domingo, 13 de abril de 2014

COMUNITAS MATUTINA 13 DE ABRIL DOMINGO DE RAMOS



Lecturas

1.      Isaías 50: 4-7
2.      Salmo  21: 8-20
3.      Filipenses 2: 5-11
4.      Mateo  26: 14 a 27:66
La semana santa lo que quiere destacar es el anonadamiento-vaciamiento salvador de Dios Padre en la pasión y muerte de Jesucristo, expresado en griego con la palabra kenosis: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte y una muerte en cruz” (Filipenses 2: 5-8).
Son varias las consideraciones que nos merece esta lógica salvífica y liberadora de Dios – totalmente a contracorriente de los esquemas humanos de prepotencia y poder  !- , y la primera es justamente esta de constatar  que Dios no sucede espectacularmente, valiéndose de estrategias y demostraciones contundentes sino que se esconde, se abaja, se empequeñece, asume el aspecto dramático y doloroso de la vida y por ahí se sitúa en el dinamismo de una realidad que es asumida de modo crucificado para re-significarla y abrirla a la plenitud de sentido y de trascendencia.
El asunto clave es que esa pasión, ese inmenso sufrimiento, esa ignominia y humillación, esa radical injusticia cometida por la institución religiosa del judaísmo de ese tiempo, con la complicidad de las autoridades romanas, se configura como el hecho decisivo y meritorio con el que el Padre avala toda la misión e historia de Jesús para que nuestras misiones e historias salgan de la posibilidad del absurdo y de la muerte irreversibles, convirtiéndose en relatos de sentido y esperanza.
Más allá de la carga ritual y religiosa de esta semana, abundante, a menudo demasiado barroca, no pocas veces pomposa, también fundamentalista, lo que hay que mirar y experimentar  es eso que llamamos “Pasión de Cristo ,  pasión del mundo”, donde se juntan todas las tragedias y  cruces de la humanidad, los vacíos existenciales, la multitud de muertes de las que hablábamos el domingo anterior, los más densos sufrimientos, con el drama del Señor Jesús, apostándolo El todo por el proyecto-voluntad del Padre y por la salvación-liberación de la humanidad.
Dice la teóloga evangélica reformada Elsa Tamez  que “la condena no es producto de la ley legal sino de la ley de una lógica que por dar vida a algunos elegidos condena a la exclusión a muchos. Los dirigentes del sanedrín condenan a muerte a uno, Jesús, porque este hablaba en favor de la mayoría y ponía en tela de juicio la piedad de las autoridades religiosas y su mundo de poder alrededor de la ley y del templo”  (ELIZONDO,Virgilio,editor y autores varios. Via Crucis: la pasión de Cristo en América. Ed. Verbo Divino. 1993).
Es decir, a Jesús lo condenaron por hacer el bien en nombre de Dios y de la dignidad humana!
Cada vez que los humanos cometemos injusticias invocando la defensa de “principios y valores”, enarbolando las banderas de proteger las tradiciones y las creencias o la moral y el orden establecido, se repite este mismo acontecer evangélico, en el que se diferencian en clarísima oposición la perversidad de los malvados, la fuerza destructora del mal, y la inocencia del justo por excelencia, Jesús de Nazareth.
La lectura atenta y meditada de alguno de los relatos evangélicos de la pasión nos refieren las argucias de sacerdotes y maestros de la ley buscando el pretexto legal para declararlo blasfemo y reo de muerte, hoy nos corresponde considerar la versión según Mateo. Una buena sugerencia para poder entrar en el genuino significado de estos hechos es hacer una lectura “sapiencial”, degustando, saboreando, y cotejando esa realidad de Jesús con la nuestra propia, y con los interminables relatos de cruz que padecen millones de prójimos nuestros.
El dolor de Jesús no es “allá” sino “acá” entre nosotros, en los vericuetos sufrientes de la historia. Dios se vacía de sí mismo en Jesús, según la referencia ya citada de Filipenses, para dar todo de sí en orden a la plenitud de todos los humanos. Varias veces hemos afirmado aquí mismo que “sólo el amor es digno de fe”, expresión que en este hecho constitutivo de la vida de Jesús adquiere su más completo significado.
Qué mensaje nos traen hoy estas palabras?: “Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte. Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron” (Mateo 26: 59-60).  Es un lenguaje trajinado que, a fuerza de oírlo y leerlo tantas veces, no pasa de ser un lugar común proclamado sólo en un contexto ritual sin alcances existenciales y éticos? La misma cuestión vale para todo lo que tiene que ver con la pasión y muerte de Jesús, con las pasiones y muertes de nuestra condición humana.
