domingo, 15 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 15 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD CICLO C

 

El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”

(Juan 16: 14-15)



Lecturas:

  1. Proverbios 8: 22-31

  2. Salmo 8

  3. Romanos 5: 1-5

  4. Juan 16: 12-15

La revelación de Dios como misterio y realidad trinitarios es el núcleo que estructura el testimonio de fe de las comunidades que dieron origen a los textos del Nuevo Testamento. La Trinidad es un acontecimiento salvador, no podemos limitarnos en la formulación doctrinal, un poco complicada por las categorías de interpretación filosófico-teológica de los primeros concilios de la historia cristiana, porque la clave es dar el paso a la experiencia creyente, a la vivencia salvadora de la que somos beneficiarios, a la implicación trinitaria en la condición humana y, con ello, al aterrizaje en la cotidianidad de la gente. La buena teología debe ayudarnos a desenredar la complejidad de sus definiciones para que tengan sabor a vida real, como la de Jesús.1

Sin desconocer la doctrina oficial de la Iglesia sobre el misterio de la Trinidad, en su contenido y en su traducción conceptual, sí es muy importante, demasiado importante, hacer un esfuerzo por parte del magisterio de la Iglesia, de la teología y de la catequesis, para dar fuerza significativa al lenguaje sobre Dios. Los tradicionales conceptos metafísicos con los que se transmite resultan bastante inadecuados para la mentalidad contemporánea. Dios no es el motor inmóvil, como lo formulaba la escolástica tradicional, sino el Dios que es comunión de amor, cuya intimidad no puede reservarse para sí mismo porque lo suyo es trascender, dar vida, salvar, dar sentido, liberar, redimir, mantenerse siempre dando todo de sí para que el ser humano, la creación, permanezcan en ese dinamismo de vitalidad2.

Cuando de modo descomplicado, también sincero e intuitivo, afirmamos que Dios es amor, estamos dando en el clavo, porque El no es un ser solitario, distante, encumbrado en alturas inaccesibles. La pedagogía que se experimenta en la historia bíblica es la de un Dios en constante y creciente tarea de aproximación a la humanidad hasta insertarse definitivamente en ella en la historia de Jesús de Nazaret, él es la cercanía de Dios. El que Dios sea Padre, Hijo y Espíritu Santo, es decir, Trinidad, significa que Dios es una comunión de personas, como nosotros que somos pareja, hogar, familia, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad, comunidad. El ADN de Dios es la amorosa comunión que se vuelca hacia el ser humano para llenarlo de vida, de sentido, de salvación, de libertad.

Gracias a Jesús sabemos que Dios es libre y liberador,3 amoroso, solidario con nuestros gozos y esperanzas, con nuestras tristezas y angustias, cómplice de nuestra felicidad, apasionado por el ser humano y por la vida, justo, exigente, bondadoso, comprensivo, misericordioso y compasivo, es el ABBA, el Dios con quien se puede intimar, ante quien no es necesario presentarse en traje de etiqueta o envuelto en formalidades porque sabe bien como somos y de qué estamos hechos: “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares”. 4

El quehacer del Dios al que tradicionalmente llamamos Uno y Trino consiste en comunicar vida y amor para mantenernos en la plenitud, tal es la auténtica sabiduría divina5: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios6.

El gran propósito de Dios es alcanzar al ser humano con su gracia para hacerlo pleno, íntegro, feliz, realizado, con una existencia llena de sentido trascendente. Este objetivo teologal es el que nos permite entender que Dios sea un Padre, un Hijo, un Espíritu Santo, todo simultáneamente, como dice la formulación tradicional: tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Cómo se hace eso compatible con nuestra vida ? 7

Para obtener una respuesta aproximada tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo sencillo, como hacía Jesús, conectando esa pedagogía con las realidades de la vida cotidiana, en las que los humanos nos jugamos el sentido de la vida y donde nos hacemos las grandes preguntas del sentido: el enamoramiento, la amistad, los afectos, el trabajo, la construcción de la felicidad, también el sufrimiento, los vacíos, el mal, la soledad, la enfermedad, la muerte. 8

El Nuevo Testamento nos muestra con claridad la estructura trinitaria de esta relación salvadora. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, obediencia que no es la del Dios sádico que entrega a su Hijo para victimizarlo sino la de aquel que en su intimidad asume la conciencia y experiencia radical de la vida que se ofrece para dar sentido y plenitud a todos, y la actualización de esta realidad es la tarea propia del Espíritu, que después de la Pascua es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo sacramental que es la Iglesia: “Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado9.

Lo que experimentaron los primeros cristianos es que Dios podía ser a la vez:

  • Dios que es origen creador, principio y fundamento, fuente de la vida, el Padre.

  • Dios que se hace uno de nosotros, el Hijo. Visibilidad histórica de Dios.

  • Dios que se identifica con cada uno de nosotros, el Espíritu.

Con esto, nos están dando testimonio de un Dios que no está encerrado en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo El mismo. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el ser humano tiene que mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar amorosamente a los demás (Hijo), y mirar a lo definitivamente trascendente (Padre).

