“Pero desde el principio de la creación Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne”
(Marcos 10: 2-16)
Lecturas:
Génesis 2: 18-24
Salmo 127
Hebreos 2: 9-11
Marcos 10: 1-12
Todo en la revelación de Dios a la humanidad, todo en la misión de Jesús, está orientado a reivindicar al ser humano, a levantarlo, a configurarlo en una creciente y constante dignidad. De Dios no procede nada humillante. Esta revelación no es el surgimiento de una divinidad lejana , enaltecida en una corte imperial, que reclama sumisiones degradantes. Es claro el hecho de un Dios que se implica histórica y existencialmente en la humanidad y en su realidad, para integrarlas en su plan de salvación. 1
Las lecturas de este domingo toman esta bandera para afirmar tal dignidad en la perspectiva del amor y la complementariedad del varón y de la mujer: “Después dijo el Señor Dios: no conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Y el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre” 2. Con el ejercicio de “nombrar” a las creaturas vivientes Dios asocia al ser humano a la tarea de la creación, de dar un sentido a la vida que se origina en El, de constituírlo señor de la realidad creada. Es el trabajo dignificante de Dios en su más elocuente expresión.
Y consuma ese acto de creación y nombramiento creando a la mujer: “El Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará Mujer porque ha sido sacada del hombre”3 La importancia de este detalle consiste en establecer que la mujer ha sido hecha de la misma carne que el varón, de la misma dignidad. 4
La palabra hebrea para designar Mujer – issah - es la forma femenina de varón (varona), hecho que confirma la identidad y el valor humanos de ambos. Desafortunadamente, en la antigüedad y en muchos tiempos de la historia, la inferioridad femenina era aceptada, se volvió una costumbre cultural, incluso se legitimó con determinaciones jurídicas y prácticas. El relato bíblico muestra de modo contundente que tal realidad no corresponde con la intención original del Creador, es una imperfección introducida por el pecado y el egoísmo. El varón y la mujer participan de un mismo destino, de un mismo valor, de una misma condición y explican la íntima relación que los une, fundada en el amor, en la complementariedad y en el atractivo mutuos.5
Adán acoge con clamor eufórico a la compañera que corona el resto de creaturas a las que ha pasado revista y dado nombre: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”6. Ese grito es la expresión saludable de la tendencia a unirse en una sola carne los seres que son semejantes, hechos para amarse, para crecer, para ser felices, para emprender juntos el maravilloso proyecto del amor en pareja. Tiene la connotación de salir del hogar de origen para formar uno nuevo, un novedoso escenario de felicidad y de ayuda recíproca: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” 7. Se impone la libre renuncia a amores laterales para vivir plenamente el don de ser el uno para el otro y de significar con esa entrega la plenitud relacional del varón y de la mujer.
En esa diversidad de lo femenino y de lo masculino se manifiesta la riqueza de la condición humana, siempre llamada al vínculo, al encuentro del amor, tarea que se conquista desde el ejercicio de una libertad responsable y comprometida con la felicidad de quienes optan por ese camino de realización. En esta relación matrimonial se despliegan los dinamismos más potentes de los seres humanos, que son sexuados por su misma naturaleza. Bien entendido que la sexualidad es mucho más que unos atributos biológicos externos, es una condición de identidad, una manera de ser, una sensibilidad femenina o masculina, una visión de la vida y de la comunión humana.8
Así las cosas, la capacidad de varón y de mujer reside en la posibilidad de darse al otro y de ayudarle a ser él-ella , sintiendo que en ese darse se realiza la plenitud de ambos. Este es un camino de humanización ilimitado. El ejercicio de la sexualidad persigue el bien del otro, no es una relación de usar al otro para satisfacer el gusto personal, hacerlo así degrada la dignidad femenino-masculina y convierte a la pareja en un desencuentro utilitario. Si una relación de pareja no está fundamentada en el genuino amor no tiene nada de humana. Por eso se imponen una exquisita humanidad, una exquisita espiritualidad, que desarme las tendencias destructivas del ego absolutizado, hedonista, para dar el paso al ejercicio de la alteridad enamorada, el misterio apasionante de la comunión amorosa y plena de dignidad en el uno y en el otro.9
