domingo, 1 de junio de 2025

COMUNITAS MATUTINA 1 DE JUNIO 2025 SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR

 

Todo lo ha sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y se llena del que llena de todo a todos”

(Efesios 1: 22-23)

Lecturas:

  1. Hechos 1: 1-11

  2. Salmo 46

  3. Efesios 1: 17-23

  4. Lucas 24: 46-53



Por qué en la tradición cristiana llamamos a Jesús el Señor? Por qué , cuando nos referimos a alguien de especial rectitud y seriedad humana, lo calificamos como un señor, como una dama? Es una manera de aludir a alguien cuya humanidad es bondadosa, honesta, justa, solidaria, referida siempre a sus prójimos, respetable y respetado por toda la comunidad. Este comentario no tiene relación con ser personas “de clase”, ricas, poderosas, de la aristocracia; el señorío es algo bien distinto, es el reconocimiento de alguien que resume en su ser y en su conducta los mejores atributos de la dignidad humana.1 En definitiva, un ser humano así es, en el mejor sentido de la expresión, una buenísima persona; un auténtico modelo de identidad; más aún, es alguien en quien ponemos las mayores esperanzas porque le reconocemos una dimensión salvífica y liberadora. Por eso, lo que queremos afirmar aquí es que en Jesús de Nazareth encontramos el señorío en su más completa realización.2 La celebración de este día, la Ascensión, es el reconocimiento de esta condición. 3 La Ascensión de Jesús a los cielos no es un fenómeno físico, experimentado sensorialmente, es la exaltación y la constitución suya, por parte de Dios Padre, como el Señor y Salvador, puesto a su diestra. Si fuera un hecho empírico no pasaría de ser un prodigio circunstancial. Por eso, lo que la Iglesia profesa, y es materia sustancial de este comentario, es el señorío pleno de Jesús, en quien el Padre se ha pronunciado definitivamente para enseñorearlo sobre el ser humano, sobre su historia, sobre la creación: “Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo”. 4

Cuando en el mundo se dan una serie de liderazgos nada señoriales, intransigentes, despóticos, desentendidos del bien común y de la justicia, nulos en moralidad y en virtudes, uniendo a eso un egocentrismo enfermizo y un afecto más que desordenado por los intereses de sus grupúsculos políticos o económicos,5 la humanidad clama por la dignidad y aspira con legítimo derecho a fijarse en una referencia fundamental alternativa , cuya razón de ser sea la entrega generosa a la misma, la amabilidad como rasgo constante de su proceder, la solidaridad y la integridad ética, el servicio desinteresado y la entrega infatigable a hacer del mundo el mejor escenario para que la condición humana discurra por caminos de trascendencia y de libertad. Por eso, el señorío de Jesús desborda con creces estos deleznables señores del poder, porque él tiene estatuto teologal, porque en él integra salvíficamente a la humanidad y la redime del vano honor del mundo.

Jesús es el Señor porque en Él se cumplen plenamente la divinidad y la humanidad, es el centro de la fe cristiana, la razón de nuestra esperanza y, porque gracias a Él, los seres humanos estamos llamados a ser asumidos por Él en esa misma plenitud de lo humano y de lo divino: “En Cristo y por Cristo, Dios Padre se une a los hombres. El Hijo de Dios asume lo humano y lo creado, restablece la comunión entre su Padre y los hombres. El hombre adquiere una altísima dignidad y Dios irrumpe en la historia humana, vale decir, en el peregrinar de los hombres hacia la libertad y la fraternidad, que aparecen ahora como un camino hacia la plenitud del encuentro con Él”. 6 En la plena revelación que Dios hace de sí mismo en Jesús está siempre incluído el ser humano, Jesús no es un triunfador ensimismado sino un Señor cuya razón de ser somos nosotros, nuestra realización plena, nuestra liberación y salvación, porque todo lo de Dios es para la humanidad. La opción preferencial de Dios somos los humanos y, en esto del señorío de Jesús, se define el pleno significado de nuestra existencia. 7

Haciendo el habitual esfuerzo de interpretación de los textos bíblicos y dando el salto cualitativo para descubrir su sentido teológico y antropológico, fijémonos en lo que significa la Ascensión de Jesús, vale decir, su señorío: “…..poder que ejercitó en Cristo resucitándolo de la muerte y sentándolo a su diestra en el cielo por encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier título que se pronuncie en este mundo o en el venidero.”. 8

Lo de hoy es encontrarnos maravillados con el señorío de Jesús que implica también a la humanidad, haciéndola participar de tal condición. En la primera lectura – de Hechos de los Apóstoles – encontramos trazados los rasgos específicos de la esperanza cristiana. En los textos de los recientes domingos de Pascua hemos escuchado a Jesús refiriendo todo su ser al Padre, aval de la totalidad de su misión y también prometiendo el Espíritu como garantía de que El permanecerá animando la vida de quienes siguen su camino, configurando la Iglesia y constituyéndose como razón y sentido de todos aquellos que opten libremente por asumir su proyecto de vida.

