domingo, 20 de diciembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 20 DE DICIEMBRE 2020 DOMINGO IV DE ADVIENTO CICLO B

 

No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”

(Lucas 1: 30-32)

Lecturas:

  1. 2 Samuel 7: 1-16

  2. Salmo 88

  3. Romanos 16:25-27

  4. Lucas 1: 26-38

Desde los comienzos de nuestra formación en la fe cristiana escuchamos hablar de conceptos como historia de salvación, proyecto y voluntad de Dios. Las lecturas de este cuarto domingo de Adviento se sitúan en esa línea y nos ayudan a comprender y apropiar esas realidades, ahí estamos implicados todos. Tenemos suficientemente claro que Dios se inserta en la historia real de la humanidad, en la vida cotidiana de todos, esa salvación trabaja en lo normal de cada día, no es un espacio lejano, distante de nuestras inquietudes existenciales, Dios siempre actúa entre nosotros, con nosotros, para nosotros; es un Dios que habla a través de lo humano, se significa eficazmente en lo humano, este es un principio esencial de la encarnación.1 Es decir, nuestro Dios coincide salvíficamente con nuestra historia, y su voluntad se orienta a hacernos plenamente felices, realizados, liberados y salvados del pecado, de la muerte y de la injusticia. Este es el proyecto divino.

Tal historia sucede a través de personas concretas, es lo que queremos decir cuando afirmamos que los seres humanos somos relato de Dios o llamados a serlo.2 La Palabra de este domingo se fija en dos personajes centrales de la historia bíblica: el rey David y María, madre de Jesús. Ellos son relato de Dios, históricos, reales. El primero, convertido después de un gravísimo pecado que le fue enrostrado por el profeta Natán, es el rey de Israel por excelencia, reconocido como cabeza de la descendencia del Mesías; la segunda, impecable, inmaculada, plenamente dispuesta para dejar que Dios aconteciera en ella, mujer teologal en la totalidad de su ser y de su quehacer.

El relato que nos presenta hoy 2 Samuel es una elaboración teológica en torno a la figura de David, que fue para los israelitas el rey más grande de toda su historia, sólo comparable a Moisés y a Elías. David viene a ser un nuevo patriarca, padre de la gran dinastía de Israel, como Abrahán en los momentos iniciales fue el padre de todo el pueblo elegido. Con esta promesa divina, David se carga de futuro, su nombre se convierte en referente que atraviesa toda la historia de los israelitas, se le constituye en principio de una descendencia que será bendita y favorecida por Dios. De sus entrañas saldrá el Mesías de la nueva humanidad.3

No estamos ante narraciones históricas en sentido estricto, sino ante interpretaciones que dan un significado teológico a esa historia, es Dios interviniendo en los hechos que dan significado trascendente a la vida de estos creyentes, configurando su identidad, constituyéndose en principio y fundamento de todo su devenir. En el horizonte permanece la promesa del Mesías, como garantía de que Yahvé se empeña siempre en manifestarse dando salvación y liberación. Esto es esencial para comprender la teología de la historia que se propone en el Antiguo Testamento,4 en evolución hacia la plenitud de los tiempos en la persona de Jesús.

En ese contexto, los primeros seguidores de Jesús, asumieron ese concepto para encauzar su comprensión de Jesús – siempre en el salto cualitativo de lo histórico a la experiencia de la fe - . El sería el Hijo de David, el Mesías enviado, en el que se cumple la promesa. Ahora, esta primera comunidad de cristianos, lo asume como aquel cuyo reino no tendrá fin, según profesamos en el credo. El mismísimo Dios es el aval de la historia de Israel, en el que se tipifica la humanidad entera, él es la razón de nuestra esperanza: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen”. 5 Es esencial que nos sintamos insertos en esa historia, no de modo anónimo ni ocasional, sino con plena identidad ante El, porque cada ser humano es opción preferencial de Dios, esta historia discurre para que nuestra vida llegue a su plenitud de sentido, es decir, a la salvación.6

En el diario discurrir de nuestra vida nos inmediatizamos, llenos de actividades y de compromisos, con vaivenes de diferente signo, unos constructivos y saludables, y otros dolorosos y dramáticos, sumergidos en ese maremágnum de cosas no captamos el horizonte de plenitud en el que Dios se nos manifiesta articulando coherentemente todo nuestro proceso. Sean estos días de Adviento estupenda oportunidad para considerar todo lo que somos y hacemos en esta perspectiva teologal, salgamos adelante a la loca navidad del consumismo y de las compras desenfrenadas para contemplar el misterio apasionante de este Dios que se “toma” la humanidad para hacerla libre, digna y trascendente, .7

La referencia a David en los términos en que lo formula el texto de 2 Samuel es claramente una elaboración desde la fe. El pueblo de Israel vió en él al rey y líder perfecto, aún a sabiendas del gravísimo pecado que cometió, según se narra en 2 Samuel 11 y 12. Luego de ese incidente, confrontado con extrema dureza por el profeta Natán, el relato refiere que el rey emprendió una vida ciento por ciento identificada con Yahvé y con el futuro del pueblo a él confiado. Al autor de este escrito le interesa principalmente llamar la atención sobre el significado de una vida asumida en clave teologal y cómo ella se perpetúa para siempre, convirtiéndose en la estirpe de la que surgirá el Mesías definitivo.

