domingo, 5 de febrero de 2012

Algo para pensar y orar en esta semana

¿No surge una cierta primavera en nuestras oraciones? Quizás porque en primavera podemos respirar más hondo, una vez que el invierno y sus días helados se han ido. El tiempo empleado en orar refresca nuestros cuerpos y nuestros espíritus. Aunque todos los tiempos y todas las estaciones son obra de Dios, nunca podremos poner límites a sus obras; la primavera puede volver a encantar nuestras vidas con la juventud y la novedad que el Creador otorga a cada día. La primavera no llega sin dificultades: para los árboles que se preparan para florecer, sus ramas sufren el dolor del desgarro de sus cortezas al paso de los nuevos brotes. También sucede que hay brotes que no sobreviven.
La oración nos ofrece la oportunidad de profundizar nuestra bienvenida y nuestra apertura a Dios. Ésa es la tarea de la oración: a veces será fácil cumplirla; otras veces será cuesta arriba… ¿No es cierto que todo desafío que se enfrenta en nombre del amor tiene su propia y dulce amargura? Hay un dejar de cosas que atesoramos, para hacer espacios para cosas mejores. Cada apertura al amor es una apertura a la inmensa bendición de Dios Creador. Igual que la primavera, nuestra oración nos trae una cierta gentileza y calidez, la gentileza y cordialidad de Dios. El que ora es, en secreto, alimentado en su ser interior. La savia de la vida divina los recorre libre y totalmente, y les permite enfrentar más generosamente lo que el amor les demandará..

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