domingo, 29 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 29 DE JUNIO SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS APOSTOLES PEDRO Y PABLO

 

Lecturas

  1. Hechos 12: 1 – 11

  2. Salmo 33: 2 – 9

  3. 2 Timoteo 4: 6 – 8 y 17 -18

  4. Mateo 16: 13 – 19

En el comienzo mismo de la historia cristiana encontramos estas dos recias personalidades, a quienes podemos llamar fundadores de la Iglesia, fundamentados ellos mismos en el Señor, en quien la Iglesia está fundada. Ambos son vigorosos discípulos del Señor. Pedro , decidido, intenso, pero también frágil y temeroso: “En ese momento cantó un gallo y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente1. Pablo, por su parte, afirma: “Por último se me apareció a mí, que soy como un aborto. Porque yo soy el último entre los apóstoles y no merezco el título de apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios 2. 3

De sus grandes fragilidades, Dios hace surgir dos inmensas personalidades apostólicas, en las que se arraiga el cristianismo primitivo y la Iglesia de todos los tiempos de la historia. Pedro falló en el momento crucial de la pasión de Jesús, negándolo; Pablo fue obstinado y fundamentalista fariseo, acérrimo perseguidor de los discípulos de Jesús. Pero la misericordia de Dios se apoderó de ellos y su gracia entró vigorosamente en estos dos hombres formidables , para poner los cimientos del cristianismo. En estas humanidades surge un nuevo ser que hace de ellos los testigos primigenios del Evangelio: “El Señor, sí , me asistió, y me dio fuerzas para que por mi medio se llevase a cabo la proclamación, de modo que la oyera todo el mundo; así, el Señor me arrancó de la boca del león4 .

El cristianismo no nace en un medio privilegiado y poderoso, sino en la contradicción de la cruz, en la pobreza real de Jesús, en su cercanía con los excluídos, en su confrontación a los poderes judío y romano, en la difamación de su nombre, en la injusticia de la cruz, en la cruda y dolorosa soledad de su muerte, y en la fascinación que por él sintieron un grupo de hombres y mujeres pobres, marginales, sin ninguna importancia religiosa o social en la Palestina de aquellos años de ocupación romana.5

Estas comunidades sienten en un primer momento lo que ellos consideran derrota y fracaso: “Ellos se detuvieron con rostro afligido, y uno de ellos, Cleofás, le dijo: eres tú el único forastero en Jerusalén que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: qué cosa? Le contestaron: lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel, pero ya hace tres días que sucedió todo esto6 .

Esto es como si hoy dijéramos: una vez más los malos han ganado la partida. Entonces, cómo podemos determinar la calidad de lo acontecido en estas gentes deshechas que empiezan a experimentar que el crucificado está vivo, ahora con una presencia distinta, novedosa, resucitada, haciendo de ellos nuevas , valientes y testimoniales personas? Esta es la experiencia pascual, en la que Pedro y Pablo tienen el liderazgo clave para constituír la comunidad apostólica de los discípulos y seguidores de Jesús. La llamada Iglesia Apostólica, con Pedro y Pablo a la cabeza, es fundamental en la comprensión y vivencia del cristianismo, ellos son los cristianos raizales, los que captan en profundidad lo sucedido en Jesús, los que reciben el mandato misional, testigos originales de la fe, fundadores de las primeras comunidades cristianas, punto de partida de la apostolicidad de la Iglesia y de su ministerialidad.7

A Pedro dice un día Jesús, luego de la pregunta por su identidad y de la respuesta esclarecedora de este: “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá8. Y Pablo testimonia: “En cuanto a mí, ha llegado la hora del sacrificio y el momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Sólo me espera la corona de la justicia, que el Señor como justo juez me entregará aquel día9. Tesalónica, Efeso, Jerusalén, Colosas, Corinto, Galacia, Roma, judíos y paganos convertidos a la nueva fe, el cuidado y la dedicación pastoral de ambos, la claridad de la doctrina, las recomendaciones para el buen vivir evangélico, las advertencias críticas, la capacidad para afrontar persecuciones y momentos dramáticos, la confrontación ante las autoridades judías y romanas, las incomprensiones de algunos de sus discípulos, la intensidad y la pasión con la que asumieron el anuncio de la Buena Noticia, la entrega total de su ser a esta causa, son el relato clarísimo de la radicalidad evangélica de estos dos configuradores del cristianismo naciente. El ministerio de Pedro y de Pablo es referente para todo ministerio en la Iglesia, no entendido como poder y ascenso en el escalafón jerárquico, sino como lo que le es inherente: servicio apostólico, a tiempo y a destiempo, poniendo como garantía la disposición para la entrega de la propia vida, sin límites, sin reticencias.

Cómo no recordar, al lado de estos pastores principales, a hombres como Ambrosio de Milán, obispo de palabra recia y doctrina luminosa; al santo y humilde varón llamado Helder Pessoa Cámara, Obispo de Olinda-Recife, en los muy duros años de las dictaduras militares en Brasil; a nuestro inmenso Oscar Romero, de Salvador, voz de los sin voz, mártir en su propio altar eucarístico; a Leonidas Proaño de Riobamba (Ecuador), padre de los indígenas; al discreto y humano Pablo VI, Papa Montini, olvidado e incomprendido; al evangélico Juan XXIII, profeta del Vaticano II; al también mártir Aloysius Stepinac, de Zagreb (Croacia), sometido al silencio por el régimen comunista; a nuestro ahora eterno y bienaventurado Papa Francisco cuyo ministerio ha impreso huella de Evangelio en la vida de la Iglesia contemporánea?10

Y con ellos y como ellos, tantos otros que – mirando siempre al Señor Jesús y a los protoapóstoles Pedro y Pablo – asumen el ministerio con todas sus demandas y responsabilidades, deponiendo intereses personales y carreras de privilegios, para hacerse en todo como él, en quien depositan la plena garantía de sus vidas. Se impone tomar el cayado petrino y paulino para devolver al servicio sacerdotal y pastoral su brillo original, y con ello destacar a la Iglesia como esta comunidad de hombres y mujeres que lo apuestan todo por esta causa trascendente y definitiva. La sucesión apostólica, que recorre la historia de modo ininterrumpido a partir del mismo Señor Jesucristo y de la impronta santificadora del Espíritu, es marca fundamental que da plenitud de sentido al ministerio eclesial.

Qué podremos decir cuando hoy se nos pregunte: “Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?” 11 . Diremos que es un hacedor de prodigios, un sabio metafísico o esotérico, un maestro del oriente, un caudillo subversivo, un lejano icono religioso, o un ser profundamente humano en quien la divinidad se insertó en la historia y en la condición humana para redimirla de pecados e inconsistencias, y para abrirla definitivamente a la plenitud de Dios?

Y podremos, entonces, responder como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo12, uniéndonos así a la Iglesia entera, a sus múltiples denominaciones y tendencias, todas unificadas por el testimonio original de los dos apóstoles: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz13.

