“Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: estén
despiertos”
(Marcos 13: 37)
Lecturas:
1.
Isaías 63: 16-19 y 64: 2-7
2.
Salmo 79
3.
1 Corintios 1: 3-9
4.
Marcos 13: 33-37
Es frecuente , en la historia de la humanidad,
encontrarnos con crisis, desencantos, pesimismos, sentimientos de fracaso y de
vacío existencial. Son muchas y variadas las causas de estos fenómenos, como
la fractura de las grandes utopías que
movilizan la historia, el escepticismo ante los ideales, guerras, pobreza,
precariedad de los liderazgos, tragedias naturales, pandemias como la que ahora
vivimos en este arduo 2020, mentiras e injusticias por parte de los dirigentes,
anquilosamiento de las tradiciones religiosas, , modelos políticos y económicos
carentes de humanismo. Aunque sea muy fuerte reconocerlo, no podemos evadir la
inevitable confrontación con estas dolorosas realidades.[1]
Equivale esta
constatación a convertirnos en profetas de desgracias, capitular ante tantas
contradicciones, renunciar al entusiasmo y a la creatividad, a la pasión por la
vida, sumirnos en una depresión irreversible?
El pueblo de Israel, al que podemos mirar como un significativo
paradigma de nuestras propias biografías y de la historia, nos brinda luces y esperanzas , resurgir de la
vida , primavera y resurrección.
A qué se nos parece lo que dice la primera lectura,
del profeta Isaías? Vuelve el pueblo israelita a su tierra, después de largos
años de exilio y cautividad en Babilonia, experiencia de dura confrontación y
despojo de los elementos esenciales de su identidad social y religiosa: “Por
qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que
dejen de temerte? Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu
herencia!” . [2]
El lenguaje de este texto revela una dolorida
conciencia de su desamor a Dios y del alejamiento de los compromisos adquiridos
con El en la alianza, entre líneas podemos percibir el triste sentimiento de haber merecido la deportación a
Babilonia, como castigo por sus infidelidades. Pero ahora, a pesar de ese
desastre, viene también la intención de restablecer todo lo perdido, de volver
a ser una nación íntegra, animada por ese Dios del que un día se apartaron.
La recuperación de la esperanza se torna imperativo con el compromiso de
transformar las realidades presentes.[3]
En nuestro país, no por pecados ni por faltas de las comunidades, sino por la
gravísima injusticia de grupos armados, señores de muerte y de violencia,
muchas buenas personas, principalmente campesinos laboriosos, han sido
desposeídos de sus tierras y lanzados al cruel desplazamiento de sus lugares de
vida y de trabajo. Eterno drama que sigue afectando gravemente nuestro tejido
social a pesar de los logros de los acuerdos de paz. También contribuye
decisivamente a este desorden el modelo económico imperante que no propende por
la justicia y por la equidad. La tarea histórica nuestra es emprender una vida nueva, en armonía y equidad, creando constantemente las
condiciones de posibilidad para la deseada convivencia que permita el
desarrollo integral de los habitantes de Colombia. [4]
La comunidad judía en la que surge ese texto de Isaías
retorna del exilio con el desafío de reconstruír los fundamentos de la nación,
la ciudad de Jerusalén, el templo. No era un reto fácil. La mayoría de los
exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio
caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea, cincuenta años antes, ya habían muerto y sus descendientes no
sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían
invitado continuamente a reconocer los errores que los habían llevado a la
ruina, pero la mayoría de la población ignoraba a estos mediadores de Yavé: “Desde
hace mucho tiempo somos la gente que tú ya no gobiernas y que ya no lleva tu
apellido” . [5]
Algunos tomaron en serio el proyecto de restaurar la
identidad, las instituciones, la organización de la comunidad, pero no contaron
con mayor apoyo, a muchos les parecía que era algo loco e innecesario, para qué
retornar a Jerusalén si ya todo está perdido, ausencia total de esperanza. Qué
hacer ante tales coyunturas? Pasándolo a nosotros: la corrupción imperante en
muchos ámbitos de nuestra sociedad, tiene tal poder que echa a pique toda nuestra
ilusión de ser un pueblo de gente honesta? Los desequilibrios del modelo económico vigente tienen la
capacidad de eliminar nuestras expectativas de justicia, equidad e inclusión?
Seremos superiores a estas contradicciones?
