domingo, 5 de agosto de 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

En el Libro de Job, Dios se presenta como hablando desde el corazón de una tempestad. “El Señor respondió a Job desde la tempestad” (Job 38:1) El Señor se muestra a Job como el Dios omnipotente, que le exige obediencia a un Job que se ha atrevido a discutir con Él: “¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido? ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra?” (Job 38:2-4). Luego de una larga definición de Dios como Creador del universo, Job reconoce que ha hablado fuera de tono, y dice: “¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano.” (Job 40:4).
Aquí vemos a un Dios totalmente diferente de sus criaturas, y a quien hay que respetar y obedecer. Esta imagen de Dios me trae a la memoria un tema que aflora cuando estamos reforzándonos para orar. Se presentan dos preguntas relacionadas: la primera es “¿Quién es Dios para mí? Y la segunda es “¿Quién soy yo para Dios?” Estas dos preguntas afloran en forma explícita o implícita, porque nuestra oración es un encuentro con Dios. “¿Quién es este Dios con el que me encuentro? ¿A qué se parece Dios? ¿Cuál es mi percepción de Dios?” Y por el otro lado, “¿Quién soy yo para Dios? ¿Qué ve Dios en mí? ¿Cómo me contempla Dios?” Se nos presenta una jornada espiritual que dura toda nuestra vida, englobada en estas dos preguntas, pues siempre necesitaré crecer en mi percepción que quién es Dios para mí, y necesito además verme a través de los ojos de Dios.

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