De la mano de Pedro y Pablo iremos seguros en la nave asistida por el Espíritu para depurar en la Iglesia todo lo que no es Jesús ni Evangelio, para hacerla descender del pedestal en el que algunos la han querido entronizar, para despojarla de accidentes históricos, descalzándola y llevándola siempre por las calles de la vida, por los vericuetos de la historia, en todas las culturas y sociedades. Con ellos anunciaremos con serena humildad y coherente testimonio que el destino final del ser humano no está en el consumo ni en el poder, tampoco en el frenesí de una libertad absolutizada ni en el decadente relativismo que pone en tela de juicio la plenitud de Dios y la dignidad humana, ni en el pasotismo que lleva a vivir sin sentido de futuro, que en Jesús hay una propuesta que sigue teniendo plena vigencia para que haya respeto al ser humano, eticidad liberadora, comunidad incluyente, humanismo inspirador, que se concreta en un modo de vida teologal y humano, que celebra una fe plena de contenidos, que los comunica con gozo y nitidez, que se inclina misericordiosa ante la fragilidad de las personas, que dialoga con todos, que nos abre con esperanza a la paternidad – maternidad de Dios.

León XIV, Obispo de Roma, es hoy el sucesor de Pedro, llega novedoso para seguir la apostolicidad de la Iglesia, ocupando la sede que durante doce años tuvo a Francisco, quien con maestría evangélica conmovió al mundo con su estilo cercano, genuinamente petrino y paulino, su palabra, su cercanía, su intención de eliminar de la Iglesia prácticas antievangélicas, su apertura al pluralismo y al ecumenismo, su sentido de los pobres, su talante de diálogo interreligioso, son una esperanzadora actualización del ministerio de los Apóstoles Pedro y Pablo, dejando atrás las pompas paganas que en mala hora se infiltraron en la Iglesia. 14 El tiempo de Dios no es de poder sino de servicio, no es de imposición sino de sentido y comunidad, no es de prohibición, sino de esperanza y de vida , no de quien habla más fuerte o manda más, sino de quien ama con mayor pasión y de quien tiene , en definitiva, la fuerza para hacer vigente aquello de que “Nadie tiene amor más grande que el que es capaz de dar la vida por las personas que ama15 .

Antonio José Sarmiento Nova, SJ





1 Mateo 26: 74-75.

2 HECHOS 15: 8-9

3 GARCÍA VIANA, Luis Fernando. Introducción a los Hechos de los Apóstoles. Mensaje y características de este libro. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 22 de octubre de 2013. ALVAREZ CINEIRA, D. La muerte de Pedro y Pablo en Roma. En Estudios Agustinianos número 39; páginas 445-478. Estudio Teológico Agustiniano. Valladolid, 2004. LOPEZ SOJO, Dagoberto. Discursos kerigmáticos en los Hechos (sobre los discursos de Pedro y Pablo). En https://www.antonianumroma.org/public/pua/dispense/4Dagoberto_%20Discursos.pdf COTHENET, Edouard. Las Cartas de Pedro. Verbo Divino. Estella, 1984. GIL ARBIOL, Carlos. Los protagonistas de los orígenes: conflictos y encuentros que abrieron la historia. Pablo en el libro de los Hechos. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 5 de noviembre de 2013. DICASTERIO PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS. Con Pedro y Pablo siguiendo al Maestro. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2024. GALOT, Jean. El primado de Pedro según el Nuevo Testamento. En Theologica Xaveriana número 146; páginas 245-256. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2003.

4 2 Timoteo 4: 17

5 AGUIRRE MONASTERIO, Rafael (Editor) Así empezó el cristianismo. Verbo Divino. Estella, 2019; La mesa compartida. Estudios del Nuevo Testamento desde las Ciencias Sociales. Sal Terrae. Santander, 1994. THEISSEN, Gerd. El movimiento de Jesús. Historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005; La religión de los primeros cristianos. Sígueme. Salamanca, 2004. RICHARD, Pablo. Orígenes del cristianismo: memoria para una reforma de la Iglesia. En Espiga número 23; páginas 53-77. Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI. San José de Costa Rica, enero-junio 2012. STEGEMANN, E.W. Historia social del cristianismo primitivo: los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo. Verbo Divino. Estella, 2001.

6 Lucas 24: 17-21

7 REYNIER, Chantal. Para leer a San Pablo. Verbo Divino. Estella, 2009. BARBAGLIO, Giuseppe. Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso: una confrontación histórica. Secretariado Trinitario. Salamanca, 2009. VIDAL, Senén. El proyecto mesiánico de Pablo. Sígueme. Salamanca, 2008. ALVAREZ CINEIRA, D. Pablo y el Imperio Romano. Sígueme. Salamanca, 2009. BOCKMUEHL, Markus. Simón Pedro en la Escritura y en la memoria. Sígueme. Salamanca, 2014. MARTÍNEZ SAGRERA, María. La cara oculta de Pedro. Mensajero. Bilbao, 2016. MARTINI, Carlo María. La libertad de los cristianos según la Primera Carta de Pedro. Sal Terrae. Santander, 2007. BERGER, Klaus. Los primeros cristianos. Sal Terrae. Santander, 2017. PIKAZA, Xabier. Compañeros y amigos de Jesús. La Iglesia antes de Pablo. Sal Terrae. Santander, 2016.

8 Mateo 16: 18

9 2 Timoteo 4: 6-7

10 BIDEGAÍN, Ana María (Compiladora). Obispos de la Patria Grande. Pastores, Profetas y Mártires. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Bogotá, 2018. PAPA FRANCISCO con CARLO MUSSO. Esperanza: la autobiografía. Plaza & Janés. Barcelona, 2025. MAIER, Martin. Oscar Romero: mística y lucha por la justicia. Herder. Barcelona, 2005. HORNMAN, Wim. El obispo rojo. Sígueme. Salamanca, 1977. CARDENAL JOSEPH BERNARDIN. El don de la paz (Confesiones del Cardenal Joseph Bernardin). Planeta. Barcelona, 1998. ZANATTA, Loris. Bergoglio, una biografia política. Editori Laterza. Bari-Roma, 2025. TOSCANI, Xenio. Paolo VI. Una biografia. Studium. Roma, 2014.

11 Mateo 16: 13.

12 Mateo 16: 16

13 Filipenses 2: 5-8

14 COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL. La apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1973. BEINERT, Wolfgang. Apostólico: anatomía de un concepto. En https://www.seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/180_03.pdf CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE. El primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2003. TILLARD, Jean-Marie. El Obispo de Roma: estudio sobre el papado. Sal Terrae. Santander, 1986. TEJA, Ramón. ACERBI, Silvia. El primado del Obispo de Roma. Trotta. Madrid, 2020.

