domingo, 20 de abril de 2014

COMUNITAS MATUTINA 20 DE ABRIL PASCUA DE RESURRECCION



Lecturas
1.      Hechos 10: 34 – 43
2.      Salmo 117: 1-2 y 16-23
3.      Colosenses 3: 1-4
4.      Juan 20: 1-9

LA CRIADA  DE  EMAUS (Cuadro de Velásquez)
Ella escucha, escucha, contiene la respiración.
Aquella voz no es suya? Él que la había mirado una vez,
a través de la muchedumbre,
como nunca nadie había mirado.
La había visto? Había hablado como si fuera para ella?
Aquellas manos ciertamente eran suyas,
las manos que le cogieron el cesto de pan hace un minuto?
Las manos que había puesto en los enfermos para curarlos?
Y su cara, seguro que…….?
El hombre crucificado por sedición y blasfemia,
El hombre cuyo cuerpo desapareció de la tumba.
El hombre, se rumorea ahora que algunas mujeres habían visto esta mañana vivo?
Los que habían traído al extranjero a su mesa
aún no reconocen con quién están sentados.
Pero ella, en la cocina, al coger distraídamente la jarra de vino que va a llevar,
la joven criada negra que escucha atentamente,
se vuelve y ve LA LUZ ALREDEDOR DE EL
Y ESTA SEGURA.
Denise Levertov. Las arenas del pozo, 1995.