Sabemos bien acerca de los múltiples factores de crisis en las relaciones conyugales: la mentalidad sociocultural que no favorece la permanencia feliz en los compromisos definitivos, el machismo que promueve varones “triunfadores” coleccionando mujeres para exhibirlas como trofeos de su virilidad, la inmadurez emocional de muchos, el prescindir del sentido de la trascendencia, erotización desmedida de la sexualidad dejando al descubierto unos instintos desbordante de egoísmo, la mujer que se cree el cuento de que su belleza es un icono de atractivo físico y se convierte en muñeca de exposición, los elementos de carencia de oportunidades de crecimiento en lo económico, en lo laboral. Nada de esto puede eludirse a la hora de estudiar la relación varón-mujer para explorar seriamente alternativas de felicidad y sentido en la perspectiva de la felicidad conyugal.10
En octubre de 2014 se reunió en Roma el Sínodo de la Familia, convocado por el Papa Francisco, bajo el lema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la familia”. De ese contexto resulta el conocido documento llamado “Amoris Laetitia: sobre el amor en la familia”, publicado el 19 de marzo de 2016, que es ahora la carta de navegación de matrimonio y familia en la Iglesia Católica. 11
El evangelio de hoy – tomado de Marcos – también transita por este mismo camino. Los fariseos, siguiendo su estilo habitual, ponen a prueba a Jesús, malintencionadamente: “Es lícito al hombre divorciarse de su mujer? El les respondió: qué es lo que Moisés les ha ordenado? Ellos dijeron: Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella. Entonces Jesús les respondió: Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”12
La respuesta de Jesús es significativa cuando caemos en cuenta de que, tanto en el judaísmo como en el mundo grecorromano, el repudio de la mujer era algo corriente, incluso regulado por la ley. Si Jesús les respondía que no era lícito, lo iban a acusar de estar contra la ley. Por eso les devuelve la pregunta y les dice que la ley de Moisés es provisional, porque ahora se ha inaugurado un nuevo orden de vida en el que la dignidad del ser humano es fundamental, espacio en el que el varón y la mujer hacen parte sustancial de la armonía y el equilibrio de la creación. Todo conduce resueltamente a una afirmación profética de la dignidad de este vínculo, y de los seres humanos que se encuentran y se aman. Jesús protege al ser humano de sus propios caprichos egoístas.13
Con su respuesta , Jesús desautoriza a los maestros de la ley, que pensaban que la mujer podía ser rechazada por cualquier pretexto surgido del pecado de los varones, nunca de ella. Junto con eso, relativiza las pretensiones de absolutez de la ley mosaica. Al defender a la mujer, Jesús se pone de parte de los “sin derechos”, tira por tierra la soberbia de los fariseos que despreciaban a la mujer y no veían en ella más que una utilidad doméstica y una realidad de sexo físico para engendrar hijos. Cuando los discípulos, que tampoco terminaban de captar los alcances de las afirmaciones de Jesús, le preguntaron sobre lo que acababa de pasar, su respuesta es contundente: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”14.
Uno de los puntos clave que aborda el Papa Francisco en la exhortación “Amoris Laetitia” es el de las parejas que han fracasado en su relación matrimonial y desean emprender un nuevo vínculo, como expresión de su derecho a la felicidad. Es una realidad social y eclesial que hay que afrontar con criterios muy delicados de misericordia y de comprensión de la fragilidad humana, con apertura clara a esta vocación de plenitud que anida en cada varón y en cada mujer. “Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas. La Iglesia reconoce situaciones en que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios - como, por ejemplo, la educación de los hijos – no pueden cumplir la obligación de la separación. También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido. Pero otra cosa es una nueva unión que viene de un reciente divorcio, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a familias enteras, o la situación de alguien que ha fallado reiteradamente a sus compromisos familiares. Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y para la familia”. 15
La extensa cita es una invitación al discernimiento, al ejercicio responsable de la misericordia, de la lucidez evangélica, de adoptar como propios los criterios del Señor Jesús. El camino cristiano es por esencia incluyente, no de permisividad facilista, tampoco de intransigencia legalista. La relación del varón y de la mujer, que se consagra en el matrimonio, es merecedora siempre de la más cualificada atención pastoral. Matrimonios serios y felicidad en saludable binomio siempre!