15 Juan 15: 13.

domingo, 22 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 22 DE JUNIO 2025

 

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) Ciclo C

Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los fue dando a los discípulos para que, a su vez, se los sirvieran a la gente”

(Lucas 9: 16)

Lecturas

  1. Génesis 14: 18 – 20

  2. Salmo 109: 1 – 4

  3. 1 Corintios 11: 23 – 26

  4. Lucas 9: 11 – 17

Dice el teólogo español José María Castillo , a propósito de la teología de los sacramentos : “La Iglesia es fiel a Jesús cuando celebra, por la fuerza del Espíritu, los mismos gestos simbólicos que realizó Jesús: cuando se adhiere a su destino y comulga con su vida, cuando perdona los pecados y libera a los hombres de las fuerzas de esclavitud y muerte que operan en la sociedad, cuando sana las raíces del mal y del sufrimiento que oprimen a todos los crucificados de la tierra. Cuando todo eso no son palabras, sino experiencias reales y concretas, vividas cada día en cada comunidad de fe, entonces cada una de esas comunidades expresa auténticamente tales experiencias mediante los símbolos fundamentales de nuestra fe a los que llamamos sacramentos”.1

En este contexto de reconocer y celebrar hoy el sacramento eucarístico, la referencia nos ayuda a situar el correcto sentido y práctica de los sacramentos y, en particular, de este, al que llamamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la eucaristía. Es esencial hacer esta claridad porque incurrimos a menudo en hacer de ellos prácticas rituales desconectadas de la historia real de las personas y, - lo que es más grave aún! - de la realidad de Jesús y del significado original y originante de su sacramentalidad. El carácter genuino de la religión cristiana tiene en la fuerza significativa y transformadora de lo humano un elemento hermenéutico determinante para su comprensión y vivencia.2 La humanidad de Jesús es la constitución sacramental de la divinidad, su ministerio de salvación-liberación integra al ser humano en esa sacramentalidad.3

En muchos casos hemos convertido la eucaristía en un culto de adoración “hacia arriba”, desprovisto de fraternidad, de servicio, de comunión , de participación, de realidad social y eclesial, desconociendo así el proyecto de Jesús, que le da pleno sentido a la cena del pan y del vino como compartir fraterno y como significación sacramental de la Iglesia. Se torna una “presencia-en-sí”, como un espectáculo litúrgico al que se venera sin tomar en cuenta - con la seriedad que el sacramento amerita - la comunidad, los seres humanos concretos que allí se congregan para profesar la fe, también la fraternidad, el servicio, la solidaridad.4 Es decir, los elementos de ética evangélica propios de la Buena Noticia de Jesús.5

Recordemos que la eucaristía es un sacramento, que es la unión de un signo con una realidad significada: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en memoria mía. Pues cada vez que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que venga”.6 Vivir en memoria de Jesús es reproducir en nosotros los rasgos constitutivos de su existencia: la amorosa referencia al Padre y al prójimo, es asumir como propio el proyecto de vida de Jesús e integrarlo en nuestra conducta cotidiana.

Es muy diciente el comienzo del texto evangélico de este domingo, que refiere la multiplicación de los panes y los peces, gesto en el que los estudiosos de los evangelios ven una clara alusión eucarística: “Pero la gente lo supo y le siguieron. El los acogía, les hablaba del Reino de Dios y curaba a los que tenían necesidad de ser curados7. Ratifican estas palabras que el proceder de Jesús nunca se desentiende de las problemáticas de las personas que le siguen y escuchan, hace suyas sus expectativas, sus dolencias, y se implica en ellas salvíficamente. Hay siempre en Jesús una actitud constante y creciente de cordialidad,8 tomando el sentido de este palabra en su más legítima etimología: lo que nace del corazón y recibe con afecto y con respeto al prójimo.

La realidad histórica de Jesús, su pasión, su muerte, su cruz, constituyen el lenguaje por excelencia del amor de Dios a la humanidad, tal donación es la que da sentido y salva, recrea y redime, y propone como proyecto de vida a quien aspire a seguirlo, configurarse con él y hacer de la propia vida una amorosa ofrenda, en los mismos términos en los que él lo hizo, es el contenido central de este sacramento y el que le confiere significado existencial y transformador: “ Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. Asimismo, tomó el cáliz después de cenar y dijo: Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebieren , hagánlo en memoria mía” 9, sabiendo que en ese anuncio-memorial está contenido el vivir exactamente como él, en servicio del prójimo. 10

El primer signo es el pan partido y preparado para ser comido, señal indicativa de lo que fue Jesús toda su vida. La clave no reside en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido y dispuesto para ser compartido. Jesús estuvo siempre preparado para que todo el que se acercara a él pudiera hacer suyo todo lo que él era: la vida del Padre Dios que a través de la mediación salvadora y liberadora de Jesús se hace vitalidad, transformación, plenitud, para quienes se benefician de este don. El pan se parte para comerlo, la fuerza del signo está en la disponibilidad para ser comido.11 Jesús estuvo siempre dispuesto para que todo el que se acercara a él pudiera hacer suyo todo lo que él era. Se dejó partir, se dejó comer, se dejó asimilar, aunque esa actitud tuvo como consecuencia que los jefes de su religión lo aniquilaran.

El segundo signo es la sangre derramada, teniendo presente que para los judíos la sangre es la vida misma, esta hace alusión a la vida de Jesús que estuvo siempre a disposición de los demás, preferentemente para los pobres, los condenados morales, los sin nombre, los humillados, los desconocidos, los ignorados. Esta feliz constatación tiene implicaciones éticas y existenciales definitivas para la existencia cristiana. Si bien los sacramentos tienen un aspecto ritual celebrativo, es preciso ir al fondo de la cuestión para captar y asumir vitalmente el contenido del sacramento: Jesús que se parte y se comparte para darnos la vida del Padre, involucrando a quien lo recibe en su misma perspectiva de vida: entregarse a la causa del reino de Dios y su justicia, reconocer afectiva y efectivamente a cada ser humano como prójimo, generando un nuevo tejido de relaciones determinado por el espíritu de las bienaventuranzas. 12

En ese contexto, entendemos la significación del relato de Lucas, que la Iglesia nos propone este domingo, la multiplicación de los panes y de los peces. Nos pone a consideración de una gran multitud en el desierto, sin posibilidad de alimentarse, evoca al antiguo Israel, en su marcha de Egipto a Canaán, camino de la libertad, peregrinación hacia la tierra de la promesa, cuando es socorrido en su hambre y en su sed gracias a la intercesión de Moisés. Jesús se preocupa sinceramente por quienes le siguen, y así pide a sus discípulos que hagan todo lo necesario para proveer a la muchedumbre: “El les dijo: denles ustedes de comer. Pero ellos respondieron: no tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. Jesús dijo entonces a sus discípulos: hagan que se acomoden por grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así y acomodaron a todos.” 13

Quiere decir todo lo anterior que el sacramento eucarístico no es una realidad en sí misma, sino una realidad ordenada a la Iglesia, que es la comunidad de los discípulos. En Jesús se significa todo eso que llamamos Evangelio, Buena Noticia: que todos los seres humanos somos acogidos por la paternidad misericordiosa de Dios, que desde ahí se configura una comunidad en la que todos entran en igualdad de condiciones, que la dignidad humana brilla con luz propia, que el poder, el dinero, y demás ídolos, no son realidades centrales en la vida de los seres humanos, y que la projimidad es la nueva categoría que tiene como aval al mismísimo Padre de Jesús.