Irrumpamos con gozo pascual en esta mañana de resurrección,  acompañados por  este hermoso poema de Denise Levertov (1923-1997 poetisa inglesa, nacionalizada estadounidense), para  hacer evidente nuestra certeza, como la de la joven criada negra, de que  El está ahí con nosotros, con la LUZ   que brilla a su rededor!!
Cómo conectamos esta sensibilidad creyente y teologal con aquello que dijera nuestro ahora inmortal Gabo, el 10 de diciembre de 1982, en Estocolmo, ante la Academia Sueca, recibiendo el Premio Nobel de Literatura?: “Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” (Gabriel García Márquez, publicado en la edición de El Tiempo , 11 de diciembre de 1982).
No es esta acaso, una expectativa de índole pascual, procedente del Espíritu, la misma que sacó a Pedro y a los primeros discípulos de su miedo y angustia, de su sentimiento de derrota, haciendo de ellos hombres-mujeres totalmente nuevos, con coraje inusitado, arrojados y apostólicos, ahora sí convertidos en pioneros de la Buena Noticia?
No es esto lo que alienta nuestras motivaciones y actuaciones, cuando salimos de los rincones de la cobardía, cuando dejamos atrás temores y desconfianzas, y nos hacemos destinatarios de esa maravillosa realidad que nos desborda y envuelve, la misma en la que ahora Gabo vive para siempre, la misma que transformó a Pedro y a María Magdalena?
Pasando la frontera de los siglos resuenan hoy en todas las comunidades cristianas del mundo las palabras de Pedro: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. A él, a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él  después que resucitó de entre los muertos. El nos mandó a predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo  ha constituído  juez de vivos y muertos” (Hechos 10: 39-42).
Pedro y los primeros compañeros eran hombres frágiles, exactamente como nosotros, los de hoy, con grandes limitaciones, también con ilusiones de vida hermosas, legítimas, pero condicionados por todas las inevitables manifestaciones de la precariedad, que nos son inherentes a todos los humanos. A eso se añade que no eran ellos personas de importancia social o religiosa, sino  pescadores, pastores, gentes del pueblo humilde, los que sufrían, como el pueblo de hoy, las consecuencias malignas del “sistema”.
Descubrimos aquí una reiteración de aquella intencionalidad de Dios, bien explicitada en los textos bíblicos, de no utilizar la pedagogía de lo poderoso y espectacular, sino de esconderse en lo débil y revelarse a los últimos del mundo, como lo hizo con María y los profetas, con el justísimo José, con los pastores que fueron a honrar al pequeño de Belén, y con tantos-as estupendos seres humanos, que en sí mismos llevan – sin alarde – las gozosas señales de la Pascua.
En qué estado nos recibe esta Pascua de 2014? Estamos afligidos, atemorizados, sufridos, acaso hemos perdido las razones para vivir con sentido y esperanza? O, tal vez distraídos en nuestros egos, en los afanes del trabajo que no dan tiempo para lo esencial, o adorando ídolos que no valen la pena? Cargando ladrillos a cosas efímeras? O, más bien, haciéndonos preguntas de fondo, dejándonos interrogar por Dios y por la vida, confrontando críticamente lo que somos y hacemos, abiertos a que Alguien provoque en nosotros realidades  maravillosas y liberadoras?
La respuesta a esta última pregunta es la puerta abierta para que entre por ella Jesús de Nazareth, ahora el Cristo de Dios, el Señor Resucitado, y nos aclare horizontes con la misma luminosidad  que invadió de plenitud a la joven criada de Emaús, con seguridad mujer empobrecida y humillada, ahora nueva y bienaventurada, poseída por el resplandor del extraño caminante que acompañó a los dos confundidos discípulos en su triste trasegar por aquellos senderos cercanos a Jerusalén.
Como tantas veces en la vida lo hemos hecho, volvamos a formularnos la gran  pregunta: qué pasó en Pedro y en sus temerosos amigos que de cobardes los hizo valerosos testigos de estos acontecimientos? Qué le ocurrió a la prostituída y utilizada María Magdalena para  que sea  ahora una mujer nueva, digna reivindicada? Qué al diplomático y prudente Monseñor Romero,  que pasó de ser un discreto eclesiástico a profeta de los pobres de El Salvador? Qué a nosotros cuando rompemos con el egoísmo y con las muertes, con la comodidad y el espíritu precavido, para enamorarnos, para emprender aventuras de libertad, para gastarnos dando sentido a la vida de otros, para hacer del servicio y la solidaridad un elemento sustancial de nuestros proyectos de vida?
Madruguemos con la Magdalena: “El domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol, María Magdalena vino al sepulcro. Cuando vió que habían retirado la piedra que tapaba la entrada, regresó corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús tanto quería y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Juan 20: 1-2)
Los fracasos de la vida, los momentos de incertidumbre nos derrotan, la convicción de pérdida nos hace desistir de la pasión de vivir?  Nos sentimos abandonados de Dios? Entonces insistamos con Pedro y el otro discípulo: “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vió y creyó” (Juan 20: 8).
Pascua es el tiempo de la vida, de la confianza, del esperar contra toda esperanza, del compromiso radical por hacer de este mundo un anticipo de la gran plenitud que nos aguarda cuando crucemos la gran frontera, hacia el Padre-Madre Dios.
Pascua es la gran posibilidad de empeñarnos creciente y constantemente en la afirmación de la dignidad humana, en el cuidado de la vida, en la creatividad propia del Espíritu, dotada teologalmente, en la pasión por la justicia y por los condenados de la tierra, en la firme negativa a arrodillarnos ante los ídolos del capital, del consumo, del poder, del dinero, de la banalidad, de los siniestros señores de la muerte.
Nuestro único Dios es el Padre de Jesús, este sacramento pleno de la divinidad, sabedores de que El nos quiere libres, dignos, gestores de la nueva humanidad. Y sólo ante El nos inclinamos para adorar el gozoso misterio que da sentido a nuestra vida!
Pascua es hacer de la historia un escenario de vitalidad,  eso tan hermoso de Gabo “una arrasadora utopía de la vida”, una mesa servida en igualdad de condiciones para todos, un trabajo a brazo partido para que cada ser humano, cada ser vivo, tenga un digno lugar en la gran fiesta de Dios y de la humanidad, tomados de la mano de Jesús el Cristo, el Viviente, el relato fundamental de Dios “para que las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Los seres humanos somos históricos y metafísicos, ciudadanos del “más acá” y del “más allá”, mortales y eternos, por decisión de este excelentísimo Dios Nuestro, que no se conforma con que sus creaturas se puedan acabar, lo que lo hace no escatimar el más mínimo esfuerzo para que la vida – su vida, nuestra vida – siempre sea posible y se haga definitiva, inagotable, infinita, que inspira estas palabras de Pablo a los cristianos de Colosas y a nosotros: “ Han muerto, y su vida está escondida con Cristo, en Dios; cuando aparezca Cristo, que es vida para ustedes, entonces también aparecerán gloriosos con El” (Colosenses 3: 3-4).
Salir de nuestros escondites, volcarnos al mundo, caminar descalzos por las calles de la historia, juntarnos con los artesanos de la vida, crear siempre nuevos modos de convivencia e inclusión, ser para muchos portadores del Sentido, festejar, bailar con frenesí, hacer declaraciones de amor, tener hijos, cuidarlos y formarlos, proteger a los mayores, dar alternativas a los jóvenes, hacernos cargo de la realidad, como decía el también inmortal y mártir Ignacio Ellacuría, todo eso y mucho más es Pascua, en cuyo centro está este Señor Jesús, extraordinario, estupendo en el máximo sentido en que alguien puede serlo.
Porque
Basta morir  para tomar derecho
El puerto inalterable, deseado,
Y allí vivir de muerte y VIDA entera.

Emilio del Río (n. 1928, jesuita español).  Cántico para Alfa y Omega, 1971.
Mientras escribíamos este texto pascual, sonaba majestuosamente el Oratorio de El Mesías de George Friedrich Händel, interpretado por el Coro Monteverdi y la agrupación de Solistas Ingleses del Barroco, dirigidos por John Eliot Gardiner.
 Al llegar al culminante y triunfal “Hallelujah” , detuvimos la escritura y nos arrodillamos para adorar el Misterio de nuestra esperanza, sintiendo,  como la joven criada de Emaús, a quien llamaremos Naomi, que “se vuelve y ve la luz alrededor de El y está segura”.
Feliz Pascua de Resurrección!
Alejandro Romero Sarmiento  -  Antonio  José Sarmiento Nova,S.J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog