domingo, 22 de mayo de 2011

V DOMINGO DE PASCUA 22 DE MAYO: COMUNITAS MATUTINA

Lecturas de hoy
1.      Hechos 6: 1-7
2.      Salmo 31: 1-5 y 18-19
3.      1 Pedro 2: 4-9
4.      Juan 14: 1-12
En este domingo la Palabra nos propone atender a tres realidades fundamentales de la comunidad eclesial:
-          La ministerialidad expresada en el servicio de los diáconos (Hechos)
-          La condición del pueblo de los bautizados como comunidad sacerdotal (1 Pedro)
-          Jesús, camino , verdad y vida (Juan)
Conviene que estas realidades las veamos y oremos a partir de la experiencia de las comunidades cristianas primitivas y del testimonio consignado en los escritos del Nuevo Testamento. Esta afirmación, que parece de sentido común en los ambientes cristianos, es preciso hacerla porque con mucha frecuencia se van haciendo interpretaciones de la fe que distorsionan lo original, y por tanto normativo, de Jesús y del Nuevo Testamento, haciendo de la fe cristiana una colección de consideraciones piadosas, de  pietismo individualista, de moralismos fundamentalistas, en lo que me atrevo a llamar “ideología cristiana” que se aleja poco a poco de la realidad esencial y fundante del Señor Jesucristo.
Por esto, la adecuada interpretación del hecho cristiano, debidamente enraizada en las Escrituras, en el Magisterio de la Iglesia, en la Tradición, en los Padres como San Agustín, San Juan Crisóstomo, San Ireneo de Lyon, por sólo nombrar unos de la inmensa legión de enseñantes de los primeros siglos de la iglesia, de los Concilios, y del trabajo de los teólogos y estudiosos de la Biblia, es un imperativo para pasar de las deficientes percepciones de la fe en Jesús al cuerpo íntegro de la verdad revelada.
Esto lo digo porque en el cristianismo popular se filtran muchas versiones y creencias incompletas, débiles, que afectan la buena imagen y contenidos de la Iglesia, y siembran en la mentalidad de los bautizados elementos incluso supersticiosos que no corresponden con la realidad salvífica y liberadora de lo que Dios ha querido realizar de modo decisivo en su Hijo Jesucristo.
Ya tomando los temas de hoy, oremos a partir de la institución de los siete diáconos, empezando por Esteban, según el relato de Hechos. Surge la necesidad de estructurar un ministerio que se dedique a servicios especiales a la comunidad, distintos de la presidencia de la Eucaristía, de la predicación y de la administración de los sacramentos. Surgen así los diáconos, expresión que proviene del griego DIAKONIA, que se refiere al carácter servicial de la Iglesia toda, y en particular de estos ministros ordenados por la imposición de manos de los obispos, dedicados en sus comunidades a atender a los pobres y enfermos, a tareas de catequesis y educación en la fe, a organización de la comunión eclesial, y, en el aspecto sacramental, a la administración del bautismo y a ser testigos delegados en la celebración del matrimonio, también a ofrecer la comunión dentro de la misa o a llevarla a los enfermos.
El diácono es un servidor de la Iglesia. El Concilio Vaticano II restauró este ministerio como permanente, porque durante siglos sólo se tuvo el diaconado transitorio para quienes van a ser ordenados presbíteros o sacerdotes. En la Iglesia de hoy hay muchos hombres, ejemplares en su vida evangélica, casados y padres de familia, que ejercen este ministerio haciendo así rica la diversidad de carismas en la comunidad y desempeñando un trabajo pastoral notable que ayuda mucho al dinamismo de la vida eclesial.
Esto es parte notable de lo que proponíamos el domingo pasado a propósito de la ministerialidad de toda la Iglesia y del buen pastoreo que nos corresponde a todos, debidamente presididos en el servicio de la comunión y participación por el Papa, los obispos y los sacerdotes. Un reto más para que no seamos simplemente cristianos que reciben sacramentos y escuchan palabras de los ministros ordenados, sino bautizados activos que desde los dones que les confiere el Espíritu sirven a la construcción de la comunidad de los seguidores de Jesús.
Esta comunidad que es la Iglesia es sacerdotal. Por esto entendemos una comunidad que en su eficacia sacramental es mediadora toda ella de salvación y tiene la capacidad, no jurídica sino teologal, de significar con eficacia la presencia del Señor Jesucristo en la historia de la humanidad y de ser portadora de los dones definitivos que Dios nos da en Jesús.
En la celebración del bautismo la segunda unción que se hace, con el santo crisma, significa esta sacerdotalidad de cada bautizado y de la iglesia entera. La fórmula que el ministro que confiere el bautismo dice es: “Dios todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey” (Ritual de los Sacramentos).
Especialmente el magisterio del Concilio Vaticano II recuperó esta realidad esencial de la fe, justamente para explicitar la dignidad común de todos los bautizados, superando el viejo esquema de una clase superior: Papa, obispos, sacerdotes, y una clase inferior: los fieles laicos bautizados. La dignidad de cada cristiano le nace de su configuración con el Señor por el bautismo y esto lo hace participar de  esta sacerdotalidad, cuya mejor formulación bíblica la encontramos en la Carta a los Hebreos, estudiada de modo muy profundo en nuestro tiempo por el biblista jesuita Albert Vanhoye.