En la eucaristía se concentra todo el mensaje de Jesús, que es el amor. El amor que es Dios manifestado en el don que de sí mismo hizo Jesús durante su vida. Esto somos nosotros en esta nueva perspectiva: don total, amor total, sin límites. Al comer y beber el pan y el vino consagrados, estamos completando el signo. Lo que equivale a decir que hacemos nuestra su vida y nos comprometemos a identificarnos con lo que fue e hizo Jesús. El pan que me da la vida no es el pan que como, sino el pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando “como” a Jesús, sino cuando me dejo comer, como hizo él.14 En estos tiempos dramáticos en los que unos seres humanos devoran la dignidad de sus semejantes, a través de guerras, despojos, abusos, exclusiones, pretensiones políticas sin autoridad moral y sin capacidad de gobernar con inteligencia, es desafío para la conciencia cristiana volver por los fueros de la dignidad humana y de la justicia a través de la lógica evangélica de la mesa que se comparte generosamente para todos, constituyendo a cada participante en un comensal acogido y bendecido por Dios a través del ministerio de Jesús y de la Iglesia.

Esta significación es de extrema abundancia y generosidad, ilimitada como el amor de Dios, como la ofrenda de Jesús: “ Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los fue dando a los discípulos para que, a su vez, se los sirvieran a la gente. Comieron todos hasta saciarse, y se recogieron doce canastos con los trozos que les habían sobrado” . 15 La realidad esencial es el amor de Dios presente en nosotros. Los signos sacramentales son medios para llegar eficazmente a la realidad significada, y vivirla. Si esto hacemos, nuestro verdadero ser ya no será el nuestro sino él en nosotros, y nosotros en los prójimos amados y servidos.



Antonio José Sarmiento Nova, SJ



1 CASTILLO, José María. Símbolos de libertad: teología de los sacramentos. Sígueme. Salamanca 1982, página 458. BOROBIO, Dionisio. Historia y teología comparada de los sacramentos. Sígueme. Salamanca, 2012. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Símbolos de fraternidad: sacramentología para empezar. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2006. GRANADOS GARCÍA, José Tratado general de los sacramentos. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2017. FERRÁNDIZ GARCÍA, A. La teología sacramental desde una perspectiva simbólica. Centro de Pastoral Litúrgica. Barcelona, 2001. MALDONADO, Luis. Sacramentalidad evangélica: signos de la presencia para el camino. Sal Terrae. Santander, 1987. RAHNER, Karl. La iglesia y los sacramentos. Herder. Barcelona, 1976.

2 TORNOS, Andrés. Cuando hoy vivimos la fe: teología para tiempos difíciles. San Pablo. Madrid, 1995. Ver todo el número 344 de la Revista Internacional de Teología CONCILIUM en https://www.revistaconcilium.com/wp-content/uploads/2019/pdf/344.pdf su tema es Sacramentalización de la historia humana. BOFF, Leonardo. Los sacramentos de la vida. En https://www.pochiteo.files,wordpress.com/2010/03/sacramentos-vida-boff.pdf SCHYLLEBECKX, Edward. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Dinor. San Sebastián, 1964. URÍBARRI BILBAO, Gabino (Editor). La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental: comentario al documento de la comisión teológica internacional. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2021. BOROBIO, Dionisio. Sacramentos y etapas de la vida. Sígueme. Salamanca, 2000.

3 CASTILLO, José María. La humanidad de Jesús. Trotta. Madrid, 2017. La humanidad de Dios. Trotta. Madrid, 2012. TORRES QUEIRUGA, Andrés. La revelación de Dios en la realización del hombre. Cristiandad. Madrid, 1990.

4 MARTÍN VELASCO, Juan de Dios. Situación sociocultural y práctica sacramental. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol33/132/132_martin.pdf URIBARRI BILBAO, Gabino. La ruptura entre la fe y los sacramentos en la iniciación cristiana. En https://www.repositorio.comillas.edu/xmlui/bitstream/handle/11531/31972/PL%20360.%20Gabino%20Uribarri.pdf?sequence=-1&isAllowed=y

5 SCHRAGE, Wolfgang. Etica del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1987.VIDAL, Marciano. Para comprender la ética cristiana. Verbo Divino. Estella, 1998. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La mesa compartida: estudios del Nuevo Testamento desde las ciencias sociales. Verbo Divino. Estella, 2006. MALDONADO, Luis. Praxis sacramental y compromiso de fe. PPC. Madrid, 2001. MARTÍNEZ MORALES, Víctor. Sentido social de la eucaristía (3 volúmenes. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2003. PAGOLA, José Antonio. La eucaristía, experiencia de amor y de justicia. Sal Terrae. Santander, 1990.

6 1 Corintios 11: 25-26

7 Lucas 9: 11

8 Cordial, cordialidad, vienen del latín cor-cordis. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo define como afectuoso, que tiene la virtud de fortalecer el corazón.

9 1 Corintios 11: 23-25

10 SCAMPINI, Jorge A. La eucaristía, principio y fundamento de un orden social verdaderamente justo: un aporte con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional. En Teología volumen LIII número 119, marzo 2016; páginas 45-80. Universidad Católica Argentina. Buenos Aires, 2016. BENEDICTO XVI. Exhortación Apostólica Post Sinodal Sacramentum Caritatis sobre la Eucaristía. Librería Editrice Vaticana. Roma, 2007. FLECHA ANDRÉS, José Román. La fraternidad como vocación ética. En https://www.dadun.unav.edu/bitstream/10171/3855/1/simposioteologia20roman.pdf

11 CAPPELLUTI, Leonardo. Pan partido para un mundo quebrado: la eucaristía en el camino del hombre. San Benito. Buenos Aires, 2008. LEÓN DÍAZ, Ernesto. Eucaristía, banquete de resiliencia: el pan para la adversidad. Tesis para obtener el grado de doctor en teología. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2021. GESTEIRA GARZA, Manuel. La eucaristía, misterio de comunión. Sígueme. Salamanca, 2016. KASPER, Walter. Sacramento de la unidad: eucaristía e Iglesia. Sal Terrae. Santander, 2005. LEON-DUFOUR, Xavier. La fracción del pan: culto y existencia en el Nuevo Testamento. Cristiandad. Madrid, 1988.

