“Yo los bautizo con
agua. Pero està a punto de llegar alguien que es màs fuerte que yo, a quien ni
siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias: el los bautizarà con
Espìritu Santo y fuego”
(Lucas 3: 16)
Lecturas
1.
Sofonìas 3: 14 – 18
2.
Salmo Isaìas 12: 2 – 6
3.
Filipenses 4: 4 – 7
4.
Lucas 3: 10 – 18
La primera palabra de
la liturgia de este domingo tercero de Adviento – tomada de la segunda lectura
– es una invitación a la alegría: “Estèn siempre alegres en el Señor; les
repito, estèn alegres” (Filipenses 4: 4), es el común denominador de
los textos de este dìa, advirtiendo de entrada que no se trata de la alegría
del espectáculo, de la sociedad de consumo , de los afanes de las fiestas y
despedidas sociales, de los regalos costosos, sino del gozo que proviene de la
presencia real y eficaz de Dios entre nosotros, el Emmanuel.
Como ya lo propusimos
el domingo anterior, estamos afincados
sobre la realidad del Dios que ha llegado a nuestra historia, a nuestra
realidad, a nuestros dramas, a nuestras plenitudes, para comunicarnos la
salvación, el sentido definitivo de la vida, la superación de la ambigüedad, el
dejar atrás el pesimismo radical, el conferirnos la capacidad de llevar una existencia
con significado trascendente. No tenemos que estar alegres porque Dios està
cerca, sino porque El ya està en nosotros.
Esta realidad es la
razón de estas palabras de Pablo: “No se inquieten por cosa alguna; antes bien,
en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la
sùplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios , que supera
toda inteligencia, custodiarà sus corazones y sus mentes en Cristo Jesùs”
(Filipenses 4: 6 – 7).
Sabemos bien que
expresiones como las anteriores, en los textos bíblicos, no surgen de
consideraciones piadosas o de vana retòrica religiosa. Allì hay una densa
experiencia del Dios que salva, una certeza de vida teologal, que le da soporte
al testimonio paulino, causa de la genuina alegría. Estupendo argumento para
salir al paso con fuerza profética a todos esos estilos de religión
entristecida, sombrìa, obsesionada con normas y con ritos, con culpas y
estrecheces de conciencia.
Esta alegría es
consecuencia de un proceso, que empieza por una toma de conciencia de nuestro
verdadero ser, en un gran ejercicio de interiorización, de configuración del yo
en cuanto sujeto de la relación con Dios, siguiendo lo que quiere decir la
palabra inglesa insight, mirada profunda sobre uno mismo para hacerse
consciente del propio yo, constitución de la interioridad, materia prima de la
relación de trascendencia, de amor, con Dios y con el prójimo, fuente de esta
genuina alegría, en la que queremos hacer énfasis en este Adviento:” Yahvè,
tu Dios, està en medio de tì,un poderoso salvador!! Exulta de gozo por tì, te
renueva con su amor; danza por tì con gritos de jùbilo, como en los días de
fiesta” (Sofonìas 3: 17 – 18).
Si descubrimos que Dios
forma parte de nuestro ser, encontraremos absoluta seguridad dentro de
nosotros. Somos conscientes en nuestra vida personal y colectiva de esta
presencia teologal? En Adviento se nos invita a advertir esta bienaventurada
realidad y a valorar los alcances de la misma, en la perspectiva de una vida
radicalmente nueva, radicalmente alegre, radicalmente realizada.
“La gente le
preguntaba: entonces, què debemos hacer?” (Lucas 3: 10)
La cuestión es una prueba de la
sinceridad de los que se acercan a Juan , de su deseo honesto de acatar la
invitación de este profeta a un replanteamiento total de la vida, en clave de
Dios y de una humanidad plenamente asumida por El. Con cuatro pinceladas marca
el Bautista la tarea de cambiar la
manera de pensar y de actuar:
-
“El que tenga dos tùnicas, que las reparta
con el que no tiene” (Lucas 3: 11)
-
“El que tenga para comer, que haga lo mismo”
(Lucas 3: 11)
-
“No exijan màs de lo que les està fijado”
(Lucas 3: 12), responde a unos publicanos deseosos de conversión
-
“No hagan extorsión a nadie; no hagan
denuncias falsas” (Lucas 3: 14), es su respuesta a un grupo de
soldados, también en igual postura a la de los anteriores.
El Bautista, como
Jesùs, con esto està ratificando que no quiere saber nada de las cosas del
templo ni del cumplimiento minucioso de la legislación judía. Una religiosidad
que no llega al prójimo, que no genera projimidad y comunión, no es la que Dios
quiere, por eso esta conversión que
promueve el Bautista esta referida directamente a una nueva manera de ser en el
servicio, en la fraternidad, en la comunión, en la cultura de la mesa común. Es
la preocupación sincera por los demás el gran indicador de la conversión a
Dios. Con esto, Juan està pidiendo a quienes lo escuchan volverse a Dios para
volverse al hermano.