Ahora el testimonio de la comunidad primitiva que da origen a este relato lo presenta en términos de consumación y plenitud: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría, y hasta el confín del mundo. Dicho esto, en su presencia se elevó, y una nube se lo quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y les dijeron: hombres de Galilea, qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido arrebatado, vendrá como lo han visto marchar al cielo” . 9

El texto de la carta a los Efesios – segunda lectura de este domingo - conecta el señorío del Mesías Jesús con la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial acerca de la esperanza a la que quedan abiertos gracias a la acción pascual del Señor, toda la vida de los seres humanos es re-significada en esta plenitud de Jesús: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la gloria, les conceda un Espíritu de sabiduría y revelación que les haga conocer y les ilumine los ojos de la mente para apreciar la esperanza a la que los llama, la espléndida riqueza de la herencia que promete a los consagrados, y la grandeza extraordinaria de su poder a favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa….” 10 Cuando en ejercicio de nuestra constante búsqueda del sentido de la vida, de nuestras constantes preguntas ante las realidades dramáticas que nos retan, como la muerte, el mal, el sufrimiento, la injusticia que se ensaña con los inocentes, las interminables ambigüedades de nuestra condición, nos encontramos con un Dios ciento por ciento implicado en la respuesta y en la oferta de significado trascendente para todo lo nuestro.11

Esta certeza da sólida consistencia al compromiso cristiano con la dignidad humana, con la reivindicación de sus derechos, con la opción preferencial por los más pobres, con el cuidado de la vida en todas sus manifestaciones; el ser humano, así visto, es rostro de Dios. Cuando decimos que Jesús es el Señor estamos reconociendo que en Él, Dios Padre ha acontecido definitivamente revelándonos al mismo tiempo lo más pleno y definitivo de su divinidad y lo más pleno y definitivo de nuestra humanidad, entendiéndose esta inserta en aquella, lo que nos recuerda la afirmación clave del Génesis: “ Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó12 . El amoroso deseo de Dios nos hace participar de su divinidad y de su esencia.

El gran interés de Dios que aquí se evidencia está dirigido a todos los seres humanos, su cercanía y compasión, su misericordia, su voluntad, sólo tienen en la mira la total realización y felicidad de la humanidad. Y esto lo significa con eficacia en la persona del Señor Jesucristo, cuya condición simultánea de Dios y de ser humano es la concreción del querer del Padre para todos los que con libertad acojan su iniciativa de sentido y de salvación.13De esta universalidad se desprende la condición misionera de la Iglesia, el envío a comunicar la Buena Noticia, a restaurar al ser humano caído por el pecado y por la injusticia, sometido por las indignidades que otros deciden para oprimir y maltratar a muchos. Cuando en todos los tiempos de la historia se dan tantas vejaciones y humillaciones al ser humano, la propuesta de Jesús brilla como un rescate permanente y muy completo del valor de cada persona. Esta certeza nos compromete al trabajo por la dignidad humana en todas sus formas, educativas, psicológicas, pastorales, políticas, económicas, jurídicas. Tomar en serio a Jesucristo es tomar en serio al ser humano, es el asunto por excelencia de la agenda de Dios!14 Las siguientes palabras de Jesús no se quedan solamente en un trabajo de proselitismo religioso y de aumentar numéricamente el conjunto de los seguidores, ellas son un envío claro a llenar de sentido teologal la historia de la humanidad: “ Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enséñenles a cumplir cuanto les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. 15

Antonio José Sarmiento Nova SJ









1 SARDIÑAS IGLESIAS, Loida Lucía. Dignidad humana: concepto y fundamentación en clave teológica latinoamericana. Ediciones Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2019. BIERI, P. La dignidad humana, una manera de vivir. Herder. Barcelona, 2017. COROMINAS, Joan. Etica primera. Desclée de Brower. Bilbao, 2000. HEIDEGGER, Martin. Carta sobre el humanismo. Alianza. Madrid, 2000.LOBATO, Alejandro. Dignidad y aventura humana. San Esteban. Salamanca, 1997. MASIÁ CLAVEL, Juan. Ser humano, persona y dignidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2010. MARITAIN, Jacques. Humanismo Integral. Palabra. Madrid, 1999.

2 PAPA BENEDICTO XVI. Jesús es el Señor. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio. Discurso del Santo Padre en la inauguración de los trabajos de la asamblea diocesana de Roma,11 de junio de 2007. En Actualidad Catequética número 215. Conferencia Episcopal Española, marzo 2007. BARRADO, Pedro. Por qué a Jesús le llamamos Señor? En https://www.vidanuevadigital.com/blog/por-que-a-jesus-le-llamamos-senor-pedro-barrado/ GUARDINI, Romano. El Señor, meditaciones sobre la persona y la obra de Jesucristo. Cristiandad, 2005.