12 PABLO VI. Encíclica Mysterium Fidei. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1965. JUAN PABLO II. Encíclica Ecclesia de Eucharistia.Librería Editrice Vaticana. Roma, 2003. ALVEAR, Enrique. La Eucaristía sacramento de la liberación integral del hombre. Arquidiócesis de Santiago de Chile, 1980. THURIAN, Max. La eucaristía, memorial del Señor. Sígueme. Salamanca, 1967. CASTILLO, José María. Donde no hay justicia no hay eucaristía. En Estudios Eclesiásticos número 52, páginas 555-590. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1977.

13 Lucas 9: 13-15

14 LA VERDIERE, Eugene. Comer en el reino de Dios: los orígenes de la eucaristía en el evangelio de Lucas. Sal Terrae. Santander, 2002. SCOTT, Margaret. La eucaristía y la justicia social. Sal Terrae. Santander, 2010. TABORDA, Francisco. Sacramentos, praxis y fiesta. Paulinas. Madrid, 1987. DE ROUX GUERRERO, Rodolfo Eduardo. El pan que compartimos: la cena con los Doce. Pontificia Universidad Javerian. Bogotá, 1994. BOTELLA CUBELLS, Vicente. El sacramento de la eucaristía: evolución histórica. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 2015.

15 Lucas 9: 16-17

domingo, 15 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 15 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD CICLO C

 

El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”

(Juan 16: 14-15)



Lecturas:

  1. Proverbios 8: 22-31

  2. Salmo 8

  3. Romanos 5: 1-5

  4. Juan 16: 12-15

La revelación de Dios como misterio y realidad trinitarios es el núcleo que estructura el testimonio de fe de las comunidades que dieron origen a los textos del Nuevo Testamento. La Trinidad es un acontecimiento salvador, no podemos limitarnos en la formulación doctrinal, un poco complicada por las categorías de interpretación filosófico-teológica de los primeros concilios de la historia cristiana, porque la clave es dar el paso a la experiencia creyente, a la vivencia salvadora de la que somos beneficiarios, a la implicación trinitaria en la condición humana y, con ello, al aterrizaje en la cotidianidad de la gente. La buena teología debe ayudarnos a desenredar la complejidad de sus definiciones para que tengan sabor a vida real, como la de Jesús.1

Sin desconocer la doctrina oficial de la Iglesia sobre el misterio de la Trinidad, en su contenido y en su traducción conceptual, sí es muy importante, demasiado importante, hacer un esfuerzo por parte del magisterio de la Iglesia, de la teología y de la catequesis, para dar fuerza significativa al lenguaje sobre Dios. Los tradicionales conceptos metafísicos con los que se transmite resultan bastante inadecuados para la mentalidad contemporánea. Dios no es el motor inmóvil, como lo formulaba la escolástica tradicional, sino el Dios que es comunión de amor, cuya intimidad no puede reservarse para sí mismo porque lo suyo es trascender, dar vida, salvar, dar sentido, liberar, redimir, mantenerse siempre dando todo de sí para que el ser humano, la creación, permanezcan en ese dinamismo de vitalidad2.

Cuando de modo descomplicado, también sincero e intuitivo, afirmamos que Dios es amor, estamos dando en el clavo, porque El no es un ser solitario, distante, encumbrado en alturas inaccesibles. La pedagogía que se experimenta en la historia bíblica es la de un Dios en constante y creciente tarea de aproximación a la humanidad hasta insertarse definitivamente en ella en la historia de Jesús de Nazaret, él es la cercanía de Dios. El que Dios sea Padre, Hijo y Espíritu Santo, es decir, Trinidad, significa que Dios es una comunión de personas, como nosotros que somos pareja, hogar, familia, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad, comunidad. El ADN de Dios es la amorosa comunión que se vuelca hacia el ser humano para llenarlo de vida, de sentido, de salvación, de libertad.

Gracias a Jesús sabemos que Dios es libre y liberador,3 amoroso, solidario con nuestros gozos y esperanzas, con nuestras tristezas y angustias, cómplice de nuestra felicidad, apasionado por el ser humano y por la vida, justo, exigente, bondadoso, comprensivo, misericordioso y compasivo, es el ABBA, el Dios con quien se puede intimar, ante quien no es necesario presentarse en traje de etiqueta o envuelto en formalidades porque sabe bien como somos y de qué estamos hechos: “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares”. 4

El quehacer del Dios al que tradicionalmente llamamos Uno y Trino consiste en comunicar vida y amor para mantenernos en la plenitud, tal es la auténtica sabiduría divina5: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios6.

El gran propósito de Dios es alcanzar al ser humano con su gracia para hacerlo pleno, íntegro, feliz, realizado, con una existencia llena de sentido trascendente. Este objetivo teologal es el que nos permite entender que Dios sea un Padre, un Hijo, un Espíritu Santo, todo simultáneamente, como dice la formulación tradicional: tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Cómo se hace eso compatible con nuestra vida ? 7

Para obtener una respuesta aproximada tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo sencillo, como hacía Jesús, conectando esa pedagogía con las realidades de la vida cotidiana, en las que los humanos nos jugamos el sentido de la vida y donde nos hacemos las grandes preguntas del sentido: el enamoramiento, la amistad, los afectos, el trabajo, la construcción de la felicidad, también el sufrimiento, los vacíos, el mal, la soledad, la enfermedad, la muerte. 8

El Nuevo Testamento nos muestra con claridad la estructura trinitaria de esta relación salvadora. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, obediencia que no es la del Dios sádico que entrega a su Hijo para victimizarlo sino la de aquel que en su intimidad asume la conciencia y experiencia radical de la vida que se ofrece para dar sentido y plenitud a todos, y la actualización de esta realidad es la tarea propia del Espíritu, que después de la Pascua es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo sacramental que es la Iglesia: “Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado9.

Lo que experimentaron los primeros cristianos es que Dios podía ser a la vez:

  • Dios que es origen creador, principio y fundamento, fuente de la vida, el Padre.

  • Dios que se hace uno de nosotros, el Hijo. Visibilidad histórica de Dios.

  • Dios que se identifica con cada uno de nosotros, el Espíritu.

Con esto, nos están dando testimonio de un Dios que no está encerrado en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo El mismo. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el ser humano tiene que mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar amorosamente a los demás (Hijo), y mirar a lo definitivamente trascendente (Padre).

Que sea esta celebración de la Trinidad, y la correspondiente reflexión-oración sobre la Palabra propuesta, una estupenda oportunidad para purificar nuestra idea y experiencia de Dios. El es mucho más simple que lo que nosotros imaginamos y aprehendemos en nuestras definiciones “teológicas”. Con frecuencia proyectamos insuficiencias y frustraciones en esa realidad a la que llamamos Dios. Así nacen las falsas imágenes: el justiciero, el implacable vengador, el castigador, el juez intransigente, el vigilante, el prohibidor, moralista, manipulador, correspondientes a falsas imágenes de nosotros mismos10.