Antonio José Sarmiento Nova, SJ
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2 Génesis 2: 18-9
3 Génesis 2: 21-23.
4 PAPA JUAN PABLO II. Carta Apostólica Mulieris Dignitatem sobre la Vocación y la Dignidad de la Mujer. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1988. GARCÍA, Rafael. Por qué es importante la mujer para la Iglesia? El rol de la mujer en la Iglesia y su importancia para la fe cristiana a partir de la obra La Mujer de Edith Stein. En Cuadernos de Teología volumen IX número 1; páginas 102-124. Universidad Católica del Norte. Antofagasta, junio 2017. PAPA JUAN PABLO II. Carta a las Mujeres. En Ecclesia número 2746; páginas 20-24. Conferencia Episcopal Española. Madrid, 22 de julio 1995. WAARDEMBURG, Fenke. Mujeres en la Iglesia: identidad para nuevos tiempos. En Almogaren número 45, páginas 89-100. Centro Teológico de Las Palmas. Palma de Gran Canaria, 2009. DE JUAN FERNÁNDEZ, Juan. La mujer, imago Dei. En Verdad y Vida volumen LXXIV número 269; páginas 351-384. Conferencia Hispano-Portuguesa de Ministros Provinciales Franciscanos. Vitoria, 2916.
5 CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. Varón y Mujer los creó. Roma. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2019. REYES GACITÚA, Eva. Hombre y Mujer los creó Dios: reflexiones desde el pensamiento de Edith Stein. En Theologica Xaveriana volumen 70, páginas 211-233. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2020. STEIN, Edith. Vocación del hombre y de la mujer según el orden de la naturaleza y de la gracia. En Obras completas IV, Escritos antropológicos y pedagógicos páginas 271-296. Monte Carmelo. Burgos, 2003. LÓPEZ MORALLA, N. Cerebro varón, cerebro mujer. Rialp. Madrid, 2007.
6 Génesis 2: 23
7 Génesis 2: 24
8 MEAD, Margaret, Male and female. Perennial Classics. New York, 2001. BEAUVOIR, Simone de. El segundo sexo: los hechos y los mitos. Cátedra. Madrid, 1999. CASTILLA DE CORTÁZAR, Blanca. Identidad personal: lo masculino y lo femenino. En https://www.laici.va/content/dam/laici/documenti/donna/filosofia/espanol/identidad-personal-masculino-femenino.pdf SCOLA, Angelo. Identidad y diferencia: la relación hombre-mujer. Encuentro. Madrid, 1989. CHAVEZ JIMÉNEZ, Alí Roberto. Masculinidad y feminidad: de qué estamos hablando? En Educare Revista Electrónica volumen 16; páginas 5-13. Universidad Nacional de Costa Rica. San José, noviembre 2012. FACIO, Alda. El derecho a la igualdad entre hombres y mujeres. En https://www.corteidh.or.cr/tablas/a22083.pdf
9 RAMÍREZ Z. , Alberto. El varón y la mujer en la Biblia y en la teología. En Cuestiones Teológicas volumen 34 número 81, páginas 121-130. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 2007. VIDAL, Marciano. El matrimonio: entre el ideal cristiano y la fragilidad humana. Desclée de Brower. Bilbao, 2003. HIPP, Roswitha. Orígenes del matrimonio y de la familia modernos. En Revista Austral de Ciencias Sociales número 11; páginas 59-78. Universidad Austral de Chile. Santiago, 2006. MIRALLES GONZÁLEZ, Isabel; ROCA TRÍAS, Encarna; BLANDINO GARRIDO, Amalia. El matrimonio. Universidad Oberta de Catalunya UOC. Barcelona. FLÓREZ, G. Matrimonio y Familia. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 1995. MIRAS, Jorge; BAÑARES, Juan Ignacio. Matrimonio y familia: iniciación teológica. Rialp. Madrid, 2007. MIRALLES, Antonio. El matrimonio: teología y vida. Palabra. Madrid, 1997. BAMBACH, Francisca; KAST, Gabriela. El sacramento del matrimonio. Nueva Patris. Santiago de Chile, 2017.
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11 PAPA FRANCISCO. Exhortación Apostólica sobre el Amor en la Familia Amoris Laetitia. Tipografía Vaticana. Roma, 2016.
12 Marcos 2: 2-9
13 SWIDLER, Leonard. Jesús y la dignidad de la mujer. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol11/42/042_swideler.pdf TEPEDINO, Ana María. Las discípulas de Jesús: hombres y mujeres como discípulos-as de Jesús. Theologica Xaveriana volumen 57 número 161; páginas 185-191. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, enero-marzo 1995.
14 Marcos 2: 10.12
15 PAPA FRANCISCO. Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, número 298. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2016.
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