domingo, 23 de octubre de 2022

Comunitas Matutina 23 de octubre 2022 Domingo XXX del Tiempo Ordinario Ciclo C

“Porque todo el que se ensalce será humillado, y todo el que se humille será ensalzado”

 Lecturas:

  1. Eclesiástico 35: 15 – 17 y 20 – 22
  2. Salmo 33: 2 – 3; 17 – 19 y 23
  3. 2 Timoteo 4: 6 – 9 y 16 – 18
  4. Lucas 18: 9 – 14

Una de las realidades que más golpean la sensibilidad de muchos seres humanos es la arrogancia, la prepotencia, el engreimiento, la autosuficiencia, que esgrimen personajes de uno y otro contexto de “importancia social”, alegando que por su “status” son merecedores de más aplausos, reconocimientos y privilegios que el común de los mortales. Es la sociedad del espectáculo[1] funcionando a toda máquina, con su colección de anécdotas de arribismo, de afirmación despótica de unos sobre otros, de desprecio por los más humildes, de “egotecas”, “vano honor del mundo”. Decía San Ignacio de Loyola, con respecto a sí mismo, antes de su conversión: “Hasta los veintiséis años de edad fue hombre dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con un grande y vano deseo de ganar honra”. [2] Acudiendo a un sano escepticismo, propio de los sabios bíblicos, ¿qué pensar de estas soberbias humanas cuando al final todos vamos a morir?, y en esa muerte quedarán abolidas todas estas razones que esgrimen los arrogantes de la tierra: “Vanidad de vanidades – dice Cohelet – vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?” [3]

Este domingo, la Palabra nos pone a pensar seriamente en la humildad como actitud esencial de quien está dispuesto a ser un seguidor de Jesús responsable y comprometido y, por supuesto de todo ser humano libre, que no abriga el deseo desordenado de la fama.[4] La primera lectura – Eclesiástico/Ben Sirá - y el clásico texto de Lucas, la parábola del fariseo y el publicano,[5] nos guían por este camino. La humildad la recordamos con la etimología del término que viene del latín “humus”, [6] la tierra , lo último, lo que pisamos, lo que está por debajo de nuestras pisadas.

En este mundo y cultura que reconocen solamente a los poderosos, a los de fama, a los que tienen riqueza material y alta posición social, el texto bíblico marca la diferencia profética destacando la preferencia de Dios por los humildes y la denuncia severa a quien los maltrata: “Las lágrimas que corren por las mejillas de la viuda son su clamor contra quien las provocó. Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde atraviesa las nubes; hasta que no llega a su término, él no se consuela”. [7]

El libro del Eclesiástico,[8] llamado también de Ben Sirá, es escrito por un judío culto, del siglo II antes de Cristo, dato que hace más llamativa su vigorosa alusión a la preferencia de Dios por los que están más abajo en la escala social. Dios, lo sabemos bien, se pone de parte de los más débiles de la sociedad, siempre a contracorriente de la mentalidad dominante de privilegios y culto a la personalidad de los que están arriba.[9]

Desde esta óptica bíblica sabemos que para Dios no cuentan ni el abolengo, ni los pergaminos, ni el dinero. En Él descubrimos el valor decisivo de la dignidad humana que tiene elocuente carta de presentación en los humillados y ofendidos, y también en quienes no cifran su ser en la arrogancia sino en la discreción, en la capacidad de ser todo para todos en el amor y en el servicio, y en el rechazo de toda preeminencia abusiva sobre los demás. Así, nos encontramos de nuevo con ese texto tan conocido del fariseo y el publicano, con el contexto que indica el evangelista: “Dijo la siguiente parábola a algunos que se tenìan por justos y despreciaban a los demás[10]donde Jesús manifiesta su coherente actitud, siempre muy severa, con la vanagloria religioso – moral de los hombres prominentes del judaísmo de esa época.

Aquí, la arrogancia pasa por la autojustificación, por la conciencia vanidosa de sentirse superior al pobre y arrepentido cobrador de impuestos, por ese modelo tan fustigado por Jesús, el de los engreídos maestros de la ley y fariseos, que, a fuerza de minuciosas observancias, todas condicionadas por una rigidez enfermiza, presumían de ser los auténticos cumplidores de la ley de Jesús, concesionarios exclusivos de Dios y dueños de la verdad. El fariseo está carcomido por el desprecio a los demás, a quienes considera pecadores e indignos. Sólo él se siente bueno y considera que Dios está de su parte, modelo religioso que sigue penosamente vigente en muchos de nuestros ambientes sociales y religiosos, con su correspondiente juicio moralista sobre la vida de las personas, mente y corazón cerrados para el ejercicio de la misericordia: “El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: rapaces, injustos y adúlteros, ni tampoco como este publicano[11]. Diametralmente opuesta es la actitud del publicano o recaudador de impuestos. Se experimenta necesitado del amor de Dios, no presume de logros ni de observancias, y reconoce humildemente su precariedad: “En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: Oh, Dios! Ten compasión de mí, que soy pecador[12].