Que sea esta celebración de la Trinidad, y la correspondiente reflexión-oración sobre la Palabra propuesta, una estupenda oportunidad para purificar nuestra idea y experiencia de Dios. El es mucho más simple que lo que nosotros imaginamos y aprehendemos en nuestras definiciones “teológicas”. Con frecuencia proyectamos insuficiencias y frustraciones en esa realidad a la que llamamos Dios. Así nacen las falsas imágenes: el justiciero, el implacable vengador, el castigador, el juez intransigente, el vigilante, el prohibidor, moralista, manipulador, correspondientes a falsas imágenes de nosotros mismos10.

Un Dios que humilla al ser humano, que interviene en su vida de modo moralizante para prohibir y también amargar su existencia, un Dios que minimiza las posibilidades de la libertad, enemigo del placer y del gozo de vivir, que demanda un culto absorbente propio de seres entristecidos, un Dios que legisla obsesivamente todos los detalles de la conducta diaria, un Dios al que se atribuyen tragedias y grandes frustraciones, no es el Dios que se nos ha manifestado en Jesús.

Los modelos fundamentalistas e integristas de la religión, de vuelta hoy en diversos contextos del planeta, son soporte de sistemas sociopolíticos y religiosos de corte autoritario y dictatorial. Es poner a Dios como el gran legitimador de la autoridad intransigente, validando ideologías que sofocan la libertad y justifican las dictaduras. Es la tentación fascista de muchos movimientos religiosos en la actualidad11.

Todo esto impone el rescate de la experiencia original de Jesús y de las comunidades del Nuevo Testamento, para acceder al Dios Padre amoroso, incondicional con la humanidad y revelado en el Hijo que dió todo de sí mismo, afirmando la preferencia por los últimos del mundo, denunciando la religión estereotipada en formalismos exteriores, ejerciendo la misericordia y la compasión, estableciendo el servicio y la solidaridad como notas distintivas de su proyecto, haciendo comunidad de discípulos en la misma dinámica y garantizando la presencia-asistencia del Espíritu como comunicación de vida teologal y de nueva humanidad.

Lo que proclamamos en el texto de Juan – evangelio de este domingo – es la experiencia de esos primeros cristianos de la comunidad joanea que llevaban setenta años más o menos viviendo esa realidad del Espíritu en cada uno de ellos. Ellos testimonian que, gracias al Espíritu , tienen la misma vida de Jesús, es la vitalidad que desenmascara todos los poderes de la muerte y del pecado. La experiencia pascual consistió y consiste en llegar a la misma vivencia de Dios Padre que tuvo Jesús.

Es la Sabiduría de Dios, que equivale a su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu, siempre trascendente pero también encarnada en la historia, en la que esta misma se convierte en sacramento-relato de esa realidad de sentido y plenitud, sin oscurecer su condición de Sujeto mayor, origen de la vida y del amor, afirmación que nos dispensa del panteísmo difuso y nos pone de frente a la gozosa certeza de su condición personal y relacional: “Yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él todo el tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres12.

Así las cosas, los seres humanos tenemos la vocación de relatar 13, con eficacia liberadora, a ese Dios cuyo amor es tan desbordante que no se agota en una sola manera de divinidad. Esa potencia de la Trinidad se vierte al ser humano, nos hace padres y madres, nos hace hijos y hermanos, nos hace creadores e innovadores, instrumentos suyos para transformar la historia, comunidad de hombres y mujeres modelados por su misma comunión. La Iglesia, sacramento universal de salvación y pueblo de Dios, surge en este dinamismo trinitario y lo actualiza en la historia.

Antonio José Sarmiento Nova SJ



1 DÍEZ ALEGRÍA, José María. Teología en broma y en serio. Desclée de Brower. Bilbao, 1975. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Luis. Esta es nuestra fe: teología para quienes no leen teología. Sal Terrae. Santander, 2014; Noticias de Dios. Sal Terrae. Santander, 2002. JOHNSON, Elizabeth A. A la búsqueda del Dios vivo: trazar las fronteras de la teología de Dios. Sal Terrae. Santander, 2008. ESPINOSA ARCE, Juan Pablo. Lenguaje religioso y juventud: cómo hablar del Dios de Jesucristo en el contexto educativo actual? En Alberto Magno volumen 7 número 2 páginas 335-349. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2016. LENAERS, Roger. Otro cristianismo es posible: fe en lenguaje de modernidad. Abya Yala. Quito, 2008.

2 GESCHÉ, Adolphe. Dios para pensar. Sígueme. Salamanca 1994. Su obra tiene cinco volúmenes: El mal y el hombre (I), Dios y el cosmos (II y III), El destino (IV), El sentido (V), Jesucristo (VI). El autor (1928-2003), fue sacerdote de la diócesis de Malinas-Bruselas (Bélgica) y profesor muy reconocido en la Universidad Católica de Lovaina; hace un esfuerzo notable de traducción del lenguaje sobre Dios apropiado para nuestro tiempo, vivencial, próximo a la sensibilidad sobre la libertad y la autonomía, sobre la afirmación de la dignidad humana, sobre el significado de la historia en clave de trascendencia. Es una obra altamente recomendable en términos de una cultura teológica madura y de formación realista de la fe. McFAGUE, Sallie. Modelos de Dios: teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae. Santander, 1987. GARRIDO, Javier. El conflicto con Dios hoy. Sal Terrae. Santander, 2000.

