencias vitales similares a
la de Pedro, que de cobarde y
negador se ha convertido en pastor del
cristianismo primitivo y corajudo fundamento de la fe? O la de María
Magdalena, humillada y utilizada por el apetito masculino y ahora
transformada como mujer dignificada y sana? O el escepticismo de Tomás,
que ahora afirma: “Señor mío y Dios mío”? (Juan
20: 28)? O el ambicioso y avaro Zaqueo, quien , luego de su
encuentro con Jesús, afirma: “Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si
engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más”
(Lucas 19: 8)?
En la biografía
de estos personajes transformados por Jesús también podemos encontrar rasgos de
nuestro propio relato vital. Que la gracia del Espíritu del Señor Resucitado
haga posible en nosotros, con la cooperación de nuestra libertad, una renovada
realidad vital, como la que animó a los cristianos de las primeras comunidades,
de quienes atestigua este texto: “Los que habían sido bautizados se
dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían
unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados porque eran
muchos los prodigios que y señales realizados por los apóstoles. Todos los
creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común” (Hechos 2: 42 – 44).
Este texto , que
desde luego refleja un ideal eclesial,
es para nosotros la utopía que impulsa nuestros proyectos personales de vida y
nuestra condición de bautizados, hombres y mujeres de iglesia? Dejamos trabajar
al Espíritu en nosotros para que nuestro modo de seguir el camino de Jesús se
inspire en este deber ser? Nos esforzamos por hacer de la Iglesia el ámbito de
comunión e inclusión en torno al Señor Jesús? Las personas que nos ven se
entusiasman con este estilo de vida?
Juan XXIII – Angelo Giuseppe Roncalli 1881 – 1963 – que fue pastor de la
iglesia universal entre 1958 y 1963, escribió durante toda su vida EL DIARIO
DEL ALMA, bello texto en el que expresa todo el acontecer transformador,
pascual, que el Señor hizo posible en este hombre santo, generoso, evangélico,
sensible al mundo y a sus desafíos.
Un verdadero relato de Dios, estimulante para estos deseos que deposita el Espíritu en nosotros de ser buenos, limpios, solidarios,
fraternos, evangélicos, renovados, vivos con la vitalidad del amor de Aquel
siempre dispuesto a nuestra plenitud. En la mañana de este II domingo de pascua
2014, 27 de abril, este hombre será canonizado por Francisco, que sigue sus
pasos.
Escribamos con
nuestra vida nuestro propio Diario del Alma!
Alejandro Romero
Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,SJ