Hay entonces un sacerdocio común de los fieles y un sacerdocio ministerial. Estas no son elucubraciones teológicas sofisticadas, es una gozosa realidad proveniente del Espíritu que nos lleva a sentirnos parte sustancial de la Iglesia, no como una institución prestadora de servicios religiosos (Una IPSR?) o como un club de perfectos, sino como una comunidad plena de la vitalidad de Dios en Jesucristo, dotada por El mismo de la gracia suficiente para ser sacramento universal de salvación, según la enseñanza del Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”.
Esto cambia la percepción de la Iglesia como sociedad perfecta, muy jurídica, muy disciplinar, a una comunidad viva, Pueblo de Dios, portadora de salvación y rica en la diversidad de sus ministerios para construír una realidad evangélica de comunión y participación, con la presidencia de quienes han sido ordenados por los obispos para garantizar la comunión y la diversidad en la unidad. Oremos sobre estas realidades y sintámonos retados por el Espíritu de la condición de cristianos pasivos a una sacerdotalidad vivida con gozo, con talante evangélico, ayudando a que la Iglesia sea en todo su ser una narración vital del Señor Jesús y de su Buena Noticia.
El es, como dice Juan en el evangelio de hoy: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí” ( Juan 14: 6). Esto es determinante en la fe cristiana y en la vida de la Iglesia, Jesús es la ruta hacia Dios Padre-Madre y hacia el ser humano, proponiendo un nuevo modo de humanidad moldeada por el Espíritu. En COMUNITAS MATUTINA propendemos para que nuestro modo de vida sea al estilo de Jesús, vía Jesús, o “Jesusmente” como dice en lenguaje coloquial nuestro querido maestro el Padre Gustavo Baena,S.J. ( a mediados del año llegará a las librerías de temas  bíblicos y teológicos su libro “Fenomenología de la Revelación”, editado por Verbo Divino España, en este trabajo G. Baena propone toda la síntesis de su inmenso esfuerzo de interpretación bíblica).
Jesús es el sacramento del encuentro con Dios. Así se llama un riguroso libro escrito hace cerca de cincuenta años por el teólogo dominico Edward Schylleebeckx (1914-2009), uno de los hombres que más ayudó al Vaticano II. Vamos a orar inspirados en el texto de Juan 14: 12, y a pedir al Espíritu el don de entender qué esto de Jesús “camino,verdad y vida”.
Los seres humanos exploran el sentido de la vida a través de muchas rutas y mediaciones: religiosas en las grandes tradiciones espirituales como el budismo, el shintoismo, el hinduismo, el confucianismo, el judaísmo,el Islam, las religiones africanas, las indígenas de América, el cristianismo en sus múltiples denominaciones. También van hacia el sentido a través de posturas filosóficas y existenciales, algunas de ellas no creyentes, agnósticas, pero muy inspiradas de rectitud y honestidad. Muchos otros en el servicio a la humanidad a través del pensamiento, de la ciencia, de las artes, de las leyes, del liderazgo gubernamental  o social, de la solidaridad. En todo esto y mucho más el ser humano encuentra CAMINOS          que lo conducen al SENTIDO pleno de su existencia.
También hay otros, con marcado narcisismo, que se miran a sí mismos y quieren constituirse ellos en su propia medida y referente de sentido. Ahí se dan los excesos del poder, de la búsqueda compulsiva del bienestar material, de la afirmación arrogante del ego, de la absolutización de las ideologías, de las dictaduras y autoritarismos, de las idolatrías. Todas ellas estudiadas juiciosamente por algunos críticos de la sociedad como Erich Fromm con su “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, examinando, con beneficio de inventario esos “caminos” de pretendida salvación.
Jesús es CAMINO hacia Dios y hacia la vida en modo de bienaventuranza, desposeído de pretensiones mundanas de poder y dominación, en un talante total de servicio que lo lleva al extremo de la donación cruenta de su vida en la cruz, constituyéndose este sacrificio en meritorio para la salvación de toda la humanidad.
Jesús es camino descalzo, sin vano honor del mundo. Su lugar es el ser humano, su historia, sus preguntas, sus plenitudes, sus sufrimientos, sus dolores, también sus egoísmos y justicias. El CAMINO de Jesús reorienta estos afectos desordenados, individuales y colectivos, y los ordena en clave de principio y fundamento.
Este CAMINO nos lleva a la fuente de la vida, a Dios mismo, relativiza todos nuestros absolutos y hace posible en nosotros la percepción y adquisición de lo definitivo: “Sólo Dios basta”, según la contundente expresión de Santa Teresa de Jesús.
Cuál es mi camino?
Me afirmo a mí mismo?
Intento ser creyente pero no renuncio a algunos caminos desordenados?
Absolutizo caminos ideológicos, políticos,económicos?
Absolutizo líderes humanos?
Utilizo de modo amañado el camino de Jesús para legitimar alternativas incompatibles con el Evangelio?
O estoy más bien en un plan de libertad plena, me dejo asumir por Jesús, y opto con ilusión por el CAMINO que es El mismo?
Los dejo con esto para este V Domingo de Pascua.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús
Pontificia Universidad Javeriana
22 de mayo de 2011

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