3 MOINGT, Joseph. El hombre que venía de Dios. Desclée de Brower. Bilbao, 1995. MASIÁ, Juan. El que vive: relecturas de evangelio. Desclée de Brower. Bilbao, 2003. MACHOVEC, Milan. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1978. GUERRERO, José Ramón. El otro Jesús. Sígueme. Salamanca, 1988. MOLLÁ LLÁCER, Darío. Encontrar a Dios en la vida. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 1993.

4 Salmo 139 (138):1-3

5 MARTIN VELASCO, Juan. La experiencia cristiana de Dios. Trotta, Madrid 1995. SCHOONENBERG, Piet. Un Dios de los hombres. Herder. Barcelona, 1968.

6 Romanos 5: 1-2

7 KÜNG, Hans. Teología para la postmodernidad. Alianza Editorial. Madrid, 1998; Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Cristiandad. Madrid, 1979. MÚNERA DUQUE, Alberto. Apuntes de teología para no teólogos. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2021. TRIGO, Pedro. En el mercado de Dios: un Dios más allá del mercado. Sal Terrae. Santander, 2003. REMOLINA VARGAS, Gerardo. Los fundamentos de una “ilusión”: Dios y la religión, ilusión o realidad? Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2016; En el mar de la duda: navegantes en pos de la verdad. Paidós. Bogotá, 2021.ARMSTRONG, Karen. En defensa de Dios: el sentido de la religión. Paidós. Barcelona, 2009. LENK, Martin. Buscando a Dios: piezas para una teología filosófica. MSC. Santo Domingo, 2015.

8 DE LA TORRE GUERRERO, Gonzalo. Las parábolas que narró Jesús. Uniclaretiana. Quibdó, 2009. https://www.uniclaretiana.edu.co/publicaciones/docs/las-parabolas-que-narro-jesus.pdf JEREMIAS, Joachim. Las parábolas de Jesús. Verbo Divino. Estella, 1980. LOHFINK, Gerhard. Las cuarenta parábolas de Jesús. Verbo Divino. Estella, 2021.

9 Romanos 5: 3-5

10 MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2007. ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1985. GONZÁLEZ CARVAJAL. Luis. El malestar religioso de nuestra cultura. Paulinas. Madrid, 1993. TAMAYO-ACOSTA, Juan José. Para comprender la crisis de Dios hoy. Verbo Divino. Estella, 2000.

11 TAMAYO-ACOSTA. Juan José. Fundamentalismo y diálogo interreligioso. Publicado en www.servicioskoinonia.org/relat/327.htm CARO, Isaac y FEDIAKOVA, Evguenia. Los fundamentalismos religiosos: etapas y contextos de surgimiento. Publicado en Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología. Universidad de Los Andes; Mérida (Venezuela), Número 29 septiembre 2000. www.redalyc.org/html/705/70511228808/index.html

12 Proverbios 8: 30-31. BOFF, Leonardo. La Santísima Trinidad es la mejor comunidad. Paulinas. Madrid, 1990. FORTE, Bruno. Trinidad como historia: ensayo sobre el Dios cristiano. Sígueme. Salamanca, 1996.

13 SCHYLLEEBECKX, Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca,

domingo, 8 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 8 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES CICLO C

 

En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”

(1 Corintios 12: 11-13)



Lecturas:

  1. Hechos 2: 1-11

  2. Salmo 103

  3. 1 Corintios 12: 3-13

  4. Juan 20: 19-23

Para empezar esta reflexión en el día de Pentecostés, es fundamental que nos hagamos conscientes que el Espíritu, el Santo, es la libertad creadora y amorosa de Dios, es inasible, no está sujeto a los límites humanos, desborda fronteras, supera estructuras, es el mismísimo Dios en plena acción de creatividad, transformación, renovación infundiendo su vitalidad para que los humanos y la creación entera tengamos el toque definitivo de lo teologal . El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, ha sido infundido en el mundo y en nuestros corazones. Espíritu creador, comunicador de santidad, de sabiduría, de sentido de la vida, configurador de la gente libre y amorosa. Gracias a su dinamismo se transforma la realidad, esta se hace más justa, libre y digna. El Espíritu Santo es el fruto por excelencia de la resurrección del Señor Jesús. Recibido como primicia de la nueva creación, El nos garantiza la transformación definitiva de la existencia 1. Este es el gran contenido de la solemnidad de Pentecostés.

