Las imágenes de la vida deben ser presentadas en forma cuidadosa. Imágenes de tiempos antiguos: muerte, purgatorio, infierno y limbo, mostraban a Dios como un juez inmisericorde, que ordenaba el pago total de nuestras malas acciones. ¿Cómo podemos retratar más fielmente la verdad sobre el amor ilimitado de Dios por nosotros? El Bendito Cardenal John Henry Newman, nos recuerda que la mente humana solo es capaz de trabajar con sombras e imágenes, hasta que pueda emerger a la plena luz de la verdad. “Vemos las cosas como en un espejo, confusamente” (1 Corintios 13:12). Así es que debemos aceptar lo inadecuado del pensamiento y del lenguaje humano, para expresar la mente de Dios. Santo Tomás Aquinas, quien escribió un millón de palabras sobre temas divinos, dijo que solo balbuceamos al hablar de Dios, y que todo lo que él escribió era paja picada. Todas las imágenes de Dios se quedan cortas; pero es todo lo que tenemos, por lo que debemos emplearlas bien.
No debemos desesperar de tratar de decir algo sobre Dios y sobre el mundo futuro. Inspirémonos en la imagen que el Concilio Vaticano II escogió sobre la Iglesia Peregrina. Los peregrinos recorren sendas difíciles, y emplean toda la ayuda disponible para poder llegar a su destino. Al llegar a los cruces de caminos, discuten sobre la ruta más conveniente, y se devuelven si la escogieron mal. Un teólogo francés usa la imagen de un nadador: con cada brazada, empujamos una cantidad de agua hacia atrás, a medida que nos movemos hacia nuestra meta. La dejamos atrás; pero sin ella no podríamos llegar donde vamos. Las buenas imágenes nos insinúan lo verdadero: nos orientan en la dirección correcta. Hay un dicho Zen, sobre un campesino que señalaba la luna con una zanahoria: era lo mejor que podía hacer para que los demás vieran esa maravillosa realidad!
A medida que nos acercamos al mundo del Misterio Divino, vemos una luz ámbar: ella no nos prohíbe entrar; pero nos advierte: “Avanza con mucho cuidado!”
En el trajín de la gran ciudad: transmilenio, medios de comunicación que nos saturan, preocupaciones personales, la dura realidad que a menuda nos abruma, cabe esta pregunta: ¿hundo la cabeza en la arena como el avestruz para evadir? ¿qué hago?
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