Un Dios que humilla al ser humano, que interviene en su vida de modo moralizante para prohibir y también amargar su existencia, un Dios que minimiza las posibilidades de la libertad, enemigo del placer y del gozo de vivir, que demanda un culto absorbente propio de seres entristecidos, un Dios que legisla obsesivamente todos los detalles de la conducta diaria, un Dios al que se atribuyen tragedias y grandes frustraciones, no es el Dios que se nos ha manifestado en Jesús.

Los modelos fundamentalistas e integristas de la religión, de vuelta hoy en diversos contextos del planeta, son soporte de sistemas sociopolíticos y religiosos de corte autoritario y dictatorial. Es poner a Dios como el gran legitimador de la autoridad intransigente, validando ideologías que sofocan la libertad y justifican las dictaduras. Es la tentación fascista de muchos movimientos religiosos en la actualidad11.

Todo esto impone el rescate de la experiencia original de Jesús y de las comunidades del Nuevo Testamento, para acceder al Dios Padre amoroso, incondicional con la humanidad y revelado en el Hijo que dió todo de sí mismo, afirmando la preferencia por los últimos del mundo, denunciando la religión estereotipada en formalismos exteriores, ejerciendo la misericordia y la compasión, estableciendo el servicio y la solidaridad como notas distintivas de su proyecto, haciendo comunidad de discípulos en la misma dinámica y garantizando la presencia-asistencia del Espíritu como comunicación de vida teologal y de nueva humanidad.

Lo que proclamamos en el texto de Juan – evangelio de este domingo – es la experiencia de esos primeros cristianos de la comunidad joanea que llevaban setenta años más o menos viviendo esa realidad del Espíritu en cada uno de ellos. Ellos testimonian que, gracias al Espíritu , tienen la misma vida de Jesús, es la vitalidad que desenmascara todos los poderes de la muerte y del pecado. La experiencia pascual consistió y consiste en llegar a la misma vivencia de Dios Padre que tuvo Jesús.

Es la Sabiduría de Dios, que equivale a su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu, siempre trascendente pero también encarnada en la historia, en la que esta misma se convierte en sacramento-relato de esa realidad de sentido y plenitud, sin oscurecer su condición de Sujeto mayor, origen de la vida y del amor, afirmación que nos dispensa del panteísmo difuso y nos pone de frente a la gozosa certeza de su condición personal y relacional: “Yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él todo el tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres12.

Así las cosas, los seres humanos tenemos la vocación de relatar 13, con eficacia liberadora, a ese Dios cuyo amor es tan desbordante que no se agota en una sola manera de divinidad. Esa potencia de la Trinidad se vierte al ser humano, nos hace padres y madres, nos hace hijos y hermanos, nos hace creadores e innovadores, instrumentos suyos para transformar la historia, comunidad de hombres y mujeres modelados por su misma comunión. La Iglesia, sacramento universal de salvación y pueblo de Dios, surge en este dinamismo trinitario y lo actualiza en la historia.

Antonio José Sarmiento Nova SJ



1 DÍEZ ALEGRÍA, José María. Teología en broma y en serio. Desclée de Brower. Bilbao, 1975. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Luis. Esta es nuestra fe: teología para quienes no leen teología. Sal Terrae. Santander, 2014; Noticias de Dios. Sal Terrae. Santander, 2002. JOHNSON, Elizabeth A. A la búsqueda del Dios vivo: trazar las fronteras de la teología de Dios. Sal Terrae. Santander, 2008. ESPINOSA ARCE, Juan Pablo. Lenguaje religioso y juventud: cómo hablar del Dios de Jesucristo en el contexto educativo actual? En Alberto Magno volumen 7 número 2 páginas 335-349. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2016. LENAERS, Roger. Otro cristianismo es posible: fe en lenguaje de modernidad. Abya Yala. Quito, 2008.

2 GESCHÉ, Adolphe. Dios para pensar. Sígueme. Salamanca 1994. Su obra tiene cinco volúmenes: El mal y el hombre (I), Dios y el cosmos (II y III), El destino (IV), El sentido (V), Jesucristo (VI). El autor (1928-2003), fue sacerdote de la diócesis de Malinas-Bruselas (Bélgica) y profesor muy reconocido en la Universidad Católica de Lovaina; hace un esfuerzo notable de traducción del lenguaje sobre Dios apropiado para nuestro tiempo, vivencial, próximo a la sensibilidad sobre la libertad y la autonomía, sobre la afirmación de la dignidad humana, sobre el significado de la historia en clave de trascendencia. Es una obra altamente recomendable en términos de una cultura teológica madura y de formación realista de la fe. McFAGUE, Sallie. Modelos de Dios: teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae. Santander, 1987. GARRIDO, Javier. El conflicto con Dios hoy. Sal Terrae. Santander, 2000.

3 MOINGT, Joseph. El hombre que venía de Dios. Desclée de Brower. Bilbao, 1995. MASIÁ, Juan. El que vive: relecturas de evangelio. Desclée de Brower. Bilbao, 2003. MACHOVEC, Milan. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1978. GUERRERO, José Ramón. El otro Jesús. Sígueme. Salamanca, 1988. MOLLÁ LLÁCER, Darío. Encontrar a Dios en la vida. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 1993.

4 Salmo 139 (138):1-3

5 MARTIN VELASCO, Juan. La experiencia cristiana de Dios. Trotta, Madrid 1995. SCHOONENBERG, Piet. Un Dios de los hombres. Herder. Barcelona, 1968.

6 Romanos 5: 1-2

7 KÜNG, Hans. Teología para la postmodernidad. Alianza Editorial. Madrid, 1998; Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Cristiandad. Madrid, 1979. MÚNERA DUQUE, Alberto. Apuntes de teología para no teólogos. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2021. TRIGO, Pedro. En el mercado de Dios: un Dios más allá del mercado. Sal Terrae. Santander, 2003. REMOLINA VARGAS, Gerardo. Los fundamentos de una “ilusión”: Dios y la religión, ilusión o realidad? Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2016; En el mar de la duda: navegantes en pos de la verdad. Paidós. Bogotá, 2021.ARMSTRONG, Karen. En defensa de Dios: el sentido de la religión. Paidós. Barcelona, 2009. LENK, Martin. Buscando a Dios: piezas para una teología filosófica. MSC. Santo Domingo, 2015.

8 DE LA TORRE GUERRERO, Gonzalo. Las parábolas que narró Jesús. Uniclaretiana. Quibdó, 2009. https://www.uniclaretiana.edu.co/publicaciones/docs/las-parabolas-que-narro-jesus.pdf JEREMIAS, Joachim. Las parábolas de Jesús. Verbo Divino. Estella, 1980. LOHFINK, Gerhard. Las cuarenta parábolas de Jesús. Verbo Divino. Estella, 2021.

9 Romanos 5: 3-5

10 MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2007. ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1985. GONZÁLEZ CARVAJAL. Luis. El malestar religioso de nuestra cultura. Paulinas. Madrid, 1993. TAMAYO-ACOSTA, Juan José. Para comprender la crisis de Dios hoy. Verbo Divino. Estella, 2000.