Para apropiarlo con lúcido discernimiento se impone primero reconocer la radical contrariedad que desarmoniza el mundo y la creación. Es la soberbia humana que tiende a desintegrar nuestros encuentros, introduce la incomprensión, la ruptura de la unidad, crea categorías excluyentes, privilegiando a unos y atropellando a muchos, se apodera con violencia de la naturaleza, exalta el poder y el dinero, envenena los corazones y lleva a que unos seres humanos se ensañen en contra de otros. Es la ausencia del Espíritu, la vanidosa afirmación de los hombres que pretenden ser la medida de todo, dando la espalda a la alteridad, a Dios, al prójimo, a la creación como hábitat y espacio de comunión2. Junto al pecado de los individuos se configura también un pecado en las estructuras de la sociedad, este se origina en aquel. Con el pecado el ser humano atenta contra su propia realización, desorganiza el proyecto de Dios en su vida y en la de los prójimos, “normaliza” la injusticia y la violencia.3

En el relato simbólico de la torre de Babel4, el autor del Génesis nos lleva a captar los problemas inmensos de incomprensión y de intolerancia entre los diversos ámbitos de la humanidad. Esa alusión trasciende todos los tiempos de la historia. La vanagloria de los humanos,5 la prescindencia de la relacionalidad fraterna y comunicativa con Dios y con los prójimos va en contra de la realización libre de la humanidad, es pecaminosa, destructiva, desvinculante.

Cómo convivir y suscitar un entendimiento fundamental entre quienes tienen tantas diferencias? Es lo diferente, lo plural, un imposible que impide el diálogo y la fraternidad? Será viable crear una práctica civilizada que reconozca en el pluralismo una fortaleza fundamental para propiciar bien común, paz, trabajo mancomunado, riqueza en la diversidad? Podremos los cristianos, en diálogo con todas las tradiciones religiosas, propiciar una cultura del encuentro, fomentar el diálogo, trabajar en común por la articulación coherente de la rica diversidad del mundo?6. Este mundo nuestro es en muchos de sus ámbitos una dolorosa concreción de aquella simbólica torre de Babel, que afirma como sea y a cualquier costo que el ser humano todo lo puede, que él mismo define la medida de todo, y que esto lo “legitima” (?) para apoderarse de la vida y bienes de sus semejantes, de la tierra, de los recursos naturales, introduciendo el desequilibrio y la injusticia, la incomprensión como estilo habitual de la existencia.

Las palabras míticas del Génesis, en su género literario deseoso de interpretar el orgullo de los hombres, siguen siendo sentenciosas y ayudan a comprender el por qué de tanta exclusión e intolerancia: “Así el Señor los dispersó de aquel lugar , diseminándolos por toda la tierra. Por eso se llamó Babel; allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra” 7. Es el pecado, la libre y arrogante decisión de ir en contra de su propia realización, la ruptura de la armonía original con Dios y con el prójimo, la negativa a la seducción del Espíritu, lo que introduce este apetito desordenado de arrasar y de dominar.8

Seis siglos después de ser escritas las narraciones del Génesis nos encontramos en los tiempos del acontecimiento de Jesús, su Buena Noticia de acogida y misericordia para todos, su llamado a la fraternidad y a la inclusión, una nueva manera de vida a partir de un Dios que se obsequia sin medida para formar un mundo de projimidad, un lenguaje seductor de armonía y entendimiento. 9

Hechos de los Apóstoles es un testimonio de esta novedosa realidad. Celebrando Pentecostés10 los primeros discípulos de Jesús – fiesta en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí – se juntan para aguardar al Espíritu: “Al llegar el día de Pentecostés, se encontraban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse11

Todos comenzaron a hablar lenguas diferentes y, sin embargo, se entendían, constatar esto era para ellos causa de gozo y esperanza. El movimiento de Jesús nace abierto a todo y a todos, es pluralista en su origen, no hace acepción de personas, sale de las estrechas fronteras del judaísmo, supera la mentalidad rigorista del Templo y de sus sacerdotes, evoluciona de la fijación en la Ley al dinamismo liberador del amor, no establece diferencias y categorías, hace de tal diversidad el mayor motivo de riqueza, unidad en la diferencia, Dios no es Señor de la uniformidad sino de la pluralidad, lo suyo no es la confrontación autoritaria sino el diálogo: “Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y el Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” 12. Estos son los felices preludios de la sinodalidad, a la que nos llama hoy el Espíritu a través de la convocatoria del inolvidable Papa Francisco. 13

La venida del Espiritu significó para aquellos discípulos el fin del miedo y del sentimiento de fracaso, nació una comunidad humana, creyente, dotada de las mejores razones para la esperanza, experimentaron a Jesús viviente en medio de ellos animándolos a una vida novedosa en Dios y en el prójimo, libres como el viento, resueltos a incendiar el mundo con el anuncio del Reino: “Llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: la paz esté con ustedes! Mientras decía esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: la paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo”14 .

De Dios, de su Espíritu,, no procede nada que destruya estos anhelos legítimos. En Pentecostés no podemos permitir que el ánimo del Señor Jesús muera, si lo suyo es la vida inagotable de Dios, la permanencia en el ser, la posibilidad definitiva de una vida con sentido histórico y trascendente, entonces es felizmente inevitable que vivamos en un Pentecostés sin fin: “Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común15 .

Nada de uniformar, nada de prohibir, porque Pentecostés es la manifestación de un Dios que inspira la pluralidad, la comprensión de los lenguajes y de los modos de ser, la riqueza de las culturas, la apasionante fuerza renovadora del Evangelio: “Pero en todo esto es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como El quiere16.