Somos conscientes de las muchas conspiraciones de muerte que hay en contra de la humanidad? Traigamos hoy a nuestra sensibilidad la pavorosa violencia desatada en Siria, en la que el principal responsable es el estado con sus fuerzas militares, realizando toda clase de crímenes, persecuciones, destrucciones, contra una población civil indefensa. Es este uno de los hechos más escandalosos de estos tiempos contemporáneos.
Recordamos el asesinato masivo de 800.000 personas, en 1994, en Ruanda y Burundi, en el que la etnia tutu desató esta irracional cruzada de muerte en contra de los tutsis? O los excesos de la guerrilla “Sendero Luminoso” en el cercano Perú? Y qué decir de lo que nos evocan los nombres de El Salado, Macayepo, La Rochela, Segovia, Mejor Esquina, San José de Apartadó,Remedios, Trujillo, los falsos positivos? Cómo nos llega este recuerdo en la semana santa de 2014?
El texto de la primera lectura, capítulo 50 de Isaías, es una referencia esencial para comprender y asumir este mesianismo crucificado, en abierta oposición a las expectativas que abrigaba Israel con relación a un liderazgo salvador cargado de prodigios, de reconocimientos religiosos y sociales, de triunfos arrolladores. Es el llamado tercer cántico del siervo de Yahvé, que pertenece a un conjunto de capítulos de este libro (39 al 55)  escritos por un profeta que ejerce su ministerio  entre los desterrados de Babilonia.
“El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que me arrancaban la barba; no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos” (Isaías 50: 5-6). El texto destaca el aspecto doloroso de la misión, la hostilidad de su “público”, la amorosa pequeñez de este siervo que, por otra parte, es consciente de que  “El Señor me ayuda, por eso no me acobardaba; por eso endurecí el rostro como piedra, sabiendo que no quedaría defraudado” (Isaías 50: 7).
 Este es un siervo que sufre con esperanza, porque que su fundamento no está en quienes lo destruyen sino en el Dios que es su garantía.  De ahí que el extremo dolor de la pasión no es leído en la tradición cristiana como una tragedia sin más sino como el acontecimiento que contiene en sí la mayor capacidad de dotar de sentido y de razones para la esperanza.
La condición de tener a Dios como principio y fundamento en los mismos términos sentidos y experimentados por Jesús, no es la de una conciencia ingenua que sufre pero minimiza la malignidad de quienes deciden y realizan estos actos.
 Es esta una esperanza encarnada, totalmente realista con respecto a estas manifestaciones del mal pero también abierta para siempre al horizonte teologal: “Padre, si es posible, que se  aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mateo 26: 39).
El gran vacío del ser humano es cuando se fractura el sentido de la vida, cuando la tragedia se convierte en el determinante de todo su ser y su quehacer, cuando se pierden los ideales y las aspiraciones de futuro, cuando el fracaso es la condición habitual de todo lo suyo, cuando la gran alternativa es la muerte y el carácter irremediable de la frustración de todos los proyectos vitales.
Qué hacer ante esto? Dejarnos sumir en el pesimismo radical? Dar la razón a los profetas de desgracia y perder la gran batalla de la vida para dejar como vencedores a la muerte y al absurdo? O convertirnos en testigos de la esperanza, de una esperanza histórica y trascendente, razonable y creyente, realista y metafísica, con los pies puestos en la tierra y la mirada proyectada al futuro? Esa misma que hizo decir a Pedro: “Sigan adorando interiormente al Señor, a Cristo, siempre dispuestos para justificar la esperanza que los anima, ante cualquiera que les pida razón” (1 Pedro 3: 15).
Ayer, 7 de abril, fue asesinado en Homs (Siria) el sacerdote jesuita Franz Van der Lugt , de 75 años, natural de Holanda, llegó a su nueva tierra en 1966 con 28 años de edad, y se entregó por igual a musulmanes y cristianos, sin diferenciar credos ni practicar arrogancias religiosas, con particular entrega a los pobres y débiles.
 Así concluyó su ministerio,  plenamente identificado con la cruz de su Señor Jesucristo. Su delito: vivir sin reservas la conciencia de la paternidad-maternidad de Dios y donarse totalmente a todos los prójimos, al estilo de Jesús.
 Este hombre bueno y santo fue para estas buenas y sufridas gentes de Siria un portador del sentido de la vida explícito en Jesús, salvador universal que sale de los límites de las religiones para abrirse a la pluralidad de expresiones humanas. El Señor recibe con agrado la ofrenda del Padre Franz!
En medio del hondísimo dolor contenido en este tipo de muertes brilla la vitalidad de Aquel que es la raigambre de nuestro ser: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Filipenses 4:13).
Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,SJ

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