11 TAMAYO-ACOSTA. Juan José. Fundamentalismo y diálogo interreligioso. Publicado en www.servicioskoinonia.org/relat/327.htm CARO, Isaac y FEDIAKOVA, Evguenia. Los fundamentalismos religiosos: etapas y contextos de surgimiento. Publicado en Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología. Universidad de Los Andes; Mérida (Venezuela), Número 29 septiembre 2000. www.redalyc.org/html/705/70511228808/index.html

12 Proverbios 8: 30-31. BOFF, Leonardo. La Santísima Trinidad es la mejor comunidad. Paulinas. Madrid, 1990. FORTE, Bruno. Trinidad como historia: ensayo sobre el Dios cristiano. Sígueme. Salamanca, 1996.

13 SCHYLLEEBECKX, Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca,

domingo, 8 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 8 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES CICLO C

 

En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”

(1 Corintios 12: 11-13)



Lecturas:

  1. Hechos 2: 1-11

  2. Salmo 103

  3. 1 Corintios 12: 3-13

  4. Juan 20: 19-23

Para empezar esta reflexión en el día de Pentecostés, es fundamental que nos hagamos conscientes que el Espíritu, el Santo, es la libertad creadora y amorosa de Dios, es inasible, no está sujeto a los límites humanos, desborda fronteras, supera estructuras, es el mismísimo Dios en plena acción de creatividad, transformación, renovación infundiendo su vitalidad para que los humanos y la creación entera tengamos el toque definitivo de lo teologal . El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, ha sido infundido en el mundo y en nuestros corazones. Espíritu creador, comunicador de santidad, de sabiduría, de sentido de la vida, configurador de la gente libre y amorosa. Gracias a su dinamismo se transforma la realidad, esta se hace más justa, libre y digna. El Espíritu Santo es el fruto por excelencia de la resurrección del Señor Jesús. Recibido como primicia de la nueva creación, El nos garantiza la transformación definitiva de la existencia 1. Este es el gran contenido de la solemnidad de Pentecostés.

Para apropiarlo con lúcido discernimiento se impone primero reconocer la radical contrariedad que desarmoniza el mundo y la creación. Es la soberbia humana que tiende a desintegrar nuestros encuentros, introduce la incomprensión, la ruptura de la unidad, crea categorías excluyentes, privilegiando a unos y atropellando a muchos, se apodera con violencia de la naturaleza, exalta el poder y el dinero, envenena los corazones y lleva a que unos seres humanos se ensañen en contra de otros. Es la ausencia del Espíritu, la vanidosa afirmación de los hombres que pretenden ser la medida de todo, dando la espalda a la alteridad, a Dios, al prójimo, a la creación como hábitat y espacio de comunión2. Junto al pecado de los individuos se configura también un pecado en las estructuras de la sociedad, este se origina en aquel. Con el pecado el ser humano atenta contra su propia realización, desorganiza el proyecto de Dios en su vida y en la de los prójimos, “normaliza” la injusticia y la violencia.3

En el relato simbólico de la torre de Babel4, el autor del Génesis nos lleva a captar los problemas inmensos de incomprensión y de intolerancia entre los diversos ámbitos de la humanidad. Esa alusión trasciende todos los tiempos de la historia. La vanagloria de los humanos,5 la prescindencia de la relacionalidad fraterna y comunicativa con Dios y con los prójimos va en contra de la realización libre de la humanidad, es pecaminosa, destructiva, desvinculante.

Cómo convivir y suscitar un entendimiento fundamental entre quienes tienen tantas diferencias? Es lo diferente, lo plural, un imposible que impide el diálogo y la fraternidad? Será viable crear una práctica civilizada que reconozca en el pluralismo una fortaleza fundamental para propiciar bien común, paz, trabajo mancomunado, riqueza en la diversidad? Podremos los cristianos, en diálogo con todas las tradiciones religiosas, propiciar una cultura del encuentro, fomentar el diálogo, trabajar en común por la articulación coherente de la rica diversidad del mundo?6. Este mundo nuestro es en muchos de sus ámbitos una dolorosa concreción de aquella simbólica torre de Babel, que afirma como sea y a cualquier costo que el ser humano todo lo puede, que él mismo define la medida de todo, y que esto lo “legitima” (?) para apoderarse de la vida y bienes de sus semejantes, de la tierra, de los recursos naturales, introduciendo el desequilibrio y la injusticia, la incomprensión como estilo habitual de la existencia.

Las palabras míticas del Génesis, en su género literario deseoso de interpretar el orgullo de los hombres, siguen siendo sentenciosas y ayudan a comprender el por qué de tanta exclusión e intolerancia: “Así el Señor los dispersó de aquel lugar , diseminándolos por toda la tierra. Por eso se llamó Babel; allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra” 7. Es el pecado, la libre y arrogante decisión de ir en contra de su propia realización, la ruptura de la armonía original con Dios y con el prójimo, la negativa a la seducción del Espíritu, lo que introduce este apetito desordenado de arrasar y de dominar.8

Seis siglos después de ser escritas las narraciones del Génesis nos encontramos en los tiempos del acontecimiento de Jesús, su Buena Noticia de acogida y misericordia para todos, su llamado a la fraternidad y a la inclusión, una nueva manera de vida a partir de un Dios que se obsequia sin medida para formar un mundo de projimidad, un lenguaje seductor de armonía y entendimiento. 9

Hechos de los Apóstoles es un testimonio de esta novedosa realidad. Celebrando Pentecostés10 los primeros discípulos de Jesús – fiesta en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí – se juntan para aguardar al Espíritu: “Al llegar el día de Pentecostés, se encontraban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse11

Todos comenzaron a hablar lenguas diferentes y, sin embargo, se entendían, constatar esto era para ellos causa de gozo y esperanza. El movimiento de Jesús nace abierto a todo y a todos, es pluralista en su origen, no hace acepción de personas, sale de las estrechas fronteras del judaísmo, supera la mentalidad rigorista del Templo y de sus sacerdotes, evoluciona de la fijación en la Ley al dinamismo liberador del amor, no establece diferencias y categorías, hace de tal diversidad el mayor motivo de riqueza, unidad en la diferencia, Dios no es Señor de la uniformidad sino de la pluralidad, lo suyo no es la confrontación autoritaria sino el diálogo: “Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y el Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” 12. Estos son los felices preludios de la sinodalidad, a la que nos llama hoy el Espíritu a través de la convocatoria del inolvidable Papa Francisco. 13

La venida del Espiritu significó para aquellos discípulos el fin del miedo y del sentimiento de fracaso, nació una comunidad humana, creyente, dotada de las mejores razones para la esperanza, experimentaron a Jesús viviente en medio de ellos animándolos a una vida novedosa en Dios y en el prójimo, libres como el viento, resueltos a incendiar el mundo con el anuncio del Reino: “Llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: la paz esté con ustedes! Mientras decía esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: la paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo”14 .