Los primeros cristianos fueron muy críticos con los fariseos y demás personajes de la oficialidad religiosa judía, sobre todo después de la destrucción del templo cuando, al desaparecer la institución sacerdotal, se alzaron con todas las propiedades del santuario y con los donativos económicos de la gente, emprendiendo al mismo tiempo la más dura persecución contra los discípulos de Jesús. Es una profunda lección de vida la que nos transmite este relato, contenido que se repite a menudo en los evangelios. Recordemos esa expresión que Mateo pone en boca de Jesús, en la parábola de los dos hijos, también referida a la soberbia religiosa de aquellos personajes:” Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que ustedes al Reino de Dios” [13].

Juzgamos por las apariencias y no hacemos el esfuerzo de sondear la profundidad del corazón humano y de captar sus intenciones y sus actitudes. Tenemos una imagen “standard” de los que consideramos buenos y malos, y nos regimos por esos indicadores externos para determinar la bondad o la maldad, la religiosidad o la irreligiosidad, en un tipo de conducta – la de los que juzgan o juzgamos – que no está sintonizada con la misericordia del Padre. El publicano reconoce que la cercanía de Dios es debida al amor incondicional que Él profesa al ser humano, cualquiera sea su condición moral o espiritual. Este hombre está más próximo a Dios , consciente de sus pecados y de la necesidad que tiene de ese amor; el fariseo se cree con derecho al favor divino. Es uno de los temas que más trajinamos en COMUNITAS MATUTINA, lo saben nuestros lectores.

La gracia de Dios es una invitación al “abajamiento”, a no pretender títulos ni argumentos de supremacía sobre los demás, a no desarrollar el complejo de superioridad, a vivir nuestra humanidad discretamente, con la sabiduría de lo esencial que viene de Dios, a experimentar con esperanza nuestra precariedad, común a todos los humanos y, desde ahí, a abrirnos a la intervención liberadora de Dios.

El estilo de Jesús es siempre una afirmación de la grandeza de lo pequeño y humilde.[14]La lógica de Dios transita por el camino del abandono confiado en Él , que no mira méritos ni santidades porque lo suyo es la total gratuidad, dinamismo que hace justicia a los humildes: “Les digo que este regresó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado[15] .

Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente al pecador. Esta parábola proclama la misericordia como valor fundamental del reino de Dios. Con su conducta, el publicano rompe todas las expectativas y esquemas, desafía las pretensiones del fariseo y de su estructura religiosa de vanidades y “santidades rituales”, y reclama discretamente ser acogido por Dios, ya que la oficialidad religiosa de ese tiempo no se fijaba en los pecadores como él, los condenaba y excluía.[16]

Con esta mentalidad tan típica de Jesús, se puede vislumbrar por qué Jesús fue señalado como amigo de publicanos y de pecadores, acusación que siempre provenía de los personajes “representativos” del judaísmo del Templo de Jerusalén. Estos se encargaron de atizar las acusaciones contra Jesús, y de provocar finalmente su juicio y condenación. Definitivamente, la misericordia de Dios “revuelve” los criterios de cierta religiosidad, muy formal, muy observante, y poco o nada santa.

 

[1] CORREIA SOEIRO, Alfredo. El instinto de platea en la sociedad del espectáculo. Editorial Hiru. Hondarribia, 2003. DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo. Pre-textos, 2014. SAENZ, Alfredo. El espíritu del mundo. En https://www.repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/11412/1/espiritu-del-mundo-saenz.pdf CARDOSO, Ciro Flamarion. Combatiendo la arrogancia epistemológica: algunos caminos que se podrían recorrer. En Revista Edad Media Revista de Historia, número 9 (2008), páginas 105-128. Universidad de Valladolid. JANKELEVITCH, Viktor. La mala conciencia. Fondo de Cultura Económica FCE. México DF, 1987. RICOEUR, Paul. Finitud y culpabilidad. Trotta. Madrid, 2004.

[2] SAN IGNACIO DE LOYOLA. Autobiografía, en Obras Completas de San Ignacio de Loyola. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 1977; páginas 92. CEBOLLADA, Pascual. Del amor propio al amor de Dios: la abnegación en los Ejercicios Espirituales. En Revista Manresa volumen 73, octubre-diciembre 2001; páginas 357-370. Centro Loyola. Madrid, 2001. TELLECHEA IDÍGORAS, José Ignacio. Ignacio de Loyola solo y a pie. Sígueme. Salamanca,1999. SAN IGNACIO DE LOYOLA. Autobiografía: El Peregrino. Mensajero-Sal Terrae. Bilbao, 2011. LAMET, Pedro Miguel. El caballero de las dos banderas. Mensajero. Bilbao, 2012.