En Pentecostés nace la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús, invitada por El a vivir siempre según el Evangelio, enviada por El a testimoniar y anunciar esa Buena Noticia a la diversidad de grupos y de culturas. El Espíritu la constituye como sacramento universal de salvación. La espiritualidad es el modo de experimentar a Dios Padre, participándonos de su propio ser, haciendo de nosotros excelentes seres humanos según el modelo de Jesús. El Espíritu Santo es el arquitecto de esta nueva manera de ser, nos encarna en la realidad, nos hace transformadores de la misma, hace de nosotros hijos y hermanos, nos mueve siempre a trabajar por la vida y la dignidad de todos, provoca la creatividad, la vida honesta, el talante de servicio y de solidaridad.17



Antonio José Sarmiento Nova SJ















1 CODINA, Víctor. Creo en el Espíritu Santo: pneumatología narrativa. Sal Terrae. Santander ,1994. PAPA JUAN PABLO II. Carta Encíclica Dominum et Vivificantem sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1986. CONGAR, Yves M.J. El Espíritu Santo. Herder. Barcelona, 1991. RODRÍGUEZ, Lidia. La presencia del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. En https://web.unican.es/campuscultural/Documents/LA%20PRESENCIA%20DEL%20ESPIRITU.pdf BANDERA, Armando. El Espíritu Santo en la historia de Jesús de Nazaret. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83555871.pdf MOLTMANN, Jürgen. El Espíritu de la vida: una pneumatología integral. Sígueme. Salamanca, 1998; Sobre la libertad, la alegría y el juego. Sígueme. Salamanca, 1984. PIKAZA, Xabier & SILANES, N. Los carismas en la Iglesia: presencia del Espíritu Santo en la historia. Secretariado Trinitario. Salamanca, 1999.

2 GIRALDO ARISTIZÁBAL, Juan Diego El pecado como deshumanización en el documento de Aparecida. En Cuestiones Teológicas volumen 40 número 94; páginas 433-456. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2013. MOSER, Antonio. Pecado Estructural en COMPAGNONI; Francesco. Nuevo diccionario de Teología Moral. Paulinas. Madrid, 1990; páginas 1369-1383. NEBEL, Mathias. La categoría moral de pecado estructural. Trotta. Madrid, 2011. STITGLITZ, Joseph E. La gran brecha: qué hacer con sociedades desiguales. Taurus. Bogotá, 2015.

3 Los obispos de América Latina en su II Asamblea General, reunida en Medellín en agosto-septiembre de 1968, introdujeron esta categoría de análisis de la realidad del continente. El pecado de las personas individuales alcanza tales proporciones de egoísmo y dominación violenta que se traduce a la configuración de la sociedad.

4 Génesis 11: 1-9

5 PEREDA, C. Crítica de la razón arrogante. Taurus & Alfaguara. México D.F., 1999. HERMOSA ANDÚJAR, Antonio. El mal y el problema de la justicia en el mito de Prometeo de Hesíodo. En https://www.scielo.org.co/pdf/cohe/v8n14/v8n14a01.pdf TWENGE, W. Keith & CAMPBELL, Jean M. La epidemia del narcisismo. Cristiandad. Madrid, 2018.

6 BASSET, Jean Claude. El diálogo interreligioso. Desclé de Brower. Bilbao, 1999. DE LA TORRE, Francisco Javier. Derribar las fronteras: ética mundial y diálogo interreligioso. Universidad Pontificia de Comillas & Desclée de Brower. Madrid, Bilbao, 2004. HABERMAS, Jürgen. Conciencia moral y acción comunicativa. Península. Barcelona, 1985. DUPUIS, Jacques. Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso. Sal Terrae. Santander, 2000.

7 Génesis 11: 8-9

8 GESCHÉ, Adolph. El mal. Sígueme. Salamanca, 2010. CABALLERO CALDERÓN, Eduardo. El Cristo de espaldas. Biblioteca básica de cultura colombiana. Bogotá, 1964. SAFRANSKI, Rüdiger. El mal o el drama de la libertad. En https://www.ddooss.org/libros/safranski_rudiger.pdf CAMUS, Albert. El mito de Sísifo. Alianza. Madrid, 1996. ROUSSEAU, Jean Jacques. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres. Alhambra. Madrid, 1985. SPENGLER, Oswald. La decadencia de Occidente. Espasa-Calpe. Madrid, 1976. NIETZSCHE, Friedrich. La voluntad de poder. Edaf. Madrid, 1981. FREUD, Sigmund. El malestar en la cultura y otros ensayos. Alianza. Madrid, 1978.

9 THEISSEN, Gerd. El movimiento de Jesús: historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005. TRIGO, Pedro. Jesús, nuestro hermano: acercamientos orgánicos y situados a Jesús de Nazaret. Sal Terrae. Santander, 2018. DUMAIS, M. El sermón de la montaña (Mateo 5-7). Verbo Divino. Estella, 1999. DUPONT, Jacques. El mensaje de las bienaventuranzas. Verbo Divino. Estella, 1990.