Siempre se requiere un resto fiel que mantenga viva la
llama del sentido de la vida, de la confianza en el Dios que dinamiza la
historia y que suscita movimientos liberadores, que confronta nuestros miedos e
inercias para lanzarnos a la tarea de restablecer el sentimiento colectivo de
dignidad: “Y sin embargo, Yavé, tú eres nuestro padre, nosotros somos la greda y
tú eres el alfarero. Todos nosotros fuimos hechos por tus manos” .[6]
No vamos a transformar nuestra realidad
convirtiéndonos en profetas de desgracias ni haciendo eco y juego a los
políticos que pretenden polarizarnos con fundamentalismos intransigentes. El
ser humano nuevo que surge de la experiencia de Dios y del hermano debe estar
dotado de creatividad y de vigoroso talento innovador para demostrar que sí es posible instaurar la nueva humanidad.[7]
Hacemos estas consideraciones en el comienzo del
Adviento 2020, un año fuerte en nuestro mundo, la pandemia del corona virus es
un azote que cubre a todo el planeta, las cifras sobre fallecidos y contagiados
son enormes, se hacen ingentes esfuerzos por parte de las entidades sanitarias
para prevenir, controlar, dando lo mejor de sí mismos para intervenir con todos
los avances de la ciencia médica, pero el covid 19 de momento no se detiene, su
agresividad es desbordante. Esto nos ha obligado a forzadas cuarentenas, a
pérdida de empleos y de ingresos económicos, a modificar totalmente nuestros
hábitos cotidianos, a experimentar angustia ante la limitación del encuentro
presencial con los seres queridos, a no poder acompañar a muchos de ellos en
los momentos finales de la vida, a sufrir crisis emocionales profundas.
Qué proponemos desde nuestra fe en el Señor
Resucitado? Cómo el anuncio de la Buena Noticia de Jesús, hecho con
responsabilidad histórica, en honda conexión con estas realidades, se torna
alternativa de sentido en estas circunstancias?[8]
En ese sentido entendemos la invitación de Jesús a mantenernos despiertos: “Estén despiertos ya que no saben cuándo regresará
el dueño de la casa. Puede ser al atardecer, o a media noche, o al canto del
gallo, o de madrugada. No sea que llegue de repente y los encuentre dormidos.
Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: estén despiertos” .[9]
La interpretación que se daba a estos textos del
evangelio que apuntan hacia el futuro o hacia la escatología era muy impregnada
de fatalismo y de temor: se tenía en mente a un Dios justiciero que señalaba
plazos perentorios que podían cumplirse de un momento a otro, con esto se
alimentaba el miedo a El, se limitaba notablemente el sano disfrute de la vida,
y la religiosidad se convertía en una amargada y temerosa preparación para la
muerte, sin la más mínima incidencia en la justicia o en la fraternidad.
Este miedo funcionó durante siglos, con una imagen
mítica de Dios, calcada de los emperadores totalitarios o de los señores
feudales que hacían y deshacían con sus súbditos lo que se les antojaba. Había
pavor a la condenación eterna, muy propio de la cristiandad medieval y barroca,
con desafortunada persistencia en no pocas mentalidades y ambientes de nuestro
tiempo. Qué tiene que ver eso con el Dios gozoso que viene para nuestra
salvación? Cómo recuperar el sentido de lo teologal en cuanto incremento cualitativo
de dignidad, de libertad, impulso para una humanidad que , bien arraigada en la
realidad, se proyecta a la trascendencia desde unos contextos históricos
liberados y liberadores, anticipo de la plenitud definitiva? Cómo regresar de
nuestros exilios para realizar la plena narrativa de la liberación? [10]
Qué advenimiento espera la humanidad contemporánea?
Cómo vivir el espíritu de adviento en sociedades que no esperan nada? Cómo
hacer vigente el sentido del Reino de Dios y su justicia con toda la intensidad
profética del proyecto de Jesús, del reencantamiento del ser humano y de su
historia, de superar el síndrome del fracaso y del exilio?
Nuestro proceso de paz, la reivindicación de las
víctimas, la justicia especial para este proceso, la creación de condiciones
que hagan posible una convivencia sensata y dialogante, las determinaciones que
hagan efectivas las oportunidades para
todos, son concreciones del advenimiento del Reino entre nosotros. La esperanza
cristiana apunta a la consumación definitiva y al mismo tiempo trabaja con ahínco
para demostrar que esa plenitud debe empezar aquí en la historia.