De Dios, de su Espíritu,, no procede nada que destruya estos anhelos legítimos. En Pentecostés no podemos permitir que el ánimo del Señor Jesús muera, si lo suyo es la vida inagotable de Dios, la permanencia en el ser, la posibilidad definitiva de una vida con sentido histórico y trascendente, entonces es felizmente inevitable que vivamos en un Pentecostés sin fin: “Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común15 .

Nada de uniformar, nada de prohibir, porque Pentecostés es la manifestación de un Dios que inspira la pluralidad, la comprensión de los lenguajes y de los modos de ser, la riqueza de las culturas, la apasionante fuerza renovadora del Evangelio: “Pero en todo esto es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como El quiere16.

En Pentecostés nace la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús, invitada por El a vivir siempre según el Evangelio, enviada por El a testimoniar y anunciar esa Buena Noticia a la diversidad de grupos y de culturas. El Espíritu la constituye como sacramento universal de salvación. La espiritualidad es el modo de experimentar a Dios Padre, participándonos de su propio ser, haciendo de nosotros excelentes seres humanos según el modelo de Jesús. El Espíritu Santo es el arquitecto de esta nueva manera de ser, nos encarna en la realidad, nos hace transformadores de la misma, hace de nosotros hijos y hermanos, nos mueve siempre a trabajar por la vida y la dignidad de todos, provoca la creatividad, la vida honesta, el talante de servicio y de solidaridad.17



Antonio José Sarmiento Nova SJ















1 CODINA, Víctor. Creo en el Espíritu Santo: pneumatología narrativa. Sal Terrae. Santander ,1994. PAPA JUAN PABLO II. Carta Encíclica Dominum et Vivificantem sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1986. CONGAR, Yves M.J. El Espíritu Santo. Herder. Barcelona, 1991. RODRÍGUEZ, Lidia. La presencia del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. En https://web.unican.es/campuscultural/Documents/LA%20PRESENCIA%20DEL%20ESPIRITU.pdf BANDERA, Armando. El Espíritu Santo en la historia de Jesús de Nazaret. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83555871.pdf MOLTMANN, Jürgen. El Espíritu de la vida: una pneumatología integral. Sígueme. Salamanca, 1998; Sobre la libertad, la alegría y el juego. Sígueme. Salamanca, 1984. PIKAZA, Xabier & SILANES, N. Los carismas en la Iglesia: presencia del Espíritu Santo en la historia. Secretariado Trinitario. Salamanca, 1999.

2 GIRALDO ARISTIZÁBAL, Juan Diego El pecado como deshumanización en el documento de Aparecida. En Cuestiones Teológicas volumen 40 número 94; páginas 433-456. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2013. MOSER, Antonio. Pecado Estructural en COMPAGNONI; Francesco. Nuevo diccionario de Teología Moral. Paulinas. Madrid, 1990; páginas 1369-1383. NEBEL, Mathias. La categoría moral de pecado estructural. Trotta. Madrid, 2011. STITGLITZ, Joseph E. La gran brecha: qué hacer con sociedades desiguales. Taurus. Bogotá, 2015.

3 Los obispos de América Latina en su II Asamblea General, reunida en Medellín en agosto-septiembre de 1968, introdujeron esta categoría de análisis de la realidad del continente. El pecado de las personas individuales alcanza tales proporciones de egoísmo y dominación violenta que se traduce a la configuración de la sociedad.

4 Génesis 11: 1-9

5 PEREDA, C. Crítica de la razón arrogante. Taurus & Alfaguara. México D.F., 1999. HERMOSA ANDÚJAR, Antonio. El mal y el problema de la justicia en el mito de Prometeo de Hesíodo. En https://www.scielo.org.co/pdf/cohe/v8n14/v8n14a01.pdf TWENGE, W. Keith & CAMPBELL, Jean M. La epidemia del narcisismo. Cristiandad. Madrid, 2018.

6 BASSET, Jean Claude. El diálogo interreligioso. Desclé de Brower. Bilbao, 1999. DE LA TORRE, Francisco Javier. Derribar las fronteras: ética mundial y diálogo interreligioso. Universidad Pontificia de Comillas & Desclée de Brower. Madrid, Bilbao, 2004. HABERMAS, Jürgen. Conciencia moral y acción comunicativa. Península. Barcelona, 1985. DUPUIS, Jacques. Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso. Sal Terrae. Santander, 2000.

7 Génesis 11: 8-9

8 GESCHÉ, Adolph. El mal. Sígueme. Salamanca, 2010. CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. El Cristo de espaldas. Biblioteca básica de cultura colombiana. Bogotá, 1964. SAFRANSKI, Rüdiger. El mal o el drama de la libertad. En https://www.ddooss.org/libros/safranski_rudiger.pdf CAMUS, Albert. El mito de Sísifo. Alianza. Madrid, 1996. ROUSSEAU, Jean Jacques. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres. Alhambra. Madrid, 1985. SPENGLER, Oswald. La decadencia de Occidente. Espasa-Calpe. Madrid, 1976. NIETZSCHE, Friedrich. La voluntad de poder. Edaf. Madrid, 1981. FREUD, Sigmund. El malestar en la cultura y otros ensayos. Alianza. Madrid, 1978.

9 THEISSEN, Gerd. El movimiento de Jesús: historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005. TRIGO, Pedro. Jesús, nuestro hermano: acercamientos orgánicos y situados a Jesús de Nazaret. Sal Terrae. Santander, 2018. DUMAIS, M. El sermón de la montaña (Mateo 5-7). Verbo Divino. Estella, 1999. DUPONT, Jacques. El mensaje de las bienaventuranzas. Verbo Divino. Estella, 1990.

10 Originalmente era una fiesta judía que conmemoraba los cincuenta días de la presencia de Dios en el monte Sinaí, en los tiempos de la larga peregrinación de las tribus hebreas por el desierto, camino hacia la tierra prometida. Era también una celebración de las cosechas, motivo de gratitud a Dios por la fecundidad de la tierra.

11 Hechos 2: 1-4

12 Hechos 2: 8-11

13 ESTRADA, Juan Antonio. Para comprender cómo surgió la Iglesia. Verbo Divino. Estella, 1999. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Librería Editrice Vaticana, Roma, 2018. BUENO, Eloy. Sinodalidad: la Iglesia tiene nombre de sínodo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria, sesión del 13 de marzo de 2018. GRUPO IBEROAMERICANO DE TEOLOGÍA. Sínodos y sinodalidad: curso on line gratuito. Boston College & Universidad Católica Andrés Bello. Boston, Caracas, 2020.

14 Juan 20: 19-22

15 1 Corintios 12: 4-7

16 1 Corintios 12: 11

17 CASTILLO, José María. Espiritualidad para insatisfechos. Trotta. Madrid, 2007.

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