10 Originalmente era una fiesta judía que conmemoraba los cincuenta días de la presencia de Dios en el monte Sinaí, en los tiempos de la larga peregrinación de las tribus hebreas por el desierto, camino hacia la tierra prometida. Era también una celebración de las cosechas, motivo de gratitud a Dios por la fecundidad de la tierra.

11 Hechos 2: 1-4

12 Hechos 2: 8-11

13 ESTRADA, Juan Antonio. Para comprender cómo surgió la Iglesia. Verbo Divino. Estella, 1999. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Librería Editrice Vaticana, Roma, 2018. BUENO, Eloy. Sinodalidad: la Iglesia tiene nombre de sínodo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria, sesión del 13 de marzo de 2018. GRUPO IBEROAMERICANO DE TEOLOGÍA. Sínodos y sinodalidad: curso on line gratuito. Boston College & Universidad Católica Andrés Bello. Boston, Caracas, 2020.

14 Juan 20: 19-22

15 1 Corintios 12: 4-7

16 1 Corintios 12: 11

17 CASTILLO, José María. Espiritualidad para insatisfechos. Trotta. Madrid, 2007.

domingo, 1 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 1 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR

 

Todo lo ha sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y se llena del que llena de todo a todos”

(Efesios 1: 22-23)

Lecturas:

  1. Hechos 1: 1-11

  2. Salmo 46

  3. Efesios 1: 17-23

  4. Lucas 24: 46-53



Por qué en la tradición cristiana llamamos a Jesús el Señor? Por qué , cuando nos referimos a alguien de especial rectitud y seriedad humana, lo calificamos como un señor, como una dama? Es una manera de aludir a alguien cuya humanidad es bondadosa, honesta, justa, solidaria, referida siempre a sus prójimos, respetable y respetado por toda la comunidad. Este comentario no tiene relación con ser personas “de clase”, ricas, poderosas, de la aristocracia; el señorío es algo bien distinto, es el reconocimiento de alguien que resume en su ser y en su conducta los mejores atributos de la dignidad humana.1 En definitiva, un ser humano así es, en el mejor sentido de la expresión, una buenísima persona; un auténtico modelo de identidad; más aún, es alguien en quien ponemos las mayores esperanzas porque le reconocemos una dimensión salvífica y liberadora. Por eso, lo que queremos afirmar aquí es que en Jesús de Nazareth encontramos el señorío en su más completa realización.2 La celebración de este día, la Ascensión, es el reconocimiento de esta condición. 3 La Ascensión de Jesús a los cielos no es un fenómeno físico, experimentado sensorialmente, es la exaltación y la constitución suya, por parte de Dios Padre, como el Señor y Salvador, puesto a su diestra. Si fuera un hecho empírico no pasaría de ser un prodigio circunstancial. Por eso, lo que la Iglesia profesa, y es materia sustancial de este comentario, es el señorío pleno de Jesús, en quien el Padre se ha pronunciado definitivamente para enseñorearlo sobre el ser humano, sobre su historia, sobre la creación: “Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo”. 4

Cuando en el mundo se dan una serie de liderazgos nada señoriales, intransigentes, despóticos, desentendidos del bien común y de la justicia, nulos en moralidad y en virtudes, uniendo a eso un egocentrismo enfermizo y un afecto más que desordenado por los intereses de sus grupúsculos políticos o económicos,5 la humanidad clama por la dignidad y aspira con legítimo derecho a fijarse en una referencia fundamental alternativa , cuya razón de ser sea la entrega generosa a la misma, la amabilidad como rasgo constante de su proceder, la solidaridad y la integridad ética, el servicio desinteresado y la entrega infatigable a hacer del mundo el mejor escenario para que la condición humana discurra por caminos de trascendencia y de libertad. Por eso, el señorío de Jesús desborda con creces estos deleznables señores del poder, porque él tiene estatuto teologal, porque en él integra salvíficamente a la humanidad y la redime del vano honor del mundo.

Jesús es el Señor porque en Él se cumplen plenamente la divinidad y la humanidad, es el centro de la fe cristiana, la razón de nuestra esperanza y, porque gracias a Él, los seres humanos estamos llamados a ser asumidos por Él en esa misma plenitud de lo humano y de lo divino: “En Cristo y por Cristo, Dios Padre se une a los hombres. El Hijo de Dios asume lo humano y lo creado, restablece la comunión entre su Padre y los hombres. El hombre adquiere una altísima dignidad y Dios irrumpe en la historia humana, vale decir, en el peregrinar de los hombres hacia la libertad y la fraternidad, que aparecen ahora como un camino hacia la plenitud del encuentro con Él”. 6 En la plena revelación que Dios hace de sí mismo en Jesús está siempre incluído el ser humano, Jesús no es un triunfador ensimismado sino un Señor cuya razón de ser somos nosotros, nuestra realización plena, nuestra liberación y salvación, porque todo lo de Dios es para la humanidad. La opción preferencial de Dios somos los humanos y, en esto del señorío de Jesús, se define el pleno significado de nuestra existencia. 7