[3] Eclesiastés 1: 1-3

[4] SANTA TERESA DE JESÚS. Camino de perfección. Edición de Ros García. Monte Carmelo. Burgos, 2008. SELLÉS DAUDER, Juan Fernando. La humildad según Leonardo Polo. En Revista Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, volumen XXIV número 3 (2019), páginas 91-104. Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras. Málaga, 2019. MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA DE HUERTA. La humildad. En https://www.monasteriohuerta.org/wp-content/uploads/2014/03/humildad.pdf DÍAZ, Carlos. La virtud de la humildad. Trillas & Mad. Madrid, 2005. MOREY, Gerson. La humildad: el llamado a vivir vidas de bajo perfil. LIfe Way Christian Resources. Miami, 2021. KRAMES, Jeffrey A. Liderar con humildad: 12 lecciones de liderazgo del Papa Francisco. Alienta Editorial, 2015. LANGA, Pedro. La humildad en la cristología de San Agustín. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83571712.pdf

[5] Recaudador de impuestos para el imperio romano, en Palestina, que era colonia de esa potencia política y militar, la más poderosa de aquellos tiempos. Estos recaudadores eran personas muy odiadas por la mayoría, por el carácter de su oficio que era implacable en materia del cobro del tributo obligatorio. El odio era mayor al constatar que eso iba a las arcas de un poder extraño a ellos. Ser cobrador o recaudador de impuestos no era un oficio que confiriera prestigio y reconocimiento.

[6] Palabra latina que significa tierra, lo que está debajo de todo.

[7] Eclesiástico 35: 15-17

[8] MARTÍNEZ, Aquiles Ernesto. Sigue sus huellas y búscala: la “sapiencia” según las memorias de Jesús, el hijo de Sirá. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/229082736.pdf HARRINGTON, Daniel J. Eclesiástico (O Ben Sirá). En FARMER, William R. (Editor). Comentario Bïblico Internacional. Verbo Divino. Estella, 2000; páginas 843-866. DORÉ,D. Eclesiastés y Eclesiástico. Cuadernos Bíblicos 91. Verbo Divino. Estella, 1997. VÍLCHEZ, J. Sabiduría y sabios en Israel. Verbo Divino. Estella, 1991.

[9] SOBRINO, Jon. El seguimiento de Jesús pobre y humilde: cómo bajar de la cruz a los pueblos crucificados. En GARCÍA-LOMAS, Juan Manuel (Editor). Ejercicios Espirituales y mundo de hoy. Congreso Internacional de Ejercicios Espirituales (Loyola 20-26 de septiembre 1991). Mensajero-Sal Terrae. Bilbao, 1992; páginas 77-94. GONZÁLEZ CARVAJAL, Luis. Con los pobres contra la pobreza. Sal Terrae. Santander, 1991. DROUZY, M. Jesús come con los pecadores. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol14/16/016_drouzy.pdf GALILEA, Segundo. Salvación de los pecadores y liberación de los pobres. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol15/60/060:galilea.pdf LAHIGUERA HOYO, Juan Antonio. Los pobres muestran el rostro de Jesús. Memoria para obtener el título de Bachiller en Teología. Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Valencia, 2002. CRISTIANISMO Y JUSTICIA. La causa de los pobres, causa de Dios. Fundación Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2015. MIQUEL PERICÁS, Esther. Amigos de esclavos, prostitutas y pecadores: el significado sociocultural del marginado moral en las éticas de Jesús y de los filósofos cínicos. Verbo Divino. Estella, 2014.

[10] Lucas 18: 9

[11] Lucas 18: 11

[12] Lucas 18: 13

[13] Mateo 21: 31

[14] ECHEGARAY, Hugo. La práctica de Jesús. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima, 1987. MORENO REJÓN, Francisco. Teología moral desde los pobres. San Pablo. Madrid, 1987. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1990. BOFF, Leonardo. La fe en la periferia del mundo. Sal Terrae. Santander, 1985. RAMOS REGIDOR, José. Jesús y el despertar de los oprimidos. Sígueme. Salamanca, 1988. Puede “sonar” reiterativo y fatigante esto de la opción preferencial por los pobres, del valor humano-evangélico de los humildes, pero no podemos eludir la exigencia que nos hace Jesús en su oferta de vida. El mismo es un pobre real, su confrontación a la riqueza y al poder es asunto incuestionable. Esto es normativo del seguimiento de Jesús. CATALÁ CARPINTERO, Vicente Antonio. Claves de la espiritualidad de Jesús. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 9 de marzo de 2010.

[15] Lucas 18: 14

[16] ANTOLÍN SÁNCHEZ, Javier. La originalidad de la compasión cristiana. En Revista Estudios Agustinianos número 47, año 2012; páginas 493-534. Estudio Teológico Agustiniano. Valladolid, 2012. FRAILE YÉCORA, Pedro. Entrañas de misericordia: Jesús, ternura de Dios. PPC. Madrid, 2015. PAPA FRANCISCO. Carta Apostólica Misericordia et Misera al concluír el jubileo extraordinario de la misericordia. Librería Editrice Vaticana. Roma, 2016. GARCÍA-BARÓ, Miguel. La compasión y la catástrofe.

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