3 BOFF, Leonardo. Qué significa que Cristo subió a los cielos. En https://www.donbosco.org.ar/uploads/recursos/recursos_archivos_128_944.pdf STUHLMACHER, Peter. Jesús de Nazaret, Cristo de la fe. Sígueme. Salamanca, 1996. BUSTOS, José Ramón. Cristología para empezar. Sal Terrae. Santander, 1991. COSTADOAT, Jorge. Trazos de Cristo en América Latina. Ensayos teológicos. Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile, 2010. COMISION TEOLOGICA DE LA COMPAÑÍA DE JESUS EN AMERICA LATINA. Jesucristo, prototipo de humanidad en América Latina. Editorial Buena Prensa. Ciudad de México, 2001. ALT, Franz. Jesús, el primer hombre nuevo. El Almendro. Córdoba, 1993.CARDENAS, PALLARÉS, José. Deshonra y triunfo de Jesús, el justo. Dabar. Ciudad de México, 1993. MALDONADO, Luis. La exaltación de Jesús en la cruz según el cuarto evangelio. Educ. Quito, 1980. PALACIO, Carlos. Jesucristo, historia e interpretación. Cristiandad. Madrid, 1978. SOUBLETTE, Gastón. Rostro de Hombre. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1997.

4 Efesios 1: 22-23

5 COLLINS, Jim. Cómo caen los poderosos. Grupo Editorial Norma. 2010. WALLERSTEIN, Immanuel. La decadencia del imperio. Estados Unidos en un mundo caótico. Monte Avila. Caracas, 2007. GARCÍA MARQUEZ, Gabriel. El otoño del patriarca. Penguin Random House. Barcelona, 2015. IONESCO, Eugene. El rey se muere. Losada. Buenos Aires, 1972. ROA BASTOS, Augusto. Yo , el Supremo. Real Academia de la Lengua Española. Asociación de Academias de la Lengua Española. Madrid, 2017. NERCESIAN, Inés; ROBLES RIVERA, Francisco; SERNA, Miguel. Las tramas del poder en América Latina: élites y privilegios. CLACSO. Ciudad de México, 2023,

6 III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO DE AMÉRICA LATINA, Puebla de Los Ángeles, México. Documento conclusivo, número 188. CELAM, San Pablo, Paulinas. Bogotá, 2014; página 293.

7 GELABERT BALLESTER, Martín. Palabra de Dios, palabra del hombre. En Carthaginensia número 27, páginas 231-246. 2011. Instituto Teológico de Murcia (España), 2011; Un Dios capaz del hombre: humanidad en Dios, divinización del hombre. En Carthaginensia volumen XXXV número 67, páginas 35-52. Instituto Teológico de Murcia (España), enero-junio 2019. JUAN PABLO II. Carta Encíclica Redemptor Hominis Redentor del Hombre. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1979. ALFARO, Juan. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 1988. LATOURELLE, René. El hombre y sus problemas a la luz de Cristo. Sígueme. Salamanca, 1989. THIELICKE, Helmut. Esencia del hombre. Herder. Barcelona, 1985. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1991.

8 Efesios 1: 20-23.

9 Hechos 1: 8-11

10 Efesios 1: 17-19

11 CONSTANTE, Alberto. La pregunta que interroga por el sentido del ser. En https://www.scielo.org.mx/pdf/enclav/v4n7/v4n7a5.pdf ESTRADA, Juan Antonio. El sentido y el sinsentido de la vida: preguntas a la filosofía y a la religión. Trotta. Madrid, 2010. GESCHÉ, Adolph. El sentido. Volumen VII de la colección Dios para pensar. Sígueme. Salamanca, 2004. VAZQUEZ, Rodolfo. No echar de menos a Dios. Trotta. Madrid, 2021. FRANKL, Viktor. A pesar de todo, decir sí a la vida. Faro. Madrid, 2010.

12 Génesis 1:27

13 FABRIS, Rinaldo. Jesús de Nazaret. Sígueme. Salamanca, 1990. JEREMIAS, Joachim. Abba: el mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1993. KASPER, Walter. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1997. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Acceso a Jesús. Sígueme. Salamanca, 1993.

14 O´CALLAGHAN, Paul. Cristo revela el hombre al propio hombre. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83563189.pdf GONZÁLEZ CARVAJAL, Luis. Con los pobres contra la pobreza. Paulinas. Madrid, 1991. DÍAZ, Carlos. La persona como don. Desclée de Brower. Bilbao, 2001. GUARDINI, Romano. Mundo y persona: ensayo para una teoría cristiana del hombre. Guadarrama. Madrid, 1963.

15 Mateo 28: 18-20.

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