Haciendo el habitual esfuerzo de interpretación de los textos bíblicos y dando el salto cualitativo para descubrir su sentido teológico y antropológico, fijémonos en lo que significa la Ascensión de Jesús, vale decir, su señorío: “…..poder que ejercitó en Cristo resucitándolo de la muerte y sentándolo a su diestra en el cielo por encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier título que se pronuncie en este mundo o en el venidero.”. 8

Lo de hoy es encontrarnos maravillados con el señorío de Jesús que implica también a la humanidad, haciéndola participar de tal condición. En la primera lectura – de Hechos de los Apóstoles – encontramos trazados los rasgos específicos de la esperanza cristiana. En los textos de los recientes domingos de Pascua hemos escuchado a Jesús refiriendo todo su ser al Padre, aval de la totalidad de su misión y también prometiendo el Espíritu como garantía de que El permanecerá animando la vida de quienes siguen su camino, configurando la Iglesia y constituyéndose como razón y sentido de todos aquellos que opten libremente por asumir su proyecto de vida.

Ahora el testimonio de la comunidad primitiva que da origen a este relato lo presenta en términos de consumación y plenitud: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría, y hasta el confín del mundo. Dicho esto, en su presencia se elevó, y una nube se lo quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y les dijeron: hombres de Galilea, qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido arrebatado, vendrá como lo han visto marchar al cielo” . 9

El texto de la carta a los Efesios – segunda lectura de este domingo - conecta el señorío del Mesías Jesús con la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial acerca de la esperanza a la que quedan abiertos gracias a la acción pascual del Señor, toda la vida de los seres humanos es re-significada en esta plenitud de Jesús: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la gloria, les conceda un Espíritu de sabiduría y revelación que les haga conocer y les ilumine los ojos de la mente para apreciar la esperanza a la que los llama, la espléndida riqueza de la herencia que promete a los consagrados, y la grandeza extraordinaria de su poder a favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa….” 10 Cuando en ejercicio de nuestra constante búsqueda del sentido de la vida, de nuestras constantes preguntas ante las realidades dramáticas que nos retan, como la muerte, el mal, el sufrimiento, la injusticia que se ensaña con los inocentes, las interminables ambigüedades de nuestra condición, nos encontramos con un Dios ciento por ciento implicado en la respuesta y en la oferta de significado trascendente para todo lo nuestro.11

Esta certeza da sólida consistencia al compromiso cristiano con la dignidad humana, con la reivindicación de sus derechos, con la opción preferencial por los más pobres, con el cuidado de la vida en todas sus manifestaciones; el ser humano, así visto, es rostro de Dios. Cuando decimos que Jesús es el Señor estamos reconociendo que en Él, Dios Padre ha acontecido definitivamente revelándonos al mismo tiempo lo más pleno y definitivo de su divinidad y lo más pleno y definitivo de nuestra humanidad, entendiéndose esta inserta en aquella, lo que nos recuerda la afirmación clave del Génesis: “ Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó12 . El amoroso deseo de Dios nos hace participar de su divinidad y de su esencia.

El gran interés de Dios que aquí se evidencia está dirigido a todos los seres humanos, su cercanía y compasión, su misericordia, su voluntad, sólo tienen en la mira la total realización y felicidad de la humanidad. Y esto lo significa con eficacia en la persona del Señor Jesucristo, cuya condición simultánea de Dios y de ser humano es la concreción del querer del Padre para todos los que con libertad acojan su iniciativa de sentido y de salvación.13De esta universalidad se desprende la condición misionera de la Iglesia, el envío a comunicar la Buena Noticia, a restaurar al ser humano caído por el pecado y por la injusticia, sometido por las indignidades que otros deciden para oprimir y maltratar a muchos. Cuando en todos los tiempos de la historia se dan tantas vejaciones y humillaciones al ser humano, la propuesta de Jesús brilla como un rescate permanente y muy completo del valor de cada persona. Esta certeza nos compromete al trabajo por la dignidad humana en todas sus formas, educativas, psicológicas, pastorales, políticas, económicas, jurídicas. Tomar en serio a Jesucristo es tomar en serio al ser humano, es el asunto por excelencia de la agenda de Dios!14 Las siguientes palabras de Jesús no se quedan solamente en un trabajo de proselitismo religioso y de aumentar numéricamente el conjunto de los seguidores, ellas son un envío claro a llenar de sentido teologal la historia de la humanidad: “ Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enséñenles a cumplir cuanto les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. 15

Antonio José Sarmiento Nova SJ









1 SARDIÑAS IGLESIAS, Loida Lucía. Dignidad humana: concepto y fundamentación en clave teológica latinoamericana. Ediciones Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2019. BIERI, P. La dignidad humana, una manera de vivir. Herder. Barcelona, 2017. COROMINAS, Joan. Etica primera. Desclée de Brower. Bilbao, 2000. HEIDEGGER, Martin. Carta sobre el humanismo. Alianza. Madrid, 2000.LOBATO, Alejandro. Dignidad y aventura humana. San Esteban. Salamanca, 1997. MASIÁ CLAVEL, Juan. Ser humano, persona y dignidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2010. MARITAIN, Jacques. Humanismo Integral. Palabra. Madrid, 1999.