Pablo, animando a los cristianos de Corinto ante desalientos y
crisis entre ellos, dice: “Sin cesar doy gracias a mi Dios por ustedes y por la gracia de Dios que
recibieron en Cristo Jesús. Pues en él han recibido todas las riquezas, tanto
las de la palabra como las del conocimiento, al mismo tiempo que se hacían
firmes en la fe. Ahora no les falta ningún don espiritual y quedan esperando la
venida gloriosa de Cristo Jesús nuestro Señor” . [11]
Somos hijos legítimos de la gran utopía de Jesús, la de las bienaventuranzas,
la que nos implica en la llegada de este nuevo orden de vida, de dignidad, de
esperanza efectiva y afectiva para todos.
Cada vez se perfila mejor: crear un mundo nuevo,
fraternal y solidario, sin imperios ni transnacionales explotadores de los
pobres, sin compra de honras y conciencias, sin destrucción de la casa común,
sin brutales dominios de unos sobre otros, sin esquizofrenia consumista…Tarea
apasionante a la que Jesús nos invita, y pone en alerta: “Lo que le digo a ustedes se lo
digo a todos: estén despiertos” .[12]
Adviento 2020, resignificando nuestra historia ,
encarnados en la misma, con polo a tierra solemos decir, tomando la iniciativa
de Jesús que nos invita a vivir en vigilancia creativa, para no derrochar esta
oportunidad de dar a todos las mejores y más definitivas razones para la
esperanza.
Antonio José Sarmiento Nova, S.J.
[1] Araceli Damián. Crisis global,
económica, social y ambiental. Publicado en Revista de estudios
demográficos y urbanos. Volumen 30 número 1 (88) 2015, páginas 159-199. Colegio
de México, México D.F., 2015 . Gabriel
Careaga. El siglo desgarrado: crisis de la razón y la modernidad. Cal y
Arena editores. México D.F., 1989. Bárbara Tuchman. La marcha de la locura:
la sinrazón desde Troya hasta Vietnam.
Fondo de Cultura Económica. México D.F. , 1989. Carlos Valverde. Génesis,
estructura y crisis de la modernidad. Biblioteca de Autores Cristianos BAC.
Madrid, 1996. Michael Howard & W. Roger Louis (Editores). Historia
Oxford siglo XX. Planeta. Barcelona, 1999.
[2] Isaías 63: 17
[3] Jürgen Moltmann. Teología de la
esperanza. Sígueme. Salamanca, 1987; Esperanza y planificación del
futuro. Sígueme. Salamanca, 1971. El experimento esperanza. Sígueme.
Salamanca, 1985. Esperanza para un mundo inacabado. Trotta. Madrid,
2008. La justicia crea futuro: política de paz y ética de la creación en un
mundo amenazado. Sal Terrae. Santander, 2010. Moltmann, nacido en 1926, es
miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania, vivió con gran
intensidad la crisis y el desencanto de la segunda guerra mundial, su propio
país embarcado en la demencia hitleriana y nazi, fue obligado a vincularse al
ejército, luego prisionero en un campo de concentración. En estas
circunstancias conoció a cristianos sólidos, resilientes, y desde ahí empezó su
notable aventura teológica y espiritual que tiene en la esperanza cristiana el núcleo
de su pensamiento y de su praxis pastoral.
[4] Francisco de Roux. La audacia de
la paz imperfecta. Planeta. Bogotá, 2018. Vicenc Fisas. Cultura de paz y
gestión de conflictos. Icaria Editorial/Unesco. Barcelona, 1998. Johan
Galtung. Tras la violencia tres R: reconstrucción, reconciliación, resolución.
Bakeaz Guernica Gogoratuz. Bilbao, 1998. Hans Küng. Proyecto de una ética
mundial. Trotta. Madrid, 1991.
[5] Isaías 63: 19
[6] Isaías 64: 7
[7] Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo PNUD. Colombia rural: razones para la esperanza. Informe nacional
de desarrollo humano 2011. PNUD. Bogotá, 2011. Horacio Arango Arango, S.J. Razones
para la esperanza: textos sobre sociedad, paz, educación y espiritualidad
1998-2016. Centro de Fe y Culturas. Medellín, 2017. Jaume Botey. Construír
la esperanza. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2008.
[8] Fernando Ayuso (editor). Tejer
historias: comunicar esperanza en tiempos de pandemia. Publicaciones
Claretianas. Madrid, 2020.
[9] Marcos 13: 35-37
[10] Milton Schwantes. Sufrimiento y
esperanza en el exilio. En https://www.dioscaminaconsupueblo.files.wordpress.com/2013/10/sufrimiento-y-esperanza-en-exilio.pdf
[11] 1 Corintios 1: 4-7
[12] Marcos 13: 37