Tambièn es esencial
destacar que esta predicación no està destinada a asustar con un Dios vengativo
que castiga implacablemente, ni tampoco su mentalidad es la de producir conciencias angustiadas. Es lo
diametralmente opuesto, se trata de suscitar esa novedad radical de Dios que ya
llegó para construir al nuevo ser humano según el referente del Señor Jesùs.
Tenemos claro que Dios
ya està en nosotros, en nuestra historia? O nos seguimos sintiendo que estamos
incompletos porque aguardamos a que venga de otra parte el salvador, sin darnos
cuenta de su vitalidad creadora y re – creadora en nuestra vida.? Seguir
esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos
descubierto dentro de nuestra historia, dentro de nuestro ser.
Si vale el ejemplo,
podemos detectar las inmensas expectativas que se suscitan entre los ciudadanos
cuando se elige mediante voto a alguien que va a representar los intereses
populares, como diciendo que con este o aquel
sì llegó el tiempo de la justicia y de la verdad, para después tener que vivir
la frustración del desencanto cuando estos “mesìas” no responden a los
intereses de la comunidad.
Porque se trata de
pasar de la ansiedad angustiosa a la feliz certeza de la fidelidad del Padre,
avalada con el anuncio de Juan: “Yo los bautizo con agua. Pero està a punto
de llegar alguien que es màs fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de
desatarle la correa de sus sandalias: èl los bautizarà con Espìritu Santo y con
fuego. En su mano tiene el bieldo para aventar su parva; recogerà el trigo en
su granero, pero quemarà la paja con fuego que no se apaga. Y, con otras muchas
exhortaciones, anunciaba a la gente la Buena Nueva” (Lucas 3: 16 – 18).
Justamente el contenido
por excelencia de este anuncio es que es buena noticia, que Dios està aquí
implicado encarnatoriamente en nosotros y en nuestras realidades para
invadirnos de vida, de bienaventuranza, de razones para la esperanza, para
llevarnos a lo absoluto del amor, de la libertad.
Esto – hay que volver a
decirlo con señalado énfasis – rompe por completo ese paradigma de la religión
de sacrificios, de expiaciones, de inculpaciones, de desprecio de lo humano, de
evasión de la historia, para afirmar el proyecto de Jesùs, que es la inserción
liberadora de Dios en la humanidad.
Por eso: “Grita
alborozada Siòn, lanza clamores, Israel, celèbralo alegre de todo corazón,
ciudad de Jerusalèn. Que Yahvè ha anulado tu sentencia, ha alejado a tu
enemigo. Yahvè, Rey de Israel, està en medio de tì. Ya no temeràs mal alguno!”
(Sofonìas 3: 14 – 15)
Cuando en este mundo
hay tan malas noticias de tragedias, pobrezas, violencias, falta de
oportunidades, exclusiones, torpes decisiones de gobernantes y economistas,
desprecios, humillaciones, la Iglesia no se puede poner a cargar con màs
agobios a los humanos. Ella es , en su esencia, portadora de la alegría de esta
noticia de misericordia, de cercanìa, de encarnaciòn, de liberación, de Jesùs
como sacramento del encuentro con Dios:
tal es el gran criterio para verificar la autenticidad eclesial.
La alegría de la que
habla la liturgia de hoy no tiene relación con la ausencia de problemas o con
el placer que proviene de la satisfacción de los sentidos. El asunto va por el
lado de compartir, de hacer de la propia vida una ofrenda, en la mejor lógica
evangélica, hasta que esto determine en su raíz nuestro proyecto de vida.
Para ilustrarlo mejor,
veamos estas dos referencias:
-
“Cuando hablo de la espiritualidad pienso en
un nuevo sentido de ser, en un nuevo sueño colectivo, entretejido de valores
infinitos como la cooperación, la solidaridad, el respeto a cada ser, el
cuidado de toda la vida, la armonía con la naturaleza, el amor a la madre
tierra y la pluralidad de expresiones de lo sagrado” (Leonardo Boff)
-
“La sociedad política perdura si se plantea
como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento
de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor
vulnerabilidad o riesgo” (Papa Francisco en su discurso al congreso de
los Estados Unidos, 24 de septiembre 2015).
La invitación es a vivir la osadìa de Dios, la de su presencia
resuelta a hacer de todos los mejores y màs generosos seres humanos para tejer
una historia de buenas noticias de vida y de dignidad, de justicia y de
fraternidad, de comunión y de solidaridad.
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