2 PAPA BENEDICTO XVI. Jesús es el Señor. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio. Discurso del Santo Padre en la inauguración de los trabajos de la asamblea diocesana de Roma,11 de junio de 2007. En Actualidad Catequética número 215. Conferencia Episcopal Española, marzo 2007. BARRADO, Pedro. Por qué a Jesús le llamamos Señor? En https://www.vidanuevadigital.com/blog/por-que-a-jesus-le-llamamos-senor-pedro-barrado/ GUARDINI, Romano. El Señor, meditaciones sobre la persona y la obra de Jesucristo. Cristiandad, 2005.

3 BOFF, Leonardo. Qué significa que Cristo subió a los cielos. En https://www.donbosco.org.ar/uploads/recursos/recursos_archivos_128_944.pdf STUHLMACHER, Peter. Jesús de Nazaret, Cristo de la fe. Sígueme. Salamanca, 1996. BUSTOS, José Ramón. Cristología para empezar. Sal Terrae. Santander, 1991. COSTADOAT, Jorge. Trazos de Cristo en América Latina. Ensayos teológicos. Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile, 2010. COMISION TEOLOGICA DE LA COMPAÑÍA DE JESUS EN AMERICA LATINA. Jesucristo, prototipo de humanidad en América Latina. Editorial Buena Prensa. Ciudad de México, 2001. ALT, Franz. Jesús, el primer hombre nuevo. El Almendro. Córdoba, 1993.CARDENAS, PALLARÉS, José. Deshonra y triunfo de Jesús, el justo. Dabar. Ciudad de México, 1993. MALDONADO, Luis. La exaltación de Jesús en la cruz según el cuarto evangelio. Educ. Quito, 1980. PALACIO, Carlos. Jesucristo, historia e interpretación. Cristiandad. Madrid, 1978. SOUBLETTE, Gastón. Rostro de Hombre. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1997.

4 Efesios 1: 22-23

5 COLLINS, Jim. Cómo caen los poderosos. Grupo Editorial Norma. 2010. WALLERSTEIN, Immanuel. La decadencia del imperio. Estados Unidos en un mundo caótico. Monte Avila. Caracas, 2007. GARCÍA MARQUEZ, Gabriel. El otoño del patriarca. Penguin Random House. Barcelona, 2015. IONESCO, Eugene. El rey se muere. Losada. Buenos Aires, 1972. ROA BASTOS, Augusto. Yo , el Supremo. Real Academia de la Lengua Española. Asociación de Academias de la Lengua Española. Madrid, 2017. NERCESIAN, Inés; ROBLES RIVERA, Francisco; SERNA, Miguel. Las tramas del poder en América Latina: élites y privilegios. CLACSO. Ciudad de México, 2023,

6 III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO DE AMÉRICA LATINA, Puebla de Los Ángeles, México. Documento conclusivo, número 188. CELAM, San Pablo, Paulinas. Bogotá, 2014; página 293.

7 GELABERT BALLESTER, Martín. Palabra de Dios, palabra del hombre. En Carthaginensia número 27, páginas 231-246. 2011. Instituto Teológico de Murcia (España), 2011; Un Dios capaz del hombre: humanidad en Dios, divinización del hombre. En Carthaginensia volumen XXXV número 67, páginas 35-52. Instituto Teológico de Murcia (España), enero-junio 2019. JUAN PABLO II. Carta Encíclica Redemptor Hominis Redentor del Hombre. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1979. ALFARO, Juan. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 1988. LATOURELLE, René. El hombre y sus problemas a la luz de Cristo. Sígueme. Salamanca, 1989. THIELICKE, Helmut. Esencia del hombre. Herder. Barcelona, 1985. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1991.

8 Efesios 1: 20-23.

9 Hechos 1: 8-11

10 Efesios 1: 17-19

11 CONSTANTE, Alberto. La pregunta que interroga por el sentido del ser. En https://www.scielo.org.mx/pdf/enclav/v4n7/v4n7a5.pdf ESTRADA, Juan Antonio. El sentido y el sinsentido de la vida: preguntas a la filosofía y a la religión. Trotta. Madrid, 2010. GESCHÉ, Adolph. El sentido. Volumen VII de la colección Dios para pensar. Sígueme. Salamanca, 2004. VAZQUEZ, Rodolfo. No echar de menos a Dios. Trotta. Madrid, 2021. FRANKL, Viktor. A pesar de todo, decir sí a la vida. Faro. Madrid, 2010.

12 Génesis 1:27

13 FABRIS, Rinaldo. Jesús de Nazaret. Sígueme. Salamanca, 1990. JEREMIAS, Joachim. Abba: el mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1993. KASPER, Walter. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1997. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Acceso a Jesús. Sígueme. Salamanca, 1993.

14 O´CALLAGHAN, Paul. Cristo revela el hombre al propio hombre. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83563189.pdf GONZÁLEZ CARVAJAL, Luis. Con los pobres contra la pobreza. Paulinas. Madrid, 1991. DÍAZ, Carlos. La persona como don. Desclée de Brower. Bilbao, 2001. GUARDINI, Romano. Mundo y persona: ensayo para una teoría cristiana del hombre. Guadarrama. Madrid, 1963.

15 Mateo 28: 18-20.

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