Así, vislumbramos todos los esfuerzos de emancipación, la ruptura de las cadenas, la denuncia contra los poderes que esclavizan, la fuerza profética que contraarresta los efectos nocivos de las injusticias, el sentido crítico que hace posible que detectemos las evidencias del pecado que quita dignidad al ser humano.8

Estamos en el umbral de Navidad, no nos podemos reducir a una celebración de algo puntual, a unos días de fiesta y de regalos, a algo que se cumple como una parte de la gran lista de quehaceres, para volver luego a la existencia gris, saturada de monotonía. Es tiempo de plantearnos a fondo el sentido total de nuestra fe, de nuestro proyecto de vida, de los valores y prioridades que la orientan, de las opciones que hacemos sobre esas bases, de las consecuencias de lo que decidimos. Es el Dios manifestado en la fragilidad del Niño de Belén el elemento constitutivo de nuestras vidas? Nos sentimos herederos de la promesa hecha a David? Nos identificamos con el sí de la joven María?

Cualquier día en la pequeñez de aquella aldea llamada Belén una jovencita humilde, sincera mujer de fe,9 dispuesta con generosidad para estas aventuras del buen Dios, experimenta el llamado que se nos relata en el evangelio de Lucas, también recordando que se trata de un texto teológico que trasciende la puntualidad de lo simplemente biográfico para ingresar en el horizonte de sentido definitivo de la vida: “El Angel entró en su casa y la saludó diciendo: Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podría significar aquel saludo. Pero el Angel le dijo: No temas María, porque Dios te ha favorecido: Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” .10

Dios sucede en el reverso de la historia, en lo discreto y silencioso, su modo de proceder es sorprendente . Esto de los pobres y de la fragilidad no es un capricho, algo aleatorio. El modo de proceder de Dios se expresa así, en palabras de María: “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”. 11 El estilo de Dios es de pequeñez y abajamiento, también su denuncia del vano honor de los poderosos, de todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano. Se fija en los desposeídos y escoge así a esta mujer para que sea ella el medio humano en el que acontece el misterio de la encarnación. María, una mujer sin arrogancia, con hondo sentido de las cosas de Dios, discreta y sabia, es la cuna humana del adorable misterio de la encarnación, en el que El toma definitivamente el camino de lo humano para hacerse relevante en nuestra historia, asumiéndola para salvarla del pecado y de la muerte.

La sorprendida María pregunta al mensajero, y se lanza a la aventura de Dios, su disposición contiene el sí más salvífico de la historia humana: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” .12

David, consciente de su pecado y abierto al don de Dios, es referente para nuestros relatos de vida cuando, en similares circunstancias , descubrimos que no es la afirmación vanidosa de nuestro ego la que nos llena de sentido sino la apertura radical al don de Dios, que nos hace libres y nos dignifica.

María, la madre de la feliz esperanza, identifica todas nuestras expectativas de felicidad y de salvación, y las resume en su Hijo, definitiva presencia liberadora de Dios en nuestra historia. 13



1 Olvani Sénchez Hernández. Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la elaboración teológica. Editorial Bonaventuriana. Bogotá, 2007. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Historia de salvación: guía de la primera unidad, segunda etapa de la misión continental. CELAM. Santo Domingo, 2001. Ignacio Ellacuría. Historia de la salvación. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1188/1/RLT-1993-028-A.pdf

2 Edward Schylleebeckx. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1999. Juan Alfaro. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 2001. Battista Mondin. La expresión del misterio revelado en el lenguaje humano. Publicado en Scripta Theologica número 24, páginas 813-837. Facultad de Teología Universidad de Navarra. Pamplona, 1992.

3 John Bright. Historia de Israel. Desclée de Brower. Bilbao, 2003. Samuel Pagán. El rey David: una biografía no autorizada. Clie. Barcelona, 2013.

4 Andrés Ferrada Moreira. Teología e historia en el Antiguo Testamento. En revista Teología y Vida, volumen 52 páginas 369-389. Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile, 2011. Gustavo Baena Bustamante. Fenomenología de la revelación: teología de la biblia y hermenéutica. Verbo Divino. Estella, 2011.

5 1 Pedro 3: 15

6 Andrés Torres Queiruga. Recuperar la salvación: para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana. Sal Terrae. Santander, 1995. Oscar Cullmann. Una teología de la historia de la salvación. Estela. Barcelona, 1966.

7 Harold Segura C. Adviento: esperanza que transforma. Lupa Protestante. San José de Costa Rica, 2014. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Ser cristiano. Desclée de Brower. Bilbao, 2007. En este libro del Papa Ratzinger recomendamos la lectura atenta del capítulo 1 Estamos salvados? Y dentro del mismo el parágrafo titulado “El cristianismo como adviento”, páginas 15-33.

8 Gustavo Gutiérrez Merino. Teología de la liberación, perspectivas. CEP. Lima, 1971.

9 Bruno Forte. María, la mujer ícono del misterio. Sígueme. Salamanca, 2001. Pedro Miguel Lamet. Las palabras calladas: diario de María de Nazareth. Belaqua. Barcelona, 2004. Ivone Gebara y María Clara Bingemer. María mujer profética. Paulinas. Madrid, 1999. Max Thurian. María, madre del Señor, figura de la Iglesia. Hechos y Dichos. Zaragoza, 1966.

10 Lucas 1: 28-32

11 Lucas 1: 51-53

12 Lucas 1: 38

13 Antonio González Dorado. De María conquistadora a María liberadora: mariología popular latinoamericana. Sal Terrae. Santander, 1988. Leonardo Boff. El rostro materno de Dios: ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas. Paulinas. Madrid, 1984.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog